034.
Im Bora
La fresca brisa abrazó mi cuerpo, haciendo que temblara. Por ello, decidí sentarme justo al lado del hombre canoso que tenía anteriormente enfrente.
Escuché, como hablaba de la caída de las hojas, era su estación favorita. La primera cosa que nos hacía diferente, ya que yo amaba la primavera, pero podrían parecerse algo. Agradecía que podía estar aquí, sonriendo por sus palabras, porque un mes y medio, sin verle, me hizo estar ausente de un gran avance, sobre todo, darme cuenta lo mucho que lo echaba de menos.
La vida es complicada. Vaya que lo sabemos y a veces se presentan situaciones inesperadas que nos desestabilizan. Pero cuando ha pasado un periodo en el que nos acostumbramos a la nueva situación, es nuestra percepción de los hechos lo que nos causa sufrimiento.
Eso fue lo que escuché de Min hee hace unos días, mientras leía su libro sobre un filósofo, que justo ahora no recuerdo su nombre. Dijo exactamente; No es lo que te ocurre, sino cómo reaccionas a lo que te importa.
Mientras quiero encontrar una respuesta a ello, más lógicas encuentro sus palabras, o eso de entender que las personas suelen actuar de manera ofensiva por ignorancia o por condicionamientos personales en lugar de un odio intrínseco, haciendo que sea liberador para nosotros.
La cosa es que, nos enfrentamos a vivir una vida llena de dudas, buscando una explicación a cada acción, así como víctimas de nuestros pensamientos.
Lo mismo que me ocurrió con Taehyun.
En casa creían que nos seguíamos hablando, pero no era así. La última vez que hablamos después de nuestra discusión, fue para desearme feliz cumpleaños, que fue hace varias semanas. Una sensación inquebrantable embargaba mi mente, haciendo pensar de vez en cuando que si tan solo no me hubiese alterado, que si antes de reclamarle de tal manera, lo hubiese escuchado, así como hizo él cuándo lo dejé en nuestro aniversario.
—Epicteto.
Susurré, recordando el nombre de ese filósofo. Mi padre giró su rostro, sin entender.
—Oye, ese cárdigan rojo que llevas, se me hace familiar.
Lo miré, recordando que fue uno que me regaló Taehyun hace un par de años, pero aún me seguía quedando, ya que antes era algo largo para mí.
—Sí, ahora me queda mejor, ¿no crees?
Hace unos días, cuándo las temperaturas empezaron a disminuir, agradecí un poco por qué podía ponerme algo que me cubriera. Estuve pasando por ciertas situaciones que jamás esperé vivir, ni siquiera recomiendo que se guarden en silencio. Aún me pregunto por qué lo permito.
Las amenazas de Hyunwook se volvieron constantes. Por alguna razón tenía conocimientos íntimos de mi vida personal, mis amigos. Comprendí el hecho de que sus coqueteos, o mejor dicho, acoso, se volvió constante, además de añadir que decía que si en algún momentos decidía dejarlo, no se haría responsable de lo que Baek me hiciera. Maldición, si conseguía el sueldo de 3 meses completos, acabaría con este mierda de una vez por todas, pero debía repartir los gastos.
Abuso laboral, eso sucedía. Me sentía acorralada. Cuándo me tomó a la fuerza, esa segunda vez, tomó mi muñeca tan fuerte, que volvió a dejar una marca, misma que vio Jungkook. No quería sentir bien que él se halla ido de viaje por unos días a Seúl, es que, esa marca tardó tanto en sanar. De solo pensar del caos que ocasionaría si este se llega a enterar de todo...
—¿Vendrás la semana que viene?
Lo miré.
—No lo sé papá. Estoy muy ocupada.
—Ah, cierto. El examen de acceso a la universidad. Debes estar agobiada estudiando.
No era así. Ni siquiera utilicé agosto ni septiembre para estudiar. No iba a tomar ese examen. Tenía tantas cosas encima que temía que me volviera a sangrar la nariz. Decirle a mi madre sobre esto sería un escándalo. Le estuve mintiendo que salía a estudiar cuándo quedaba con Jungkook, o simplemente que iba a la Biblioteca con Taehyun a estudiar, lo cual era falso.
