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15

Un poco tarde, porque quiero y porque puedo, cualeselpinchepedo.

Na no se crean, la verdad es que me olvidé de escribir ajhaj
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Nayeon POV.

Nuestro viaje de Navidad estaba llegando a su fin. Jeongyeon no paraba de disculparse conmigo, lamentando sobre la ausencia de diversión. Traté de convencerla de que aquel había sido el mejor viaje de mi vida, y aunque ella pareciera contenta con mis palabras, todavía se disculpaba al decir que podría haber sido mucho más interesante.

Lo dudaba.

—Odio la parte en que todos se van.

Sun-hee estaba obviamente triste, pero no quería ser una madre completamente dependiente de la presencia de sus hijos. Ella era una mujer fuerte, pero muy sentimental. Juwon permanecía imponente a su lado.

—Siempre acabamos volviendo, mamá. —Jeongyeon intentó consolarla, dando un beso cariñoso en su mejilla.

—Pero los necesito tanto...

—No te preocupes. Voy a estar de vuelta en primavera.

—¿Lo juras? —Sus ojos parecieron iluminarse con esas palabras.

—Lo juro.

Sun-hee continuó mirando a su hija, pero ahora su mirada parecía un poco enigmática. Vi otra vez un poco de Dahyun allí, como si quisiera leerla y saber de algo no dicho.

Ella me miró a mí, a cuatro metros de distancia de las dos, e inmediatamente fingí estar distraída con el nudo de mi bufanda.

—Ahm... Voy a dejarlas más a gusto. —Hablé, ya caminando lejos. No pude ver la reacción de ambas porque no quería mirarlas otra vez.

Después de alcanzar una distancia que creí que era razonable, miré de vuelta a los tres y vi que Sun-hee la abrazaba con ternura y adoración, sin decir una sola palabra.

Sentí un amor creciente por Sun-hee, simplemente por saber que ella también amaba a Jeongyeon.

—Pensábamos que ella vendría sola.

Me asusté, pero no tanto, con la voz grave de Chris a mi lado. Ya me estaba acostumbrando a ser sorprendida por él.

—Sí, lo sé. Me gustaría que hubiera advertido.

—Creo que quería hacer una sorpresa, sobre todo a mamá. Quería mostrar que ahora estaba todo bien.

Lo miré por algún momento, pero pareció no percibirlo. Así como yo hace unos segundos, parecía distraído con las dos figuras que se abrazaban a cierta distancia de nosotros.

—¿La conocías? —Pregunté pensando en Beatrice.

—Desgraciadamente. Era una piraña interesada. Dahyun nunca fue agradable con ella, era una pista principal para Jeongyeon para saber que ella no era confiable.

—Bueno... —Empecé, volviéndome hacia él. — Estaba enamorada de ella, no era razón suficiente...

—Sí. Ella tuvo que poner un par de cuernos en su cabeza para que se diera cuenta. Y la verdad es que estaríamos jodidos si Jeongyeon estuviera jodida. El problema es que la zorra acabo con su vida.

Sentía pena de Jeongyeon otra vez. No sabía en qué estado aquella mujer la había dejado, pero si tomaba en consideración los testimonios de personas a su alrededor, ella parecía haber estado cerca de un suicidio.

—¿Ustedes fueron a Estados Unidos cuando ella se deprimió?

—La estúpida nos lo prohibió. Dijo que si aparecíamos allí, ella desaparecería. No quisimos arriesgarnos, pero le pedimos a Jihyo que mantuviera un ojo en ella.

—¿La conocen? —Pregunté, un poco sorprendida.

—Conozco a Jihyo y a toda su familia. Crecimos todos juntos en los Estados Unidos. Sinceramente, siempre pensé que al final Jeongyeon acabaría quedándose con ella, pero por lo visto no era para ser de esa forma. Además, ella es un poco más mayor que Jeongyeon...

Miré mis manos sintiéndome un poco intimidada al imaginar a Jihyo con Jeongyeon.

—¿Ya... Estuvieron juntas? ¿Sabes, en la adolescencia, o hace mucho tiempo atrás?

Él me miró y suspiró, haciendo una cara de quien posee la información más valiosa del universo.

—Ok, te voy a decir. Pero tienes que prometerme que nunca, nunca vas a decir a nadie que te conté. ¿Cierto?

Me sentía súbitamente nerviosa, ignorando el frío y empezando a crear unas gotas de sudor en las sienes.

—Pr... ¡Lo prometo!

—Está bien... La verdad es la siguiente... —Él tardaba mucho entre un raciocinio y otro. Yo ya lo miraba con desesperación, implorando para que escupiese pronto toda la verdad. — Jihyo y Jeongyeon compartieron un amor tórrido e intenso...

¿Un amor tórrido? ¿Intenso? ¿Jeongyeon con Jihyo?

—Pero... Pero ella me dijo que... Eran sólo amigas.

—Ah, sí, son sólo amigas. Ahora. Pero cuando se tiene siete años, la vida es una aventura.

¿Siete años?

—¿Qué? —Le pregunté, un poco confusa.

—¡JAJAJAJAJAJAJAJ!

Me sentía como una imbécil, tratando de hacer que sus palabras tuviesen algún sentido dentro de mi cabeza.

—Tu rostro fue muy divertido. —Él habló, jalando aire mientras se retorcía en una carcajada.

—¿Quieres decirme...

—Lo único que Jeongyeon tuvo con Jihyo fue un primer beso en una pequeña cita. Al azar Jihyo sacó la "ensalada mixta". Por supuesto que la lengua era una cosa muy difícil para las dos, por lo que se quedaron sólo en el mismo beso. ¡Hahahaha!

¿Ensalada mixta? ¿Pequeña cita? ¿Besito?

—¡Mierda, Chris! —Grité, dando un puñetazo en el brazo de su hermano mientras juntaba los pedazos de información. — ¡Lo estaba tomando en serio!

—¡Ay! Tu golpe es más fuerte que los de . —Él puntuó sin parar de reír, frotando el lugar golpeado con la mano del otro brazo. Todavía me estaba recobrando del susto, pero sólo entonces noté que había golpeado a una persona con la que no tenía mucha intimidad. Además, corría el riesgo del instinto maternal y protector de Sun-hee aflorara, haciendo que acabara arrastrada por los cabellos por agredir físicamente a su hijo.

—Lo siento.

—Está bien, lo merezco. —Él habló, con su constante buen humor. — Pero su rostro estaba gracioso, si lo estaba.

Respiré aliviada por saber eso. No es que tuviera celos de Jihyo, pero... Bueno, el pensamiento de las dos juntas era un poco angustiante.

—Pero ahora, hablando en serio... —Él comenzó, sacándome de mis divagaciones. — Estás haciéndole bien. Se puede ver.

Eso no fue una pregunta, así que me quedé con la duda de si debería o no responder algo. Opté por quedarme callada. Era extraño ver a Chris diciendo cualquier cosa que no remetiera a alguna broma.

-Bueno... No soy bueno en estas cosas, pero sabes lo que quiero decir. Es una mujer genial. Hasta demasiado genial. No es porque soy su hermano, pero no vas a encontrar a alguien buena tan fácil.

Lo sabía. Chris no necesitaba ni siquiera esforzarse para hacer que yo entendiera eso, simplemente porque ya sabía lo que quería decir: Yo tenía suerte de ser de ella.

—Ella es medio cabeza dura e idiota a veces, pero eso es cosa de su propia naturaleza... Al final, todo lo que ella quiere es a alguien para cuidar, alguien con quien pueda compartir un poco de las mierdas y victorias de su vida. Jeongyeon siempre fue así, y si alguna vez pareció diferente a eso es porque estaba perdida o con miedo.

Sonreí. Por más absurdas y sin sentido que sus palabras pudieran parecer, tenían un sentido aterrador. En aquel momento entendí que Chris tal vez fuera la persona de aquella familia que más conocía a Jeongyeon.

—No estoy aquí para lastimarla. Al contrario, quiero curar cada herida que Beatrice dejó en ella. Créeme, no tienes ni idea de cómo tu hermana es importante para mí.

