03: 🍀Trust🍀
—Al parecer sí me recuerdas —sonrió ampliamente, aún sin soltar mi mano.
—¿Qué.... qué estás haciendo aquí? —era obvio que estaba sorprendida, estoy bastante segura de que él no vive por esta zona.
—En realidad —llevó la mirada a mi mano, acariciando levemente la palma de esta con su pulgar.
No se sentía desagradable, pero tampoco me era muy cómodo sentir aquel tacto, así que la aparté suavemente, volviéndolo a mirar. Este sonrió un poco, concentrándose de nuevo en mi.
—Te estaba buscando —continuó—. Arlet me dió tu dirección así que pretendía ir a verte. Pero como parecías estar enojada, hasta el punto de ni mirar a tu lado, tuve que tomar tu mano para que me vieras.
Explicó, con tranquilidad. Arlet insiste en que me acerque a este chico; estuvo diciéndomelo durante los últimos días. Pero yo.... simplemente no quería.
—Ah… lo siento, solo es que mi mañana no empezó muy bien —quería relajar mi tono y semblante, pero las palabras y expresiones de Nick, resonaron en mi cabeza, aumentando mi molestia.
—Oh, entonces...
—¡Zeynep!
Esa voz. Otra vez apareció, interrumpiendo a Jonas, quién se giró inmediatamente en su dirección, encontrándose con un pelinegro completamente agitado.
—Tú…. tú caminas muy rápido —apoyó las manos sobre sus rodillas, tratando de regular su respiración, y después nos miró—. Ah… ¿tú quién eres?
Señaló al castaño cuando reincorporó su cuerpo, mirándolo con el ceño levemente fruncido.
—Soy Jonas Bennett, ¿y tú? —el contrario lo escaneó completamente, con algo de asombro, pero luego dió unos pasos hacia él, interponiéndose entre nosotros.
—Soy Nick Bailey, su compañero de cuarto —no vi su expresión, pero en su tono se notaba cierta molestia y seriedad.
El ceño de Jonas se frunció al escucharlo, y eso claramente lo confundió. Intentó mirarme para recibir alguna respuesta o explicación de mi, pero Nick volvió a cubrirme, evitando que lo hiciera.
—¿No tienes nada que hacer ahora? —le preguntó, cruzando sus brazos al hacerlo—. Porque nosotros debemos trabajar.
—¿Acaso tú trabajas con ella? —esta vez, la voz de Jonas se tensó, al igual que su rostro—. Dudo mucho que compartan la misma profesión.
Había mucha tensión entre ellos, y no creo que sea específicamente por mi.
«Debo estar imaginando cosas...»
Salí de atrás de Nick, viéndolos a ambos.
—Si quieren seguir aquí es su problema —empecé, llamando su atención—. Yo no pienso perder el autobús.
Tras decir esto me alejé de los dos, yendo rumbo a la parada. Sin embargo, ellos se miraron por unos segundos más.
—Espero que no nos veamos más, Bennett —siguió el mismo camino que yo, dejando a él castaño atrás.
Quién revolvió su cabello con frustración, tensando nuevamente su mandíbula. A los pocos minutos llegó el autobús, en el cual tomé asiento cerca de la ventana. No obstante, él también subió y se sentó a mi lado, mirándome fijamente, y acercándose cada vez más.
—No puedes ignorarme, pequeña —susurró cerca de mi oído.
—Solo aléjate de mi —lo miré, lo más seria que pude, a pesar de nuestra corta distancia—. Quieres que no me entrometa, bien, pero entonces mantén tu distancia conmigo.
Me alejé un poco más, pegando mi cuerpo a la ventanilla, tratando de no mirarlo por más tiempo.
—Oye —me llamó, esta vez, con suavidad—, sé que no debí gritarte pero…. de verdad me molesta que me agobien con tantas preguntas.
Solté una leve risa seca.
—Claro, pero yo no haría todas esas preguntas si no me escondieras tantas cosas —mis palabras provocaron que se formara un corto silencio.
