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Jeongyeon POV.
Esa era Shay. No la veía hacer algún tiempo, pero todavía recordaba sus indirectas nada discretas sobre mí. Ella era una de las primas de Jihyo, y una de las cosas que recuerdo en la adolescencia era que siempre dejaba claro que estaría dispuesta a estar conmigo en cualquier momento del día. Tuve que aguantar bromas de mi sexualidad por siempre negarme. De hecho, era raro que alguien no la deseara, porque Shay era muy bonita. Incluso completamente diferente a Jihyo, ella siempre llamó la atención por su piel morena, altura impotente y ojos seductores. Pero mi conciencia nunca dejó que me aprovechara de una mujer de la familia de mi mejor amiga. Además, yo sabía que, aunque decidiera usarla, ella se pegaría a mí como chicle y jamás de dejaría en paz de nuevo.
—Deberías aparecer más veces. —Ella habló, limpiando algo de mi hombro que no pude ver. Tal vez fuera una suciedad imaginaria, porque Shay siempre estaba encontrando una manera de tocarme.
—Vida ocupada. —Respondí cordialmente.
—No seas idiota. Todos tenemos tiempo para los amigos de la infancia cuando queremos.
Ella siempre hablaba insinuándose para mí, no importaba cuál fuera el asunto en cuestión. Por alguna razón, me pareció gracioso.
—¿Cómo va la vida? —Pregunté al azar.
—Va bien. Mejor ahora que nos encontramos de nuevo.
Su mano, antes en mi hombro, pasó a mi seno sin la menor explicación.
—La mía también anda bien. —Me apresuré a decir. — Estoy enamorada.
—¿Ah, enserio? ¿Y dónde está la señora Yoo? ¿Te dejó sola en año nuevo? —Ella provocó.
—Está aquí, en algún lugar. Y si ella ve que estas tocándome así, creo que va a estar medio enojada.
—¿No sabe manejar un poco de competencia?
Estaba lista para decirle que no había competencia alguna, pero las palabras no pudieron salir de mi boca porque, al segundo siguiente, alguien se metió entre nosotras. Nayeon estaba enojada.
No necesitó decir una palabra ni siquiera para que yo lo notara. Miré hacia abajo y vi su cara contorsionada en una expresión de rabia inédita para mí. Sus manos pequeñas estaban cerradas en puños, y ella exhalaba con fuerza. Tuve la extraña sensación de estar mirando a un pequeño gatito irritado. Ella no me dirigió la palabra, volviéndose y quedando de frente a Shay. Los rostros de las dos estaban a dos centímetros de distancia una de la otra.
Incluso Nayeon siendo mucho más baja que Shay, que era un poco más alta que yo, no pareció intimidada en ningún momento. Por eso, me asusté al verlas mirándome de igual a igual, Shay con una sonrisa burlona en la cara y Nayeon con una mirada asesina.
—Estaba observando de lejos, y me pareció que estabas demasiado cerca de mi novia. Espero que no te importe si me quedo aquí.
—Mi bien... —La otra respondió, llegando aún más cerca de ella. — Yo conozco a tu novia desde hace mucho tiempo. Y créeme, he estado cerca de ella antes de que aparezcas.
—Lo que muestra tu grado de incompetencia por no haberla conseguido para ti.
La sonrisa de burla desapareció de su cara inmediatamente. Yo misma me llevé una sorpresa con esa respuesta. Como Shay no tenía una réplica a la altura, Nayeon dio su golpe final.
—Vamos a dejar las cosas claras: Tu mano en su seno otra vez significa mi mano en tu cara. ¿Entendido?
Aunque ella pareciera un gatito irritado, inexplicablemente temí por la vida de Shay. Ella también parecía temerosa, y alguien que llegara en aquel momento jamás entendería cómo una mujer de ese tamaño podía estar visiblemente con miedo de una bajita.
Siempre pensé que, en situaciones de ese tipo, algún escándalo tendría que ser formado. Por eso, me sorprendí con la discreción de Nayeon al decir claramente que metería la mano en la cara de otra mujer a través de un casi gentil susurro. Miré alrededor y nadie parecía notar lo que estaba pasando entre las tres.
Sin decir nada, caminó hacia atrás en medio de las varias personas que se divertían. Entonces Nayeon se volvió hacia mí. E inmediatamente temí por mi vida.
—No estaba coqueteando con ella. Lo juro...
-Ella estaba acariciando tu maldito pecho. —Ella habló, entre dientes. Sentía los celos burbujeando en cada palabra que decía, sus ojos parecían querer matarme.
—Siempre ha sido así. Siempre se me aventaba...
—¿Y por qué no te has alejado, joder?
—¡Sólo estábamos hablando! Juro que no he dicho nada...
—¡No me importa lo que dijiste o no! ¿No pasó por tu cabeza que tal vez no me gustaría ver a alguien acariciándote? Puedes encontrarlo divertido, pero ¿qué pensarías si me vieras haciendo lo mismo a alguien que me está comiendo con los ojos?
Me detuve por un momento, tratando de procesar todo lo que ella dijo, y entonces me sentí una idiota. Era claro que estaba en lo cierto.
—No lo había pensado...
—Claro que no. —Ella habló, y entonces me dio la espalda, con el objetivo de alejarse. Sostuve su cintura con la máxima delicadeza posible, impidiendo que se fuera inmediatamente.
—Lo siento... No pensé que fuera a lastimarte así. —Hablé al pie de su oído.
—¿Sabes cómo podemos tener una idea de si vamos a no a lastimar a alguien? Sólo nos ponemos en la inversa. ¿Cómo te sentirías?
Estaría enojada. Claro que lo estaría. Por supuesto que estaba segura. Aflojé el apretón en su cintura, dándole la opción de alejarse de mí. Y ella se fue.
***
Quería dar un tiempo a Nayeon. Sabía que había sido una idiota, y me irritaba el hecho de que ella tuviera que mostrarme eso. Sabía que ella debería estar ahora en algún lugar de la casa con Hyejoo. De hecho, eso era lo que esperaba. Aproveche el tiempo para llamar a Londres, Japón y Alemania, deseando feliz año nuevo a mi familia. Todos preguntaron por Nayeon, así que tuve que inventar cualquier excusa para no tener que pasarle el teléfono. Aunque no decía lo que había sucedido, mi madre dedujo que algo estaba mal conmigo. Dahyun, por su parte, dejó claro que, lo que hubiera ocurrido, la culpa era mía.
Dejé que algunas personas vinieran a hablar conmigo sobre asuntos sin importancia. De una u otra manera, espiaba hacia atrás, buscando alrededor de la habitación. No la encontré en ningún momento. Algunas personas vinieron a decir de cómo parecía bien ahora, y hasta me felicitaban por mi "hermosa novia". La mayoría parecían sinceros, pero algunos sólo querían saber más sobre mi vida. Agradecía de forma genuina por las felicitaciones, respondiendo cosas como "soy una mujer con suerte," pero cada vez que tocaban su nombre sentía una pequeña angustia y tristeza en saber de su dolor.
Miré el reloj y constaté que 45 minutos habían pasado desde que Nayeon me había dejado sola.
—Jihyo... —Llamé cuando ella pasó delante de mí.
—Tengo que arreglar las cosas, estamos llegando cerca de la medianoche... —Ella respondió, distraída con una mesa lateral.
—¿Dónde está Hyejoo? Ella está robando a mi novia.
—No lo está. Hyejoo está durmiendo.
La miré un poco ansiosa.
—¿Nayeonni no está con ella?
—No. ¿Por qué no está contigo? —Preguntó , dejando a un lado la mesa y poniendo las manos en las caderas, mirándome con una mirada de "¿Qué has hecho esta vez?"
—Ella estaba enojada porque tu prima me estaba acariciando...
—¿Y por qué dejaste que te coqueteara?
—Porque soy una idiota. Voy a buscarla.
No esperé una respuesta, saliendo inmediatamente y pidiendo permiso por la fiesta. La casa de Jihyo era muy grande, lo que dificultó mi búsqueda, por lo que maldije por haber insistido en pagarle excesivamente bien a Jihyo. Era claro que una secretaria no podría pagar una casa de aquellas, pero como ella cuidaba de mi empresa mucho mejor que yo, era lo mínimo que podía hacer. Entré a todas las habitaciones y pequeñas habitaciones. Había gente en todas partes, así que encontrarla se convirtió en un desafío. No estaba en ningún lugar. Esperé fuera del baño hasta que la puerta se abriera, sólo para constara que la persona dentro de él no era ella. La cocina estaba abarrotada de gente también, pero ninguna de ellas era la que yo quería. Les pregunté a algunas personas si la habían visto, pero nadie sabía decirme dónde estaba Nayeon. Encontré a Sana conversando con algunos amigos cerca de la escalera que daba al piso subterráneo.
—Sana, ¿viste a Nayeon?
—La vi. Está debajo, en el bar.
"El bar" era el sótano transformado completamente en una sala, todo en tono de madera, con una iluminación débil. La idea de ellos era hacer que pareciera, al final de cuentas, un pub con un pequeño bar, una mesa de billar, tv y sonido. Era un lugar del que siempre tuve envidia en aquella casa.
—¿Está sola? —Pregunté, ya colocando el pie en el primer peldaño.
—La última vez que fui allí, lo estaba. Hace unos 40 minutos, bajé para tomar más whisky. Ella estaba sentada cerca de la encimera. Parecía un poco triste, así que me pidió una dosis de algo.
