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037.


Jeon Jungkook

Sentía que podría llorar justo ahora.

Estaba seguro de que si no le daba la cara, se iba a enojar por qué podría malinterpretar la situación. Con un resoplido, me levanté del asiento, girando para quedar justo enfrente de ella. Su gesto al verme, me hizo darme cuenta de que no sospechaba que fuese yo, pero pronto miró a Namjoon quién estaba confuso.

—¿Me traicionaste? ¿Le dijiste que estaba aquí? —Bufó, ofendida. Entonces, volvió a mí— Te dije que no quería verte, dame mi espacio.

—Hey, hey, linda. Deberías calmar tu euforia aquí mismo. Creí que era tu novia Jungkook.

—Pues no estoy muy segura que lo sigamos siendo.

De alguna manera, sentí que estaba malinterpretando la situación, así que me dispuse a hablar.

—Fue una coincidencia, de igual podríamos encontrarnos en cualquier sitio. Bora, yo, necesito hablar contigo.

Supliqué y la risa de Rebeca me hizo verla.

—Así que tú eres la novia de Jeon —Dio dos aplausos y se quedó de brazos cruzados— Te recuerdo, la nueva secretaria de Jeon Hyunwook, la misma que vi en esos combates, solo que con cabello negro y sin apariencia arrogante como la que tienes ahora.

Estaba en un lío. Las cejas de Bora se fruncieron, pero de pronto bajó su bolso de su hombro, para tomarlo entre sus dedos y sonreír.

—Que bueno que al menos me recuerdes, por qué de ti, ni la ceja. Seguro es más falsa que tú misma.

—No me vas a ofender linda, soy hermosa por más cosas que digan. Rostro, cuerpo, personalidad, todo lo que un hombre desea. Te aseguro que si quiero, te puedo quitar a tu supuesto novio ahora mismo.

—¡Rebeca!

Grité. Colocándome enfrente de ella, porque parecía ir hacia Bora de forma amenazante. Su sonrisa, igual que siempre, sabía que fastidió a alguien. Cuándo quise darme la vuelta, para ver a Bora, esta estaba de brazos cruzados, sonriendo igual. Mierda.

—Quítamelo si quieres —Se encogió de hombros— Y gracias a tu mirada asquerosa, ya recuerdo quién eres. La chica en ropa casi interior, quién se sube al ring en cada combate, ¿no? Claro. Solo recuerda, que entre tú y yo, hay una larga diferencia...

Me hice a un lado, cuándo la vi acercarse. A pesar de ser más baja que Rebeca, parecía más segura.

>>> —Yo no necesito pedirle a un hombre que se ponga a mis pies, porqué ellos mismo lo hacen —Iba a irse, pero se giró, como si se hubiese acordado de algo— Ah, y felicidades por tu voluptuoso cuerpo, no voy a ofenderte, porqué estoy agradecida de haber nacido con partes de mi cuerpo naturales, como mi nariz, fea o no, me amo, deberías aprender de ello.

Suspiré.

Ni siquiera le dijo nada a Namjoon, simplemente se alejó. Le hice una señal, de que por favor la acompañara. Me quedé con Rebeca, viendo como pedía un tequila doble y se lo tomó sin dudar.

—La voy a matar.

Susurró.

—¿De qué hablas? Empezaste tú y vaya que te pasaste.

—No tengo la culpa de que ella sea una estúpida.

Di un golpe en el mostrador.

—Oye, no voy a permitir que le faltes al respeto.

Estaba pasando mis límites. Me daba igual irme a encerrar a mi habitación, pero no sería capaz de quedarme por mucho más tiempo aquí. Seguro que Bora ahora mismo estaría echando chispas.

—Jeon, esa chica ni siquiera te hará feliz.

—¿Tú qué sabes?

Detuve mi paso, sin girarme.

—Solo te está lastimando, ¿crees que no me he dado cuenta? Si yo no te salvé de tu miseria, esa niña tampoco lo hará.

Tragué saliva y me alejé de ahí, ahora necesitaba un gran trago. Fui hasta otra barra, desesperado, pedí vodka, mierda, mañana me arrepentiría.