—Sí, padre.
Caminamos hasta recepción, con una enfermera a nuestro lado, quién se llevó a mi padre a su habitación. Según me mencionaron, ahora salía más, le gustaba hablar y no miraban algún rastro de que estuvo llorando. Me alegró demasiado.
Salí de ahí, con prisa. Tenía las horas contadas, hoy entraba algo tarde a trabajar, así que por ello aproveché a venir a visitarlo. Revisé mi reloj, definitivamente me iría caminando, llegaba a tiempo.
Había algo que me estaba dando vueltas desde que llegué, bueno, pude confirmarlo. Me enteré de que Jungkook hizo una gran donación al hospital. Se rumoraba que una parte lo hizo porque su abuelo estaba internado ahí y pronto lo sacarían para llevarlo a otro centro, además de que escogió a un grupo reducido de personas para pagar cuotas próximas. Ajá, uno de ellos era mi padre.
Después de ese día de su cumpleaños, hace un mes, actuó extraño. Preguntaba casi siempre por mi padre cuándo estábamos juntos. No sabía si decirle que no era necesario que hiciera eso, en verdad fue de ayuda, pero tampoco que pagara algo que sentía como obligación. Ahora, sentía que debía pagarle a él.
Haría como si no supiera nada, sería lo mejor. A pesar de todo, fue una buena obra, Jungkook era una gran persona, lo admiraba tanto.
Además de todo eso, conseguí ahorrar bastante dinero vendiendo un par de cosas, trabajé horas extras en la empresa, como en otras tiendas del barrio. Tuve que detenerme cuándo pillé un resfriado. Mi madre se enteró de la situación, literalmente me encerró en mi habitación, dándome un sin fin de sopas, pastillas y mimos, los cuales me sentaron tan bien.
Entré a la empresa, saludé y me dirigí hasta el ascensor. Hoy traía un mochila pequeña, llevaba un paraguas, decían que podía llover. Guardé mi mascarilla y saqué un bálsamo labial que tenía, para los labios resecos, que últimamente ocurría por el repentino aire frío.
Después de salir del ascensor, fui hasta mi escritorio, que casi se me sale el alma al ver la pila de papeles que tenía. Seguro el tonto de Hyunwook me acumuló trabajo. Dejé mi mochila a un lado y fui a cambiarme, ya que no me había dado tiempo. Simplemente, me coloqué un falda junto a unas medias que me protegían un poco del frío.
A penas me dediqué a revisar un par de facturas, cuándo el teléfono sonó, haciéndome llamar. Me levanté, resoplando.
—Buenos días, señor Hyun wook.
—Buenos días, secretaria Im. Hace unos minutos llegué, necesito mi café, doble. Cancelé la cita con el gerente de Daegu, y renueve una con Lee de empresas Golden Lee. Envíele un correo de paso, que lleve los documentos sobre el nuevo boxeador que debutará en 3 meses.
Escribí todo detalladamente, mientras él hablaba sin titubear. Maldito Hyunwook. Lo único bueno que hizo fue haber engendrado a Jungkook.
—Listo, ahora mismo traigo su café.
Hice una reverencia y salí. Era un fastidio este hombre. No sé cómo haría, pero pagaría por todo, porque todo inició cuándo compró el local de Hye. Al darme cuenta de que la cápsula se había exprimido completamente, tomé ahora la taza con café, y la puse sobre a mesa.
No tengo seguro el momento exacto, pero me vengaría, aunque al final del día todos se enteren de lo que he hecho.
Recobré mi presencia y me di cuenta de que ya había movido mucho el café. Lo coloqué en una pequeña bandeja, para luego salir. Nuevamente, a la oficina, entré, encontrándome con él de pie, buscando unos archivos en la estantería.
Dejé la taza en el escritorio, pero a los segundos se acercó para tomarla y beber con cuidado, ya que estaba caliente. Quería irme, pero su reacción me asustó. Dejó la taza sobre la mesa, con enfado.
—¿Ahora no sabes hacer ni un maldito café?
Limpió su boca.
—Perdón señor, hice el café como siempre.
—Pruébalo —No me moví— ¡Que lo pruebes!
