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18

Nayeon POV.

Desperté con el canto de un pájaro en alguna parte. No recordaba tener un sueño tan leve, por lo que la sensación de simplemente arrancarme de mis sueños tan fácilmente era extraña. Pero no me importó.

Me levanté, aún con los ojos cerrados, volviéndose completamente en la cama y, en el proceso, dándome de cara con Jeongyeon. Ella vestía un conjunto básico –gris – pantalón de chándal y camisa simple. Me acordé que la noche anterior no llegué a verla sacarse la ropa antes de que ambas cayéramos en el sueño. Por eso, todo indicaba que ella ya estaba despierta durante algún tiempo, aunque sus cabellos todavía estaban un poco húmedos del baño que no la vi tomar.

Ella me miraba de forma seria. Sus ojos estaban claros y traslúcidos aquella mañana que parecían ser hechos de vidrio.

—¿Adivina? —Ella habló, todavía mirándome, a pocos centímetros de mí, con una expresión de ansiedad y sorpresa. Aún confusa por el sueño, no me di cuenta de que parecía un poco divertida. Por eso, aquella pregunta, tomándome desprevenida, me asusto.

—¿Qué pasó? —Pregunté, ya preocupada, tratando de dejar mi voz clara, aunque todavía my ronca.

—Voy a ser madre.

La miré por un buen rato, tratando de poner los pensamientos en orden y finalmente entendiendo lo que ella estaba diciendo. Enterré la cara en la almohada y murmuré contra el.

—¡No me asustes así!

La oí reír a mi lado, mientras besaba mi cuello de una manera tierna.

—Pero es verdad, ¿no te contaron? —Ella comenzó, respirando contra mis cabellos, mientras un brazo envolvía mi cintura. — ¡Voy a ser madre!

—Me contaron. —Provoqué, aún contra la almohada. — Antes incluso de contarte a ti.

Sentí su abrazo aflojar un poco a mi alrededor.

—Sí... Debería haber estado en ese momento.

La miré otra vez, tal vez queriendo disculparme por algo.

—No sabía lo que era... Pensé que era otra cosa... Lo siento.

—Está bien... —Ella dijo, peinando hacia atrás con los dedos mi cabello, pero aún así conseguí ver un pequeño rastro de una tristeza verdadera por no haber recibido la noticia junto a mí.

—Puedes seguir de cerca el embarazo a partir de ahora. ¿Ya es algo, no?

Ella sonrió de una forma un poco maléfica, y por un momento tuve miedo de lo que pasaba en su cabeza.

—Ah, no te preocupes. Estaré muy presente.

En el mismo momento que mi respuesta se daría, su teléfono sonó en la mesita de al lado. Ambas miramos el teléfono, pero ninguna de las dos se movió.

—¿No vas a atender? —Pregunté, cuando me di cuenta de que Jeongyeon parecía un poco lejos de ese acto.

—¿Crees que es necesario? – Me preguntó, con una cara triste.

—Puede ser alguien importante. Alguien queriendo hablar contigo.

Ella soltó un murmullo de descontento y se alejó de mí con reticencia, rodando en la cama para alcanzar el aparato que aún sonaba con la misma música irritante.

—Oh, por supuesto... —Oí que decía después de ver la identificación de quien pertenecía la llamada. Cuando ella volvió a acostarse a mi lado, atendió la llamada sin posicionarlo cerca de su oído. Miré la situación un poco curiosa.

—Estás en altavoz, mamá.

Era Sun-hee. Tal vez su instinto materno le hubiera advertido de que era una buena hora para llamar y enterarse de la vida de su hija.

—Jeongyeon...  —La oí decir, y su voz sonaba extrañamente controlada. Al igual que estuviera forzándose para no llorar. — Dahyun me llamó...

—Me extrañaría si aquella chismosa no te hubiera llamado. —Dijo en buen estado de ánimo, mirando débilmente el celular, igual que yo.

Recordé que la noche anterior, Dahyun había llamado a Jeongyeon. Pero yo no sabía el contenido de la conversación que tuvieron, porque además de haber sido rápida, pocas palabras habían sido intercambiadas. Entonces, Dahyun había llamado a Sun-hee. ¿Pero que le había contado? ¿Y qué sabía exactamente?

—¿Es verdad? —La voz llorosa de Sun-hee sonó otra vez, y de repente respondí a mi propia pregunta mental: Todo. Dahyun lo sabía todo.

Jeongyeon me miró, como si me pidiera que prosiguiera. Pensé por un momento si debía ser yo quien diera la noticia, pero como Jeongyeon parecía animada con la idea, hice su voluntad.

—Hola Sun-hee... —Empecé, sólo para que ella supiera que yo estaba allí también. — Bueno... Sí... Es cierto.

Hubo algunos segundos de silencio, hasta que un grito agudo llegó a nuestros oídos a través de la llamada, haciendo que Jeongyeon distanciara el aparato y apretara un botón –probablemente cancelando el altavoz –callando inmediatamente el grito de su madre del otro lado de la línea.

Ella colocó el teléfono cerca de su oído, ahora manteniendo la conversación sólo entre las dos. Jeongyeon sonrió de una manera tan feliz que, por más que yo no supiera lo que Sun-hee estaba diciendo, sentí ganas de sonreír también. Sin embargo, pude captar fragmentos del diálogo sólo analizando las respuestas que ella daba. Cosas como "hace cuánto tiempo", "cuando supieron" y "como está, Shasha" con certeza fueron preguntadas.

Momentos después, Juwon entró en la conversación. Jeongyeon parecía radiante en contar detalladamente a los dos la novedad, y con cada respuesta su sonrisa se alargaba aún más, lo que automáticamente hacía que mi corazón perdiera algunos latidos y mi respiración saliera en suspiros enamorados. En una respuesta u otra ella me miraba, con una mirada de preocupación un poco exagerada y rara. En esos momentos, todo lo que hacía era sonreír para ella, sólo con la intención de decirle, sin interrumpir su llamada, que estaba todo bien. Fue cuando, después de mucho tiempo, hice mención de levantarme, que parecía más aprehensiva.

—Papá, tengo que colgar ahora. Nayeonni, quiere ir al baño. Hasta luego, un beso.

Y así, sin más, colgó, viniendo a mi encuentro y poniéndose de piel delante de mí. La miré un poco sorprendida, imaginando a Juwon en ese preciso momento aún mirando al teléfono con un aire de "¿qué mierda fue esa?"

—¿Qué fue eso? —Pregunté, todavía sentada.

—¿Qué?

—Acabas de colgar en la cara de tu padre.

—No lo hice. Me despedí. Sólo tuve que hacerlo rápido antes de que te levantaras sola.

Seguí mirándola con una cara de "¿cuál es la mierda de tu problema?"

—¿Y si me levante sola...? —Pregunté, de forma pausada.

—¡Estás embarazada! —Ella respondió de forma sencilla, como si ese argumento finalizara la discusión, sin posibilidades para más debates. Me quedé en silencio, todavía mirándola.

—¿Jeongyeon?

—¿Sí?

—No seas rara.

—¿Qué? ¡No estoy siendo rara! Tengo que cuidar de ti.

Al mirarla, me pareció mejor no dar cuerda a aquella discusión. Temprano o tarde ella vería que estaba exagerando, entonces acepté su ayuda –incluso innecesario –y me levanté de la cama, caminando hasta el baño para hacer mi higiene matinal. Es necesario convencerla de que no había necesidad de todo aquel cuidado que Jeongyeon se mostró reciente al salir del baño. Intenté explicar, de la manera más educada posible, que yo quería hacer pis y bañarme sin que ella quedara como una maniática psicópata en el rincón mirándome.

—Entonces deja la puerta entreabierta.

Asentí, ya riendo de aquel absurdo, porque era muy divertido verla tratándome como una pequeña bomba de tiempo. Sin embargo, no hubo como no sentirme extremadamente feliz de constatar que mis miedos idiotas de la noche anterior, que se resumían a ella en contra de la idea de ser madre, fueron simplemente por agua abajo.

Ella no sólo aceptó, estaba feliz. Muy feliz. Sus ojos no podían ocultar como aumentaba –y mucho –su propia felicidad.

Cuando salí, me encontré con una mesa llena de las más diversas comidas, lo que, según Jeongyeon, era para "suplir cualquier voluntad que pudiera tener." Traté de decirle que eso era demasiado, probablemente pudiendo ser servido para tres personas, pero no me pareció escuchar.

—Faltan algunas frutas, pero tal vez hoy mismo voy a comprarlos... —Ella comenzó, un poco distraída mientras intentaba equilibrar todo aquello encima de la encimera de la cocina.

—¿Jeong?

—¿Hola, amor? —Dijo, volviéndose hacia mí como si lo que yo estuviera a punto de decir era la cosa más importante del mundo.

—No es necesario comprar nada más. No voy a conseguir comer ni una décima de todo.

—¿Cómo no? ¡Estás embarazada!

Entonces, ese era su más nuevo argumento para cualquier asunto que estuviera en pauta.

—Jeong. —Repetí, con toda la paciencia y el amor que sentía por ella. — El bebé está en mi útero. No en mi estómago.

—Sin embargo, las mujeres embarazadas sienten más hambre...

