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002.

Im Bora

Actualidad

Crucé mis brazos, viendo la escena.

El señor Jeon, miró a aquel joven llamado Jk, parecía tratar de comunicarse con él sin decir nada.

Por mi parte, recordé quién era el mencionado Jk, era por decirlo así, "el ex ejemplo a seguir" de Taehyun. El famoso boxeador, joven y tenaz. No me parecía la gran cosa justo ahora, conocía a quien había comprado el local, eso significaba que también me caía mal.

Dejé libre mis brazos, metiendo mis manos en el bolsillo de mi falda. Levanté ambas cejas como él había hecho, lo vi de pies a cabeza antes de hablar.

—Que nombre más estúpido.

Expulsé y ni siquiera se inmutó. Sonrió tan estúpido, como si le hubiese hecho gracia lo que dije. Aunque, otras miradas querían matarme.

—¿Cómo te llamas tú?

No le respondí.

—Jovencita, queremos hablar con la señora Lee, ¿me darías el permiso de irte?

Negué y Hye sabía que no me iría.

—Dígame lo que tenga que decir, señor Jeon.

Rendido, se acercó un poco más a nosotros, mejor dicho, nos pasó para ir hacia el local. Analizó cada parte del exterior, suspiró y soltó una gran sonrisa y se dio la vuelta para vernos.

—Estoy tan emocionado. El terreno es realmente adecuado, grande, teniendo en cuenta que tiene mucho espacio en los lados, porque no hay ningún local. No veo la hora de tirar abajo este sitio y levantar mi siguiente imperio.

¿Tirar abajo el restaurante? Esto sí que me enojaba.

—Usted no tiene el derecho.

Chillé y volvió a ponerse serio.

—Mira niña, ya firmé un contrato, este lugar es mío, la señora aquí presente tiene su dinero y ahora yo hago lo que quiera con este lugar.

Las venas de mi frente iban a salirse, al igual que las de él. Fruncí mis cejas y mis labios, quería pegarle a ese hombre, lo odiaba, se aprovechó de una necesidad.

Me di la vuelta, enojada para ver a aquel chico, solo me miraba.

—Van a levantar un gimnasio aquí, ¿no es así?

—No sé como lo sabes, pero será más que eso. Entrenaremos a los mejores boxeadores de toda Corea del sur.

Sus manos se posaron en su cintura. Así que destruirían el restaurante y ese se encargaría de entrenar aquí. Le iba a hacer la vida imposible.

Decidí quedarme a escuchar todo, no hablé por respeto, pero lo vigilé, al igual que a Jk.

El hombre se quedó a hablar con el chico. De aquel coche, salió un hombre igual al conductor y se acercó a ellos.

Por lo visto, el señor Jeon se iría, pero dejaría al chico con un guardia, tampoco era como si alguien le fuese a hacer algo malo.

—Con su permiso, señora Hye, me retiro. Mucho gusto haberla conocido.

Lo analicé. Hizo una reverencia de 90°. Antes de darse vuelta, me miró sin decirme más. Tenía el cabello largo, estaba bien peinado y lucia una pequeña coleta detrás, sus ropas no se parecían nada a aquel señor, eran muy anchas.

Cuándo se alejó, la señora Hye suspiró cansada. Podía entenderla.

—Muchacha, no te hubieras metido. No volveré, ni quiero volver a tener contacto con ese hombre, así que tú tampoco, ni con ese jovencito.

—Lo prometo abuela.

No lo prometía. La acompañé a su casa, estaba cansada por qué por la noche le tocaría visitar a su marido en el hospital.

En mi cabeza se cruzaron algunos cables. Ya sé a quién debía enseñarle el barrio el señor Chin-mae, me las iba a pagar.



*



Divagué en ciertas tiendas, ofreciendo tarjetas que mi madre me había pedido que diera anteriormente de nuestro restaurante. Cuándo iba a visitar al señor Kanh, dueño de la peluquería, me fijé que se venía acercando Chin-mae, junto a Jk, campante, sin preocupaciones.

Me adentré y esperé a que entrara también al local, sabía que le estaba enseñando las tiendas.

—¡Bora!, ¿Vienes a dejar las tarjetas?

