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13

Quedé

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Nayeon POV

Prácticamente no había dormido aquella noche, ansiosa por el inminente viaje sorpresa que no sólo me haría viajar en avión por primera vez –lo que tenía que admitir, no era el principal motivo de mi pánico –pero también conocería a la familia de Jeongyeon, sí el hecho que me preocupaba.

Deben ser geniales.

Lo repetía como un mantra dentro de mi propia cabeza, mientras veía a Jeongyeon dormir. Ella estaba sumida en un sueño profundo, pero noté en algunos momentos que soñaba. La mayoría de las veces, decía cosas incomprensibles, pero cuando su rostro se contorsionaba en una expresión de tristeza o desagrado, ella instintivamente me traía más cerca de su cuerpo, me apretaba con tanta fuerza que llegaba a dudar si estaba inconsciente.

Me pregunté si estaría teniendo algún tipo de pesadilla conmigo.

Recordé todos los que había tenido con ella. Afortunadamente, el insomnio trabajó en eso, dejándome alerta casi toda la noche e impidiendo que mis miedos vinieran a atormentarme en forma de sueños otra vez.

Eran las 5 de la mañana cuando vi el reloj por última vez y conseguí relajarme en los brazos de Jeongyeon.

***

Me desperté a las 10:15, sintiendo un poco de frío. Estaba sola y con dolor de cabeza, así que intenté dormir un poco más, tarea que se mostró imposible, ya que mi ansiedad no me dejaba relajarme.

Tomé un baño caliente y largo, mientras trazaba planes para el resto de mi día, al menos hasta que Jeongyeon regrese del trabajo.

Me vestí con un conjunto de jersey y medias cómodas, tomé un plátano en la cocina y me fui a mi habitación, con la intención de empezar a separar algunas ropas para nuestro viaje de Navidad. Encontré tres maletas grandes y discretas en fila cerca de la pared, así que me pregunté si Jeongyeon realmente creía que me llevaría tanto. Ignorando las restantes, separé una única maleta para el viaje.

Tomé la ropa más nueva por una serie de motivos. En primer lugar, eran más bonitas. En segundo lugar, no había riesgos en hacer que ella o yo recordáramos cosas desagradables. Tercero, eran mucho más elegantes que mis antiguas piezas, y probablemente sería más apropiado vestirme de esa manera cerca de la familia de Jeongyeon. Sin embargo, no dejé de colocar algunas viejas chaquetas y pantalones cómodos, ya que no tenía idea de lo frías que las noches de Londres eran.

Me pregunté si sería bueno tomar las maletas de Jeongyeon también, ya que no sabía a qué hora volvería a casa, pero luego desistí de la idea porque, además de poder ponerla incómoda conmigo tratando de mover cosas que eran su responsabilidad, no tenía idea de qué tipo de ropa quería llevar.

Tomé el regalo todavía envuelto y guardé la bolsa, con miedo de que, si lo dejara para después, olvidaría llevarlo conmigo. Coloqué en la maleta algunos zapatos, calcetines, piezas para invierno como guantes, bufandas y gorro, además de ropa interior. Recordé que tenía dos perfumes, pero ambos demasiado fuertes. Uno, incluso, era el mismo perfume que había usado en la noche en que nos reencontramos, entonces imaginé que Jeongyeon simplemente lo odiaba. Como única salida, empaqué junto con el resto de las cosas mi crema para hematomas –que sabía que no le desagradaría –y cerré la cremallera.

Me tomó más de lo que imaginaba.

Miré el reloj, que marcaba las 12:30, así que pensé en qué hacer para el almuerzo. Como estaba sola, cualquier cosa congelada sería buena. Preparé en el microondas una lasaña y comí, tratando de no pensar en nada relacionado con el viaje y en todo lo que podría ir mal.

Terminé de comer alrededor de las 13:15h.

Sin mucho que hacer, volví a la habitación de Jeongyeon y encendí la televisión. Pasé por más de doscientos canales tres veces, tardando en algunas películas sólo para ver si me llamaban la atención, pero no había algo que me interesara o que me hiciera dejar de pensar.

Me van a odiar. Van a pensar que soy una interesada. Van a pensar que no valgo la pena.

—¿Y por qué piensas eso? —Me pregunté a mí misma.

Porque no lo valgo.

No respondí. Lo peor de todo no era tener que vivir con Jeongyeon y fingir que la vida era simple. Era el hecho de tener mi propia conciencia contra mí que me estaba enloqueciendo, y yo estaba segura de que si no revertía esa situación, por bien o para mal, acabaría en la mierda.

Me levanté con rabia, sin saber de quién o de qué, apagando la televisión y volviendo a la cocina. Pensé en cualquier receta fácil, rogando para que Jeongyeon tuviera todos los ingredientes necesarios. Una rápida búsqueda en la despensa y en los armarios de la cocina me confirmó eso, entonces hice un esfuerzo para recordar cómo se preparaba el postre que tenía en mente, tratando de olvidar el mundo a mí alrededor.

Preparé la caldera de chocolate con leche condensada y nueces molidas, esperando que se enfriara un poco para ser llevado a la nevera después. Batí la crema de leche y el chocolate en polvo, formando una pasta homogénea. Tiré dentro bombones, coco rallado y nueces, algunas enteras y otras trituradas. Lo moví bien y lo puse a enfriar, llevándolo junto con la caldera que parecía estar menos caliente. Fui a la habitación y pensé en qué ropa me pondría para ir al aeropuerto. Como tenía muchas opciones, tardé un poco para encontrar la mejor combinación –la mejor, porque todas me agradaban –y cuando finalmente me decidí me puse una chaqueta de cuero negra, blusa gris gruesa por debajo, una bufanda y un gorro negro, me puse también un pantalón jeans y las botas de caña sin tacón, me pregunté si estaba haciendo aquello por mi gusto o por el de Jeongyeon.

Cansada de zigzaguear por la habitación y con miedo de hacer un agujero en el suelo, fui a la biblioteca, examinando algunos de los ejemplares que se mostraban en las estanterías a ambos lados del aposento. La habitación no era grande, así que podría leer la mayoría de los títulos, pero eran muchos.

Descubrí que Jeongyeon eran fan de los suspensos, teniendo hermosas colecciones de Arthur Conan Doule, Sidney Sheldon y Agatha Christie. Corriendo los ojos por los estantes, noté que la estantería del lado del aposento era más corta que la otra. Al final de ella, una puerta ocupaba el resto de la pared, entonces noté que la última vez que había estado allí –con Guadalupe –no había reparado en ella.