Lo miré un poco perturbada. Nayeon apareció detrás de él en ese momento.
—¿Le has dado algo para beber? —Hablé, rogando para que su respuesta fuera negativa.
—Dejé una botella de vino tinto con ella. ¿Hice mal?
Cerré los ojos. Nayeon era débil para beber como un niño de cinco años, estaba con el estómago vacío y tenía una botella de vino entera en las manos. Era claro que eso iba a acabar en la mierda.
Jihyo y Sana parecían entender mi súbita preocupación, entonces cuando llegué al piso de abajo, ambas estaban detrás de mí. Ella estaba todavía en el banco, como Sana había dicho. Caminé hacia ella, tocándola suavemente en el brazo izquierdo. Su cabeza estaba orientada hacia el otro lado, apoyada en la mano. Sus cabellos escondían su cara. Enfrente de ella estaba una botella de vino casi a la mitad y una copa vacía. A la altura del líquido en la botella, calcule que Nayeon probablemente había tomado tres dosis. O más.
—¿Nayeonni?
Ella se volvió hacia mí un poco despacio. Su mirada estaba borrosa, roja y húmeda, su cara mojada. Me sorprendí al constatar que ella me miraba con ternura, y no de forma hostil como imaginé que sería. Me odié inmediatamente por haberla herido.
—No deberías haber bebido... —Balbucee, mientras sacaba algunos mechones rebeldes aún en su cara. — Ven, te llevaré a casa.
Ella continuó mirándome cariñosamente, todavía quieta.
—¿No van a quedarse al final? —Jihyo exclamó decepcionada. — ¡Faltan sólo quince minutos!
—Mejor no. —Respondí, volviéndome hacia ella y mirándola de forma sugestiva, rogando para que me entendiera. — Ella no está acostumbrada a beber. Puede comportarse de forma imprevisible.
Jihyo entendió. Nayeon y yo vivíamos a la base de un secreto muy bien guardado, y actuar de forma "imprevisible" significaba tal vez poner en riesgo ese secreto. No se quejó, obviamente de acuerdo con mi cautela. Sabía que ella no había contado mi secreto ni siquiera a Sana, y una vez más sentí una gratitud enorme por su discreción. Durante ese tiempo, todo lo que Nayeon hacía era mirarme con aquellos ojos llorosos. De repente me encontré pensando en la posibilidad de no merecerla.
—Ven, mi hermosa... —Hablé, tirándola por la cintura suavemente.
—Necesito decirte algo.
Su voz salió más alta de lo normal. Ella estaba borracha, y yo lo sabía antes de sentir el olor del vino en su aliento.
Los músculos de mi cuello se endurecieron.
—Me dices en casa. Ven... —Forcé un poco más su cuerpo contra el mío, con la esperanza de hacerla caminar.
—¡No, necesito hablar! —Ella gritó, deshaciéndose de mis brazos tambaleándose un poco hacia atrás.
—Nayeon... —Supliqué, pero era difícil pedir la compresión de alguien que ni siquiera en sus condiciones normales. Miré hacia atrás y vi a Sana viendo todo. Jihyo compartía un poco de mi pánico.
—No aguanto más esto, no aguanto... —Ella habló, recomenzando a llorar. No sabía lo que hablaba. No sabía cuándo iba a hablar.
—Vamos a dejarlas solas... —Jihyo dijo, empujando a Sana hacia la salida, pero antes de que pudiera salir, la voz de Nayeon cortó el silencio.
—Te amo.
Me giré hacia ella otra vez. Las lágrimas escurrían libremente por su cara. Ella me miraba de forma intensa, aunque su mirada aún parecía un poco borrosa. Pero incluso borracha. Ella estaba muy consciente de mi presencia allí.
—Te amo. —Ella repitió, no porque creía que yo no había escuchado, sino porque esas palabras parecían salir de ella como la confesión de un pecado. Como si la hiciera importante. — Te amo demasiado. Y tengo que decirlo, aunque tenga miedo. Porque creo que tal vez sea la única cosa correcta en mi vida. Es lo único de lo que no me arrepiento. La única cosa noble en mí. Y tengo que decir eso porque es desesperante saber que estoy siendo juzgada constantemente incluso amándote de esta manera.
Todo lo que podía hacer esa mirarla, tratando de reunir los pedazos de información. Sentí una presencia detrás de mí, y entonces entendí que Jihyo y Sana todavía estaban allí, oyendo todo. Ella continuó, cerrando los ojos como si quisiera concentrarse en la difícil tarea de escupir toda una angustia acumulada.
—Nunca, nunca estaría contigo por otra cosa que no fuera. No quiero la mierda de tu dinero, no necesito tu nombre para conseguir status en nada. Simplemente te amo. Te amo tanto que creo que sería capaz de matar a alguien si estuviera a punto de perderte. Porque te necesito. Te necesito. —Ella soltó, ahora llorando tan compulsivamente que tal vez necesitaba algún socorro. — No es justo ser vista como una vagabunda interesada... No lo soy. Necesito que sepas eso... Necesito que entiendas eso por lo menos una vez...
Nayeon dio dos pasos rápidos en mi dirección y me abrazó por la cintura, echando la cara en mi pecho y llorando con fuerza, mientras repetía "te amo" con una voz sofocada contra mi ropa. Y cada vez que ella repetía esas palabras mi corazón se llenaba de una alegría tan simple y verdadera que sólo podía contener la voluntad de reír. Ella nunca había dicho eso. No necesitaba escuchar aquella confesión para creer que sus sentimientos eran verdaderos, pero fue sólo entonces que realmente supe de la intensidad de lo que ella sentía. No le gustaba. No estaba enamorada de mí. Era más que eso. Me amaba. Y, de repente, todo en el mundo pareció un poco mejor.
—Estamos subiendo para prepararnos para el conteo. —Jihyo habló, recordándome que ella y Sana todavía estaban allí. — Puedes quedarte por aquí si quieres. No me importaría.
—Gracias... —Fue todo lo que conseguí decir, aún siendo apretada por Nayeon en un abrazo pequeño pero fuerte.
Ellas salieron, dejándonos solas en el bar. Oí que succionaba bajo contra mi blusa, y sentí una enorme voluntad de consolarla. Sin mucho esfuerzo, la levanté en los brazos y la llevé a uno de los sofás cerca de la televisión, echándola allí. Ella ya parecía bastante somnolienta, parpadeando de forma increíblemente lenta y dejando las últimas lágrimas escurrir sin compromiso por el rabillo del ojo. Me quedé mirándola, y durante algún tiempo todo lo que hizo fue mirarme de nuevo. Cuando el último parpadeo parecía demasiado pesado, ella no volvió a abrir los ojos, entonces me arrodillé a su lado y todo lo que me permití hacer fue admirarla.
Hermosa. Ella era hermosa. Y era mía. Era todo lo que necesitaba, y no había ninguna exageración en ese pensamiento. Podría perder todo lo que tenía, menos a ella. Porque al final, ella era la persona por la cual yo había buscado toda la vida. Era por ella que yo haría cualquier cosa, era por ella que me basaría para tener la noción de lo correcto y del mal. Ella era la inspiración de lo que yo iba a hacer, y aunque todos esos pensamientos parecían demasiado melosos, eran tan verdaderos que no había como negarlos.
Dejé que el tiempo pasara, oyendo el ruido de excitación del piso de arriba. La gente hablaba animadamente, haciendo planes para el año que estaba por venir. El champagne ya debía estar preparado, las copas listas para ser llenas, los amigos y las familias listos para abrazarse y desear cosas buenas entre sí. Y yo permanecí allí.
Porque si mi año tuviera que comenzar con una sola persona, esa persona era ella. Sin la menor sombra de dudas.
—¿Cómo te has vuelto todo para mí en tan poco tiempo? —Hablé en un tono muy bajo, mientras frotaba sus cabellos y la admiraba. Ella no respondió, absorta en su sueño. Sonreí sin motivo alguno.
Oí que las voces aumentaban en el piso de arriba. Esperé. Sería mi cronometro en aquella ocasión. Sentí una extraña paz cuidar de mí mientras la observaba dormir en el sofá de cuero. La cuenta regresiva en el piso de arriba comenzó. Sostuve una de sus manos, acercándome hasta quedar lo más cerca posible de ella. Sus ojos se abrieron lentamente, parpadeando algunas veces con dificultad, como si ella estuviera esperando por el momento adecuado. Miré a unos centímetros de mi cara esos ojos chocolate, y tuve la súbita certeza de que moriría por ellos.
—¡FELIZ AÑO NUEVO! —Una mar de voces estalló en el piso de arriba, gritando y haciendo un ruido ensordecedor. Sin la menor advertencia, Nayeon se arrojó hacia arriba, envolviendo sus brazos en mi cuello y besándome con ternura. Sentí los vellos de mi nuca erizarse.
—Feliz año nuevo, mi amor... —Ella respondió, separando sus labios de los míos y sonriendo abobada a causa del alcohol. Recargue mi frente en la suya, sólo admirando su sonrisa. Ella estaba allí. Era más que suficiente.
—Feliz año nuevo, mi reina.
Sus ojos brillaron. El silencio allí contrastaba fuertemente con el alboroto de la fiesta que pasaba por encima de nosotras, pero el sonido llegaba un poco sofocado a mis oídos –yo no estaba realmente prestando atención a eso. Porque ella estaba allí. El año no podría haber empezado mejor.