Asentí. Dejó que diera un par de tarjetas a sus clientes y decidí sentarme en un taburete, mirando lo que él hacía.

—Señor Kanh, me pregunto cuándo será el día que me deje ayudarlo. A varios de sus clientes le he cortado el cabello y quedaron satisfechos, tal como usted me había enseñado.

Dejó sus tijeras sobre la mesilla que estaba a su lado. Ordenó el cabello del cliente, parecía que había acabado.

—Te prometo que la próxima persona que entre por esa puerta, le podrás hacer algo, claro, con mi ayuda.

Sonreí y la campanilla sonó, señal que alguien había entrado, mi presa.

El cliente que atendía, se levantó y fue al lugar de pagar, el señor Kanh me hizo una señal para que atendiera a los nuevos clientes.

—¡Ja, Bora!

Me levanté y los miré sin vergüenza. Jk me miró y entrecerró los ojos, me había reconocido.

Chinchin, la campanilla de victoria sonó. Ojo por ojo, dos pájaros de un tiro.

—Señor Chin-mae, ¿qué le trae por aquí? ¡Qué sorpresa!

—Pues, estoy enseñándole el barrio a este jovencito, no sé si lo conoces, es una estrella —Negué, mirando el rostro avergonzado de él— Me comentó que tendrá un combate en unos días y quería cortarse un poco el cabello. ¿Sabes si está Kanh?

A pesar de la estafa, tenía la cara de venir como buenos amigos. No dejaría que el señor Kanh hiciera algo para él, yo me encargaría.

—Yo lo haré si lo desea. Sabe, no creo que al señor Kanh le agrade ayudarle a pesar de ser buena gente.

Susurré lo último. Miró de reojo a Jk, que no entendía qué pasaba. Rascó su nuca nervioso, su sonrisa estaba igual.

—Claro, claro.

Chinchin, la otra campana. Me acerqué a aquella mesita donde estaban todas las herramientas. Le hice una señal a Jk, estaba desconfiado, pero Chin-mae le señalaba que lo hiciera sin problema.

Me coloqué otra de las cartucheras que tenía el señor Kanh ahí, tenía tijeras, cepillos y demás. Tomé una capa y la coloqué por el cuello a Jk, lo tenía a mi alcance. Desde aquí podía oler a lavanda y su cabello brillaba, también olía bien, desgracia que dejaría de existir.

Abroché la capa en su cuello, agachándome. El chico era atractivo de espalda, no podía negarlo.

Me puse delante de él, tenía su rostro cerca. Su cabello caía por su frente, hasta sus pómulos a cada lado, llegando hasta sus labios, ondulado y largo. Parecía que el rapado de sus laterales había crecido. Seguro, quería dejarse crecer el cabello.

Pasé a mirar sus ojos, eran grandes, se parecían a los de Taehyun, solo que él estaba serio, observando mis gestos. Su tez era tan limpia, más que la mía podía admitir, su nariz era grande y tenía un lunar ahí y cuándo mis ojos empezaron a bajar a sus labios, regresé a mi postura y volví detrás de él. Mis manos temblaban, me había puesto nerviosa, fue su culpa.

Por lo que había escuchado, lo tenía muy largo y exclusivamente quería las puntas, pero vaya, iba a ser la desgraciada que corta de más.

Sin soltarle el cabello, tomé aquella corta coleta y tomé la tijera, la acomodé bien hasta detrás de la goma y corté lo más preciso, rápido y divertido del mundo. Cuándo lo hice, este lo sintió y se llevó sus manos a la cabeza, no existía más su goma en la cabeza, ni su coleta.

Se levantó de la silla, estaba molesto, se le notaba. Me hice la sorprendida, miré la coleta en mi mano y abrí la boca.

Chin-mae pegó el grito al cielo. Jk, solo trataba de entender mi rostro y mis acciones. Admito que quería reírme, pero ver como tenía los mechones de adelante más largos y yo con su coleta, no podía aguantarme, pero fingir era genial.

Hice caer la tijera al suelo, tapé mi boca con la otra mano y traté de hacer que lloraba.

Era un caos. El cliente junto al señor Kahn salieron, me pregunto como reaccionará él.

—¡Kahn, mira lo que hizo Bora!