Giré la manija sin pensar y noté que no estaba cerrada. Me pregunté si sería una falta de educación entrar sin permiso, pero entonces recordé las palabras de Jeongyeon al decir que yo podía hacer lo que quisiera en aquella casa. Además, si hubiera algo que ella no quisiera que supiera ahí dentro, no dejaría la puerta sin seguro.

Era una habitación pequeña, más pequeña que la biblioteca, con paredes en un tono de vino y con una apariencia diferente, el suelo de madera cubierto por una gran alfombra persa oscura. Encima de él, un piano de cola en caoba se mostraba imponente en el centro de la sala, mientras al lado un banco grande también de madera recorría casi toda la extensión de la pared a la derecha, debajo de una ventana con las cortinas cerradas. Y era sólo eso.

Aquella parecía ser la sala de música privada de Jeongyeon, simple y discreta, pero acogedora y misteriosa al mismo tiempo.

Inmediatamente me la imaginé allí, tocando, componiendo melodías parecidas a aquella que oí en la radio de su coche. Era una imagen magnifica.

Me quedé allí, por algún tiempo, pensando en nada en particular. Aquel lugar me transmitía una extraña sensación de paz, y quedarse allí, incluso sin hacer nada, era bueno.

Me senté en el banco debajo de la ventana y cerré los ojos. El olor allí era agradable. Me pregunté si algún día la vería tocando cualquier cosa que fuera. Tal vez se lo pediría.

No sé cuánto tiempo había pasado. Recordé el postre, que a esa hora ya estaría listo, entonces dejé la habitación, sintiendo el aura de tranquilidad quedando atrás.

Tomé el dulce de la heladera junto con la caldera, regándola por encima de la masa helada. La apariencia era muy buena, pero no sabía si el modo de preparación se había hecho bien.

Me fui al armario encima del lavabo y tomé de allí una copa para helado y dos cucharas, sacando un poco de la masa helada del traste y sirviéndome.

Había acertado.

Siempre he sido muy crítica con las cosas que hacía, pero no había como negar que aquello estaba bien. Me sentí orgullosa de mí misma por el hecho, y deseé profundamente que Jeongyeon estuviera allí para que pudiera probar mi receta y, quizás, llenarme de elogios.

Como el agua se transformó en vino, ella milagrosamente surgió por la puerta que daba a la sala. Me asusté con su aparición casi sobrenatural, aunque me hubiera gustado, y me pregunté cuando había desarrollado la capacidad de ser silenciosa como una babosa.

Jeongyeon vestía un abrigo, diferente de lo que usaba el día anterior, y también traía un vestido negro. Quitaba sus guantes lentamente, sin prisa alguna, mientras me miraba silenciosamente. Retribuí la mirada.

Ella ahora venía a mi dirección, una expresión tranquila en la cara, desviando sus ojos hacia el traste de dulce delante de mí sobre la encimera entre nosotras.

—¿Lo hiciste?

—Sí.

—¿Puedo probarlo?

Me apresuré a buscar en el fondo de la copa un pedazo más grande de bombón mojado, pero estaba siendo un desafío inmenso traerlo con la cuchara hacia arriba. Tal vez eso se debió al hecho de que aquella era una tarea que exigía un mínimo de coordinación motora, y si yo ya era pésima en lo normal, mi incompetencia triplicaba cuando Jeongyeon me miraba de cerca.

Un poco desesperada, solté la cuchara y cogí el bombón con el índice y pulgar, llevándolo hasta su boca. Ella me miró con una expresión indecisa, pero antes de que la gota de chocolate que se formaba allí pudiera caer, Jeongyeon mordió el dulce.

Cuando hice mención de alejar mi mano, ella sostenía mi pulso con fuerza, y aún mirándome, chupó mis dos dedos, uno a la vez, dejándolos limpios del chocolate que escurría allí.

Me quedé mirando mentalmente débil sus labios corriendo por mis dedos. Me di cuenta de que estaba boquiabierta, entonces la cerré abruptamente, deseando con todas las fuerzas que dejara de actuar de forma embarazosa cada vez que ella hiciera algo provocador.

—Wow... —Ella comenzó, dando una pausa para tragar. — Eso es perfecto.

—Gracias. —Sonreí, feliz con su comentario, rogando porque ella estuviera hablando la verdad.

—¿Puedo comer esto contigo algún día?

Era una pregunta tonta de hacer. ¿Por qué pediría permiso para comer cualquier cosa conmigo?

—Claro. Déjame tomar una copa para ti, comeremos juntas...

Hice mención de levantarme, pero ella aseguró mi pulso otra vez, impidiéndome salir del lugar.

—Creo que no he sido clara. Voy a reformular la frase: ¿Puedo comerlo contigo algún día?

Estaba haciendo esa cara de idiota otra vez, lo sabía. Incluso sin estar delante de un espejo, sabía también que mi cara podría confundirse fácilmente con un tomate maduro, porque mi cabeza estaba hirviendo de vergüenza. Ella estaba haciendo aquello a propósito, estaba segura.

—Tú... Creo... Eh... Sí, yo... —Fue la brillante frase que conseguí pronunciar, mientras miraba nerviosa el dulce en el traste delante de mí. Oí su risa sofocada mientras todavía me miraba.

—Tienes suerte de tener una encimera entre las dos. Cada vez que te pones colorada tengo unas ganas casi incontrolables de abrazarte hasta asfixiarte.

Ella sonreía despreocupada.

Ver a Jeongyeon tan a gusto de esa manera era bueno porque creía que no había nada de qué preocuparse. Y entonces, ella era sólo una tonta divertida que le encantaba provocarme. Sin situaciones incómodas, sin momentos de un silencio desagradable.

Éramos sólo nosotras dos. Sin problemas.

—Todavía voy a descubrir una manera de dejarte avergonzada también, guapa.

—Bueno, siempre y cuando no le digas a mi madre que soy buena en la cama.

Solté una risa sofocada, concentrándome en hacer que mi cara deje de quemar. Intenté cambiar el tema, con la esperanza de que sucediera pronto.

—Tienes que arreglar tus maletas.

—Ah sí. Hablando de eso, olvidé preguntarte una cosa: ¿Tienes pasaporte?

No tenía pasaporte.

¿Cómo diablos no había recordado eso?

No necesité decir nada, mi expresión ya decía todo por mí. Entonces era eso: Por otra estupidez mía, ahora Jeongyeon viajaría sola a Londres y yo pasaría la Navidad allí, lejos de ella.

—Imaginé que no. —Ella respondió a mi respuesta no dicha, con una calma que sólo me hacía sentir más nerviosa. — Bueno, aún soy rica.

La miré confusa, aun arrepentida.

—Vamos a ir en un avión privado. El vuelo es a las 22h, nadie va a pedir tu pasaporte.

La miré con los ojos abiertos, sin saber que decir.