***
¿Estás en condiciones de conducir? —Jihyo preguntó, mirándome al lado del coche como si fuera mi madre.
—No bebí nada. —Respondí, diciendo la verdad. Sabía que tendría que volver a casa, y no estaba en mis planes comenzar el año con la cara en un poste. Ella miró el asiento pasajero, donde Nayeon dormía tranquilamente. La observé también.
—¿Va a estar bien? —Preguntó.
—Creo que sí. Sólo con un poco de dolor de cabeza al despertar.
Me di cuenta de que Jihyo miraba Nayeon con pena.
—Tiene un problema serio con respecto al pasado, ¿no? Nunca vi a alguien tan desesperado por aclarar algo.
—Sí... —Concorde. — Necesito trabajar en eso. Creo que tiene muchos traumas.
—Lo imagino.
Nos quedamos en silencio de nuevo, observándola dormir.
—Sana me dijo que pidiera mil disculpas, que no sabía...
—Está todo bien. Pero ahora ya saben que se pone un poco loca cuando bebe. —Solté una risa, sin quitar los ojos de ella.
—Y sincera. —Jihyo completó. La miré otra vez, y vi que ella me miraba con interés. — No sé quien necesita cuidar y ser cuidada más en esta relación de ustedes.
—Yo tampoco... —Concluí.
—Por eso creo que van a estar bien. —Ella extendió las llaves del coche para mí. — Conduce con cuidado.
Nayeon pasó todo el viaje de vuelta inconsciente. Cuando llegamos al garaje de nuestro edificio, no hice mención de despertarla, incluso porque me imaginaba que caminar podría ser una tarea difícil para ella en esas condiciones. En vez de eso, la tomé en brazos y la llevé al apartamento. Ella pareció despertar, pero todavía estaba somnolienta y mantenía los ojos cerrados.
—Llegamos. —Susurré en su oído mientras cerraba la puerta de la sala con una patada.
—Uhummmm... —Ella respondió contra mi cuello. La acosté suavemente en la cama y esperé. Por nada en especial, sólo para admirarla un poco más. Pasé mis dedos por su cabello y ella se movió un poco, enterrando la cara en el edredón.
Encendí el calentador y volví hacia ella. Tomé sus zapatos, queriendo que estuviera más cómoda. Mis manos, como siempre con voluntad propia, pasearon de forma suave por sus tobillos, subiendo lentamente hacia las pantorrillas y rodillas. La piel de ella parecía más suave cada vez que la tocaba, incluso erizada a mi tacto. Cuando llegué a sus muslos, ella se movió otra vez y murmuró un "no" sofocado. Acepté su voluntad, incluso porque no planeaba tener sexo con ella en ese estado. Sería extraño intentar algo sin que ella estuviera consciente de decir si quería o no. Pero si ella quisiera...
Alejé aquel pensamiento, buscando la cremallera de su vestido y bajándolo para sacarlo de ella, pero otra vez ella se movió, alejándose de mí.
—¡No! Uhmmmpff...
—Calma, amor. No voy a hacer nada. Sólo quiero dejarte cómoda para dormir. —Susurré en su oído, y ella pareció calmarse por un momento. Pero tan pronto como retome la cremallera en mis manos y abrí un poco más el vestido, ella se alejó otra vez, esta vez me empujo.
—No me toques, maldicioooon... Mi novia te va a dar una paliza...
No pude contener la risa.
—¿Nayeonni? Soy yo. —Hablé mientras sostenía su cara entre mis manos y esperaba que sus ojos se abrieran. Cuando esto sucedió, el foco volvió a ellos unos segundos y cuando se dio cuenta de mi presencia allí, sonrió de forma dulce.
—Holaaa... —Ella parpadeó algunas veces, pasando un brazo por mi cuello.
—Hola. ¿Puedo quitar tu vestido?
—Claaaro que puedes... —Ella respondió aún sonriendo, levantando los brazos por encima de su cabeza como si dijese que quitara la ropa de ella. Lo hice e inmediatamente vi su piel y los varios hematomas que mi falta de cuidado dejaron en ella. Me pregunté si sería válido intentar pasar la crema de almendras en sus marcas, pero inmediatamente descarte esa idea por no saber si conseguiría mantener el control con ella en ese estado. Su piel comenzó a temblar; Probablemente el calentador todavía no había dejado el lugar lo suficientemente caliente. Tomé el edredón del otro lado de la cama y la cubrí, enrollando a Nayeon hasta el cuello y sosteniendo las puntas debajo de su cuerpo. Ella suspiró tranquila, medio durmiendo y medio despierta. Recogí sus zapatos y vestido y los llevé al armario. Busqué en algún cajón un pijama y me giré para tomar un baño, pero me sorprendí con Nayeon pasando a mi lado corriendo hacia el baño. Fui rápidamente detrás de ella y la encontré curvada sobre el inodoro, vomitando chorros de un líquido rosa vivo. El vino que su organismo no podía digerir estaba siendo expulsado a la fuerza, y de repente sentí pena por la resaca que yo sabía tendría que afrontar más tarde.
Me arrodillé detrás de ella y sostuve su cabello en una cola de caballo con una mano. A cada arcada que venía, ella echaba la cabeza hacia adelante sin ningún cuidado, probablemente a causa de la embriaguez, entonces me apresuré a sostener su frente para que no golpeara la taza. Cuando pareció ya estar mejor, la ayudé a levantarse y la sostuve con firmeza mientras ella cepillada sus dientes y lavaba su cara, removiendo el maquillaje.
—¿Mejor? —Pregunté, colocándola en la cama y cubriéndola otra vez.
—Sí... —Ella respondió en voz baja, acurrucándose entre las almohadas. — Me gustaría que no estuvieras cerca siempre que vomité.
—¿Es broma? Es bueno que esté cerca. Pareces tener tendencias un poco suicidas cuando vomitas.
Ella se rió, cerrando los ojos y suspirando.
—Acuéstate conmigo.
Ése era el tipo de pedido que no tenía como ser negado. Bueno, yo no hacía tanta pregunta del baño de ninguna manera. Me traicioné y me metí debajo del edredón, agarrándome a ella sin decir nada. Esperé que ella se durmiera otra vez, lo que no tardó mucho. Cuando esto sucedió, me acerqué a su oído y hablé en voz baja, tratando de no despertarla.
—También te amo, mi amor. Y espero que aceptes los planes que tengo para nosotras dos.
Nayeon POV.
Yo estaba sentada en el borde de una fuente. Era primavera a esa altura, y yo podía decir eso principalmente por el jardín delante de mí, repleto de camelias de los más variados tipos y colores. Inspiré profundamente para sentir el olor a hierba fresca. El sol daba al clima una temperatura agradablemente tibia, ideal. Me sentía increíblemente feliz y completa, y ni siquiera sabía el motivo. No me moví, con miedo de que aquella sensación me dejara. A diferencia de otras ocasiones, sabía que estaba soñando.
A lo lejos, vi a una persona. Más precisamente un niño, una niña, tal vez a sus ocho años de edad. Ella vino corriendo hacia mí, y cuando me alcanzó constaté que no la conocía. Pero algo en ella llamó instantáneamente mi atención. Aquellos eran los ojos que más amaba. Eran de un marrón tan conocido, tan perfecto, que no pude dejar de mirarlos. Los mismísimos ojos de Jeongyeon. Inmediatamente me di cuenta de que amaba a aquella niña más que cualquier cosa en el mundo.
—¿Hola, cuál es tu nombre? —Pregunté, desatando una mecha de pelo de su cara sudada y colocándola detrás de su oreja.
—No tengo nombre todavía. —Ella respondió, y la voz me pareció tan melodiosa como un coro de ángeles. Es extraña aquella respuesta.
¿Podría estar soñando con la hija de Dahyun, aún no nacida? Pero aún así, algo en ella me atraía. Como un imán.
Ella sonrió, y otra vez el recuerdo de Jeongyeon vino demasiado fuerte. De alguna forma, sentí que ella también me amaba, aunque nunca me había visto en la vida.
Todo en aquel sueño era extraño.
Fui súbitamente despierta por un dolor, era bastante real. Tan fuerte que me pregunté cómo ni siquiera había conseguido dormir. Después de algún tiempo tratando de volver a la realidad, completamente perdida, conseguí identificar que el dolor estaba en mi cabeza. Identificar la parte del cuerpo que dolía era un comienzo. Tardé unos minutos en tomar coraje para abrir los ojos. Cuando lo hice, incluso la luz débil de las cortinas de la habitación de Jeongyeon filtraban fueron suficiente para transformar ese pequeño momento en un infierno. Cerré los ojos muy rápidamente otra vez, tratando de tragar, pero mi lengua parecía hecha de tela. Tal vez alguien me golpeó antes de caer en el sueño, porque todos los músculos de mi cuerpo parecían un poco podridos. Giré la cabeza despacio hacia el lado sólo para constatar que Jeongyeon, como siempre, no estaba allí. Conjurando de las profundidades de mis músculos toda la fuerza que había en mí, me senté en la cama aún con los ojos cerrados. Desgraciadamente, el movimiento fue demasiado rápido, así que una mareada desorientada y un mareo súbito me tomaron de inmediato. Sentí algo queriendo salir de mí a la fuerza, y me desesperé al constatar que, aunque conseguía ir caminando hacia el baño –que no era el caso –probablemente acabaría vomitando en la alfombra antes de llegar. Sin ninguna opción, me incliné en la cama, poniendo la cabeza fuera de ella y simplemente dejando que un chorro asqueroso saliera por mi boca. Pero eso fue todo lo que salió.
