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·• Three •·




—¡Padre, por favor! —Gritó el dios de cabellos largos y platinados—. ¡Ten piedad de él!

El silencio que envolvió el gran salón central fue inmenso y tenso. Nadie se atrevió a respirar profundamente por temor a las represalias del aterrador dios que estaba en el centro del lugar.

El imponente dios egipcio del viento, Shu, a quienes enmudece por sus rasgos marcados, piel impoluta junto a sus poderosos ojos y cabellos lisos del color de las montañas, giró lentamente sobre sus talones, hirviendo en furia, para enfrentar a su hijo.

—¿Piedad? —Pronunció con su grave y profunda voz—. ¿Me pides piedad después de haber roto mi prohibición para encontrarte con esta basura? —Al terminar, regresó sobre sus pies y pateó con fuerza el cuerpo tendido sobre el frío suelo de marfil.

Geb, dios de la tierra, de cortos cabellos negros, con su piel dorada resplandeciente como el sol y de gran contextura,  se quejó de dolor y dejó salir sangre de su boca, producto del impacto con su ya lastimado estomago, rodando sobre si por el pálido suelo para luego dejar salir un suspiro antes de incorporarse sobre sus rodillas, pero nuevamente era rodeado por los guardianes reales, derrotado y adolorido, miró más allá de todos sus enemigos para encontrarse con los dulces y preocupados ojos de su gran amor.

De una belleza delicada, con su esbelto y alto cuerpo envuelto en sus características ropas oscuras, Nut, dios de los cielos, era retenido de sus largos brazos y puesto de rodillas por más guardias. Pero los celestes iris del peliblanco solo podían fijarse en Geb siendo golpeado por su propio padre, y derramar lágrimas saladas de frustración.

Fue entonces donde Shu se acercó a él, en completo silencio, y con un rápido movimiento descargó contra su pálida mejilla su pesada mano, haciéndola resonar contra la tierna carne y así desestabilizar a su hijo, que cayó al suelo en aturdimiento, saboreando él también sangre.

—Has accionado en contra de mi palabra, tu... semilla podrida, y ahora deberán de pagar las consecuencias por su osadía —Sentenció la vieja deidad de cabellos castaños, mirandole con odio.

Un segundo después, con un simple chasquido de dedos, los guardias que les rodeaban fueron acercándose hasta tomar a ambos amantes en su custodia para luego empezar a llevárselos por puertas opuestas y lejanas.

—¡No, por favor! ¡Geb, Geb, mi amor! —Gritó y sollozó el dios celestial, forcejeando contra quienes le retenían, pero siendo golpeado y sometido por ellos mismos. De nuevo cayó contra el helado suelo, su costado sangrando.

—¡Nut, mi bella estrella! —Al verle siendo agredido, el pelinegro no dudó en golpear a los guardianes, librándose así de sus ataduras para comenzar a correr a su encuentro. Pero fue interceptado por más personal y pronto él también respiró contra el inmaculado suelo, que pronto empezó a mancharse con la sangre de sus propias heridas—. ¡Déjenme ir, Nut! ¡Nut, te amo, Nut! —Gritó con todas sus fuerzas, cuando ambos fueron otra vez alejados por las fuerzas.

—¡Silencio! —Rugió el gran dios, ya teniendo suficiente de ellos, haciendo temblar las paredes del gran templo con su voz—. Su amor me repugna, por eso les prohíbo el verse, por siempre en la eternidad, y además les prohíbo el tener trascendencia, no se unirán ni fecundarán bajo ningún día del año —sentenció, dando así cierre total al encuentro.

Nut supo en ese preciso instante que, al ser dioses, las heridas con las que cargaba no podrían matarlo, sin embargo, el dolor punzante que resonaba en su pecho tras ver por última vez a su amante acabaría con su cordura, las gruesas lágrimas que corrían por sus pálidas mejillas daban fe de ello.



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—¿Por cuanto tiempo más mirarás por ese ventanal, sin ver realmente nada? —El dios albino se sobresaltó al escuchar la suave y tersa voz a sus espaldas. Girando rápidamente, con una pequeña sonrisa agrietada en sus labios, se encontró con su fiel amigo y confidente.

De estatura normal y cuerpo menudo, el dios de la sabiduría y escritura Thoth le miraba con sus cálidos ojos azabaches mientras extendía sus brazos en espera de un abrazo, el cual llegó unos segundos después.

—Mi bella constelación, ¿Por cuanto tiempo estarás en las tinieblas y harás llover en el mundo? Estoy preocupado por ti —Murmuró gentilmente, cerca de su oído, mientras acariciaba su espalda.