—¿A cuántas personas has tenido que sobornar para eso?

—Ninguna. El avión es mío.

A partir de ese momento, renuncié a conversar con Jeongyeon.

Ella siempre me sorprendería de alguna manera y me dejaría con cara de idiota – si no fuera por su personalidad, sería su poder –entonces sólo dejé que ella nos guiara el resto del día.

***

Utilicé más maquillaje del que estoy acostumbrada, lo que no quería decir mucho: Sólo delineador discreto en los ojos y un labial suave.

La chaqueta de cuero en mí pareció deslumbrarla, haciéndola repetir más de cinco veces –y haciéndome sonrojar en todas ellas –lo linda que estaba.

Ella repitió mi postre dos veces, mientras hacía su maleta.

A Jeongyeon no parecía importarle qué ropa llevaría, colocando en las maletas las primeras piezas que tomaba de su armario.

Fue la primera vez que estuvimos en ese apartamento sin hacer nada relacionado al sexo.

Estaba nerviosa, y ella pareció notar eso, por eso respetó mi espacio y mi ansiedad, a veces preguntándome si estaba todo bien, y repitiendo algunas veces "dentro de poco nos vamos."

Intenté no mirar nada a mí alrededor, porque eso me haría darme noción del tiempo. Pensé en tomar algún calmante para relajarme, pero recordé que no tenía ninguno en la bolsa, y estaba fuera de cuestión pedirle uno a ella.

De hecho, me había apagado, utilizando el ya conocido piloto automático. Entré en algún estado de coma, y en lo que parecía el minuto siguiente, ya estábamos en una pista abierta y poco iluminada, un avión de pequeño porte parado delante de nosotras y nuestras maletas siendo llevadas por dos hombres que nunca había visto en la vida.

—Buenas noches, señora Yoo. Buenas noches señorita.

Levanté la cabeza y sonreí nerviosa al hombre.

—Buenas noches, Rick. ¿Estamos listos?

—Cuando quiera.

La noche estaba fría. El viento era helado, siendo más intenso en aquella área de pista abierta y vasta. Crucé los brazos en el pecho, apretando la chaqueta en mi cuerpo, y bajé la cabeza. Sentí un brazo pasando por mi espalda y una mano firme en mi cintura. Como yo sabía bien a quien pertenecía, me dejé guiar.

Subí las escaleras que conectaban el asfalto a la puerta del avión, sintiendo que mi nerviosismo aumentaba a cada escalón pisado. Finalmente mis oídos dejaron de oír el ruido alto que el viento fuerte hacía, indicándome que ahora ya me encontraba dentro de nuestro medio de transporte.

Levanté la cabeza y noté que estaba en un lugar pequeño pero bastante lujoso e iluminado, donde todo, desde el suelo hasta los muebles, parecían derivar en tonos de marfil, beige y caramelo.

Me giré hacia atrás, tratando de asegurarme de que no estaba sola.

Encontré a Jeongyeon cerca de la entrada conversando con el hombre que, a lo que todo indicaba, sería nuestro piloto, y lo que parecía ser un tipo de copiloto. Ellos charlaban cosas a las que no presté atención.

Volví mis ojos al ambiente claro, con ocho sillones distribuidos en cuatro pares (que parecían ser más cómodos que todas las camas que he tenido en toda mi vida), un pequeño bar al fondo rodeado de espejos y una puerta abierta que, hasta donde podía ver, daba a un corredor que nos unía con el resto del avión.

Me quedé mirando con una expresión que yo sabía era de incredulidad. En ese momento, sentí dos manos en mi cintura y un cuerpo que se apoyaba en mi espalda, mientras una voz ronca y hermosa hablaba al pie de mi oído.

—Nunca has estado en un avión, ¿verdad?

Señalé que no con la cabeza, todavía un poco impresionada con todo aquello.

—Es posible que el vuelo sea un poquito conturbado debido al viento fuerte. Pero la turbulencia es algo normal, no hay que tener miedo. Rick es un piloto extremadamente competente.

Me preocupaba tener miedo después. En el momento, todavía estaba deslumbrada con todo aquello.

—Ven, vamos a levantar vuelo.

Jeongyeon me jaló a una de las sillas enormes y lindas de marfil, así que me senté al lado de la minúscula ventana, mientras ella se sentaba inmediatamente a mi lado. La observé colocarse el cinturón y repetí su acto mecánicamente, entonces esperé.

—Es muy bonito aquí.

—Tan pronto como podamos levantarnos, voy a mostrar el resto del lugar para ti. —Ella habló, sonriendo de forma sencilla para mí, mientras traía su mano izquierda hasta mi pierna derecha y la dejaba allí. Sin pensar, cerré los ojos y cubrí su piel con mi mano recostándome en el sillón, sólo dejándome sentir el contacto entre nosotras.

El avión comenzó a andar. Poco tiempo después pasó a correr, y entonces, sin ningún aviso, simplemente levantó, cesando el contacto de las ruedas con el asfalto áspero. Sentí una pequeña presión en la cabeza tirándome hacia atrás, pero no me molesté.

Miré por la ventana, observando que las luces de la noche se alejaban cada vez más. Jeongyeon no dejó de tocarme ni por un segundo, a veces haciendo caricias como un tipo de confort en mi muslo.

—Listo.  —Ella empezó después de algún tiempo, haciéndome despertar de mi momento autista. — Ven conmigo.

Solté el cinturón de seguridad que todavía me sostenía al sillón y sostuve la mano que ella ofrecía para mí, dejándome guiar y mostrarme lo que quisiera.

Me mostró la próxima habitación que era una sala con sillones, sillas y sofás dispuestos alrededor de una gran televisión. Era una pequeña sala de estar elegante. Pasamos por un baño estrecho que dividía la última sala con la siguiente, un tipo de cocina con bancos finos y armarios largos, con compartimientos para bebidas heladas y un estante de galletas y enlatados. Finalmente, el corredor se dividía en cuatro pertas, dos de cada lado.

—Las habitaciones. Desafortunadamente, todos son de soltero.

Había una cama fina recostada en la pared. El cuarto era pequeño y apretado, pero extremadamente cómodo, limpio y de buen gusto. Al tomar en consideración que estábamos dentro de un avión, aquello era el equivalente a una suite presidencial de cualquier hotel de cinco estrellas.

—¿Vas a dormir en el cuarto del frente?

—Sí.

Sentí una decepción, pero Jeongyeon no lo notó, diciendo que iba a hablar con el piloto y que ya volvía.

Me quedé allí, acostumbrándome a aquel lugar y aceptando el hecho de que dormiríamos separadas aquella noche. Era una noche en la que realmente la necesitaba conmigo, porque mi ansiedad crecía cada minuto. No es que ella pudiera hacer mucho, pero sólo su presencia ya ayudaba a calmar mis nervios.

