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17

Nayeon POV.

Pasé todo el día tumbada. Me levantaba para ir al baño con frecuencia, y una vez u otra pellizcaba algo que Jeongyeon había preparado durante la semana y permanecía en la nevera. Escogí un libro al azar en la biblioteca y empecé a leerlo, pero en la tercera vez casi durmiéndome, desistí de la lectura.

Las horas pasaron. Mi malestar no.

Sin embargo, no vomité, y me animé con ese pequeño hecho. Estaba casi durmiéndome otra vez cuando fui sorprendida por el sonido del timbre. Después de pasar unos segundos preguntándome si debía o no recibir a alguien en una casa que no era mía, decidí levantarme y ver quién era. Abrí la puerta y di de cara con Jihyo.

Eran exactamente las 16h de la tarde, y yo sabía que debería estar en el trabajo. Pero también sabía por qué no lo estaba.

—A veces Jeongyeon es muy desesperante. —Comencé, ni siquiera saludé.

—Ella casi mandó a tres personas muy importantes irse a la mierda hoy para poder salir de allí y venir a ver cómo estabas. Entonces me dispuse a venir en su lugar. —Ella comenzó, entrando y cerrando la puerta detrás de ella.

No necesitaba invitarla, Jihyo ya era de esta casa. Hasta mucho antes de mí.

—¿Por qué es tan exagerada? —Pregunté, pero había sido casi una pregunta retórica.

—Porque ella es Jeongyeon. —Respondió, sentándose en el sofá. — Pero vamos: ¿Cómo estás?

—Bueno... Un poco extraña todavía, pero bien.

—Define "extraña."

Suspiré. Tal vez para que ella pudiera realmente contar lo que pasaba conmigo. Yo sabía que si le pedía a Jihyo que omitiera ciertas cosas a Jeongyeon, ella lo haría.

—Me siento extraña desde hace algún tiempo. Pero hoy me desperté mal dispuesta. No sé, creo que tengo algún problema gástrico. A veces no puedo poner nada en mi boca sin marearme, y otras veces siento un hambre inhumana. Y estoy un poco irritada también... Con las migrañas, los dolores de espalda... Creo que me estoy estresando.

Miré a Jihyo, que me miraba con una expresión neutra. Inmediatamente me sentía idiota por decir que podría estar sufriendo de algún estrés, ya que, sinceramente, mi vida estaba demasiado bien para que yo me pudiera estresar de cualquier forma que fuese. Seguí hablando, sólo para tratar de sentirme menos idiota.

—Es eso o entonces mi SMP decidió prolongarse...

Por un momento breve, pero considerable, todo lo que hizo fue mirarme de una manera extraña. Yo estaba a punto de preguntarle si todo estaba bien, cuando Jihyo se volvió y habló.

—Creo que debes ir a un médico.

Me preocupé. Casi nunca la veía acordando con Jeongyeon. Esto no debería ser una buena señal.

—¿Crees que es algo grave? —Pregunté, ya un poco nerviosa. Ella pareció medir las palabras antes de hablar.

—Yo no diría "grave". Pero quizás sea importante.

Cierto. Ahora estaba oficialmente con miedo.

—Está bien... —Conseguí contestar, tratando de contener el leve pánico que comenzaba a surgir dentro de mí. — Voy a citar un día...

—Vamos hoy. —Ella me interrumpió, pero enseguida intentó calmarme (porque yo había hecho cara de desesperación y lo sabía), explicando. — Ya faltaste al trabajo hoy, y yo ya estoy aquí. Te hago compañía.

Eso podría haber parecido un simple acto de camaradería. Pero no lo fue. Jihyo no quería quedarse conmigo aquella tarde sólo por encontrar mi compañía agradable. Ella estaba preocupada, y eso estaba claro. Sin pensarlo mucho, me vestí con cualquier ropa cálida que encontré y salí con Jihyo.

Ella me guío hasta su auto, estacionado en la calzada a pocos metros del edifico de Jeongyeon.

—¿Vamos a avisarle que vamos al médico? —Pregunté, ya colocando el cinturón de seguridad.

—No. Es mejor para todos omitir esto por el momento.

Yo estaba de acuerdo. Conocía a Jeongyeon suficientemente bien para decir que, si dijéramos a dónde íbamos, veinte minutos después ella estaría en el mismo lugar.

Cuando llegamos a la clínica no muy lejos de allí, Jihyo me dejo sentada y fue a hablar con la recepcionista. Comencé a enfadarme por ser siempre tratada como una niña. Cuando ella volvió, me dijo que vería a un médico general de allí a unos minutos.

—¿Clínico general?

—Tal vez eso no sea el caso para un gastroenterólogo. —Ella respondió. Pero nuevamente se apresuró a calmarme. — Pero sólo estoy tanteando. Puede ser una infinidad de cosas, sólo estoy tratando de cubrir todas las posibilidades.

Ella estaba mintiendo. Eso no era tanteo. Jihyo podía no saber exactamente lo que era, pero ella sospechaba algo que no quería decir.

Y todo ese misterio sólo hizo que me quedara gradualmente más nerviosa.

Entramos en uno de los consultorios y nos encontramos con un médico gordito, bajo y barbudo. Él parecía ser simpático y agradable, pero yo sólo daría algún crédito a su aparente bondad después de oír de él que lo que tenía no era grave.

Por el momento, estaba muy ansiosa de ser agradable con él también.

—Y entonces, Nayeon. ¿Cuál es el problema? —Me preguntó sonriente, y yo respondí la verdad. Dije todo lo que estaba sintiendo, hace cuánto tiempo lo sentía y lo que hice para mejorar. Esta vez, no omití ningún detalle. Jihyo se quedó de pie detrás de mí, y noté que, de vez en cuando, el Dr. Collin (como decía su insignia) arrojaba miradas rápidas hacia ella, y décimos segundos después volvía su atención a mí. Entonces tuve la seguridad de que estaban manteniendo algún tipo de comunicación lejos de mis ojos.

—Entonces, vamos a hacer algunos exámenes. ¿Tienes miedo de la aguja?