Su grito me asustó. Tomé la taza sobre mis manos, acerqué mis labios un poco y nada más hacerlo, lo salado apareció, haciendo querer vomitar. Me distraje, seguro confundí el azúcar con la sal. Maldición.
—Lo lamento —Me incliné— Iré a hacer otro.
—Ya no quiero. Joder, en verdad eres un fastidio para esto —Lo vi moverse hasta el estante, tomando un libro, dejándolo sobre el escritorio— Necesito que vayas a correos, a dejar esto y enviarlo a Yen Jin. Lo necesita ahora.
—Pero señor Jeon, necesito acabar de ordenar las facturas y...
—¿Tampoco puedes hacer eso? Sabes que la puerta está abierta para que te largues cuándo quieras, pero si haces eso, la maldita deuda deberá estar pagada.
Quise parecer valiente, él lo sabía. Me iba a negar, pero decidí inclinarme nuevamente para salir de ahí, tomando el libro.
En camino a correos, corriendo por qué el autobús me dejó, lo maldije con todas las palabras que existiera. Me cayó un mensaje que decía que el envío debía hacerse dentro de poco, ya que estaban a punto de cerrar y debía enviarla hoy, la razón por la que no dejaba de correr como loca.
El semáforo se puso en rojo, entonces aproveché para ver la hora. Había corrido por varios minutos, no aguanta mucho y faltaba varios kilómetros. Creo que perdí más tiempo al cambiarme nuevamente por mi pantalón y zapatos.
No entiendo por qué casualmente hoy iban a cerrar temprano y no volverían a abrir hasta mañana a primera hora. Mi garganta estaba seca, pero tuve que apresurarme, en cuanto vi al dueño slir del local.
—¡Señor! —Grité, llamando su atención— ¡Por favor, no cierre!
Llegué hasta él. Mi cuerpo estaba a punto de caer al suelo. Me apoyé en mis muslos y trataba de recuperar el aire.
—Lo lamento, estoy por cerrar, iré a comer.
—¡En serio!, ¡necesito enviar esto, es urgente! Le pagaré más, por favor, señor.
Después de verme y dar un gran suspiro, aceptó. Fue rápido. Le di la dirección exacta del lugar a enviar, junto a otros papeles que debía dar. Le agradecí tanto de que me dejara, además hablé un poco mal de Hyunwook, diciéndole que era el peor jefe, y me despediría si no lograba enviarlo.
Ayudé al señor a cerrar, de agradecimiento. Estaba muerta. Había sudado mucho, así que de camino, me quité mi cárdigan, ya que llevaba una camisa de tirantes por dentro.
Entré a un supermercado para comprar una botella con agua y fui a sentarme para esperar el autobús. Me rugía la barriga, en verdad tenía hambre. Era la hora de la comida, y no creo que pudiese comer algo.
Volviendo al trabajo, agradecí de que este hombre se haya ido a una reunión y que me quedara sola. Fui a comer, y luego de regresar, seguí trabajando arduamente. Bajé un par de veces a recepción a pedir unos informes faltantes. Fui al baño también, entonces aproveché para revisar mi teléfono.
Myung a la orden
Ya lo sé.
Estará en el centro
de artes donde enseña
Yuna, justo a la hora
en la que sales.
5.02 p.m.
Muchas gracias.
Te lo recompensaré
luego.
7.30 p.m.
Myung a la orden
Si me preparas ese
pollo frito que haces,
me basta.
Justo ahora
Sonreí, pero la sonrisa desapareció en cuanto me acercaba a mi escritorio y el señor Jeon iba entrando a su oficina. Seguro me mandará a llamar pronto.
La pila de papeles había desaparecido, por qué la mitad era para triturar, eso lo haría mañana seguramente.
Me fijé en la hora nuevamente, faltaban unos minutos para que saliera del trabajo. Hoy era miércoles, estos días solía salir temprano.
La alegría de saber que me iba, desapareció en cuanto, me llamó. Fui hasta la puerta, y toqué, para luego entrar. Hice un leve suspiro, tragándome todas las cosas que quisiera gritarle en la cara.
—Cuándo llegué no estaba en su escritorio —Su mirada fue hasta mí.
