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Se encontraba durmiendo profundamente en la habitación que le habían asignado.

Justo hoy se cumplía una semana desde que había llegado a la puerta de esa llorando. Pero no se arrepentía de nada, estaba feliz de encontrarse ahí.

Su relación con el mayor no estaba tan mal. El día anterior le había mantenido la mirada cinco segundos, ¡Cinco segundos! Y gracias a esos cinco minutos las mejillas del pelirosa se tornaron ligeramente rosadas, contrastando con su color de cabello.

No había palabras para describir lo que sintió Jimin al saber que ya no era considerado un estorbo como tal.

Esa noche, el pelirosa estaba pasando a su cuarto sueño cuando se repente despertó de golpe al escuchar unos ruidos provenientes del pasillo. Un escalofrío recorrió su espina dorsal con sólo pensar en la idea de que aquel ruido había sido provocado por su padre, y que sabía que estaba refugiado en una casa cerca de la suya.

Quiso esconderse debajo de las sabanas, para fingir que era parte de la cama y así no lo encontrara, pero se armó de valor para dirigirse al pasillo oscuro y silencioso.

Entonces pensó que tal vez ese ruido había sido provocado por el chico peliblanco, quien había ido a la cocina en plena madrugada para tomar un vaso de leche. Al imaginarse eso se apresuró a salir de la cama, esbozando una sonrisa en su rostro. Tal vez podría tener una charla en la madrugada con el dueño de la casa, mientras tomaban un vaso de leche en medio de pequeñas risas…Vivía en una completa fantasía…

Sus pies tocaron el frío suelo, provocando que una corriente de aire fresco le golpeara la piel expuesta. Se abrazó así mismo, deseando que con eso el frío dejara de torturar su delicada piel.

Caminó lentamente por la habitación hasta llegar al marco de la puerta, donde el pasillo parecía un inmenso vacío por el cual podría caer en cualquier momento, al verlo tan frío y oscuro.

El ruido volvió a escucharse, sólo que esta vez fue más claro y se dirigió hacia la planta baja, donde el silencio y la oscuridad reinaba en esa planta.

Al llegar ahí, se percató que la puerta principal se encontraba abierta, un escalofrío recorrió su cuerpo al pensar que tal vez ese sonido había sido provocado por su padre al intentar forzar la cerradura. La luz de la luna entraba por la puerta cuan visita imprevista y esa era la única luz sobre aquella área.

Tenía miedo. Quería regresar de nuevo a la habitación y esconderse bajo las cobijas como lo había planeado anteriormente, pero sus piernas no le respondían, no podía despegarlas del suelo, como si estas se encontran fusionadas con este mismo.

Fue aterrador, porque no pudo huir cuando un hombre de vestimenta negra paso por la puerta.

Enterró sus uñas en los barandales de las escaleras y se preparó para gritar cuando el hombre comenzó a caminar hacia él. Y cuando lo tuvo tan cerca como para sentir su cálida respiración golpear su rostro apesar del cubrebocas que lo cubría, Jimin sintió sus piernas fallar cuando el extraño bajó su cubrebocas y reveló su identidad.

—¿Qué haces despierto?—Esa voz grave y seca hizo que su piel se erizara bajo su ropa.

—¿S-señor S-suga?

—Te he hecho una pregunta, ¿Qué haces despierto?

—E-eh y-yo estaba dormido, sólo que me desperté por un sonido y-y entonces vine a revisar.

—¿Revisar?, Sabías que la curiosidad mató al gato, ¿verdad?—El contrario no respondió y bajó su cabeza en señal de sumisión.—Ven.—Lo atrajó de su antebrazo con fuerza, provocando que casi se cayera de la escalera ante tal fuerza.

—¿Q-qué vamos a hacer?—Preguntó nervioso.

—Si realmente quieres seguir en esta casa tienes que hacer lo que yo te ordene, ¿Escuchaste?—Jimin asintió rápidamente, era su oportunidad para demostrar que agradecía la estadía en esa casa.

El peliblanco no volvió a hablar. Caminó hasta la salida de la casa, donde por unos instantes Jimin lo perdió de vista, hasta que nuevamente lo vió, esta vez arrastrando con facilidad un cuerpo inconciente hasta el interior de la casa.

Jimin se alarmó, llevó sus manos a su boca, preocupado.

—¿Está herido?—Preguntó una vez que el peliblanco cerró la puerta de la casa detrás de él.

—No.—Respondió secamente, para después bajar nuevamente su cubrebocas negro.—Está muerto.

—¡¿Q-qué?!—Gritó asustado, el contrario simplemente entorno sus ojos, sacó un cigarrillo de su sudadera para después prenderlo y colocarlo en sus labios.—¿De qué murió? ¿Quién es? Lo más importante, ¡¿Qué hace aquí?!—Preguntó con temor, no era capaz de procesar toda esa información. Sabía que el dueño de la casa era callado y misterioso, pero nunca se imaginó que tan misterioso era.

Soltó el humo que había introducido a sus pulmones por medio de una calada, para después girarse al menor con una mueca de irritabilidad.

—¿Recuerdas lo que prometiste? Prometiste hacer lo que yo te dijera para así poder seguir viviendo en la comodidad de esta casa, así que cállate y haz lo que te ordeno.—Tomó su mentón, ejerciendo algo de presión, provocando que los labios rechonchos del pelirosa se unieran en un piquito. El contrario asintió repetitivamente, para después sentir como su rostro se comenzaba a llenar de lágrimas, las cuales caían como cascadas sobre sus mejillas.