Todo empezaba con un examen de sangre. Pero estaba todo bien, porque primero, no tenía miedo a las agujas, y segundo, la reacción del Dr. Collin me hizo relajarme: Él seguía siendo simpático y tranquilo, y, para mí propio bien, me obligué a pensar que, si creía que fuera algo serio, no seguiría engañándome con esa sonrisa agradable.

El examen fue hecho, y la espera fue larga: Más por mi nerviosismo que por el tiempo en sí, ya que todo lo que tuve que esperar fueron treinta (largos) minutos. El teléfono de Jihyo sonó algunas veces, pero ella simplemente miraba la pantalla y no atendía.

—¿Es ella? —Pregunté sentada a su lado en la sala de espera.

—Sí. Debe estarse arrancando el cabello.

—¿No crees que es mejor atender?

—Bueno, ¿quieres que venga aquí?

—No...

—Entonces creo que es mejor seguirla ignorando.

Ella estaba segura, pero no podía dejar de pensar que eso era maldad a Jeongyeon.

Ella debe estar tan nerviosa que probablemente le gritaría a Jihyo por las llamadas no atendidas, y también a mí, por haber olvidado el teléfono en el apartamento. Comencé a estar ansiosa por la futura reprimenda, y una vez más tuve que contener las ganas de llorar, por algo que aún no había sucedido.

—¿Falta mucho? —Pregunté como una niña, queriendo irme de allí lo más rápido posible.

—Algunos minutos.

Yo estaba impaciente. Impaciente y con miedo. Al mismo tiempo que quería ver el resultado, no quería saber sobre la enfermedad, sea cual fuera. Jihyo comenzó a hablar conmigo sobre banalidades, y yo respondía mecánicamente. Ella preguntó sobre mi trabajo y si yo estaba animada por mudarme, pero tuve la impresión de que todo aquello sólo estaba siendo hecho porque ella misma quería perder el tiempo con alguna cosa, para que pasara más rápido también. Ella misma parecía un poco tensa.

—¿Qué crees que es? —Pregunté.

—No sé. —Ella respondió, mirándose las manos. — Pero creo que no es algo malo.

—Cualquier enfermedad es mala. —Rebatí sin pensar.

Ella no respondió. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Dos días?

—¡No puedo soportarlo! Estoy a punto de tomar un calmante... —Y lo estaba. Mis nervios me mataban. — ¿Tienes alguno ahí?

—No. ¿Te has medicado mucho estos días? –—Preguntó, de forma casi inocente.

—No, no tomo medicinas, sólo en situaciones extremas. —Confesé.

—¿Pero tomaste alguno, digamos... Este mes que pasó? ¿Para mareo, dolor o mejorar el humor?

—No.

Ella parecía aliviada. Jihyo y su aura de misterio estaban empezando a darme nervios también. Su celular sonó de nuevo, y, de nuevo, ella no atendió.

—Im Nayeon. —La enfermera habló, y entonces nos levantamos las dos y caminamos hacia ella. — Sala 302, el Dr. Collin ya está esperando.

Caminamos por el pasillo en silencio. Era un pasillo largo y olía a medicinas. Yo estaba empezando a marearme otra vez.

—¿Me voy a tener que operar o algo? —Pregunté sin pensar, rompiendo el silencio incómodo. — Voy a estropear el viaje a Londres...

—No te preocupes por eso. Si tienes que hacerte alguna operación, creo que no va a ser por ahora.

—¿Cómo así? ¿Las operaciones no se realizan lo antes posible?

—Bueno, en algunos casos... —Ella comenzó, pero no concluyó el pensamiento porque, al momento siguiente, entramos al consultorio médico.

—Hola de nuevo, señoras. —El Dr. Collin habló con una sonrisa tierna y sincera. Me sentí automáticamente más tranquila. Esta vez, Jihyo se sentó a mi lado, y tuve la impresión de que ella había hecho aquello en caso de tener que agárrame.

—Hola. —Me apresuré a responder, sentada en el borde de la silla. — ¿Y entonces? Es sólo un estrés idiota o algo así, ¿no es así

—Bueno... No. —Respondió de forma categórica. — Usted no está enferma.

¿No estaba enferma?

—¿Y entonces? —Pregunté otra vez, y Jihyo me empujó hacia atrás, haciendo que me recostara en la silla. Era claro que ella sabía lo que estaba a punto de oír. Pero yo no tenía la menor idea.

Por eso, durante mucho tiempo, las palabras que siguieron fueron las últimas que recordaba haber escuchado, resonando dentro de mi cabeza como si quisieran convencerme de los hechos.

—¿No es obvio? —Sonrió. — Estás embarazada.

Seguía mirando el rostro gordo y bondadoso de aquel médico. ¿Cuál era su nombre? Bueno, no importaba.

Nada importaba. Porque yo estaba embarazada.

—Era lo que yo imaginaba.

Aquella parecía ser la voz de Jihyo. Ah sí. Jihyo. Ella estaba a mi lado.

Pero no importaba. Porque yo estaba embarazada.

—¿Shasha?

Su voz sonó a mi lado otra vez. Hasta donde yo recordaba, ése era mi nombre. ¿Debería responder? Ella me estaba llamando.

¿Pero qué importa?

Carraspee de forma suave, sólo para hacer algo más allá de respirar. Me pareció ser la cosa más fácil de hacer. Intenté razonar, pero obviamente no lo conseguí. Sin embargo, fui capaz de pronunciar la única respuesta que mi cerebro había logrado formular, en una voz tan espeluznantemente calmada que sólo hacía más claro el tamaño de mi desesperación.

—Eso es imposible.

Tal vez eso fuera una obvia prueba de que yo dudaba de los conocimientos médicos del Dr. Collin. Tal vez se enfurecería conmigo, pero no estaba exactamente importándome eso. Sin embargo, no pareció sacudirse con mi incredulidad, y su sonrisa permaneció sincera.

—Ah no. No lo es. No estoy diciendo que puedes estar embarazada. Estoy diciendo que lo estás.

Yo inspiré. Y expiré. E inspiré otra vez.

—¿No existe la posibilidad de que sea otra cosa? —Pregunté, calmada y pausadamente.