—Lo lamento, me encontraba en el baño.
Iba a hacer una reverencia, pero su pasos hacia mí me detuvieron.
—Mi hijo volvió hoy de Seúl, hoy irá a verlo, ¿no?
Ni siquiera lo sabía.
—No debo darle explicación sobre mi vida íntima.
—Él es mi hijo.
—Y yo su empleada, así que tráteme como tal.
Su sonrisa jadeante me asustó, por qué después de acariciar la punta de su nariz, se abalanzó sobre mí, tomando mi brazo. Me quejé por la fuerza que ponía y mis piernas flaquearon. Conocía este maldito patrón y me estaba asqueando.
—Nuevamente, estás actuando valiente —Con su mano libre, tomó mi quijada para verle— Cuándo me pagues la deuda, quiero que termines con mi hijo.
—¿Quién es usted para decirme que hacer? Si yo quiero, puedo estar con él hasta que este quiera, incluyendo, una denuncia en su contra, por abuso laborar y maltrato psicológico, junto a un sin fin de amenazas.
Bufó. Soltando mi brazo, para luego tomar mi cintura. Mi labio quiso temblar por la repulsión, pero, en cambio, fruncí mi frente, colocando mis manos en su pecho para alejarlo. Una cosa es que tuviera cierto parecido a Jungkook, hasta que oliera igual, pero no era él, ni siquiera él me tomaba a la fuerza, ¿quién se creía este hombre?
—Eres tan... tan hermosa.
—Suélteme. Si me tengo que quedar sola, para defenderme, lo haré. Pero usted quedará peor, y su hijo odiándolo de por vida, si es que ya no lo hace.
Por última vez, lo empujé con más fuerza, que lo hizo soltarme. Ese gesto de Jungkook, de pasar su lengua por el interior de su mejilla, me dio náuseas en él.
—Mañana necesito que venga más temprano, para recibir al gerente. Ahora, puede largarse.
Se fue hasta su escritorio, y yo hice una reverencia y salí. No estaba soportando más esta situación. Tranquilicé mi respiración, iba a desesperarme si seguía ahí. Dejé todo en su lugar, y me fui tomando mi bolso.
Tenía mucho dolor de cabeza, me agobiaba tanto que un día todo se iba a complicar, como si las verdaderas desgracias escaparan de mis manos, no podría hacer nada. Me atemorizaba el hecho de que Jungkook se enterara, mi madre... tendría que buscar la manera de escapar de eso, sin que nadie sepa, de la misma manera que he escapado de todo con mentiras.
Quería pasar por casa, tomando una ducha y cambiándome, pero no me daba tiempo. Estaba segura de que él ya había llegado a esa escuela. Dejando todo atrás y enfocándome en lo que me importaba ahora, por un leve instante, sentí de que las cosas podrían cambiar o arreglarse, lo conocía bien, no soportaría otro día sin hablarle.
Seguí las calles que me indicaba el mapa, ya que no recordaba bien donde era. Me quedé enfrente de un gran edificio de jardín hermoso, con rastro de que unos niños pasaron toda una tarde jugando.
Quise abrir la puerta, pero un hombre del otro lado la abrió.
—Buenas noches, ¿vienes a utilizar los salones de arte?
—Sí, vengo un poco tarde.
Me señaló por donde debía ir. Parecía una tonta, pero el sonido de una leve música, me estaba llamando. Habían varios salones, mientras que solo uno brillaba por la luz encendida. Fui hasta la puerta -que la mitad de arriba era de cristal-, acercando mi rostro, para ver a través de esta misma.
Solté una sonrisa al ver como se colocaba torpemente, un delantal de lino para no mancharse.
Toqué con cuidado la puerta, empujándola para que me dejara pasar. No todo me salía bien. Quería quedarme ahí, observándolo en silencio hasta cuándo me sintiera lo suficiente valiente para hablarle, pero al dar un paso, mi pie chocó contra una lata vacía de pintura, haciendo ruido.
Maldije en la bajo, para encontrarme con él, confundido. Mi corazón se aceleró, podía decirle la mayor tontería que le daba gracia, pero no me sentía con valor.
—¿Te quedarás ahí? Recoge esa lata.
