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19

Hola, aprovecho para decirles que acabo de subir el prólogo de una nueva Adaptación 2yeon, la empezaré a subir cuando acabe está, que ya le faltan unos ocho capitulos.

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Nayeon POV.

—¡Hola, mi amor! —Jeongyeon habló de forma alegre mientras entraba por la sala y se arrojaba en el sofá a mi lado.

Como siempre hacía, me dio un tierno beso y siguiendo su más reciente manía, levantó mi abrigo y besó mi barriga, hablando con ella como una loca habla con cualquier objeto inanimado.

—Hola, linda.

—Tardaste hoy. —Dije, olvidando la película que pasaba en la televisión, rogando que mi voz no hubiera mostrado toda la hostilidad y ansiedad que había dentro de mí.

—Tuve varias reuniones de emergencia. —-habló desanimada. — ¿Ella te dio mucho trabajo hoy?

Cada vez que Jeongyeon hablaba de "ella" conmigo, se refería a nuestra hija. Lo había aprendido en las últimas semanas.

—No. Hoy fue un día tranquilo. No vomité ninguna vez. —Respondí, observándola agarrándose a mí y frotando la cara una vez más en mi ombligo. Su nariz me hizo un poco de cosquillas, así que me estremecí involuntariamente. Mi escalofrío, sin embargo, no pasó desapercibido para ella.

—Que bien. —La oí decir, mientras se alejaba repentinamente. Sentí el rechazo otra vez, y otra vez contuve las ganas de llorar y agredirla. — Voy a bañarme. El día de hoy fue agotador...

—Como todos los demás. —Dije de forma amargada. Ella notó mi mal humor, pero no dijo nada, volviéndose para ir al baño de su habitación.

Fue el baño más largo que Jeongyeon tomó en la vida.

O tal vez hubiera durado lo que sus baños solían durar, pero dado mi estado de ansiedad, ella parecía estar encerrada en el baño hacía unas semanas.

Estaba a punto de golpear la puerta, fingiendo estar pasándola mal, pero me contuve. Esperé pacientemente -o casi- solo queriendo que ella saliera pronto y disminuyera mi ansiedad.

Necesitaba hablar con ella.

Caminé por el cuarto, tratando de contenerme. Me quedé así por unos minutos, hasta que finalmente tuvo la bondad de reunirse conmigo otra vez.

—¿Está todo bien? —Preguntó, observándome en el rincón de la habitación, con los brazos cruzados.

—Quiero que te sientes. —Dije, sin rodeos.

—¿Por qué? —Ella replicó, su voz sonando un poco preocupada.

—Porque quiero hablar contigo.

Ella me miró ansiosa y, tomada por la curiosidad, se sentó en la punta de la cama, solo para que yo hablara pronto.

—¿Qué pasó? ¿Se trata de ella?

—No, ella está muy bien. —Respondí, sintiendo que mi sangre comenzaba a hervir.

—Entonces, ¿qué fue? ¿Quieres algo?

La miré por un momento, tratando de encontrar las palabras correctas para comenzar la conversación.

—Sí. Quiero una cosa.

—¿Qué es? —Se apresuró a hablar. — Sea lo que sea, sabes que puedes pedirlo...

—Quiero sexo.

Puede que aquello haya parecido un poco inapropiado, pero realmente no me importaba. Lo importante era transmitir el mensaje de la forma más limpia y clara posible.

Como Jeongyeon no respondió, finalicé mi pequeño discurso.

—Ahora, si es posible.

—Aham... Es que... —Ella dijo, moviéndose en el borde de la cama y mirando la pared opuesta. Pero yo ya estaba preparada para la excusa que vendría a continuación, fuese la que fuese. — Es que... Mi cabeza, me está matando...

—¿Y desde cuándo te volviste virgen? ¿Quién niega una follada a causa de un dolor de cabeza? —Dije, ahora completamente hostil.

Me miró sorprendida.

—Yo... Sabes que mi día fue agotador... —Ella comenzó, pero la interrumpí sin la menor educación.

—¡Yoo Jeongyeon, no seas mentirosa! Si te dijera que la estoy pasando mal, harías todo lo posible por llevarme al primer hospital. Pero como lo único que quiero es follar, después de SEMANAS de abstinencia, ¿estás indispuesta?

Ella no respondió, y al menos me complació el hecho de que no insistiera en la mentira.

—¿Qué rayos está sucediendo? ¿Por qué no pones un dedo en mí? —Dije, ya no consiguiendo más disfrazar mi completa indignación.

—Amor...

—¿Es porque voy a ser madre? Porque si es así, tengo que informarte que sigo siendo una mujer. —Hablé, de forma amarga e irónica.

—Lo sé...

—¿Entonces es eso? —Insistí, ya con ganas de llorar otra vez.

—¡No! ¡No es eso!

—¿Qué es entonces? ¿Ya no te sientes atraída por mí? —Pregunté, sintiendo un leve dolor en el pecho por el posible rechazo.

—¡Por supuesto que me atraes! —Respondió ella, casi mirándome con incredulidad.

—¿Es porque me estoy poniendo gorda? ¿Es mi barriga? ¿Mi cuerpo no está como querías?

Jeongyeon suspiró, y por un segundo imaginé que estaba empezando a perder la paciencia.

—Nayeonni, por favor, no digas tonterías...

—¿Te has encontrado con otras mujeres? —Pregunté antes de que pudiera pensar si aquella era una pregunta adecuada.

Ella amplió los ojos, tal vez por sorpresa o tal vez por indignación.

—¿Qué carajos estás diciendo? —Ella escupió, ahora realmente enojada.

—¿Cómo estás tratando esto tan bien durante todo este tiempo? —Hablé, ya temblando.

—¿"Tan bien"? ¡No sabes lo que estás diciendo!

—¡Si sé! ¡No me tocas!

—¿Y sabes lo difícil que es no tocarte cuando, cada noche, tienes tus sueños y te frotas en mí como una ninfómana?

La miré con una mezcla de vergüenza e indignación.

—¿Y por qué diablos te niegas a tocarme? ¿Por qué no me tomas de una vez? ¡Sabes que quiero!

—¿Porque estás embarazada?

Me quedé en silencio, intentando fingir que no acababa de escuchar aquello.

Traté de contener mi respiración, mas no ayudaba. Si Jeongyeon quería quitarle lo serio, lo había conseguido.

Aquello era para ser una pregunta, pero salió como una queja.

—¿Y CUÁL ES EL MALDITO PROBLEMA?

—No voy a meterme con mi hija ahí dentro. Si la lastimo...

Ya no estaba escuchando.

Era tan absurdo, tan increíblemente estúpido, que mi cerebro simplemente dejó de procesar lo que ella estuviera diciendo en ese momento.

Mi ira se multiplicó por veinte al saber que mi abstinencia forzada se daba únicamente por el hecho de que Jeongyeon era tan tonta hasta el punto de creer que algo completamente absurdo como aquello pudiera suceder.

—Tú... Tú... —Comencé, sin saber bien si gritar o ir hacia ella con un cuchillo. No puedes estar hablando en serio...

—Si la lastimo...

—¡NO PUEDES TOCAR AL JODIDO BEBÉ! ¡NI QUE TU POLLA MIDIERA MEDIO METRO! —Cerré, queriendo acuchillar cada parte visible de su cuerpo.

—No llames así a nuestra hija —Ella respondió, con un tono de voz indignado, pero obligándose a no gritar en el mismo tono, porque vio que yo estaba empezando a perder el control. Y eso obviamente la dejaba preocupada, a causa de nuestra hija. Como siempre.

Sin pensar, y solo porque no había nada más pesado cerca, agarré una de las almohadas esparcidas por el suelo, al lado de la cama, y la tiré con toda la fuerza en su cara. Era obvio que aquello no la había lastimado, pero de todos modos, me alegró poder agredirla de alguna manera. Aunque el resultado fuese patético.

