-¡Señorita Cox! -una voz resonó entre los pasillos, haciendo que la pelinegra detuviera sus pasos antes de entrar al ascensor.
Esta se dió la vuelta, encontrándose al nuevo empleado de la empresa, quién se encontraba mínimamente agitado.
-Dígame -empezó, analizando al joven que le sonreía.
-Quería hablar con usted un momento.
-¿Conmigo? ¿Tiene que ver con el trabajo? -enarcó una de sus cejas al preguntar, pero este negó, a la vez que su expresión se volvió seria.
-Tiene que ver con su plan para deshacerse de Zeynep -soltó con completa neutralidad, algo que la sorprendió.
-¿De-De qué estás hablando? -tartamudeó, mirando de reojo a su alrededor, para percatarse de que no hubiera nadie.
Pero para su mala suerte, de las oficinas cercanas comenzaban a salir muchos de sus compañeros, los cuales platicaban entre sí y se dirigían a un mismo punto; el ascensor. Eso solo aumentó y descontroló sus nervios.
-Preferiría hablar de esto en otro lugar, o, ¿acaso quiere que todos se enteren de la horrible persona que es? -el entrecejo de la mujer se frunció al escucharlo, pero de verdad no podía permitir que algún oído chismoso se enterara de lo que estaba planeando.
-Sígueme -le dió la espalda para adentrarse en el ascensor; el cual había vuelto a abrirse y comenzaba a llenarse, él la siguió.
Ambos caminaron hasta la cafetería cercana a la empresa. La mujer iba adelante, y solo pensaba en cómo aquel chico, que se había incorporado hace unos pocos días a la empresa, sabía lo que planeaba. No era lógico para ella.
En cambio, Nick, caminaba tranquilamente tras ella, observando su nerviosismo y confusión en cada paso inseguro que daba. Esta miraba cada cierto tiempo en su dirección, como percatándose de que aún la seguía.
«Su miedo es tan fácil de ver...» -pensó Nick, sonriendo para sus adentros.
Al llegar al acogedor lugar, ambos tomaron asiento frente a frente. Él, con total calma, pidió un café frío, mientras que ella lo observaba, esperando que iniciara la conversación. No quería dar un paso en falso y revelar todo sin saber exactamente lo que él sabía.
Cuando le colocaron la taza en frente, tomó el primer sorbo, dejando que corriera el líquido un tanto amargo por su garganta, posando poco después la mirada en ella; viéndola impaciente e insegura.
-La verdad -empezó, dejando el recipiente blanco sobre la mesa-, no entiendo por qué le tienen tanto odio a una simple chica como ella.
Un pequeño chasquido se oyó, de los labios de la pelinegra, quién se acercó mínimamente, apoyándose en ambos brazos cruzados sobre la madera pulida.
-¿Simple? Se nota que apenas la conoces. Estar cerca de esa chica no le conviene a nadie, eso deberías saberlo -le advirtió, insinuando que ella era un problema para todo el que la conociera, pero Nick ya la conocía demasiado bien.
-Claro. ¿Y a usted le conviene tener una aventura con un hombre que a parte de estar casado, ni siquiera le dice los buenos días o le pregunta cómo está? -su rostro palideció en segundos.
Esa seriedad con la que habló, llevó sus nervios al extremo, sus manos comenzaron a sudarle y su mirada desesperada buscaba cualquier punto que no fuese su rostro: ya la habían descubierto por completo.
-¿No crees que deberías empezar a valorarte, en vez de estar tras un hombre que solo te quiere porque sabes demasiado? -volvió a beber de su taza, consciente de que lo que dijo la alteraría.
-¡Cierra la boca! -alzó la voz sin darse cuenta, y eso, junto al golpe que dio en la mesa, llamó la atención de los demás presentes-. No sé qué estás tratando de hacer, muchacho, pero créeme que no te irá bien si te metes conmigo.
El contrario solo rió cortamente ante aquella advertencia tan patética; ella no tenía armas para atacarlo.
-Usted no me conoce, no tiene nada contra a mí, así que no se esfuerce por querer intimidarme.
-Yo puedo hacer que Marco te despida en cuestión de segundos, Nick. No pienses que no tengo cómo defenderme.