—No creo que ya esté en esa fase. Con el tiempo voy a llegar a sentirme de esa manera, pero por ahora...

—Bueno. —Me interrumpió. — Aún así tengo que preocuparme por lo menos con la variedad. Digamos, por ejemplo, que decidas sentir deseo de comer... Helado de macadamia.

La miré sin saber cómo actuar, sino haciendo una fuerza sobrehumana para no reír

—Jeong. —Repetí su nombre una vez más, tratando de que ella entendiera que su actitud estaba alcanzando un grado de exageración casi preocupante. — Nunca comí una macadamia en mi vida. Ni sé si me gusta eso.

—Bueno, tenemos que tratar todas las posibilidades, ¿no? —Ella dijo tranquilamente, haciéndome sentarme en la silla que sostenía y se sentó a mi lado, más cerca de mí de lo normal.

—¿Sabes que tratar todas las posibilidades es imposible, verdad? —Pregunté, empezando a realmente preocuparme por lo que decía.

—Lo sé, amor. Pero sé que hay cosas que puedo hacer, y voy a hacer todo lo que está a mi alcance. —Dijo distraídamente, tirando hacia arriba mi suéter y extendiendo la mano allí. — ¿Te estás sintiendo bien hoy?

—Sí.

—¿Ningún mareo?

—No por ahora.

—Bien. —Ella puntuó, aún mirando su mano en mi barriga. Se quedó en silencio por algún tiempo, y luego volvió a hablar. — Necesitamos ir a un obstetra.

—Ji me recomendó el que acompañó sus dos embarazos.

—Bien. Voy a llamarle para pedirle el número.

Esperé que retirara la mano de allí y fuera a servirse su propio desayuno, pero Jeongyeon parecía extrañamente congelada en esa posición, sus dedos todavía pegamos en la piel de mi vientre.

—¿No vas a comer nada? —Pregunté, tratando de traerla de vuelta.

—Ya comí. Mientras dormías. —Ella respondió, mirándome rápidamente y luego volviendo a mirar mi ombligo.

—Cierto... —Hablé más para mí misma, temiendo que Jeongyeon empezara a desarrollar cierto autismo.

Me serví como pude juego de fresa y tostadas con requesón. Ella permanecía inmóvil, sólo observando lo que comía y qué cantidad. Me pregunté si ella era consciente de su mano haciendo caricias en mi barriga, y si creía que el bebé allí dentro podía sentirla.

—¿Ya tienes algún nombre en mente? —Preguntó de repente, rompiendo el silencio y asustándome un poco. La miré y me di cuenta de que estaba sonriendo.

—No, ¿tú tienes?

Ella ensanchó más la sonrisa, volviendo a mirar distraídamente su mano mientras hacía círculos en mi piel.

—Ah... Me gustan algunos...

Ella parecía un niño. Un niño tonto y feliz a causa de otro niño.

—¿Y puedo saber algunos? —Hablé sin contener la sonrisa que se formó en mis labios, alentándola a continuar.

—Bueno... Si es niño... Me gusta Oswald.

¿Oswald? ¿Jeongyeon quería dar a nuestro hijo un nombre que sólo las personas de más de setenta años tenían?

—¿Oswald? —Pregunté, de manera retórica.

—Sí.

—¿Ese era el nombre de tu abuelo? —Ironicé, deseando que no se enojara conmigo.

—¿Cómo sabes eso?

Otra vez, hice esfuerzo para no reír.

—Jeongyeon, ¿no encuentras ese nombre un poco... Viejo?

—¿Viejo? No... —Ella respondió, con la expresión confusa y linda, y tuve ganas de apretarla. — Creo que es un nombre fuerte.

—Cierto... Vamos a rogar para que no sea un niño entonces. —Hablé, no consiguiendo contener la risa esta vez.

—¡Eh! —Ella hizo cara de ofendida. — ¿Tienes un nombre mejor?

—No, pero tal vez algo más actual...

—¿Tipo?

—Tipo Tyler... John... Lorenzo...

—Todos feos. —Ella puntuó con una carcajada. Otra vez, tuve ganas de apretarla, pero todo lo que hice fue reír.

—¿Y si es niña? —Pregunté, tratando de traer de vuelta su buen humor.

—No lo sé... —Ella respondió.

—Yo tampoco.

Recordé instantáneamente la niña de mi sueño, y de su respuesta cuando dijo que todavía no tenía un nombre. Esto sólo hizo que mi intuición fuese aún más fuerte en cuanto al sexo del bebé ser femenino, asustándome un poco también.

—Hm... Vamos a pensar en eso juntas entonces.

Cuando le dije que ya estaba satisfecha y me levanté para ir a lavar la vajilla –algo que hasta me gusta –Jeongyeon me expulsó de la cocina, y tuve la certeza de que ella no lo hizo a base de patadas porque su hijo estaba en mi vientre.

—¿Qué quieres hacer ahora? —Preguntó, llevándome a la sala.

—Quería lavar la vajilla. —Respondí a regañadientes.

—Seguro. Eso es por mi cuenta. ¿Alguna idea?

Mi respuesta tendría que esperar, porque en ese momento su teléfono sonó una vez más. Como antes, ella atendió el aparato colocándolo en altavoz, mientras se sentaba conmigo en el sofá.

—Buenos días, Chris.

—¡MALDICIÓN, JEONG! ¿EMBARAZADA? ¿ESTÁN EMBARAZADAS?

—¡Lo estamos, hombre! —Jeongyeon respondió simplemente, con una sonrisa hermosa en la cara. Yo sabía el motivo: aquella novedad había sido buena para ella, pero cada vez que alguien más sabía y reaccionaba de esa manera, ella se sentía animada casi como si estuviera recibiendo la noticia por primera vez. Lo sabía porque era así conmigo también.

Sabía que era sólo necesario que empezaras a comer a tu novia bien, inútil.

Jeongyeon se sonrojó, y eso fue tan sorprendente que todo lo que conseguí hacer fue reír.

—¡Estás en altavoz, infeliz!

—¡Mi mal! ¡Shasha, si estás ahí, fue sólo una forma de decir!

Iba a responder, pero Jeongyeon rápidamente apretó un botón y trajo el teléfono a su oreja, haciendo la conversación privada otra vez.

—Idiota... —Empezó, pero yo estaba segura de que Chris no quería hablar. Por eso, menos de un minuto después, la pelea había sido olvidada y Jeongyeon estaba otra vez como una niña saltando en el sofá, mientras contaba todos los detalles a su hermano.

A medida que repetía toda la información, mi cerebro aprovechaba para procesarlas. No porque yo todavía no hubiera aceptado, sino porque a veces la ficha tarda en caer. Y entonces, ahí estaba, de nuevo el estado "Dios mío, estoy realmente embarazada..."

—Lo siento... —Comenzó con el teléfono ya fuera, tirando con delicadeza mi barbilla y haciéndome volver a la realidad. — Chris es muy crudo, pero no quiso faltarte al respeto...

—Lo sé. No estoy molesta. —Hablé de forma sincera, retirando su mano de mi cara y entrelazando mis dedos en la suya. — No hay problema.

De repente, observé que Jeongyeon estaba demasiado cerca. Y su proximidad todavía provocaba en mí temblores involuntarios. Tal vez nunca deje de provocarlos.

De repente, sentí una voluntad incontrolable de besarla, pero más rápido que mi voluntad fue el toque de su celular. Otra vez.

—¡La puta madre! —Ella resopló, mirando la identificación de quien llamaba. — Hola, Jihyo.

Esta vez no escuché la conversación. Simplemente dejé que ellas conversaran, apoyándome en el cuerpo de Jeongyeon y echando la cabeza en su hombro. Me quedé allí por un buen tiempo, permitiéndome sentir el perfume de su ropa y su cuerpo moviéndose delicadamente con cada palabra que ella pronunciaba.

—¡Ah, sí, gracias! Voy a ver... ¿Pero que hay hoy en día? —Jeongyeon se quedó en silencio durante algún tiempo, a la espera de la respuesta. — Ok, voy a tratar. Gracias, Ji.

La observé colgar y accediendo a sus e-mails de su propio celular.

—¿Qué pasó? —Pregunté, queriendo enterarme del asunto.

—¿Estás bien dispuesta hoy? —Ella se acercó a mi oreja y habló contra mi cabello, mientras contaba el aparato a internet.

—Uh... —Respondí, frotándome en ella como un gato.

—Entonces vamos al obstetra.

Ah sí. El médico.

—Voy a intentar llamar a él y pedir que haga una cita en algún horario disponible. Jihyo me envió el teléfono y la dirección por correo electrónico.

Asentí con la cabeza, agarrándome a ella y quedándome allí.

—¿Vienes conmigo?

Jeongyeon se giró hacia mí y me miró como si acabara de preguntar algo tan obvio que ni siquiera merecía ser respondido.

—Por supuesto que voy contigo.

Otra vez vi un cierto aire maníaco en sus ojos, pero me relajé al constatar que su sorpresa probablemente se daba sólo porque ella había encontrado la pregunta estúpida. Esperé que ella hiciera la llamada, y si por un lado rogaba para que el obstetra no atendiera a los pacientes los sábados –sólo porque mi pereza era monstruosa –por otro lado quería ya estar en su consultorio recibiendo toda la información que una madre primeriza como yo debería saber.