Él se quedó en silencio pensando mis palabras por algún tiempo, y tal vez fuera a decir algo, pero al momento siguiente, fuimos interrumpidos.

—Chris, ¿qué tal si consigues una novia y me devuelves a la mía? —Jeongyeon habló, ya envolviendo un brazo posesivo en mi cintura y dejándolo allí.

—Ah, mierda, justo cuando iba a jugar mi mejor carta. —Él respondió, cerrando los ojos teatralmente como si estuviera contrariado. — Shasha, será para la próxima.

Fui abruptamente tomada por un abrazo de Sun-hee, que surgió de la nada diciendo cosas como "vuelve pronto", "serás bienvenida", y "gracias por todo." Dejé claro que quien debería agradecer por la bienvenida maravillosa era yo, y me disculpé una vez más por haber aparecido sin ser invitada ni siquiera anunciada. Juwon pareció hasta un poco irritado con mis "excusas esdrújulas", pero al final acabó aplastándome en un abrazo de oso también, lo que parecía ser típico de todos los Yoo.

Me sentía súbitamente triste por dejarlos. No era como si yo ahora formara parte de la familia, pero me sentía aceptada y bienvenida en aquella familia en especial hacía que el hecho de que tuviera que despedirme partiera mi corazón.

—Nos vemos en la próxima fiesta de familia, cabezona. —Me giré y vi a Chris y Jeongyeon abrazándose. — Cuídate, y veo si no haces ninguna mierda por allí.

—Tranquilo. Diviértete con tu Dostoievski y documentales sobre física cuántica.

—Shasha... —Él se volvió hacia mí, sosteniendo mis manos. — Persevera. Todos tenemos nuestros karmas en la vida. Jeongyeon es mucho menos retrasada de lo que parece.

—Voy a tenerlo en mente. —Hablé sonriendo mientras lo abrazaba, agradeciendo en silencio porque Chris tener el buen sentido de no emplear tanta fuerza en el abrazo que me daba y correr el riesgo de romper mis costillas. Me quedé en la punta de los pies para hablar cerca de su oído. — Y no te preocupes. Voy a cuidar de ella.

—No estoy preocupado. —Dijo, sonriendo y aflojando el abrazo. Eran las 14:30h ahora. El vuelo, antes marcado para las 13h, tuvo que ser aplazado por teléfono a causa del mal tiempo, dándonos unos momentos más en Londres.

Sun-hee parecía radiante por tener un poco más de su hija allí. El taxi ya nos esperaba a la entrada de la casa, con el equipaje debidamente ordenado en el maletero.

—Nos tenemos que ir. —Jeongyeon al fin habló, arrancando algunas lágrimas emocionadas de su madre. — Nos vemos el año que viene.

—Las estaremos esperando. —Dijo Juwon, abrazando con ternura a su mujer en un intento de consolarla. No me gustaba verla llorando.

—¿Tu vienes?

Me asusté un poco al oír la voz de Jeongyeon en mi oído. Sólo entonces noté que estaba plantada en el suelo, sin el menor inicio de moverme. No quería irme. Además de ser el mejor lugar del mundo con las mejores compañías del mundo, no quería alejar a Jeongyeon de Sun-hee otra vez. Era obvio lo mal que extrañar a sus hijos le hacía.

—Ah... Sí, claro. —Hablé, un poco contrariada. Sostuve su mano en un acto impensado y caminamos hacia el taxi en la puerta de entrada.

Sun-hee asentía efusivamente. Sentí otra vez un apretón en el pecho por estar saliendo y llevando a Jeongyeon junto conmigo. La sensación de que allí era el verdadero lugar donde debería quedarme me estaba aplastando poco a poco.

El motor se encendió y Jeongyeon asintió de nuevo por la ventana abierta del asiento trasero.

—¿Prometes que vamos a volver en primavera? —Pregunté, un poco angustiada con la despedida. Ella sonrió de forma tranquila y feliz.

—Puedes apostarlo.

El coche pasó por las rejas y giró hacia la calle blanca y helada. Y de repente me encontré deseando que la "pesadilla de conocer a la familia Yoo", no hubiera pasado tan rápido.

***

Llegamos a Los Ángeles alrededor de las 18:00, lo que correspondía a las 2 de la mañana en Londres. El viaje había sido silencioso, sobre todo porque dormí la mayor parte de ella. A veces me preguntaba lo que realmente había hallado allí, y no necesitaba decir mucho para que ella entendiera que ese se había convertido en mi lugar favorito en el mundo. A causa de algún embotellamiento que no me preocupaba en saber el motivo, llegamos al edificio una hora después, a las 19h. Aunque no era tarde, el cielo ya estaba oscuro.

—Gracias, Austin. —La oí agradecer al portero que trajo mi maleta hacia arriba.

Me quedé parada detrás de ella, sonriendo débil al hombre. Estaba muy soñolienta para agradecer también.

—Tengan una buena noche. —Él habló sonriendo y se giró para tomar el ascensor. Jeongyeon tomó las dos maletas y caminó hacia el pasillo. La seguí mecánicamente. Cuando me di cuenta, estábamos en su habitación.

—Mi maleta está en la otra habitación. —Hablé sin pensar. — Déjame tomar...

—No. —Ella me interrumpió, alejando mi mano. — Duermes aquí, no tiene sentido que tu maleta se quede allí.

—Pero siempre fue...

—Pero siempre estuvo equivocado. Voy a separar el lado derecho del closet para ti. Podemos hacerlo juntas mañana.

No iba a discutir. Si quería perder espacio en la habitación, está bien.

—Voy a tomar un baño rápido.

Asentí con la cabeza, aún soñolienta, sentada en la cama suave. Ella entró en el baño y antes de que me durmiera allí, sentada a su espera, caminé al baño del otro cuarto –lo que no podía ser más llamado mío –y tomé un baño caliente y rápido.

Me supe mi conjunto de pijama de los Minions y volví a su cuarto, que aún no había salido. Todavía era temprano, pero aún así quería dormir. La diferencia de zona horaria estaba alterando mi reloj biológico, así que me sentía constantemente somnolienta. Y el edredón suave era tan atractivo...

Sin esperar por ella, me metí debajo de las cubiertas suaves. Suspiré al calentarme allí. Su perfume estaba impregnado en cada tejido que había en aquella cama. Me cubrí hasta el cuello y enterré la cara en su almohada, inspirando repetidamente como una adicta. La puerta fue abierta y sentí una súbita alegría simplemente por estar en el mismo lugar que ella.

Cuando Jeongyeon salió, parecía haber olvidado algo.

La ropa.

Suspiré otra vez, mirando los mínimos detalles de cada centímetro de su piel expuesta. Ella se secaba con la toalla su cabello húmedo, y parecía extremadamente cómoda en aparecer de esa forma delante de mí. Era claro que a esa altura yo ya debería haberme acostumbrado a verla desnuda, pero... Bueno, no lo estaba.

—¿Debo hacer algún comentario sobre la ausencia de ropa en ti? —Pregunté, trayendo el edredón hasta la cara y dejando sólo mis ojos a la vista, aún recorriéndola de arriba abajo.

—Depende. Si es algo que me vaya a ridiculizar, no. Si es para llamarme sexy, entonces todo bien. —Ella respondió con una sonrisa cansada pero sincera, mientras dejaba la toalla mojada enrollada en una silla cercana y se acercaba a mí como un jaguar se acerca a su presa.

—Hmmmpf... —Conseguí decir cuando ella tiró del edredón y se acostó sobre mí.

—Acostumbro a dormir así. Creía que sería mejor dejar ese hábito de lado hasta que te acostumbraras. Pero ya te he dado tiempo, ¿verdad?

—Sí... —Respondí desatenta, haciendo que no con la cabeza. Ella se rió de mi incoherencia. — ¿No tienes frío?

—Sí. ¿Quieres calentarme?