Pero no lloraba de miedo. Por una rara y extraña razón no tenía miedo. Lloraba porque el mayor lo hubiese tratado de esa manera tan brusca.

Lo había soltado ya, pero extrañamente quería seguir sintiendo ese agarre en parte inofensivo que había hecho sobre su rostro, porque no lo había golpeado, no lo había lastimado, solamente había sido un ligero agarre.

El peliblanco notó lo ido que se encontraba y por eso lo tomó de la muñeca, para después traerlo consigo.

—Me ayudarás a llevar a este tipo al patio, ¿Escuchaste?

—¿P-por qué al patio?

—Para darle una apropiada sepoltura, ¿No es obvio?

—P-pero…

—¿Qué fue lo que te dije?—El contrario asintió, para después guardar silencio y comenzar a arrastrar al hombre como había hecho el peliblanco al momento de adentrarlo a la casa.

Suga se encontraba mirándolo desde el marco de la puerta del patio trasero, donde se encontraba recargado con los brazos cruzados y una expresión hastiada por los quejidos que hacía el chico.

—¿Es enserio? ¿No puedes con él?

—Y-yo…sí puedo, es sólo que no puedo ir rápido…

—Será mejor que te apresures o sino los vecinos comenzarán a sospechar.

Jimin abrió grandemente sus ojos ante aquellas palabras, no quería ir a la cárcel, pero tampoco quería regresar a su casa. Entonces se esforzó el doble, arrastrando al hombre con fuerzas que no supó de donde había sacado.

Una vez que se encontró en el patio trasero junto con aquel hombre, se acercó dudoso hasta donde el peliblanco, quien unos minutos atrás había comenzado a cavar con un pala.

—¿P-puedo preguntar de que murió?

Vió como el contrario dejó su labor para después alejar el cigarrillo que reposaba en sus labios y soltar el humo que casi asfixia al pelirosa al momento de ser liberado.

—Nada en especial, simplemente me lo encontré tirado en la calle y pensé que sería buena opción darle un entierro.—Alzó sus hombros, como si hablara de algo completamente normal.

Jimin asintió con tranquilidad, pues no tenía nada de que preocuparse, Suga había cometido un acto de bondad no un homicidio. No pudo evitar esbozar una discreta sonrisa en sus labios, la cual no paso desapercibida por el pálido.

Tan inocente. Pensó Suga, quien no podía creer lo inocente y tonto que era el chico, era realmente perfecto para tenerlo a su merced. Rió en sus adentros al ver como había engañado tan fácilmente al niño.

Y es que no le iba a decir que simplemente había despertado con unas inmensas ganas de asesinar a alguien o sino este saldría corriendo de su casa y es lo que menos quería. Aunque tampoco creyó que este se creyera una mentira tan estúpida y nada creíble como esa.

Entonces comprendió el porque no había podido atacarlo. Ese chico era especial.

Apagó el cigarrillo tirándolo al suelo para después apagarlo con su botín negro. Casi terminaba con el hoyo, el cual ya era suficientemente profundo como para introducir al hombre, en cuestión de segundos había cavado un hoyo de cinco metros de profundidad gracias a su…experiencia.

—Ve por él.—Ordenó, con aquella voz áspera y grave, Jimin asintió rápidamente para después dirigirse al hombre nuevamente.

Se esforzaría por hacer su labor bien, ya que no quería que el peliblanco se molestara con él. Pero con lo que no contaba era que aquel hombre que estaba muerto "reviviera" y le disparara debajo de sus costillas con un arma que traía escondida debajo de sus mangas.

Jimin soltó un grito ahogado de dolor al sentir como su piel ardía debajo de su ropa.

Aquel gritó casi inaudible llamó la atención de aquel que seguía cavando, dejó su labor inmediatamente para después acercarse hasta el hombre que le había disparado al pelirosa, el cual se mantenía estático sin saber a donde ir o que hacer, no tenía muchas escapatorias.

Pero fue una mala idea quedarse ahí parado sin hacer nada, porque no se percató que alguien más se encontraba en ese patio y no sólo alguien más sino, aquel sociopata peliblanco que lo había atacado en la calle sin alguna razón aparente y que lo había apuñalado, justo donde él le había  disparado a Jimin, pero lo que no contaba Suga es que se trataba de un policía fuera de su horario de trabajo y mantenía un chaleco protector debajo de su ropa.

El hombre no pudo ni siquiera reaccionar cuando el sociopata sacó en un abrir y cerrar de ojos aquel largo cuchillo con el que lo había atacado previamente, para después pasarlo con rápidez sobre su yugular y provocar que la sangre de esta vena fluyera en un chorro de sangre, la misma con la cual el hombre parecía ahogarse.

—Bastardo.—Gruño con molestia al haber hecho doble esfuerzo por matar al hombre. Sentía la sangre de este sobre su pálida cara, la cual comenzaba a secarse sobre esta. Y entonces pudo confirmar que ahora sí se encontraba muerto.

Alzó su vista, encontrándose con el menor tirado en el pasto. Corrió hacia él, sintiéndose algo preocupado por el menor. No quería perderlo, no quería cavar otro hoyo por hoy, o al menos esa era su excusa.

Lo examinó, donde pudo encontrar la herida debajo de las manos llenas de sangre del pelirosa, el cual presionaba la zona por el dolor inmenso que sentía.

—Mierda.—Susurró, al darse cuenta de la gravedad del asunto.

El pelirosa moriría si no actuaba rápido.

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