—No. Lo que acabas de hacer fue, además de otras cosas, el examen Beta hCG. Él dice si estás o no embarazada, y cuál es la etapa de tu embarazo, a través de la medición de la cantidad de hormonas hCG en su cuerpo. Su resultado dio, indudablemente, positivo.

—El resultado de ese examen... —Comencé, con los ojos cerrados. — ¿Constató que tengo esa hormona?

—Sí, la hCG se produce no sólo en el embarazo...

—¡Entonces no puedo estar embarazada! —Interrumpí sin la menor educación, desesperada por agarrarme a aquel pequeño pedazo de argumento. Me miró impaciente y sonrió aún más, como si tuviera algún retraso mental.

—El valor de referencia de la hormona en mujeres no gestantes es inferior a 25 mUI/ml. El suyo dio aproximadamente 17.000 mUI/ml.107

Lo miré como una imbécil. Intentando pensar en algo que sirviera como argumento, pero razonar parecía muy difícil.

"¿No es obvio?, estás embarazada."

"Estás embarazada."

"Embarazada."

—¿Shasha? —Jihyo llamó de nuevo. De nuevo, no respondí.

—¿Doctor? —Llamé.

—¿Pues no? —Respondió sonriendo.

—Eso es imposible. —Concluí, esperando que me enviara a la mierda en cualquier momento.

—¿Por qué crees que es imposible? —Preguntó, aún muy agradable.

—Porque tomo anticonceptivos. —Respondí, con un aire de triunfo.

—¿Desde cuando?

"Desde siempre," quería responder. Pero pensando bien, ésa no era la respuesta correcta. Siempre había tomado píldoras anticonceptivas. Era necesario en mi antigua "profesión." Pero recuerdo, claramente, de haber interrumpido el uso de ellas cuando decidí librarme de la imagen de prostituta, después de que Jeongyeon se fuera.

—Siempre he tomado. Me detuve con la medicación por algún tiempo, pero luego la volví a tomar.

—Y durante ese periodo sin las píldoras, ¿usted tuvo relaciones sexuales sin el uso de preservativo?

—No, no tuve relaciones sexuales con nadie en ese periodo. —Respondí categóricamente, deseando más que todo que ellos creyeran en mí. Jihyo principalmente.

—¿Y no olvidó tomar la píldora algún día, después de que retomó sus relaciones?

No necesité hacer mucha fuerza para recordar el único día en que yo había olvidado tomar la píldora: Justamente el primer día que decidí volver con los anticonceptivos. Lo que correspondía, justamente, al día en que Jeongyeon me había encontrado otra vez. Yo comenzaría una nueva cartilla en esa ocasión. Pero las circunstancias obviamente me distrajeron y me hicieron olvidar completamente eso. Volví a recordarlo sólo un día después, sólo entonces iniciando de hecho la cartilla. Pero aún así...

—El día que reencontré a Jeongyeon... —Comencé, como si el Dr. Collin supiera quién era Jeongyeon. — Mi novia es intersexual, y yo olvidé tomarlas. Sería el primer día de la cartilla... ¡Pero usamos condón!

—¿Y continuaron usando en las relaciones posteriores?

—No... Nosotras tuvimos sexo sin preservativo en el segundo o tercer día de la cartilla. —Hablé, ya lamentando por mi respuesta, y apresurándome a añadir. — ¡Pero ella se vino fuera! ¿Creé que fue ahí...?

—No. Las posibilidades son remotas. Usted dijo que ya estaba acostumbrada a usar píldoras durante algún tiempo, así que creo que desde el momento en que reinició con la primera pastilla, ya estaba bajo el efecto del anticonceptivo.

—Entonces... —Comencé, queriendo alguna respuesta.

—Entonces, creo que hay algún detalle que usted está olvidando. Una cierta brecha. Lo que puedo asegurar por el momento es eso: Usted está embarazada.

Escucharlo una vez más hizo que, de nuevo, mi corazón perdiera un latido. Pero esta vez, tal vez porque ahora mi cerebro ya había vuelvo a trabajar, esas palabras no me lastimaban. No fue desesperante. Sólo es sorprendente.

Sentí algo dentro de mí. Algo bueno. Como si una energía desconocida hubiera entrado dentro de mi cuerpo y me dio una sensación de esperanza. Una sensación que, aunque me asusta, me dejó feliz.

Instintivamente, lleve mi mano izquierda hasta mi vientre, obviamente todavía muy plano por el estadio poco avanzado del embarazo. Miré como quien esperaba un susto inminente.

—No sé por qué está tan nerviosa. —Oí decir. — Estoy seguro de que su novia va a adorar la noticia.

—Hace cuánto tiempo... —Comencé, todavía mirando débil mi vientre.

—Sólo es posible saber el tiempo de gestación correcto con una ecografía. Pero por los niveles de hormona en su sangre, calculo que está alrededor de la octava o novena semana.

—Eso da dos meses completos. —Ahora quien habló fue Jihyo. — ¿Shasha no sentiste falta de tu menstruación?

—Yo no menstruo. —Respondí mecánicamente. — Emitiendo una cartilla por otra, no tengo sangrado por privación.

Y fue pensando en esa respuesta que un pánico creciente se apoderó de mí.

—Dios mío... ¡Tomé anticonceptivos embarazada!

—Calma. —Oí la voz del Dr. Collin tratando de calmarme. — No tenía como saberlo.

—¡Pero va a hacer daño al bebé! —Argumenté, un poco desesperada.

—No lo hará. Usted está a principio del embarazo, el feto no va a ser perjudicado. Sólo tienes que parar con las píldoras ahora que sabes que vas a ser madre.

—Bebí también... —Comencé al recordar todas las mierdas que había hecho, y sentí la presión en mi cabeza aumentar.

—¿Cuánto? —Preguntó.

—Tres vasos de vino en víspera de año nuevo. — Miré a Jihyo sin motivo alguno. — Y también un vaso la otra noche...

—¿Usted suele beber?

—¡No! —Me apresuré a responder. — Eso fue todo lo que bebí.

—Está bien. Siempre que no beba a partir de ahora. ¿Fuma o usa algún tipo de drogas?

—No.