—Sé que es difícil convivir con alguien que apenas conoces, pequeña —llevó su mano a la mía, moviendo el pequeño anillo en mi dedo índice con el suyo—. Pero no te haré nada malo, por lo menos no a ti. Así que dame algo de confianza, ¿quieres?
Nuestros ojos se encontraron cuando él movimiento de sus dedos se detuvo.
«¿A qué se refiere con "por lo menos no a ti"?»
«¿Le hará daño a alguien más?»
—No te daré mi confianza —empecé, recuperando mi mano de debajo de la suya—, pero mantendré la boca cerrada, por ahora.
—Creo que eso será suficiente —mostró una pequeña sonrisa de boca cerrada, yo asentí, y volví a mirar el paisaje.
No estaba completamente de acuerdo con todo eso. Su presencia se siente tan extraña que no puedo evitar sentir una inmensa curiosidad por lo que me oculta. Aunque si mantengo un perfil bajo con él, tal vez pueda descubrirlo por mi cuenta.
El camino fue bastante tranquilo y silencioso, y más porque él andaba como si fuera mi guardaespaldas; miraba a toda persona que pasaba por mi lado como si quisiera matarla, intimidandolas.
Cuando por fin llegamos a la empresa, su expresión se relajó, y saludó con cortesía a aquellos que lo miraban con curiosidad y asombro. Llegamos a la oficina de mi jefe, y di unos tres toques en la puerta.
—Adelante —dijo desde adentro, yo fui la primera entrar y Nick me siguió —. ¿Qué es lo que quiere, señorita Begum?
—Buenos días, señor Gelbero. Siento interrumpirlo, pero recordé que usted había mencionado que nos faltaban integrantes en el equipo, así que lo he traído a él —lo señalé—, preséntate —le susurré, a lo que él asintió.
—Mi nombre es Nick Bailey. Vengo a solicitar este trabajo debido a mi alta capacidad y aprendizaje rápido, anteriormente fui ayudante de uno de los mejores fotógrafos y técnico digital del país, el cual me mostró múltiples maneras de mejorar y aprovechar mi potencial en esta industria —del maletín que traía sacó una carpeta—. Aquí tiene mi currículum que corrobora lo que he dicho, señor —le dió el expediente.
Marco lo tomó y empezó a ojearlo en silencio, aunque se le escapaban ciertas expresiones de asombro en el proceso. Cuando terminó, lo cerró y posó su mirada en Nick.
—Lleva esto a recursos humanos —le regresó la carpeta—. Por lo que vi has tenido suficiente experiencia, y tienes varias cartas de recomendación de reconocidas empresas. Y aunque me sorprende que solicites un puesto aquí, a mi equipo le vendría muy bien alguien como tú, estás contratado.
Finalizó con una pequeña sonrisa, cosa que me dejó perpleja.
—Ah… ¿de verdad?
—Sí, necesitamos más personal, pronto tendremos un gran proyecto y habrá que hacer horas extras —él asintió—, acompáñalo Zeynep.
—Sí señor, sígueme —él volvió a asentir, para luego dirigir su mirada a Marco.
—Muchas gracias señor, prometo no decepcionarlo.
—Eso espero —tras esto, ambos salimos rumbo a recursos humanos.
Al regresar a nuestros puestos, Nick fue ubicado en un escritorio un poco alejado de mi, pero no me quitaba la vista de encima, y mucho menos borraba aquella sonrisa ladina de sus labios. Cosa que trataba con todas mis fuerzas ignorar.
Pero al parecer, esto no pasó desapercibido por cierta pelirroja, quién se asomó por encima de la separación, mirándome con los ojos entrecerrados.
—Ya sé lo que estás pensando, Tremblay —dije, sin despegar la mirada del documento frente a mi.
—Que bueno que lo sepas —se alejó de su puesto para acercarse al mío—. Responde rápido, rarita, ¿Cómo es qué llegaste con el nuevo? ¿Desde cuándo se conocen? ¿Por qué no sabía de él?
Preguntó con intensidad, acercándose a mi en cada pregunta.
—Si no vas despacio te quedarás con muchas preguntas y ninguna respuesta —la miré un tanto amenazante.
