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Mis pies se movían siguiendo el ritmo de la canción que escuchaba, "harleys in hawaii" de Katy Perry. Podía admitir que me sentía algo empoderada, imaginar como sería salir de este lugar, viajar y conducir una Harley. Ilusa.
Tomé ambos tirantes de mi mochila y los ajusté para que esta misma subiera. Subí un poco mi falda, dejando a la vista más mis piernas. En verdad tenía calor, normalmente en esta parte de Jeju, las temperaturas eran regulares, pero hoy habían subido.
Eran pasadas el medio día, y estaba en camino a casa, había salido temprano del instituto, quería llegar lo más pronto posible, el sol casi encima de mí estaba matándome. Gracias a aquello, pude ver una sombra detrás de mí, no era la mía. No detuve mi paso, sospechaba de quién se trataba.
Uno de mis auriculares fue quitado de mi oreja derecha y detuve mi paso ante aquella acción. Lo vi, estaba a mi lado, con mis auriculares en su oreja tratando de escuchar la canción. Se lo arrebaté tirando del alambre y lo miré. Sus ojos estaban entrecerrados, no tanto, ya que eran algo grandes. Sonreía como un bobo.
Le quería golpear, pero solo alcé mi mano hasta su frente y con la ayuda de mi dedo pulgar, le pegué con mi dedo de en medio. Me separé y seguí caminando. A lo lejos lo escuché quejarse del dolor, pero me seguía.
—¿La razón?
—Las de siempre.
Me encogí de brazos. Después de varios segundos, me detuve enfrente del local con un enorme letrero "La mejor sopa fría de calamares" jamás entenderé por qué un nombre tan largo en vez de llamarse "Hanchi Mulhwae". Abrí la puerta con dificultad, -deberían repararla- dejé la mochila en una de las sillas que estaban entre la puerta y el mostrador. Si la dueña miraba que no me quité los zapatos, seguro me mata.
El bobo que venía detrás de mí, quitó sus zapatos y se colocó las del restaurante -para favoritos les llamaba yo- saludó a quién estaba en el mostrador.
Me adentré más y abrí la pequeña nevera, saqué una botella de agua, habían diferentes tamaños, pero como siempre, tomé la mediana.
Antes de que pudiera beber, la botella fue quitada de mi boca y sentí un suave golpe en mi hombro.
—¿Siempre debes hacer esto? Me estoy cansando Bora.
Chasqueé mis dientes y me fui detrás del mostrador para agarrar la botella de agua que me quitó. Decidí tomarla a escondidas mientras se daba la espalda para saludar al bobo. Parecía ser su hijo por como lo trata. Me senté en uno de los taburetes y los observé, quería enterarme de que hablaban.
—He de admitir que quiero viajar a Seúl y tal vez conocerlo, es como un ejemplo a seguir, en términos profesionales.
—Verás que podrás hacerlo. Yo lo he visto un par de veces por la televisión, pero en verdad no me interesa ese deporte, es peligroso. No deberías practicarlo, es extraño que tu madre esté de acuerdo.
Otra vez con eso. Miré donde inició la conversación, y era porque un chico joven acaba de quedar en tercer lugar en un campeonato, dizque famoso.
—No creo que el boxeo sea peligroso, si no eres malo. Yo no le veo futuro a este bobo en eso, juzgo que debería pensar en otra cosa, no sé, en ayudarnos en el restaurante.
—¡Bora!, ¡Te he dicho muchas veces que dejes de tratar así a Taehyun!
Sonreí sin mostrar los dientes y me acerqué a ellos.
—Iré a cambiarme, debo ir donde la señora Hye.
Les di la espalda y salí por la puerta trasera del restaurante. Caminé un poco y ahí estaba nuestra casa. Al parecer mis primas no estaban, así que me sentía libre. Quité mis zapatos en camino a mi habitación, desabroché mi camisa y al llegar la tiré en la cama. Abrí un par de cajones y saqué un par de prendas. Tomé mi toalla y decidí mejor darme un baño.
Miré la hora en mi teléfono y seguro que justo ahora estaba abriendo su local, la señora Hye. Me apresuré y salí de casa, colocándome torpemente mis zapatillas.
Olvidé mis auriculares en el restaurante, así que me tocaba ir tarareando. El barrio lucia radiante hoy, parecía que a todo el mundo le pasaban cosas buenas y era hora de aprovecharme un poco de los que no me terminaban de agradar.
Metí mis manos en los bolsillos de mi falda al fijarme que el local estaba cerrado y la señora Hye con un chico miraban el lugar.
En Jeju, como en todos sitios, te puedes encontrar con muchas personas diferentes, desde las más despreciables, hasta la más amable, humilde y buena como era la señora Hye.
Yo me encargaba, a veces, solo a veces, de darle lecciones a los que estafaban a los clientes, no era un alguacil, pero si nadie hacia nada, me veía en la obligación de usar mis dotes de mentiras.
Llegué hasta donde estaban, Hye tenía una sonrisa, pero se veía tan falsa, era extraño.
—Abuela, deberías estar abriendo, ¿algún problema?
Al verme, me dio un corto abrazo, sosteniendose de mi brazo justo después, con su mirada al frente.
—Lo vendí.
Me giré hacia ella sorprendida, ¿lo vendió? Era imposible. Desde que yo nací, esta señora tenía ya este local, no era justo. Tuvo que haber ocurrido algo realmente grave...
—Te obligaron abuela.
Hye se separó de mí y fue a darle un golpe a su nieto, cuándo lo hizo me miró, sabía que iba a preguntar sobre aquello y no me lo quería decir. Tomé su mano y ella la acarició. Su mirada estaba en aquel agarre y de pronto, empezó a sollozar.
—Tenía deudas, muchas y me ofrecieron una buena cantidad —Traté de abrazarla, ella quería seguir contando mientras hacías gestos, recordando todo— Sabes que Kwang enfermó, creí que el seguro médico cubrirían todo, pero no, además se me acumularon los recibos del hogar. Estuve sin luz por un día por atrasos y pedí un préstamo, el único ingreso era mi restaurante.
Suspiró.
>>>—Hace una semana, un hombre vino como un ángel y me ofreció comprar este local por más de 35 millones de wones.
Sus palabras eran algo costosas de escuchar, su nieto le acariciaba la espalda. Veo que ella a la vez no quería vender el trabajo de toda su vida que construyó junto a su marido, pero las circunstancias la llevaron a esto. No sabía qué decirle, aunque pienso que hubieran existido otras posibilidades de conseguir dinero, como atrayendo a más clientes, no lo veía justo.
—No considero...
—Esta vez no me importa lo que consideres, sé que si te lo hubiera comentado la semana pasada, inventarias locuras para ayudarme, mentido y sabes que está mal. Este es el destino.
Cuándo quería volver a hablar, el ruido de un coche llamó nuestra atención. Me giré un poco sin soltar la mano de Hye, era un coche blindado, negro y elegante, ¿era el que había comprado el local? El conductor se bajó y abrió la puerta del pasajero; un hombre de traje -parecía caro también- se bajó y acomodó su saco.
Ese hombre miró hacia su coche y luego giró para vernos. Tenía una sonrisa en su rostro que me provocaba náuseas, era porque sabía ya quién era. Se detuvo a mitad del camino y espero a escuchar que la puerta del coche se volviera a abrir, era como si sabía que alguien saldría. Cuándo se cerró, continuó y llegó a nosotras.
Un chico se colocó detrás de él, traté de verlo, pero era imposible con aquel hombre ahí.
—Buenas tardes, señoritas.
Quitó sus gafas de sol, tan arrogante. Aunque lo niegue, sé que a Hye no le caía bien.
—Soy una mujer mayor, señor Jeon.
Iba de listillo el apellidado señor Jeon.
—He venido porque quería que el joven pudiera ver este espacio. Me gustaría saber si podría darnos el permiso.
—¿Quién es ese joven?
Intervine con los brazos cruzados. Aquel hombre que aún no me había visto, me miró de pies a cabeza, le daba asco, igual que él a mí. Carraspeó su garganta y quería decirle algo a Hye, pero en eso aquel "joven" se asomó y pude observarlo. Oh, tenía cierto parecido a aquel hombre, también a alguien que había visto anteriormente, pero no recordaba donde. Su aura era algo distinta y parecida a la vez, algo amigable... no me daba confianza.
Hizo una media sonrisa y levantó ambas cejas como un encantador.
—Soy Jk.
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— Herbst
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