—Bien. No se auto-medique, algunas sustancias pueden hacer daño al feto. La primera cosa que usted debe hacer ahora es buscar un obstetra. Va a guiarla mejor. Y no se preocupe, su bebé no corre riesgo.

Estoy embarazada.

—¿Alguna duda, Nayeon? —Oí la voz bondadosa del médico que me sacaba de mis divagaciones.

—Sí... ¿Esa puerta es el baño?

Rogué para que fuese, porque no esperé por su respuesta. Pasé allí y conseguí alcanzar el inodoro antes de vomitar en los azulejos del suelo. Jihyo vino a socorrerme, sosteniendo mi frente con delicadeza. No vomité mucho, incluso porque había comido muy poco.

—Espero que esto no sea nerviosismo. —Ella concluyó, ayudándome a levantarme, y dejando claro que sabía que eso se daba, sí, por mi estado emocional.

—¿Cómo voy a decirle? —Pregunté, incapaz de ocultar el miedo. — Simplemente dejamos de usar condones porque le di la seguridad de que usaba las pastillas de mierda...

No era cuestión de ser idiota. Era cuestión de confianza. Ella había confiado en mí, estaba segura de que no sería madre por accidente. ¿Cómo le explicaría esto a ella? ¿Cómo, si ni yo misma entendía lo que había sucedido?

Salí del centro médico con los consejos de "buena gestación" del Dr. Collin. Sentí el registro caer poco a poco, como si fuera algo imposible de aceptar de una sola vez. Un embarazo no estaba en los planes de nadie: Muy por el contrario, se estaba evitando. Por eso, no conseguí dejar la ansiedad de lado durante todo el recorrido de vuelta al apartamento de Jeongyeon.

—Ok, tengo que hablar. Lo siento, no quería traer eso a tema...

Me volví a ella por primera vez, sorprendida por la voz de Jihyo. El viaje había sido silencioso hasta ese punto. Todavía digiriendo la información, intentando desesperadamente trazar algún plan para cuando Jeongyeon viniera con preguntas como "¿Dónde estuvieron toda la tarde?" y después de la respuesta, algo así como "¿Y cuál fue el diagnostico?"

—¿Qué pasó? —Respondí, tratando de organizar las ideas. Lo que Jihyo decía casi siempre era importante, pero en aquel momento no podía darle importancia a prácticamente nada. Nada que no fuera relacionado con la pequeña cosita que se formaba dentro de mí.

—Lo siento... —Ella repitió, tratando de mantener los ojos en la calle delante de nosotras. —;Sé que no es de mi incumbencia, sé que no tengo que meterme en la vida que tú y Jeongyeon llevan... Pero es sobre él, tu hijo...

Nuestro hijo. Mío y de Jeongyeon. Nuestro.

—Y sé que es desagradable traer de vuelta algunas cosas... —Jihyo continuó. —:Pero tienes que asegurarte de que... Bueno, que no tienes nada. Sabes... mujeres como tú... Tú antiguamente, claro... Puedes tener alguna enfermedad... Y el bebé...

Fue la primera vez que vi a Jihyo tartamudear. Sin embargo, no me dejé afectar con ese recuerdo. No era lo suficientemente importante para ello. Yo estaba embarazada, y muy pocas cosas además importaban realmente. Y aunque era innegable que "meterse" era exactamente lo que ella estaba haciendo, aún así la entendía. Es claro que Jihyo estaba segura: Una cierta enfermedad podría hacer que el feto corra riesgo.

—Estoy limpia. —Dije en un tono bajo, girándome a la ventana del coche y observando los árboles que quedaban atrás. — Siempre me hice exámenes periódicamente. El último fue hecho después de que Jeongyeon se fue. Y después de que eso sucedió, no estuve con nadie.

Por lo que podía ver desde mi visión periférica, ella me miraba con interés mientras esperaba la señal abierta. No me importaba.

—Lo siento... —Ella dijo.

—Está bien. No me importa.

Y no me importaba siquiera. Simplemente porque nada era lo suficientemente importante. Yo estaba embarazada.

De Jeongyeon.

—¿Por qué estás sonriendo? —Escuché a Jihyo preguntar, otra vez poniendo el coche en movimiento.

—Por nada. —Respondí, tratando de alejar la imagen que se formaba en mi cabeza de un bebé tierno, rosado y sonriente, carcajeando mientras Jeongyeon besaba su minúscula barriga entre almohadas suaves. En mis pensamientos, ella parecía feliz con la novedad. En mis pensamientos, ella me abrazaría y diría que me amaba. Y diría que aquel hijo era lo mejor que podía haberle dado. En mis pensamientos, todo sería perfecto. Pero no siempre las cosas sucedían de acuerdo a mis pensamientos.

—Llegamos.

La voz de Jihyo me trajo a la realidad otra vez. Estábamos estacionadas en la calzada a pocos metros del edificio de Jeongyeon. Miré alrededor y noté que me miraba.

—Ah gracias. —Hablé, sin saber bien por lo que estaba agradeciendo. Salí del coche con ella siguiéndome, las dos corriendo hacia el interior del edificio en un intento de escapar del viento frío que el crepúsculo traía. El pequeño viaje hasta el apartamento fue silencioso.

Jihyo parecía querer darme algún espacio, dejando que yo hablara primero en caso de que quisiera. Y yo no sabía si quería salir en silencio, dándome la libertad de seguir formando imágenes aleatorias de Jeongyeon con el bebé, o si quería conversar sobre aquello, forzándome a volver a la realidad y discutir sobre lo que yo debería o no esperar de aquel asunto. Opté por el silencio, al menos hasta que me bañara y enfriara un poco la cabeza. Millones de pensamientos burbujeaban dentro de mí –entre ellos dudas, miedos y alegrías –pero yo sabía que tarde o temprano tendría que reanudar el control.

Digerí la información lentamente debajo de la ducha, hablando en voz alta conmigo misma en el intento de absorber mejor la verdad.

Yo estaba embarazada. De Jeongyeon. Mi hijo no corría peligro. Yo estaba embarazada. De Jeongyeon. Yo estaba embarazada. Yo estaba embarazada.