Después de unos minutos usando su voz más melodiosa y cariñosa, Jeongyeon consiguió hacer que la secretaria del otro lado de la línea nos pusiera en el lugar de la última paciente del día que había cancelado su consulta. El obstetra sólo trabajaba por la mañana los sábados.

—¡Pero yo no hice nada! —Ella dijo, cuando la reprendí.

—Lo hiciste. Usaste tu voz atractiva para convencer a la secretaria. Ella probablemente tendrá sueños eróticos contigo esta noche.

—Pero ella no me vio. —Ella sonrió, inspirando profundamente en mi cabello (una manía que ella empezaba a ganar y yo empezaba a adorar). — Además, todas mis voces son sexys. No puedo hacer nada.

—Bueno... Usaste tu tono más sexy... —Ronronee en ella otra vez, hablando sólo por hablar, y empecé a preguntarme qué diablos estaba pasando conmigo.

¿Desde cuándo me había vuelto tan carente y pegajosa de esa forma? Pero estaba bien, porque parecía que no le importaba.

Jeongyeon abrazó mi cintura de forma suave, trayéndome hasta el centro de sus piernas, y una de las manos volvió a su más nuevo lugar preferido en mi cuerpo.

—¿Cuándo empieza a crecer? —Preguntó, acariciando mi barriga por debajo de la chaqueta.

—No sé... —Confesé mi ignorancia. ¿Todas las mujeres deberían saber de detalles como eso?

—El médico te debe decir. —Ella puntuó, dándome un beso en el cuello. Nos quedamos en silencio por algún tiempo. Me permití prestar atención únicamente a sus toques, porque mi cuerpo parecía extrañamente más sensible a ellos.

—¿Tienes miedo? —Ella dijo cerca de mi oído otra vez, con una de sus voces sexys.

—¿Miedo, de qué? —Pregunté curiosa.

—No sé. Algunas mujeres tienen miedo del embarazo... Si tuviera una vagina, estaría en pánico ahora.

—¿Por qué?

—Porque... —Ella se detuvo, intentando encontrar las palabras correctas. — ¡Hay una cosita creciendo dentro de ti!

Me reí con el hecho de que Jeongyeon había llamado a su hijo "cosa."

—¿Y de ahí? —Pregunté. — Espero que crezca mucho. Sólo espero también que no desarrolles algún tipo de aversión a mi forma desproporcionada.

Ella hizo una mueca.

—Hasta parece que consiguiera tener algún tipo de aversión a ti. Principalmente ahora que tienes algo ahí dentro. —Ella habló, haciendo círculos en mi barriga con el índice. Sonreí bobamente simplemente por oírla decir aquello.

—Bueno. —Comencé, volviendo al tema original. —No tengo miedo. Tal vez lo tenga a la hora del parto. Hay mujeres que mueren...

—¡Eh! —Ella me interrumpió, pellizcando la piel de mi cintura con fuerza, y aunque yo supiera que la fuerza aplicada allí había sido sin querer, el objetivo del acto ciertamente era reprimirme. — ¡No digas esas cosas!

—Pero a veces suce...

—¡Pero no va a suceder! ¿Quieres quedarte tranquila?

Ella estaba agitada. Podría incluso decir que enojada.

—Está bien... —Asentí, no queriendo provocarla más y estropear aquel momento.

Jeongyeon me apretó con más fuerza contra su cuerpo, y pude sentirla temblar un poco. Llegué a la conclusión de que ella debería estar pensando en la posibilidad que yo había traído a la conversación. Me estiré detrás y alcancé su boca. La besé de forma delicada, tal vez pidiendo disculpas por haber comenzado un tema tan inapropiado y hacerla sentir mal. Mis manos, como siempre, emigraron a su nuca, y deseé profundamente que eso fuera suficiente para llevar lejos esos pensamientos. Sorprendentemente, aquel acto pareció surtir efecto más rápido en mí que en ella. Me olvidé del mundo a mí alrededor por algún momento, profundizando el beso sin querer y haciendo que mi cuerpo comenzara a arder lentamente en el proceso. Exactamente cuando me preparaba para tocarla de forma más interesante, ella rompió nuestra conexión mirándome a los ojos con cariño.

—Tenemos que arreglarnos. Tu consulta es de aquí a una hora.

Y diciendo eso, simplemente dio un beso en mi frente, me puso sentada en el sofá y se levantó, yendo a la habitación. Me quedé allí, me sentía un poco abandonada, pero con el deseo de llorar. ¿Podría estar realmente enojada conmigo? No había hecho nada a propósito, necesitaba entenderlo. Pero no parecía ni siquiera razonable. No tenía motivos para simplemente cambiar ese clima de una hora a otra.

Entonces, fui allí donde Jeongyeon empezó a ser extraña. Al menos en ese asunto.

***

—Buenos días... Im Nayeon. — Él completó, mirando la ficha en sus manos. El obstetra –Dr. Carlos – era un hombre sorprendentemente guapo. Debería tener aproximadamente treinta años, y no era sólo algo como musculoso. Un tipo que podría recordar todo, menos un médico.

Jeongyeon, probablemente siendo alertada por su orgullo ligeramente herido y un instinto muy raro, me agarró por la cintura y me atrajo más cerca de ella mientras entraba

—Buenos días, doctor. —Ella respondió por mí, tirando de una de las sillas para que me sentara y hacer lo mismo enseguida.

—Buen día. —Él respondió, sonriendo de forma educada, mientras nos miraba y entrelaza los dedos sobre la mesa. — Entonces... Jihyo ya me informó de tu condición Jeongyeon.

Él era una persona agradable. Sonreía todo el tiempo e intentaba hacer que el clima fuera lo más leve posible. Jeongyeon, aunque visiblemente celosa- simplemente porque el médico era atractivo –sabía que no había motivos para ser desagradable o mal educada con él. Pero eso no quería decir que ella haría algún esfuerzo para ser agradable también.

Nuestra consulta comenzó con preguntas subjetivas.

—¿El embarazo fue planeado? —Él empezó.

—No. —Dije. — Fue accidental...

—Entiendo. ¿Y cómo están lidiando con eso?

—Muy bien. —Jeongyeon respondió, ya animada. — Está todo genial.

—Que bien. —El médico habló, esbozando una hermosa sonrisa. Jeongyeon acercó su silla a mí inconscientemente.

—¿Cuánto tiempo llevan casadas?

—Ah... —Empecé a tomar mi mano izquierda con la alianza de la mesa y ocultándolo en mí regazo. — No estamos casada...

—Todavía. —Jeongyeon se apresuró a hablar, y entonces la miré asustada. No exactamente asustada. Sorprendida.

Ella ya me había dicho muchas veces que quería pasar el resto de la vida conmigo, entonces era un poco obvio que eso podría significar matrimonio en algún momento de nuestras vidas, aunque distante. Sin embargo, verla insinuar eso era algo por lo que no esperaba. Todavía no.

Seguí mirándola como una perfecta imbécil. Me miró inocentemente, como si no hubiera dicho nada. Tal vez no lo tenía, pero yo estaba sorprendida, sintiendo una pequeña llama de alegría, muy discreta, encender mi pecho.

—Seguro. —El Dr. Carlos respondió sonriendo, de forma muy natural. — Es bueno saber que el clima entre la pareja es favorable a la llegada del nuevo miembro de la familia. Pero entonces, Nayeon...

—Shasha. —Lo corregí como de costumbre, y como siempre sucedía, Jeongyeon bufó a mi lado.

Como nota mental, tenía que preguntarle el motivo de la clara insatisfacción que ella siempre demostraba, aunque, en ese caso, me imaginaba que el motivo se daba por el hecho del Dr. Carlos era guapo.

—Shasha. —Se corrigió. — ¿Es su primer embarazo?

—Sí...

—¿Y cómo lo descubriste?

Le conté toda la historia –esta vez detallada porque yo sabía los detalles. Expliqué el método anticonceptivo usado y mi ciclo menstrual enmascarado por las píldoras. También cité mis síntomas y todos los dolores que había sentido hasta entonces. Cuando preguntó, afirmé no tener ningún tipo de enfermedad genética, como diabetes o presión alta, lo que podría comprometer la salud del bebé.

—¿Alguna enfermedad de transmisión sexual?

—No. —Respondí.

—¿Te has hecho exámenes?

Esa vez, quien respondió fue Jeongyeon, y me tomó otra vez por sorpresa, sacó del bolsillo interno de su abrigo algunos papeles doblados, lo que identifiqué, unos segundos después, como los papeles de mis últimos exámenes. Ni siquiera la había visto tomar aquello.

El doctor examinó las hojas con cuidado por un buen tiempo. Jeongyeon me miró como si me pidiera disculpas por la invasión.

—¿Por qué no me dijiste? —Cuchichee para ella, sin realmente estar molesta.

—Me pareció que no los querrías traer. —Ella respondió arrepentida, besando mi mano suavemente.

—Bueno... —El Dr. Carlos nos interrumpió educadamente. — Estos exámenes son relativamente recientes. ¿Sólo mantuvo relaciones con una persona después de hacerlos?