Este se fijó que el cliente era Chin-mae y luego me miró, sabía por qué lo había hecho. Se acercó a mí y quitó la cartuchera.

—Joven, lo lamento tanto.

Escondí mi cuerpo detrás de él y vi a Jk quitarse con enojo la capa y tirarla al suelo.

—Déjeme hacerle algo, como disculpa.

—No lo haga, señor Kanh.

Dije sin titubear. El señor Chin-mae estaba en problemas. El guardia que iba con Jk se dio cuenta y empezó a elevarle la voz al "responsable."

—Bora, ve a casa. Tú y yo luego hablaremos de esto. Sé por qué lo hiciste y no le diré a tu madre.

Susurró para mí y sonreí, lo había conseguido. Me alejé y me acerqué a Jk. Estiré mi brazo hasta él, entregando la pequeña coleta, con una sonrisa traviesa en mis labios.

—Me la vas a pagar.

Dijo entre dientes y me arrebató la coleta. Me fui de ahí, campante de la vida, ahora debían reclamarle a Chin-mae, espero no le paguen como quiere.

Caminé hacia el restaurante de mi madre, dando pequeños saltos. Al entrar, miré que mis primas ayudaban a mi madre, al parecer hoy habían bastantes clientes e iba a querer que le ayudara. Así fue. Al mirarme, tomó un delantal y lo colocó en mi cuerpo.

—Espero hayas entregado todo. Ahora, ayúdame.

Asentí. Detrás del mostrador, en la cocina, estaba Min hee junto a mi madre, haciendo los pedidos, mientras que Myung-hee se encargaba de llevar los platos, me tocaría ayudarla a ella.

Así pasó el tiempo, hasta ver a la gente pagar e irse. Por último, quedaron unos amigos en una mesa, se tardarían porque se sentían a gusto.

Era tan exhausto cuando pasaba esto. Me senté en una silla detrás del mostrador y empecé a enviarle mensajes a Taehyun, seguro estará estudiando o entrenando, ¡Ah! El boxeo, ahora lo odio por qué al pensar en ello, no puedo dejar de pensar en el mentado Jeon y Jk. Espero esté feliz con su nuevo corte.

Sonreí para mí misma, burlona.

—Tía, Bora se ríe sola.

Escuché a Myung hee y le di una palmada en su hombro.

—¿Dónde estabas?

Y cómo si por culpa de mis pensamientos lo hubiese llamado, la puerta se abrió e ingresaron Chin-mae y su pandilla. Sonrieron a mi madre y a Min hee. Me bajé de la silla y me agaché para esconderme, si me miraba le pondría queja a mi madre.

—Oh, Chin-mae, bienvenido, ¿qué va a querer de comer?

Myung hee desde arriba me miraba confundida, me dio un golpe con su pierna y se lo devolví, haciéndole gestos que no quería que me viera.

—Señora Im, estoy encargado de guiar a este jovencito y ha querido venir a comer aquí.

—Me parece maravilloso, seguro no se va a arrepentir de entrar. Justo ahora, acabé de hacer un platillo. Por favor, pasen y tomen asientos.

Dejé de escuchar algo y peiné mi cabello, mordí mis uñas. Me quedé ahí, podía irme gateando hasta la puerta trasera que me llevaría a casa, pero no quería que mi señora madre me viera.

Myung hee me dio una señal para irme, pero en eso mi mamá llegó, dejando el platillo encima del mostrador.

—¿Qué haces ahí? Levántate y llévale esto a Chin-mae y sus acompañantes.

—Madre, que vaya Myung o Min.

Negué inquieta y Myung-hee trataba de ayudarme, pero mi madre era una mujer necia, si quería que fuera yo, yo iría.

—No hagas que te levante yo, Bora. Si le gusta, puede ser que quiera otro, aunque quiero que se vaya, Chin-mae no me cae bien.

A casi nadie, solo nos caía bien su hija, la bella Yuna.

Debía, podía. Me levanté. Sacudí mi falda y acomodé mi delantal, ajusté mejor mi media coleta y miré los platos que estaban en la bandeja. Se habían sentado en la última fila, al lado del grupo de amigos.