Pasaba las manos en mi vientre una y otra vez, sintiendo el agua tibia escurrir por ella. Miré débilmente al lugar, sintiendo más alegría de lo que alguien normal sentiría al mirar un pedazo de piel.

Yo estaba embarazada. Eso era asustador. Eso era maravilloso. Cuando me di cuenta, ya estaba llorando. Traté de contener las lágrimas valientemente, porque sabía que cualquier emoción fuerte podría reflejarse en mi bebé.

Y yo no pondría en riesgo a mi bebé. Nunca.

Las lágrimas fueron disminuyendo. Junto con ellas, disminuyeron también los golpes acelerados de mi corazón. Respiré profundamente de forma repetida, buscando el control perdido sin querer.

Yo estaba embarazada. Había alguien dentro de mí. Alguien muy importante. Alguien que era mío, y que cargaba un poco de Jeongyeon también. Alguien que unía a las dos, la prueba de que yo pertenecía a ella. La prueba de que ella era mía también. Yo estaba embarazada. Y estaba aceptando el hecho de estar más feliz a cada minuto.

—¿Shasha? ¿Está todo bien?

La voz de Jihyo me trajo hacia la realidad.

—Sí... ¡Ya estoy saliendo! —Conseguí contestar, tratando de lidiar con la felicidad que inflaba mi pecho como un globo de gas. Era extraño, y al mismo tiempo delicioso.

—¡Grita si necesitas algo!

Me enjuague de cualquier manera, sin prestar atención a muchas cosas. Vestí el conjunto de chándal que había dejado en el gancho detrás de la puerta y salí, sintiéndome extrañamente como una bomba de tiempo.

—¿Estás sintiendo algo? —Preguntó. Negué con la cabeza, y me eché entre las almohadillas y el edredón ordenados por Jihyo. Ella se sentó a mi lado.

—Bueno... —Ella comenzó.

—Bueno. —Dije, sólo para emitir algún sonido. Ella me miró por algún momento, probablemente pensando en cómo comenzaría la conversación.

—Entonces estás embarazada.

Sentí un leve escalofrío recorrer mi espina dorsal al oír el sonido de esas silabas otra vez, pero no me estremecí. Era un escalofrío bueno, y sus palabras casi me hicieron sonreír.

—Sí...

—¿Cómo no lo notaste antes?

—Yo no sé. Probablemente por creer que es imposible.

—Los síntomas son muy obvios. —Ella sonrió, encontrando realmente la gracia en eso. — No sé como Jeongyeon no lo notó. Ella es muy observadora.

Jeongyeon. No lo había notado. Pero era hora de que ella sabía lo que sabía.

—No sé si debo contarle... —Comencé, pensando realmente por primera vez en la posibilidad de que la noticia no se recibiera de la forma positiva que mi imaginación ilustraba. Jihyo me miró como si hubiera dicho algo absurdo.

—¿Cómo así? ¡Ella tiene que saber!

—Su reacción...

—¡Sea cual sea, ella tiene que saber! Ella es la madre. No lo hiciste sola.

Jeongyeon es la madre. De mi hijo.

—Jihyo confía en mí cuando dije que no sucedería...

—Los accidentes ocurren. Si no te olvidaste de tomar alguna píldora, entonces fue algo más. Algo que ustedes tienen que descubrir juntas.

—Pero... —Comencé, pero me callé cuando tuve la impresión de ver la paciencia de Jihyo disminuyendo.

—¿De qué tienes miedo al final? —Preguntó, genuinamente confusa. Ella no sabía, pero yo estaba asustada en muchas cosas.

Jeongyeon podría sentirse engañada. ¿Podría creerse que yo había hecho lo que quería, sólo para garantizar que no me dejara?

¿Podría pensar que aquello era algún tipo de golpe por interés?
¿O peor, pensar que ya estaba embarazada antes de encontrarla?
¿Podría pedir que no tuviera ese hijo? ¿Nuestro hijo?

—¿Estás bien? —Jihyo volvió a preguntarme, pero esta vez mi línea de racionalismo no fue interrumpida.

No estaba bien. ¿Por qué estaba teniendo esas dudas absurdas? ¿Por qué estaba dejando que una inseguridad tan antigua volviera con tanta fuerza en un momento tan importante de mi vida? Jeongyeon y yo trabajamos en ello por algún tiempo, no debería cometer ese desliz. ¿Por qué estaba pensando en eso? Me amaba. Lo dejaba claro todos los días, incluso con mis múltiples personalidades a causa del embarazo. Y aunque fuera un embarazo que ella no supiera, y aunque aquello no hubiera sido planeado... Ella nunca, nunca reaccionaria de esa forma. No era así. La conocía.

Jihyo se materializó delante de mí, ofreciéndome un vaso de agua.

—No estás bien. Toma esto.

Acepté la oferta y bebí el agua a la vez. Ella me miraba como quien mira una... Embarazada extraña. No podía verbalizar esos miedos a ella. Me sentiría avergonzada incluso de pensar en esas posibilidades en voz alta.

Principalmente para Jihyo.

—No sé lo que tienes en mente, pero por lo que sé de Jeongyeon–lo cual no es poco –te puedo decir esto...

Y entonces, su celular sonó otra vez. Y lo que fuera a decir quedaría para otro momento.

—Todo tuyo. —Ella habló, extendiéndome el aparato.

—¿Qué? —Reaccione asustada. — ¡El teléfono es tuyo! ¡Ella quiere hablar contigo!

—Ella quiere hablar de ti. Y estoy segura que contigo no va a ser una troglodita.

La miré, aún temida.

—Ella nunca fue una troglodita... —Comencé, pero fui interrumpida por una sonrisa de victoria en su cara.

Miré el teléfono, viendo el nombre de ella parpadeando en la pantalla insistentemente. Actué por impulso, tomando el celular de sus manos y deslizando la traba virtual para atender la llamada. Escuché los gritos de Jeongyeon antes de que pudiera decir algo.

—¡VEINTIOCHO LLAMADAS, JIHYO! ¡MALDICIÓN! ¿DÓNDE CARAJOS TE METISTE?

—Jeong... —Traté de detenerla con una voz tímida, pero ella estaba demasiado enojada para recordar que aquello debería ser un dialogo.

