El Príncipe y La Chica Mágica Parte 4
El coliseo se mantuvo en un silencio expectante mientras Vegeta y Madoka se enfrentaban. Vegeta, impresionado por la resistencia de Madoka, pero aún convencido de su superioridad, decidió poner fin al combate de una vez por todas.
Vegeta miró a Madoka, su expresión de respeto mezclada con desdén. "Admiro tu tenacidad, pero este emparejamiento fue injusto desde el principio. Eres fuerte, pero no lo suficiente," dijo Vegeta, transformándose en Súper Saiyajin Fase Dios. Su aura se volvió roja, más intensa y poderosa que nunca. "Es hora de acabar con esto."
Madoka, apenas de pie después de recibir el Destello Final, sabía que su situación era desesperada. Con el último vestigio de su fuerza, levantó su arco y lanzó su Movimiento Letal final: "Flecha de la Eternidad", un rayo de energía pura que simbolizaba su deseo de proteger a todos, incluso a costa de su propia vida.
Vegeta concentró su poder y lanzó su Movimiento Letal más fuerte: "Explosión Final Absoluta", una ola de energía devastadora que podría destruir cualquier cosa en su camino.
Ambos ataques colisionaron en el centro del coliseo, creando una explosión masiva que sacudió todo el lugar. El público observaba con asombro mientras los dos luchadores añadían más y más fuerza a sus ataques, intentando superar al otro.
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La explosión alcanzó su punto máximo, y Vegeta, al ser el que menos daño había recibido, logró sobrepasar el Movimiento Letal de Madoka. La Explosión Final Absoluta de Vegeta atravesó el ataque de Madoka y la alcanzó de lleno, pulverizándola al instante.
Jay y Kuroo observaban atónitos desde la cabina de los anunciadores. "¡Increíble! ¡Vegeta ha ganado el tercer round con una fuerza abrumadora!" exclamó Jay.
"Esto fue una batalla intensa, pero al final, Vegeta demostró por qué es uno de los guerreros más poderosos del universo," añadió Kuroo, impresionado.
El público, compuesto por deidades y personajes de varios universos, estaba en shock y algunos aplaudieron tímidamente, mientras otros simplemente observaban en silencio, asimilando lo que acababan de presenciar.
Vegeta, viendo los restos de Madoka desvanecerse en polvo cristalino, sintió una mezcla de emociones. "No merecías este destino, niña. Ninguno de nosotros lo merece," murmuró, con un tono de respeto y tristeza. "Descansa en paz."
Con esas palabras, Vegeta se retiró del coliseo, que comenzó a volver a su estado neutral.
El tercer round del Mythos había terminado, con Vegeta emergiendo como el vencedor. A pesar de su naturaleza arrogante, mostró un atisbo de compasión y respeto hacia su oponente, recordando a todos que, aunque poderosos, los guerreros también son capaces de empatía y reflexión.
El coliseo se había vuelto silencioso tras la victoria de Vegeta. Mientras el polvo cristalino que antes era Madoka se desvanecía en el aire, Vegeta miró hacia la cima de las gradas, donde se encontraban los Dioses que habían creado el Mythos.
Con un paso decidido, Vegeta se dirigió hacia los Dioses. Su mirada era feroz, llena de ira y determinación. Levantó la voz, resonando en todo el coliseo.
"¡Ustedes, allá arriba! ¿Por qué?" gritó Vegeta, su voz cargada de indignación. "¿Por qué han traído a estos inocentes a pelear en esta arena? ¿Qué clase de justicia es esta?"
Los Dioses, figuras imponentes y serenas, permanecieron en silencio, observando al saiyano.
"¿Ray, un niño huérfano que apenas entendía el mundo fuera de sus libros, merecía morir aquí? ¿Izuku, un adolescente cuyo único sueño era convertirse en un héroe, tenía que enfrentar una muerte así?" Vegeta continuó, su voz quebrándose levemente por la rabia contenida.
Vegeta se detuvo un momento, tomando aliento antes de seguir. "Y Madoka... Una chica que claramente no estaba preparada para esta batalla. ¿Vieron el terror en sus ojos? ¡Esto no es una competencia, es una masacre injusta!"