Algunas horas después Jeongyeon me entregó un pijama suave de chándal, y me pregunté cuando había tomado aquello de mis cosas sin darme cuenta.

Finalmente me deseó buenas noches, preguntándome si estaría bien. Respondí que sí, sabiendo que ella creía que mi nerviosismo estaba relacionado con la turbulencia, y no con la expectativa de conocer a su familia. Dejé que ella creyera en eso, deseándole buenas noches y finalmente yendo a acostarme.

Una hora pasó y no podía dormir. Dos horas pasaron y mis ojos todavía estaban abiertos, mirando el techo mientras mi cabeza no paraba de trabajar en innumerables situaciones hipotéticas donde algo siempre iba mal cuando me imaginaba conociendo a la familia de Jeongyeon. Tres horas pasaron y oí la puerta de mi habitación ser abierta.

Ella entró sin pedir permiso, con los ojos hinchados, la camisa arrugada y el cabello completamente desordenado.

Linda, obviamente.

Sin dar ninguna explicación, se acostó sobre mí, apoyando la cara en la curvatura de mi cuello, mientras tiraba del edredón para crear un capullo alrededor de nosotras.

—No reclames. La culpa es tuya. No puedo dormir sin sentirte cerca de mí.

Sonreí con voluntad por su espontaneidad. Amaba esa espontaneidad.

La abracé enamorada, apretándola un poco más contra mí.

Cinco minutos pasaron, y yo ya me había dormido.

***

Londres era frío. Más frío que Los Ángeles.

La primera cosa que noté al caminar fuera del avión, observando alrededor y observando que el lugar en que estábamos se asemejaba bastante al patio de asfalto abierto en que el avión esperaba por nosotras para levantar vuelo. Jeongyeon parecía satisfecha, mirando alrededor con un aire de nostalgia que bordeaba a un "nada como estar en casa." Pero ella no era de Inglaterra, al menos hasta donde yo sabía. Su cara parecía sana, descansada de la noche turbulenta en el avión, y sólo pude preguntarme si realmente había dormido bien hace unos minutos, cuando la encontré sentada en los sillones de viaje, ya que al despertar, ella no estaba a mi lado.

El paisaje era blanco, helado y nublado, pero aún así hermoso. Había un tipo de niebla natural que dejaba todo un poco más parecido a un sueño. Me alegré de estar usando ropa que me protegiera del frío, porque había nieve allí. Mis manos, desprotegidas de guantes, se metieron en los bolsillos de mi chaqueta caliente, y Jeongyeon estaba casi pegada a mí, o porque quería calentarme, o porque estaba perdiendo la noción del espacio.

Pero, obviamente, no reclame.

—¿Qué hora es? —Preguntó al piloto.

—Faltan algunos minutos para las 17h.

—¿17h? —Jeongyeon pareció sorprendida. — ¿No fueron menos de once horas de vuelo?

—Debe tener que ver con la zona horaria. —Hablé sin pensar, me metí en la conversación de los dos.

—Ah... Es obvio. —Ella parecía avergonzada por no considerar la diferencia de ocho horas entre Los Ángeles y Londres.

¿Eran cosas de ese tipo que la dejaban avergonzada? Jeongyeon definitivamente no tenía sentido.

Un taxi ya esperaba a nuestra espera. Después de organizar las maletas en el maletero, despedimos a los dos hombres que nos acompañaron en el viaje y nos sentamos en el asiento trasero del coche. Jeongyeon dictó la dirección y así partimos a mi pesadilla.

***

Así que me sorprendió cuando llegamos a la casa de los padres de Jeongyeon, que no parecía en nada con la imagen que tenía en la cabeza.

Aunque no era tan grande como las construcciones que esperaba encontrar, la casa era grande. Enorme. Cierto, era una mansión, pero no algo escandaloso, de veinte habitaciones y cuatro pisos, piscinas, cancha de voleibol y tenis paseando por ahí.

La casa era ancha. Tenía dos pisos y un jardín hermoso y enorme, sin flores a causa de la estación del año. La construcción era en estilo clásico, en un tono melocotón extremadamente agradable y limpio con detalles blancos. El cielo ya empezaba a dar señales de que la noche llegaba, por eso era posible ver a través de las ventanas grandes que algunas luces ya se encontraban encendidas allí.

Jeongyeon presionó levemente una de sus manos en mi espalda, con el objetivo de hacerme caminar. Las maletas fueron dejadas por el taxista en la acera, y el viaje ya estaba pagado.

Me estremecí.

No por el frío, sino por la ansiedad.

Subimos los escalones que daban hasta la gran puerta blanca de madera tallada. Rezaba silenciosamente para no tener una recepción de mis ojos, pero la apariencia imponente de aquella puerta me hacía pensar que el timbre sería, al menos, algo semejante a una campana de iglesia. Y entonces tendríamos una recepción digna de una princesa: La princesa Jeongyeon y su acompañante entrometida.

La vi buscar en el bolsillo del abrigo y sacar algo de allí.

—Vamos a ver si han cambiado la cerradura.

¡Ella tiene la llave! ¡Gracias a Dios!

Entramos al salón amplio y caliente, Jeongyeon cómoda y yo en las puntas de los pies. Ella pareció notar mi incomodidad, entonces cerró la puerta con delicadeza, sin hacer ruido, y finalmente caminó a la derecha.

La seguí sin decir nada, temiendo que, junto con la primera palabra, escupiría mi corazón.

Jeongyeon caminaba hacia una puerta más al fondo, pero antes de que pudiera alcanzarla, una voz alegre y bella sonó desde dentro.

—¡Alguien ha llegado!

Antes de que pudiéramos alcanzarla, ella salió de la cocina con una expresión esperanzada. Al mirar a Jeongyeon, su rostro se iluminó de una forma que me hizo sentir feliz. Calurosamente, ella abrazó a Jeongyeon que retribuyó el abrazo.

No creería que aquella mujer fuera la madre de Jeongyeon, simplemente porque parecía ser demasiado joven. Pero al mirar sus facciones increíblemente bellas, no había como tener dudas: Eran casi exactamente las mismas facciones perfectas de la mujer que yo amaba. La piel clara, los cálidos ojos chocolate.

—¡Querida! ¡Te extrañe!

—Hola mamá. ¿Cómo has estado?

—Como siempre. —Ella sonrió, pero su expresión de repente se volvió un poco más seria, aunque discreta. Sus manos todavía estaban alrededor de su cuerpo. — ¿Cómo estás?

—Estoy bien.

—¿Segura? —Preguntó, su expresión ahora mostrando una inconfundible preocupación materna.