—¿QUÉ ESTÁS ESCONDIENDO? ¿DÓNDE ESTÁ NAYEONNI? LA PUTA MA...

—¡Jeongyeon! —Hablé más alto.

—¿Hola? ¿Nayeonni? —Ella respondió, un poco confundida, tratando ahora de obtener su voz de nuevo a un tono civilizado. — Hola, cariño. Pensé que era Jihyo. ¿Por qué no atendiste tu móvil? Estaba preocupada... ¿Estás bien?

—Estoy bien. Lo siento. Olvidé el teléfono en casa.

Ella se quedó en silencio por unos segundos.

—¿Olvidado "en casa"? ¿No estás en casa?

Mierda.

—Lo estoy... Ahora. —Respondí, recordando que miento tan mal que no valía la pena intentar inventar algo de última hora. Sólo haría las cosas peores.

—¿Saliste?

—Sí... Una salidita. Jihyo fue conmigo...

Más silencio. Este un poco más largo.

—¿A dónde fueron?

—¿A dónde fuimos? —Repetí la pregunta, mirando a Jihyo con la esperanza de que ella me susurrara cualquier mentira. Al menos hasta el momento en que Jeongyeon volviese a casa y yo decidiera contarle la verdad –o partes de ella. Pero Jihyo continuó mirándome con aquellos ojos castaños casi negros tranquilos, y entonces entendí que ella no me ayudaría.

—Sí. ¿A dónde? —Ella insistió. — Dimos una pasada al médico...

—¡Has empeorado! ¡Lo sabía! ¿Qué sucedió? ¿Qué tienes? ¡Sabía que esto iba a suceder!

—¿Jeongyeon?

—¡Voy a casa, no salgas de ese departamento! ¡No salgas de la cama! ¡No debería haber venido a trabajar!

—¿Vienes? —Me congelé, mirando a Jihyo en pánico. Ella pareció tan tranquila como antes.

—¡Sí! ¡No dejes que Jihyo se vaya antes de que llegue! ¡No te quiero sola! ¡MIERDA!

Escuché una bocina alta y algunas malas palabras de las profundidades de sus pulmones.

—¿Puedes calmarte? _Pregunté, ahora preocupada. — Conducir en ese estado...

—¡Estoy tranquila! —Dijo, casi gritando. — ¿Estás bien?

—Ya te dije que sí. Por favor, cálmate.

—Me voy a calmar cuando llegue a casa. Hasta luego. Te amo.

Y colgó. Miré a Jihyo sin saber qué decir.

—No te preocupes. Es una buena conductora hasta cuando está nerviosa.

—Creo que quiere matarte. —Dije, sin prestar mucha atención. Ella sonrió, completamente despreocupada.

—Eso sucede de vez en cuando.

Le entregué el teléfono y me incliné en la cabecera. Esta situación ya era delicada en su esencia.

El hecho de que Jeongyeon estaba tan nerviosa sólo empeoraba, y mucho, mi ansiedad.

—Bueno... —Ella rompió el silencio. — En primer lugar, es necesario que te pongas en contacto con tu ginecólogo...

La miré un poco contrariada. No quería entrar en contacto con mi ginecólogo antiguo. Él me recordaba cosas que no me gustaban, ya que, además de mí, era también el médico de las otras chicas.

—¿No puedes recomendarme uno nuevo? —Pregunté, intentando apartar esos recuerdos.

—Claro. Mi ginecólogo es muy bueno...

—Bien. —Concluí demasiado rápido. Ella me miró y yo estaba segura de que Jihyo entendió algo.

—Y un obstetra. —Ella se apresuró a hablar, queriendo cerrar ese tema. — El obstetra que acompaño mis dos embarazos también es excelente. Voy a dejar los teléfonos con Jeongyeon.

—Gracias. —Hablé, mirándola a los ojos ya sintiendo una punzada de emoción aflorando en mí. — Por todo.

—No hay de qué. —Ella respondió simplemente, sonriendo de forma agradable. — ¿Vas a contarle, no?

Consideré la pregunta por un momento, pensando cuál sería la mejor cosa a hacer. Llegué a la conclusión: Ella tendría que saberlo, en este momento u otro. Entonces, cuanto antes eso sucediera, mejor.

—Yo...

—Seguro. O bien lo haces sola o...

—¡No! —Interrumpí. — Quédate aquí, por favor. —Ella asintió. Jihyo sabía que tenía que quedarse, simplemente porque sólo ella sabía cómo lidiar con Jeongyeon en esas condiciones.

Nunca la había visto tan nerviosa, pero estaba segura de que Jihyo ya estaba acostumbrada a verla lidiar de esa forma. Comenzamos una conversación sobre el embarazo. Agradecí a Jihyo por compartir su experiencia de dos embarazos, dando consejos e informándome de todo lo que era desaconsejable hacer. Y cada vez que ella decía algo como "vuestro bebé," mi mano volaba mecánicamente a mi vientre y acariciaba distraídamente el lugar. Y entonces oí el ruido de llaves impacientes en la cerradura de la puerta de la sala. Mi corazón dio un salto.

—No te preocupes. —Jihyo intentó calmarme. —Cualquier cosa le hago una llave en el cuello.

Ella sonreía mientras decía esas palabras, pero en ningún momento dudé que ella pudiera ser capaz de hacer eso.

—¡Amor! —Jeongyeon entró a la habitación, ya sacándose el abrigo y corriendo hacia mí. Ella paso al lado de Jihyo sin decir una sola palabra y se sentó a mi lado, dándome un beso en la cara.

—Estoy bien. —Hablé en un intento de tranquilizarla, mientras ella pasaba su mano en mi cuello y frente para asegurarse de que yo no tenía fiebre.

—¿Qué tienes? —Preguntó, y sentí pena por el estado de nervios en el que se encontraba. Si la simple idea de una enfermedad hacia que Jeongyeon actuara de esa forma, ¿qué sucedería cuando ella supiera la verdad?

¿Debería responder a su pregunta? "¿Qué tengo? Un bebé."

—Calma... —Comencé, limpiando la garganta. — No estoy enferma.

—¿No? ¿Entonces qué pasó?