Nut sintió su garganta anudarse, junto a unas inmensas ganas de llorar, pero se obligó a ser fuerte y evitar que su voz tiemble.

—He tenido días mejores, mí señor ave, pero hoy simplemente extraño mucho su tacto en mí —Murmuró, siendo traicionado por su cuerpo, ya que su voz se quebró al final de la oración.

Fue entonces cuando el gran dios se separó del peliblanco, mirándole con esos ojos brillantes y oscuros llenos de preocupación y lástima.

—Nut, sabes que solo puedo hacerles encontrarse en sus sueños, quisiera poder hacer algo más por ustedes —Comentó, acariciando levemente el brazo izquierdo de su amigo, cuando éste asintió sin ánimos—. Oh, bueno... realmente creo que puedo hacer algo más —Dijo de repente, en un agradable tono de voz, atrayendo la completa atención del contrario.

Nut entonces le miró, de repente interesado por la propuesta del dios mayor. Con un ligero gesto de su cabeza, le instó a que siguiera.

El pelinegro sonrió ampliamente— He concretado un encuentro con la luna esta noche, mi cielo estrellado, y planeo conseguir de su luz.

—Pero... —El más alto estaba perdido tras la confesión del gran dios—. ¿El tocado de pájaro ha pesado demasiado sobre tu cabeza? ¿Que locura piensas hacer?

Thoth rió bajito, encogiéndose de hombros— Apostar, por supuesto —Dijo, como si fuera la más obvia de todas las opciones—. ¿No confías en mis habilidades?

Nut suspiró lentamente— Eres quién más inteligencia posee en todo el reino, por supuesto que confío en ti... solo estoy preocupado.

—Tu tranquilo... déjame que me ocupe de esto, ¿Si? —Sonriendo, giró para encaminarse hacía la puerta del cuarto, con su característica calma—. por cierto... —Dijo, ahora mirando sobre su hombro, con sus ojitos traviesos—. ¿A mi bello cielo le gustaría encontrarse con su otra mitad?

Una suave descarga eléctrica recorrió la espalda del dios más joven, se quedó mudo tras la oferta, pero sus mejillas encendidas fueron todo lo que necesitó Thoth, quien señaló a la amplía cama.

—Recuestaste y duerme, Nut, el atardecer comenzará pronto —Pronunció suavemente, antes de desvanecerse.



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Tanto Geb como Nut residían en templos demasiado lejanos, siendo exiliados tras la prohibición e impidiendo así que pudieran verse. Shu, su padre, interfería su encuentro posicionándose en medio, ya que su propio templo estaba a mitad de camino de ambos y sus custodias le vigilaban todo el año, sin descanso.

Gracias a su gran amigo Thot, fue como logró volver a ver a su amado Geb, por medio del mundo onírico.

Fue entonces, cuando un adormilado Nut abrió lentamente sus ojos claros como el agua, y frente a él se encontró con su bella pareja.

—Hoy te ves tan brillante como siempre, mi bella estrella —Sonrió con ternura el mayor, abriendo sus brazos ampliamente.

Nut corrió hacía él, sonriendo mientras algunas lágrimas ya corrían por sus mejillas. Se tiró a sus brazos, aferrándose así a su cuello, y entonces unió sus labios en un necesitado y pasional beso que les robó el aliento.

—Te he extrañado tanto que ya sentía un hueco enorme en mi pecho —Sollozó el peliblanco, al separase en busca de aire.

La cálida y tosca mano del dios terrestre se elevó y cuidadosamente limpió los restos de agua en sus mejilla derecha, para luego sostenerla gentilmente y acariciarle— Por lo que dure este atardecer, y hasta el nuevo amanecer, permaneceremos juntos aquí, mi gran amor —Susurró sobre sus labios.

Nuevamente se besaron, Los brazos de Geb bajaron hasta la delgada cintura y acercó más sus cuerpos, necesitando más contacto, mientras que Nut jugaba tiernamente con los cortos cabellos azabache en la nuca de su amor.

Volvían a ser uno.



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—Entonces, Thoth ha dicho eso... —Geb miraba encantado como el desnudo y elegante cuerpo de su amante, quien descansaba sobre su pecho y le abrazaba por la cintura, hacía un hermoso contraste con su propia y dorada piel, llevando sus manos a su pálida espalda, comenzó a dar suaves caricias allí—. ¿Crees que lo logrará?

Nut lo pensó un momento, siendo distraído por los gentiles dedos del mayor que derretían sus sentidos— Si él no lo logra, sé que nadie más lo hará y posiblemente no tengamos otra posibilidad.