No tuve tiempo de responder. Jeongyeon me besó tranquilamente, pero con un fuego que era difícil de contener. Sus manos volaron hacia mi vientre, debajo del pijama. Sintió cada centímetro de mi piel con su tacto, e instintivamente abrí las piernas para que se acomodara entre ellas. Sus dedos enrollaron la camisa hasta mi cuello, y fue sólo cuando sentí la falta de su lengua en la mía que entendí que estaba ahora desnuda de la cintura hacia arriba. No tardó mucho hasta que mi pantalón fuera removido también, y entonces todo se resumía a su cuerpo cubriendo el mío, un edredón suave envolviéndonos y sus besos. Me giré de repente en la cama, quedando ahora por encima de ella, en su regazo. Era posible ya sentir su erección contra la piel de mi vientre, y me pregunté si podría golpear algún tipo de record con la rapidez que estaba excitada. Sus manos paseaban por mi espalda con gentileza, sin ninguna prisa, mientras su lengua hacía un tipo de caricia en la mía. En su rostro, percibí el perfume del jabón y tuve ganas de atacarla, pero me contuve. Su brazo izquierdo se estiró por un momento, pero no abrí los ojos. No iba a interrumpir aquel momento sólo porque Jeongyeon había decidido hacer gimnasia –cada vez que me besaba me negaba a mirar a cualquier cosa. Cuando su brazo volvió, sentí la cabeza de su polla en mi entrada y, como si me pidiera permiso, se detuvo allí. Moví mi cuerpo despacio contra ella, haciéndola entrar en mí y permitiéndome sentir cada centímetro que me invadía.

—¿Confías en mí, no? —Preguntó de repente cerca de mi oído, y entonces me quedé un poco sorprendida. ¿Qué estaba diciendo?

—Confío. —Respondí, un poco vacilante. No porque no confiara, sino porque no estaba entendiendo a donde quería llegar.

—Quería mostrarte una cosa...

Miré sus ojos, tratando de entender de qué se trataba.

—Está bien...

Ella me miró de vuelta, y entonces sentí el toque suave de su índice en una parte de mi cuerpo que no estaba acostumbrado a ser tocado. Una parte que había sido tocado una sola vez. A la fuerza.

—Quería demostrarte que puede ser bueno...

Salí de su regazo y me alejé inmediatamente, casi cayendo al ponerme de pie en la cama y me recargue en la pared opuesta con una sábana, cubriendo mi cuerpo expuesto.

—¡No! —Quería hablar, pero terminé gritando. Me quedé parada, mirándola todavía en la cama, sentada con el cuerpo apoyado en su antebrazo. Ella me miraba con una expresión indecible. Traté de contener el susto, calmándome para que mi corazón dejara de latir rápido. Ella me había tomado desprevenida. A su lado, un tubo con algún lubricante y el cajón del mueble abierto. No estaba lista para ello.

—¿Por qué actúas así? —Ella habló, en un tono muy serio. Sus ojos estaban fríos, ella me miraba como si estuviera ofendida.

—Yo no...

—¿Por qué saliste corriendo de mí? ¿Y por qué te estás cubriendo como si yo fuera una cualquiera que no pudiera verte así?

Ella estaba enojada. Inconfundiblemente enojada. Y no sabía qué responderle. No sabía el porqué había actuado de esa forma, huyendo de ella como el diablo huye de la cruz. No sabía el porqué estaba evitando que me viera desnuda, como yo había hecho tantas veces. No sabía el motivo de estar tan nerviosa y hasta un poco temerosa.

—No confías en mí. —Ella habló tranquilamente, pero en un tono claramente irritado.

—Es que... No estoy lista...

—Bastaba decir "no" y me alejaba. Bastaba que te negaras y yo no tocaría ningún cabello tuyo.

Sabía eso. Estaba segura. Confiaba en ella, eso era indiscutible. Entonces, ¿Por qué había actuado de esa forma? ¿Cómo si estuviera tratando de violarme?

—Lo siento... Yo... —No sabía qué decir, pero sabía que tenía que explicarme de alguna manera. — Sólo me puse nerviosa... ¡Pero yo confío en ti! Sólo necesito un poco de tiempo...

—Tienes el tiempo que quieras. Pero no digas que confías en mí.

—Pero... Yo confío... —Hablé, muy bajo. Ella no oyó, levantándose abruptamente y tomando un bóxer y un pantalón del armario cerca de la cama. Tiró el lubricante del mueble otra vez y cerró el cajón con fuerza. Temblé con el ruido.

—Lo sie...

—No pidas disculpas. —Ella dijo secamente, interrumpiéndome. — Y puedes volver a respirar, no voy a tocarte.

Ella pasó a mi lado, saliendo de la habitación y dejándome allí sola, débilmente agarrada a una sábana. Mi cuerpo temblaba, y yo no sabía si era de nervios o frío. Tal vez un poco de los dos. Mi corazón todavía estaba acelerado.

¿Por qué infiernos actué de esa forma? ¿Por qué huí de ella? No necesitaba huir de ella y lo sabía. Jeongyeon era la persona que más amaba y en la que más confiaba por eso, mi actitud no tenía la menor explicación. Fui a la cama y me vestí otra vez. Me senté, todavía me sentía culpable, y esperé hasta que ella regresara. Pero eso no sucedió. Caminé hasta la habitación y la encontré acostada en el sofá viendo la televisión. Cualquier película. Me pregunté si ella me había visto allí, parada a cierta distancia de ella. Si me vio, no hizo nada para dejarme enterado de ello. Entendí entonces que ella no quería estar cerca de mí, y me sentí peor. Quería pedir disculpas por mi actitud, aunque yo no lo hubiera hecho por mal. Quería decirle que confiaba en ella, y que en ningún momento tuve miedo de que ella pasara de los límites conmigo. Pero ella no parecía dispuesta a escuchar.

Con el objetivo de devolverle su espacio, me retiré silenciosamente, caminando hacia mi cuarto y quedándome allí por el resto de la noche.

***

En situaciones normales, no podría dormir sin Jeongyeon a mi lado. Pero eso no era una situación normal, simplemente porque me sentía exhausta. Por eso, la impresión que tenía era de que había pasado sólo unos segundos desde el momento que cerré los ojos, y entonces ya había amanecido.

Miré a mi lado y comprobé que no estaba allí. Sentí un apretó en el pecho. Tomé el coraje de levantarme y me levanté. Después de la higiene matinal hecha, me arreglé al menos para presentarme, y luego salí de la habitación a su búsqueda. Era domingo. Ella debería estar en algún lugar, pero no la encontré. Fui a su habitación, cocina y sala. Nada. Jeongyeon parecía simplemente haber desaparecido. La busqué por el resto de la casa, en el área de la piscina, bodega, biblioteca y demás salas. Todo eso para constatar lo que ya sabía: Ella no estaba allí.

Me sentí mal. No por estar sola, sino porque estar de esa forma me angustiaba.

Odiaba estar separada de ella, fuera por la distancia física o por cualquier barrera entre nosotras. En aquel momento, yo sabía que Jeongyeon me estaba evitando porque todavía estaba herida, y eso me hacía muy mal. Me senté en la sala y esperé. En algún momento ella tendría que volver de donde quiera que estuviera. Encendí la televisión y busqué cualquier canal de dibujos animados, pensando en los diversos lugares en los que podría estar. ¿Se tardará? ¿No hablaría conmigo cuando llegase? ¿Estaba sola? El tiempo pasó y no lo noté.

Cuando el sueño por el tedio empezó a tomarme, fui despertada por el ruido de la llave en la cerradura de la puerta de la sala. Me enderecé en el sofá, un poco tensa, pensando en cómo actuar. Quería pedir disculpas por haberla hecho pensar que no confiaba en ella, pero no quería que mis disculpas parecieran forzadas o falsas, como ella había pensado la noche anterior. Decidí callarme y hablar sólo cuando me dirigiera la palabra. Jeongyeon entró con un conjunto azul marino y tenis, todo para correr. La miré un poco temerosa, no desviando la mirada un minuto.

—Buen día. —Ella dijo, en una voz que todavía no podía identificar como hostil o simplemente sin emoción.

—Buen día. —Respondí bajo.

—¿Ya tomaste el desayuno?

Ella no parecía enojada, pero tampoco estaba feliz. Jeongyeon estaba empleado una cierta formalidad en la voz que me incomodaba.

—¿Quieres que prepare algo?

—No.

Ella asintió.