Miré a Jihyo, un poco desesperada. Ella hizo un movimiento que me decía que prosiguiera, y verla allí me calmó un poco.

—No paso nada. —Dije. — Y creo que no va a pasar antes de unos siete meses. —Ella me miró con una expresión que sólo recordaba haber visto en mi madre cuando tenía neumonía con seis años. Era una expresión de preocupación tan intensa que yo sabía que estaba sufriendo. Por eso, aunque toda la ansiedad del mundo estuviera martilleando contra mi pecho en aquel momento, respiré profundamente y tomé coraje para decir lo que ella tenía que oír. Aunque fuera para acabar con aquella tortura.

—Estoy embarazada.

Jeongyeon POV.

Tiré el celular en el colchón y volví a mis estado catatónico. Nayeon me miraba, con los ojos y la nariz rojos del llanto. Instintivamente, miré su estómago, que estaba escondido por el abrigo suave, pero yo sabía que estaba perfectamente plano. Ella lo notó y, por algún motivo –o tal vez actuando por instinto también –colocó la mano en su estomago.

—Tú estás... Embarazada... —Extendí mi mano y toqué un lugar muy cerca de donde su mano estaba. Esa no fue una pregunta, pero tampoco sonó como una afirmación.

No era nada en partículas: Sólo yo, tratando de estar totalmente consciente de los hechos. Como si decirlo en voz alta tuviera algún efecto.

—Lo estoy... —Ella respondió en una voz muy baja, casi avergonzada.

Sí, ella estaba embarazada. De mi hijo. Nuestro hijo. Acaricie gentilmente el tejido del suéter, con un miedo irracional de emplear mucha fuerza allí.

—¿Cuánto tiempo...

—Dos meses. —Ella respondió con una voz un poco más segura.

Dos meses. Yo era madre desde hace dos meses.

Me senté más cerca. Tuve la impresión de ver a Nayeon retroceder un poco, pero debía ser sólo una impresión. Miré sus ojos otra vez, e instantáneamente me vino a la cabeza la imagen de un bebé perfecto con aquellos mismísimos ojos chocolate. Creo que sonreí.

—No sé cómo sucedió... —Nayeon empezó, e inmediatamente después de oírla, fui súbitamente tomada por el recuerdo de un detalle olvidado hace algún tiempo.

—Yo sé. —Dije tranquilamente, simplemente por hablar. Nayeon y Jihyo –cuya presencia allí se me olvidaba con frecuencia –me miraron asustadas. Las miré, mientras mis pensamientos volvían un poco en el tiempo, confirmando los exactos dos meses de embarazo de Nayeon.

—La primera noche que estuvimos juntas...

—Nosotras usamos condón. —Me interrumpió, pareciendo querer que su contra-argumento fuera suficiente.

—Lo sé... —Continué. — Pero aquella noche... Fuiste tú quien abrió el envoltorio del preservativo.

Nayeon continuó mirándome como si me implorara para que desarrollara mi línea de racionalismo.

—¿Y qué tiene eso? —Preguntó.

—Estabas temblando un poco... No podías abrir el plástico...

—¿Y? —Esa vez fue Jihyo quien se pronunció, usando el tono que ella solía usar cuando quería agredir físicamente.

—"Y" que... —Recomencé, mirando a Nayeon otra vez. — Abriste el envoltorio con los dientes.

Las dos se quedaron en silencio, procesando la información, aún mirándome. Después de algún rato, Jihyo había entendido, pero Nayeon continuaba en silencio, ahora con la mirada borrosa. Como no estaba segura de si ella había llegado a la conclusión que yo quería que llegara, decidí terminar mi argumento, en un tono de voz tan homogéneo y tranquilo que me hacía parecer alguien que estaba llena de calmantes fuertes.

—Debes haber mordido el condón y llegado al caucho. Cuando fui a tirarlo a la basura, noté que estaba goteando, pero en el calor del momento, no me importó.

Ella continuó mirándome, sin ninguna reacción. Esperé, volviendo a acariciar el suéter a la altura de su barriga, permitiendo ahora hacer realmente alguna presión y tocar su cuerpo. Mi hijo estaba allí. Nuestro hijo.

—Estoy embarazada desde el primer día... ¿Desde el primer día que estuvimos juntas?

—Creo que sí... —Conseguí contestar, tirando un poco hacia arriba el tejido y tocando directamente su piel ahora, demasiado distraída para prestar atención a cualquier otra cosa.

—Entonces... —Ella dijo, tan de repente que me dio miedo. — La culpa fue mía...

¿Culpa? Nadie tenía la culpa, porque "culpa" era un término usado en situaciones donde algo malo estaba en cuestión.

Y la única cosa en cuestión, en aquel momento, era mi hijo. Nuestro hijo.

"Culpa" no encajaba en esa conversación, de ninguna manera.

—¿Jeongyeon? —Jihyo me llamó, pero no me giré. Parecía hipnotizada por aquella barriga.

—Sí. —Respondí, sin moverme.

—¿Estás bien?

"Bien" era un poco vago. No estaba "bien". No decía todo lo que estaba dentro de mí, era una palabra muy simple, muy pobre para describir mi estado en ese momento, no estaba "bien". Estaba en shock, en éxtasis. Un torbellino de cosas en mi pecho, tratando de contener el grito, tratando de contener las lágrimas. Estaba tratando de estar tranquila, intentando recuperar el aliento y el movimiento de las piernas. Estaba tratando de recuperar el control de los latidos de mi corazón.

—Lo estoy, Ji. Estoy muy bien.

Mi voz seguía siendo tranquila y baja. Como una perfecta psicópata, parecía hasta aquel personaje de "Dark Paradise" trazando sus planes más minuciosos. La habitación se sumergió en el silencio otra vez. Yo quería levantar la mirada y encarar a Nayeon, pero no lo conseguía.

Me senté aún más cerca de ella. Estábamos tan cerca ahora que podría apoyar mi frente en su hombro, pero aún así no desvié la mirada de su vientre. Extendí mi mano allí, intentando inútilmente sentir algo. Sin embargo, la simple sensación de estar lo más cerca posible de aquel bebé me hacía bien.