—¡Idiota! —Grité, saliendo de la habitación lo más rápido, antes de que la lágrima de rabia que intentaba contener corriera por mi cara. — ¡Eres una idiota!

Cerré la puerta con fuerza, dejándola sola allí.

Jeongyeon POV

Me mantuve sentada, mirando la puerta cerrada, pensando cuál actitud sería mejor: Dejar que Nayeon enfriara la cabeza y llegara a la conclusión de que no valía la pena matarme, o ir detrás de ella e intentar calmarla, corriendo el riesgo de vida.

Ella tenía razón, yo era una perfecta ignorante sobre el sexo en el embarazo.

No sabía nada de los bebés, después de todo, era una mujer soltera que nunca pensó en tener un hijo. Pero ese embarazo me había tomado de sorpresa y confieso que no investigué mucho sobre el asunto después de saber que sería madre.

Sí, era probable que yo estuviera siendo patética.

De hecho, si fuese a tomar como referencia la reacción de Nayeon por mi confesión, estaba segura de que estaba siendo MUY patética.

Y como era lo suficientemente estúpida sobre ese asunto, realmente no sabía si corría algún riesgo de golpear a nuestra hija. Todo lo que me quedaba, entonces, era privarme de un pequeño placer.

Bueno, de un placer importantísimo.

Pero ahora, sentada allí, aún en la misma posición, empecé a encontrarme realmente idiota.

No sé por qué nunca había conversado con ella sobre eso. Tal vez temía que ella no entendiera, o me encontrara una completa ignorante. En cualquier caso, no tenía excusa.

Me levanté, tomando la decisión de ir tras ella y aclarar algunas cosas. Pero no llegué a dar ni un solo paso, porque Nayeon había entrado al cuarto bufando, con su móvil en la mano y los ojos muy abiertos.

Ella estaba más o menos como un osito cariñoso enojado, y eso sería adorable si no tuviera miedo.

Cuando extendió el aparato para que lo tomara, me desvié involuntariamente, pensando que me daría un puñetazo en la nariz.

Cuando entendí lo que quería, tomé el teléfono de su mano y traje el aparato al oído.

—¿Aló?

—Ah, buenas noches, Jeongyeon. Es el Dr. Carlos. —Lo oí decir, disfrazando el bostezo en su voz.

Miré a Nayeon y comprobé que su mirada todavía tenía un brillo increíblemente asesino. Por eso, aunque me sentía mal en interrumpir el sueño del médico -aunque fue ella quien lo llamó y lo despertó- continué hablando con él al teléfono.

—Ah... Buenas noches, doctor.

—Nayeon me llamó y me contó que hablaron.

Por la expresión que ella hacía, probablemente él ya sabía de todo lo que habíamos conversado.

_Sí... Hablamos... Más o menos.

—Me dijo que tiene algunas dudas acerca de la posibilidad de mantener relaciones sexuales en el periodo del embarazo.

Él estaba siendo educado, y yo lo sabía.

Tenía la seguridad de que Nayeon le había contado la situación a él de una forma mucho menos suave, con algunas palabras burlonas y maldiciones.

—Sí, yo... Yo realmente no sé si puedo...

Nayeon bufó de repente, y otra vez me moví de forma involuntaria lejos de ella.

—Jeongyeon, mira... Lo primero que quiero dejar claro es que no eres la única en tener esa duda. Muchas personas creen que el sexo durante el embarazo puede afectar al bebé de alguna manera y perjudicar la formación del feto, pero escucha bien lo que voy a decir: No hay problema en mantener relaciones durante la gestación. Su hija está bien protegida en el útero, y su órgano sexual no puede tocarla en lo absoluto. No hay posibilidad de que la lastimes. Pero, por supuesto, les aconsejo que dejen un poco de lado prácticas como el sexo salvaje y las posiciones más desafiantes del Kama Sutra. Lo importante es dejarla cómoda en cualquier posición que deseé. Repito: No hay manera de que puedas dañar al bebé. Al contrario, todo lo que tu hija siente es el reflejo de cómo Nayeon se siente. Si ella está bien, tu hija estará bien también. Por eso: Haz que tu mujer se relaje. El sexo ayuda bastante en esa parte, además de fortalecer los músculos del perineo, lo que ayuda a la hora del parto. Y si todavía hay dudas sobre otros métodos, deja que te explique: No hay problemas con el sexo oral o anal, con o sin eyaculación, siempre que haya higiene siempre. La masturbación también es liberal, y no te preocupes en cuanto a sus senos. Puedes hacer con ellos lo que hacías antes normalmente, pero como son más sensibles, ten cuidado de no lastimarla.

A pesar de que era desagradable oír todo lo que él me decía con Nayeon mirándome como si quisiera matarme en cualquier momento, intenté prestar total atención a esas informaciones.

—Y... Y puedo... Ya sabes... ¿Dentro de ella?

—Puedes eyacular dentro del canal vaginal sin el menor problema. También pueden permitirse alcanzar el orgasmo. Lo digo porque muchas mujeres tienen la idea equivocada de que los orgasmos pueden provocar un aborto espontáneo. Eso no es verdad. El sexo durante la gestación debe ser aprovechado al máximo, incluso porque sirve como válvula de escape para todas las ansiedades de ese período. Las relaciones sexuales durante el embarazo solo se deben interrumpir cuando hay sangrado o pérdida de líquido amniótico, pero esos casos son raros. Fuera de eso, ustedes son libres de involucrarse físicamente. No te preocupes, vas a hacer bien tanto para ti como para la niña.

—Bueno... Ok, gracias, doctor. Lo sentimos por interrumpir su noche...

—Está bien. Incluso esperaba esto. Nayeon estaba un poco molesta al principio de esta noche. Creo que tendrás que redimirte. —Dijo, riendo burlonamente.

—Ah... Sí, creo que sí. —Dije, sintiendo mi estado de ánimo volver gradualmente.

—Bueno, ¿Tienes alguna otra pregunta?

—No, gracias por las explicaciones.

—No hay de qué. Ahora disfruten el resto de su noche.

—Ok... Gracias una vez más. Buenas noches.

—Buenas noches.

El teléfono se cortó al otro lado de la línea, y entonces me di cuenta que ahora era el momento de afrontar toda la furia de una mujer embarazada e irritada delante de mí.

—Umm... —Empecé un poco torpe. — Lo siento, amor... Yo no sa...

Fui interrumpida por sus puños, golpeándome en todas los lugares posibles. Era exactamente como un osito de peluche debía golpear, excepto por el hecho de que dolía como el carajo.

—¡Ay! ¡Amor! —Intenté sostenerla, pero ella era rápida y escurridiza.

—¡Idiota! —Nayeon gritó, golpeándome con más fuerza.

Parecía que estaba siendo golpeada por una niñita.

—¡Eh! Fue malo para mí también... ¡Ay! ¡Nayeon!

—¡Jódete! ¡Mereces nueve años sin sexo por eso! ¡Tú... Tú... Estúpida cabeza de chorlito! —Ella puntuó, con otro golpe en mi hombro.

Pareciendo cansada de golpearme, ella se detuvo y se quedó allí, mirándome con la respiración cansada por el esfuerzo.

No reaccioné, solo esperando por el momento en que, después de la pequeña tregua, Nayeon volviera con todo, con golpes aún más fuertes e insultos más agresivos. Era obvio que yo podría usar un poco de la fuerza que tenía y sujetarla de verdad, inmovilizándola. Pero no haría eso, principalmente porque sabía que merecía cada golpe que recibía.