Mordí mi labio para no ir a pegarle. Deje la lata en su lugar y quise acercarme, pero este se levantó, pero no tardó un segundo. Traía un banco, igual donde él estaba sentado.
—Yo...
—Siéntate si quieres, pero no molestes, quiero acabar este lienzo.
Iba a tomar eso como un avance. Me crucé de piernas, viéndolo combinar un par de colores y con una brocha gruesa, pintó totalmente todo, sin dejar algún espacio blanco, solo de color grisáceo. Tomo otra brocha y la mojo en pintura azul combinada con blanco, para que se aclarara. Parecía tan concentrado en lo que hacía, que me daba pena hablarle.
—Volviste a pintar tu cabello —Dije. No parecía haberme escuchado, así que volví a hablar— ¿Qué vas a pintar?
Su acción de ignorarme me dolía más que cualquier mentira. Suspiré y miré alrededor. Me levanté y fui hasta donde había otro delantal igual al suyo, y un lienzo. Lo coloqué justo a su lado, me puse el delantal, para luego coger varios pinceles, junto a brochas que estaban tiradas.
No era experta, sin ninguna pizca de imaginación, pero recordé que cuándo éramos enanos solíamos hacer dibujos improvisados.
Di pinceladas con colores oscuros. Entonces, me di cuenta de que estaba mal.
—Eso es pintura acrílica.
—¿Qué?
Suspiró molesto y tomó unas botellas para ponerlas en la mesita de su costado, para que yo las mirara.
—Si lo haces con pintura acrílica, cuando se seque, estará lisa, perderá las marcas que hayas querido dejar, es decir, esas pinceladas horribles que empezaste a hacer.
Señalaba el lienzo, sonriendo apenas por lo feo que había empezado a hacer todo. Me miró, y sentí que estaba a punto de llorar. Lo echaba tanto de menos, era la primera conversación larga que había tenido después de semanas.
—¿Tú con qué lo haces?
—Con óleo. Son estas botellas de aquí, ya preparadas. Quedará más pastoso, tendrás texturas como huellas de pincel, justo como las pinturas que hay detrás de nosotros.
—Huellas...
Asentí entendiendo. Me senté en la banco, pensando en que hacer.
Fuimos tan espontáneos, que en algún momento volvimos a ser los mismos de siempre. El sonido de su risa, fue testigo de que, no podíamos olvidar nuestra amistad, lo tenía presente. Mis errores, tantos, muchos, increíbles, que soñaba con ser perfecta para nunca decepcionarlo.
Tragué saliva, literalmente, para querer tragar las ganas que tenía de gritarle lo mucho que quería que olvidáramos todo y llorar.
Marqué delicadamente con un color oscuro, para señalizar mejor las supuestas montañas disolventes que traté de dibujar. Parecía como el típico dibujo de niño, pero con algo más de gracia y elegancia, así quería hacerlo parecer. Mientras que Taehyun, él era fantástico. Seguía poniendo color al cuerpo de esa ballena. Me gustaba mucho.
—Dime la verdad.
Me espanté por qué justo lo estaba viendo.
—Lo siento —Se detuvo y dejó los pinceles para verme— Nunca planee estar en malos términos contigo.
—Como siempre lo mismo. Tú nunca planeas nada, por qué solo mientes —Suspiró— Escucha Bora, no soy un santo, cometo errores, puedo entenderte hasta cierto aviso, pero ¿por qué no contarme algo que es importante para ti?
—No...
—¿Jungkook no es valioso para ti?
Mi corazón tembló, parecía como si tuviera que elegir entre ellos, no era justo.
—Sí, igual que tú para mí. Hoy estoy aquí para, para que hablemos, porque ha pasado tanto tiempo desde que ni siquiera nos vemos. Una semana era demasiado, imagina más de un mes.
—No es mi culpa.
Bufó, tan arrogante. Se levantó y parecía querer ir a la parte de atrás del salón. En verdad, esta situación se me saldría de las manos, ¿acaso no le importaba?
.
.
.
.
Tomen agüita, no dejen de comer
y traten de portarse bien.
Dios les bendiga.
Besitos. Muak <3
—Herbst
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