Dos, tres, cuatro. Mi cabeza dolía, mi garganta ardía, casi igual que mi sangre. No buscaba un refugio, lo admito, puede ser que el alcohol me dañara el cerebro para ser sincero conmigo mismo, pero tenía ganas de desahogarme con lo que fuese, qué más me daba, no le importaba a nadie, solo parecía ser una obligación por el hecho de haber nacido sin haberlo pedido. Entonces llegó Rebeca, que buscaba lo mismo que yo, nos desahogamos entre los dos, pero estaba tan vació, tan hueco.

Cada vez necesitaba más, hasta que gané ese combate, mi primer maldito cinturón.

—Relléname la copa.

Dije. Me quedé absorto viendo como la volvían a llenar y la pusieron enfrente de mí.

Esa misma noche, cuándo llegamos a la fiesta por mi victoria, era como si sintiera que el mundo fue mío por corto tiempo, hasta que la busqué y la encontré justo teniendo sexo con otra persona. Qué irónico, me enojé tanto a pesar de que no éramos nada, solo fui el único que empezó a tener sentimientos reales en algún punto, todo eso para que después de dos años, regresara y volviese a caer, mirándonos un par de veces cuándo nuestro cuerpo lo necesitara.... Hasta que Bora pareció, cambiando todo.

Joder, tan cursi, pero era como si mi cuerpo y alma se esforzaran por concentrarme en ella, en nuestros propios placeres, maldición, Bora se había vuelto mi vida entera, la fuerza que me ayudaba a continuar cada día para no sentirme miserable por haber nacido. Y es que, cuándo dejábamos de hablar por varios días por compromisos, se sentía seguro de que al volver a vernos, todo seguiría igual.

No era nadie para obligarla a volver conmigo, era libre, pero quería tener una respuesta.

¿Era un estúpido por querer más amor?

No, solo un puto arrogante que se parecía a su padre, chistoso que el maldito tarado de Taehyun siempre tiene razón, pero había algo que no, que yo jamás dejaría ir tan fácil a mi chica.

—Es mi chica —Dije apenas, sintien
do luego lo fría que estaba la barra, contra mi mejilla— Señor, deme otra.

*

Abrí los ojos como pude. Mi vista estaba apenas en el techo de la habitación que no sabía distinguir. Mis párpados pesaban, y con esa música de fondo, claramente podría seguir durmiendo. Tragué saliva, sintiendo mi boca seca. Me giré un poco en la cama, quedando boca abajo.

Cerré mis ojos, estaba por quedarme dormido de nuevo, pero una leve risa se mezcló con esa hermosa melodía de fondo. Mi corazón deliró, sintiendo que sabía de quién se trataba. Abrumado, me levanté con prisa, quedando sentado sobre la cama, mientras todo giraba.

Mierda, había bebido demasiado. Sostuve mi cabeza sobre mis manos, tratando de recordar algo, pero volví a escuchar una risa, tenía que estar soñando. Quería buscar mi teléfono, pero la intriga me ganó. Cuándo estaba por levantarme, recién me fijé que estaba solo en ropa interior, y sin prestarle más atención, caminé un poco hacia la otra habitación.

Alguien se estaba bañando en el jacuzzi, porque solo fui capaz de ver la luz que emitían las velas aromatizantes. No era de día, ni de noche, solo estaba un poco oscuro por qué seguro en nada amanecería. Me acerqué más, esperando ver ese cabello, rubio, pero, en cambio, era uno castaño quién se percató de mi presencia.

—Jeon, despertaste. Aún es muy pronto.

Rebeca se estaba bañando, mientras la pequeña televisión, que estaba en la pared de enfrente, transmitía un programa. Algo dentro de mí, deseo tanto que fuese Bora.

—¿Acaso no tienes un jacuzzi similar en tu habitación?

Apagó las bombas que permitían hacer hidromasaje, entonces, aquello que parecían burbujas desaparecieron un poco. Se levantó, con cuidado, quedando completamente desnuda.

—Ya lo sé, solo que este estaba enfrente de la ventana y se mira todo tan lindo, ¿no lo crees?

Salió, aun sin ponerse nada. Me fijé que tenía un nuevo tatuaje en su pelvis, y justo volví a su rostro, que se acercaba a mí.

—Quiero que te vayas.