Sus manos estaban cerradas, sus ojos aún asesinos, pero ella no se movió más. Tal vez había entendido mal, pero consideré su actitud como una brecha para que yo actuara de la manera que quisiera.

Ahora era mía. Entonces, actué.

La agarré sin pensar si sería correcto, y si ella aceptaría. Encajé mis labios levemente en los suyos, como si estuviera pidiendo permiso.

Cuando percibí que había aceptado, presioné mis labios de nuevo, solo que ahora con un poco de fuerza y forcé mi lengua contra la de ella, sin dar espacio para un beso cariñoso.

La abracé con ganas, aunque tomaba cuidado de su vientre.

Como ataqué a Nayeon con un poco de fuerza, sabía que su cuerpo acabaría chocando contra la pared en algún momento, entonces puse una de mis manos detrás de su cabeza para protegerla. Cuando sentí la pared fría en los nudillos de mis dedos, los saqué de allí y agarré su espalda. Sentí sus dedos cerrarse con fuerza en mi cabello como siempre hacía, tirándome hacia ella. La empujé con más fuerza contra la pared, y cuando mantuve la pequeña distancia entre nuestras barrigas, ella se enfureció y agarró mi cuerpo por detrás, tirándome con violencia hacia ella.

—¿Puedes dejar de ser idiota? —Ella habló, completamente sin aliento contra mi boca y al segundo siguiente volvió a besarme con desesperación. Mis manos, aún en su lumbar, bajaron y la levantaron del suelo, forzando sus piernas a entrelazarse en mi cintura. Traté de mantener mis toques gentiles, pero estaba siendo muy difícil, principalmente porque ella no parecía querer gentileza.

Su cuerpo temblaba, y yo estaba segura de que no era de frío. Ambas estábamos incendiándonos, y me odié por saber que toda esa desesperación era culpa mía.

Sentía mi camisa ser tirada hacia arriba, y la saqué junto con el sujetador de cualquier forma, volviendo mis labios hacia su cuello. No necesitaba estimularla, pero sabía que mi nariz apoyándose en aquella zona dejaba a Nayeon simplemente loca.

—¡Dios... mío! ¡Fóllame pronto! —Ella se burló contra mi oído, y yo lo encontraría gracioso si no estuviera loca de deseo y completamente dispuesta a hacer lo que ella pedía.

Llevé a Nayeon en brazos hasta la cama, echándola allí y, desesperadamente, arranqué de una sola vez los pantalones de chándal que vestía junto con sus bragas. Aquel era el tipo de situación en que preliminares no servirían para estimular a nadie, porque nadie allí necesitaba estímulo.

Como ella no se opuso a mi prisa, pateé mis pantalones lejos de allí y fui a arrodillarme entre sus piernas, abriéndolas sin siquiera pedir permiso. Ella se quitó su camisa por su cuenta. Me coloqué en su entrada ya moviéndome hacia adelante, pero aún con cuidado.

Hacer aquello sabiendo que mi polla disputaba con mi propia hija por el espacio dentro de su cuerpo era raro, sabiendo, ahora, que no había ningún problema. Era un nerviosismo que necesitaba superar.

En contra de mis deseos más salvajes, la penetré lentamente, acostumbrándome a la sensación y, al mismo tiempo, recordando lo bien que se sentía tenerla de nuevo. Por supuesto que algunas semanas no fueron suficientes para hacer que olvidara cómo follar, pero fueron suficientes para hacer que mi tensión se triplicara, casi como una adolescente virgen.

Sostuve su cintura, jurando para mí misma que solo la penetraría con la mitad de mi polla. Obviamente, después de algunas embestidas, me di cuenta de que ya estaba metiendo todo dentro.

—¿Estoy lastimándote? —Pregunté, incluso sin saber cómo.

—No... —Ella suspiró, apretándose contra mí y encajando mejor su cuerpo en el mío. Respiré profundamente, tratando de mantener el control.

Entré milimétricamente en su interior, observando la forma en que su cuerpo se contorsionaba contra el mío. Era obvio que Nayeon no estaba satisfecha con aquella lentitud, porque ni yo misma lo estaba. Esto quedó obvio cuando, tal vez inconscientemente, empezó a moverse en un movimiento de ida y venida contra mi polla, curvándose en el colchón delante de mí y haciendo que empiece a temblar. Luché bravamente contra aquella escena, que me llamaba y me incitaba a hacer lo que ella quería.

Sabía lo que quería. Y sabía cuánto quería.

Pero entonces ella abrió los ojos y me miró. Ellos no pedían que hiciera lo correcto. Simplemente ordenaban.

—¡Al diablo todo! —Hablé para mí misma y sosteniendo con fuerza a Nayeon por la cintura, la penetré ahora con tanta voluntad que casi me desequilibro.

Si ella sintiera dolor, me avisaría.

Si no lo sintiera, solo Dios podría decir cuando aquello iba a acabar.

La oí gemir, pero por experiencia, sabía que eran gemidos puramente de placer. Dejé algunos sonidos escapar de mi propia garganta, ajena a cualquier cosa que no fuera aquella mujer.

Me incliné hacia adelante, manteniendo el cuerpo aún suspendido con los brazos estirados cada uno a cada lado de su cabeza, y la besé furiosamente. Ella retribuyó, cerrando las piernas en mi cintura y reforzando los movimientos que, ahora, ambas hacíamos al mismo tiempo.

La noche era bastante fría, pero yo estaba sudando.

Solo me fijé en ese detalle cuando sentí que sus manos se deslizaban en mi espalda, desesperadas por el apoyo. Nos giré en la cama abruptamente y cesé el beso, me puse de rodillas y la levanté haciendo que ella se sentara encima de mi regazo y dictara la intensidad de la velocidad de los movimientos. Y entonces ella me cabalgó, de aquella forma hermosa que solo ella sabía hacer.

—Maldita sea... Nayeon... —Yo respiraba e intentaba controlar el orgasmo al mismo tiempo, pero estaba fallando en ambos sentidos. Pasé las manos por su cuerpo, ya ligeramente modificado por el avance del embarazo. Me detuve en la pequeña barriga protuberante y me sentí increíblemente atraída por aquello, aunque, en condiciones normales, ese exceso no fuese atractivo.

Su cuerpo estaba cambiando, y yo lo encontraba muy sexy. Lo que, sinceramente, no tenía sentido.

Volví a mirarla y noté que su cara se contorsionaba en una expresión ya conocida. Ella estaba muy cerca de su propio clímax. Nayeon parecía hecha de gelatina, y yo necesitaba sostenerla antes de que ella simplemente se derrumbara en mi regazo. Por eso la abracé, haciendo una jaula alrededor de ella, mientras reforzaba nuestros movimientos. Sus dedos apretaron los mechones de mis cabellos con mucha fuerza, entonces sabía que era cuestión de pocos segundos hasta que explotara. Cuando sentí que su coño empezaba a abrirse y cerrarse contra mi polla, la apreté más contra mí y acerqué mi oreja a su boca, solo para oír el sonido que ella emitiría.

Oírla venirse era una de las sensaciones más estimulantes que existían.

—Ahhhhh... Así mierda...

No podía sostenerme, y antes de que ella pudiera dejar de gemir, yo ya me estaba viniendo también.

Después de algún tiempo, lo que pareció ser bastante, cuando volví a mí, ella todavía estaba en mi regazo, su cabeza descansando en mi hombro.

—Follar contigo siempre ha sido muy bueno... —Comencé, aún un poco tonta. — Pero esta vez fue... Maldición fue bueno para el carajo... Santos cielos.

—Quizás porque nos has privado de esto por semanas. —Ella replicó, completamente cómoda para ser sincera.

—¿Entonces quiere decir que cada vez que estemos un tiempo sin follar va a ser así de bueno? —Hablé, provocándola.