La ansia venia cada cinco segundos, pero mi estomago vacío no tenía nada que expulsar. Y cada vez que ella venía, venía con tanta fuerza que mi cabeza parecía a punto de explotar, haciéndome implorar silenciosamente por un desmayo. Sentí una mano en mi frente, apoyándola. No necesitaba girar o abrir los ojos para saber quién era.
Cuando las ansias de vómito empezaron a ser menos frecuentes, me relajé y respiré mejor. Abrí los ojos despacio y me di cuenta de una cuenca, posicionada estratégicamente en el suelo para que no ensuciara la alfombra. Jeongyeon sabía que esto sucedería, y estuve agradecida por ella haber sido cautelosa. Levanté el cuerpo, sentándome en la cama muy lentamente. Mi cabeza giraba, haciendo que todo quedara un poco borroso.
—Calma... Así es.
Escuchar su voz me tranquilizó un poco. Abrí los ojos y la vi frente a mí con una mirada de compasión. Inmediatamente recordé a la niña en mi sueño, y entonces todo se volvió muy obvio. Tan obvio que no sabía cómo podía no haber entendido antes.
Esa niña era mi hija. Mía y de Jeongyeon. La hija que no teníamos, pero que mi subconsciente creó. Conocer a Hyejoo y Yuna probablemente había despertado en mí un instinto maternal inédito.
—¿Estás mejor?
Sacudí positivamente la cabeza en respuesta, pero me arrepentí en el momento. Mi cerebro parecía crujiendo dentro de mi cráneo. Yo habría respondido en voz alta, pero sabía que eso también haría que mi cabeza doliera aún más.
—Vamos a tener que ver lo que tu estómago aguanta. —Dijo, yendo a la mesita de noche y volviendo con un vaso que parecía tener agua y una cuchara de sopa. Ella tomó un poco de líquido con la cuchara y lo atrajo en mi boca. Yo noté que no era agua, sino suero, lo que me ayudaría a no deshidratarme tan rápido. Afortunadamente, mi estómago consiguió aceptar las tres cucharadas ofrecidas, sin que yo tuviera que escupir todo de nuevo en el tazón al lado de la cama. Jeongyeon me llevó al baño, sirviendo de apoyo mientras me bañaba. Estaba eternamente agradecida porque ella tuviera noción y no tratara de tocarme de formas inapropiadas, aunque tuviera total acceso a mi cuerpo. Cuando mi baño ya estaba tomado y mis dientes cepillados, empezó un proceso de enfermería que inmediatamente me hizo sentir mal por estarle dando tanto trabajo.
—Lo siento por haber vomitado tu baño ayer y casi haberlo hecho de nuevo en su alfombra.
—Nuestro baño y nuestra alfombra. Y no te preocupes por ello.
La miré otra vez, me sentía mejor poco a poco.
—Nunca me dejes beber...
—Tengo que admitir que tú borracha eres interesante.
Ella me miró de forma extraña y sonrió. Por alguna razón, me quedé ansiosa. Todavía no había parado de tratar de recordar lo que exactamente había hecho después pelear con ella.
Quisiera imaginar que no había hecho nada inapropiado, como un ridículo striptease sobre una mesa o algo así. Me calmé al darme cuenta de que si algo de ese tipo hubiera ocurrido, ella no estaría toda sonriente y cuidadosa conmigo, pero si enojada. La única cosa osada que recordaba claramente haber hecho era amenazar una zorra si ella decidía continuar con su forma de "cógeme" encima de Jeongyeon. Tal vez fuera la última cosa de la que me acordara. Después de eso, recuerdo haber pedido algo a Sana, que me dio no sólo una dosis, sino una botella entera de vino. Como estaba enojada y triste, no pensé si sería o no inteligente emborracharme. El alcohol me hacía pensar. Por eso, termine quitando el recuerdo de aquella piraña acariciando a mi novia, y pensé en todas las demás que querían poder hacer aquello. Pensé también en las miradas acusatorias que recibí de algunas personas en la fiesta, tan obvias que no eran ni siquiera necesarias palabras para decirme que estaba siendo vista como una interesada.
Pensé en Jeongyeon, y cómo era importante que ella entendiera mis intenciones. Pensé en cuánto la amaba. En cuanto la necesitaba. Pensé en lo mucho que quería vivir para siempre a su lado. Y después... Después... Ah, sí. Después lo había dicho, con todas las letras, que la amaba como una loca.
Mi cara se calentó, entonces desvié la mirada de ella, bajando la cabeza y mirando hacia mis manos. Se rió bajito, porque no necesitaba ninguna palabra mía para entender que yo había recordado, mi tonalidad rojo-ketchup lo dejaba claro.
—Como si no supieras eso... —Hablé en voz baja, un poco aburrida, echando mi cabeza otra vez en la almohada. Ella sabía que yo estaba avergonzada por lo que no insistió en el asunto. Pero yo podía ver cómo la había dejado feliz. Sabía que debía hacer confesado eso hace mucho tiempo, porque privarla de oír esas palabras no era justo. Yo misma sabía cómo oírlas hacía bien.
Tardé un poco –algunos minutos apenas –para que yo entendiera que aquella confesión no había sacado un enorme peso de mi espalda: Ella me había liberado de algo mucho mayor, un miedo irracional de dejar claro cuánto la necesitaba. Aceptar que Jeongyeon era esencial en mi vida ya había ocurrido, pero dejarlo claro para ella era mucho más difícil. Y por algún motivo, ahora que ella finalmente sabía, me sentía libre.
Suspiré contra la almohada.
—Siempre has sabido, ¿no? —Pregunté.
—Más o menos.
Me sentí culpable por esa respuesta. Quería que ella supiera. Creía que lo había dejado claro desde el momento en que ella regresó a mi vida.
—Yo siempre te amé. —Concluí, luchando contra el dolor de cabeza y forzándome a abrir los ojos para mirarla. — Nunca fue menos que eso.
Jeongyeon me miró sin decir nada. Ella no sonreía, pero sus ojos brillaban al oír esas palabras. Cuando entendió que no tenía nada que decir, ella vino a acostarse a mi lado, muy cerca de mí, apoyando la punta de su nariz en la mía y permitiéndome sentir el olor del perfume natural de su piel.
—Oír esto de ti cuando estás sobria es aún mejor. —Ella se rió, besando suavemente mis labios y pasando el índice por el pómulo de mi cara. — Gracias.
No conseguí responder, manteniéndome inmóvil ante su toque. Y entonces percibí el tiempo que había perdido.
***
Entonces el año había comenzado. Mi vida había cambiado completamente en menos de un mes, y no podía sentirme más feliz con eso. Era hasta extraño recordar el pasado, no sólo porque me incomodaba, sino también porque parecía tan increíblemente distante del presente. Desarrollé la capacidad de obligarme a dejar de pensar cuando algunos recuerdos venían. Me permitía recordar cosas que sucedieron hasta la muerte de mi madre y a partir del día que Jeongyeon volvió a formar parte de mi vida. El periodo de tiempo entre esos dos momentos era intencionalmente un enorme vacío. Era claro que eso no sucedía siempre. Y otra vez recordaba a mis amigas que aún permanecían en el pasado. La mayor parte del tiempo intentaba no pensar en nada de ese periodo, pero eso era imposible, hasta porque cierta cosas que me gustaba recordar sucedieron exactamente ahí. Conocer a Jeongyeon. Permitir que Jeongyeon me conociera. Jeongyeon me dio el mejor cumpleaños de mi vida. No era posible olvidar nada que la incluyera. Por eso, de la misma forma, era imposible no recordar, de vez en cuando, el día que me dejó.
Pero yo estaba bien. Si no curada, conformada. Y no había motivos para dejar que cualquier problema antiguo obstaculizara mi felicidad ahora porque eso sonaría como ingratitud. Estábamos más cerca que antes. Actuábamos como una verdadera pareja, y tal vez eso era obvio para alguien que no supiera de nuestra historia, pero ese pequeño hecho me llenaba de alegría. Era maravilloso poder verla todos los días y preguntar cómo había sido su día. Era maravilloso sentirme a gusto para decirle que la extrañaba cuando me quedaba sola en aquel apartamento. Era maravilloso decir que la amaba sin ningún problema.
Mis días todavía eran un poco monótonos, pero yo no me sentiría bien si me quejaba con Jeongyeon. Mi vida era prácticamente la vida que una princesa llevaba, pero como yo siempre había sido diferente, sentía falta de algunas pequeñas cosas.
—¿Puedo preguntarte algo?
Estábamos viendo televisión en la habitación, esperando que el sueño llegara.
—No quiero que pienses que me quejo o exijo... —Comencé. — Pero recuerdas una conversación que tuvimos...
—¿En la casa de mis padres?
Ella lo recordaba.
—Sí...
—Pensé que no lo preguntarías nunca. —Ella respondió con una sonrisa simple en los labios. Me volví hacia ella, un poco ansiosa. Su actitud me estaba llenando de esperanza.
—¿Y entonces? —Pregunté, pareciendo una niña.
—Bueno, dijiste que querías algo simple... Me pareció algo que podrías hacer. No es nada difícil, y por desgracia no debe ser un montón de diversión también, pero si no te gusta y quieres hacer algo más, puedes venir a mí...