—Bueno, me voy a bañar.

Y así, de forma sencilla y un poco fría, se retiró a la habitación y me dejó allí, en el sofá y Scooby Doo en la televisión.

Pensé que no podríamos mantener esa situación de esa forma durante el resto del día, pero me equivoque. La máxima interacción que tuvimos fue cuando le pedí que me ayudara a ordenar mi ropa en el armario, recordando sus palabras de la noche anterior. Lo hice deliberadamente, tratando de reanudad el ritmo entre nosotras. Ella me ayudó, pero cuando pudo uso la excusa de que tenía muchas cosas del trabajo para hacer el día siguiente, "principalmente por ser fin de año y todo tenía que ser resuelto con urgencia."

Ella no me trató mal, pero tampoco hizo ninguna cuestión de mostrar que sabía que yo estaba allí. La forma en que me ignoraba y hacía parecer que no estaba sucediendo nada entre nosotras me sacudió. Pensé en tocar el tema de la noche anterior, pero sabía que ella me interrumpiría y no conversaría conmigo. Tal vez yo estuviera mal acostumbrada a tenerla mimándome demasiado, y sentir un poco de su indiferencia era algo para lo que no estaba preparada.

—¿Puedo entrar? —Pregunté bajo, abriendo la puerta de su cuarto y esperando una respuesta de ella.

—Puedes.

Jeongyeon estaba sentada con la espalda en las almohadas de la cabecera de la cama y el portátil en su regazo. Ya pasaban de las 22h.

Caminé despacio hasta la cama, esperando que ella desviara los ojos de la pantalla y me mirara.

—¿Te molesta que duerma aquí? —Pregunté. No sabía exactamente lo que quería, porque no hablaba. Pero aunque ella continuara fría conmigo, no quería pasar otra noche lejos de ella.

—Claro que no. Esta es tu cama.

Vestía otro conjunto de pijama, este oscuro. La noche estaba fría, así que corrí debajo de las cubiertas y me enrollé como un capullo en el edredón negro. Jeongyeon permaneció escribiendo en el portátil, sólo acostumbrándose a mi presencia allí.

Me giré de espaldas a ella y esperé. Por lo que yo sabía. En cualquier caso, nada sucedió. Por eso, después de algún tiempo, el sueño finalmente llegó y me dormí, sólo para despertar unas horas después, en medio de la madrugada, y sentirla durmiendo agarrada a mí con fuerza, como si yo fuera su peluche "Nala" en tamaño real.

Me desperté también cuando, a las seis de la mañana, se levantó para ir a trabajar. Fingí continuar durmiendo, pero la observaba pasear por la habitación de un lado a otro, mientras se arreglaba para la mañana helada allá fuera. Cuando se acercó a despedirse, cerré los ojos y esperé. La sentí besar mi cuello con cariño y respirar por algún tiempo en mi cabello. Sentí ganas de abrazarla, pero tenía la sensación de que si lo hiciera se alejaría. Entonces me mantuve inmóvil, simplemente por quererla allí por algunos segundos más

Jeongyeon finalmente me besó otra vez y se levantó, caminando fuera de la habitación y dejándome sola por el resto del lunes.

***
Los tres días que pasaron –el lunes, martes y miércoles – se mostraron increíblemente vacíos. Mis mañanas y tardes eran solitarias, y cuando Jeongyeon llegaba a casa –mucho más tarde de lo normal –los diálogos eran tan discretos que parecían estar allí por pura educación. Ella no estaba siendo en absoluto grosera, pero estaba tan lejos que me hacía mal. Intentado no ser egoísta, quise creer que su alejamiento se daba porque, como ella había dicho y mostrado, muchas pendencias de la empresa tendrían que ser cerradas hasta el final del año. Esto probablemente justificaba el hecho de llegar a casa después de las 22h y, mientras no dormía, hablaba por teléfono con algunas personas diferentes sobre contratos y otras cosas que yo no entendía.

Sin embargo, era imposible dejar de extrañarla. No era la falta de sexo que me incomodaba, sino la falta de cualquier tipo de interacción entre nosotras. Y yo tenía miedo de tomar alguna actitud en cuanto a eso simplemente porque tenía miedo de ser rechazada, aunque el motivo fuera el trabajo.

Pero el miércoles por la noche, el 30 de diciembre, el portátil había sido finalmente dejado de lado.

—Voy a quedarme sin camisas de esa manera.

Yo había robado una de sus camisas de vestir. Me sentía a gusto con ellas. La que vestía ahora era rojo oscuro, casi sangre. Asumía la culpa de estar apropiándome de cosas de ella, pero aún así no dejé de sonrojarme al oír sus palabras. Tal vez estaba siendo un poco abusada, pero al menos tendríamos algo por lo que discutir.

—Ah... —Ella pronuncio, viéndome roja. — No estoy reclamando, de ninguna manera. Sólo era un comentario.

—Está bien. Debería habértela pedido antes de tomarla...

—No, no me importa. Y esa quedó mejor en ti que la otra.

Me di cuenta de que ella me miraba de arriba abajo, evaluando cada detalle. Me sentí feliz no por sus miradas indiscretas, sino porque parecía que, por primera vez que volvimos de Londres, ella me estaba realmente viendo.

—Sólo porque te gusta el rojo... —Hablé tranquilamente, yendo a sentarme junto a ella en la cama y cubriéndome rápidamente hasta los ojos para que el frío pasara.

—No me gusta el rojo en general. Me gusta el rojo en ti. Es interesante como contrasta con el tono de tu piel. —Ella dijo tranquilamente, ahora mirándome a los ojos, ya que eran las únicas cosas que el edredón no cubría de mí.

Seguí mirándola, deseando que estuviera más cerca.

—¿Dónde sueles pasar el año nuevo? —Pregunté de repente.

—Con Jihyo. Ella siempre da una fiesta en su casa.

Asentí con la cabeza sin motivo, sólo para tener algo que hacer.

—¿Quieres ir a otro lugar? —Me preguntó, tratando de entender mi silencio.

—No... ¿Van muchas personas?

—Sólo personas de su familia y amigos cercanos. Evita invitar a la gente aburrida para ese tipo de ocasión.

Sonreí contra el edredón que cubría mi cara. Seguimos mirándonos por algún tiempo, sin decir una sola palabra. Quería saber lo que estaba pensando, quería poder predecir lo que haría después. Pero me mantuve allí, sólo deseando que ella hiciera algo.

—¿Quieres ver televisión? —Ella desvió sus ojos de los míos y se giró para tomar el control en la mesita de noche, encendiendo la televisión enseguida.

Arranqué el control de su mano con rabia y apagué otra vez el aparato.

—¿Por qué estás haciendo esto? ¿Por qué me estás tratando así desde aquella noche? ¡No me tocas!

Ella respiro profundamente.

—No quiero forzar la barrera.

¿Barrera? ¿Qué barrera? ¿Qué estupidez era aquella?

—¿De qué infiernos estás hablando?

—Quiero tocarte cuando estés realmente a gusto conmigo. Cuando realmente quieras que te toque.

Me le quedé mirando con cara de "¿Qué-mierda-es-esa?"

—¿Crees que no quiero? —El tono de incredulidad estaba claro y límpido en mi voz, y probablemente en mi expresión también.

—Lo siento si pasé de los límites el sábado. —Ella habló, ignorando mi pregunta. — No quería que te quedaras con miedo...

—¡No tenía miedo! Sólo... No estoy lista...

—Lo sé. Has desarrollado un trauma, y yo entiendo. Y también sé que me conociste en las mismas circunstancias que aquel hijo de puta, pero... Yo nunca, nunca haría nada...

Me desenrollé del edredón que todavía me mantenía envuelta y, sin pensar, salté a su regazo.

—Por favor... —Empecé a agarrar su cuello y apoyé la frente contra su suya, sosteniendo su mirada a propósito. — Créeme: Yo nunca te compararía con él. ¡Es absurdo! Hasta ponerlo a los dos en la misma frase es absurdo. Eres la persona en la que más confió en el mundo. Sé que nunca me harías mal por querer, y sé que siempre va a ser así. Voy a querer que me toques siempre, y nunca supe qué era sentirme a gusto antes de estar contigo. No hay un solo lugar en el mundo mejor que tus brazos, porque sé que estoy segura cuando estás conmigo. Lo siento por haber actuado de esa forma, fue involuntario. Pero, por favor, quítate de la cabeza que no confío en ti. Por favor.