Ella levantó la cabeza y me miró. Aunque pareciera casi inofensiva ahora, vi un destello del brillo asesino de antes pasar por su mirada.

—¿Quieres ver a tu hija nacer? —Nayeon preguntó, seria.

—Quiero.

—Entonces experimenta dejarme sin sexo otra vez.

No tuve cómo dejar de reír. Ella continuó seria, pero enseguida me besó tranquilamente, segundos después empezando a profundizar el beso y haciendo que mi cuerpo, aún pegado al suyo, comenzara a hervir otra vez. Y empezamos a matar las nostalgias.

Una vez, dos veces, tres veces. Lo hicimos de todo.

Al final de la noche, ella parecía tan exhausta que tuve que servir de apoyo durante su ducha.

La llevé a la cama y envolví varias mantas en su cuerpo, protegiéndola del frío. Cuando terminé de arreglarme, me acosté a su lado, pero sabía que Nayeon ya estaba durmiendo. La abracé con firmeza, pero aún así, de forma suave.

Extendía mi mano en su barriga como siempre hacía, de cierta forma me disculpaba por incomodar la paz de mi pequeña princesa.

Era idiota, lo sabía, pero aún así, quería pensar que ella reconocía mi tacto y mis intenciones cada vez que me acercaba a ella.

Enterré la cara en los cabellos de Nayeon y cerré los ojos.

No necesité esperar mucho hasta que el sueño viniera, y segundos después, con un susurro casi inaudible incluso para el silencio de la habitación, deseé buenas noches a las dos mujeres de mi vida y, sin pensar en nada más, simplemente me dormí.

***

Nayeon POV

(Cuarto mes)

En aquel momento, estaba complemente transformada, y cambiaba continuamente día tras día. No era solo por la apariencia que se podía decir: Aunque mi barriga simplemente había decidido crecer de una sola vez, compensando los casi tres meses de disfraz, era también en mi humor que el embarazo se manifestaba.

Si al principio los cambios bruscos de comportamiento dejaban tanto a Jeongyeon como a mí un poco confusas, ahora parecían tomarnos por sorpresa.

Llegué a tener miedo de estar desarrollando algún tipo de bipolaridad, ya que a veces era tan solo cuestión de segundos para que mi humor cambiara radicalmente, con derecho a lágrimas y gritos.

Pero el Dr. Carlos nos aseguró que aquello era normal.

Al parecer, Jeongyeon empezó a tenerme un poco de miedo.

Por supuesto que gran parte de las veces, cuando peleábamos (siempre por motivos estúpidos, porque mi humor decidía entrar en crisis) ella no respondía lo que normalmente respondería solo porque tenía miedo de que, insistiendo en la discusión, mi nerviosismo alcanzara niveles peligrosos para el embarazo.

Pero en algunos momentos realmente la notaba un poco tensa, siendo excesivamente gentil y mansa. Y aunque eso solo me enervaba más, ella parecía decidida a ser el tipo de novia "todo-lo-que-tú-desees-amor."

La amenacé de muerte algunas veces, y tal vez porque parecía sincera, en un determinado momento ella pasó a sofocarme menos. Me sentí victoriosa solo hasta que el pequeño alejamiento trajo una sensación completamente absurda de abandono.

Después de mucho drama, las dos conseguimos balancear las oscilaciones que mi humor sufría, y entonces ella sabía cuándo era el momento de alejarse y cuando era el momento de pegarse a mí.

—¿Amor? —Ella gritó tan pronto como oí la puerta de la habitación ser cerrada.

—¡Habitación! —Grité de vuelta, todavía mirándome en el espejo enorme del clóset, solo en bragas y sujetador, exactamente lo que había estado haciendo durante los últimos diez minutos.

Jeongyeon entró ya con el vestido en la mano, deshaciéndose de los zapatos de tacón, parecía estar cansada.

No me moví, aún mirando el espejo.

Esperé que ella se pronunciara allí parada detrás de mí.

—¿Estás bien, mi princesa? —Preguntó, mirándome como quien mira una granada a punto de estallar. Asentí con la cabeza, luchando contra el puchero pre-llanto que comenzaba a formarse en mi rostro.

Ella obviamente percibió que no estaba todo bien, y por eso se acercó, besando mi cuello levemente mientras tiraba despreocupadamente su vestido en algún rincón, envolviendo sus brazos en mí enseguida.

—¿Estás segura? —Jeongyeon insistió, jugando con la punta de su nariz cariñosamente en mi hombro, pero aún mirándome por el reflejo con la máxima cautela.

El llanto vino desde mi garganta y se manifestó. Mi barbilla tembló y mi puchero se convirtió en una mueca.

—Estoy horrible. —Conseguí hablar, tratando de que no me temblara la voz. Ella suspiró contra mi cuello.

—Dime exactamente qué parte en ti es horrible. Porque no puedo verlo...

—Yo toda.

La lágrima que estaba en uno de mis ojos cayó.

—Amor... —Ella comenzó, con su voz suave y tranquila que demostraba toda la paciencia de un monje budista. — No estás fea.

—Estoy gorda... Y deforme...

—No estás deforme. Pero si nuestra hija está ahí dentro, tu piel y tus músculos necesitan estirarse.

Como de costumbre, ella extendió sus manos en mi barriga, no enorme, pero evidentemente desarrollada.

—No negaste que estoy gorda. —Empecé, sintiendo una profunda y estúpida tristeza.

—No estás gorda. —Ella dijo, besando suavemente mi oreja. — Estás hermosa.

—No estoy hermosa. Estoy enorme. Incluso tengo pechos ahora. —Me burlé de mi busto y Jeongyeon se rió.

—Eso no sucedió ahora. Tus pechos son mayores desde hace mucho tiempo. Ya lo había notado antes de saber del embarazo.

—¿Si lo habías notado, por qué no me dijiste? Yo no tenía idea. —Comencé, queriendo desviar un poco la conversación solo para intentar sentirme menos deprimida.

—Estoy segura de que si te lo hubiera dicho pensarías que te he llamado gorda.

Miré otra vez mi propio reflejo, recordando el tema original.

—Pero estoy gorda... —Lloré, haciendo pucheros otra vez.

Jeongyeon insistía en que era perfecta durante todo el tiempo, dándome toda la atención y cariño que yo quería, y me daba espacio cuando parecía que iba a atacarla.

Aunque todavía se mostraba un poco asustada cuando follábamos, esa estupidez parecía también ir mejorando gradualmente.

El Dr. Carlos me había advertido que, en algunos casos, el mal humor y la irritación de la madre en el embarazo podría afectar la relación entre la pareja, haciendo que el padre, o en el caso de Jeongyeon "madre" también, se vuelva más impaciente durante ese periodo. Pero aunque tuviera miedo de que eso sucediera, su humor no parecía cambiar con nada, ya sea por mi constante cambio de humor, por el exceso de trabajo o por el estrés de nuestra mudanza, que se daría de allí a una semana.

Yo, por otro lado, no podía saber cómo atender tantos sentimientos -tanto opuestos como complementarios- dentro de mí, todos luchando por su espacio a la vez.

No era inusual sentirse ansiosa, preocupada, afligida, explosivamente feliz y completamente emotiva, todo al mismo tiempo. Por eso, era en Jeongyeon que buscaba mi propio equilibrio, ya que todo lo que ella parecía sentir era una plena felicidad y una paz inquebrantable.

Su postura solo cambio un poco en un día determinado.

—Tengo que ir a un lugar. —Hablé, observándola envolver las porcelanas en periódicos para luego colocarlas dentro de una de las cajas de cartón. El apartamento ahora estaba extrañamente vacío, solo siendo llenado por las esquinas por más y más cajas de diferentes tamaños, apilados unos tras otros, aunque los muebles continuaban allí.