Los Dioses finalmente intercambiaron miradas entre ellos, pero aún no respondieron. Vegeta, sin inmutarse, avanzó un poco más, su ki aumentando ligeramente por la emoción.
"Ustedes, que tienen el poder de decidir el destino de tantos, ¿acaso se deleitan en ver morir a personas que ni siquiera querían estar aquí? ¿Dónde está el honor en esto?"
Finalmente, uno de los Dioses, una figura envuelta en un aura dorada, levantó la mano para silenciar el clamor de Vegeta. Su voz resonó como un trueno calmado.
"Vegeta, príncipe de los saiyanos, entiende que el Mythos no es solo un juego de poder. Es una prueba, una batalla que va más allá de la simple supervivencia. Cada luchador fue elegido por sus habilidades y potencial."
"¡Potencial para qué!?" interrumpió Vegeta, su voz llena de desprecio. "¿Para morir sin sentido? ¿Para entretenerlos a ustedes?"
El Dios continuó sin inmutarse. "Cada uno de los combatientes, incluidos tú y los demás, representan algo más grande que ellos mismos. El sacrificio de Ray, Izuku y Madoka no será en vano. A través de esta batalla, se revelarán verdades y se forjarán destinos."
Vegeta apretó los puños, luchando por mantener su calma. "No acepto sus justificaciones. Ustedes pueden hablar de destinos y verdades, pero los vi morir. Vi el miedo en sus ojos. Si este es su entretenimiento, no quiero ser parte de ello."
Con esas palabras, Vegeta se dio la vuelta, dispuesto a salir del coliseo. Pero antes de irse, lanzó una última mirada a los Dioses.
"Recuerden esto: la verdadera fuerza no está en el poder de obligar a los demás a luchar. Está en proteger a los inocentes, en ser justos y honorables. Si tienen algún honor, reconsideren sus acciones."
Vegeta se retiró del coliseo, dejando a los Dioses en un silencio contemplativo. El coliseo volvió a su estado neutral, pero las palabras de Vegeta resonaban en el aire, una acusación directa a los que observaban desde las alturas.
El tercer round del Mythos había terminado, pero las palabras de Vegeta plantearon preguntas profundas sobre la naturaleza de la competencia y la moralidad de aquellos que la dirigían. La lucha no solo era física, sino también una batalla de principios y justicia.
Mientras Vegeta se retiraba, uno de los Dioses, envuelto en una luz celestial, decidió responder. Su voz resonó por todo el coliseo.
"Vegeta, ¿acaso olvidas que fuiste tú quien no mostró piedad frente a Madoka? Tu fuerza y crueldad son lo que te ha llevado a la victoria."
Vegeta se volvió, su rostro mostrando una mezcla de furia y desafío. "¿Qué esperaban que hiciera? Si me hubiera negado a pelear, ¿qué le hubieran hecho a mí o a cualquiera que se negara?"
El silencio se extendió por un momento antes de que otro Dios hablara, con una voz fría y distante. "Tu universo sería destruido eventualmente."
Vegeta apretó los puños, su ki vibrando a su alrededor. "Esa no es una respuesta válida. Solo demuestra su cobardía y falta de honor. Si llego al final de este torneo, prometo que seré yo quien acabe con ustedes."
Volviendo su atención a los anunciadores, Vegeta avanzó hacia ellos, su presencia intimidante. "¿Y ustedes? Su trabajo es fácil. No están en peligro, solo narran lo que pasa con una felicidad insana."
Jay, colocandoce enfrente de Kuroo, levantó las manos en un gesto de paz. "Esa es nuestra labor como anunciadores. No tenemos otra opción."
Vegeta miró fijamente a Jay y Kuroo, sus ojos llenos de desprecio. "Ustedes también son parte de este juego cruel. No se olviden de eso."
Con esas palabras, Vegeta se dio la vuelta y se retiró del coliseo, su furia evidente en cada paso. El coliseo se quedó en silencio, la tensión palpable en el aire.
La ira de Vegeta contra los Dioses y los anunciadores había dejado una marca en todos los presentes. Su juramento de acabar con los organizadores del Mythos añadió una nueva dimensión a la competencia, una promesa de venganza y justicia. La batalla no solo era por la supervivencia, sino por algo mucho más profundo.
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