Me callé y entonces noté que estaba temblando, tanto por el frío y la carga de emoción. Jeongyeon envolvió sus brazos calientes en mi espalda y me tiró hacía ella, calentándome inmediatamente con un simple toque. Me estremecí al darme cuenta de la falta que me hacia su abrazo, y de cómo sentirla tan cerca de mí aceleraba mi corazón.

La besé lentamente. Como de costumbre, mis dedos agarraron involuntariamente los cabellos de su nuca en una desesperación acumulada. Inconscientemente, tiré del borde de la camisa que ella vestía, con la esperanza de que hubiera otro método de sacarla sin que tuviéramos que alejarnos. Constatado lo obvio, cesé el beso y tiré de cualquier manera su camisa por el cuello, volviendo a agarrarla enseguida y trabajando ahora en sus pantalones.

Me giré abruptamente entre las sábanas y el edredón. Jeongyeon se posiciono de rodillas entre mis piernas, tirando de cualquier manera mis bragas hasta sacarlas completamente de mí y tirarla en algún rincón de la habitación. Ella me miró como quien pide permiso para algo, y cualquiera que fuera la "cosa" en cuestión, yo lo permitiría.

La sentí abrir botón por botón de la camisa que usaba. Cuando sus manos terminaron, sentí un frío congelante contra mi pecho expuesto, pero mi incomodidad fue resuelta tan pronto como ella se acostó sobre mí, aplicando besos mojados y apasionados por toda la extensión de mi torso, haciendo que por cada centímetro de mi piel atravesara fuego.

No pude controlar mis gemidos al sentir su lengua paseando por todos los lugares accesibles, y sus manos tocándome en puntos estratégicos.

Cuando sus besos fueron descendiendo, yo sabía a dónde iba a parar, pero no hice mención de impedirla. En vez de eso, abrí más las piernas para que tuviera mejor acceso al lugar que quería probar.

Agarré sus cabellos con fuerza otra vez al sentir la punta de su lengua jugar de forma torturante ahora en mi entrada, en mi clítoris. Cerré las piernas sin querer al sentirla penetrarme con la lengua, pero Jeongyeon las abrió de nuevo.

—No me hagas tener que amarrarte.

Un calor de ansiedad recorrió mi cuerpo con la idea entonces me asusté al notar que me encantaría ser atada por ella y dejar mi cuerpo simplemente entregado a lo que ella tuviera en mente.

Revire los ojos cuando, otra vez, sentí su lengua entrar en mí, sólo para segundos después salir y repetir el movimiento. Un gemido alto salió de mi garganta sin que yo pudiera controlar el volumen. Ella me chupaba con fuerza, pero lo que sentía estaba lejos de ser doloroso o desagradable.

Reuniendo toda la fuerza de mi ser, la tiré por los cabellos hacia arriba con una mano, mientras con la otra intentaba desesperadamente arrancar sus pantalones.

Yo era simplemente un asco para desvestir a las personas, sobre todo cuando estaba loca de deseo.

La besé furiosamente, como nunca antes había hecho. Nuestras lenguas no bailaban juntas, se agredían, luchando por el territorio ajeno. Sentí mis uñas, un poco crecidas, arañando su piel donde el borde de los pantalones estaba, y sentí un mórbido placer en lastimarla de esa forma, marcándola como mía. Sus pantalones finalmente fueron, por algún milagro, tirados a algún rincón, y entonces noté que mis dedos ya no parecían tener cuidado alguno con Jeongyeon, tirando de sus cabellos de forma agresiva, apretando y pellizcando su piel en los lugares donde no sintiera dolor. Como respuesta, pareció también dejar de lado la cautela que solía tener conmigo, apretándome con tanta fuerza que lastimaba. Cuando me di cuenta, estaba sentada en su regazo. No lo pensé dos veces, y al segundo siguiente me senté en su miembro con tanta fuerza que sentí que el cuello de mi útero era tocado por la cabeza de su polla. Ella gimió un sonido gutural, apretando mis muslos con una fuerza absurda. Jeongyeon me estaba hiriendo de verdad, pero no podía sentir molestias, el dolor parecía ser afrodisíaco. Nuestros cuerpos se movían juntos de forma agresiva pero rítmica. Sus embestidas eran increíblemente violentas, principalmente porque, al mismo tiempo que ella se metía dentro de mí, me tiraba contra ella, chocando nuestros cuerpos sin el mínimo miedo. Mis labios ya ardían por las mordeduras, mi cuero cabelludo adolorido por los varios mechones de cabello agresivamente jalados.

Eso era sexo salvaje. Violento, agresivo y delicioso. Me sorprendí con el tiempo que aguantamos evitando el clímax. Con la intensidad del acto y la pequeña abstinencia de unos días, era de imaginar que cualquier cosa fuera suficiente para llevarnos al clímax, pero afortunadamente eso no sucedió. Me vine dos segundos después de ella, y tal vez la simple imagen que se formó en mi cabeza de su orgasmo caliente escurriendo por dentro de mí como leche hubiera sido suficiente para tirar del gatillo y hacer que yo perdiera la conciencia en lo que creía ser, hasta entonces el mejor orgasmo de mi vida. No se atrevió a moverse. No podía, porque sostenía el peso de su cuerpo sobre el mío. Aunque ella era un poco pesada, eso no molestaba. Mi cuerpo parecía extrañamente anestesiado, pero al mismo tiempo comenzaba a tener conciencia de los dolores y lastimaduras de aquella noche. Dejé que cada sensación de hormigueo y dolor llegase lentamente a cada músculo y las acepté, castigándome por la falta de control y rebeldía. Todo bien, no era un castigo tan malo si se tomaba en cuenta todo lo que aquella noche fue.

Ella se durmió exhausta algún tiempo después, agarrada a mi cuerpo, sin siquiera retirarse de dentro de mí. No me molesté, y la abracé tan fuerte como los dolores musculares me lo permitieron. Di gracias a Dios por el edredón grueso que era suficiente para que el frío del invierno no nos alcanzara, y me deje relajar también, cayendo en el sueño.

***

—Argh...

—Está todo bien.

—¡Arghhh!

—Jeong, respira.

Mi cintura estaba decorada en su totalidad por manchas moradas y algunas verdosas. La parte superior de mis muslos, cerca de la ingle, estaba muy dolorida y con manchas verdes en los laterales. Mis antebrazos tenían algunos rasguños y pude ver claramente una pista de chupones que iba de mi ombligo hasta mi seno izquierdo.

—Por lo menos no hay nada en mi cuello...

—Aaaarrgh....

—¿Quieres dejar de quejarte? ¡Estoy bien!

—¡No estás nada bien! ¡Pareces haber sido golpeada! No voy a tocarte...

Levanté una ceja mirándola por el reflejo del espejo enorme del closet, desafiándola a prometer aquello.

—Al menos hasta que esas marcas desaparezcan... —Se corrigió rápidamente.

—¿Sabes cuánto tiempo tardan en desaparecer? Dos semanas.

—¡Mierda!

Estaba enojada porque sabía que mis hematomas eran culpa de ella. Pero yo creía que tal vez ya era la hora de superarlo, porque era un problema que siempre existiría: Cada vez que me tocara íntimamente, acabaría toda marcada.

—Estás preocupada por mi porque no has visto tu espalda.

Ella se volvió de espaldas al espejo, mirando hacia atrás para ver el reflejo de la parte trasera de su torso.

—Wow... Parece que una gatita clavó sus uñas en mí...

Y parecía. Algunos arañazos eran sólo piel apacible, pero otros eran cortes visibles y rojos que rasgaban su espalda a la altura de sus hombros hasta la lumbar. Ella bajó un poco el borde el pantalón que vestía sólo para asegurarse de que los arañazos no paraban allí, sino que continuaban en un camino mucho más abajo.