—¿Qué es? —La interrumpí, demasiado ansiosa para esperar que ella terminara su razonamiento.
—¿Recuerdas lo que dije que hacías a mi familia?
—Sí... —Asentí con la cabeza. — Dijiste que era bibliotecaria...
—Sí. Y sé que tienes un gusto por la lectura. Pero eso es más difícil de lo que la mayoría de la gente piensa. Es necesario tener al menos bachillerato en biblioteconomía. De cualquier forma algo que al menos remite a eso. Por lo menos para quien no entiende del asunto.
Me di cuenta de que se quedó un poco avergonzada, parando antes de seguir hablando.
—¿Qué es? ¡Dilo pronto, por el amor de Dios!
—No es nada muy interesante, pero... Bueno, hay una biblioteca antigua a tres cuadras de aquí. Fui allí y descubrí que querían un ayudante. Sabes, para hacer nada en especial. Catalogar, guardar, inspeccionar libros. Ver si están siendo devueltos en buen estado, arreglar los nuevos... esas cosas.
Mis ojos brillaron. No estaba delante de un espejo, pero podía estar segura de ello. Era claro que ese no era el empleo de los sueños de nadie normal, pero para mí era simplemente maravilloso.
—El salario no es bueno... —Ella continuó. — Pero el lado bueno es que no tiene mucha burocracia. Y podrías ocupar tu tiempo. Estoy segura de que puedes descubrir muchas cosas geniales allí...
—Es perfecto... —Ella me miró desconfiada.
—No es perfecto. Sólo lo probé porque dijiste que querías algo sencillo y no te importaba que el sala...
—¡Es perfecto! ¡Simplemente perfecto!
—Muchas gracias... —Hablé, abrazándola con un amor que no podría expresar en palabras.
—No fue nada. Podría haber conseguido algo mejor...
—¡No es necesario! No sabes cómo me gustó.
Su expresión era de quien no lo sabía. Pero ella sonrió.
—Puedo darte algunos consejos. Este fue mi primer trabajo. Tenía 12 años, y estaba fascinada por la idea de trabajar y ganar mi propio dinero. Creo que mi padre se enorgullece de mí hasta hoy por eso. —Ella se rió con los ojos borrosos, claramente recordando la ocasión. Yo estaba tan feliz y fascinada con todo que mi iris probablemente se había convertido en corazones rosas.
—Ah, tienes que ir la semana que viene.
Y entonces "la semana que viene" llegó. Jeongyeon me enseñó el camino hasta el lugar y me di cuenta de que podía ir a pie tranquilamente. Me sentía temerosa como un niño en el primer día de escuela, pero cuando llegué al lugar me di cuenta de que no era necesario.
El señor Blake, responsable de la biblioteca, aunque muy rabioso, era un señor tranquilo. Tal vez estaba incluso más satisfecho de lo normal, porque difícilmente encontraría un empleado que esté dispuesto a trabajar en algo tan aparentemente monótono por tan poco, y aún con una sonrisa en los labios. Por supuesto que no necesitaba saber que mi satisfacción se daba porque, comparado a lo que yo hacía en el pasado, cualquier trabajo se hacía inmediatamente agradable y satisfactorio.
La biblioteca era antigua. No era enorme, pero tampoco podía ser considerada pequeña. La mayoría de los libros parecían antiguos también, distribuidos en grandes estantes de madera que iban hasta el techo. Eran dos pisos, el segundo siendo de acceso exclusivo a los funcionarios. Las paredes y el piso eran de madera oscura también, dando un aspecto acogedor al lugar.
En el frente, algunas mesas y sillas se distribuían en cinco filas. Atrás quedaban las estanterías y entre ellas algunas mesas que probablemente pertenecían a bibliotecarios. Después de percibir las instrucciones del Sr. Blake, empecé mi primer día en el trabajo.
Era más feliz que un pollito en la granja.
Despertaba junto a Jeongyeon, ella va a la empresa y yo iba a la biblioteca. Con el paso del tiempo, una pequeña idea –que, según ella, era demasiado buena para ser desperdiciada así –comenzó a aplicarse a nuestras mañanas.
—Hmmppff...
—Buen día. —Ella habló, con una voz seductora a mi oído. Me desperté por sus besos suaves en mi cuello y el fuerte olor de pasta de dientes de menta.
—Espera... —Hablé, completamente desorientada. — Déjame despertar...
—Ya estás despierta.
Sentí una mano tirando hacia un lado mis bragas sin la menor ceremonia. Cuando finalmente abrí los ojos, noté que ella estaba encima de mí, su cara a menos de dos centímetros de la mía.
—¿Qué estás haciendo? —Pregunté sólo para ganar tiempo.
Porque sabía perfectamente lo que estaba haciendo.
—¿Sabías que la práctica de sexo matinal refuerza las defensas inmunológicas del cuerpo y mejora el funcionamiento de algunos órganos, además de mejorar considerablemente el humor por el resto del día? Y estos son sólo algunos beneficios.
No sabía si estaba inventando eso o si realmente llegó a investigar sobre el tema. Pero no me importaba.
—Espera... —Repetí, sintiendo su mano lentamente desabrochar los botones de mi camisa. — Deja me lavo los dientes...
Me ignoró. Traté de argumentar que de esa forma nos acabaría retrasando, lo que fue exactamente lo que sucedió el primer día de su brillante idea.
Imaginé que ella desistiría de aquel plano, pero la solución que más le pareció agradar fue despertar una hora antes. Prohibí que me tocara antes de que yo hiciera mi higiene matinal. Jeongyeon pareció contrariada, alegando que "la gracia era despertarme de esa manera." Yo estaba de acuerdo: Tenía que admitir que ser sacada de mis sueños por su lengua paseando por mi cuerpo –algunas veces en los lugares más inapropiados –era bastante interesante. Llegamos entonces al acuerdo de que ella por lo menos no me besaría hasta que yo cepillara mis dientes, ya que los de ella siempre estaban cepillados en el momento que me despertaba. Ella parecía una adolescente de 16 años con las hormonas en furia. Pero yo no me disgustaba ni un poco de eso, porque mi apetito sexual parecía estar más grande.
El problema era que, el resto del día, por causa del sueño interrumpido y de algunas noches de insomnio, me sentía increíblemente somnolienta. En cierto momento, cuando Jeongyeon me preguntó cómo andaba el trabajo, tuve que omitir el hecho de casi haber caído de la escalera tres veces en una semana cuando intentaba organizar algunos libros en los estantes más altos de la biblioteca. Opté por esconder de ella también una extraña ansiedad.
—¿Estás bien? —Preguntó desconfiada mientras me veía caminar hasta la cama con una expresión exhausta.
—Sólo con un dolor de espalda. —Respondí, echándome y sintiendo algunos puntos de mi columna tronar silenciosamente.
—Pareces exhausta en estos últimos días.
—Es tu impresión. —Mentí, tratando de calmarla.
Me sentía exhausta, pero no le diría eso. Sonaría como ingratitud.
Ella continuó mirándome desconfiada, pero parecía ansiosa con algo más.
—¿Qué pasó? —Preguntó, ahora curiosa.
—Quería conversar contigo sobre una cosa.
Aquellas palabras fueron suficientes para ponerme nerviosa. Me senté en la cama, ignorando mi dolor en la espalda, para mirarla mejor.
—Ok... —Respondí, ya sintiendo ganas de llorar. ¿Por qué tenía ganas de llorar? — ¿De qué se trata?
—Sobre un cambio... ¡No, está bien! No necesitas ser Sherlock Holmes para deducirlo.
Mis nervios estaban a flor de piel, y ese hecho estaba claro. Yo estaba sudando, temblando y con los ojos llenos de lágrimas.
—Sólo estoy nerviosa. Quiero que hables pronto.
Ella continuó mirándome como si me derrumbara. Sentía ganas de gritarle, pero me contuve.
—¿Te gusta aquí?
"¿Aquí?" Como así, ¿aquí? ¿Su apartamento?
—Me gusta.
Ella continuó mirándome, como si buscara las palabras correctas.
—¿Recuerdas cuando dije que volveríamos a Londres en primavera?
Era claro que lo recordaba.
—¿Qué tiene?
Jeongyeon comenzó a hablar sin ninguna vacilación.
—Sé que tu pasado está muy lejos de nosotras ahora. Pero sé que todavía tienes algunos miedos. Y quiero curar todos ellos. Sé que nunca conseguirás sentirte completamente a gusto aquí, porque siempre vas a tener algún tipo de recelo en ser identificada en la calle. Sé que no voy a poder llevarte a fiestas como mi novia porque siempre habrá un riesgo de que alguien te conozca. Y estoy segura de que si eso sucediera por casualidad, te importaría mucho más que a mí.
Y luego continuó:
—Veo como caminas en la calle. No quiero verte cabizbaja. Todos tenemos nuestros "pasado oscuro", y no mereces sufrir más que nadie por el suyo. No mereces correr el riesgo de ser juzgada más que nadie.
Mi cerebro comenzaba a procesar la información que ella quería pasar. Sin embargo, todo lo que hice fue seguir mirándola como una imbécil, hasta que la última palabra sea dicha.
—Dijiste que te gustó Londres. También me gusta allí. Por eso me tomé la libertad, aunque osada, de hacer eso: Tengo una casa a dos cuadras de la casa de mis padres. Es un poco más chica que la de ellos, pero muy agradable. Y es nuestra.