Instintivamente, Geb se aferró más al cuerpo contrario en un apretado pero reconfortante abrazo, buscando la frente del peliblanco dejó en ella un tierno y suave beso.

—Lo hará, es muy astuto e ingenioso —Le recordó, volviendo a besar su frente.

Un cómodo silencio les rodeó, dejando notar sus lentas y acompasadas respiraciones. Nut cerró sus ojos y se dejó llevar por las sensaciones, mientras garabateaba formas en el tonificado pecho del pelinegro.

—Hasta que volvamos a unirnos, por favor deja de hacer erupcionar volcanes con tu furia, mi fuerte montaña —De repente, la aterciopelada voz del dios celestial hizo que Geb suspirara al ser descubierto.

—Esa maldita ave traidora... —Susurró frustrado, para luego agregar—. Él me dijo que tu llorabas demasiado, por favor no lo hagas tanto, ocasionarás inundaciones, mi cielo.

Rieron al unísono, disfrutando de tenerse en ese momento de paz, pero poco duró ya que unos instantes después sintieron los primeros rayos de sol mostrarse, y con ello la energía les tiraba a sus aposentos de nuevo.

Compartieron un último beso, y tras limpiar las nuevas lágrimas derramadas por su bella estrella, Geb abrió sus ojos, ahora en su propio y desolado templo terrenal.

—Espero recibir noticias pronto —Murmuró con los dientes apretados, ya sintiendo en su cuerpo la ira e impotencia—. Mi bello Nut, cuídate hasta entonces.



———



—Buenas noches, bella musa —Saludó Thoth, con una agradable sonrisa en su rostro, tras ser recibido por su diosa amiga.

Selene, Diosa de la luna, le sonrió de lado para luego, con un grácil y femenino gesto, quitar su dorada y larga cabellera de sus hombros desnudos, dejando lucir su nívea piel— Tanto tiempo sin vernos, mi viejo amigo.

Ambas deidades caminaron sin apuro alguno por el  vestíbulo, compartiendo una amena charla, hasta llegar al gran mesón de granito gris en forma circular. En él, se extendían varías cartas y fichas, aperitivos y, por supuesto, vino de la mejor calidad.

—Veo que ya me estabas esperando, ¿No? —Preguntó, de forma irónica, mientras tomaba entre sus manos la fina copa para beber un poco de dicha bebida, degustando su profundo sabor.

—Como habíamos acordado... ¿Por qué quieres echar una partida, de todas formas? —La rubia deidad tomó asiento con delicadeza y, nuevamente, acomodó sus rizos brillantes a un costado.

Thoth entonces se encogió de hombros, restándole importancia mientras tomaba asiento por igual, suspiró lentamente— Nada importante, Selene, solo... estoy mortalmente aburrido y eres una compañía excelente para jugar —Dijo, sonriéndole.

Con su engaño en marcha, comenzando a jugar. Ambos eran excelentes jugadores, pero además eran apostadores empedernidos, por lo que bastaron unas cuantas jugadas para que, poco a poco, los premios fueran subiendo en importancia.

—Ja, increíble... —Exclamó la belleza lunar al ver la nueva oferta del dios—. ¿De verdad estás apostando tu tocado? ¿Te has vuelto loco, mi amigo?

Thoth, del otro lado del gran mesón, sonriendo languidamente por el dulzor del vino, que ya tenía efecto sobre su cuerpo, — Puede ser, pero confío en esta mano —Dijo, terminando con una risa tonta.

—Bien, entonces seamos justos —Dijo de repente la diosa, vaciando su propia copa con un largo trago—. Apostaré la decimoséptima parte de mis iluminaciones, para hacerlo interesante.

"Eso es exactamente lo que quiero, querida", pensó el astuto dios entonces, sonriendo internamente ya que su plan estaba yendo como lo había planeado. Asintió ligeramente y, con un leve movimiento de su mano libre, le cedió los honores de tirar primero.

—Escalera de color, viejo —Gritó triunfante la bella diosa, sin embargo su sonrisa se borró al segundo de ver las cartas de su oponente.

—Tengo escalera real, preciosa —Thoth mostró una amplia y soberbia sonrisa en su tranquilo rostro—. Te dije que me tenía confianza en esto.

—No puedo creerlo... —Susurró, dejándose caer contra el respaldar de su asiento, atónita—. ¿Que vas a hacer con mi luz, Thoth?

—¿A que te refieres? —Preguntó, con una de sus mejores caras de inocencia, pero no sirvió de nada.