—¿Ves? No soy tan indefensa. —Hablé sonriendo, pero un poco culpable también. — ¿No te ardió en el baño?

—Un poco, pero no presté atención.

—Tenemos que pasar alguna crema allí...

—No es necesario, la ropa lo cubre.

Bueno, eso le daba una pequeña ventaja sobre mí. Sería difícil encontrar algo para una fiesta de Año Nuevo y que cubriera todos los hematomas que contrastaban fuertemente con mi piel. Por cierto, yo no recordaba siquiera si tenía alguna ropa para vestir.

—Creo que estoy de suerte... —Ella dijo, saliendo del closet y entrando a la habitación, dejándome delante del espejo sola por algún tiempo. Volvió unos segundos después, dándome un paquete. La miré enojada, esperando una explicación.

—¿Qué pasó? Necesitabas un vestido para el fin del año...

—Dudo que no tenga nada que pueda vestir en medio de aquella tonelada de ropa que compraste para mí.

—Pero esta es una ocasión especial, así que tuve que comprarlo aparte. Ábrelo.

Seguí mirándola sólo para dejar claro mi descontento. No quería ser mal educada, pero también quería que ella dejara de hacer aquello. Abrí el envoltorio y surgió entre mis dedos un vestido blanco de mangas hasta las muñecas, aunque el vestido tenía una grieta en la pierna y era un poco ajustado, daba para cubrir los hematomas especialmente púrpuras en mis piernas. El vestido era hermoso.

—Es bonito. Gracias.

—De nada. Creo que cubre toda la mierda que hice ayer en ti.

Ignoré su comentario idiota, colocando el vestido delante de mi cuerpo y mirándome en el espejo, imaginando cómo quedaría en mí. Como despertamos ambas a las 11 de la mañana, tuvimos que almorzar más tarde que de costumbre. Jeongyeon preparó algo relleno con queso y hierbas finas para el almuerzo, y aunque no sabía exactamente lo que era, no podía dejar de pensar que era maravilloso. A las 17:00, cuando terminamos de almorzar, el timbre sonó, dándonos un leve susto mientras yo lavaba la vajilla y Jeongyeon intentaba sacarme a la fuerza del fregadero.

—Creo que es para ti... —Ella habló mirando el reloj y fue a atender la puerta. Me quedé un poco confusa, no viendo cómo cualquier visita que pudiera llegar podría ser para mí. La persona misteriosa dijo algo y ella respondió. No entendía lo que dijo, pero conseguí identificar una voz de mujer. Segundos después entraron a la cocina mientras yo me secaba las manos en un paño de platos cercano. Jeongyeon venía delante, seguida de una chica asiática muy bonita, alta y con un cuerpo de muerte, tenía el cabello largo ondulado en las puntas, usaba un suéter negro y cargaba una bolsa grande en las manos.

—Hola, mi flor. Me llamo Rosé. —Ella dijo, avanzando hacia mí y dándome dos besos a cada lado de la cara, mientras mostraba una sonrisa amplia y sincera. — Qué bueno, creo que no voy a tener casi trabajo contigo.

—Hola... Shasha, un placer. —Respondí mecánicamente, mirando a Jeongyeon con una interrogación en la frente.

—Pensé que querías arreglarte para la fiesta de año nuevo, entonces la llamé.

—Te voy a dejar aún más linda, Shahsa. – Dijo, guiñando para mí. — Creo que tu cabello debe ir suelto, voy a hacer que te arriesgues, nada más que añadir. Un maquillaje y esmalte claros, y estarás lista para conquistar el mundo esta noche.

—Ah, sí... —Comencé, sin saber qué decir. Los gastos de Jeongyeon conmigo continuaban creciendo, y eso me seguía molestando. — Sí, por supuesto, por favor. Nada de cosas muy oscuras...

—Claro, flor. Sólo voy a darle luz a tu mirada, y la guapa allí va a trabajar con los gavilanes de turno. —Ella finalizó, apuntando a Jeongyeon y guiñando para mí otra vez.

—¡Eh! —Ella respondió, haciendo una mueca por el comentario de Rosé. — ¡No es ese el objetivo!

Ella me tiró de la mano, llevándonos fuera de la cocina, mientras se reía de su reacción.

—Ella es mía por el resto de la tarde, Jeongyeon.

***

Rosé hablaba mucho. Debería formar parte de su trabajo hablar de tonterías con clientes, pero como me gustaba oír, no me molestó. En dos horas, ella había contado tanto de su vida que tal vez pudiera decir que la conocía mejor que cualquier persona en el mundo. Mis uñas ya estaban hechas con un esmalte claro y discreto, combinando con la poca longitud de ellas. Mi cabello había sido mínimamente lavado, sólo peinado para dar un mejor volumen. El maquillaje recién terminado fue, como prometió, sólo lo suficiente para iluminar mis ojos y hacerlos un poco más fuertes. Una mezcla bien dosificada de sombras plateadas y beige daba el toque final que combinaba con lo que yo vestiría aquella noche: Vestido blanco y un par de tacones de plata. El delineador y el rímel volvían mi mirada más seductora pero aún discreta. El rubor daba una coloración suave a mi cara, y el lápiz labial, también muy suave, daba sólo un poco más de color a mis labios.

—¿Puedes ayudarme con el vestido? No quiero arruinar mis uñas.

—Claro, sunshine.

Sin pensar, desabroché la blusa y pateé los pantalones lejos, quedando sólo de bragas y sujetador. Inmediatamente, recordé un detalle importante, pero entonces ya era tarde. Me giré para mirarla y, como me imaginaba, la encontré mirándome como si estuviera sangrando por cada agujero de mi cuerpo.

—Tú... ¿Estás bien? —Preguntó, asustada y seria, recorriendo con los ojos mis varios hematomas.

—Lo estoy, esto no es nada. —Hablé, tratando de tranquilizarla.

—¿Ella... Fue quien te hizo esto? —Preguntó, apuntando a la puerta refiriéndose a Jeongyeon.

¡Ah, mierda! ¿Cómo iba a explicar esa situación?

—Lo fue, pero... No es lo que estás pensando... Tuvimos una reconciliación anoche...

Ella paró de mirar mis heridas y me miró a los ojos. De repente, sonrió de forma maliciosa, entendiendo poco a poco lo que yo quería explicar.

—¿Fue por sexo?

Sentí mi cara hervir una vez más.

—Lo fue...

Rosé se rió.

—La noche debe haber sido una delicia, ¿eh?

No respondí, pero mi tono rojo-tomate respondió.

—¿Todavía están vivas ahí dentro?

Me asusté con el berrinche de Jeongyeon al otro lado de la puerta.

—¡La paciencia es una virtud! —Rosé gritó de vuelta.

—¡Devuélveme a mi novia!

Ella me ayudó a pasar la crema para las heridas y luego me ayudó con la ropa, pasando con cuidado las partes más justas del vestido por mi cuerpo. Calcé mis zapatos altos plateados y di una última mirada al espejo. Estaba realmente linda.

—No es por nada, pero lo hice bien. —Ella habló detrás de mí, mirando hacia mi reflejo y parpadeando. Sonreí con su comentario, agradeciendo el casi elogio. Cuando abrimos la puerta, nos llevamos otra vez un susto al da de cara con Jeongyeon apoyada en la pared con cara de perro abandonado. Ella vestía un pantalón blanco suelto y una blusa abierta en forma de X que mostraba su estomago, pero detrás la blusa era cerrada entonces cubría su espalda rasguñada. Aparentemente, la ansiedad en verme no la dejó terminar de arreglarse. Ella me miró con los ojos muy abiertos, sin decir una sola palabra, y se quedó así durante algún tiempo. Me pregunté si podría estar durmiendo y olvidarse de cerrar los ojos.

—¿Y entonces? —Rosé rompió el silencio. — ¿Vale la espera, señora impaciencia?

Ella continuó mirándome, como si nadie hubiera dicho nada. Entonces empecé a considerar la posibilidad de que tal vez no estuviera muy contenta con mi apariencia.

—Estás prefecta. —Me interrumpió, todavía me miraba de arriba abajo. No sentía vergüenza por un solo motivo: sus miradas no eran indiscretas o inapropiadas. Sólo me estaba admirando, de forma verdadera e incluso inocente.