—Segura. —Ella respondió de forma sencilla, y luego apuntó con la cabeza hacia donde yo estaba.

La mujer pareció darse cuenta del resto de la casa por primera vez desde que había visto a Jeongyeon allí. Sus ojos miraron directamente los míos, y entonces sentí los músculos de mi cara relajarse, volviendo a una expresión sería y ansiosa. Sólo entonces percibí que había estado sonriendo todo el tiempo.

Ella me miró por algún tiempo, probablemente menos de lo que parecía en mi cabeza, sin hacer o decir nada. Cuando finalmente se dio cuenta de que había una extraña dentro de su casa, su cara se extendió lentamente en una sonrisa hermosa.

Tan genuina que tuve ganas de retribuirla.

Sus reacciones me hacían bien.

—Madre, esa es Nayeon. Nayeonni, mi madre, Sun-hee .

Ella se soltó del abrazo de su hija, viniendo a mi encuentro. Entonces era allí de donde Jeongyeon había sacado tanta belleza.

—Bienvenida, Nayeon.

Sun-hee me dio un beso en la cara, un beso cariñoso, y un abrazo apretado. Retribuí el acto más por reflejo, porque ella me había tomado por sorpresa.

—Nayeon. Tu nombre es lindo.

—Gracias. —Sonreí, mirando rápidamente a Jeongyeon, y por la expresión de contentamiento en su cara, sabía que estaba roja –otra vez.

—¿Por qué no avisaste que vendrías acompañada?

Miré a Jeongyeon con una mirada asesina. ¿No había informado a sus padres que me llevaría? ¿Tenía mierda en la cabeza?

—Lo siento, no sabía que ella no... —Comencé, un poco desesperada, pero Sun-hee intentó tranquilizarme con su forma naturalmente gentil.

—No te preocupes, querida. Créeme, estoy muy contenta de que estés aquí. Sólo dije eso porque podría haber preparado una cena mejor.

—Es una mentira. No hay manera de mejorarlo. —Jeongyeon interrumpió de forma divertida, usando aquella sonrisa torcida que resultaba a menudo ser mi muerte, pero todavía quería verla.

—Estoy de acuerdo. —Dijo una voz a nuestro lado, y entonces vi a un hombre blanco alto y bastante rechonchudo ir al encuentro de ella, apretándola en un tipo abrazo de oso.

—¿Cómo has estado, hija?

—Firme y fuerte, papá.

—Es lo que parece.

Sun-hee carraspeo a mi lado, y entonces recordé que ella estaba allí. No sólo eso, pero ahora se mantenía en una postura muy recta, con el brazo izquierdo entrelazado a mi derecho.

¿Cuándo ella había hecho eso?

—¡Ahora tenemos visitas!

El señor Yoo me miró por primera vez, ciertamente preguntándose quién sería la chica flaca al lado de su bella esposa. Sus ojos eran muy intensos, pero fue cuando él sonrió, una sonrisa esplendida, que perdí el hilo del pensamiento.

Era la misma sonrisa torcida de Jeongyeon. Mi sonrisa torcida.

—¿Y a quién estoy teniendo el placer de conocer? —Él habló de forma muy gentil, sosteniendo suavemente mi mano entre las suyas.

—Nayeon. —Jeongyeon habló a sus espaldas.

—O Shasha. —Dije.

—Encantado, Shasha. —Oí a Jeongyeon bufar. _ Me llamo Juwon. Soy el padre de esta rabiosa aquí detrás. Espero que te guste nuestra Navidad

—Ya lo estoy disfrutando. —Hablé abiertamente.

—Creo que quieren un baño y algún descanso del viaje. —Sun-hee habló, deshaciendo el nudo de nuestros brazos mientras caminaba hacia la puerta de la entrada.

—No estamos cansadas. Hemos venido en mi avión, dormimos en la noche.

—¿Por qué? No sueles hacer eso... — de Juwon empezó, pero Jeongyeon fue rápida en la mentira.

—Los aeropuertos de Estados Unidos se cierran a cada hora debido al mal tiempo. Me pareció mejor no arriesgar.

Miré hacia atrás, buscando a Sun-hee, que daba instrucciones a un empleado para que llevara nuestras maletas hasta algún lugar en el segundo piso.

—Pero me gustó la idea del baño. ¿Cuáles cuartos están disponibles aún? —La oí hablar con su padre.

—Todos. Fuiste la primera en llegar.

—Vamos. —Sun-hee llamó nuestra atención al pie de la escalera.

Seguí a Jeongyeon cuando ella se unió a su madre, y las tres subimos los escalones juntas mientras Juwon se quedaba por la cocina.

—La cama ya está hecha. —Ella habló, mientras empujaba la puerta de una de las habitaciones y la mantenía abierta para que entráramos.

El cuarto era grande y oscuro, todo de un tono de madera. Las paredes eran de color vino, las luminarias emitían una luz amarillenta, dando un aire más caliente al lugar, los armarios color caoba. La cama era gigantesca, más grande que la que Jeongyeon tenía en su apartamento, y las mantas parecían increíblemente suaves. La ventana era grande, pero estaba cubierta por persianas. El suelo también era oscuro, y de repente me sentí increíblemente cálida –hasta con calor.

—¿Te gustó? —Jeongyeon me preguntó, sacándome de mis divagaciones.

—¿Voy a quedarme aquí?

—Sí. Conmigo. Esa es la idea.

Miré hacia ella, pidiendo silenciosamente que me entendiera. No entendió.

Me giré hacia Sun-hee, que todavía sonreía detrás de nosotras.

—Sra. Yoo...

—Por favor, llámame Sun-hee. Me siento menos vieja así. —Ella se rió.

—Sun-hee, puedo quedarme en otra habitación.

—¿Qué? —Oí a Jeongyeon exclamar detrás de mí.

—No quiero faltarle el respeto a ella, ha sido horrible que llegara a su casa sin avisar...

No sabía hasta dónde las costumbres morales de la familia de Jeongyeon iban, pero yo sabía que no quería pasar los límites en nada. Es claro que Sun-hee no creía que su hija fuera virgen, pero una cosa era saber que hacia lo que quisiera en su casa. Otra cosa era forzar la barrera debajo de su propio techo.

—¿De qué estás hablando? —Jeongyeon se entrometió, indignada. — ¡Vas a dormir conmigo!

La miré a los ojos.

—Querida, no te preocupes. No hay problema con eso.

—Yo realmente no quiero parecer... —Comencé.

—¿Por qué no quieres dormir conmigo?

—Jeongyeon, no es eso. —Hablé, un poco irritada.

—Niñas, cálmense.

La miré de nuevo, ignorando a Jeongyeon y su increíble incapacidad para entenderme.