Selene le observaba atentamente, en silencio, analizando la situación, para luego volver a hablar, más seria que antes— ¿Qué me has ocultado?

Fue así como Selene escuchó por lo que restó de horas la historia que su amigo le contó, sorprendiéndose y asustándose por lo que Thoth estaba dispuesto a hacer por sus amigos.

—Viejo, ciertamente estás loco —Concluyó, tapando su boca con sus delgados dedos, todavía impactada.

—Sabes que el destino no puede ignorarse, tarde o temprano se hará realidad —Sentenció el sabio dios, mirando a la rubia con sus oscuros y profundos ojos—. Si supieras de esto antes, ¿Me hubieras ayudado?

Selene realmente lo pensó durante un momento, pero terminó meneando su cabeza en una negativa, era algo demasiado arriesgado para ella, o cualquier otro— Sabes que no, por más amor que tenga hacia ti y nuestra amistad, el haberte ayudado directamente podría hacer rodar mi cabeza.

—Lo sé, por eso te mentí y usaré tu regalo con sumo cuidado, gracias por comprender —Dijo, sonriéndole cálidamente.

Selene suspiró, sonriéndole de vuelta— Eres un viejo astuto, pero eres justo y bueno... ten mucho cuidado cumpliendo con tu plan.

Luego de una rápida despedida, ya viendo los primeros rayos de sol aparecer por el horizonte, actividad que mostraba los poderes de Ra sobre todo el territorio, Thoth regresó a sus propios aposentos para descansar un poco y terminar de pulir las pequeñeces en la última parte del plan que había tramado con tanto esmero.

La mañana siguiente sería donde el caos reinaría y el terror de Shu, después de tantas precauciones, llegaría.



———



"Si mí señor quiere seguir gozando de sus riquezas, jamás deberá dejar que la tierra y los cielos se toquen... si las montañas rozan las nubes, la semilla de esa unión será quién gobierne sobre todo lo que ahora sea de su propiedad, mi señor".

Esa fue la sentencia que el dios de dioses, el gran Ra, recibió de un conocido adivino, y Nut jamás olvidaría la paliza que recibió de los guardianes reales de su propio padre cuando se atrevió a ver por primera vez a Geb en una cena familiar, pero solo bastó un encuentro de miradas para caer perdidamente enamorado de él.

Ningún dolor físico apaciguaría jamás el amor que sintió entre los brazos de su gran amor, a escondidas de todos y deleitándose con el calor que su piel irradiaba, pasaron horas simplemente abrazados, sintiendo sus latidos sincronizarse y sus respiraciones ralentizarse en paz.

Nut abrió sus ojos, notando las gruesas lágrimas que se derramaban de ellos, y el fuerte nudo en la garganta que amenazaba con ahogarle.

El pesar en su corazón, por extrañarlo tanto, cada día que pasaba se hacía peor. A veces disminuía lo suficiente como para aparentar ante su padre y demás criados, más que nada cuando podía encontrarse con él en sus sueños... Pero había momentos donde sentía su cuerpo quebrarse y hundirse entre las sábanas, derrumbándose por la tristeza que le envolvía. Hundió su rostro en su almohada y sollozó con fuerzas, dejando salir todo el dolor allí, en la soledad de su habitación.

—¿Es realmente así como quieres vivir, mi bella constelación? —Se sobresaltó al escuchar el dulce y preocupado murmullo del sabio dios.

Levantó su lloroso rostro rápidamente— ¡Thoth! —Dijo, frunciendo su ceño al no encontrarse con su amigo.

Entonces, el dios mayor se mostró, apareciendo de a poco, sentado en el borde de su cama, con la característica y cálida sonrisa en sus labios.

—Te ves radiante ésta mañana, Nut —Le elogió.

El albino chasqueó su lengua, pasando rápidamente el dorso de sus manos por sus mejillas mojadas— No te burles de mi, tonto pájaro —Se sentó sobre el colchón, mirando atentamente a su invitado—. Han pasado dos meses, Thoth... dime que has podido hacer lo que sea que debías hacer, por favor dímelo.

Pero el dios guardó silencio, mirando las finas y dulces facciones del joven en frente suyo, no dijo nada por tanto tiempo que cuando percibió las nuevas lágrimas acumularse en esos bellos ojos celestes como el mismo cielo en un día soleado, por fin pronunció palabra.

—¿Estás listo para encontrarte con él... en la vida real?

La sonrisa que Nut mostró en ese momento fue tan bella, que ese día los humanos gozaron de uno de los días más cálidos del invierno.