Con pasos tranquilos, me acerqué a ellos y traté de no verles a los ojos. Cuándo llegué, dejé la bandeja en la mesa, con cuidado tomé cada cuenco y los puse delante de los tres hombres. Aparté la bandeja y saqué mi libreta que tenía un bolígrafo.

—¿Querrán algo de beber?

Al no escuchar respuesta, me vi en la obligación de verlos, Chin-mae nada más miraba a Jk, que me miraba a mí. No sabía que trabajaba aquí.

Su cabello había sido cortado completamente, se miraba que caía por su frente, apenas llegaba a sus cejas y parecía que atrás había quedado bien, completamente corto.

Entrecerró sus ojos intrigado, colocó su quijada en la palma de su mano y siguió observándome. No sé si creía que podría intimidarme, a mí no.

—Si no desean nada más, me retiro. Cualquier cosa puede tocar la campanilla o levantarse al mostrador.

Hice una pequeña reverencia. Iba a irme, pero su mano atrapó mi muñeca deteniéndome de una manera brusca. Puse mi mano encima de la suya y me acerqué.

—No me toques.

Susurré y me solté para ir hacia el mostrador. Lo bueno, es que mi madre no había visto, pero mis primas sí.

Mi corazón latía muy fuerte, me había puesto nerviosa al igual cuándo lo vi de cerca.

Dejé la bandeja del mostrador y me fui a esconder a la cocina.

—¿Qué fue eso Bora?

Mi respiración era agitada, estaba molesta también.

—Te contaré después Myung.

Me agaché y dejé mis piernas en mi pecho, escondí mi cabeza entre aquel hueco. No podía pasarme esto. Yo era la que atendía al grupo de amigos, si iba, me encontraría con él. ¿El cielo me castiga por lo que hice? Yo solo quería darles una pequeña lección.

La campanilla sonó y me tocaba ir. Mi madre había salido, era una ventaja.

Era el grupo de amigos. Me acerqué a ellos. Empezaron a ordenar un par de bebidas.

—Young, aprovecha ahora.

Levanté mi vista de la libreta y los miré. El mentado Young que era el que estaba a la orilla, yo estaba cerca de él.

—Quería algo más —Asentí atenta esperando a su orden— Me gustaría que me dieras tu número de teléfono.

Quedé perpleja. Todos empezaron a abuchear a su amigo. La verdad ni los había visto bien. Traté de analizarlo por encima, tenía una cara fina, labios gruesos, doble párpado, pestañas largas, nariz pequeña y fina, algunas pequeñas manchas en el rostro como si fueran pecas.

Asentí y pasé la página de la libreta y apunté mi número. Seguro le gustaba físicamente, así que con que nos viéramos un par de veces, besarnos un poco ya estaría bien.

Arranqué la página, la doblé y se la di. Este sonrió suspirando un "gracias".

De nuevo me acerqué al mostrador y las chicas empezaron a reírse.

—Eres increíble Bora, quién iba a pensar que pegaras más que Min hee.

Claro, siempre decían que entre las tres Min hee era más hermosa, luego Myung hee -eran hermanas- y por último yo. Encogí mis brazos y busqué las copas con bebidas.

La mesa de los secuaces no quería nada, ni siquiera quería verlos.

Al tener todo listo, me acerqué a la mesa, no me fijé en nada, solo miraba al llamado Young, que esperaba por mí, era un chico lindo.

Y ¡Bum! Sí, ese era el sonido de mi paciencia estallando. No me di cuenta de que Jk se había levantado y choqué con él. La bandeja cayó hacia mí, tirando todas las bebidas encima de mi ropa. Las copas cayeron después al suelo, quebrándose a la vez. Mis manos se alzaron, y cerré mis ojos sintiendo lo frío que estaba aquello.

—Cuentas pagadas.

Dijo cerca de mí, sin ayudarme se fue hacia el mostrador. Young se levantó de su asiento, junto a sus amigos, y trataron de ayudar a limpiar. Mi boca estaba completamente abierta, molesta por lo que había pasado, oh no, en lo que se metió.

—¡Oh! ¡Lo que hiciste!

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Tomen agüita, no dejen de comer y traten de portarse bien. Dios les bendiga. Muak. <3

—Herbst

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