—Ayer no decías eso, aunque he de admitir que me dolió un poco cuándo me llamaste "Bora"

Me espanté completamente, ¿de qué hablaba? A penas recuerdo quedarme en la barra, hablar de más, llamar a alguien por teléfono varias veces y después apareció una chica, seguro fue Rebeca. De ahí, supongo que subimos, pero, ¿qué más?

—Es obvio que pronunciara el nombre de mi novia.

—¿Mientras te hacía sexo oral?

Y justo, recordé como en algún momento sentí que estaba con Bora, por su toque suave mientras me dejaba en el sofá. La besé, de pronto, se volvió rubia y sus manos bajaron a quitarme el pantalón.

>>> —No te preocupes, no me la metiste, que ojalá hubiese pasado. Si tu chica no te satisface, ya sabes, puedes llamarme.

Mi respiración se cortó cuándo se acercó tanto que sus pechos chocaron contra el mío, sus manos acariciaron mi cuello y depositó un beso en mi clavícula. Su aliento me mareó por un segundo.

—Vete.

Musité, entre nuestro labios que estaban rozándose.

—Tengamos sexo Jungkook, venga, así como antes que lo hacíamos antes o después de cada combate.

—Por eso me iba tan mal a pesar de ser pocos asaltos, no puedo tener nada contigo —La tomé por sus hombros, alejándola de mí— La mierda que tuvimos antes, se acabó, ¿es que no lo entiendes? Anoche estaba borracho y en lo único que pensaba, era en Bora, por qué es con ella con quién quiero estar.

Resopló, alejándose de mí, yendo a tomar su bata, tratando de provocarme mostrando su trasero.

—Eres un tonto, no decías eso cuándo la tonta te dejó con las ganas hace unos meses. Viniste al bar, me encontrarse y tuvimos la mejor noche ¿Quedarás con ganas siempre?

Se puso la bata enfrente de mí, sin ajustarla y volvió a estar cerca. Mi sangre hervía, no paraba de insultarla.

—¡Vete de una vez por todas!

—Nos vemos en el ring Jeon.

Pasó su dedo por mi pecho y se fue.

Recordar todo aquello, de alguna manera, o la resaca, no entiendo, me hizo correr a vomitar. Debía tomarme algo y descansar hasta que me vinieran a buscar, tenía que estar listo, no podía permitirme perderme después de llegar tan lejos por una estúpida borrachera, no era la primera vez.

*

Abrí los ojos, encontrándome con la luz encendida y mi entrenador quién creí que no vendría.

Hace un par de días, cuándo viajé a Seúl, le dije que viniera a ayudarme en la final, que no necesitaba a su ayudante, así que realmente vino. El señor Min era un gran hombre.

Sentía el cuerpo más liviano, después de haber descansado todo el día de ayer. Cuándo uno de los asistentes se enteraron de que había bebido, me dieron el sermón del siglo, fue grave mi error, y les atemorizaba que, a causa de eso, perdiera esta pelea. Yo confiaba en que todo iría bien, estaba física y mentalmente preparado para la noche.

Me levanté de la camilla, viendo como en un banco estaba mi ropa que debía ponerme, bueno, solo ese pantalón corto, que le habían agregado unas líneas con los colores sur coreanos.

—Jk, levanta, debemos hacer un poco de sparring.

Asentí, yendo hacia él, quién preparaba las vendas para ponérmelas.

El entreno me estaba sentando bien, más que el calentamiento de esta mañana. Pasaron varios minutos, y entre ellos decidí ir a darme una ducha que refrescara mi cuerpo un poco.

Me dediqué a alistarme, mientras escuchaba repetir al señor Min cada 20 minutos, cuanto faltaba para que empezara. Aún faltaba un par de horas, pero como siempre, me gusta estar listo. Parecería mentira, pero ayer no toqué el móvil en todo el día y hoy a penas para recibir una llamada, he estado tan concentrado en la pelea, ni siquiera pude ponerme en contacto con Namjoon para preguntarle por ella.

La puerta de mi camerino sonó, a pesar de que ya estaba abierta. Miré como mi hermano entraba, junto a Yongsun, no sabía que estaba aquí.

—Hey, ¿cómo vas? —Me levanté, para saludarlo con un abrazo— ¿nervioso o qué?

—Aunque no lo creas, estoy bien, me siento preparado.

Sonreí.