—Gracias. —Sonreí.

—Palomitas... —Rosé interrumpió nuestro coqueteo. — Tengo que irme, prepararme para mi fin de año.

Y entonces me di cuenta de que eran las 19h de la noche del último día del año, y que probablemente no había peluquerías/maquilladoras/manicuras disponibles a esa altura. Esto debería significar que ella tenía que ser muy bien pagada para estar allí hasta aquella hora.

—Rosé... —Comencé. — Puedes decirme cuant...

—No, no puede. —Jeongyeon me interrumpió otra vez, volviéndose hacia ella y entregándole el cheque que traía en las manos. — Gracias, creo que eso cubre tu trabajo. —Ella leyó el valor e intentó ser discreta, pero conseguí notar que sus ojos se ampliaban un poco.

—Cubre tres trabajos míos.

Miré a Jeongyeon de forma asesina.

—Entonces, buen año nuevo para ti y tu familia. —Ella concluyó, apretando su mano de manera educada e ignorando mi mirada fusilante.

—Ah, para ustedes también. —Ella respondió, con una sonrisa radiante en la cara. — Pero toma ligera la celebración después, mí bien. Tu novia tiene la piel muy sensible.

Bajé la cabeza, me maldije por no poder parar de sentir tanta vergüenza.

—Sí, lo sé. —Fue lo único que Jeongyeon respondió. Después de llevarla hasta la salida, ella volvió al cuarto de huéspedes, donde yo buscaba algún perfume para usar aquella noche. Pensé que quería decir algo, pero todo lo que hizo fue quedarse mirándome por la puerta, aún sin maquillarse y sin los zapatos.

—Ya te he pedido algunas veces... —Comencé.

—Lo sé.

La miré tratando de buscar las palabras correctas para impedir que esa discusión se volviera una vez más cíclica, haciendo que no llegáramos a ningún lugar.

—Te voy a ayudar a conseguir trabajo. Vas a poder gastar todo lo que ganes conmigo, si quieres vengarte. Pero, por favor, déjame cuidar de ti a mi manera. Eso es lo que estoy pidiendo.

No sabía cuántas veces más discutiría sobre el gasto con ella. Pero independientemente del número, estaba segura de que nunca estaríamos de acuerdo. No por creer que lo que hacía era absurdo –no lo era, y no había problema en eso. Mis padres vivieron de esa manera, sus padres vivían de esa manera, y muchas parejas del mundo sabían lidiar con aquello –pero el hecho era que al mismo tiempo que no me sentía bien, adoraba hacer eso.

No era que los regalos no me gustaran –porque me gustan todos –pero sí de la situación de recibir todo y no poder dar el equivalente a cambio.

Suspiré.

—Sólo por favor dime que acabas de gastar un valor menos de cuatro dígitos.

—Ah sí. Fueron menos de cuatro dígitos. Un poco menos, pero...

Gemí alto.

—Ve a terminar de arreglarte. —Hablé, poniendo un punto final al asunto, al menos momentáneamente, y queriendo olvidar eso.

Cuando Jeongyeon finalmente estaba lista, pude analizar su conjunto completo. Calzaba unos tacones altos, y su cabello como siempre rebelde terminaban de darle un aire increíblemente despojado. El maquillaje como siempre, simple, realzando sus hermosos ojos marrones.

—¿Estoy bonita? —Preguntó de buen humor, dando una vuelta completa para que pudiera verla desde cada ángulo.

Suspiré. Suspiraba mucho cuando estaba cerca.

—Siempre. —Respondí, observándola mejor de frente.

Aquella noche, ella podía estar más guapa que cualquier día que ya la había visto. Por eso, preparando las últimas cosas para marcharnos, me encontré admirándola sin motivo, sólo para mirarla y recodarme a mí misma que ella era mía. Pero si mi indiscreción era visible, no era comparable a la indiscreción de Jeongyeon, que parecía entrar en algún estado de autismo cada vez que me miraba.

En uno de esos momentos, su celular tocó dentro de su bolsa.

—¿Hola?

—¿Dónde están ustedes?

Jihyo hablaba tan alto, tratando de sobreponer su voz al desorden del lugar donde estaba, que yo podía escuchar hasta unos metros de distancia de Jeongyeon.

—¡Estamos yendo! —Ella respondió, colgando enseguida. Jeongyeon corrió hasta la bodega, eligiendo algún vino y trayendo la botella consigo, probablemente para llevarlo a la fiesta. Yo fuí detrás de mi bolsa y de mi abrigo gris oscuro, y cuando llegué a la sala otra vez ella sostenía la puerta para mí, vistiendo su propio abrigo negro y mirándome de aquella manera apasionada. Sin decir nada, la seguí hasta el garaje y me relajé en el viaje hasta la fiesta, aliviada por haber sido incluida en la pregunta de Jihyo –lo que quería decir que, esta vez, no aparecería de sorpresa.

***

—¡Al fin!

Jihyo nos atendió con una copa de vino en la mano, lo que creía que era el motivo de verla más sonriente en esa ocasión que en la última vez que estuvimos juntas.

Jeongyeon entró primero, dándole un beso y abrazo, mientras entregaba el vino traído y pedí disculpas por el retraso. Ella parecía no importarle. Cuando me vio, no cambió nada su expresión simpática, y me dio dos besos de bienvenida.

—Jeong conoce la casa, ella te mostrara el resto. Pero esta es mi sala.

Tuve tiempo de echar un vistazo rápido alrededor. El apartamento era muy grande –mucho más grande que lo que una secretaria podría mantener. El lugar estaba lleno de gente que conversaba de forma relajada y reía de chistes sueltos.

Un grupo de hombres gritó al ver a Jeongyeon, lo que pensé era también un grito de "hola". Ella no se movió, pero sonrió de forma sincera, y entonces me pregunté si el motivo de haber quedado inmóvil era porque yo estaba agarrada a su blusa detrás.

—¿Cómo te va, Jeongyeon? —Una chica dijo, acercándose y saludando con alegría.

—Bien, como siempre.

La mujer era oriental, y si mis suposiciones resultaban correctas, me arriesgaría a decir que japonesa. Ella tenía las facciones increíblemente fuertes, pero muy bellas. Sus labios eran medianamente gruesos y perfectamente dibujados, las cejas tupidas, cabello largo y unos bellos ojos marrones. Era alta, y era posible ver que también era fuerte a través del abrigo blanco ajustado que vestía. Su sonrisa era bellísima.

—Esta es Nayeon. Nayeonni, esa es Sana, esposa de Jihyo.

—¡Ah! ¡Hola! —Hablé sorprendida, extendiendo la mano hacia ella. Sana sonrió abiertamente para mí.

—Encantanda, Nayeon. Estoy acostumbrada a una leve sorpresa en las facciones de las personas cuando soy presentada como esposa de mi mujer. Creo que nadie me imaginaba así.

Ella tenía razón, definitivamente no lo imaginaba así. Y lo peor era que ni siquiera sabía si eso podría ser clasificado como prejuicio.

—Llámeme Shasha si lo prefiere.

De repente, sentí a alguien pasar entre mí y Jeongyeon y agarrarla con fuerza. Miré a la altura de su estomago y vi que ella retribuía el abrazo de una niña con un vestido blanco, cabello largos muy lisos y rubios: Exactamente como Jihyo, excepto por los ojos, que tenían la mismísima tonalidad marrón de los de Sana. Ella debía tener como máximo ocho años, y parecía mucho como una hermosa muñeca de porcelana.

—Tardaste en venir a verme. —La muñeca habló.

—Soy una mujer ocupada, Hyejoo. Puedes preguntarle a tu madre, ella sabe mejor que nadie.

Como magia, Jihyo apareció a mi lado, sosteniendo en brazos a otra niña muy pequeña. Pero esa era completamente diferente de la hermana, y si no acabara de conocer a su madre, podría decir que la niña había sido probablemente adoptada.  Su pelo era idéntico al de su hermana, a no ser por ser un poco más corto y negro. Cuando ella se giró, me encontré con los ojos más avellana que ya había visto hasta entonces –la niña era increíblemente hermosa.