-Tus chantajes baratos no te servirán. Porque en este momento, yo soy mucho más indispensable que tú -colocó su mano derecha semiabierta cerca de su boca para murmurarle algo-. Será mejor que no intervengas en mis planes, o te haré desaparecer sin pensarlo dos veces.
Finalizó, sonriendo extrañamente de lado. Y esta vez, sí se sintió asustada ante sus palabras. Ahí comenzó a recordar todo lo que había escuchado tras la puerta de la oficina de Marco el día anterior y reconoció su voz.
-¿Por qué viniste aquí? -empezó Marco. Ella no pudo ver el rostro del otro, ya que estaba de espaldas, y ella observaba por una fina abertura que había entre la puerta y el marco-. Sabes que si se enteran de que estás cerca de ella o de que volviste, no te dejarán en paz.
-Eso no me preocupa. Solo quería ver si estabas haciendo lo que le prometiste a tu amigo hace tiempo. ¿La estás cuidando? -preguntó con un tono completamente serio.
-Hago lo que puedo -dejó escapar un suspiro mientras dejaba caer su cuerpo en la silla-. No estaría bien que la tratara diferente a los demás; podría tomárselo a mal.
-Tampoco tienes que tratarla como si la odiaras, ni dejar que otras personas lo hagan -con esas palabras le avisó sutilmente del trato que sus trabajadoras le estaban dando a Zeynep, y eso la hizo preocupar.
-Estoy al tanto de todo, así que no tienes que estar vigilandome. De cualquier manera, tú no tienes nada que ver con su familia. Entonces, ¿por qué te preocupa tanto lo que le pase? -le recordó, y este guardó silencio por un momento.
-Puede que no directamente, pero por ahora la necesito para protegerme, y no quiero tener que lidiar con quienes la quieren dañar -se acercó a su escritorio, aún sin darse la vuelta, pero se apoyó en este para acercarse más a él-. Tu empresa se quedaría vacía si lo hago, y después yo terminaría siendo el malo.
Escuchar eso, en cierto modo, la asustó, así que se fue rápidamente para atender otras cosas, pretendiendo que nada había sucedido.
-Eras tú. Ese hombre que habló con Marco en su oficina, eras tú -dijo, encontrándole algo de sentido a todo eso.
-Bingo, no eres tan estúpida como pareces -replicó con un tono burlón y bastante ofensivo, lo cual le hirvió la sangre a la mujer.
-Pero tranquila, no pretendo chantajearte con lo que sé -continuó, inclinando su cuerpo hacia adelante, en busca de los ojos contrarios-. Mi intención solo era advertirte de una cosa: no intentes hacer nada contra Zeynep. Porque si sigues con la idea de arruinarle la vida, me temo que la que no terminará bien serás tú.
Tras decir esto, se levantó de su asiento, dejó unos billetes en la mesa como pago de su café y luego se marchó, dejándola ahí, completamente desconcertada.
-Mierda, esto no es bueno para mi -se murmuró a sí misma, cerrando los ojos con fuerza mientras cubría su rostro por el miedo y la impotencia que sintió en ese momento-. Ahora estoy acabada...
Zeynep.
Solo apreté botones al azar en la impresora y me crucé de brazos, sin importarme mucho si toqué los correctos. Me habían mandado a hacer 30 copias de un documento para una reunión, pero mi cabeza solo estaba centrada en lo que había visto hace un rato, mientras caminaba por los pasillos.
Quizás.... puedo decir que tenía una sensación de incomodidad en el pecho cuando vi a Nick acercarse tanto a Viviana, para luego salir juntos de la oficina rumbo a una cafetería.
O simplemente mi cabeza estaba pensando de más y solo era mi imaginación, pero no podía evitar hacerme preguntas.
«¿Se hizo amigo de esa mujer en tan poco tiempo?»
«Apenas cruzan miradas, ¿por qué tienen que salir juntos así?»
«Él debe estar tramando algo, por lo que empezó a acercarse a ella.... Tiene que ser eso...»
Y la verdad, no me importa lo que haga, pero desde que empezamos a trabajar juntos, está muy misterioso. Se la pasa en el celular, hablando a escondidas, se reúne mucho con el jefe y ya casi ni me molesta. Tal vez me estuve acostumbrando a soportarlo todo el tiempo, que ahora que se comienza a alejar poco a poco estoy sintiendo su ausencia.
«¿Tan rápido me acostumbré a ti...?»