—No te fíes, va a ser duro, los combates de 12 asaltos parecen exhaustos.

—Tranquila Kim, ya he hecho un par de combates con ese tiempo.

Quería ofrecerles algo de beber, pero Wonwoo me detuvo, ya que se tenían e ir a su lugar.

—Me enteré de que te emborrachaste, eres un maldito psicópata. Que sea la última vez.

Su mano chocó contra mi espalda y apenas me quejé. Nos despedimos, y solo me fijé como salían de la habitación, aunque Yongsun me miró antes de salir, diciéndome algo.

—Un pajarito me dijo que la esperaras.

Me guiñó el ojo y salió.

Llamarme estúpido, pero no entendí. Seguí con lo mío, buscando mi bata negra, debía prepararme e ir al salón donde mi equipo me esperaba. Apagué la luz para así querer salir, pero una silueta apareció enfrente. Quise encenderla de nuevo y justo al hacerlo, suspiré, con ganas de llorar.

—Hola.

Estaba tan... bonita.

No podía decir nada, mierda, ¿qué diría?

—Supongo que eres tú a quién debía esperar.

—Pero ya te ibas.

Justo, por alguna razón mi cabeza volvió a recordar como estuve a punto de tener sexo con otra mujer. A pesar de no hacerlo, le fui infiel, y me sentía tan jodidamente culpable.

Su cabello estaba ahora ondulado, sus hombros estaban a la vista, igual que sus hermosas piernas, tan hermosa. Parecía que estar en las vegas le hubiese sentado bien.

—Te eché de menos, además...

—Ya lo sé todo.

Mi mundo se detuvo, como pudo enterarse si solo Rebeca y yo lo sabíamos. Debía buscar las palabras necesarias para pedirle perdón.

—Escúchame, lo lamento, en serio, lo lamento. Con lo que ocurrió con Taehyun y ahora esto, seguro no quieres ni verme en pintura. No lo pedí, fue tan, espontáneo...

—¿Qué?

—Te lo juro, no sé cómo arreglar esta mierda, no existirá alguna palabra para que me creas, te aseguró que yo nunca quise estar con ella.

De pronto, tragó saliva, frunciendo sus labios que parecían temblar.

—No sé de qué estás hablando, pero por lo visto sí que pasaba algo entre esa chica y tú.

Lo arruiné, lo admito, cabe mi propia tumba. Seguro iba a decirme de hablar, pero ahora sus ojos estaban apagados, viéndome con asco. Sin decirme más, quería irse, pero la detuve tomando su brazo, acción que la molestó más.

—Espera.

—¡No toques mi cuerpo!

Sin verme, simplemente se marchó, chocando con un personal del equipo.

—Jk, debemos irnos, ya.

Me sentía abrumado. No podía ir, no estaba capacitado para subirme a un ring a golpear a alguien, mientras el amor de mi vida me odiaba.

Resoplé, yendo hasta la salida.

Por lo visto, el combate anterior había finalizado y solo me quedaba a que diera inicio el mío. Decidí acércame un poco, a un pequeño espacio que me dejaba ver el escenario, y vaya que estaba repleto.

Sentirse nervioso, siempre era una posibilidad, más si esas esperanzas de que fuese a ganar desaparecieran. Las veces en la que mi madre ha estado en un combate, puedo contarlas con los dedos de mis manos y me sobran, pero, me gustaría que al menos hoy, que es una final importante, estuviera aquí.

Mordí levemente mi labio. ¿Era tonto si justo ahora quisiera no ser un boxeador, solo un pintor u otra cosa? Completamente un fracaso.

—Van a anunciar a Anthony ahora, vamos a nuestra posición.

Hace años, cuándo luchaba en peleas amateur, no me ponía mal, ya que, tampoco era como si hubiese muchas personas, hasta esa final que gané, me puse tan nervioso y lloraría, hasta que apareció mi hermano, así como ahora.

—Wonwoo, no puedo.

—Venga ya, que esto será pan comido, yo creo en ti.

Mi labio tembló y nuevamente tenía 6 años, cuándo él me tomó de la mano, sacándome de la casa, para que no escuchara las discusiones de mis padres. A pesar de que era solo dos años mayor, fue, en parte, mi protector. Igual que Namjoon, que ahora venía hacia mí.