Ella se arrojó al cuello de Jeongyeon tan pronto como la vio. Jihyo dejó que ella la cargara, diciendo que toda la maña excesiva venía del sueño. Sólo me permití observar la escena.

Jeongyeon ya era hermosa para dejarte sin aliento, pero por algún motivo, verla con un niño en brazos hizo que su belleza se triplicara. Mis ojos ahora probablemente brillaban: Ella sería una madre increíblemente sexy, y de repente deseé estar embarazada.

—Hey Yuna, necesitas quedarte despierta hasta la medianoche. —Ella dijo. La niña simplemente negó con la cabeza, poniendo el rostro en el cuello de Jeongyeon y acurrucándose allí.

—Ella es muy niña para eso. —Hyejoo habló, mirando a su hermana. Yuna la miró con una mirada de odio y, de enojo, abrió los ojos, obligándose a despertar.

—¡No lo soy!

—Sí.

—No peleen. —Sana habló, y las dos se detuvieron.

—Shasha, esas son mis hijas. Hyejoo tiene siete años y Yuna tiene tres.

Me di cuenta de que aquella era, probablemente, la familia más bella que yo había visto en la vida. No pude dejar de sonreír a las niñas. Hyejoo me miró un poco desconfiada, y después de algún tiempo se volvió hacia Jeongyeon.

—¿Ella es tu novia?

—Sí. —Ella dijo.

—Sabía que estabas mintiendo cuando dijiste que yo era tu novia.

Ella se rió, tratando de equilibrarse con Yuna en su regazo, que permanecía luchando contra el sueño sólo para contrarrestar a su hermana.

—Pero lo eres. Sólo que es diferente.

—Aham. —Ella habló, escéptica y burlona, y entonces noté que Hyejoo era una miniatura perfecta de Jihyo. Temía que empezara a ser odiada por un niño, y sólo entonces me di cuenta de lo inmadura que realmente era.

Jihyo tenía varios primos y primas, todos allí. La familia de Sana también estaba presente, haciendo del lugar una mezcla de etnias increíblemente fuerte y contraste. Conocí amigos de infancia y de trabajo, que conversaban animadamente sobre temas aleatorios. Quería haber sido presentada sólo a las personas con las que Jeongyeon hablaba y conocía, pero algunos allí eran nuevos hasta para ella, a pesar de saber perfectamente quién era. Por eso, me sentí un poco molesta con algunas miradas de "ganó la lotería," que recibí. Sin embargo, la mayoría de las personas parecían tener el poder de hacer que me sintiera a gusto.

—¿Quieres jugar videojuegos?

Sentí el borde de mi vestido ser jalado y me giré. Era Hyejoo.

—Ah, nunca jugué videojuegos... —Respondí de forma sincera.

—Está bien, te enseño. —Ella habló, tirándome de la mano.

—Eh... —Jeongyeon habló, volviéndose cuando sintió mis manos salir de su blusa. Con una sonrisa en la cara, miró a la niña y bromeó. — ¿Vas a devolverla después?

—Sólo si ella quiere volver. —Hyejoo provocó sonriendo, y me pregunté si aquella capacidad de responder a la altura de forma inteligente era normal para una niña de siete años.

Ella inconfundiblemente e indudablemente había salido del vientre de Jihyo.

Jeongyeon se acercó a mí, hablando a mi oído.

—¿Quieres ir?

—Sí. Vuelvo más tarde... —No logré terminar, ya siendo tirada de la mano por entre las personas del lugar.

Llegamos a una pequeña habitación acogedora, con algunos sofás y pufs, una gran tv y algo que debería ser algún videojuego. Hyejoo saltó hasta los aparatos y los encendió, manejando rápidamente los controles.

—Aquí, este es el tuyo. Este botón salta, con este camina y con ese golpea.

Me senté e intenté recordar todo lo que me había informado. Era un poco complicado, pero si una niña de siete años podía hacerlo, tal vez yo también lo lograría.

Ella accionó un juego con princesas y hechizos, en el que, juntas, teníamos que golpear y derrotar monstruos y otras cosas extrañas.

Hyejoo saltaba en el sofá a mi lado cada vez que mataba a algún monstruo, y me reía. Era graciosa. Traté de imitar el movimiento de sus dedos en el control, y hasta conseguí algunas proezas.

Un tiempo después, cuando yo ya había mejorado de forma considerable, vi a Yuna entrar en la sala somnolienta y caminar a pequeños pasos minúsculos, frotando los ojos y bostezando. Cuando nos vio, vino a nuestra dirección, haciendo una fuerza inmensa para subir en el sofá y sentarse a mi otro lado.

Ella se quedó allí, sólo observando todo lo que ocurría en la televisión. Intenté mirar al videojuego, y no a ella, así que suspiré cuando sentí su cara en mi brazo izquierdo y, al mirarla, verla completamente dormida mientras se apoyada en mí.

Hyejoo parecía ajena a su hermana, muy compenetrada en el juego. Yo sabía que tendría que afrontar su furia si perdíamos a esa altura del juego, entonces me concentré en hacer los movimientos correctos mientras intentaba no moverme mucho, con miedo de despertarla.

Yuna que ahora ya dormía tranquila en mi regazo, chupando su dedo.

—Nunca conseguí pasar de esa fase... —Hyejoo habló, ya susurrando, y entonces noté que, aunque yo creía que no, ella estaba bastante consciente de su hermana allí.

—Hasta ahora. —Hablé, animándola y aceptando el desafío.

La fase era incluso difícil. Impedí que su personaje muriera unas tres veces, lo que sería un gran mérito si no hubiera hecho lo mismo conmigo dieciséis veces. Demoramos un poco allí, tratando de esquivar a villanos y conseguir monedas, corazones y otras cosas esparcidas por allí.

Cuando finalmente logramos pasar por el último desafío, Hyejoo saltó del sofá y dio un grito de felicidad un poco demasiado alto. Yuna tembló un poco en mi regazo y se movió, lista para despertar. Deslice mis dedos suavemente entre sus cabellos, tratando de tranquilizarla de nuevo, con la pena de que su sueño fuera interrumpido.

Oí una respiración que no pertenecía ni a mí, ni a Hyejoo ni a Yuna. Miré rápidamente hacia el lado y encontré a Jeongyeon recostada en el marco de la puerta, con los brazos cruzados observando a las tres.

—¿Cuánto tiempo llevas ahí? —Pregunté.

—Un rato. —Ella respondió de forma sencilla. Sus ojos brillaban con algo.

—Ah, sabía que ella estaba durmiendo en algún lugar. —Sana entró a la habitación, tomando a Yuna en sus brazos sin esfuerzo alguno y llevándola a la cama. — Lo siento por eso.

—No, todo bien... —Hablé, deseando sinceramente que no la hubiera quitado de mí.

—Eh, Hyejoo. —Jeongyeon habló, llamando mi atención de nuevo. — ¿Puedo tener a Nayeonni de vuelta?

—Pero íbamos a jugar otro juego ahora... —Ella respondió, haciendo cara de abandono. Entonces sentí una gran voluntad de no abandonarla.

—Me quedo un poco más. —Me entrometí, haciendo que la expresión de tristeza desapareciera y diera lugar a una sonrisa hermosa. Me volví otra vez a Jeongyeon, pidiendo que ella me entendiera. — Unos minutos más y vuelvo a la fiesta.

Ella suspiró.

—Está bien. Voy a estar esperando.

Sana encontró que ya era hora de que Hyejoo comiera algo y "saliera de frente a aquel videojuego." Yo estaba de acuerdo, ya sintiendo tanto mi cabeza como mis dedos doler, y estuve eternamente agradecida por él. Salí en busca de Jeongyeon y tardé un poco hasta que la encontré. Cuando finalmente la vi, en un rincón de la sala llena de gente, parecía entretenida en una conversación con una morena alta y muy bonita, que parecía exageradamente contenta de estar hablando con ella. Entonces, de repente, sentí mi sangre hervir

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Me confundí con tantos nombre que derreoente aparecieron, así que si hay nombres repetido, díganme para corregirlo

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