—Sí. —Respondí con firmeza.

—Entiendo. —Él se detuvo, mirándome con un poco de curiosidad, pero aún así muy discreto. — Parece que se preocupó por eso. No es que todo el mundo se hace tantos exámenes...

Me moví en la silla, un poco molesta. Él había notado que algo estaba extraño, y tal vez ese era el motivo por el que Jeongyeon creía que no querría mostrar los exámenes. Sería casi un atestado de culpa. Algo como "¡Miré como no tengo ni idea de cuántas enfermedades puedo tener!"

—Shasha, tenemos que cuidar muy bien la salud de tu bebé. —Se detuvo, mirando ahora a Jeongyeon. — De vuestro bebé. Cualquier información que ustedes me puedan dar que pudiera afectar al feto de alguna manera... Bueno, sería muy valiosa.

Jeongyeon me miró con una expresión tranquila. La miré de vuelta, ahora bastante incómoda. Noté que, además de calma, su expresión parecía querer pedirme permiso para algo. Y me imaginaba que era eso. En cualquier caso, le di el permiso que quería.

—Doctor... —Ella comenzó, llamando la atención del médico todo para sí. — Nayeonni estuvo con muchos hombres.

Bajé la cabeza al instante, mirando mis manos en mi regazo. No por querer hacer la víctima de alguna forma, sino porque oír eso me hizo sentir algo contra el cual todavía luchaba. Algo que yo estaba consiguiendo dejar de lado, aunque nunca olvidara completamente.

Sentía vergüenza. No necesité levantar la cabeza para notar que el Dr. Carlos había entendido perfectamente lo que Jeongyeon quiso decir con aquello. Cualquier persona entendería. Cualquier persona leía aquello como "ex prostituta". Y otra vez, sentí la vergüenza.

Era difícil confesar aquello para alguien que aún no conocía, derribando mi muro falso de dignidad que yo venía construyendo pacientemente, ladrillo por ladrillo. Escarbar algo del pasado que debía nunca haber ocurrido era embarazoso. Era doloroso. Sentí una angustiosa ansiedad de llorar.

—Entiendo. —La voz del médico sonó, y sentí un puñetazo en el estómago.

Sabía que debía confiar a él ese secreto, porque después de todo, él cuidaría de mi hijo. Y nada era más importante que mi hijo. Pero eso no evitaba que me sintiera horrible.

—Creo que no tiene nada. —Jeongyeon continuó. — Pero estos exámenes...

—Sí. —El Dr. Carlos la interrumpió. — Son muy vagos. No son específicos. Vamos a tener que hacer nuevos exámenes, más precisos. Aunque creo que no tiene nada. Normalmente estos exámenes generales ya acusan algo, cuando la mujer tiene alguna enfermedad. Una sustancia alterada en la sangre o algo así. El suyo parece perfecto, pero vamos a estar seguros.

Dejó de hablar, y la sala se quedó en silencio. Seguí mirando mis manos, sin coraje de desviar la mirada.

—Me imagino cuán debe ser difícil confesar eso. — Él comenzó, y sentí que ese discurso era para mí, específicamente. — Pero quiero decirle a usted, Shasha, que hay más casos como el suyo.

Escuché atentamente, aunque todavía luchaba contra las lágrimas. Él continuó.

—Ya he tenido casos iguales aquí. No te quedes así, no eres la única. Y, sinceramente, debo decir que no creo que deba sentirse avergonzada. No ahora, cuando optó por la elección correcta. Por el contrario: Creo que usted debe sentirse orgullosa de sí misma. Demuestra que la vida que llevaba antes no era para ti.

Jeongyeon agarró mi mano otra vez, apretándola con firmeza. Levanté la cabeza sólo para mirar al Dr. Carlos, que también me miraba. Me relajé un poco al notar que su mirada, de hecho, no tenía ningún pre-juicio.

—Bueno... —Conseguí decir, mientras me esforzaba para sostener su mirada. Como respuesta, sólo sonrió. Jeongyeon apretó mi mano con más fuerza. Pero yo sabía que no había sido a propósito.

—Bueno... —Reanudo. — Vamos a hacer algunos exámenes.

—¿Qué tipo de exámenes? —Jeongyeon preguntó.

—Son muchos. Hemograma completo, grupo sanguíneo, glicemia, rubéola, hepatitis B, sífilis, VIH... Pero eso es para todos los casos. —Él se apresuró a dejar claro, viendo mi incomodidad. — Todas las embarazadas necesitas pasar por esos exámenes. Pero, de hecho, voy a pasar algunos más específicos para usted.

Pensaba estar libre de ese tipo de enfermedades. Pero ahora, después de esa consulta, ni de eso yo podría estar segura.

—¿Y si encuentra algo? —Pregunté, dejando la incomodidad de lado y haciendo la pregunta en voz alta, ahora genuinamente preocupada.

—Si encontramos algo, vamos a tratarlo. —Él sonrió de manera sencilla y contagiosa, lo que, de alguna forma, me hizo sentir menos mal. — Es para eso que estoy aquí, ¿no?

Sonreí en respuesta, sin notar que lo había hecho.

—¿Y el sexo del bebé? ¿Va a hacer una ecografía? —Jeongyeon preguntó, un poco más alto que el tono habitual de su voz.

—Ah sí. Con un poco más de tres meses, podremos tener más certeza del sexo a través de la ecografía.

—Pero ella tiene casi tres meses. —Su voz salió como si ella fuera una niña cuyos sueños hubieran sido robados de ella de una sola vez.

—Bueno... Hay métodos en los que es posible determinar el sexo antes de ese periodo. Pero todos ellos son caros...

—¿Cuánto es? —Pregunté, pero mi pregunta fue sofocada por la indiferencia de Jeongyeon.

—¿Cuáles son? —Preguntó.

—Está el sexaje fetal. Se realiza a través de un examen de sangre, e identifica la ausencia o la presencia del cromosoma Y en la sangre de la madre. Como ese cromosoma es exclusivo de los hombres, su presencia indica un niño. La ausencia, una niña.

—¿Y cuáles son las probabilidades de equivocarse? —Preguntó, realmente interesada.

—Muy bajas. —El Dr. Carlos puntuó.

—Bien. Puede pedirlo junto con los otros exámenes entonces. —Jeongyeon finalizó la cuestión, con su más nuevo aire de "jefe de familia."

El médico asintió, anotando todo en varios papeles.

—Bueno, Shasha. Quiero hacer algunos exámenes simples ahora. Puede quitarse la ropa y colocarse la bata en el baño...

—¿Cómo? —Jeongyeon intervino, y yo podía jurar que estaba a punto de cortarle las bolsas si ella no paraba con esos celos exagerados e innecesarios. El Dr. Carlos parecía confuso.

—Tengo que hacerle algunos exámenes... — Comenzó.

—¿Y ella necesita quitarse la ropa para eso? —Jeongyeon preguntó, pero al menos su tono de voz no era grosero. Ella sabía ser educada, incluso irritada.

—Bueno, tengo que comprobar si hay algún bulto...

—¿Y ella necesita quitarse la ropa para eso? —Ella repitió.

—¿Jeongyeon? —La llamé, un poco inquisitoria.

—Está todo bien. —El Dr. Carlos se rió y miró a Jeongyeon, como si le pidiera permiso para hacer algo. — Pero me gustaría chequear los lugares más importantes. Puede mantener la ropa. ¿Está bien?

Como él me tocaría, y eso no tenía nada que ver con ningún otro cuerpo, me encontré con el derecho de responder.

—Está bien. —Respondí, ya levantando y caminando hacia otra sala, donde quedaba la cama para exámenes y equipos específicos. El Dr. Carlos surgió inmediatamente detrás de mí, y ayudándome a subir hasta la cama alta y acostándome allí.

Naturalmente, Jeongyeon ya estaba allí, viendo todo con los brazos cruzados lejos de nosotros, aún en la puerta. El médico palpó mi cuello con cuidado, buscando nódulos, y simplemente fue haciendo eso en muchas articulaciones y casi todas las partes de mi cuerpo, extendiéndose a los senos, debajo de los brazos y en el área de la ingle. A veces, yo miraba a Jeongyeon, que parecía molesta, pero aún así acompañaba el movimiento de sus manos en mi cuerpo con un rasgo de preocupación, como si estuviera atenta a cualquier reacción extraña del médico.

—Está bien. —Él finalmente habló, ayudándome a levantar. —Parece bien. Pero quiero que su ginecólogo haga un examen. Vamos a seguir eso.

—Claro. —Concorde, quedando de pie y yendo otra vez a la oficina, con Jeongyeon y el Dr. Carlos detrás de mí. El resto de la consulta se llenó con explicaciones del médico relacionadas con mi alimentación, dando énfasis en los alimentos que debería evitar. Además, fui informada de lo que podría o no podría hacer, además de la frecuencia con la que debo mantener las visitas al obstetra, y algunos ejercicios físicos aconsejados y los prohibidos.

—A medida que te pongas más grade. —Empezó, riendo. — Me voy a poner más molesto con el embarazo. ¿Ok?

No sé por qué tarde tanto para recordar un pequeño detalle, hasta entonces completamente ignorado no sólo por mí, sino también por Jeongyeon e incluso Jihyo.