—¿Qué está pasando aquí? No me digas que el futuro campeón está teniendo miedo, pues qué cobarde.

—Hyung...

—Cállate Jungkook. Toma todo ese sentimiento de molestia, de tristeza y abrumación, y llévalo al ring, revienta a ese hombre que espera por ti. Demuéstrales a todos que puedes con lo que te propones.

Iba a llorar, pero en eso, recibí un golpe de ambos.

—Ve con Nam, yo debo ir al lado de los jueces. Lo harás bien, hermano.

Asentí, expulsando toda la pesadez de mi cuerpo.

La voz del presentador resonaba por el lugar, era mi turno. Sacudí mi cuerpo, mi mente y mi corazón. Después de esta lucha, iba a hacer lo que fuese por qué Bora regresara conmigo, dejaría las cosas claras, sería sincero, no más mentiras.

—¡Y en la esquina roja, tenemos a un ex campeón de peso walter, compitiendo esta vez en la categoría de peso medio!.... ¡JK!

—Tú puedes.

Sentí su mano en mi espalda, como empujón a que caminara. Solté una pequeña risa al escuchar la canción, me la habían cambiado, era la que usaba siempre.

Los gritos de la gente me hizo sentir bien, más la manera en la que mencionaban mi nombre. Empecé a alzar las manos, mientras saludaba a los que estaban cerca y la emoción me atrapaba.

—¡Un impresionante combate, Mike!

—¡Claro que sí, Robert! ¡Tenemos al boxeador surcoreano Jungkook, más conocido como Jk, con un peso de 72 kilogramos, una altura de 1,79 metros, alcance 1.89, y 26 años, con una victoria en el bolsillo!

—¡Se dice por ahí, que el joven muchacho viene con todo, dispuesto a llevarse, esta vez, el cinturón de la AMB!

Las cuerdas del ring se abrieron, dejándome paso a entrar. La música se detuvo, escuchando solo así la voz del público, junto a la del presentador. El ayudante del entrenador, me ayudó a quitarme la bata, colocaron el banco en mi esquina y empezaron a darme un par de consejos. Arreglé mi protector bocal, y me alejé de la esquina al escuchar el llamado del árbitro, quién empezaría a darnos las reglas.

Me las sabía de memoria, lo agradecí cuándo mi mente se perdió entre tanto, para luego ir hacia mi esquina. Debí concentrarme, al menos para ganarle por mayoría de puntos, si no era capaz de dejarlo KO.

La campana sonó, el árbitro se alejó. Esto había empezado.

—Totalmente descomunal.

—Bastante de acuerdo. Es extravagante volver a ver la forma de pelear de Jk, pero parece fuera de su lugar. Desde ese croché que le hizo Anthony, golpeando de forma lateral, yendo directamente a la cabeza de Jk, lo ha dejado alucinando.

—Si esto sigue así, y Anthony es capaz de seguir rematando, posiblemente aseguraría su victoria.

La luz del sitio me distraía, todo me daba vueltas de un momento a otro. Las palmadas en mi mejilla me espabilaron un poco, mientras que aquella agua se escurría por mi rostro, me hizo recordar donde estaba.

—¿Entendiste? Busca un vacío entre la barrera de sus brazos y consigue un clinch.

Asentí. El protector bocal volvió a mi boca y la campana sonó, empezando el penúltimo round.

Recordé lo que decía el señor Min, mi entrenador, así que, todo el tiempo en esos 2 minutos, traté de buscar algo, que resultó, siendo yo mismo arrinconado en una esquina, molido a golpes, hasta la llegada del árbitro, que lo separó.

Volvimos al centro, mientras mi cuerpo ya empezaba a sentirse pesado. Se retomó, y traté de mantener distancia, quedándome en la orilla del cuadrilátero, pero ese golpe diestro, hizo que cayera al suelo. Mi cabeza literalmente rebotó contra el duro suelo.

No podía cerrar los ojos, no debía. Las voces se estaban volviendo lejanas, debía levantarme, si el árbitro acaba de contar esos 10 segundos, perdería.

Yo, no sabía qué le pasaba a mi cuerpo, era como si este no quisiese levantarse.

—¡Jungkook!

.

.

.

.

Manténgase saludable, sean
felices. Dios les bendiga.
Besitos, muak <3
Herbst

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