—Shasha, te doy mi palabra de que está todo bien. Es mejor que duermas aquí, hasta porque el otro cuarto vacante tendríamos que cambiar las sábanas. Además, creo que Jeongyeon tendría un berrinche.

Ambas la miramos, que parecía un poco herida.

—Ok... —Hablé, un poco renitente.

—Bueno, voy a bajar para ver cómo están los platos para la cena. Shasha, siéntete en casa.

Sun-hee sonrió cordialmente, cerrando la puerta tras de sí y dejando a Jeongyeon y a mí solas en la habitación enorme.

Me senté en la cama, sacándome la chaqueta y soltando un profundo suspiro.

—¿Qué fue eso? —Ella comenzó.

—¿Realmente no puedes entender?

—¿Crees que mi madre es una monja?

—Es que no quiero...

—¿No querías parecer mi novia?

Me quedé callada por unos segundos. ¿Era eso lo que era? Nunca había pensando en títulos en cuanto a nuestra relación, pero esa no era la cuestión del momento.

—No quería irrespetar a tus padres.

—¿Y cómo exactamente lo harías? ¿Quitándome mi virtud?

—No seas irónica.

—Soy irónica cuando estoy enojada.

—¿Por qué exactamente estás enojada?

—¡Porque querías dormir lejos de mí!

—¡Sólo quería que tus padres no me creyeran una zorra!

Jeongyeon se congeló al oír mis palabras. Me imaginé que iba a contestar algo, pero todo lo que hizo por un buen tiempo fue quedarse allí, mirándome con una expresión indescifrable.

Sólo después de mucho tiempo volvió a hablar otra vez.

—Tu idea de moralidad es muy distorsionada.

Tal vez ella estaba en lo cierto. Pero si fuera así, ambas sabíamos el motivo...

—No importa lo que crea. Sea cual sea, tu familia...

—Mi madre quedó embarazada de Christopher con quince años. Ella y mi padre tuvieron que anticipar el matrimonio a causa de eso. ¿Crees que es una zorra?

—¡Dios mío, por supuesto que no!

—¿Y crees que alguien aquí te creerá una zorra?

—Yo... No lo sé.

—Bien.

Me callé, mirando tristemente mis manos.

Pensé en pedir disculpas, pero me di cuenta de que no había hecho nada malo, además de ser tonta.

Tal vez yo estaba exagerando.

—¡Estoy llegando! ¡Paren con la promiscuidad!

Antes de que pudiera entender de dónde venía la voz desconocida, la puerta del cuarto se abrió y mostró a un hombre que no conocía. Él era algo, un poco musculoso. Y tenía la piel clara.

Y, por supuesto, guapo.

—¡Si no es la idiota de mi hermana! —Gritó, con una sonrisa de oreja a oreja, abriendo los brazos hacia Jeongyeon y aplastándola en un abrazo efusivo.

—¡Si no es el genio de la familia!

—Vete a la mierda. —Él respondió, dando un puñetazo en el brazo de Jeongyeon y carcajeándose.

Finalmente, me miró, y entonces temí por mi vida.

—No le creí a mamá cuando dijo que estabas acompañada. ¿Quién en este mundo te aguantaría?

—Nayeonni, este es Christopher. Mi hermano mayor. Chris...

—¡Nayeonni, tu desdichada! —Él concluyó.

—Su nombre es Nayeon.

Chris pareció ignorarla, caminado hacia mí con una mirada asesina, y entonces deseé por todo el mundo que él no me abrazara de la misma forma que había abrazado a Jeongyeon.

Afortunadamente, pareció tener noción, entonces sólo me saludó con dos besos en la cara.

—Entonces. ¿Cuál fue el crimen que has cometido para tener que aguantarla?

—En realidad, ninguno. —Respondí, riendo de su buen humor. — La escogí por libre y espontanea voluntad.

—Jeongyeon, deja de drogarla.

—¡Christopher, deja a tu hermana en paz!

Escuché la voz de Sun-hee en el piso de abajo.

—¿Por qué mamá cree que me odias? —Chris preguntó, mirando a su hermana.

—Porque le dije.

Ambos se rieron de la broma, y entonces sentí una enorme complicidad entre ellos.

—Voy a tomar un baño y a bajar para ayudar a los Yoo. Nayeon, un placer conocerte.

—Igualmente. —Respondí con sinceridad.

De nuevo, estábamos solas en la habitación.

—Creo que deberíamos bajar y ayudar a tus padres también. —Hablé, intentando emplear un tono casual en la voz y hacer que nuestra pequeña discusión fuera olvidada. — ¿Vas a bañarte ahora?

—Puedes ir adelantándote.

Concordé, levantándome yendo hasta mi maleta, eligiendo una ropa apropiada para pasar la víspera de Navidad.

—Tengo que darte algo. Me gustaría que lo usaras esta noche.

Ella ya estaba abriendo su propia maleta y sacando de allí una bolsa. Me sentía discretamente animada al ganar un regalo de Navidad de ella, sin ni siquiera importarme lo que me había dado. Tomé el paquete de sus manos y lo abrí con cuidado.

Al desplegar el tejido, colgaba de mis manos un vestido negro con tirantes cortos. El vestido era justo, pero estaba lejos de ser vulgar. También no era elegante en exceso, sino elegante, y alegré de que Jeongyeon no me pidiera usar algo que me hiciera sentir incómoda delante de su familia.

Más tarde retribuiría el regalo.

—Es bonito. —Concluí, mirándola.

Ella sonrió, un poco triste. Pensé que todavía estaba molesta por la reciente discusión, y deseé que eso pasara pronto. No me gustaba verla de esa forma.

Intentando actuar naturalmente, me acerqué a ella con la pieza en las manos y, deposité delicadamente un beso en la comisura de sus labios.

—Gracias.

Ella cerró los ojos, pareciendo querer saborear el momento que ya había pasado.

—De nada.

Su boca se curvo en una sonrisa discreta, así que tuve la certeza de que estábamos bien otra vez.

***

Salí del baño ya vestida, lista para ver la reacción de Jeongyeon, pero ella ya no estaba allí. Las ropas de su maleta parecían un poco desordenadas, entonces me imaginé que se había ido a bañar a uno de los varios baños repartidos por aquella casa.

Peiné mi cabello y moví un poco de mechones aleatoriamente, tratando de dejarlos más rebeldes y ondulados. Tomé mi antigua caja de maquillaje y escogí algunos colores apropiados para la ocasión.

Terminé arrojando un poco de spray fijador en el pelo, un tipo de laca. En la cara, opté por una línea fina negra con un delineado oscuro, una sombra ligeramente plateada muy discreta, un rubor que parecía combinar con mi tono de piel y gloss natural, no exagerando con el color de mis labios.