Ella hizo una pausa, por si yo quería decir algo. Y yo quería decir muchas cosas. Pero no podía emitir un solo sonido.
—Estoy arreglando algunas pendencias que tengo aquí. En un mes voy a poder oficialmente nombrar a Jihyo como directora. Siempre ha sido mucho más competente que yo, la empresa va a estar en buenas manos. En cuanto a tu empleo, estoy segura de que puedo encontrar algo igual en Londres.
Y como si quisiera hacerme responder de alguna manera, ella agarró mis manos en las suyas de forma suave, mirándome con amor.
—Pero es obvio que no decidiría todo eso por mí sola. No quiero imponer absolutamente nada. Por eso, si no quieres ir, si quieres continuar aquí, lo cancelo todo. Sólo estoy haciendo esto porque creo que va a ser mejor para ti. Y si es mejor para ti, entonces es mejor para mí también.
Londres. Jeongyeon quería mudarse a Londres. Y me quería llevar con ella.
Ella sonrió de forma sencilla para mí, tal vez porque estaba esperanzada de que me gustara la idea pero probablemente porque sabía que no tenía la menor posibilidad de que no me guste. No había esa posibilidad. Ella debería saberlo. Ella debía saber que no necesitaba decir que yo "tenía la opción de quedarme si quisiera". Porque mudarme a Londres, mi más nuevo lugar favorito en el mundo, era como un sueño. Porque las probabilidades de que algún hijo de puta me encuentre y traía el pasado de nuevo a arruinar mi vida se volverían remotas. Porque yo pasaría a estar cerca de su familia. Y yo amaba a su familia. Y verlos unidos me ponía increíblemente feliz.
—¿Puedes al menos decirme por qué estás llorando? —Preguntó, secando mi cara y apretando mis manos para que reaccionara. — Espero del fondo de mi corazón que sea de alegría...
Me tiré a sus brazos, abrazándola con fuerza, y simplemente me quedé allí. Me permití soltar todo el llanto que lastimaba mi garganta, ocultando mi cara en su cuello y dejando que las lágrimas escurrieran sin sentirme constreñida. Al menos hasta la parte que empecé a sollozar.
—Nayeonni... No estás bien... —Ella habló, tratando de tirar de mi cara para que quedara a la vista, pero me obligué a esconderme en su cuello.
—Estoy más que bien. —Hablé contra su piel, tratando de contener el temblor en la voz.
—¿Por qué estás llorando de esa manera?
Debe ser el SPM. No importaba.
—Te amo. Gracias por todo.
Ella me abrazó, tan apretado que por poco tiempo no me lastimaría. Me di cuenta de que sentir sus brazos de forma tan firme a mí alrededor era una de las mejores sensaciones del mundo, la mejor.
—Yo también te amo. Pero por favor, deja de llorar. Me estás asustando.
Aunque ella estaba hablando en serio, no podía dejar de reír.
—¿Has hablado con tus padres? —Pregunté, aún agarrada a ella, sin permitir que me mirara.
—No, mi idea es contarles cuando ya estemos allí, a pesar de que tengo una vaga impresión de que mi madre ya sospecha algo.
—¿Y cuándo nos vamos?
—Fin de marzo, a más tardar a principios de abril.
Mi corazón se acelero de alegría. Me apreté contra ella otra vez, tan radiante que apenas conseguí contenerme. Mis ojos continuaban manando litros de agua fuera de mi cuerpo. Tal vez me deshidrataría. Pero no importaba. Aquellas lágrimas valían la pena. Era como si todos mis miedos e inseguridades me estuvieran dejando poco a poco, siendo remplazados por una felicidad increíble. Ella pasó el resto de aquella noche diciéndome cómo era la casa, y cómo sería vivir allí, y como Sun-hee estaría feliz con eso. Yo sabía que le encantaría, incluso era uno de los verdaderos motivos por mí misma haber sido tan feliz. Yo estaba radiante. Era exactamente como serían mis mejores sueños. Estaba tan feliz de que todo el sufrimiento por el que había pasado parecía tan lejano que quizás ni siquiera lo recordara bien. Era como decían: "Sin lo amargo, el dulce no serian tan dulce." Y yo podía sentir claramente la dulzura que mi vida estaba sumergida ahora.
***
Los días siguientes a la novedad fueron algunos de los mejores de mi vida. La expectativa de estar cerca de personas que yo sabía que me amaban era una cosa maravillosa, y no era raro perder el foco en el trabajo pensando en el futuro breve en que yo me volvería a encontrar con Sun-hee y Juwon, llevando a su hija junto a mí. Y entonces el único aspecto que hacía que les gustara un poco menos –mantener a Jeongyeon lejos –no existiría más. Como bono, el día de mi pago llegó. Sentía miedo, literalmente, de no poder manejar tantas buenas noticias al mismo tiempo y simplemente enloquecer. Y entonces me convencía de que me ponía más extraña cada día.
—¿Amor?
—¿Sí?
—Tengo un cheque en mi cartera.
Seguí mirándola de forma dulce, sin decir nada.
—¿Cómo fue a parar allí? —Ella insistió.
—Lo puse allí.
Me miró de forma inquisidora.
—¿Qué pasó? —Pregunté inocentemente.
—¿Qué esperas que haga con él?
—Ahm... ¿Depositarlo en tu cuenta, tal vez? O sácalo.
Jeongyeon hizo una cara de "entendí" e ignorando por completo mis explicaciones, me entregó el cheque.
—¡Eh! ¡Es tuyo!
—No. —Ella me miró como miras a una persona idiota. — Es tuyo. Trabajaste por él.
—¡Pero dijiste que podría hacer lo que quisiera con el dinero! ¡Y quiero dártelo!
—¡Eso no tiene sentido! ¿Por qué me estás dando todo tu salario?
—Porque es sólo un poco de todo que gastaste...
—Nayeonni, no empieces.
Ella habló de una manera seria, y por algún motivo me debilitó.
—¡No, no llores! ¡Por el amor de Dios!
No sabía si ella estaba desesperada o sin paciencia, pero cualquiera que fuera el caso, ya era tarde.
Las lágrimas empezaron a bajar sin que yo pudiera hacer nada.
—Ok, me quedo con el cheque. Pero por favor, no llores...
Y mis días pasaron a ser así. Siempre que cosas de ese tipo ocurrían, me encontraba una completa idiota: Mi vida era maravillosa, entonces ¿por qué no paraba de llorar y enojarme como una depresiva suicida?
—Amor, tal vez deberías ir a algún psicólogo... ¿Quieres que te haga una cita? —Ella me dijo un día, y entonces peleé con ella porque, además de llamarme loca, creía que era incompetente.
Jihyo pasó a comer casi todos los días conmigo. Y yo sabía que era a petición de Jeongyeon.
—Jeongyeon dijo que estás molesta con ella. —Ella dijo, mientras comía el postre.
—No estoy molesta... Sólo estoy confundida, creo. Debe ser toda esa cosa del cambio...
—Lo sé. Debe ser difícil acostumbrarse con tantos cambios al mismo tiempo. Pero sé que saldrá todo bien.
Por algún motivo, Jihyo se convirtió en poco tiempo en mi amiga. No hablábamos del pasado, incluso porque no tenía el menor sentido de estropear el clima bueno con las mierdas que quedaron atrás. Salimos, conversábamos, hacíamos compras juntas. Bueno, ella hacía compras. Yo la acompañaba.
—¿Cómo están Yuna y Hyejoo?
—Excelente. Creo que les agradas.
También me agradaban. Pensé que mudarme tan lejos no me traería tristeza alguna porque nada me sostenía aquí, pero fui sorprendida al constatar que sentiría mucha falta de la familia de Jihyo. Principalmente de las niñas, lo que no tenía mucho sentido porque sólo las había visto una sola vez.
—¿Estás nerviosa por ser directora de la empresa? —Pregunté, tratando de alejar la emoción.
—Sí. Puede parecer que soy muy segura, pero es una responsabilidad enorme.
—Pero, en el fondo, siempre fuiste tú quien tomó las decisiones.
Se rió, porque sabía que no tenía como negar esa afirmación.
—Es diferente. Todos me ven como una secretaria. Sé que voy a tener que pasar por muchos preconceptos para haberme respetar. —Ella se detuvo, mirándome. — ¿Me entiendes, no?
Yo entendía. Perfectamente. Y ella lo sabía.
—Vas a ser una gran directora. —Hablé, tratando de animarla. — Tienes suficiente competencia para eso.
Ella sonrió, y fue durante esos pocos días que no sólo pase a gustar más de Jihyo, sino pasé a verla como una verdadera amiga. Tal vez no tan cerca o íntima, pero ciertamente confiable y leal.
Me animaba. No necesitaba desesperadamente eso, porque no estaba deprimida. Mis cambios de humor no se resumían sólo para estar normal y, minutos después, llorar compulsivamente.
También tenía momentos de una alegría efusiva, irritación irracional y depravación profunda. A Jeongyeon obviamente le gustaba mi último estado de espíritu.
—Ahhhh...
—¿No tenias dolor de cabeza hace unas horas? —Preguntó, mientras se metía con fuerza en mí y hablaba contra mi boca.
Y yo realmente la tenía, lo que hacía que mi voluntad de tener sexo llegase a ser negativa. Pero no era mi culpa que, al despertar a las 3:15 de la mañana, me tomó una voluntad súbita y enloquecedora de ser cogida por ella.