Ella me miró curiosa, dejando un poco de lado su trabajo.

—Ok... ¿Dónde?

Suspiré.

Sabía que no sería una conversación fácil, y por eso mismo me había preparado para aquello durante los últimos días.

—The Hills.

Se enderezó de forma sutil, casi imperceptible. Como si mis palabras la hubieran golpeado, pero ella no quería demostrar que había sido atrapada.

Por algún tiempo, todo lo que hizo fue mirarme, tal vez preguntándose si debería decir algo.

—¿Por qué... Por qué quieres ir allá?

—Tengo asuntos pendientes allí. —Dije, tratando de parecer casual mientras le extendía una hoja de periódico. Pero las porcelanas ya habían sido completamente olvidadas.

—No tienes ningún asunto allí.

La miré en tono de reprobación, mientras esperaba que ella misma notara que responder cuestiones de mi vida por mí no solo era inadecuado sino estúpido.

—Si los tengo. Quieras o no. —Mi voz salió seca.

—¿Qué vas a hacer allí? —Preguntó, empleando un nuevo tono de voz que mostraba más humildad que antes.

Una vez más, suspiré.

—Tengo amigas allí. Y no me importa qué tipos de amigas son o en qué circunstancias aparecieron en mi vida. Son amigas que no saben lo que sucedió conmigo después de que me fui completamente destrozada. Amigas que me ayudaron durante todos los momentos inmundos que pasé en aquella casa, y que merecen un mínimo de respeto y consideración. Necesito ir allá, aunque sea para disculparme, agradecer y decir que estoy bien.

No esperaba que Jeongyeon entendiera, pero me gustaría que respetara mi decisión. Aunque yo supiera que le desagradaba, mi conciencia no me permitía ir a Londres en dos días sin al menos despedirme de las únicas personas que, por un cierto momento de mi vida -un muy mal momento- me apoyaron y estuvieron a mi lado.

—Está bien. —Dijo después de varios segundos.

Jeongyeon no estaba feliz de estar de acuerdo con eso, pero tampoco parecía completamente dispuesta a hacerme cambiar de idea como pensé que lo haría.

—¿Está bien? —Le pregunté, aún un poco desconfiada.

—Pero voy contigo.

Consideré su respuesta, imaginando si aquello era bueno o malo.

No podría decirlo.

No ir sola hasta aquel lugar sería bueno, porque fantasmas se escondían allí. Pero, por otro lado, Jeongyeon estaba directamente ligada a algunos de esos fantasmas, y su presencia allí solo me haría recordar todo con aún más intensidad.

—No tienes que ir... —Comencé, tratando de hacer que ella considerara la posibilidad de dejarme hacer eso sola. Si ella estaba tratando de ser gentil, ese era el momento de pensar mejor en la situación.

—Sé que no tengo que hacerlo. Pero quiero ir contigo.

—¿Por qué?

—Porque quiero estar a tu lado. Sé que no va a ser fácil para ti, así que quiero estar allí. Incluso sabiendo que no va a ser fácil para mí también.

Era un motivo bastante concreto, era verdad. Sin embargo, tuve miedo de tocar una herida aún en proceso de cicatrización.

Lo que estaba en el pasado era lo suficientemente fuerte para conseguir arruinar mi felicidad de alguna manera, aunque no sabía exactamente cómo. Pero aquel era, definitivamente, un punto de mi vida que no necesitaba ser tocado, y solo yo tenía que lidiar con eso.

Jeongyeon podía y debía quedarse fuera de ese asunto. Pero ella también tenía el derecho de tomar sus decisiones. Y si su decisión era acompañarme, yo no intervendría.

No cuando estaba tan frágil.

No cuando realmente prefería que ella fuera, aunque en el fondo sintiera un miedo tal vez irracional de llevarla de vuelta a aquel lugar.

—¿Estás segura? —Pregunté, deseando que ella realmente pensara en las posibles consecuencias.

—Lo estoy. —Su voz salió decidida. Seguí mirándola desconfiada, aunque no había necesidad. Su postura era bastante firme, lo que dejaba claro que estaba segura de su elección.

—Está bien... —Finalmente hablé, y entonces Jeongyeon pareció querer poner un punto final en eso, volviéndose hacia los platos envueltos, aunque supiera que estaba todavía distraída. También quería que ese asunto muriera, pero no antes de terminarlo de la forma que necesitaba terminarse.

Dejé las hojas de periódicos sobre la mesa y me acerqué a ella, abrazándola por detrás de forma cariñosa.

—¿Vas a estar bien? —Pregunté sin poder ver su cara.

—Lo estaré. No te preocupes. —Ella respondió, dejando de envolver nuevamente la porcelana.

—Está bien, gracias por eso. —Dije, besando su espalda con una genuina gratitud.

Me retiré de la sala segundos después, dejándola sola con el resto de la limpieza.

***

Cuando Jeongyeon finalmente apagó el coche en la familiar, estrecha y vacía calle adoquinada, mi corazón pareció acelerarse aún más.

El viaje hasta allí, aunque relativamente rápido, pareció ser una pequeña tortura, ya que todo lo que había hecho durante el recorrido fue imaginar lo que le diría a las personas con las que estaba a punto de reencontrarme.

No solo eso.

Tenía que explicarles por qué desaparecí y no di noticias. Tenía que explicar lo que había sucedido conmigo durante esos meses. Tenía que pedir disculpas por haber sido completamente negligente.

Y no sabía cómo hacer todo aquello.

Pero era la sensación de estar allí de nuevo lo que más me movía. Aquel lugar me traía recuerdos, casi todos malos. Sin embargo, no había que olvidar que fue precisamente allí donde mi vida empezó a cambiar.

—Deberían haber ido a nuestra casa. —Jeongyeon habló de repente, asustándome un poco. — No deberíamos haber venido aquí.

Me di cuenta de que ella miraba fijamente el volante, y tuve la certeza de que aquello era solo una estrategia para no mirar alrededor y recordar el tiempo en que ella también andaba por allí.

Era obvio que no estaba cómoda y que no quería tocar otra vez ese punto del pasado.

Un punto que teníamos en común.

Pero yo tenía que enfrentarme.

Era algo por lo que sabía que tendría que pasar, si quería superar de una vez todo lo que me sostenía a aquel lugar.

Me limité a negar con la cabeza, y aunque sus ojos no salían del volante, sabía que ella podía verme por su visión periférica. Probé mi respiración algunas veces, tratando calmarme y recordando que mi hija no tenía absolutamente nada que ver con que perdiera el control e incomodara su paz.

—Todo irá bien. —Hablé, queriendo convencerla a ella y a mí misma que aquello era verdad.

Ella no respondió.

Cuando entendí que aquella ansiedad solo pasaría cuando finalmente hiciera lo que tenía que hacer, desabroché el cinturón de seguridad y abrí la puerta. Jeongyeon repitió mis movimientos enseguida, y fue exactamente en ese momento que Scarlet salió a la calle a través de la puerta que daba a la cocina, sosteniendo un cigarrillo recién encendido y girando en la dirección opuesta a la que estábamos, sin vernos allí.

Ella caminó despreocupadamente por la calzada, a pasos lentos, inhalando el cigarrillo y soplando hacia arriba el humo de forma distraída. Llené mis pulmones de aire y de coraje, solo para llamar su atención.

—¿Scarlet? —Llamé en un tono que ella escuchara, e inmediatamente Scarlet se volvió para ver a quién pertenecía el llamado.

Cuando me miró, dejó de soltar el humo del cigarrillo en medio del proceso, y yo incluso podía imaginar que su expresión de absoluta sorpresa se daba simplemente porque me estaba viendo allí, después de tantos meses sin tener alguna noticia mía.