—Vamos a viajar. —Hablé, sin preocuparme de que aquella información parecía repentina o fuera de contexto. — Vamos a mudarnos... A Londres.

Me giré hacia Jeongyeon, preguntándole silenciosamente porque ella no había recordado eso. Ella me miró distraída al principio, pero cuando se dio cuenta de que estaba segura, suspiró audiblemente y se recostó en la silla.

—Vamos a tener que encontrar otro obstetra. —Ella dijo, casi no conteniendo la sonrisa en la comisura de los labios.

—Ah, qué pena. —El Dr. Carlos habló, genuinamente sentido, y Jeongyeon lo miró con una cara de "¡Qué pena es la puta que lo parió!" — Pero está bien. Conozco geniales obstetras repartidos por Londres. Puedo darles los contactos...

—¿Son de su edad? —Jeongyeon preguntó, y aunque era perceptible que ella no quería sonar grosera, quise reprenderla. La miré con odio, pero ella me miró como un niño inocente.

—Lo siento, doctor. —Dije, volviendo al médico y dando algún tipo de excusa esdrújula por la falta de educación. — Jeongyeon ha andado extraña desde que supo del embarazo.

—Sé que puedo parecer joven. —Él comenzó, mirando a Jeongyeon y pronunciando las palabras de forma muy educada. — Pero puedo asegurarle que tomo en serio mi profesión. Jamás dejaría a su futura esposa y madre de su hijo carente de mi atención médica. Sólo atención médica.

Podría pensar que había entendido mal la hostilidad de Jeongyeon, pero su actitud dejó claro que él había entendido –y muy bien –el motivo de esas pequeñas groserías. Al momento siguiente, el médico llevó la mano izquierda a la barbilla, dejándola allí como si estuviera sólo apoyándose, pero logró dejar deliberadamente en evidencia la alianza fina y muy discreta en el dedo. Además de ser un profesional ético, el Dr. Carlos estaba casado. Y esas verdades con certeza hicieron que Jeongyeon se sintiera una idiota.

—Lo sé. —Ella dijo, bajando la cabeza muy avergonzada.

—Y entonces... —Me volví al médico, ignorando a Jeongyeon solemnemente. — Me gustaría tener los contactos, doctor. Si me los puede pasar...

Jeongyeon no dijo nada más durante la consulta. Las otras dudas que tenía –algunas muy idiotas –fueron respondidas sin que ella dijera un pío, ni siquiera para opinar.

—Bueno, ¿alguna otra pregunta? —El Dr. Carlos dijo, tratando de traer a Jeongyeon nuevamente a la conversación.

—No. —Respondí, sin esperar por ella, que me siguió en la respuesta siguiente.

—No.

—Entonces, como es muy probable que ya no estén aquí el próximo mes del embarazo, le deseo. —Él habló, apuntándome a mí. — Una buena gestación. Todo irá bien, no te preocupes.

—Ok... —Comencé, ya levantándome, y haciendo que Jeongyeon se levantara también. — Muchas gracias, doctor... Lo siento.

—Está todo bien. —Sonrió, y se volvió a Jeongyeon, extendiendo la mano. — Felicitaciones por la nueva familia.

—Gracias. —Ella dijo aceptando la mano extendida, y su vergüenza era evidente. Me pareció bien hecho.

El camino hacia el auto fue silencioso, con ella siguiéndome, tratando de caminar a la misma velocidad que yo. Jeongyeon no dijo una palabra, de que me pareció estupendo, porque no estaba a punto de discutir sobre su repentina crisis extraña. El viaje fue silencioso, aunque, de vez en cuando, me di cuenta de que ella me miraba casi inocentemente.

—¿No vas a seguir hablando conmigo? —Preguntó repentinamente, pero no me asusté. Me mantuve callada, mirando el paisaje, haciendo cuestión de no esbozar ninguna reacción. Ella no insistió, volviendo a dejar el viaje silencioso, entonces aquello había sido nuestra única forma de interacción durante todo el recorrido. Cuando llegamos al edificio, salí del coche sin darle tiempo de dar la vuelta y abrir mi puerta, como yo sabía que lo haría. Caminé teatralmente hasta el ascenso, con Jeongyeon siguiéndome cerca, probablemente en pánico porque tropezara o algo así.

—¿Por qué no estás hablando conmigo? —Ella insistió cando entramos al apartamento. La miré con una cara nada buena.

—Fuiste una idiota. ¿Por qué diablos actuaste de esa manera inmadura? —Pregunté, queriendo que ella diera alguna excusa que hiciera que mi disgusto pasara. Ella frunció el ceño aún más al contestarte:

—¿No puedo tener celos? ¿Sólo tú?

—No, no puedes, porque nunca te he dado motivos para eso. No fue tu caso.

Me sentí débilmente victoriosa por dejarla sin argumentos. Ella me miró, claramente tratando de pensar en una buena respuesta, pero todo lo que se limitó a hacer, después de unos segundos en silencio, fue fruncir más la cara.

—No necesito motivos para sentir celos por ti... —Ella comenzó, pero yo la interrumpí:

—Pero necesitas motivos para ser grosera con los demás. Nunca más lo hagas, fue vergonzoso. —Puntué, dándole la espalda y yendo a la habitación a acostarme.

No me siguió. Después de muchos minutos allí, sola, empecé a criticarme por la bronca exagerada. La crisis idiota de los celos de Jeongyeon había, de hecho, sido no sólo innecesaria como embarazosa. Pero quizá no necesitaba ser tan dura con ella. Sólo se sintió amenazada. El problema fue que no supo lidiar con la inseguridad.

Me sacaron de mis silencios cuando, momentos después, Jeongyeon surgió en el colchón a mi lado, abrazándome, pidiendo disculpas por haber sido idiota y lamentándose por haberme enojado. Como era de imaginar, no pude enfadarme por mucho más tiempo, y segundos después ya estaba ronroneando contra su pecho como un gato manso.

Dejé que el clima de nuestra pequeña reconciliación me dejara blanda como gelatina en sus brazos, no importándome nada más. Y entonces, cuando yo ya estaba aceptando el deseo de ser agarrada y devorada por ella, Jeongyeon lo cortó una vez más.

—Voy a preparar el almuerzo. —Ella concluyó, dando un beso en mi frente, exactamente como antes.

—Pero... —Comencé, queriendo entender por qué diablos ella había arrojado un balde de agua fría en mi lujuria.

—Puedes quedarte acostada, cuando esté todo listo te llamo.

Y así, sin más, dejándome en aquel estado deplorable, ella salió. Balbucee, maldiciéndola.

***

Mi tercer mes de embarazo estaba empezando, y en lo que a mí respecta únicamente por el estómago –que por fin comenzaba a mostrar signos de crecimiento –Jeongyeon se preocupaba por absolutamente todo: la empresa, la mudanza y el embarazo.

Su preocupación era exagerada, como me imaginaba que sería. Pero fue sólo el lunes después de la noticia que noté que su comportamiento súper protector me daría más dolor de cabeza de lo que imaginaba.

—¿Qué estás haciendo? —Ella dijo, entrando al baño sin en ningún momento pensar que tal vez pudiera estar invadiendo mi privacidad.

—¿Cepillarme los dientes? —Respondí, levantando hasta la altura de sus ojos el cepillo de dientes que sostenía.

—¿Por qué despertaste tan temprano?

—Me desperté a la hora habitual...

—Exactamente. Creo que deberías empezar a despertar más tarde...

La miré, genuinamente confusa.

—Mi horario en el trabajo no ha cambiado...

—¿Qué? ¡No puedes ir a trabajar! —Ella dijo con un poco desesperada, como si acabara de anunciar que iba a practicar bungee jumping.

—¿Y por qué no?

Pero era claro que ya sabía la respuesta. Era la respuesta estándar, motivo de todo a partir del momento en que Jeongyeon supo de la noticia.

—¡Por qué estás embarazada!

—¿Y...? —Proclamé.

—¡"Y" no puedes ir a trabajar embarazada!

—¿Recuerdas que ya he trabajado embarazada durante dos meses, no?

—¡Por qué no lo sabíamos! Ahora que sabemos, tenemos que hacer lo correcto. ¡Tú y el bebé pueden correr riesgos!

—¿Explícame como puedo correr algún riesgo arreglando libros en orden alfabético?

—¡Hay escaleras en esa mierda!

Bueno, era obvio que estaba en lo correcto en cuanto ese punto. Pero yo no era idiota.

—Por supuesto que no voy a subir las escaleras. Voy a hacer el trabajo más ligero.

—¡Tu no vas! —Ella me cortó, ya tomada por la desesperación.

—¡Yo voy! ¡Deja de mandarme!

—¡No te estoy mandando! ¡Lo estoy pidiendo!

Su voz salía alta, lo que sería muy divertido si no fuera asustadizo.

—Jeongyeon, por el amor de Dios. Es sólo que al final del embarazo el trabajo debe ser interrumpido. Y si eso no es suficiente para ti, quiero que sepas que yo nunca pondría a nuestro hijo en riesgo.

Ella se detuvo, hasta un poco jadeante, mirando de una forma maniaca mi vientre.