—¿Me estás reclamando que te haya despertado? —Hablé, un poco provocativa.
—Claro que no. Siempre será bienvenido cuando quieras despertarme con una mamada.
Pero en los momentos en que mi lado ninfomaníaco despertaba, yo no era de mucha charla.
—Seguro. Cierra la boca y cógeme.
No le importaba. O por lo menos parecía no importarle, de todos modos, no era como si estuviera sólo follando con cualquiera. Estaba muy lejos de ser eso. Todavía la amaba, tal vez cada día más, y nunca había tenido "sólo" sexo con ella. Pero últimamente mi libido estaba estallando.
Me sentía más confiada en nuestra relación. No es que no me sintiera así antes, pero saber que yo podría abrirme en cualquier aspecto con ella me daba una fuerza impresionante. Podíamos conversar sobre cualquier cosa, y eso incluía, alguna vez, algunas referencias al "pasado oscuro". Pero no era como antes, que una simple mención parecía ser un castigo: Si algo tenía que ser dicho o explicado, entonces era eso lo que se hacía.
Sin drama, sin afectaciones.
Esto sólo hacía que los escasos obstáculos restantes en mí fueran desmoronándose, uno a la vez. Y contar con ella para ayudarme a romper algunas barreras sólo me hacía que la amara aún más.
Como nunca imaginé ser capaz de amar a alguien.
Y yo la amaba tanto que a veces era necesario decírselo tan pronto como la voluntad surgía, fuera mientras teníamos sexo o mientras ella lavaba la vajilla.
—Consideró traición follar con una persona y pensar en otra. Es muy raro si vas a detenerte a pensar.
Estábamos viendo una película en la televisión, donde exactamente eso estaba sucediendo. Jeongyeon estaba recostada en la cabecera de la cama conmigo entre sus piernas.
—¿Por qué sería traición? —Preguntó, tratando de entender mi punto de vista.
—Bueno, todo bien. Puede que no sea traición, pero es injusto. Si duermes con una persona y piensas en otra, es señal de que sólo estás usando a la persona con quien estas en ese momento. Y a pesar de que nunca se sabe... Bueno, sigue siendo injusto.
—Hum... ¿Eso cuenta también para la masturbación?
—Claro que no. Y ahí tienes que pensar en alguien, ¿verdad?
Ella se quedó callada, por algún momento, y sentía que se estaba decidiendo si debería o no continuar con el tema.
—Yo tuve que pensar en ti mientras estaba con una chica.
Me quedé en silencio. ¿Qué debo responder? ¿"Qué bien"?
—Tenía sueño. —Ella continuó. — Y quería venirme pronto. Pero no pude...
—¿Querías dormir? Por lo visto no era muy buena, ¿verdad? —Pregunté aún mirando la televisión, pero muy atenta a la conversación.
—Ella era bonita y tal... Pero, no sé... Creo que el problema era que ella no era tú. Yo estaba medio obsesionada contigo en esa época.
Sonreí, aunque sea horrible.
—Eres una pésima persona. —Hablé, más contenta de lo que debería. Siguiendo mi razonamiento, ella se había aprovechado de aquella chica, pero realmente no me estaba importando.
Ella se rió detrás de mí, dando un beso delicado en mi cuello.
Nos quedamos en silencio por algún rato, pero yo sabía que eso no terminaría allí. Jeongyeon era como una niña que necesitaba algunas seguridades.
—¿Nunca lo has hecho? —Su voz salió tímida, casi como si se sintiera culpable por hacer esa pregunta. — Quiero decir, ¿nunca tuviste un orgasmo con otra persona pensando en mí?
Yo estaba de espaldas a ella, pero podía apostar que Lo estaba con su cara de perrito-sin-dueño.
—No. —Respondí simplemente. Pude sentir un suspiro en mi cuello. Sabía que estaba triste por la respuesta, pero sabía que lo que estaba a punto de contarle la dejaría radiante.
—Nunca tuve un orgasmo con otra persona.
Dejé que ese pedazo de información hiciera el efecto que yo sabía que haría.
—¿Nunca gozaste con otra persona? —Preguntó, después de algún tiempo.
—No.
Más silencio.
—¿Nunca?
—Nunca.
—¿Fui la primera que te hizo gozar?
¿De cuántas maneras podía formular esa misma pregunta?
—Sí, la primera. Y única.
Ella parecía un poco incrédula, pero no intenté convencerla de nada.
—¿Por qué?
¿Qué?
—Porque, al principio, fuiste la única que encontró el punto correcto en mi cuerpo. Y después, fuiste la única persona que yo he amado. —Me giré, buscando sus ojos. — ¿Tiene sentido, no?
Era claro que sus ojos brillaban como dos estrellas marrones. Ella no sonreía, pero era simplemente obvia la satisfacción en su cara. Jeongyeon no respondió, sólo me miró con esa misma expresión. Volví a la posición original otra vez.
—Estás feliz de haber sido la primera en al menos algo conmigo, ¿no? —Pregunté, mirando la televisión distraídamente. Ella vaciló. Sabía que la esencia de esa pregunta era triste. — Puedes hablar. No voy a empezar a llorar.
Y no lo haría. Me sentía segura tanto para hacer esa pregunta como para aceptar la respuesta. Sólo me abrazó como respuesta, pero incluso con su silencio, pude oír la confirmación de esa pregunta inducida. Sus brazos me apretaban con fuerza, pasando una sensación de posesión, de dominio. Pero más que eso, sentía una extraña gratitud en su acto. Algo que no podía explicar, porque simplemente no tenía sentido. Era como si me la hubiera amado simplemente por hacerla especial. Agradeciendo, de alguna manera, por amarla como yo la amaba. Por dejar mi felicidad en sus manos.
Me deshice de sus brazos de forma gentil, cambiando de posición y sentándome otra vez entre sus piernas, pero esta vez frente a ella.
—Quiero que seas la primera en todo. Al menos a partir de ahora. —Comencé, intentando, de forma discreta, alcanzar el cajón de la mesita a su lado. No funciono, ella percibió mi movimiento, desviando su mirada de la mía y mirando ahora mi mano. Yo sostenía el lubricante que ella ya había intentado usar conmigo una vez.
—Yo no... No voy a ser la primera... —Ella dudaba en decir lo que quería, y yo sabía por qué.
—Sí. Vas a ser la primera y única que va a hacer eso de la forma correcta.
—Pero... Tú ya... Ya te obligaron...
Ella lo sentía. Sentía mucho aquello. Sentía mucho lo que había sucedido conmigo, yo podía ver la tristeza y la rabia que sus ojos no podían ocultar.
—Eso no cuenta. No merece ser recordado, porque no fue nada.
—No quieres... No quiero hacer eso contigo...
Jeongyeon estaba claramente dividida. Ella no lo decía, pero yo sabía que su cabeza estaba burbujeante de pensamientos.
—Yo quiero. Quiero que me muestres cómo es entregarme así de la manera correcta. Porque la única manera que conozco es la equivocada, y necesito que me hagas olvidar eso.
Ella me miraba con un poco de desesperación, y yo sabía que un conflicto interno la estaba matando. Pero yo quería sacar todas sus dudas. Por eso, miré sus ojos y lo repetí, pidiendo silenciosamente que ella creyera en la verdad que había sido empleada en cada pequeño pedazo de aquella frase.
—Quiero que lo hagas. Quiero que borres eso de mí. Quiero que seas la primera y única en hacer el amor conmigo de esa forma.
—No tienes idea... No tienes idea de cuánto te amo...
La ataqué con un beso. Ella retribuyó, demasiado perdida para seguir negando mi petición. Demasiada pérdida para pensar en cualquier cosa que fuera.
No sé cómo, pero ella consiguió tirar de sus bóxers hasta los tobillos. Cuando me di cuenta, ella misma ya estaba completamente desnuda, sentada en sus talones y llevándome hacia arriba de sus piernas, manteniéndome sentada.
No vi nada de eso porque, aunque yo realmente quisiera que aquella hora llegase, no podía dejar de estar nerviosa. No era miedo, de ninguna manera: Yo confiaría en ella con mi propia vida. Pero la ansiedad y el leve pánico que sentía eran involuntarios, como un trauma desarrollado en la infancia.
Sentí un líquido helado ser pasado en mi entrada trasera, pero inmediatamente se volvió caliente cuando Jeongyeon alejó sus dedos de allí. Esperé con los ojos cerrados, recordando que era ella allí. Que era la persona en la que más confiaba en el mundo, y que sólo estaba haciendo eso porque yo quería. Y yo quería.
Pero estaba demasiado nerviosa para mantener los golpes de mi corazón en una velocidad correcta.
Ella besó mi cuello de forma provocativa, tocando deliberadamente en los puntos que sabía eran más sensibles. Una de sus manos sostenía suavemente mi cintura, sin apretar, y la otra voló hacia mi clítoris. No podía verla, porque estaba de espaldas, pero me obligaba a recordar, cada segundo, que era ella. Sentí la cabeza de su miembro en mi entrada y me estremecí.
Apreté con fuerza la mano que ella mantenía en mi cintura, lo que fue un error: Jeongyeon inmediatamente notó que temblaba.
—¿Estás segura...? —Ella comenzó en mi oído, y oír su voz me dio una nueva ola de seguridad y confort.
—Sí. —Respondí simplemente.
—Tienes que relajarte...