—Si, lo estoy —Sollozó el dios, estallando en felicidad.

La deidad mayor le explicó, con lujo de detalles, todo lo había sucedido para lograr lo que ahora era su "libertad" de las corruptas manos de su padre.

Con la luz de Selene, Thoth había logrado agregar días al año, cinco específicamente, los cuales no pertenecían a ningún mes, por lo que esa laguna en el mandato del malvado dios permitiría que ambos amantes por fin se unieran de vuelta, y el implacable destino se cumpliera.

El sabio dios sabia que la verdad y el amor podrían siempre ante la oscuridad y la codicia.



———



Cuando la aurora de ese día, finalmente terminado, se presentó en el horizonte, el corazón de Nut comenzó a latir frenéticamente en su pecho, anticipándose al tan esperado encuentro con su otra mitad.

Por órdenes del antiguo dios, debían de encontrarse en la costa marítima al anochecer, y durar juntos todo lo que la noche se extendiera, podrían hacer lo que quisieran y tendrían completa libertad entre ellos, por fin.

Sin embargo, algo inquietaba al peliblanco... el hecho de que el mayor no llegara, y los últimos arreboles entre las nubes ya se estuvieran apagando.

Cuando su preocupación se elevó al punto de sentir el nudo apretándose en su garganta, fue cuando sintió dos fuertes brazos colarse entre los propios y aferrarse a su delgada cintura, abrazándole con cariño.

—Ya he llegado, mi amor —Le susurraron dulcemente en el oído, derritiéndose lentamente al percibir su petricor aroma y sus labios que besaban tiernamente su fría mejilla.

—Te he extrañado demasiado —Murmuró entonces, girando entre sus brazos para quedar enfrentados, ambos sonreían ampliamente—. Bésame, por favor —Pidió en un susurro.

Geb no lo dudó un segundo más y, acercando su rostro al de su amado, unió sus labios lentamente en un dulce y necesitado beso.

Las caricias entre ellos comenzaron tímidas e inocentes, pero a medida que sus lenguas rozaban y sus labios arrasaban con más piel, sus manos subieron y bajaron por el cuerpo contrario, impacientes por volver a sentirse como en sus sueños.

Era verdad, en el poco tiempo que estuvieron juntos en realidad, nunca habían llegado a este punto de su relación, su padre no se lo permitió, por lo que cuando por fin lograron reencontrarse en el mundo onírico, una de las cosas que más anhelaban fue experimentar sensaciones nuevas y conocerse en más profundidad, sin embargo... los sueños engañan y no es como la vida real.

La temperatura entre ellos se elevó y, cada minuto que pasaba, con la oscura y fresca noche ya escondiéndoles de posibles curiosos, sentían la ferviente necesidad de se sentirse más y más cerca. La ropa molestaba y sus manos, inquietas, buscaban desesperadamente el contacto con la piel contraria.

—Hazme tuyo, por favor —Gimoteó el dios peliblanco en un tembloroso susurro sobre los hinchados belfos del moreno—. Ya no aguanto más, mí gran amor... Te necesito sobre mi, por favor.

Geb le miró atento y, atesorando en sus ojos esas bellas mejillas sonrojadas y sus labios rojizos por sus apasionados besos, se acercó lentamente hacia su oído, dejando un camino de besos en la piel nívea de su cuello— Mi bello cielo, siempre tan educado y calmado... haré todo lo que me pidas esta noche —Le susurró seductoramente.

Nut envolvió sus delgados brazos sobre los tonificados hombros de su amante y, uniendo necesitadamente sus labios, se entregó completamente a él

Durante toda la noche, la luna y estrellas fueron testigos del verdadero amor que se profesaron todos estos años alejados y extrañándose.

Y al llegar el nuevo día, cuando el alba iluminó apenas el horizonte, se escuchó una profunda voz que proclamaba desde el cielo:— ¡Ha nacido el señor de toda la tierra!

Con sonrisas de cansancio y adoración, los amantes miraban enternecidos al pequeño bebé entre los brazos de Nut, Osiris había nacido de su unión.

—Te amo, mi bella estrella —Murmuró Geb, besando su mejilla y acariciando dulcemente la pequeña cabecita del recién nacido.

—Te amo, mi gran montaña —Respondió el dios albino, sonriendo de amor y aguantándose las lágrimas de felicidad.

Pero ahora debían esconderse de las manos del malvado dios, ya que todavía tenían cuatro días más para poder amarse y tener descendencia.

La profecía se había cumplido.





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El bello Nut y su amado Geb:

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