Pero yo sabía perfectamente que la mitad de aquella mirada de incredulidad se daba porque Jeongyeon estaba parada a unos metros de mí, mirándola también.

La otra mitad era debido al tamaño de mi barriga, ahora discretamente visible incluso debajo de la chaqueta que vestía.

Después de algún tiempo -lo que parecía ser una eternidad- ella consiguió volver en sí, tal vez por la percepción del resto del humo que debía ser expulsado quemando sus pulmones. En cualquier caso, ella decidió hablar también.

—Shasha... —Scarlet comenzó, repitiendo el mismo camino que hacía entre mi cara, el rostro de Jeongyeon y mi barriga. — ¡Hola!

—Hola. —Le respondí, sintiéndome extrañamente tranquila.

—Tú... —Ella continuó, ahora mirando, solo mi barriga. — ¿Por dónde has estado? Te buscamos tanto...

—Lo siento... No quería que se preocuparan... —Respondí, caminando hacia ella y haciendo que la distancia entre nosotras disminuyera.

Durante todo el recorrido, sus ojos se mantuvieron congelados en mi ombligo. Fue solo cuando estaba parada directamente frente a ella que se movió de repente.

—¡Ay, mierda! —Dijo, mirándome asustada y tirando lejos el cigarrillo, obviamente preocupándose por el humo cerca de una embarazada. Sonreí, recordando por un momento por qué me agradaba.

—Ahm... Hola, Jeongyeon.

No oí su respuesta, pero me imaginé que ella debía haber asentido.

La simple interacción de Scarlet con Jeongyeon, por un momento, me había hecho pensar en cosas extrañas. Estaba ahora en el papel de novia embarazada, y para bien o para mal, sabía que mi novia ya había dormido con ella.

Con ella y con todas las chicas que encontraría dentro de aquella casa.

Por supuesto que, en la época, yo estaba en la misma situación de Scarlet, lo que no sería tan raro de recordar si Jeongyeon no estuviera allí, a pocos metros de nosotras dos, haciendo ese momento extraño en muchos niveles diferentes.

Eso era surrealista. E incómodo.

—Shasha... Qué pasó... ¿Cómo fue que... —Se detuvo, suspirando e intentando organizar sus pensamientos, o al menos ordenar las preguntas en una lista de prioridades. — ¿Estás bien?

—Lo estoy. Siento no haber dado noticias, pero mi vida ha estado un poco loca en ese tiempo.

—Sí... Loca... —Ella comenzó, esperando unos segundos hasta llegar más cerca de mí y hablar en un tono más bajo, como si fuera algún secreto que Jeongyeon no pudiera saber. — ¡Puta mierda, Nayeon, estás embarazada! ¡Eso es una locura!

—Lo sé. —Sonreí de forma involuntaria, lo que hizo que Scarlet soltara una risa sofocada también. — Quería conversar con ustedes... Explicar las cosas... ¿Samantha y Selena están ahí?

—Tienes suerte. Selena estaba tratando de llevar a Samantha de shopping hace unos minutos. Todavía no han salido.

—Bien. ¿Puedo entrar? —Pregunté, apuntando hacia la puerta que conducía a la cocina de la casa.

—Claro, ven.

Ella caminó hacia adelante, abriendo la puerta para que entrara.

Jeongyeon permanecía siguiendo cada paso, muy quieta y callada.

Entramos en la cocina grande y oscura. No había nadie allí, excepto nosotras tres. Por lo que podía notar, el lugar estaba silencioso, probablemente por ser sábado, el día libre de las chicas.

No había planeado aquella visita por eso, pero ahora estaba extrañamente satisfecha por haber tenido suerte de elegir un día del fin de semana.

No es que no quisiera encontrarme con todas las chicas y despedirme de cada una de ellas, sino porque tener que lidiar con pocas de ellas, de una forma u otra, hacia la situación más difícil.

Afortunadamente, las pocas que allí estaban eran precisamente el motivo de mi visita.

—Voy a llamarlas. Sabes dónde está todo, puedes servirte lo que quieras.

Scarlet salió de la cocina y me dejó sola con Jeongyeon. La miré, intentando por algún milagro entender lo que estaba sintiendo.

Fue difícil.

No solo porque no hablaba, sino porque su expresión parecía demasiado neutra. Como si estuviera haciendo un enorme esfuerzo para no dejarse sumergir en ese ambiente.

Me pareció mejor no dirigirle la palabra.

Si ella tuviera algo que decir, hablaría.

Tomé una de las sillas de la gran mesa central y me senté, esperando a Samantha y Selena. Jeongyeon estaba en el rincón más oscuro de la cocina, con las manos en los bolsillos y los ojos fijos en las baldosas del suelo. Parecía querer estar allí, pero no ser notada. Casi un minuto después, las voces de las tres comenzaron a sonar más cercanas. Miré la puerta que conducía al resto de la casa, esperando a que aparecieran allí. Scarlet fue la primera, literalmente empujada por los pequeños brazos de Selena.

Cuando me vio, se detuvo abruptamente en el mismo lugar en el que estaba, como si sus pies hubieran sido clavados repentinamente al suelo. Esto hizo que Samantha, que venía distraída por detrás, chocara con ella e hiciera que el principio de una palabrota se formara. Lo que fue interrumpido cuando ella también puso los ojos en mi vientre e inmediatamente, se llevó las manos a la boca.

Y entonces la escena parecía congelada, excepto por Scarlet, que contenía su risa mientras nos miraba. Selena, Samanta, Jeongyeon y yo permanecíamos inmóviles, tal vez todas esperando por la primera que tendría el coraje de lanzar la primera palabra en el silencio.

—Eh, ¿puedo grabar la reacción de la próxima persona que entre aquí y te mire? ¡Es tan gracioso! —Scarlet habló, tomando la ventaja de haber pasado por la sorpresa inicial.

Me reí, pero no respondí, queriendo que las dos figuras petrificadas delante de mí volvieran a la vida.

—Hola... —Comencé, aún con un tono bajo, queriendo que los ojos de las dos salieran de mi vientre y volvieran a mi cara.

Samantha me miró.

Selena permaneció inmóvil.

—Tú... —La primera comenzó, sacando lentamente las manos de su boca. — Te embarazaste de un cliente...

—No soy un cliente. —La voz de Jeongyeon sonó fría, aunque educada, en la esquina oscura de la cocina, llamando la atención de Samantha y sacando a Selena de su estado catatónico.

Nadie la había visto allí.

Era claro que no podían imaginar que había dejado de prostituirme. El pensamiento de Samantha era un pensamiento bastante coherente, pero eso no fue suficiente para hacer que Jeongyeon se contuviera.

Al mirarla, su expresión se transformó gradualmente de una completa sorpresa a una expresión de rabia.

—Fuiste tú... —Ella comenzó.

—Fui yo. Y no soy una cliente.

Ella continuó mirándola, pensando en las próximas palabras para ser lanzadas. Y si yo conocía a Samantha y aquella expresión de furia, eran palabras que la lastimarían.

—Me sorprende mucho que no hayas huido también cuando supiste que ibas a ser madre.

Le había dolido, y lo sabía únicamente porque conocía bien a Jeongyeon. Su expresión, sin embargo, se mantuvo inmóvil, como si Samantha solo le hubiera dicho que era una tonta.

—Yo jamás lo haría.

—¿Decidiste dejar de ser cobarde y aceptar lo que sientes?

Comencé a pensar que ella tal vez estaba siendo dura, pero sabía que aquello era fruto de un odio acumulado por el periodo en que me quedé en aquella casa con una profunda depresión después de que Jeongyeon me abandonara.

Samantha siempre tomó mis dolores con mucha facilidad, y yo me acordaba de los insultos y de las amenazas de muerte que ella profería a plenos pulmones cuando me veía llorando en las almohadas.