Llegué tarde al trabajo aquella mañana, por diversos motivos. Primero, Jeongyeon insistió para que llevara dos abrigos, alegando que el tiempo todavía estaba muy frío, incluso cuando nos acercábamos a primavera. Segundo, porque me hizo tomar un desayuno redoblado, diciendo que mis energías deberían estar en su punto para el día de trabajo. Tercero, porque me insistió en hacerme prometer, por todas las almas sagradas del universo, que tendría cuidado.

Cuando finalmente me dejó en la biblioteca –porque aunque tenía que ir por el camino inverso hacia donde iba todos los días para ir a trabajo, Jeongyeon se rehusó en dejarme ir a pie o en taxi –ella parecía aún más temerosa.

—Te voy a llamar algunas veces durante el día, ¿está bien?

—Siempre que "algunas veces" sea un número normal... —Provoque.

—Por favor, contéstame. Si no vengo aquí a ver porque no atendiste.

Prometí que lo haría, pero mi intuición no había fallado cuando imaginé que eso no sería suficiente. Por eso, antes de irme, Jeongyeon simplemente se materializo a mi lado, sin importar si podría o no estar en un área restringida sólo a funcionarios de la biblioteca.

Sin ceremonias, ella fue detrás del Sr. Blake, sólo para explicarle, teatralmente, que "había una vida detrás de mí, y que, por todo lo sagrado, no podía correr riesgo." El señor Blake obviamente intentó explicarle que mi trabajo era tan monótono que nada podría suceder, pero Jeongyeon parecía escéptica. Yo fruncí el ceño detrás de ella sólo para informarle al Sr. Blake que no discutiera con una terquísima locura.

Sus exageraciones no mejoraban ni cuando estábamos en casa. Ahora que una pequeña barriga saliente empezaba a marcar mis ropas más ajustadas, Jeongyeon parecía hacer alguna asociación bizarra de eso con mi alimentación, diciendo que ahora debería comer también el doble. Para no oír quejas, empecé a adoptar el hábito de cenar porciones pequeñas. Era claro que ella quería que yo comiera un buey en cada cena, pero después de convencerlas (a los gritos, cuando mi paciencia se agotó) de que aquello sería imposible, ella pareció aceptar.

Y de esa forma, Jeongyeon pasó a ser una verdadera perseguidora en mi vida. Todos los días recibí al menos cinco llamadas suyas, preguntándome si había algo mal o lo que estaba haciendo. Cuando quedaba exhausta de esa persecución, apagaba el celular. Pero no lo hacía, porque ella también tenía el número de la biblioteca. Y cuando pedía al Sr. Blake que le diera cualquier excusa para que yo no tuviera que hablar al teléfono, ella simplemente brotaba de la nada, minutos después, jadeante por la puerta principal y haciendo un drama shakesperiano.

Su preocupación y ansiedad aumentaron aún más cuando fuimos a hacer los exámenes pasados por el obstetra –tanto los de practica como los que indicarían el sexo del bebé –aún sabiendo que los resultados sólo saldría una semana y media después, además de los exámenes ginecológicos. Me sentía un poco sofocada, pero no suficiente para molestarme. Por cierto, sería muy bueno si Jeongyeon me sofocaba en determinados momentos.

—Hmmmpf... —Exhalé, agarrada a ella en la cama. Pasaba de las once de la noche.

—¿Qué pasó? ¿Quieres algo? —Preguntó, desviando los ojos de la televisión y mirándome preocupada. Últimamente, ella siempre me miraba de esa manera, y aquello empezaba a irritarme.

—No es nada, Jeongyeon. —Dije, ya media enojada. — Sólo te estoy abrazando.

—Ah. Pero tú...

—Estoy bien. No estoy mareada. Ni con hambre, ni con sed, ni con dolores, ni con frío, ni con calor, ni con sueño.

—Ah... —Ella dijo, sólo para tener algo que decir. Me agarré a ella otra vez, encajando mi cara en la curva de su cuello y respirando de una forma intencionalmente intensa allí. La sentí estremecerse levemente.

—No salimos desde hace algún tiempo... —Hablé, tratando de recordarle, de forma sutil, que aquel era un periodo sin sexo relativamente largo, y en el estado en que me encontraba, desesperadamente largo.

—Ah, amor... Ya sabes... —Ella comenzó, acariciando mi brazo. — Ando muy atareada con la empresa. Y el tiempo libre que tengo lo uso para arreglar poco a poco la mudanza y cuidar de ti y del bebé.

—Sí, lo sé. —Hablé, dando besos suaves por la extensión de su cuello. — Pero no es como si no tuvieras tiempo libre... Por ejemplo, ahora...

—Aham... —Ella comenzó, alejándose un poco de mí. — Estoy un poco cansada... Sabes, hoy fue un día difícil.

Seguí abrazada a ella, removiendo un sentimiento creciente de rechazo. Pero en vez de estar triste y deprimida, me sentí increíblemente enojada.

—¿Me estás diciendo que estás tan cansada que no podemos disfrutar un poco del momento? —Pregunté, controlando mi furia casi titánica.

—Estoy muriendo de sueño... —Ella dijo, dando un bostezo audible y, yo estaba segura de que era falso.

Seguí mirándola, planeando de cuántas formas podría torturarla. Pero después de algún tiempo, todo lo que hice fue tragar en seco y deshacerme de ella, girándome de espaldas y tirando del edredón todo para mí. Un tiempo después, oí la televisión apagándose y sus brazos envolvieron mi cintura, su mano tocando como siempre mi barriga.

—No te apoyes en mí. Esto probablemente requerirá mucha energía.

Ella pareció no escuchar el comentario, y se acercó aún más a mí, extendiendo su mano en mi vientre. Aquel pequeño contacto, aunque inocente, me estaba incendiando. Todo porque Jeongyeon había decidido ser monja, y probablemente se divertía a costa de mi desesperación sexual. A pesar de sentir su piel, sujeté su mano con firmeza y la saqué de mi vientre.

—Nayeonni... —Ella empezó, pero la interrumpí.

—Lo digo en serio. Si no tienes tiempo o disposición, no soy yo quien va a ser el estorbo que te mantendrá despierta. Buenos sueños, amor.

Tomé la última palabra en un tono de burla, y con toda certeza se dio cuenta. Sin embargo, no respondió nada, sólo aceptando con un suspiro de disgusto la distancia que yo había establecido entre nosotras. Pero no lo hacía.

A la mañana siguiente, sus brazos estaban alrededor de mi cintura y su mano siempre se extendía en mi ombligo otra vez.

***

—¿Estás nerviosa?

—No. —Mentí.

Estaba nerviosa. Jeongyeon y yo estábamos en su carro, yendo al obstetra con los resultados de los exámenes. Para mantener nuestra calma –o al menos intentar –decidimos no leer nada antes del propio médico, porque si hubiera alguna observación fuera de lo "normal" en aquellos sobres, aunque no fuera nada demasiado, no entenderíamos los términos médicos y terminaríamos en pánico, tal vez a la vez.

Por lo tanto, los sobres todavía estaban sellados. Tanto los exámenes relacionados con mi salud como el examen que informaba el sexo del bebé.

—Yo lo estoy. —Ella dijo, tratando de mantener los ojos en la calle por delante.

Jeongyeon no necesitaba ni siquiera anunciar eso: era obvio.

Me sentí un poco mal por tal vez ser la responsable de no generar a nuestro hijo de la forma correcta. Yo rezaba a todos los santos que no hubiera nada en esos exámenes, para que el bebé no corra riesgo, principalmente porque él era la cosa más importante del mundo ahora, pero también porque yo jamás me perdonaría si algo sucediera a él. Porque la culpa sería mía.

—No pasara nada... —Dije, un poco bajo, tratado de convencerme a mí misma que era tonto preocuparse. Si hubiera algo, los exámenes anteriores lo habrían mostrado.

—Claro que no. —Ella dijo a mi lado, apoyando la mano derecha en mi pierna y aplicando allí un poco de fuerza, como si quisiera pasarme confianza. Sin embargo, no fue difícil notar el vacilón de inseguridad en la sonrisa que me dio.

Me quedé callada el resto del viaje. Ella hizo lo mismo. Cualquier palabra que sonaba entre nosotras dos en aquel momento parecía como una chispa en la pólvora, acercándonos a una explosión de nervios cada segundo.

Cuando llegamos, nuestro nerviosismo pareció intensificarse. Intenté parece tranquila, porque si Jeongyeon percibía mi estado probablemente entraría en desesperación, diciendo que toda aquella tensión acabaría perjudicando al bebé. Y yo lo creería, y entraría en pánico también. Y entonces seriamos dos madres desesperadas al borde de un síncope.

—Buenos días, señoritas.

Nos sentamos, me dejé llevar por el aura de positividad y animación del Dr. Carlos. Jeongyeon estaba tan nerviosa que parecía simplemente olvidarse de sentir celos.

—Buenos días, doctor. —Habló entregándole inmediatamente las pruebas. — No hemos visto nada porque...

—Porque teníamos miedo. —Concluí, imaginado que tal vez hablar, en ese momento, pudiera aliviar un poco mi tensión.

