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Jimin se limpió las lágrimas secas que se habían quedado en sus mejillas. Con apoyo de sus brazos se puso de pie y se quedó estático en su mismo lugar.
¿Ahora qué?
Estaba consiente que el dueño de la casa no quería tener ningún contacto con él y lo miraba como a un bicho raro. No quería ir a molestarlo para preguntarle donde iría a dormir.
El día estaba llegando a su fin y la oscuridad se estaba haciendo presente en la casa, pero no se movería de lugar, se quedaría ahí hasta que el dueño notara su presencia y le diera un lugar para dormir.
Tres horas bastaron para que el peliblanco pasara por la sala y viera al pelirosa sentado en el suelo, recargado en la puerta principal.
Lo primero que le había dicho era que no fuera un estorbo y fue justo lo que estaba haciendo en este momento, ya que el dueño necesitaba salir de su casa, pero había un saco de huesos que le impedía siquiera abrir la puerta.
—¡Hey!, Estorbo.—Le dió una ligera patada con su pie derecho al mismo tiempo que lo miraba con desprecio.
—¿Mmm?—Respondió adormilado, ya que se había quedó dormido desde hace una hora atrás.
—¡Que te quites maldita sea!—Jimin reaccionó, pegó un brinco y después se levantó apresuradamente.
—L-lo siento, lo siento.
—¿Por qué diablos seguías aquí?
—A-ah n-no se donde voy a d-dormir...—Bajando su cabeza, preparándose para lo peor.
—Agh...—Gruño con fastidio.—¿Qué no pudiste subir a buscar una habitación?
—A-ah, no quería molestar.
—Te dije que no fueras un estorbo. Lárgate a la primera habitación vacía que veas y no te quiero volver a ver por aquí tirado. ¿Oíste?
—S-si, si...—Titubeó, para después hacer más de una reverencia y salir prácticamente corriendo hacia las escaleras.
—Agh, que desesperante.—Entonó sus ojos con fastidio, abrió la puerta principal y desapareció trás ella.
Por otro lado, el joven pelirosa ya se encontraba en la segunda planta, donde el piso era de madera y las paredes blancas. Justo ahora se encontraba en un pasillo, el cual lo llevaba hacía un baño y dos habitaciones y una de ellas sería la suya.
Asomó su cabeza por el marco de una de ellas, la habitación era espaciosa y amplia, idéntica a la suya, a excepción por el color azul marino que había en dos paredes.
Avanzó poco a poco y una sonrisa se dibujó en su rostro, salió corriendo hacia la cama, tirándose sobre ella, mientras quedaba boca abajo.
—Al fin...—Suspiró. Al fin podía respirar la paz que siempre había deseado.
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A la mañana siguente, Jimin se levantó en cuanto escuchó el canto de las aves cerca de la ventana.
Dió un brinco y se levantó, agradecido de que no necesitaba de una alarma para poder despertarse temprano.
Cerró la puerta de la habitación tratando de no hacer ruido. Avanzó unos escasos centímetros hacia la otra habitación, para después asomar su cabeza, percatandose que el peliblanco seguía durmiendo profundamente y entonces sonrió.
Bajó por las escaleras de madera deseando que ninguna de estas rechinara. Caminó hasta la cocina y comenzó a preparar lo que sea que fuera para darle las gracias al dueño por haberlo refugiado.
La ventaja de aquello era que él quería estudiar gastronomía y sabía cocinar platillos sencillos.
Una vez, intentó platicarle su sueño a su padre y lo único que recibió de él fue una cachetada en el rostro, para luego gritarle que "era una profesión de mujeres y que no quería a un maricon como hijo". Pero eso no bastó para evitar que Jimin siguiera su sueño.
Y ahora, se encontraba realmente feliz, debido a que la cocina de aquel hombre contenía todo aquello que quisiese utilizar, lo contrario a su casa, en la cual nunca habia nada para cocinar.
De pronto, unos pasos se escucharon por las escaleras de madera, avisándole a Jimin que se acercaba.
El pálido avanzó hasta la cocina y ahí se encontró con aquel que le había pedido asilo.
—¿Qué haces aquí?—Preguntó con su voz más ronca de lo normal, debido a que acaba de levantarse, mientras lo miraba con su ceño fruncido.
—A-ah, preparaba el almuerzo.—Le mostró tímidamente lo que cocinaba, pero el peliblanco se mostró desinteresado.
—Yo no almuerzo.—Estaba por alejarse y dejar a Jimin solo con su comida, si no fuera por qué se percató que este traía la misma ropa que el día anterior.—¿Por qué tienes la misma ropa?
—A-ah...no pude traer mis pertenecías.—Cabizbajo, sintiendose apenado por su aspecto, pero no podía hacer nada, muy apenas y tuvo tiempo para huir de su casa.
—Mmm...—Gruño, con fastidio, para después irse de ahí, devuelta hacia la la planta alta.
Sin embargo, Jimin se sentía un poco triste, debido a que su esfuerzo por hacer un almuerzo como agradecimiento, se había ido a la basura. Inclusive hasta a él se le había ido el apetito, pues había deseado que aquél almuerzo lo hubiera unido al dueño, pero al contrario, este seguía distante con él y si eso continuaba, muy pronto lo hecharía la calle.
De la nada, sintió como algo se impactaba contra su rostro, afortunadamente alcanzó a tomarlo con sus manos.
—Cambiate, con esa ropa pareces un mendigo.—La voz seca del peliblanco se escuchó, y entonces Jimin sonrió emocionando.
—Gracias, gracias.—Haciendole más de una reverencia.
El peliblanco se fue y Jimin volvió a quedar solo, esta vez con una radiante sonrisa, mientras miraba con gran esplandor los jeans y la playera color azul en sus manos.
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