Quería intervenir.

Pero, por algún motivo, me pareció mejor que se arreglaran.

No quería que Samantha la odiara, y sabía que, sea lo que sea que iba a responder, Jeongyeon no la agrediría. Estaba segura de que todavía se culpaba de todo lo que me hizo pasar, así que, por lo menos, concordaba con todo lo que Samantha decía.

—Sí. —Ella respondió la pregunta, de forma simple y puntual. Tan simple que visiblemente dejó a Samantha, que quería un motivo para continuar la discusión, sin respuesta alguna. El silencio se prolongó una vez más, lo que fue suficiente para que Selena volviese a mirarme como quien ve un elefante en una cocina.

—¿Con cuánto meses estás? —Ella habló por primera vez, tomada por la curiosidad e ignorando a Jeongyeon solemnemente.

—Cuatro. —Respondí, llevando la mano a mi barriga involuntariamente. Selena sonrió de forma sencilla, tirando de la silla más cercana y sentándose también.

—¿Ya sabes el sexo?

—Niña. —Hablé, no conteniendo la sonrisa que se formó en mis labios. Samantha vino a sentarse a mi lado, ahora ignorando a Jeongyeon también, exponiendo mi curiosidad y extendiendo la mano tímidamente, hasta tocar en mi barriga por encima de la chaqueta.

—¿Ella ya patea?

—No aún no.

—¿Es verdad que el humor cambia a cada hora? —Scarlet decidió entrar en la conversación, acercándose también. — Dicen que las embarazadas parecen sufrir de bipolaridad.

—Sí. Es un poco irritante, de hecho. —Reí bajo, haciendo que las tres me acompañaran.

Jeongyeon estaba oficialmente olvidada a esa altura, pero por algún motivo, pensé que era exactamente lo que quería.

—¿Y tú estás... Feliz? —Selena habló otra vez, y las tres me miraron, esperando la respuesta. De repente, me sentí culpable por no dar ninguna explicación a las pocas personas que realmente se preocupaban por mí.

—Mucho. —Respondí, haciendo fuerza para no mirar a Jeongyeon y no hacer aquella cara de tonta enamorada que siempre hacía. — Lo siento por la falta de noticias. Mi vida estaba un poco desordenada.

—Lo estamos viendo. —Samantha dijo, de buen humor.

—Te buscamos mucho. —Selena habló, y por algún motivo oía un dolor más grande en su voz que en las voces de las otras dos. — ¿Dónde estás ahora?

Esta vez, no pude evitar mirar a Jeongyeon. Como si finalmente estuviera entendiendo hacia dónde iba el asunto, ella se apartó de la pared y se fue a la puerta.

—Voy a esperar en el coche. Cualquier cosa, llámame. —Dijo, mirándome con cariño, y como si exigiera demasiado de su propio orgullo, levantó la cabeza hacia las tres chicas que me acompañaban. — Realmente lo siento mucho.

Sin decir nada, Jeongyeon se retiró, dejándonos a solas allí.

No sabía qué sentir en ese momento.

Quería que ella se quedara, pero sabía que Jeongyeon no solo se sentía más culpable ahora que nunca, sino que también estaba siendo juzgada por las tres chicas que me hacían compañía.

Era obvio que no podía exigir de ellas lo contrario, pero no podía dejar de sentir una extraña lástima de ella. Incluso sabiendo que lo que había hecho era difícil de olvidar, y que, en el fondo, todavía me dolía.

—Estoy viviendo con ella. —Dije, confiando en comenzar aquella conversación. — En su casa.

Las tres ampliaron los ojos simultáneamente, y eso sería muy divertido si no supiera que tendría que responder a una avalancha de preguntas.

—¿Cómo es? —Scarlet comenzó.

—¿Te llevó a su casa? —Los ojos de Selena brillaban locamente.

—¿Desde cuándo? —Samantha preguntó, haciendo un esfuerzo por mantener la boca cerrada.

Suspiré.

—Desde diciembre.

Las tres se quedaron en silencio, todavía mirándome.

Por un buen tiempo.

Por eso, empecé a hablar.

—Después de irme de aquí, en noviembre, me fui a vivir al lugar donde vivía antes de que Yeji me encontrara y trajera aquí. Era un lugar horrible, pero fue lo que se me vino a la cabeza cuando me di cuenta de que no tenía dónde vivir. Afortunadamente, conseguí alquilar un departamento allí, y estuve intentando arreglar mi vida. Recuerdan cómo estaba, entonces no voy a detallar nada. Pasé un mes en ese estado, y cuando la batería de mi celular decidió acabarse, lo dejé olvidado en algún rincón. Todo lo que quería era conseguir un empleo en algún lugar, pero después de que un día un hijo de puta decidió reconocerme como... Lo que yo era, creo que me rendí. Volví a la calle, para reanudar lo que hacía, y fue justamente ahí donde encontré a Jeongyeon... O, mejor, ella me encontró. Resumiendo la historia: Estuvimos juntas esa noche. Al día siguiente me llevó a su casa, y confesó que estuvo enamorada de mí todo ese tiempo. Y que solo huyó porque era una idiota. Me dio un anillo de compromiso cuando fui a pasar la Navidad en la casa de sus padres en Londres, y me voy a mudar pasado mañana. Hace dos meses descubrí que me quedé embarazada de ella la primera noche que follamos, porque fui lo suficientemente descuidada como para romper el condón. Pero a ella no le importó, porque pretende tener dos hijos más después de casarnos...

—¡Mierda, calma ahí!

La voz de Scarlet salió chillona, y no pude contener la risa. Bueno, tal vez yo había hablado así a propósito.

Esperé, pero nadie dijo nada más. Me pregunté si estaban esperando alguna explicación mía, aunque no sabía exactamente qué explicar.

—Cuando llegaste con esa barriga aquí... —Selena empezó de repente, asustándome un poco. — Pensé que había sido un accidente de trabajo. Pensé que habías sido descuidada con un cliente. Imaginé que Jeongyeon asumiría al niño y pagaría sus gastos, pero nada más que eso.

Miré a Samantha y Scarlet, que me miraban con los mismos ojos que Selena.

—¿No es eso, verdad? No eres más una chica de compañía. No es una cliente. Ella es tu...

—Novia. —Scarlet dijo, antes de que yo misma pudiera completar la frase de Selena.

Asentí con la cabeza.

Casi como si hubieran ensayado, las tres suspiraron juntas.

—Ay, Dios mío... —Scarlet empezó con la voz todavía aguda. Selena literalmente brinco en la silla, y Samantha agarró mi mano izquierda.

—¡Lo sabía! ¡Sabía que le gustabas! ¡Siempre lo supe!

—Todo el mundo lo sabía. —Selena dijo, tratando de mantener la calma, aunque sus ojos también brillaban.

—Bueno... Yo no lo sabía. —Dije, un poco avergonzada.

—Porque tú siempre has sido medio lerda. —Scarlet respondió, ahora con una sonrisa de oreja a oreja,

—Gracias. —Dije, un poco irónica, pero no me importó realmente su sinceridad. — Solo vine para agradecerles por todo. Y disculparme por no haber dado noticias. Y decirles que estoy bien...

—¡Yo estoy bien! —Selana me interrumpió. — ¡Tú estás en algún tipo de cuento de hadas!

No respondí.

Era verdad, experimentar mi propio cuento de hadas era algo que no tenía precio.

Era un sensación inexplicable.

—¿Y cómo es? —Samantha me trajo de vuelta a esa realidad. — ¿Cómo es estar enamorada y ser correspondida?

La miré y me di cuenta de cuán terrible era la pregunta.