Aproveché mientras el sonido de su voz vibraba para forzarme un poco más contra su miembro. Era cuando podía identificarla allí que mi cuerpo se relajaba, porque el trauma me hacía recordar constantemente los destellos de la noche en que fui violada.
Sentí la cabeza de su miembro entrar en mí y me quedé inmóvil, tratando de acostumbrarme con el encaje. Quería que ella continuara hablando algo, desesperada para identificar su voz y hacer que mi cuerpo se mantuviera receptivo a ella. Jeongyeon abrió los botones de mi camisa para darme una sensación mejor. Pasó una de sus manos por todo mi torso, sin apretar nada, de forma muy suave. Era como si ella quisiera resaltar la diferencia entre lo que estábamos haciendo ahora y lo que me hicieron un día. Era como si simplemente quisiera que mi cuerpo reconociera su toque.
Me relajé un poco más, sintiendo que se metía más profundo dentro de mí. De forma cuidadosa, lenta, lista para interrumpir el movimiento en cualquier momento. Pero no me equivocaba: Yo estaba incómoda.
No podía relajarme completamente, pero aún así estaba feliz de no sentir dolor. Ella era cuidadosa. Como siempre había sido. Tiré mi cabeza hacia atrás, respirando contra su cuello e intentando sentir el perfume de su crema. No conseguí sentir nada, y mi cuerpo inmediatamente se tensó otra vez.
De repente, Jeongyeon giró nuestros cuerpos hacia la izquierda y nos tiró hacia adelante, haciéndome tener que apoyar las manos en el colchón y quedando a cuatro. No entendía lo que estaba haciendo. El movimiento súbito hizo que me tensara aún más. Con los ojos todavía cerrados, sentí que su cuerpo se apoyaba en el mío por un momento: Era como si sus brazos estuvieran tratando de alcanzar algo, y en el momento siguiente volvimos a la posición original, conmigo sentada en su regazo de espaldas a ella. En ningún momento su cuerpo había salido del mío.
—Abre los ojos... —Ella habló un poco jadeante al pie de mi oído. Obedecí.
Frente a nosotros, una de las puertas del armario estaba abierta. La había abierto. De ella, colgaba un espejo de arriba abajo, mostrando perfectamente la imagen invertida de lo que Jeongyeon estaba haciendo conmigo. La podía ver ahora. Mis manos apretaban con fuerza las suyas, que a su vez estaban firmes a ambos lados de mi cintura. Su boca mordía el lóbulo de mi oreja de forma provocativa, exactamente de la manera que ella sabía que me enloquecía. Busqué sus ojos por el reflejo del espejo y, cuando los encontré, vi que ella ya miraba los míos. Sin desviar la mirada, ella me agarró con firmeza para que yo subiera un poco en su miembro y luego me empujó hacia abajo otra vez. No pude contener el gemido bajo al sentirla de esa forma. Sentirla y verla. Y saber –recordar –que esa era ella.
—¿Quién más podría ser? —Ella suspiró bajo en mi oído otra vez, como si pudiera leer mis pensamientos.
Sentí cada terminación nerviosa de mi cuerpo explotar, ahora yo misma sentándome en ella con fuerza y finalmente sintiendo placer. Aunque yo veía lo desesperada que estaba por apresurar las cosas, Jeongyeon se mantuvo tranquila, lenta y casi sumisa. Todo lo que hizo fue envolver sus brazos en mi estomago y mantener el ritmo que yo decía. Si fuera muy despacio o muy rápido, yo se lo dejaría saber, usando mi propio cuerpo contra el suyo. Era suficiente para que ella se adaptara a lo que quería. Pero no necesitaba "corregir" nada. Fue perfecta. Fue todo perfecto.
No me vine por la penetración detrás. Jeongyeon me llevó al orgasmo con sus dedos, y la visión de todo por el reflejo del espejo me ayudó con las sensaciones, despertando mi lado voyeur. Cuando ella estaba cerca de su propio clímax, me incliné suavemente para que se viniera en mi espalda. Y entonces, sentí la tranquilidad cuidar de nosotras dos, mientras que una película cualquiera estaba en la televisión. Me sentía extrañamente dopada, exhausta. Cerré los ojos y esperé. Ella salió de la cama por un momento, y cuando volvió sentí una toalla húmeda limpiando mi espalda. Cuando se apoyó en mí otra vez, moldeó su cuerpo al mío en la posición de cuchara, besando mis hombros y mi cuello con cariño.
Oí que la televisión fue apagada. Sabía que, como yo, Jeongyeon no quería romper el silencio, porque eso también era perfecto. Nosotras dos sabíamos que no había palabras correctas que cabrían bien en aquel momento, por eso todo lo que hicimos fue permanecer allí, hasta que una de nosotras cayera en el sueño primero. Probablemente sería yo.
Pero antes de entregarme al sueño, sólo porque la voluntad vino, agarré la alianza que envolvía mi dedo derecho y, de una vez, puse el aro en ese mismo dedo en la otra mano. Si bien recordaba tomando las propias palabras de Jeongyeon como referencia, yo tenía la opción de transformar ese compromiso en lo que quisiera. No sabía si había notado mi movimiento.
Pero antes de dormirme, tuve la impresión de sentir que sus dedos, rodaba, como de costumbre, la alianza en su más nueva posición.
***
—No voy a trabajar hoy. —Hablé con la cara en la almohada. Jeongyeon dejó de besar mi espalda instantáneamente.
—¿Por qué? —Preguntó, y yo ya identificaba el tono de preocupación en su voz.
—No me siento bien.
Ella se acostó a mi lado.
—¿Qué tienes?
—Cansancio. Y mareo, de nuevo.
Jeongyeon me había visto vomitar dos veces en esa semana, y venía mostrándose cada día más preocupada por mi condición. Pero como realmente quería relajarla, preferí ocultar de ellas las cosas que parecían poco importantes, entonces no era como si yo estuviera engañándola o algo así.
—Ok, no voy a trabajar también.
Quité mi cara de la almohada, mirándola con la cara fruncida.
—Claro que vas. —Dije en un tono mandón.
—No voy. Te llevaré al médico.
—No tienes que llevarme a ningún médico. Estoy segura de que va a pasar...
—¡Dijiste eso hace dos semanas!
—Y además. —Seguí fingiendo no oírla. — Tengo piernas. Puedo ir sola si me pongo mal.
—Hasta crees que te dejaré ir sola en esas condiciones.
—Un taxi hace exactamente lo mismo que tu coche.
—No sirve de nada. Nada te convencerá de...
—Seguro. ¿No era hoy que tenias aquella reunión por la que estás esperando hace un mes?
Ella continuó mirándome, posiblemente procesando mis palabras.
—¡Mierda!
Jeongyeon se levantó, buscando alrededor algo. Cuando encontró su teléfono, automáticamente comenzó a marcar un número.
—Voy a dejar que Jihyo cancelé...
Salí de la cama y tomé el teléfono de sus manos antes de que pudiera completar el número. Volví a acostarme en el colchón boca abajo, con el aparato debajo de mi vientre.
—Quiero mi celular de vuelta. —Ella dijo, intentando emplear un tono de monotonía en la voz.
—Vas a trabajar.
—Ya dije que no voy. Si empeoras...
—¡No voy a empeorar! ¡Deja de tratarme como una niña!
—¡Entonces deja de actuar como una!
—¡Vete a la mierda, Jeongyeon! —Respondí, tirando una de las almohadas hacia ella. — ¡O mejor, vete a trabajar!
—¡No voy!
La miré de manera furiosa, sabiendo que ese era el momento de usar mi carta comodín.
—Si no vas, hago huelga.
Ella abrió la boca, incrédula. Su expresión cambió inmediatamente de una seguridad plena a algo del tipo "¿cómo pudiste jugar tan bajo?" La amenaza de falta de sexo era siempre una buena opción para cualquier persona, sobre todo cuando se trata de Jeongyeon. Yo suspiré, tratando de hacer que volviéramos a hablar como adultas.
—No voy a empeorar. Si sucede algo, te llamo. Si es necesario, puedes venir aquí y llevarme al médico. ¿Podemos hacerlo de esa manera?
Jeongyeon todavía tenía esa expresión de incredulidad, entonces esperé que el sentido común volviera a ella. Cuando finalmente pareció haber pensado en la propuesta, ella volvió a hablar.
—¿Y si la pasas mal?
—No te preocupes. ¿Qué puede suceder tan grave para que no puedo resolverlo sola? A lo mucho un mareo.
Ella me miró, aún pensando si era o no una buena idea aceptar aquello.
—Lo prometo. —Repetí, queriendo que ella creyera en mí. Jeongyeon bufó.
—Está bien.
Y de esa forma, después de prometerle tres veces más que yo le llamaría, independientemente de lo que sucediera o que horas fueran, conseguí sacarla de casa. Claro que eso no hizo que ella dejara de mantener contacto conmigo, y hasta el mediodía había contado cinco llamadas suyas, "sólo para asegurarme de que todo estaba bien."
—O paras de llamarme todo el tiempo, o voy a apagar mi celular. Tú escoges.
No quería ser grosera, pero por un momento me sentía siendo perseguida por una maniaca. Claro que como la maniaca en cuestión era Jeongyeon no tenía miedo. Sin embargo, ella estaba exagerando. Y todo lo que quería era descansar.
Ella me prometió que llamaría menos veces. Ya era algo.
Aproveché el teléfono desocupado para llamar al Sr. Blake, justificando mi falta. No pareció enojado, y me deseó mejorar.
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