—Bien. Voy a dejarlas solas entonces. No te preocupes, sé dónde queda la salida.

—Jihyo... Gracias por todo. —Escuché a Nayeon hablar.

—No seas tonta, no hice nada. Mañana te llamo para intercambiar información.

—Ok... Y lo siento por hacerte quedar...

—Nos vemos...

Oí aquel pequeño dialogo, pero no procese palabra alguna. No estaba realmente mirando. Tal vez más cosas hubieran sido dichas entre una respuesta y otra, pero no sabría decir. No me importaba.

La habitación se quedó en silencio otra vez. Durante mucho tiempo. Experimenté aquella sensación de paz mientras repetía en mi cabeza, por centésima vez, la frase que me había hecho quedarme en aquel estado.

"Estoy embarazada". Nayeon estaba embarazada. De mi hijo.

—Creo que es niña.

Su voz rompió el silencio, y por algún motivo me hizo despertar. La miré sin entender nada –tal vez esperando que ella me dijera cómo actuar –preguntando silenciosamente por qué creía aquello.

—Intuición. —Ella respondió a mi pensamiento, y sonrió de forma tímida, casi culpable. Admiré esa sonrisa un rato, sin decir una palabra. Fui atraída por aquellos ojos como algún tipo de imán, ya que me sentía completamente entregada a ellos.

De repente entendí que la mujer frente a mí era, sin la menor sombra de dudas, la mujer de mi vida. No es que eso nunca me hubiera golpeado en su totalidad, pero en ese momento moriría por esa verdad. Ella era la persona más importante de mi vida. Me daría un hijo.

Sonreí, apoyando mi frente en la suya y sintiendo mi garganta apretar. Quería decir algo, algo, pero las palabras parecían hechas de yeso. De repente –no porque no lo esperara, sino porque pareció ser demasiado rápido –dos lágrimas cayeron de mis ojos. Nayeon se apresuró a limpiar las dos, pero no sería tan fácil. No era un momento de descontrol pasajero. Era una emoción genuina, una emoción tan fuerte que mi pecho parecía a punto de estallar. Y entonces, todo lo que necesité fueron unos segundos hasta que estuviera sollozando, llorando compulsivamente como una niña en sus brazos.

La abracé de forma delicada, con un miedo idiota de apretar mucho su cuerpo. Escondí la cara en su cuello y dejé que las lágrimas simplemente escurrieran, sin la menor intención de impedirlas. Sus brazos pequeños me envolvieron como una madre abraza a una hija crecida, protegiéndome y tratando de calmarme. Por un segundo, temí estar asustándola con mi descontrol, pero no había absolutamente nada que yo pudiera hacer. Sería madre. Gracias a ella.

—Te amo. —Conseguí decir contra sus cabellos, luchando contra el llanto y los hipos que interrumpían en casi cada sílaba. — Gracias por hacerme sentir una alegría que nunca imaginé que podría sentir. Gracias por volver a mi vida y marcarla de esa forma. Te amo...

Besé su cuello suavemente, queriendo sólo sentir su piel contra mis labios. Sus dedos se enrollaron en los mechones de mi cabello como ella siempre hacía, y eso fue suficiente para hacerme sonreír, incluso en medio de las lágrimas. Porque yo sabía que lo haría. Porque yo la conocía. Porque ella era mía, y me había dado la oportunidad de ser de ella de la misma forma.

—Yo también te amo... —Ella susurró en mi oído, y sentí mi garganta apretarse otra vez. Conseguí amarla aún más. Ahora el doble. A partir de ese momento, no sólo teniendo la certeza de que toda mi vida dependía de ella, sino también del niño que estaba allí. Y entonces, de repente, Nayeon se convirtió en algo tan absurdamente precioso que me sentía vulnerable. Absolutamente NADA podría sucederle. De ninguna manera. En ninguna circunstancia. No por simplemente cargar a mi hijo, sino porque ella se había vuelto, irreversible e irrefutable, la persona que tenía el papel más fuerte en mi vida. Ella era la madre de mi hijo. Eso era inmenso. Ella era mía. Ella me daría un bebé, y por más que repetía exhaustivamente esas verdades dentro de mi cabeza, no perdían valor.

Jadee contra su cuello, tratando de volver a la normalidad. Me quedé un momento parada, todavía abrazada a Nayeon de forma suave. El simple hecho de conseguir parar de temblar me hizo sentir mejor.

—¿Qué más dice tu intuición? —Pregunté, sofocando el sonido de mi voz en su piel.

—Que ella va a tener tus ojos. —Ella respondió, haciendo algún tipo de contorsión y consiguiendo quitarme los zapatos, abriendo las piernas y permitiéndome acurrucar entre ellas.

—¡Ah no!

Ella se rió bajo de mi decepción. Los ojos de Nayeon eran demasiado perfectos para que sólo existiera un par de ellos en el mundo. Sería maravilloso que aquel niño trajera esos ojos de chocolate, arrancando en mí una sonrisa en cada momento que los mirara también. Pero está bien. Sólo una intuición. Ella podría estar equivocada.

Sus manos continuaban en mi cabello, prácticamente aniñándome. Entonces, por primera vez después de que recibí la noticia del embarazo, percibí que el día abarrotado de quehaceres sin Jihyo a mi lado me había dejado exhausta.

Agradecí silenciosamente por estar en viernes. Me moví, me sentía un poco incómoda por estar colocando todo mi peso sobre el cuerpo de Nayeon.

Tal vez yo estaba exagerando al final, pero como madre primeriza, tenía el derecho de ser idiota.

—No te preocupes. —Ella dijo, tirándome de nuevo cerca de ella mientras intentaba apoyar mi peso en otro punto.

Me pregunté si el embarazo estaría haciendo que ella desarrollara el extraño don de leer mi mente. Al final, aún acurrucada, me entregué al cansancio con sus dedos en mi cuero cabelludo.

Soñé con una niña hermosa de ojos castaños misteriosos, piel blanca igual a la mía y cabellos lisos.

Soñé con mi hija.

Y si eso fuera posible, yo estaba segura de que había pasado aquella noche entera sonriendo inconscientemente.

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