Yo sabía cómo era estar en su posición: éramos objetos. Yo había sido uno, desprovisto de cualquier buen sentimiento. Nadie cultivaba ningún tipo de afecto por nosotras, porque éramos prostitutas y estábamos allí para una sola cosa. Éramos fácilmente reemplazadas, y eso nos daba la sensación de que nuestra importancia era nula. Estar enamorada y ser correspondida era exactamente lo opuesto de todo aquello.

Y yo tenía una suerte absurda de estar en esa posición.

—Es, sinceramente, la mejor sensación del mundo.

Si ellas estaban tristes, no lo demostraron.

Me pregunté hasta qué punto las tres podrían estar felices por mí sin darse cuenta de que sus propias vidas estaban vacías, así como la mía lo estuvo un día.

Samantha tocó mi barriga de nuevo, tal vez inconscientemente.

—Espero, desde el fondo de mi corazón, que ustedes sean muy felices. —Ella dijo, y de repente sentí unas ganas casi incontrolables de llorar.

—¿Puedo tener envidia de ti? —Selena preguntó en un tono completamente inocente y me reí.

Ella podía tener envidia de mí. En su posición, yo también la tendría.

—La vida de aquí nunca fue para ti, de todos modos. —Scarlet comenzó. — Si había alguien que tenía que salir de esto, eras tú. Londres te hará bien.

Como una oleada, lágrimas gruesas y pesadas empezaron a escurrirse por mi cara.

Está bien, podría culpar a las hormonas del embarazo más tarde.

—Las echaré de menos. —Dije, ya abrazando a Samantha y a Selena tan fuerte que probablemente las estaba lastimando. Ellas comenzaron a llorar también, pero Scarlet se mantuvo fuerte y firme.

—Me niego a llorar por eso. —Ella habló sonriendo, mientras me abrazaba. — Y si no te volvemos a ver, al menos sabemos que estarás bien. Eso es todo lo que importa.

Ella tenía razón, pero aún así, no pude evitar sentirme triste al saber que iba a estar alejada de ellas. No era por no haber mantenido contacto durante los últimos meses, sino que al mudarme tan lejos, un eventual reencuentro sería mucho más difícil de existir.

Aquel viaje ayudaría a enterrar más de las mierdas de mi pasado, pero era triste saber que lo poco bueno que existía en él también sería enterrado.

—¿Shasha?

Me giré hacia la puerta que daba al resto de la casa, de donde venía la voz que me llamaba.

Yeji me miraba con la misma expresión que las chicas, cuando me vieron por primera vez. Sus ojos estaban congelados en mi vientre. Limpié las lágrimas para conseguir verla mejor.

—Hola, Yeji.

Ella continuaba estudiando el volumen de mi barriga, como si buscara alguna explicación para aquello. Después de algún tiempo procesando aquella información y tal vez entendiendo de qué se trataba, me miró a los ojos.

—Ella te encontró, ¿verdad?

Tardé un poco antes de responder.

Quería entender lo que significaba esa pregunta. Si mis suposiciones eran ciertas, Jeongyeon había venido hasta Yeji para buscarme. Y ella nunca me había dicho eso, tal vez porque yo misma nunca había preguntado cómo me había encontrado.

—Sí.

—¿Dónde?

—En el mismo lugar que me encontraste.

Ella suspiró, pareciendo tranquila.

—He visto otros casos con la misma historia. Ninguno de ellos terminó bien. Tengo que confesar que me siento feliz porque tu caso haya sido diferente. Principalmente porque pude ayudar de alguna manera.

La miré con curiosidad, pero no necesitaba preguntar nada. Yeji era rápida.

—Ella vino aquí. No sé cuánto tiempo tardó hasta que te encontrara, pero estaba un poco desesperada por encontrarte. Le di la dirección que tenía y, después de ese día, nunca más la volví a ver.

Seguí mirándola, pensando en qué decir. Yeji no necesitaba haber ayudado a Jeongyeon. No había ganado nada con eso, aunque tampoco había perdido. No le costaba nada decirle que simplemente no sabía dónde estaba, incluso porque esa era la verdad.

Pero ella quería que Jeongyeon me encontrara.

—Gracias, Yeji. —Dije, genuinamente agradecida con ella. No solo por eso, sino porque me dio tiempo cuando se lo pedí. Por haberme entendido, aunque no lo necesitaba, y por, en cierto modo, haberse preocupado por mí.

—No me agradezcas. Lo que te sucedió es exactamente lo que quería que hubiera pasado conmigo. Sentía la obligación de ayudar, y estoy segura de que cualquiera haría lo mismo, porque cualquiera aquí quisiera estar en tu lugar ahora. Lo mejor que tienes que hacer, como gratitud, es aprovechar la oportunidad que tienes y ser feliz.

Sabía que tenía razón.

Sabía que esa no era la vida perfecta para nadie allí, aunque todas ellas fingían lo contrario, día tras día. Sabía que había tenido la suerte que esas chicas no tuvieron y tanto querían, y sabía que, incluso por obligación, tenía que hacer que mi oportunidad valiera la pena. Pero eso no sería difícil.

—Gracias por todo. —Repetí, ya demasiado emotiva para mantener mi cara seca. — Creo que te debo buena parte de mi vida.

—Tarde o temprano, se acabarían encontrando de nuevo. Solo le di un atajo. —Ella dijo, guiñando para mí, y tal vez por primera vez vi a Yeji sonriendo de verdad.

Aquel encuentro no había sido fácil. Pero no fue, ni de lejos, tan difícil como yo pensé que sería. Había sido así cuando conocí a la familia de Jeongyeon, y había sido así en esta ocasión también.

Tal vez tenía la manía de sobreestimar todo lo que sucedía a mi alrededor.

—¿Estás bien? —Oí su voz preguntándome por tercera vez en menos de cinco minutos, desde que había salido de The Hills y la encontré a mi espera, apoyada en el coche.

—No te preocupes. Estoy más ligera. Tuve que hacer esto.

Ella lo sabía, pero aún así estaba preocupada de que aquel encuentro pudiera haber afectado mis nervios de alguna manera. Lo que era hasta un poco divertido, ya que la persona más sacudida allí era, visiblemente, ella.

—¿Y tú? ¿Estás bien? —Pregunté, queriendo mostrarle que había notado su incomodidad.

Ella suspiró, apretando los dedos contra el volante mientras conducía y volvía a mirar la calle.

—Simplemente no me gusta ese lugar.

Sabía eso. Sabía incluso que era complicado intentar empezar a explicar la razón detrás de aquel ambiente incómodo.

—Lo sé. De todos modos, esa fue la última vez que fuimos allí.

—¿Y tú estás bien? —Ella insistió.

—Ya te dije que sí, Jeong. —Mi voz salió impaciente. Supuse que ella estaba insistiendo solo porque yo no podía dejar de llorar.

—Está bien.

No hablamos más durante el regreso a casa.

Yo estaba un poco triste, pero estaba en paz.

Ahora ya no había más pendientes que me sostenían a aquel lugar, o incluso a aquel país.

Podría irme ahora, sin que mi conciencia me torturara con lo que yo había tenido que hacer. Pero era difícil decir adiós a las únicas amigas que tenía.

Después de ellas, la única persona a la cual me había acercado era Jihyo, y ella también se quedaría allí.

Una extraña soledad me fue tomando poco a poco, y no hubo que decir ni una sola palabra para que Jeongyeon lo notara. Por eso, durante el resto de aquel día y el siguiente, se esforzó en distraerme, incluso dejando que la ayudara con las cajas de la mudanza (pero sin nunca permitirme levantar algo más pesado que una almohada).

Habló conmigo la mayor parte del tiempo, enumerando las muchas cosas buenas que Londres tenía.

Y sin que me diera cuenta, mis últimas horas en Corea habían pasado.

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