—..Vale, pero cuéntame.
—Bien —recargué la espalda en mi asiento y me crucé de brazos—. Hace unos días llegó a mi casa para alquilar uno de los cuartos, y no lo conoces porque no se me ha ocurrido explicarte el por qué un chico que no es nada mío vive bajo mi techo, ya que conozco a tu cabecita malinterpretadora, ¿feliz?
—Ah… no puedo creer que no me lo hayas contado —dijo indignada.
—Pues ahora ya lo sabes, y será mejor que vayas a tu puesto, sabes lo pasará si Marco te ve "chismoseando" en horas de trabajo —intentó volver a decir algo, pero se lo guardó y comenzó a negar con la cabeza, señalándome con su índice.
—Tú y yo hablaremos después, y me lo contarás todo, ¿entendido?
—Aja, ahora sigue trabajando, Letty —un leve bufido salió de sus labios al retirarse, acto por el que reí para mis adentros; ella era fácil de molestar.
El día transcurrió como siempre, mucho papeleo y reuniones de emergencia, hasta Nick que era el recién llegado tuvo que hacer más de lo que pensaba, pero eso le pasa por creer que esto era solo plantar el trasero en una silla y azotar el teclado de la computadora.
En un momento del almuerzo me dirigí al baño, y mientras estaba en uno de los cubículos, escucho a tres de mis compañeras hablar claramente de mi.
—¿Ya viste con quién llegó Zeynep? —murmuró una de ellas.
—Sí, seguro que están juntos, tan calladito que se lo tenía —agregó la otra, a la que vi retocarse el maquillaje por una pequeña abertura.
—Ja, no me hagas reír —expresó la pelinegra más creída de la oficina, Viviana Cox.
Literalmente actúa como la reina del lugar por ciertos beneficios que le otorga el jefe, pero ella no sabe que yo conozco su sucio secreto, fue por accidente, pero igual lo sé.
Sucedió hace aproximadamente 5 meses, una noche volví a recoger un informe que había olvidado, y ahí la vi, bailándole de manera muy sexy a Marco en su oficina, con una simple lencería. Ver eso me dió hasta pesadillas, pero por suerte salí de ahí antes de ver más.
Si su esposa se entera de su aventura, en serio le retira todas sus acciones: ella es la dueña de todo, mientras que él solo lo administra.
Ahora que lo pienso, posiblemente esa sea la razón por la que me odia, si es que me vió.
—Esa chica es como un témpano de hielo —continuó—, dudo que alguien se fije en ella, y mucho menos un chico como él.
Y.... ya me estaba hartando de esperar, así que abrí la puerta bruscamente, sobresaltándolas a las tres.
—¡Joder! —exclamó Viviana, abriendo los ojos de sobremanera al ver que era yo.
—Ups, lo siento, es que si me quedaba a seguir escuchando me iba a derretir, como se supone que soy un témpano de hielo —ironía pura, fue lo que salió de mi boca.
Me acerqué al lavabo para lavar mis manos, mientras que ellas me miraban sin saber que decir, murmurando "silenciosamente" entre ellas.
Terminé de secar mis manos y me giré en su dirección, mirándolas detenidamente a las tres.
—Les voy a dar un consejo —empecé, apoyando mi espalda y cruzando mis brazos—. Si van a hablar de alguien y a sacar conclusiones por su cuenta, procuren revisar si no hay nadie alrededor, recuerden que las paredes tienen oídos.
Ninguna me miró a los ojos, así que solo me di la vuelta y me retiré, volviendo a mi puesto.
—¿Crees que se lo diga al jefe? —preguntó la rubia, temerosa.
—Si lo hace estamos jodidas.
—Ella no lo hará— intervino la pelinegra—, no tiene idea de lo que Marcó haría si supiera que hablamos de ella a sus espaldas. Y él claramente nos echaría si se entera de lo que planeamos, así que no se atrevan a abrir la boca —las amenazó, a lo que ambas asintieron rápidamente, para luego salir.
¡gracias por leer little strangers!
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