Un par de suspiros escaparon de mis labios mientras cerraba los ojos fugazmente.
-Si te tuviera enfrente, juro que...
-¿Qué haces, Zee? -esa voz y ese perfume, lo reconocí de inmediato, y cuando me susurró esas palabras cerca del oído, lo confirmé. No pude evitar sobresaltarme y lo alejé apenas me di la vuelta.
-¿¡Qué carajos te pasa, Nick!? -lamenté de inmediato haber gritado de esa manera, ya que dos chicas iban a acercarse a la máquina de café y se nos quedaron mirando por un momento, mientras murmuraban entre sí.
Nick notó esto y, al mirarlas, con aquella expresión que alejaba a cualquiera de su vista, estas rápidamente se retiraron. En el momento en que volvimos a estar solos, me miró con una media sonrisa y dio tres pasos hacia mi.
-¿Estás molesta, Zee Zee? ¿Es porque te atrapé pensando en mí? -dijo con burla, pero yo me lo tomé muy en serio, y mi expresión lo reflejó.
-Si te refieres a las mil maneras que estuve buscando para deshacerme de tu odiosa presencia -me crucé de brazos y lo miré con la confianza y tranquilidad que sorpresivamente logré obtener-, entonces sí, estaba pensando en ti.
Ja, no sé en qué momento se me ocurrió eso, pero le agradezco infinitamente a mis nervios por no traicionarme. Él rió cortamente, para luego asentir mientras relamía su labio inferior.
-¿Sabes? A veces pienso que eres de piedra por lo dura que eres conmigo -se acercó mucho más, y aunque retrocediera, la impresora me impidió el alejarme más. Así que terminó pegando su cuerpo mínimamente al mío y se inclinó para pasar su cabeza por sobre mi hombro.
Cerré los ojos con todas mis fuerzas, tratando de controlar mi respiración y los latidos de mi corazón; sentía que se me debilitaban las piernas y no podría mantenerme en pie por mucho tiempo. Cuando sentí su cálida respiración en mi cuello y el leve roce de sus labios en mi lóbulo, ya no pude volver a tener el control de mi cuerpo. Intenté agarrarme de su brazo, pero él tomó mi cintura antes de que pudiera reaccionar.
Este se recompuso luego de que se escuchara un leve sonido proveniente de la máquina.
-Pero para tu mala suerte, Zee Zee, tu corazón y la inestabilidad de tu cuerpo dejan muy en claro que no eres tan fuerte cuando estás cerca de mí -dijo con satisfacción en su rostro. No podía defenderme, principalmente porque mi pecho no hacía más que subir y bajar con dificultad, mientras lo miraba a los ojos.
Me sentía tan malditamente vulnerable ante la tranquilidad de su mirada y la sonrisa en sus labios, que no supe que decir o hacer. Ese chico me estaba haciendo perder la cabeza con cada acción que hacía y cada vez que me tocaba. Dejó mi cintura libre y se alejó un poco, introduciendo ambas manos en sus bolsillos.
-Y un consejo: deberías prestar más atención a los botones que presionas. No desperdicies el papel con tantas copias innecesarias -al escuchar eso, me di la vuelta y me di cuenta de que había puesto a imprimir más de 50 copias en vez de solo 30.
«¡¡¡Todo esto es tu culpa, imbécil!!!» -le grité mentalmente al mirarlo con el ceño fruncido, pero fue como si me hubiera escuchado, porque se rió de mi expresión.
-Bueno, te veré cuando termine la reunión. Quiero llevarte a despejar la mente, Zee Zee -dijo, acariciando levemente mi cabeza antes de marcharse.
«Por favor, Dios, dame fuerzas para sobrevivir a este hombre.»
«No sé cuánto podré aguantar que haga esto cada vez que le plazca.»
-Zeynep -me llamó la vicepresidenta desde unos metros de distancia. Era una mujer de treinta y dos años, con el cabello negro hasta los hombros, que vestía un traje gris ajustado-, te estamos esperando. ¿Ya tienes las copias del balance?
-Sí, señora Hazelton -respondí, tomando las copias rápidamente y seguiéndola.
Ya no pensaré más en él. A partir de ahora, le pondré unos cuantos límites a ese pelinegro atrevido, y no los podrá infringir.
¡gracias por leer little strangers!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro