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El sol apenas asomaba por el horizonte cuando un golpe seco resonó en la puerta de Suga. Él, que había pasado la mayor parte de la noche en vela, fumando y mirando al techo, dejó escapar un suspiro pesado antes de levantarse. No le gustaban las sorpresas y menos a esas horas.

Las maderas del suelo crujieron bajo sus pies mientras cruzaba la sala. Se detuvo un momento frente a la puerta, escuchando con atención. Dos sombras se proyectaban a través del vidrio opaco, y Suga adivinó que eran policías. La irritación le recorrió el cuerpo, pero abrió la puerta con desgano, encontrándose efectivamente con dos agentes uniformados.

La expresión de ambos era de imperturbable, sin embargo, Suga notó el cansancio en sus rostros: seguramente llevaban toda la noche trabajando. También notó sus armas, la libreta en el bolsillo de uno y el sudor en la frente del otro. Todo eso le pareció más interesante que las palabras que estaban a punto de decirle.

—¿Qué pasa? —preguntó, sin molestarse en ocultar su tono aburrido.

Uno de los oficiales dio un paso al frente, enderezándose para imponer autoridad.

—Buenos días, señor. Estamos buscando a un menor, Park JiMin. Su padre reportó que está desaparecido y, según nos informaron, se le vio por última vez a unas casas de aquí. Estamos revisando hogar por hogar.

Suga arqueó una ceja. Por dentro, su mente trabajaba rápido, evaluando sus opciones. Por fuera, mantenía su rostro indiferente.

—¿Y eso qué tiene que ver conmigo? —respondió, cruzándose de brazos—. Si se perdió por ahí, deberían buscar en otro lado. Aquí no hay nada que encontrar.

El policía lo miró fijamente, como si tratara de descifrarlo. Suga sostuvo la mirada con un leve desafío. Había aprendido que las personas se rendían más rápido si pensaban que no había nada que ganar con su persistencia.

—Es parte del procedimiento, señor. ¿Le importaría si echamos un vistazo rápido?

Suga soltó una risa seca, sin un atisbo de calidez.

—¿Echar un vistazo? ¿Acaso parezco alguien que esconde niños?

El segundo oficial intervino, adoptando un tono más conciliador, pero su mirada era igualmente vigilante.

—No queremos insinuar nada, señor. Pero cada minuto cuenta cuando se trata de un menor. Si pudiera colaborar, sería más rápido para todos.

Suga apoyó un hombro contra el marco de la puerta, observándolos con ojos afilados y un aire de superioridad apenas disimulado.

—Ya les dije que no sé nada. Si quieren perder el tiempo aquí, adelante, pero no van a encontrar nada.

El primer policía lo miró con desconfianza. Suga sintió la tentación de provocarlo, pero decidió contenerse. Finalmente, el agente asintió con la cabeza ya que aún faltaban más casas que revisar, aunque su expresión mostraba que no estaba del todo convencido.

—De acuerdo. Si llega a ver algo, comuníquese con nosotros. Es importante.

Suga no respondió. Simplemente cerró la puerta en sus narices, asegurándose de que el golpe fuera lo suficientemente seco para dejar clara su molestia. Permaneció ahí, inmóvil, con los ojos clavados en la madera, mientras escuchaba las pisadas de los oficiales alejándose lentamente.

Después de unos minutos, subió las escaleras con pasos lentos y metódicos, deteniéndose frente a la habitación donde JiMin estaba escondido. Se tomó un segundo antes de abrir la puerta. Cuando lo hizo, encontró al chico acurrucado en un rincón, con los ojos abiertos como platos y el rostro pálido.

—¿Qué pasó? —preguntó JiMin en un susurro.

Suga lo miró con frialdad, sus ojos oscuros evaluándolo como si estuviera decidiendo si la pregunta valía la pena responderse. Finalmente, exhaló, encendiendo otro cigarrillo.

—Nada que no pudiera manejar —dijo, soltando el humo hacia un lado—. Pero te diré algo: no voy a cubrirte si sigues comportándote como un ratón asustado.

JiMin bajó la mirada, apretando las manos contra sus rodillas.

—Lo siento… No quiero causarte problemas.

Suga dejó escapar una carcajada corta, sin alegría alguna.

—¿Problemas? Niño, si supieras los problemas en los que me he metido antes, entenderías que esto es un juego de niños. Pero si no cooperas, sí podría empezar a complicarse.

El chico levantó la mirada, sus ojos brillando con una mezcla de miedo y esperanza.

—¿Qué… qué vamos a hacer ahora?

Suga se inclinó hacia él, apoyando una mano en la pared al lado de su cabeza. Su mirada era penetrante, casi amenazante, pero su tono se mantuvo controlado.

—Primero, vas a dejar de comportarte como si el mundo estuviera a punto de derrumbarse. Si quieren encontrarte, tendrán que esforzarse más que esto. Pero te advierto algo: no pongas a prueba mi paciencia. Si en algún momento siento que estás haciendo esto más difícil de lo necesario, no me temblará la mano para entregarte.

Las palabras eran frías, pero JiMin asintió rápidamente, demasiado aterrorizado para cuestionarlo.

Suga se enderezó, alejándose con el cigarrillo aún en los labios.

—Ahora, mantente fuera de la vista y no hagas ruido. Si los policías vuelven, no pienso repetir esta actuación.

Sin esperar respuesta, salió de la habitación, cerrando la puerta tras de sí con un golpe seco. Mientras bajaba las escaleras, una sonrisa torcida apareció en su rostro. Había algo en JiMin que lo intrigaba, algo que despertaba su interés. No era compasión, no era bondad. Era simple curiosidad. Y Suga no dejaba escapar aquello que lo mantenía entretenido, al menos no hasta que él decidiera que ya no valía la pena…

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