🔪11🔪
Los días transcurrían entre la rutina meticulosa de Suga y la espontaneidad casi infantil de Jimin. Aunque Suga no lo admitiera, había algo en la energía del menor que comenzaba a infiltrarse en su vida. Todo empezó con detalles pequeños, insignificantes, pero cada vez más difíciles de ignorar.
Por ejemplo, la sonrisa de Jimin cuando le traía algo dulce. Era una expresión que, aunque trataba de no mirarla directamente, quedaba grabada en su memoria. A veces, Suga incluso planeaba "accidentalmente" comprar cosas que sabía que a Jimin le gustarían, como chocolates o pequeñas golosinas. La forma en que sus ojos brillaban al recibirlas era extrañamente reconfortante.
Luego estaban los saludos. Cada mañana, sin importar lo temprano o lo tarde, Jimin se asomaba por la puerta de la cocina y murmuraba un alegre:
-Buenos días, hyung.
Por la noche, antes de desaparecer en su habitación, su despedida era igual de constante:
-Buenas noches, que descanse.
Al principio, Suga no respondía más que con un gruñido indiferente o un simple movimiento de cabeza, pero con el tiempo comenzó a sentir algo diferente. Había algo cálido en esas palabras. No era que las esperaba, pero cuando por alguna razón Jimin no las decía, el silencio se volvía incómodamente pesado.
A pesar de estas emociones emergentes, Suga mantenía su comportamiento cortante. Las respuestas breves, los comentarios secos y las miradas que rara vez se sostenían demasiado seguían siendo su forma de interactuar. No entendía cómo alguien tan irritante como Jimin podía ocupar tanto espacio en su mente...
Esa tarde, la casa estaba silenciosa. Suga y Jimin compartían la mesa en una cena sencilla que Suga había preparado. Ninguno hablaba; solo se escuchaba el leve tintineo de los cubiertos contra los platos. Para Suga, el silencio era cómodo, casi terapéutico. Pero para Jimin, era evidente que contenía algo más.
Suga podía sentir las miradas furtivas de Jimin desde el otro lado de la mesa. Levantaba los ojos de su plato de vez en cuando y veía cómo Jimin volvía la vista rápidamente a su comida, como si intentara disimular algo. Ese comportamiento, aunque irritante, despertaba en Suga una curiosidad que prefería no admitir.
Cuando ambos terminaron de comer, Jimin se levantó primero, llevando su plato al fregadero. Suga permaneció en su lugar, observando cómo el menor se movía con una especie de torpeza nerviosa. Antes de salir del comedor, Jimin se detuvo justo al lado de Suga.
-Hyung...
La voz de Jimin era suave, como si estuviera a punto de decir algo importante, pero antes de que Suga pudiera responder o preguntar, sintió un contacto inesperado.
Un beso.
Fue un roce rápido en su mejilla, tan ligero que casi parecía irreal. Suga se quedó completamente inmóvil, con los ojos abiertos de par en par, mientras Jimin, con el rostro enrojecido, murmuraba algo ininteligible y desaparecía hacia su habitación como si hubiera cometido un delito.
Suga permaneció sentado, aún en estado de shock. Levantó una mano lentamente para tocarse la mejilla, como si necesitara confirmar que lo que acababa de ocurrir no era un producto de su imaginación. Su mente, normalmente fría y calculadora, era ahora un torbellino de emociones y pensamientos desordenados.
Era la primera vez que alguien rompía tan abruptamente la barrera invisible que había construido a su alrededor. Y, para su sorpresa, no sintió el rechazo inmediato que esperaba. En lugar de eso, hubo algo parecido a una chispa, una sensación cálida que lo incomodaba y lo intrigaba al mismo tiempo.
-¿Qué demonios fue eso? -murmuró para sí mismo, más confundido que nunca.
Por el resto de la noche, Suga no pudo concentrarse en nada. El recuerdo del beso seguía apareciendo en su mente como un eco persistente. Se preguntaba qué había llevado a Jimin a hacer algo tan audaz y qué esperaba de él.
Cuando finalmente se levantó de la mesa para lavar los platos, notó que en la barra de la cocina quedaba un pequeño chocolate que había comprado el día anterior. Lo tomó en sus manos, observándolo durante varios segundos antes de soltar un suspiro y dejarlo en la puerta de la habitación de Jimin. No tocó ni dijo nada; simplemente se marchó a su propio espacio, dejando que la noche envolviera el extraño pero inevitable cambio que había comenzado a gestarse entre ellos.
Aquella noche, mientras intentaba conciliar el sueño, Suga no dejó de pensar en cómo una acción tan simple había desarmado por completo sus defensas. Sin embargo, no estaba seguro de si ese cambio era una amenaza... o algo que, en el fondo, había comenzado a desear.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro