14
A la cuenta de tres, voy a llorar
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Nayeon POV.
Tuve que aceptar mi realidad.
Todo lo que he vivido con Jeongyeon hasta ahora había sido solo un sueño, un maldito sueño.
No conocía a su familia, ella no se me declaró, no tenía un anillo en mi dedo. No fui a su apartamento... Siempre me quedé aquí en este apartamento desde que salí de The Hills.
Entré en una depresión tan profunda cuando Jeongyeon me abandonó, que acabé entrando en una realidad paralela viviendo un lindo sueño de amor con ella, que en realidad no existía.
Esa noche en la que salía para intentar conseguir dinero... No era Jeongyeon la que estaba en aquel carro, fue todo una mera ilusión.
En realidad la persona era la tal Vero.
La recuerdo haberme poseído varias veces, parecía no cansarse nunca. No podía sentir placer alguno, ella estaba siendo agresiva.
Pero, ¿qué podía hacer? Me pagaban por eso.
Pero ahora, me desperté a la realidad y tengo que contentarme con ser aquello que siempre he sido: Una prostituta.
HAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
¿Cuántos infartos tuvimos aquí?
Nayeon POV
Desperté.
Algo me trajo de vuelta, sacándome de aquel lugar y de aquella desesperación torturante.
Tosí con fuerza, tratando de respirar otra vez.
Confusión.
No podía asimilar ninguna información correctamente.
Estaba claro.
El cuarto todavía estaba invadido tímidamente por la luz que surgía del exterior a través de las cortinas, pero esta vez la realidad que llegaba poco a poco comenzaba a tener más sentido.
—Tranquila...
Intenté liberarme de aquellos brazos.
Eran brazos fuertes, y aunque la sensación de tenerlos allí me pareciera conocida y hasta reconfortante, luché contra ellos, muy perdida como para entender.
Tosí más veces y una náusea repentina me tomó con una fuerza muy grande, demasiado para tratar de detenerla.
Estiré el cuello a un lado, sin conseguir ver bien, y todo lo que estaba dentro de mí salió en un chorro de muchas cosas mezcladas y asquerosas.
Mi garganta ardía como si fuera fuego, y pude sentir los brazos a mi alrededor aflojar el apretón y unos dedos asegurar mi cabello en un tipo de cola de caballo improvisado, tratando de separar los mechones del sudor que cubría mi cara y cuello.
Las náuseas vinieron en oleadas, y cada oleada resultaba en un nuevo chorro de algo asqueroso. Mi cabeza empezó a doler instantáneamente, pero poco a poco fui retomando el control de la situación, vomitando cada vez menos, viendo cada vez más.
Un suelo de madera oscura.
Gracias a Dios no era una alfombra.
—Calma, princesa... —La voz detrás de mí salió vacilante, temblorosa.
Mi cuerpo entero temblaba.
Vomité más.
Sin pensar en nada, levanté mi mano derecha que estaba en mi pecho y la estiré, mirando fijamente la alianza fina en mi dedo, pidiendo silenciosamente que no desapareciera delante de mis ojos.
La toqué con el pulgar, tratando de contener el temblor casi epiléptico, queriendo sentirla y cerciorarme de que aquello -ahora sí- era real.
Alivio.
Vomité una última vez en el suelo y me dejé caer sin fuerza en el suave colchón. Estaba sudorosa de una forma que no coincidía con el clima invernal de Londres.
Ya no sabía si temblaba de frío o de nervios.
Mi cabeza dolía y palpitaba, y conseguí notar que estaba llorando tan pronto como abrí los ojos.
Estaba en un estado de shock, despeinada y me sentía sucia.
Jeongyeon, como una diosa perfecta y ridículamente hermosa hasta al despertar, me miraba de esa forma, a mi lado.
Sabía que debía pedirle que se detuviera y se alejara, pero me sentía excepcionalmente exhausta y débil en aquel momento.
En un impulso, me arrojé a su pecho, teniendo cuidado de no tocar su piel con mi boca, y me aferré con desesperación, queriendo sentirla, queriendo estar segura de que ella también era real.
—Fue solo una pesadilla. —Ella habló con una voz aterciopelada, mientras peinaba los mechones rebeldes que se pegaban en el sudor de mi frente. — Pero me asustaste.
Tocó mi espalda con sus dedos y me estremecí.
Sentí a la manta ser tirada y cubriéndonos, entonces todo lo que quería era relajarme pegada a ella.
Todo estaba bien ahora y el alivio que llenó mi pecho como un globo era tan reconfortante que podía incluso meditar.
—¿Quieres conversar sobre tu sueño?
—No. —Mi voz salió débil, pero decidida, aunque me escondía en su pecho. Inmediatamente, me di cuenta de que le había dejado claro a Jeongyeon que el sueño era, de cierta forma, sobre ella.
Cerré los ojos y la oí suspirar.
—Fue solo una pesadilla... —Ella repitió. — Una estúpida pesadilla.
Me quedé en silencio, recordando la desesperación de aquel sueño, recordando que no había sido una "estúpida" pesadilla, sino la pesadilla más real que había tenido.
Entre tantas otras que me atormentaban.
Y siempre estaban relacionadas con ella, de una forma u otra.
—Debes haber comido algo ayer que no te hizo bien. Te sentirás mejor después de un baño caliente.
Mi estado deplorable no tenía nada que ver con una mala indigestión, eso lo sabía.
—Necesito limpiar esto.
—No vas a limpiar nada. No estás bien para hacer eso.
—Jeongyeon, hay un líquido asqueroso esparcido en el suelo de la habitación de tus padres.
—Alguien lo limpiará después.
—Yo vomité, yo limpio.
—¿Por qué estás insistiendo? Sabes que no te dejaré hacer eso.
No discutí.
Era inútil insistir en algo que yo sabía que no iba a suceder, pero de todos modos, estaba feliz de estar teniendo una discusión tonta como esa.
Ella estaba allí, aquello era real y eso era todo lo que importaba.
Jeongyeon se levantó por el otro lado de la cama y me tiró hacia ella para poder tomarme en sus brazos.
—¿Te duele la cabeza? —Pregunté, mientras era cargada en sus brazos hasta el baño.
—Un poco. Pero estoy acostumbrada a la resaca.
Era una pena que no pudiera decir lo mismo de la mía, que ahora latía molestamente, como si quisiera recordarme que aquel día no había comenzado muy bien.
—Espera. Necesito cepillarme los dientes antes que nada. —Hablé, mientras ella me guiaba hasta la ducha.
Jeongyeon aceptó mi petición, poniéndome de pie delante del lavabo y mirándome como si estuviera a punto de tener un grave ataque al corazón.
Intenté ignorar el hecho de que estaba completamente desnuda.
Cuando terminé de cepillarme los dientes, vi que la ducha ya estaba encendida a mi espera.
La ducha lanzó un chorro increíblemente fuerte de agua tibia. Dejé que la fuerza de la ducha masajeara mi cuero cabelludo, cerrando los ojos y aprovechando la sensación allí por algún tiempo.
Instintivamente agarré mi anillo con la otra mano y, como si eso fuera suficiente, permanecí inmóvil.
—No te ves bien. —Ella habló, uniéndose a mí dentro de la ducha y trayéndome de vuelta a la realidad.
—Estoy muy bien. —Concluí.
Después de despertar de aquella pesadilla todo estaba genial.
Más que genial.
Me di cuenta de que ella me miraba un poco contrariada.
—¿Qué pasó?
—Dejé algunas marcas ayer.
Me miré por primera vez y vi algunas marcas oscuras y moradas en mi cintura, en la parte interna de mis muslos (exactamente donde golpeaban sus caderas) y en mis muñecas.
—Ah... —Comencé, aún mirando mis brazos. — Está bien, la ropa los cubre.
—¿Tienes algo de cuello alto? —Preguntó, tocando en algunos puntos de mi cuello como si quisiera mostrarme que allí la cosa estaba fea.
—Tengo una bufanda.
Ella suspiró un poco triste, mirándome por algún tiempo, solo para después acercarse de forma peligrosa.
—Tengo que recordar ir con calma contigo. A veces olvido que tengo una polla y termino demasiado entusiasmada. —Dijo, recorriendo la distancia segura entre nosotras y abrazándome.
Me di cuenta de que el calor de su cuerpo era mucho mejor que el calor del agua caliente de la ducha que ahora golpeaba su espalda.
Su boca, antes solo cerca de mi cuello, ahora daba besos tranquilos pero mojados por los probables hematomas que se encontraban allí.
Me estremecí, retribuyendo el abrazo.
Traté de no agarrarme de su cabello otra vez, pero fue involuntario.
Ellos parecían estar allí única y exclusivamente para ello.
Sentía que su boca paseaba de un lado a otro en mi cuello, de forma tranquila y torturante, trazando un camino de fuego por donde pasaba. Su lengua descendía y subía, cerca de mi oreja y en los límites de mi hombro.
Iba a explotar en algún momento y la culpa sería toda de ella.
Recordé el sueño otra vez, aún fresco en mi imaginación, lo que hizo que ese momento fuese aún mejor.
El pensamiento de perderla, de tener que alejarme de ella otra vez, o lo que era peor: ser abandonada por ella, me estaba aterrorizando cada vez más, justamente porque cada vez me acostumbraba a estar más cerca de ella y a depender de su presencia.
Era posible que estuviera desarrollando algún tipo de fobia o síndrome y tal vez temía que ella lo descubriera y le resultara extraña.
Pero eso no me impedía albergar un creciente sentimiento posesivo que se volvía preocupante.
—No tienes que ir con calma. No necesitas cambiar nada.
No necesitas hacerlo porque me encanta todo de ti. Amo hasta las marcas que dejas en mi cuerpo, porque son tuyas. Porque no hay nada mejor que sentir que eres mía, y no hay nada mejor que pertenecer solo a ti.
No necesitas cambiar nada.
Siempre que te quedes conmigo.
Su brazo se extendió y al segundo siguiente el agua caliente dejó de caer. El frío fue completamente olvidado, porque ella todavía jugaba con mi cuello de una forma tan natural que me daba escalofríos, que no tenían nada que ver con el invierno.
Sentí algo helado en mi espalda y salté de la sorpresa.
Me di cuenta de que Jeongyeon me había inmovilizado contra una de las paredes húmedas del box, atrapándome entre los azulejos y su cuerpo.
Al alejarse de mi cuello, ella ahora me miraba con cierta satisfacción, como si estuviera empezando a divertirse.
—Si me dices que no necesito ir con calma, voy a ir pesado de verdad. —Dijo, mirándome directamente a los ojos con determinación.
Ella se divertía con ese tipo de cosas, como si me desafiara a desviar la mirada.
Jeongyeon apretó su cuerpo contra el mío con fuerza, haciéndome sentir la presión de algo duro contra mi vientre.
Sonreí ante la sensación.
Deslicé mis manos por su cuerpo, soltando su cabello y paseando por sus hombros, apretando sus senos y bajando más, sintiendo cada pequeño detalle y rastro de su piel. Tanteando y acompañando con los ojos cada camino, cada centímetro.
Ella era real.
Pasé mis dedos por la espalda firme, parando en la parte inferior y aplicando un poco más de presión allí, tanto para palpar aquella parte como para traerla más contra mi cuerpo.
No recordaba si alguna vez le había tocado el trasero, pero tenía que recordarme hacerlo más a menudo.
Besé sus pezones mojados suavemente. Después de una chupada con fuerza, ella se estremeció.
Sentí las puntas de mis dedos doliendo y me di cuenta de que estaba apretándola con demasiada fuerza.
Inconscientemente.
Como si no quisiera soltarla, como si pretendiera fundirla conmigo, con la esperanza de que, las dos siendo una sola, no pudiéramos separarnos más.
Los cabellos de mi nuca fueron jalados delicadamente, haciéndome levantar la cabeza por reacción y en el segundo siguiente sentí su lengua deslizarse en la mía de forma tranquila, sensual, intensa.
Tenía un sabor fuerte a menta, y me pregunté en qué momento se había cepillado sus dientes.
No profundicé en intentar descubrir la respuesta, porque ella ya intensificaba un poco más el beso, deslizando sus manos por mi espalda como si quisiera memorizarla.
Se detuvo en la curva de mi espalda baja dando caricias, como si se burlara, como diciendo "Bajaré, pero solo cuando quiera."
Y realmente quería que esas manos bajaran...
Me balanceé con las puntas de los pies, tratando de forzarla a tocarme.
Ella entendió y solo se rió.
Llevó una de sus manos a mi nuca otra vez y, con fuerza, hizo que mis labios se deslizaran contra los de ella de forma violenta, dando a su lengua paso para invadir mi boca cada vez más, siempre tocando en puntos nuevos y deslizándose por allí de diferentes formas. Jeongyeon conseguía aplicar tanta presión allí que mis labios ya dolían un poco, pero el dolor era bueno.
Volví mis dedos hacia su cabello, porque al final de cuentas, agarrarla de esa forma era la manera de permitirle a sus manos un mejor acceso a mi propio cuerpo.
Nuestros movimientos no eran tan tranquilos como al principio, sino violentos y un poco rudos.
Sus manos finalmente se deslizaron y apretaron mi culo.
Vibré en silencio.
Tal vez la piel de mi vientre quedara con marcas también, ya que Jeongyeon y su nada discreta excitación me estaban lastimando.
—No sé cómo puedes hacerlo... —Dijo, interrumpiendo levemente el beso y tomando aliento, pero no permitiendo responder o preguntar "¿Qué?" porque al segundo siguiente su lengua se deslizaba en mí otra vez. Sus manos crearon un gancho y me levantaron sin dificultad alguna.
Instintivamente entrelacé mis piernas en sus caderas, todavía presionada entre la pared y su cuerpo caliente, agarrando desesperadamente su cuello y dejándola hacer lo que quisiera conmigo.
La cosa dura e incómoda que lastimaba la piel de mi vientre dejó de ser incómoda y se deslizó dentro de mí sin ningún problema, arrancando un suspiro involuntario de mi boca. Sentí un estremecimiento fuerte ante la penetración, apretando los dedos de los pies y las manos con fuerza, cerrando los ojos violentamente.
Ella era mía.
Apreté el lazo que mis piernas hacían alrededor de ella, mientras la sentía moverse dentro de mí. Repetí el acto con los brazos, casi sofocándola. Recordé el sueño, recordé la sensación de perderla, de estar sin ella.
Me estremecí otra vez.
Los nudillos de mis dedos probablemente dolían, pero no lo sentía. Entre ellos, estaban sus mechones, entonces era obvio que la estaba lastimando también.
Pero no podía ser consciente de ello.
Sin la menor explicación, estaba siendo tomada otra vez por un pánico irracional de perderla.
Era un pésimo momento, pero no estaba en mis manos detenerlo o no.
Eso era real.
Pero no había certezas si esa realidad duraría para siempre.
Los escalofríos se fueron haciendo más fuertes.
¿Desde cuándo me había vuelto completamente dependiente de ella?
Bueno, tal vez la respuesta fuera "desde siempre", y pensar en el hecho de que Jeongyeon era tan importante para mí al punto de ser indispensable era aterrador.
Mi cara estaba enterrada en su cuello.
Yo estaba inmóvil, tratando con los sentimientos diametralmente opuestos de pánico y placer.
Por eso, me sorprendió al sentir, una vez más, mis cabellos siendo tirados.
Pero esta vez, el tirón vino con fuerza, de forma violenta, sin cuidado alguno.
Sentí dolor, pero me callé por la proximidad de nuestros rostros.
Su frente estaba recostada en la mía, y su mirada cargaba aquella intensidad que existía siempre que ella quería decir algo muy, muy importante.
—No te dejaré. —Ella me miraba como si estuviera puntuando la frase con un "¿Entendiste bien, estúpida?" — ¡Que se jodan esas pesadillas, son solo sueños estúpidos!
La miré asombrada, sin mover un músculo.
Ella sacó mi mano derecha de su cabello, trayéndola al pequeño espacio entre nosotras, y sin decir nada más, besó mi anillo, queriendo hacer que recordara su presencia allí.
Ella estaba parada delante de mí, con esos ojos tristes tan hermosos, confesando sus intensiones y casi implorando para que creyera en ella.
Y si eso no era suficiente, nada más lo sería.
Jeongyeon me apretó con más fuerza en la pared, pero ignoré los azulejos fríos y duros. Relajé el cuerpo y la mente para recibirla otra vez. Sus brazos alrededor de mí me daban una sensación de protección espeluznante. Sin embargo, no podía dejar de recordar que esa misma sensación de protección era antigua, y existía incluso antes del momento en que ella había decidido abandonarme.
Y el recuerdo del abandono, la dependencia de ella y el pavor de perderla insistían en estar allí.
Otro beso.
Tan furioso que logró callar hasta mis pensamientos.
Algo me decía que estaba enojada, tal vez por mi propia inseguridad.
Llegué a divertirme con esa idea absurda.
—¿Confías en mí? —Preguntó, un poco jadeante, aún con los ojos tristes.
A veces se veía obvio el sentimiento de culpa que ella cargaba.
Era como si fuera consciente de la deuda que tenía conmigo, y parecía hacer cuestión de recordarlo más que yo misma.
Yo confiaba.
Confiaba en sus intenciones, confiaba en que podía hacerle bien a ella.
Confiaba porque no era posible ver algún rastro de mentira en aquellos ojos.
Confiaba en ella y estaba lista para correr el riesgo otra vez.
Incluso porque era lo único que podía hacer.
—Confío.
Terminamos con esa discusión, al menos momentáneamente.
Parecía incorrecto optar por la preocupación cuando teníamos tantas cosas para disfrutar juntas.
Más que eso, parecía estúpido.
Nunca estaría segura de que ella pertenecería siempre a mí, pero ninguna mujer en el mundo podría estar segura de aquello también. En ese aspecto, mi situación no era diferente a la de nadie.
Y qué falla sería si me quedara lamentándome cuando, delante de mí, mi princesa dejaba en claro que estaría siempre dispuesta a hacerme feliz.
Su polla me tocó un poco más a la izquierda, dentro de mi coño. En un lugar conocido, un lugar que pertenecía incluso a su toque.
Mis ojos rodaron hacia atrás en sus órbitas, mi cuerpo temblaba con la electricidad que recorría cada célula.
Ella sabía donde tocarme. Me conocía como nadie.
Jeongyeon me penetró repetidamente de esa forma. No eran necesarias muchas caricias cuando ella alcanzaba mi punto G, segundos después yo ya estallaría en un orgasmo inducido.
La besé con desesperación, haciendo el acto de respirar un poco desafiante.
Pero no importaba.
La ola de placer vino, como lo había predicho.
Intenté no gritar, sofocando los gemidos altos contra su boca. Mis nudillos estaban latiendo y mis ojos estaban cerrados con tanta fuerza que dolían también.
Ignoré todo esto para sentirla plenamente una vez más.
Me quedé muy quieta, analizando la sensación de hormigueo en las puntas de mis dedos.
Era interesante.
Jeongyeon, como yo, parecía un poco ausente, probablemente volviendo de su propio clímax. Esperé en esa posición, aún agarrada a su cuello, no queriendo romper el intercambio de calor entre nuestros cuerpos.
Dejé de sentir el frío de los azulejos.
La ducha se encendió otra vez y las gotas empezaron a caer en mi espalda. Jeongyeon alcanzó el jabón y los pasó por toda la extensión de mi espalda. Me estremecí un poco con la buena sensación, despegándome de su cuello para darle una mejor movilidad. Dejé que ella enjabonara mi cuerpo entero, solo para tener la excusa de hacer lo mismo con el suyo. No por lujuria, sino simplemente porque quería sentirla un poco más.
Después de algún tiempo salimos del box.
Ella me apretaba en un abrazo y besaba mi cuello cada cinco segundos. No hablamos una sola palabra durante todo ese tiempo.
Cuando hice mención de caminar, Jeongyeon me agarró por el vientre y me levantó, de modo que mis pies no consiguieran más tocar el suelo, y entonces caminó fuera del baño, las dos todavía envueltas en la toalla como sardinas.
No pude dejar de reír.
Fue difícil hacer que ella me soltara, así que me tomó un tiempo elegir una ropa apropiada en mi maleta. Finalmente constaté que había traído un suéter negro de cuello alto, lo que sería prefecto para cubrir mis marcas.
Me puse unos pantalones pegados y me puse las mismas botas que usé cuando llegué a Londres. Antes de ponerme el suéter, volví al baño para pasarme mi crema para hematomas y cuando entré al cuarto otra vez el perfume no pasó desapercibido para ella.
En el piso de abajo, nos encontramos con Sun-hee.
—¡Buenos días, queridas! —Ella habló con una sonrisa brillante, pareciendo verdaderamente feliz de vernos, mientras nos daba a cada una de nosotras un fuerte abrazo. — ¿Por qué despertaron tan temprano?
No sabía qué horas eran y, por lo que parecía, Jeongyeon tampoco.
—07:15h todavía... Parece que madrugamos. —Ella habló, mirando el reloj en su muñeca y sonriendo de forma hipnótica para mí.
—En realidad, Sun-hee... —Comencé, parpadeando algunas veces para dejar de mirarla tontamente. — Sucedió un accidente allá arriba...
—Mamá, ¿alguna empleada vino hoy? ¿Alguien puede limpiar la habitación?
—Tres.
—No hay necesidad de enviar ningu...
—Bien. Nayeonni no se despertó muy bien dispuesta hoy. Creo que la mitad de la cena de Navidad está en el suelo de nuestra habitación.
Me sonrojé.
—¿No te sientes bien? —Sun-hee preguntó con una expresión preocupada.
—Estoy bien ahora... Solo me desperté un poco extraña. Pero realmente puedo...
—No te preocupes, querida. —Me interrumpió, ya subiendo las escaleras. — Vivi está arreglando mi cuarto. Voy a pedirle que limpie el de ustedes.
—Gracias, mamá.
Sun-hee asintió, sin mirar. Cuando llegó al piso de arriba, grité para que me escuchara.
—¡Pídale disculpas a Vivi por mí!
No sé si oyó, pero no respondió.
Jeongyeon me miraba con una expresión neutra y me sentí cada segundo más molesta.
—Odio dar trabajo a las personas.
—Se les paga por eso.
—Solo porque tienen que servirles no quiere decir que tengan que quedarse con trabajos desagradables.
Jeongyeon habló más de media docena de palabras mientras me guiaba a la cocina.
Ignoré todos sus argumentos, dejando claro mi punto.
Por supuesto, eso solo la divirtió aún más.
Pasamos por la sala de estar y nos encontramos con Juwon sentado en uno de los sofás leyendo el periódico. Me quedé en la puerta, pero Jeongyeon entró para saludarlo.
Aparentemente, éramos las únicas despiertas.
La casa por la mañana tenía un olor más agradable y yo ni siquiera sabía de qué era exactamente.
Estaba un poco frío, pero no dejaba de ser acogedora.
***
Tomé un té negro con galletas, no porque quisiera seguir las costumbres inglesas, sino por mis náuseas matutinas.
Como no quería darle más trabajo a nadie, me pareció mejor cuidar de mí.
—¿Quieres dar un paseo?
Fui arrancada de mis divagaciones cuando Jeongyeon me habló al oído, seguramente notando mi distracción una vez más y divirtiéndose al despertarme.
—¿Paseo? ¿Dónde?
—Por ahí.
Dos minutos después, estábamos caminando "por ahí" como había sugerido.
La mañana estaba fría, aún con aquella niebla aparentemente típica de Londres, así que estaba agradecida con Jeongyeon por haberme ofrecido un abrigo suave y cálido antes de salir.
La hierba estaba muy mojada, no de lluvia, sino de rocío.
Todos los olores allí eran maravillosos, y me pregunté si mi adoración ante prácticamente todo en aquel lugar era psicológica, simplemente por mi bienestar.
Alcanzamos la parte posterior de la casa.
Si la parte delantera hacía que el jardín pareciera modesto, esa impresión se disipaba cuando se llegaba allí.
Era un área enorme, hasta donde yo podía ver.
A lo lejos, el agua de una enorme fuente que estaba apagada parecía tan fría que daba la impresión de estar congelada.
Jeongyeon parecía mi guía turística privada, informando cada pequeño detalle de cada planta y piedra en aquel lugar. Escuchaba interesada, pero tuve que admitir que estaba más distraída con su presencia y su forma de actuar despreocupada que con lo que hablaba.
—En el último cumpleaños de mi padre, hicimos una fiesta aquí. Estábamos en abril. —Ella continuó, apuntando a los bancos de piedra que recorrían los arbustos altos y las mesas y sillas blancas al estilo victoriano, varias de ellas en un campo enorme rodeado de árboles de varios tamaños, un poco sin vida a causa del frío.
Habían postes de luz por todo el lugar, acompañados de balizas y luces bajas en el suelo que marcaban los caminos, cercanos a los troncos de los árboles.
Imaginé cómo sería una fiesta allí, el efecto de aquella iluminación en una noche de primavera.
Suspiré.
Llegamos a la fuente.
Miré hipnotizada el fondo sin motivo alguno. El agua estaba un poco temblorosa a causa del viento.
Ni el clima gris podía hacer que ese lugar pareciera menos perfecto.
Jeongyeon sacó de dentro de su propio abrigo algunos paños, los cuales no tenía la menor idea de dónde vinieron, y los colocó lado a lado en el muro alto de la fuente, cubriendo la piedra de mármol mojada de rocío y haciendo mención para sentarme en uno de los paños.
Fue lo que hice y ella repitió mi acto.
Por algún motivo, me puse un poco tensa.
—¿Te gustó aquí?
—Mucho. —Hablé de forma sincera, sonriendo. — Es más o menos como un sueño.
Ella sonrió, pero su sonrisa fue desapareciendo poco a poco.
—Hablando de sueños... Quería saber de qué se trataba el tuyo esta mañana.
Dejé de sonreír también.
—"Fue solo una pesadilla", ¿Recuerdas?
—Lo recuerdo. Pero quiero saberlo.
—¿Por qué quieres saber?
—Porque sé que tengo que ver con él.
Sabía que lo sabía.
Incluso conocía la esencia del sueño, si tomaba como referencia sus palabras en el baño.
—Bueno, no estabas en él.
—Sin embargo...
—Desperté al lado de una mujer que no conocía. Era una clienta. Era como si no hubieras vuelto ese día.
Un silencio pesado se deslizó sobre nosotras, como yo sabía que sucedería.
Jeongyeon continuó mirándome con una expresión neutra, como si estuviera procesando cada palabra mía.
—¿Sabes que esos sueños solo ocurren porque tienes miedo, no?
Ella parecía tranquila, como si estuviéramos hablando de Navidad.
Eso hizo que también me calmara.
—Sí.
—Por lo que puedes por lo menos intentar...
—¿Intentar no tener miedo? Eso no está en mis manos.
Nos quedamos en silencio otra vez y noté que por primera vez estábamos hablando sobre ese delicado asunto.
Era el tema que evitábamos en todos los sentidos, pero ahora estaba allí, tomando ese momento como si la conversación fuera banal. Y aunque no era nada banal, aunque estaba siendo difícil conversar sobre aquello, tampoco estaba siendo completamente malo.
Algo me decía que saldría de allí con algunos kilos menos en la espalda.
—No te voy a dejar de nuevo.
—Dijiste...
—Voy a repetirlo hasta que creas en mí. —Ella parecía levemente exaltada.
—Lo creo.
—No lo crees. Si lo creyeras...
—Lo creo, pero no puedo dominar mi inseguridad. Lo siento si eso te hace enojar...
Su voz subió una octava.
—¡Me enoja saber que no confías en mí!
—Si no confiara en ti no estaría aquí. No después de lo que me hiciste. —Respondí en la misma octava.
Ella pareció perder el hilo de sus pensamientos.
—Tú... Tú no...
—¿No confías en mí?
—¡Claro que confío! —Ella dijo, pareciendo ofendida por la pregunta.
—¿Entonces qué mierda fue eso de "amarrarme" en tu casa si decidía irme?
—¡Eso fue al principio! ¡Ya te he dado la llave del apartamento, puedes irte cuando quieras! —Y como si se apresurara a añadir un detalle importante a la conversación, interrumpió mi respuesta. — Pero si lo haces, iré detrás de ti.
—Si confiaras en mí no habría ese "si" en tu frase.
Ella me miró con desesperación, aquella desesperación de derrota aceptada.
Ella sabía que mi argumento era válido.
Sin mucho más que decir, ella miró las manos en su regazo y suspiró sin vida.
Me puse un poco triste al verla de esa forma, así que rompí el silencio.
—¿Crees que yo consideraría la posibilidad de dejarte? ¿Qué ganaría con eso?
Ella sabía que yo no ganaría nada. Sabía que solo tenía que perder. Pero aún así, dudaba.
—Dijiste que te irías ese día...
—No sabía lo que querías conmigo ese día. Parecías querer jugar con mi dolor de mierda.
—¡No quería! ¡Solo no sabía cómo manejarlo! No sabía...
—Sé eso. Ahora.
Ella bajó la cabeza otra vez y yo podría incluso decir que estaba actuando exageradamente si no la conociera bien. Pero Jeongyeon, en el fondo, era realmente una niña que necesitaba confirmaciones y seguridades.
—Jeong. —Sostuve su barbilla de manera firme e hice que me mirara. — No voy a ninguna parte.
Ella podría desprenderse de mi agarre con facilidad, pero no lo hizo. En vez de eso, me miró con esos ojos tristes, brillantes, hermosos.
Dios mío, quería tener un hijo con esos mismos ojos un día.
Ella parpadeó algunas veces, su cara muy cerca de la mía. Sin pensar, dejé que mi cuerpo actuara por voluntad propia y me acerqué a su boca, besándola apasionadamente, con calma.
Ella retribuyó, tirándome suavemente más cerca de ella, y cuando me di cuenta, ya estaba sentada en su regazo, sin ningún esfuerzo.
No era un beso furioso o desesperado.
Era una demostración de cariño simple, cómodo, algo que rara vez sucedía con nosotras.
Era un momento en el que ambas nos permitíamos disfrutar de la compañía de la otra sin compromisos, sin exigencias.
Era simplemente uno de los momentos más perfectos de mi vida.
—¿Confías en mí? —Pregunté, aún contra su boca.
—Sí.
Ella besó mi barbilla, mi oreja y toda la extensión de mi cara. Intentó besar mi cuello, pero se encontró con el cuello alto de mi suéter y, derrotada, bufó.
Me reí sin motivo.
—Me encanta tu perfume. Siempre lo amé.
—¿Siempre? —Hablé, mirándola para desafiarla a recordar que yo usaba aquel "perfume"desde hace mucho tiempo.
—Siempre. Desde el primer día.
Habló mientras inspiraba y expiraba en la piel de mi cara, en todos los lugares que conseguía alcanzar.
Los escalofríos que se formaban allí no tenían nada que ver con el viento frío del jardín.
—¿Puedo preguntarte algo? —Hablé, un poco tímida.
Estaba curiosa.
Ella me había dejado curiosa.
—Claro.
—¿Desde cuándo te gusto?
La pregunta salió baja incluso para nuestra mínima distancia.
Ella no pareció moverse en absoluto y continuó depositando besos suaves por la línea de mi mandíbula.
—No lo sé...
—Ayer le dijiste a tu familia que fue el día que nos encontramos en la calle cerca de tu casa...
—No, eso fue una mentira. —Ella habló tranquilamente, volviendo a mi boca y puntuando cada frase con un beso. — Me gustabas antes de eso. Solo que no era consciente.
—¿Y cuándo te enteraste?
—Un poco antes de tu cumpleaños.
—¿Y cuándo lo admitiste?
—Cuando me fui.
Aunque tuve miedo de recordar esos detalles con ella, no estaba triste.
Tal vez la creciente libertad entre nosotras estaba dejando todo más cómodo, al menos para mí. Y yo quería que ella estuviera tan cómoda como yo.
La abracé por el cuello como solía hacer y la besé en la cara.
Ella sonrió un poco triste.
—¿Alguna pregunta más? —Preguntó, jugando con un mechón de mi cabello.
—En realidad, sí. —Respondí, recordando de repente una cosa. — Esa cita en el papel del ramo.
—¿Qué cita?
—De Gandhi. Estaba escrita con lápiz, en el reverso del papel con la flores.
—Hmmm... —Ella parecía pensativa, tratando de recordar. — Creo que lo hice borracha. Suelo ser sincera cuando bebo. Creo que ya lo has notado.
—Sí.
—Pensé que lo había borrado antes de entregártelo, pero yo estaba muy borracha. Ese era mi dilema. No quería asumirlo, pero al mismo tiempo quería que lo supieras de alguna manera.
—No había entendido. Pero decidí guardar el papel en caso de que quisieras explicármelo algún día.
—¿Y has descubierto cuál es tu flor favorita?
—Hiciste que me gustaran las Camelias. — Sonreí.
—Si estuviéramos en primavera, estarías rodeada de ellas ahora.
—Bueno... —Empecé un poco tímida. — Tal vez...
—Sí. —Me interrumpió. — Vas a estar aquí la próxima primavera.
—¿Y cuál va a ser la ocasión? —Pregunté sin mucha curiosidad.
—Ya lo verás. —Ella habló con un aire misterioso intencionalmente exagerado.
Entonces me pregunté cómo ella me traería así, sin más, sin tener que dejar sus obligaciones.
A diferencia de mí, Jeongyeon tenía cosas que hacer.
—Vendrás conmigo, ¿Verdad? —Pregunté antes de que pudiera razonar y llegar a la conclusión de que esa pregunta era idiota.
Ella rió.
—Claro.
—¿No vas a interrumpir las cosas en la empresa?
—No, sin problemas. —Ella respondió de forma sencilla, sonriendo y dándome otro beso.
Aquel asunto me recordó algo que martillaba mi cabeza hace algún tiempo.
Era una petición de ayuda, y por más que no hubiera problema alguno, me sentía un poco avergonzada de hablarlo con ella.
—Umm... Quería pedirte algo...
—Cualquier cosa.
—¿Cualquier cosa? ¿Lo prometes?
Ella vaciló por un momento, tal vez considerando la posibilidad de que pediría algo completamente extraño. Pero, por fin, asintió.
—Dime.
—Quería tu ayuda... Eres una persona que normalmente consigue las cosas que quieres, ¿verdad?
—Normalmente... —Ella estaba desconfiada.
—Solo quería que, ya sabes... Consiguieras una cosa para mí.
Ella continuó en silencio, esperando que le explicara.
—No es que te esté usando, pero es que ya lo he intentado...
—Estoy escuchando.
Ella se estaba poniendo un poco tensa y podía notar eso.
—Es que yo quería que me ayudaras... A conseguir un trabajo. —Me callé, pero como el silencio parecía incómodo, me apresuré a hablar otra vez. — Sé que no estoy calificada para nada, pero no estoy pidiendo una cosa muy elaborada. Solo quería trabajar en algo, cualquier cosa, para ocupar mi tiempo y para pagar al menos un poco de los gastos que ya di...
Ella continuó mirándome tranquilamente, aparentemente más aliviada por el simple hecho de que ya no estaba más confundida.
Pero aún estaba seria.
—Sabes que no necesitas trabajar.
—Quiero.
—¿Por qué?
—Ya te dije... —Comencé, tratando de parecer menos avergonzada. — Esta situación me deja mal.
—¿Qué situación?
—Sabes qué situación. No quiero ganar tanto como tú, ni sueño con eso. Mi salario puede ser lo que sueles dar de propina. Solo quiero ganar algo. No quiero ser un peso muerto...
—¿Todavía crees que eres un peso muerto? ¿Después de todo este tiempo? ¿Has escuchado alguna palabra de lo que te dije hasta hoy?
A pesar de estar contrariada, ella estaba tranquila. Eso era bueno.
—Lo sé... —Me acerqué a su cara, sin ningún motivo en particular. — Solo quiero colaborar con algo también. Y sé que no es necesario, pero me sentiría mejor. Mucho mejor. Y no te lo estaría pidiendo si pudiera hacerlo yo misma.
Ella continuó mirándome, otra vez queriendo que yo continuara sin que necesitara pedirlo.
—¿Lo has intentado?
Decidí ser sincera y hablar exactamente lo que me vino a la cabeza, aunque eso pareciera inapropiado.
—Sí. Pasé algún tiempo intentándolo, pero no lo conseguí. Ahí di al azar con un tipo que me reconoció... Y me asusté. Fue ahí cuando me encontraste.
Sabía que había entendido. No es que Jeongyeon lo hubiera demostrado de alguna manera, pero yo simplemente lo sabía.
Ella suspiró.
—Está bien. No va a ser difícil.
Me sentí débilmente victoriosa.
—Ya sé la respuesta... —Ella comenzó, interrumpiendo mi celebración silenciosa. — Pero no cuesta nada preguntar: ¿Quieres trabajar en mi empresa?
—¡No!
Hubo varias razones para esa respuesta.
En primer lugar, no quería quedarme allí solo por mi relación con ella. Además, era consciente de que no sabría hacer nada, ni siquiera desempeñar un papel decente de secretaria. De esa forma, no solo yo estaría allí por ser "la novia inútil de la jefa", sino que también ganaría un buen salario (yo estaba segura de que ella se encargaría de eso) sin hacer absolutamente nada útil.
Además de todo eso, cuanto menos tuviera contacto con empresarios, mejor. No estaba en una posición tan cómoda para darme el lujo de correr riesgos y arruinar mi vida, que finalmente parecía empezar a mejorar.
Jeongyeon entendía todas esas razones.
—Lo imaginé.
—Cualquier cosa simple está bien. De verdad...
—No te preocupes. Si vas a estar feliz con eso, se va a hacer a tu modo.
Suspiré otra vez, apoyando nuestras frentes y nuestras narices.
—Gracias.
Ella sonrió, y entonces sentí unas ganas de aventarme hacia ella.
Afortunadamente, antes de que acabáramos las dos dentro de la fuente helada, oímos una voz resonando a lo lejos por el campo abierto.
Era Sun-hee haciendo algún tipo de señal para que volviéramos.
—Esa familia me ama. —Ella concluyó, sacándome de su regazo y colocándonos de pie, mientras quitaba los paños del muro de la fuente.
"¿Y quién no te ama?" Pensé, mientras me ponía despreocupadamente mi abrigo, apretando más el nudo a la altura de la cintura para mantenerme caliente.
Estaba ligera y feliz.
Estaba con ella y empecé a darme cuenta de que ese simple hecho acababa siempre haciendo todo mucho mejor.
Levanté la cabeza otra vez y vi que Jeongyeon me miraba con una expresión ligeramente sorprendida, una leve sonrisa en los labios y una alegría contenida en la mirada.
Inmediatamente entendí lo que había sucedido.
Yo había "pensado" en voz alta.
Sentí mi cara sonrojarse violentamente, hirviendo de vergüenza.
—Ahm... ¿Vamos? —Hablé, tratando de escapar de aquel momento embarazoso.
Pero era obvio que ella no me dejaría escapar ilesa.
Por eso, segundos después acepté el hecho de ser agarrada y tomada en un beso brutal, dejándome sin defensas, exactamente como los besos de película.
Jeongyeon finalmente me dejó en aquel estado gelatinoso que yo solía estar cuando ella dejaba de tocarme.
—Linda.
—Seguro. —Tosí y me aclaré la garganta, sonriendo de manera estúpida. — Vamos...
Salí caminando adelante. Ella se rió con mi actitud avergonzada, y luego me alcanzó con sus pasos apresurados. Sin decir una sola palabra, entrelazó sus dedos con los míos, girando un poco el anillo con su pulgar. Mi cara se fue enfriando y volviendo a la normalidad a medida que nos acercábamos a la casa.
El reloj ahora marcaba las 08:30 de la mañana.
—Vaya, amor. Es tu quinto pedazo de pastel.
Una vez más el asunto estaba en el embarazo de Dahyun. Llegamos a la cocina y la encontramos con Momo a su lado desayunando. Sun-hee estaba sentada en la cabecera de la mesa, observando a su hija comer cerca de ella.
—Si no es mi hermana desnaturalizada que finalmente viene a verme antes de que me vaya. —Dahyun puntuó, aún comiendo el pedazo de pastel en sus manos, provocando a Jeongyeon.
—¿Te vas hoy? —Preguntó un poco sorprendida, mientras nos sentábamos en las sillas delante de ella y Momo.
—Vamos a pasar el día de navidad con la familia de Momo como siempre, cabezona.
—Pero por la cantidad de maletas pensé que ibas a quedarte al menos una semana esta vez.
—Solo aumenté la cantidad de maletas para aumentar las opciones.
Momo nos miró con una cara extremadamente enojada de "y aumentar mi dolor."
—Vete acostumbrando. —Dijo Dahyun en un tono de bronca al ver la expresión de su esposa. — Mi guardarropa va a ser aún mayor con las ropas de embarazada.
—¿Ya tienes algún síntoma? —Pregunté, un poco curiosa.
—No muchos. Hace una semana tuve ganas de comer quiabo con crema batida, pero creo que fue solo eso.
—¡Guay! —Jeongyeon exclamó, divertida.
—No fue guay. —Momo concluyó. — Ella vomitó una cosa color verde-bebé a la mañana siguiente.
—¡Wow! ¿Las embarazadas no son lo máximo? —Jeongyeon habló de nuevo, esta vez carcajeándose abiertamente.
—Las embarazadas son una bomba armada, hermana. —Christopher entró en la conversación, entrando a la cocina con Juwon detrás. — De la nada, ¡boom! Sale una cosa de su interior llorando y pataleando.
—Esa "cosa" a la que te refieres es tu sobrino, troglodita insensible. —Dahyun habló, no dándole mucha importancia a Christopher.
—Querido, ponte ropa. Tenemos a alguien nuevo en la familia. —Sun-hee habló, de forma gentil pero reprendedora.
—Ah, mamá. Shasha no me va a mirar. Ella prefiere una cierta cosa fea y horrorosa de las profundidades.
Un pan voló a la cara de Christopher.
—Jeongyeon, no juegues con la comida.
—¿Por qué les gusta golpearse con cosas? —Juwon preguntó de forma retórica.
—Bienvenida a la locura de mi familia. —Juwon habló a mi oído.
Sonreí.
No había como negar que yo amaba esa locura.
Me reía de todos ellos y de la dinámica maravillosa que sucedía allí. Sentí una pizca de envidia de Jeongyeon por tener una familia tan hermosa, y de repente la nostalgia por mis padres me alcanzó por completo.
Perdí la concentración en lo que decían por un momento. No en lamentaciones, sino solo en el deseo de tener a mis padres aún conmigo, para que les pudiera presentar a Jeongyeon.
Estaba segura de que se llevarían bien.
Fue solo cuando el lugar quedó extrañamente silencioso de repente que desperté, viéndolos otra vez delante de mí.
Juwon miraba con una expresión satisfecha a Jeongyeon, y Chris parecía orgulloso con algo o alguien. Sun-hee estaba actuando discretamente, aunque yo no entendía de qué exactamente se trataba su discreción, doblando servilletas delante de ella y sonriendo un poco animada.
Momo también arrojó miradas extrañas a Jeongyeon y Dahyun, como siempre diferente a los demás, me miraba directamente, con una sonrisa y una mirada provocativa.
Me había perdido de algo, pero no sabía qué.
—Hermoso anillo, Nayeon.
Las palabras Dahyun tuvieron el efecto que seguramente ella quería.
Si fuera posible que alguien muriera de vergüenza, mi cadáver ya estaría frío.
Dejé que mi mano fuera a parar debajo de la mesa, escondiendo el foco de la atención de todos allí.
Mi falta de atención era casi como un "¡Jeongyeon me dio una alianza, miren como brilla!".
Estaba a punto de responder algo.
Probablemente algo como "Hmm... Sí... Ah..." pero gracias a Dios fui interrumpida por una voz alta y grave.
Ni siquiera sabía de dónde había venido, pero la obedecí automáticamente.
—¡Salgan de mi cocina! ¡Ahora! ¡Necesito cocinar!
No solo yo, sino todos los que estaban sentados saltaron de sus sillas asustados. Solo cuando estaba casi en la puerta noté que la orden había venido de una mujer gordita y anciana, probablemente la cocinera, alguien que no vi en uno de sus mejores humores. Pero Sun-hee todavía sonreía a su lado, entonces tal vez ella fuera siempre de aquella forma "efusiva".
Dejamos que trabajara.
Hice mención de ir a la habitación y pasar al resto del día escondida allí, mi rostro aún hervía de vergüenza. Pero Jeongyeon me arrastró a la sala de estar, ahora vacía, y nos tiramos en el sofá frente a la chimenea encendida, ella sentada y yo acostada en su regazo.
Nos quedamos en silencio.
La casa estaba más fría que la noche anterior.
Christopher se unió a nosotras poco después, ahora vistiendo ropa propia para el invierno.
—Entonces, ¿Ustedes se quedaran aquí hasta mañana? —Preguntó, y por primera vez lo que oí saliendo de su boca no era una broma.
—Sí. Nos vamos a las 13:00, mañana. —Jeongyeon respondió, moviendo de forma despreocupada mi cabello, y empecé a sentir sueño otra vez.
Volvieron a guardar silencio.
Sentí sus dedos moverse nuevamente en mi cabello. Mis párpados, a esas alturas, ya pesaban algunas toneladas, y cada parpadeo parecía una eternidad. El fuego bailaba tranquilamente delante de mis ojos, el calor de la habitación era reconfortante.
Todo allí me estaba relajando.
—Te dije que todo iba a salir bien... —Oí la voz de Christopher a lo lejos. Él parecía divertirse con algo.
—Sí. Debería haberte creído.
—Claro que deberías. Siempre tengo la razón.
A partir de ahí, opté por ignorar todas y cada una de las conversaciones que ellos tenían, permitiéndome retomar mi sueño interrumpido de aquella mañana.
***
Jeongyeon me despertó cuando el almuerzo fue servido.
Peleé con ella por no haberme despertado antes, diciéndole que podría haber ayudado con la mesa.
Me ignoró.
Sun-hee mandó a preparar un plato ligero especialmente para mí a causa del malestar matinal.
Le dije que no tenía de que preocuparse, pero ella también me pareció ignorar.
Comimos rápido, ya que en una hora Dahyun y Momo se irían.
Juwon todavía hizo algunas preguntas más sobre el embarazo, como la fecha prevista para el parto y cuándo y dónde sería la fiesta del bebé. Cuando terminamos, ayudé a recoger la mesa, aunque al parecer tenían una empleada exclusivamente para aquel trabajo.
Jeongyeon una vez más intentó arrastrarme de allí, entonces la amenacé de muerte si no me dejaba hacer eso.
Ella aceptó.
Y entonces, más rápido de lo que quería, llegó el momento de ver a Dahyun y su esposa salir. Me agradaban, aunque no entendía de momento las bromas de Momo y las extrañeces de Dahyun. Pero simplemente no había manera de no quererlas.
—Eh, Shasha... Estamos bien, ¿no?
Momo se despidió de todos, aparentemente dejándome al último a propósito.
—Claro. —Respondí, empleando un tono casual en la voz.
—Espero que no me hayas encontrado una idiota. La broma realmente no era para mal.
—Está bien, lo entiendo...
—Entiendes porque eres genial. —Dahyun interrumpió, mirando otra vez de forma fusilante hacia su esposa. — Si hubiera sido conmigo, le daba una patada en medio de sus piernas.
Momo hizo una cara de dolor y me reí.
Dahyun me dio un fuerte abrazo, más fuerte de los que estaba acostumbrada a recibir. Pero antes de alejarse, oí su voz suave como campanas en mi oído y tuve la certeza de que solo yo podía oír lo que ella dijo en ese momento.
—Cuida de ella.
Ella se alejó todavía mirándome, y entonces percibí que solo una persona me podría mirar de forma más intensa y misteriosa que Jeongyeon: Su hermana.
Y aunque fuera extraña de esa forma, aunque yo no entendiera la mitad de las cosas que ella quería decir cuando me miraba, mi intuición insistía en trabajar en la idea de que yo podía confiar en ella.
Me estremecí.
La conexión entre nuestras miradas fue cortada así, de repente, cuando ella decidió alejarse de mí y dar un último abrazo a Sun-hee, Juwon y Christopher, un poco delante de mí en las escaleras.
—¡Au revoir! —Finalizó, curvándose de forma graciosa y dando una vuelta en el lugar para salir saltando como bailarina, siempre linda, hacia el taxi donde Jeongyeon y Momo intentaban acomodar las maletas.
Jeongyeon POV
—Felicitaciones una vez más, mujer. —Hablé a Momo, abrazándola y deseándole un buen viaje después de dejar la maleta en el taxi.
—Gracias. Estoy deseando que sea una niña, pero ya veremos. —Dijo, emocionada, pero entonces volvió a quedarse con la expresión un poco seria cuando repitió sus disculpas sobre la broma que había hecho y la forma en que dejó a Nayeonni avergonzada. Traté de convencerle de que estaba bien y entonces Dahyun llegó hasta nosotras.
—Amor, dile al conductor que deje el taxímetro rodando. Voy a estar dentro del coche en tres minutos.
Cuando Dahyun habló de esa forma, entendimos. Así de simple.
Pronto Momo accedió y entró en el taxi, cerrando la puerta y dejándonos a solas para conversar.
Ya esperaba eso.
—Estoy feliz por ti. —Ella comenzó, de forma gentil.
Nos quedamos mirándonos por algún tiempo.
—Sabes que sé que hay algo. Y sé que no tiene que ver contigo, sino con ella.
Lo había sacado de nuestra madre, pero en ella parecía suceder con más fuerza.
Algunos amigos decían que era telepatía, otros más espirituales decían que era algo de energía o algo así.
Sea lo que fuera, éramos siempre sorprendidos con su capacidad de simplemente saber las cosas, y por eso, nunca conseguíamos ocultar nada, ni de ella, ni de nuestra madre.
Pero Dahyun llegaba a dar miedo.
—Y sé que es algo serio.
—Me extrañaría si no supieras.
Ella continuó mirándome.
Si no supiera que Dahyun realmente no podía leer mis pensamientos, letra por letra, estaría ahora incómoda con la forma en que me miraba y entraría en pánico por pensar que mis secretos estarían siendo revelados allí, delante de mis ojos, sin que yo pudiera hacer nada.
Suspiré.
—Si han optado por mantenerlo en secreto, no es asunto mío. —Ella se acercó, sosteniendo mi mano. — Pero solo no es asunto mío si me prometes que, independientemente de lo que sea, tu felicidad no va a estar en riesgo.
Apreté su mano, queriendo transmitir toda la firmeza y seguridad que sentía al decir las próximas palabras. Pero no necesitaba hacerlo: Ella sabía que era verdad.
—Te prometo que nunca estuve tan feliz.
Ella sonrió.
Era una sonrisa de alivio, de consuelo, de complicidad.
Era la sonrisa que Dahyun solía dar cuando llegaba a la conclusión de que, al final de cuentas, no había nada mal.
—Estás bien. —Ella habló, con toda esa sabiduría que no era común en hermanas menores. — Y si estás bien, entonces no importa.
Ella me abrazó y levantó la cabeza como una niña pidiendo un beso. Entonces le di un besito cariñoso, abrazándola con todo el amor que mi lado de hermandad guardaba.
—Cuídate. Quiero un sobrino regordete y rosado para mimar. —Hablé, ya sintiendo una punzada de tristeza en dejarla ir.
—Cuando empiece a sentirse solo, voy a exigir un primo. —Ella habló, saltando hasta el coche mientras sonreía. — Avísale eso a Shasha.
Dahyun abrió la puerta y se sentó en el asiento trasero, pero antes de cerrarla, pareció recordar una última cosa y puso la cabeza fuera de nuevo, solo para decir lo que le faltaba.
—Ah: Realmente me agradó ella.
Sonrió y cerró la puerta del coche, que salió del jardín enseguida. Todos nos quedamos siguiendo al taxi con los ojos, hasta que llegara a la entrada y desapareciera en la calle. La puerta automática se cerró y volví a subir hasta las escaleras de la entrada de la casa. Mi padre abrazaba cariñosamente a mi madre y Christopher solo miraba el horizonte con las manos en los bolsillos. Nayeon optó por quedarse detrás de ellos, cerca de la puerta, y parecía estar desplazada.
—¡Seré abuela! —Mi madre gritó de repente, con las manos hacia arriba, asustando a todos los que estaban allí.
Solo tuve tiempo de ver a Nayeon temblando de la cabeza a los pies antes de que empezara a reír después. No me contuve, riéndome también, y mi padre nos siguió.
—¡Compórtate, mujer! —Christopher gritó, con la mano en el pecho, pero también se rió.
Su grito fue seguido por un baile de victoria ridículo, y entonces me di cuenta de a quién había sacado la manera horrible de bailar.
—¡Estoy tan feliz! —Ella continuó, como una niña de quince años, y vi un poco de la manera de ser de Dahyun en ella saliendo.
—Querida, seremos los abuelos más jóvenes y atractivos de Inglaterra. —Mi padre bromeó, apretando su mejilla.
—Eso es verdad. —Nayeon dijo sin darse cuenta, y noté que ella había pensado en voz alta otra vez.
—Espero que sea un chico. Y espero que no herede la promiscuidad de Momo. —Chris habló de forma distraída.
—Querido, deja de criticar a los demás y búscate una novia.
—¡Maldición, mamá! ¡Tengo sentimientos!
Me burlé en su cara, y parecía realmente herido.
Me dio un golpe, pero no esperaba menos.
Nuestra madre ya no lo escuchaba, saltando hacia dentro de la casa mientras gritaba otra vez, haciendo que todos los empleados se enteraran también, si alguno de ellos todavía no lo sabía.
—¡Voy a se abuela! ¡Champagne!
Esa tardé pasó volando.
Pasamos, mi padre, Christopher y yo, una buena parte de la tarde discutiendo sobre más asuntos acerca de la empresa. Me sentía un poco culpable por dejar a Nayeon sola y rezaba todo el tiempo para que mi madre no estuviera en algún rincón de la casa charlando con ella sobre más detalles de su pasado. Así que cada vez que un tema terminaba, pedía permiso e iba a su búsqueda.
La encontré como la primera vez y las cinco veces siguientes en el mismo lugar: En la sala de televisión viendo canales de dibujos animados. Mi madre había bebido otra copa en celebración por el nieto, y como no la encontré en ningún rincón, asumí que había pasado toda la tarde durmiendo.
A mí no me gustaba conversar sobre la empresa -aunque últimamente podría decir que me disgustaba menos- pero la cosa se volvía realmente insoportable de aguantar cuando aquello competía con Nayeon en un sofá suave y un edredón caliente envuelto hasta sus ojos, viendo Bob Esponja.
—Padre, ya hablamos suficiente. Vamos a parar aquí. —Christopher habló, repentinamente, mientras nuestro padre empezaba otro "Bueno..." — Si Jeongyeon sale de esta habitación y vuelve con cara de niña con dulce robado una vez más, creo que me mataré.
No pensé que ese argumento fuera a funcionar, pero funcionó.
Salí de la sala de estar y me fui a juntar con Nayeon al anochecer, abriendo una grieta en el edredón y envolviéndome con ella. Comprendí que mi llegada la había despertado de otra siesta.
—¡Quédate despierta! —Hablé sin motivo alguno, solo para sacar el asunto.
—Sí... Creo que no voy a querer dormir esta noche.
La miré con esperanza de que aquello hubiera sido una provocación o una broma que indicaba de alguna manera que tendría que pasar la noche despierta con ella también.
Es decir, sexo.
—¿Qué pasó? —Ella habló de forma dulce, mirándome de vuelta y preguntándose por qué tenía una sonrisa depravada en la cara, entonces noté que su comentario había sido inocente.
Mierda.
Me acerqué más a ella, apoyando la cabeza en su hombro y escondiendo mi cara en su cuello como había hecho tantas veces. El perfume de almendras estaba débil, lo que fue bueno para ayudarme a mantenerme tranquila.
Mi mano izquierda corrió debajo de la manta, tanteando y buscando su mano derecha. Giré con el dedo la alianza allí, voluntariamente, y no sabía si aquella nueva manía era porque quería estar segura de que aquel anillo permanecía allí o porque quería recordarme a mí misma de su simple existencia.
Era un recuerdo del "sí" de ella.
Nos quedamos allí por un buen rato sin hacer nada más que mirar la televisión. Ella parecía divertirse con chistes a los que no prestaba atención porque su risa baja, suave e increíblemente tierna era mucho más interesante que cualquier cosa en aquella habitación.
Me di cuenta de que me había enamorado completamente por el sonido de su risa.
Presté atención cada vez que se reía.
Pasé horas concentrándome solo en eso, hasta que en algún momento Christopher apareció como un fantasma.
—Niñas, voy a dormir.
—Chris, son las 9 de la noche. —Hablé, mirando el reloj.
—Lo sé, pero soy un gatuno. No pude dormir bien anoche. Y la culpa fue de tu novia.
—¿Qué hice? —Preguntó, un poco avergonzada.
—Bueno, no voy a entrar en detalles, pero las paredes de las habitaciones no tienen aislamiento acústico. Ey, Jeongyeon, traigan unas placas de isopor o cajas de huevo la próxima vez que decidan divertirse a dos puertas de mí durante la mitad de la noche.
Nayeon se convirtió en un tomate gigante a mi lado.
—Chris, no seas idiota. —Hablé tranquilamente. Sabía que no hablaba en serio.
Él se rió a carcajadas.
—Solo estaba de coña, pero ahora tuve la certeza de que lo hicieron. ¡Shasha, eres un peligro!
—Alguien aquí tenía que follar, Einstein. —Bromeé.
—Tú y mamá juegan con mi soledad. —Él fingió secar una lágrima de la esquina de su ojo. — Pero a ti sí puedo mandarte a la mierda.
Esquivé la almohada que lanzó hacia mí.
Cuando finalmente decidió dejarnos a solas de nuevo, me giré hacia Nayeon.
—Lo siento. Solo hay idiotas en mi familia.
—No digas tonterías. Tu familia es maravillosa.
Era verdad, y yo lo sabía.
Pero si la estúpida broma de Christopher resultaba en falta de sexo aquella noche, él se despertaría a la mañana siguiente sin manos.
—¿Quieres ver la televisión en la habitación? —Pregunté de forma cínica, besando suavemente su oreja. — Allí nadie va a molestarnos.
Pensé que me ignoraría, pero cuando ella me respondió un "Está bien" me puse de pie rápidamente para irme de allí.
Apagué la televisión sin prestar mucha atención y dejé que ella fuera al frente, con los brazos cruzados sobre su pecho para calentarse.
—¿Van a querer cenar? —Mi madre preguntó cuando nos encontró en el pasillo.
—No cenaremos, mamá, gracias. Vamos a ver la televisión allá arriba.
—Bueno, si tienen hambre de noche, hay mucho en la nevera.
Llegamos a la habitación que presentaba ahora un inconfundible olor a limpieza. Cerré la puerta detrás de mí, diseñando los planes para aquella noche.
En realidad, no eran planes tan detallados: Al final, todo se resumía a conseguir tenerla una vez más.
—Voy a bañarme. —Hablé, esperando un poco por su respuesta. Pero ella solo asintió con la cabeza, sin decir una palabra. Por eso, insistí con una sonrisa culpable en la cara. — ¿Quieres acompañarme?
—No... —Ella se rió, hallando la gracia. — Ve primero. Voy después.
Chris realmente me las pagaría.
Tomé un conjunto de ropa en la maleta y caminé un poco inquieta hacia el baño.
Tomé un baño rápido.
Usé mi mejor champú que estaba allí, al menos el que creía mejor. Me enjuagué tres veces, me cepillé mis dientes y me apliqué una agradable crema suave.
Pensé en sacar la parte de arriba del conjunto y quedarme en top, pero la noche estaba realmente fría.
Entré a la habitación y la encontré debajo de las sábanas mirando al techo. Cuando notó mi presencia allí, se deshizo rápidamente del edredón enrollado en su cuerpo y caminó hacia el baño después de recoger algunas piezas de ropa en su maleta.
Encendí la televisión y esperé pacientemente, pasando por los canales de forma distraída. Encendí la calefacción de la habitación, pensando en la incomodidad que Nayeon sentiría al salir de un baño caliente y chocar con un lugar demasiado frío. Tomé una manta extra del armario y la dejé al pie de la cama.
Volví a sentarme en medio de las almohadillas suaves, aumentando cada vez más la secuencia de canales. Llegué al punto de los canales pornográficos y me pregunté por qué diablos mi madre aún no los había bloqueado.
Quería creer que Chris no tenía el coraje de pedirle que los mantuviera allí.
En el siguiente canal, una película mostraba un convento.
Algunas monjas paseaban por aquí y por allá, y la escena se cortó con un diálogo entre una de ellas y un sacerdote. Ellos hablaban mucho sobre castigos divinos y tentación, pero la conversación no tenía mucho sentido.
En el momento en que Nayeon salió del baño la monja en la televisión decidió, de repente, mostrar sus pechos.
Amplié los ojos, dándome cuenta solo entonces que aquello también era una película porno.
Al parecer, yo había tomado el inicio de la "historia."
La miré de forma inocente, con una sonrisa inocente e idiota en la cara, diciendo cualquier mierda para romper el silencio.
—Esos chicos van a ir al infierno, ¿Verdad?
Ella me miró con un tono de reprobación.
—No sabía, lo juro por Dios. —Hablé, con ganas de reírme de la extraña situación.
—No hables de Dios mientras ves una película porno con monjas.
Miré otra vez la televisión y ahora habían tres de ellas desnudas, frotándose contra el sacerdote.
—Maldición, son rápidas...
Ella se quedó en silencio por poco tiempo, pero luego habló otra vez.
—El sacerdote es grande...
—¡Eh! —Exclamé, indignada.
—¿Qué pasó?
—¡Estoy aquí!
—¿Y eso qué? —Ella habló con una sonrisa cínica, fingiendo ingenuidad.
—No quiero que veas a otras personas...
—Estabas mirando a tres mujeres.
—¡No estaba! ¡Ni siquiera sabía que eso era porno!
Ella reviró los ojos, tomando el control de mi mano y apagando la televisión.
—Seguro.
No me creía, y en condiciones normales pelearía por mi argumento, tratando de convencerla hasta la muerte de mi inocencia.
Pero no estaba en condiciones normales, primero porque acababa de notar lo que ella vestía: mi camisa de vestir, ahora de ella.
Segundo porque, en un segundo momento, reconocí un frasco de color crema en una de sus manos.
—Puedes volver a divertirte con tu película después. —Ella subió en la cama y se sentó en sus talones de espaldas a mí. — Pero antes, quería que pasaras esto por mi espalda.
Cuando finalmente bajó la camisa hasta la altura de su cintura, manteniendo las mangas vestidas, yo ya jadeaba como una asmática.
Ella esperó.
Me quedé parada, sintiendo mi polla latir de deseo, mirando hacia su espalda y su cuello todavía marcados.
Me gustaba cuando llevaba el cabello recogido.
Me daba una visión privilegiada de aquella área.
—¿Jeongyeon?
Corrí de rodillas hacia el colchón y me quedé detrás de ella. Sin saber con certeza lo que estaba haciendo, exprimí un poco del líquido cremoso en una de las palmas y lo extendí en círculos con las dos manos por una mancha clara y grande.
—¿Fui yo quien lo hizo? —Fue mi primer intento de interacción desde que había perdido la concentración.
Hasta que me salió bien.
—Debe haber sido la fricción con el suelo. O con los azulejos en el baño. —La oí responder en voz baja.
—Lo siento.
Ella no respondió.
Seguí extendiendo la crema -No porque todavía necesitaba ser esparcida, sino porque yo quería seguir tocándola- tratando de acostumbrarme al perfume que ahora se apoderaba del cuarto entero. Pasé mis manos de arriba a abajo en la parte posterior de su torso, sintiendo cada vertebra y cada músculo allí. Llegué a la altura de los hombros y, con la ayuda de la crema, hice un masaje en esa zona.
Ella gimió bajo, y mi polla se movió por sí sola.
—Haces masajes muy buenos...
—¿Los hago? —Le pregunté de vuelta cerca de su oído.
Su piel olía a jabón de lavanda, su cabello a champú de frutas. La mezcla de perfumes en ella siempre me hacía quedar media tonta, y tal vez eso nunca cambiaría, no importaba cuántas veces la tuviera de esa forma.
Volví a deslizar mis manos hacia abajo en su espalda, pero esta vez las llevé delante de su cuerpo, acariciando su estómago con delicadeza.
Inconscientemente, besé su oreja y su cuello, respirando por algún tiempo allí. La tiré más contra mi cuerpo, sin preocuparme por el hecho de que ella sintiera mi erección.
Nayeon tenía conocimiento de lo que hacía conmigo de cualquier forma.
Hice un recorrido con mi lengua de un lado a otro por su cuello, y otra vez me alegré porque su cabello estaba recogido.
Una de mis manos subió, palpando con delicadeza su seno, sintiéndolo duro de excitación.
La otra bajó, tocándola donde más quería.
Sin pensar, deslicé un dedo dentro de su coño y me sorprendió con la facilidad con que conseguí hacer ello. Ella comenzó a jadear como yo, y recordé que pocos sonidos eran tan agradables como ese.
Tomé mi dedo dentro de ella, trayéndolo hasta mí y chupándolo, junto con un segundo. Ella soltó un gemido sofocado, claramente tratando de no hacer ruido.
Deslicé los dos dedos mojados hacia adentro otra vez, aún sin dificultades. Me moví por un tiempo, pero luego los traje de nuevo hasta mi boca, chupando ahora tres dedos y luego intentando deslizarlos hacia dentro de ella.
—¿Por qué aumentas los dedos? ¿Por qué no metes una cosa realmente gruesa de una sola vez allí?
Ella susurró en mi oído, y entonces decidí no esperar ni un segundo.
Con una mano, tiré sin cuidado mis pantalones solo para hacer libre mi enorme erección. Con la otra, la agarré por la cintura y la atraje hacia arriba de mi regazo.
—¿Así de grueso? —Pregunté de forma provocativa, mientras empujaba y tiraba su cuerpo contra el mío, deslizándose hacia dentro y hacia afuera con una facilidad maravillosa.
—Sí... —Ella jadeó. — Así de grueso...
La agarré con los dos brazos e hice que saltara contra mi cuerpo de forma violenta. Sentí la cabeza de mi polla tocándola hasta el final, pero como no escuché quejas, no paré.
—Ahh, eso... —Gemí sin notarlo.
Sentí una gran decepción cuando se levantó de repente, girando de frente a mí y hablando cerca de mi cara en un tono de voz muy bajo.
—No quiero darle la oportunidad a tu hermano de oír algo y que venga a burlarse en mi cara otra vez mañana. Vamos a hacer esto bajo, ¿ok?
—No escuchará...
Ella sostuvo mi polla con una mano y lo guió hacia su entrada, bajando lentamente hasta estar completamente sentada y cómoda allí otra vez.
Rodé los ojos hacia atrás, conteniendo un gemido que quería desgarrar mi garganta.
—¿Viste? No es difícil. —Ella puntuó con la voz ronca, embargada de deseo, lamiendo de forma sensual sus labios y rebotando en mi polla de una manera enloquecedora.
—Es difícil como el carajo...
Ella no respondió, quitando de cualquier manera la camisa que vestía por mi cabeza. Aproveché para patear de la mejor manera que podía los pantalones que permanecían en mis piernas, teniendo cuidado de no salir de su interior.
La abracé otra vez.
Nayeon era más delgada que yo, y tenía la impresión de que podría romperla con cualquier agarre más fuerte. Pero ella se movía con una agilidad nada propia para alguien que parecía ser tan frágil.
Sus dedos agarraron los cabellos de mi nuca, como siempre hacían.
Busqué sus labios con los ojos cerrados, encontrándolos justo delante de mí. La besé efusivamente, sintiéndola por dentro caliente y húmeda tanto como con la lengua como con mi polla. Me aferré a los bordes de la camisa abierta que todavía vestía, haciendo un esfuerzo sobrehumano para no gemir alto.
—Maldita sea, Nayeon...
—Shhhh... —Ella interrumpió mi objeción, alejándose de mi lengua y acercándose a mi oído, susurrando. — Es bueno que aprendamos a tener disciplina.
—¡Que se joda la disciplina! Solo quiero follarte bien...
—Me estás follando bien, puedes estar segura.
Ella se rió, de repente se arrojó hacia atrás y acostándose en la cama con los brazos por encima de la cabeza, su cuerpo haciendo un arco perfecto en un ángulo impresionante en el colchón. Nuestros cuerpos estaban en contacto solo por la penetración, y la visión de ella completamente abierta y entregada a mí era simplemente delirante.
—La puta madre...
Envolví mis brazos en su cintura y me agarré a ella, empujando con tanta fuerza que creí imposible no estar lastimándola.
Su respiración cansada salía entrecortada por el movimiento de nuestros cuerpos.
La deseaba de forma enfermiza, psicópata, de una manera que no era normal.
Me coloqué mejor, haciendo que la cabeza de mi miembro alcanzara un punto más a la izquierda en ella, un punto que yo sabía era especial.
Ella abrió la boca y giró los ojos al instante, jadeando entre una palabra susurrada y otra.
—Tú... Hija... De... Puta...
Era obvio que ella sabía que yo había hecho aquello a propósito.
Consiguiendo agarrar una de las almohadas, Nayeon la trajo hasta la altura de su cabeza y la mordió, dejando allí gemidos sofocados y roncos.
Seguí tocándola en ese punto a propósito, ahora más rápido y con fuerza. Mis muslos se quedaron dormidos con el movimiento repetitivo, pero no disminuí el ritmo.
Quería desafiarla a venirse sin gemir alto, lanzando el hechizo contra el propio hechicero.
Por eso, me sentí débilmente feliz cuando su orgasmo vino con una fuerza explosiva, arrancando de ella un genuino grito de placer.
Su coño se cerraba y abría alrededor de mi miembro en maravillosos espasmos, provocando una sensación alucinante. No era difícil de entender por qué mis orgasmos siempre explotaban en aquel momento, ya que mi estímulo venía de sus propios movimientos involuntarios.
—Ahhh... —Gemí bajo, aunque tuviera derecho de gritar también, sabía que ella ya estaría lo suficientemente enojada conmigo sin eso.
Respiré profundamente algunas veces, intentando recobrar el aliento. Me incliné hacia adelante, apoyando mi frente en su vientre y depositando allí besos suaves, tranquilos.
Fui subiendo, recorriendo su torso lentamente, llegando a su seno lastimado y besándolo gentilmente. Sentí su mano migrar a mi cabello y sonreí.
Salí de ella, estirando mis piernas y dejando mi cuerpo reposar sobre el suyo. Enterré mi cara en su cuello y respiré, como si solo allí pudiera encontrar mi oxígeno particular.
—Me las vas a pagar por eso. —Finalmente habló.
Seguí callada como un niño consciente de su propia culpa.
Nayeon tampoco volvió a hablar, pero sus dedos deslizándose por los mechones de mi cabello me decían que ella no estaba realmente hablando en serio.
Suspiré aliviada: Dependiendo de la venganza que tenía en mente, podría terminar realmente en la mierda.
Simplemente porque siempre estuve y siempre estaré en sus manos.
Cerré los ojos.
El frío de la noche chocaba contra mi espalda, pero el calor de su cuerpo lo compensaba.
Alcancé su mano derecha otra vez, únicamente para sentir mi anillo allí.
Lo giré despreocupadamente, dejando que mi cerebro asociara aquel toque con el perfume que invadía mis sentidos. Deposité varios besos en la piel de su cuello, dejando que el cansancio me fuera tomando poco a poco.
Me dormí.
Solo me desperté cuando sentí su cuerpo tratando de deshacerse del mío. La agarré instintivamente, aún medio desorientada.
—Baño. —Ella susurró en mi oído, así que me pareció razonable dejarla ir. Esperé pacientemente que volviera. Era inútil intentar dormir sin ella a mi lado: Simplemente no funcionaba.
Cuando ella volvió, sentí otra vez el perfume de lavanda acercarse. Me di cuenta de que estaba acostada al revés en la cama, entonces me arrastré hacia ella, cerca de la cabecera. Intenté tímidamente acercarme a ella con uno de mis brazos reposados en su vientre.
Me tumbé para que no me rechazara, con mucho sueño para dirigirme al baño otra vez. Ella se volvió de lado y se acurrucó contra mi pecho, de espaldas a mí, mientras tiraba de mi brazo para rodear su cintura.
Vibré en silencio.
Me agarré a ella como un imán y segundos después me sumergí en la inconsciencia otra vez.
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