—Bueno, también... —Jeongyeon continuó. — Pero porque creemos mejor que usted lo viera, y si hubiera algo anormal, que nos explicara. Antes de que llegáramos a conclusiones erróneas.

—Hicieron muy bien. —Él dijo, aceptando los sobres de las manos de Jeongyeon y abriéndolos tranquilamente, como quien abre una carta de Navidad.

Él analizó los resultados por algún tiempo. Un buen tiempo. Quizás semanas. Mi estómago empezaba a dar vueltas al azar, haciendo que me sintiera un poco más mareada a cada segundo transcurrido. Jeongyeon estaba inmóvil en la silla a mi lado, mirando fijamente al médico, que aún miraba y pasaba las páginas.

El zumbido del aire acondicionado parecía mucho más alto ahora, y me incomodaba más también. Estaba frío, pero no presté mucha atención a ese pequeño detalle. Podía escuchar cada tragada seca que Jeongyeon daba, y eso me estaba dejando al borde de un ataque de nervios. Hasta el ruido de las páginas siendo pasadas estaban dando cuerda a mi inminente explosión.

Si el doctor no hubiera hablado en esa hora, probablemente habría gritado.

Puedes respirar aliviadas. La mamá no tiene ningún problema que pueda perjudicar el bebé.

Sentí algunas toneladas salir de mi espalda. Suspiré profundamente, no porque seguir el sentido literal que el Dr. Carlos había dicho, pero sí porque el alivio que sentía fue tan grande que apenas podía lidiar con él. Cerré los ojos y agradecí, aún sin saber a quién, pero sabía que debería ser agradecida. Y lo estaba.

—Lo sabía. —Oí a Jeongyeon decía mi lado, pero su tono de voz mostraba el alivio que ella misma sentía. Todavía estaba con los ojos cerrados, demasiado para reaccionar de alguna manera, pero estaba segura de que estaba sonriendo.

Sentí que agarraba mis manos y las apretaba, trayéndome de nuevo a la realidad.

Abrí los ojos y me encontré con el Dr. Carlos, sosteniendo los dos sobre idénticos cerrados que quedaban.

—¿Dos? —Preguntó, un poco confuso.

—Sí... Yo pedí que lo hicieran dos veces... Para no tener ninguna duda. —Jeongyeon dijo, un poco tímida.

—A ella le gusta gastar dinero. —Hablé, completamente distraída por los papeles en las manos del médico.

Él se rió.

—¿No lo ha abierto? —Preguntó, mirándonos, y mi corazón repentinamente empezó a golpear fuerte otra vez.

—No. Dejamos para recibir todas las noticias a la vez. —Jeongyeon habló, riéndose del todavía reciente alivio y de la expectativa para otra novedad.

—Entendí. —Dijo el médico, abriendo sin ceremonias el primer sobre. Si yo prestaba atención, estaba segura de que podría oír los martilleos de mi corazón en ese momento.

Todos los movimientos del Dr. Carlos parecían ser hechos en cámara lenta, y yo estaba segura de que toda aquella adrenalina no podía hacerle bien al bebé.

Jeongyeon y yo lo miramos con atención absoluta, registrando cada cambio en su expresión. Como si supiera esto, parecía hacer fuerza para no esbozar ninguna reacción. De una forma irritantemente tranquila, tomó el segundo sobre y lo abrió, leyendo también aquel examen.

—Bueno, los dos dieron al mismo resultado... —Él comenzó, haciéndome temblar un poco. — Entonces creo que realmente no quedan dudas.

—¿Y entonces? —Pregunté, y sólo me di cuenta de que la voz era mía después de oírla.

La respuesta vino, probablemente, en menos de dos segundos. Para mí, sin embargo, el silencio entre esa pregunta y la respuesta giró en el aire por, al menos, una eternidad.

—Es una niña.

Esperé que ese pedazo de información hiciera efecto, tanto en mí como en Jeongyeon, quieta y paralizada a mi lado. Aunque yo tenía mis convicciones de que, al final de cuentas, el bebé sería realmente una niña, aún así escuchar la confirmación me hizo aún más feliz. Una niña.

Miré a Jeongyeon, que todavía miraba al médico de la misma forma. Al igual que yo –o quizás más –parecía distante, tratando de procesar la información. No podía decir si aquella novedad había sido bien aceptada por ella o no, porque no esbozaba ninguna reacción.

—Bueno, en realidad... —El Dr. Carlos continuó. — Puedo asegurar que no hay niños en esta gestación, pero no debemos descartar la posibilidad de gemelos o más, aunque su barriga no es suficientemente grande para eso. Pero si hay más de un bebé, puedo darles la certeza de que todas serán niñas.

Me estremecí con la idea de "gemelos o más." Como madre primeriza, si un embarazo simple empezaba a darme un poco de pánico, imaginé lo que gemelos no serían capaces de hacer conmigo.

—¿Y cómo podemos estar seguros...? —Comencé la pregunta, pero no necesité terminarla.

—Ustedes van a saber con certeza cuántos bebés son después de la primera ecografía, que por lo que dice aquí en tu ficha, ya está programada. Pero, por mi experiencia, creo que es una sola niña.

Presté mucha atención a todo lo que el Dr. Carlos decía, pero esa imposible estar completamente atenta a él mientras Jeongyeon se mantenía allí, en estado catatónico, inmóvil con sus pensamientos, incapaz de formar parte de intercambio de información entre nosotros. Solo conseguí relajarme cuando, algún tiempo después –probablemente el tiempo necesario para que ella tuviera alguna reacción –giré al lado otra vez y la vi sonriendo débilmente mientras mantenía su mirada borrosa en la pared detrás del Dr. Carlos.

Eso sólo podría significar que estaba feliz.

Respiré más aliviada. Cuando la hora de irse llegó, la llamé con una voz tranquila y baja, casi como si estuviera tratando de despertarla de un sueño profundo. Ella pareció despertar, y aunque todavía estaba extremadamente distraída, agradeció al Dr. Carlos por la atención con una sonrisa radiante en la cara y salió del consultorio, tirándome de la mano. Poco a poco, estaba volviendo en sí.

—Dios mío, ¿y si son gemelas? —Jeongyeon preguntó, animada como un niño en víspera de Navidad, brincando ligeramente en la cama y haciéndome saltar a su lado.

—No lo serán. —Hablé, tratando de cubrirme con el edredón.

—¿Cómo lo sabes? El médico dijo que no hay que descartar la posibilidad de...

—Bueno, espero que no lo sean.

—¿Por qué? —Ella dijo en un tono ofendido, aunque no me imaginaba lo que exactamente lo ofendió.

—¿No eres tú quien va a parir, no linda? —Me reí, pellizcándola levemente.

—Bueno, por lo menos pasarías por eso una sola vez, yo no volvería a llenarte. —Ella dijo, intentando parecer casual, mientras se acomodaba bajo el edredón y se agarró a mí como siempre. — Si viene una sola, vamos a tener que repetir la dosis al menos dos veces más.

Me quedé callada por un momento, de espaldas a ella. Otra vez, Jeongyeon me había tomado por sorpresa, mostrándose extremadamente confiada en cosas que parecían banales cuando ella hablaba, pero que eran enormes.

—¿Quieres tener tres hijos? —Le pregunté con una voz débil, después de algún tiempo.

—Por lo menos. —Ella dijo contra mi cabello de forma tranquila. — Pero no tengo prisa.

Me quedé callada, dejando que su confianza me inundara poco a poco. Todavía era insegura en muchos aspectos, pero Jeongyeon parecía llevar todo de una forma tan simple que, con el paso del tiempo, me calmaba también. Cuando me giré y me senté frente a ella, sentí que sus músculos se contraían, como normalmente ocurría en los últimos días. Tal vez ella estaba empezando a sentir falta de nuestro contacto tanto como yo lo sentía, pero en aquel momento mi intención no era seducirla.

—Lo siento si parezco estar incomoda. —Comencé, muy cerca de su cara.

—Está bien... —Ella me abrazó con fuerza. — No necesitamos hablar de eso ahora.

—No, no me molesta. _La interrumpí, retribuyendo el abrazo y mirando sus ojos. — No estoy incomoda, es sólo que... Nunca pensé que alguien fuera a querer planear ese tipo de cosas conmigo.

—¿Qué tipo de cosas?

—Ya sabes... Tener una familia... Los niños, el matrimonio... Es un poco sorprendente para mí...

Esta vez, fue ella quien se quedó en silencio, analizándome profundamente. Cuando volvió a hablar, sentí mi corazón derretirse un poco más.

—Es mejor que te vayas acostumbrando entonces, porque vas a tener que aceptar el hecho que me ataste por el resto de tu vida.

Me acogí más en ella y sonreí, sin importarme nada más. Cerré los ojos y me quedé allí, agarrada a ella, sin esperar nada. Por eso, me sorprendió con un beso cariñoso y dulce. Retribuí el acto, agarrándome involuntariamente a su cuello. No quería forzar la barrera, no quería cambiar la intensidad de aquel beso, pero era imposible controlar mi libido.

Forcé mi lengua contra su boca, y cuando ella abrió sus labios, permitiéndome profundizar el beso, casi grité de alegría. Mi cuerpo empezó a temblar, y mi coño a latir sin que pudiera evitarlo, porque ese tipo de intimidad hace algún tiempo me hacía falta. Y entonces, en menos de un minuto, estaba completamente mojada y lista para ella.

Pero, como siempre, Jeongyeon se alejó, aunque jadeaba. Sentí que estaba muy cerca de asesinarla.

—Duerme. El día fue pesado para ti hoy. —Ella dijo, dándome besos leves y tratando de apartarse un poco de mí.

—No fue pesado. No tengo sueño. —Dije, un poco desesperada, todavía agarrada a su cuello. De cierta forma, aquello era mentira: Yo estaba cansada, no porque había hecho muchas cosas ese día, sino porque pasé la mitad de el tenso con todo lo que tenía que saber. Jeongyeon usó su golpe más bajo, moviendo sus dedos lentamente de arriba abajo en mi espalda, recorriendo mi espina dorsal de forma torturante y lenta. Ella sabía que eso era fatal. Sabía que me dormía instantáneamente. Mierda.

—Lo fue. Y estoy segura de que el sueño va a llegar. —Ella dijo, con su voz más melodiosa al pie de mi oído, y aunque mi cuerpo aún ardía por ella, fui siendo calmada poco a poco por su mano en mi espalda, mientras la otra frotaba mi barriga, como siempre.

Y entonces, por supuesto, me dormí.

Jeongyeon corría todo el día de un lado a otro, demasiado atareada con todo. Era así durante toda la semana, y hasta los fines de semana parecían corridos. Esto porque había cosas de la empresa, principalmente en lo que se refiere al cambio de dirección. Como si no bastara, nuestro cambio se acercaba rápidamente, y las cajas comenzaban a surgir por todos lados. Así que, el tiempo que teníamos juntas, normalmente en las noches, eran llenados por revisiones en los papeles de la empresa y cajas por los pasillos del apartamento. Su atención en mí, aunque redoblada conforme mi vientre aumentaba, era nula cuando se trataba de sexo, y la cosa se tornaba tan extraña que comencé a preocuparme.

Estaba ahora con casi 12 semanas de gestación, y desde el momento que habíamos descubierto sobre el embarazo, Jeongyeon no me tocaba.

Cada intento desesperado mío resultó en una nueva excusa, y aunque supiera que ella andaba realmente atareada, era imposible dejar de notar que, si fuera algo relacionado al bebé, y no a mí, parecía completamente ajena al resto del mundo y daba total atención a mis necesidades. No quería follar conmigo. Y yo no sabía el motivo. Y estaba subiéndome por las paredes.

—¿Alo?

—Hola, doctor. Es Shasha. Im Nayeon. — Hablé, tratando de parecer casual.

—Hola, Shasha. ¿Sucedió algo? —El Dr. Carlos respondió, al otro lado de la línea.

No... Nada con el bebé. Estoy muy bien. Es decir, con un poco de náuseas y dolor de espalda, pero... —Me detuve, tratando de volver al asunto en cuestión. — Es otra cosa.

—Puede hablar.

Um... —Empecé, sintiéndome un poco estúpida. — No sé si es con usted con quien debería hablar de ello...

Podemos tratar. —Él respondió, alentándome. Me acosté un poco, pero recordé mi actual estado.

Se trata de Jeongyeon.

Él se quedó en silencio, probablemente esperando que yo prosiguiera. Como no sucedió, volvió a hablar.

—Ok, estoy oyendo.

Suspiré.

Ella... Ella está distante.

—¿Distante cómo? ¿No está dando atención al embarazo?

No, no es eso. Ella presta mucha atención al bebé. Hasta me sofoca...

—¿Entonces?

Entonces... —Empecé, y estaba segura de que estaba empezando a ruborizarme. — Me da la atención, pero... Sólo cosas relacionadas con el embarazo... ¿Entiende?

Rezaba para que él entendiera. Y como un obstetra experimentado, aunque nuevo, él entendió.

—Ah. Está distante como pareja.

—Sí...

—No muestra interés...

Lo interrumpí, un poco desesperada.

—¡No! ¡No me toca! ¡Se niega a follar conmigo! ¡Se queda inventando excusas cada vez que intento algo, desde que supo del embarazo! ¡No puedo soportarlo!

—Calma, Shasha.

Me callé, esperando que me diera alguna explicación con respecto a la actitud de Jeongyeon, o que me diera una solución. Cualquier cosa sería bienvenida.

—¿Ha dejado de ser cariñosa contigo? —Le oí preguntar.

No... Ella continúa siendo la misma... Dice que me ama todos los días... ¡Pero no me toca de ninguna manera!

—Y antes del embarazo, ¿cuál era la frecuencia con que ustedes mantenían relaciones?

—Casi todos los días. —Lloriqueé, dejando a un lado la vergüenza. — ¡No sé qué hacer! ¡Estoy a punto de emborracharla para conseguir aprovecharme de ella!

Yo sabía que había sonado idiota, pero no me importó. Yo era una mujer desesperada.

Shasha... Las reacciones de los hombres y también en el caso de Jeongyeon por ser "especial," en el periodo pueden varias. Algunos pueden sentirse más atraídos por sus mujeres, otros mantienen la relación como ella solía ser, y otros se alejan. Jeongyeon parece estar encajada en ese último grupo. Esto no quiere decir que no lo sienta más, pero a veces es complicado para ella. Si antes la veía como amante, ahora ella tiene una imagen más pura de usted. Es la madre de su hija, y eso debe hacer que ella no pueda tocarte sin sentirse culpable o pensar que está haciendo algo mal. Muchos hombres reaccionan de esta manera, y en este caso, veo que Jeongyeon también reacciona así.

Me quedé mirando la pared como una débil mental, simplemente porque todo lo que podía hacer era esperar que él diera alguna solución para aquello.

—Y como... ¿Cómo diablos voy a convencerla...? —Comencé, maldiciendo a Jeongyeon por estar siendo extraña.

—Necesita hablar. Intenta entenderla, e intenta hacer que te entienda. Si no funciona, citamos una conversación para los tres. ¿Está bien?

Traté de controlar el nudo de la garganta, obligándome a no llorar.

—Está bien.

—Y calma. Recuerda que tu carga emocional se refleja en tu hija. Hablen hoy, y mañana me llama y me dice cómo fue. Voy a quedarme en espera.

—Ok. —Dije, tratando de calmarme. & Gracias, doctor. Lo siento por ocupar su tiempo.

No tienes porque pedir disculpas. Estoy aquí para hacer su embarazo mejor, recuerde siempre eso.

—Está bien. Gracias.

—Hasta mañana, Shasha.

—Hasta mañana.

Colgué con un apretón en el pecho. Pasaba un poco de las 19h, y Jeongyeon aún no había llegado. Intenté reanudar la calma, ejercitando mi respiración con los ojos cerrados. Traté de negarme a creer en eso. No podía simplemente dejar de desear. No podía verme con otros ojos. Eso era absurdo, y me dolía. Yo era la madre de su hija, y sólo Dios podría decir lo feliz que me sentía con ese hecho. Pero eso no me hacia dejar de lado mi papel de mujer. Y, como toda mujer, necesitaba explorar mi sexualidad. Si eso fuera verdad, yo pasaría a sentirme solo una barriga ambulante, cargando la única cosa valiosa que Jeongyeon poseía. Y eso me dolía.

¿No me tocaría por el resto del embarazo? Si ella me negaba con la barriga aun ligeramente mayor, ¿cómo sería en los últimos meses de la gestación? ¿Me evitaría aún más? ¿Por qué la falta de intimidad me incomodaba sólo a mí, y no a ella? ¿Sería posible que Jeongyeon se aliviara de otras maneras? ¿Sería posible que, viéndome exclusivamente como la madre de su hija, hubiera buscado a otra que desempeñara mi antiguo papel? ¿El papel de amante, que satisfacía sus deseos limitados por ese embarazo? ¿Se había ido detrás de otra mujer? O lo que sería peor: ¿Había ido detrás de una prostituta, pagando para que ella hiciera lo que yo debería hacer? Dios, ¿Por qué estaba pensando en eso? Tal vez estaba exagerando, o haciendo suposiciones absurdas, pero la desesperación empezó a tomarme de tal manera que, ahora, yo hacía fuerza para no reírme de la propia situación. Ya había estado en el lugar de la prostituta, y ahora estaba en el lugar de la mujer traicionada. ¿Hasta dónde iría esa ironía? ¿Cuán cruel podría ser?

¿A cuántas mujeres he hecho mal en el pasado por ser lo que era? Quizá era la hora de pagar por ese mal. Pagar por mis pecados del pasado. Sin embargo, no podía manejar eso, y eso era desesperante.

—¡No seas idiota! ¡No te está traicionando! —Hablé en voz alta, controlando la voluntad de golpearme.

Me obligué a repetir, incesantemente, que aquello era simplemente ridículo, y que no había motivos para tal sospecha. Pero yo necesitaba que ella confirmara eso, para poder respirar bien.

Entonces, por un motivo u otro, la colocaría contra la pared aquella noche.

No pasaría de aquella noche.

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Ideas para quien podría ser la hija? O en caso de que sean gemelas, quienes quieren que sea?

No conozco a muchos idols que encajen con esto.

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