Miré hacia mi cuello y noté algunas marcas claras que permanecían allí, aunque antiguas. Pasé capas finas de crema para los hematomas y, a continuación, puse un collar dorado para cubrirlos.

Me calce unos zapatos altos dorados y me puse pendientes también, me miré en el espejo. Me di cuenta de que estaba bonita.Realmente hermosa, e incluso un poco seductora. Por primera vez, no me sentía desplazada al estar en medio de la familia de Jeongyeon y toda esa belleza. Por primera vez me sentía a la altura de ella.

Tiré todo de vuelta en la maleta y me giré, lista para ir en busca de la desaparecida, pero me llevé un susto al verla allí, parada al lado de la puerta abierta como un fantasma vistiendo un vestido blanco justo, usaba un maquillaje que realzaba hermosamente sus ojos, además usaba también tacones negros. Su cabello estaba liso un poco rebelde, pero perfecto, como siempre.

—Por el amor de Dios, haz ruido cuando llegues.

Ella continuó mirándome, su expresión recordándome a la de un lemure, y entonces, pasando un susto, tuve ganas de reír.

—El vestido me quedó perfecto. Gracias. —Hablé, tratando de sacarla de su estado catatónico.

—Eso estoy viendo.

Estaba hermosa, y me sentía muy bien con eso. Pero ver aquella expresión en Jeongyeon era algo que no tenía precio.

—¿Cómo acertaste en las medidas?

—Conozco tu cuerpo.

Ah, sí, ella lo conocía muy bien. Recordaba las noches de "estudio", y me daban escalofríos cada vez que surgían en mi cabeza. Pero no sabía que me conocía tan bien.

—Jeongyeon, quieres venir pronto y ayudar... ¡Vaya, Nayeon!

Aquello de aparecer como magia era cosa de familia. Al igual que Jeongyeon, Chris también tenía esa manía.

—Christopher, ¿estás babeando en mi novia?

—Claro que no. Sólo estoy dejando en claro que está muy bonita.

—Gracias, Chris. —Agradecí, halagada.

—Sabes, eres grande, pero tengo un bate de béisbol. —Jeongyeon hablaba de forma tranquila y psicópata, pero noté que estaba jugando.

—Ok, señorita Síndrome de Otelo. Deja de ser una hija inútil y ven a ayudar a tus padres con la cena.

Chris salió de la habitación, bajando las escaleras y dejándonos en las mismas posiciones.

Jeongyeon continuó mirándome, con una expresión peligrosa en la cara, y entonces imaginé que una de las dos tendría que hablar primero.

—Bueno, ¿vamos?

Caminé hacia la puerta, pero en el momento en que cruzaría el umbral hacia el pasillo, ella empujó la puerta delante de mí, llevándonos a cabo dentro de la habitación.

La miré sintiendo un cierto frío en la barriga.

—¿Puedo hacer una cosa?

Depende de lo que quieras hacer.

—Puedes.

Me agarró de forma posesiva, casi desesperada, apoyando mi espalda en la puerta ahora cerrada y besándome furiosamente. Sentí su lengua forzar la entrada de mis labios, entonces todo lo que pude hacer fue abrirlos para darle paso.

Sus manos me tiraban más cerca, mis dedos ya desordenaban aún más los mechones rebeldes de sus cabellos. Ella me agarró, sin pudor alguno, levantándose del suelo y forzando mi espalda aún más contra la puerta. En el momento en el que vi que el borde del vestido iba a parar a la altura de mi ombligo. Sentí un algo rígido contra mis bragas, y yo sabía que aquello venía de dentro de su vestido.

La besé con desesperación, agarrándome a su cuello y dejando un calor alucinante tomar mi cuerpo, que temblaba violetamente.

—¡Jeongyeon, inútil!

—Juro por Dios que voy a matar a Chris... —Ella comenzó, separando nuestras lenguas y jadeando contra mis labios.

Sonreí contra su boca, ya sintiendo mis bragas empapadas y las ganas de ser comida allí mismo en aquel momento. Pero su hermano tenía razón: Lo mínimo que podíamos hacer era ayudar con los preparativos para la Navidad.

Suspiré contra su cara, deshaciendo el lazo que sostenía mis piernas en sus caderas y pisando nuevamente el suelo.

—Vamos a bajar. Sólo lávate la cara antes. Tienes el brillo disperso por tu cara.

Ella suspiró, entonces caminó hacia el baño.

Algunos minutos después, el tiempo suficiente para que ella estuviera más "calmada", entramos a la cocina gigantesca, con una encimera en "U" enorme y varios armarios por las paredes.

Encontramos a Sun-hee y Juwon inclinados sobre algún plato en el horno. Chris estaba en el móvil, sentado en la mesa.

—¿Por qué estaba gritando que bajara y ayudara si tú no estás haciendo nada? —Jeongyeon comenzó, dando una palmada en la cabeza de su hermano.

—Sabes que soy una mierda en esas cosas. Eres la chica que cocina.

—¿Podrían decir menos groserías, por favor? —Sun-hee pidió, revirando los ojos.

—Madre, la culpa es tuya por haber parido a esa idiota. —Chris concluyó.

—¡No es idiota! – Hablé, entrando en la broma.

—¡Eso! —Jeongyeon exclamó, triunfante.

—¡Los dos son idiotas, y voy a romperlos a golpes si no respetan a las personas presentes aquí!

Nos giramos todos juntos hacia la puerta de la cocina, y entonces tuve la visión de una chica hermosa, con cabello castaño claro, y una sonrisa de oreja a oreja.

—¡Hija! —Sun-hee exclamó en un grito agudo. La chica saltó hacia ella y Juwon, toda feliz, y los abrazó con ganas.

—Perdón por la demora! Perdimos el vuelo. ¡Jeong! —Se volvió a Jeongyeon, abrazándola y apretándola con bastante fuerza. Ella retribuyó el abrazo, dando un beso largo y cariñoso en la parte superior de su cabeza.

—Dubu. —Chris abrió los brazos y ella fue bailando de forma fresca a su encuentro. Ellos se abrazaron y entonces ella me miró, dirigiéndome la palabra.

—¡Eres joven! ¡Mi nombre es Dahyun, soy hermana de estas pestes de aquí!

—Dahyun, esa es Nayeon. —Jeongyeon habló.

—Encantada, Nay. —Me apretó en un abrazo. — ¿Puedo llamarte así, no?

—Yo también lo pienso. —Chris comentó.

—Chris, te voy a meter un golpe!

—¿¡Momo, dónde estás!?

Dahyun gritó de repente, dándome un susto, y me reí.

—Tratando de traer dentro tus cuatros maletas, amor. —Una chica con ojos grisáceos y aire misterioso se unió a nosotros en la cocina, mirando a Dahyun como si quisiera fusilarla.

—Como decía, Jeongyeon. —Chris aumentó su voz para que estuviera clara. — Creo que a algunas japonesas se les suele olvidar como hablar

—Chris, ¿porque no vas a ver si ya puso la marrana? —Dahyun ataco.

—Claro cuñada, no responderé a la altura porque tu masa muscular es mucho mayor que la mía.

Después de hablar con todos los Yoo, Momo vino a mí.

—Amor, esa es Nay. Ella es novia de Jeong. —Dahyun se apresuró a decir.

—Mucho gusto. Mi nombre es Momo, soy esposa de Dahyun.

Apreté su mano de forma cordial, tratando de buscar algún acento en su discurso, pero no encontré nada.

—Madre, vamos a tomar un baño y arreglarnos. Bajaremos pronto para ayudarlos.

La pareja salió de nuestras vidas –Momo duro hecho una piedra siendo cargado por la mano por Dahyun que saltaba hecha una gacela –y me apresuré a acercarme a Sun-hee y Juwon.

—¿Puedo ayudar en algo?

—No es necesario, mi bien. Todo está prácticamente listo.

—¿Está segura? Ningún detalle...

—Mamá, Nayeonni sabe hacer un postre espectacular. —Jeongyeon me interrumpió, y yo me sonrojé.

—Realmente, no necesitas tener trabajo, querida.

—¡No es trabajo! —Hablé de una vez. — Me gusta cocinar.

—Bueno, ustedes se merecen. —Chris dijo, levantándose de la silla yendo a la sala.

Sun-hee tomó los ingredientes que necesitaba y luego repetí la receta preparada el día anterior, en el apartamento de Jeongyeon.

Juwon pidió permiso para retirarse, y se unió a Chris en la gran sala de estar. Sun-hee parecía muy interesada en el modo de preparación de mi postre, entonces expliqué todos los mínimos detalles para que lo decorara. Cuando el horno pito con uno de los platos de la cena dentro, ella se alejó de mí.

Estaba con el postre cuando sentí una respiración leve en mi cuello.

—Voy a hablar con mi padre sobre algunos asuntos relacionados con la empresa. ¿Vas a estar bien aquí?

—Sí. —Suspiré, ya sintiendo la piel de mi cuello erizada por el acercamiento.

Ella también lo sentía, y en el momento siguiente besó suavemente el lugar escalofriante, alejándose enseguida y dejándome sola en la cocina con Sun-hee.

No tardó mucho hasta que Dahyun llegara otra vez, ahora vistiendo un vestido azul corto y con volantes combinado con sandalias muy delicadas. Toda ella me recordaba una mariposa.

—¿Dahyun, tienes algo que decir?—Sun-hee preguntó de forma sencilla, mientras que regaba el penil con salsa de piña.

—Madre, tu percepción exagerada arruina todas mis sorpresas.

—Bueno, no tienes que hablar ahora. Sólo quería saber si realmente tenías algo.

—Sabes que lo tengo.

Observé a las dos conversar, y me pregunté si Sun-hee y Dahyun tenían algún tipo de comunicación por telepatía.

Mi postre fue llevado a la nevera, y entonces fui a ayudar a Dahyun con los cubiertos, vasos y platos. Ella fue organizando la gran mesa el comedor de un lado mientras yo la imitaba del otro. Después de que todos los magníficos platos adornaban toda la extensión de la mesa, Sun-hee fue a informar al resto de los Yoo que la cena de Navidad estaba lista, y segundos después todos ya se sentaban en sus lugares.

Me senté delante de Jeongyeon, en los asientos colocados en el centro de la mesa. La cena fue tranquila y divertida, siendo llenado por varias historias de Chris sobre temas aleatorios. A cada palabra, Sun-hee lo reprendía. Dahyun lo llamaba troglodita y Jeongyeon sólo se reía. A cada uno pareció gustarle mi postre, y al final tuve que recitar la receta también para Dahyun. La familia conversaba entre sí, así que me enteré un poco sobre cada uno de los miembros de la familia Yoo.

Juwon era el poderoso jefe. Las empresas esparcidas por el mundo eran de él, y tal vez fuera eso lo que ayudaba a darle ese aire de poder. Construyó su familia con Sun-hee en los Estados Unidos, y cuando todos ya estaban crecidos y bien de vida, decidió mudarse a Inglaterra. Chris se mudó a Alemania, siendo responsable de la principal filial de la empresa de su padre allí. Dahyun había conocido a Momo aún en Estados Unidos cuando tenía dieciocho años, y dos años después, al casarse con ella se mudó al país de origen de su esposa desempeñando en Japón el mismo papel que Chris. Jeongyeon, como yo ya sabía, había quedado por Los Ángeles. Sun-hee era la ama de casa que tenía que lidiar con la presión de ser la Señora Yoo, incluso sin entender absolutamente nada de publicidad.

Ellos eran una familia normal, feliz y bella.

De repente, aunque me sentía un poco desplazada por estar allí, desbalanceando el equilibrio perfecto que todos tenían entre sí, parecía que formar parte de aquella familia era fácil.

Me agradan todos ellos. Sin excepción.

Cuando todos estaban satisfechos, el comedor estaba vacío, mientras la sala de estar llena por los Yoo. Me apunté para recoger la mesa y lavar la vajilla, pero Jeongyeon prácticamente me cargó sobre los hombros y me hizo sentarme en el sofá a su lado en el otro aposento.

Juwon llenaba pequeños vasos de licor de menta, pero Dahyun y yo fuimos vehementes en negar la oferta.

—Tenemos vino. ¿Quieres? —Jeongyeon preguntó deliberadamente, riéndose de mi cara y me hizo sonrojar con el recuerdo de la última vez que acepté la bebida.

—No. —La miré, queriendo pellizcarla. — Estoy bien, gracias.

—Entonces... —Chris habló en voz alta, con ganas de llamar la atención de todos. — Descubrí cosas muy jodidas relacionadas con los campos fuera del espectro electromagnético...

—No es posible. —Interrumpió Dahyun. — Di la verdad, ¿te quedas haciendo investigaciones en paginas aleatorias de Wikipedia, verdad?

Chris la miró como si ella fuera un cachorro de gamba sub-nutrido.

—Niña ignorante, estoy estudiando eso.

—¿Estudias electromagnetismo en alemán? —No me contuve, y cuando me di cuenta ya los había interrumpido.

—Genial, ¿verdad? —Chris concluyó, con una gigante sonrisa en los labios.

—No es genial. —Dahyun habló, divirtiéndose en contrariarlo. — Nadie entiende lo que dices.

Chris la insultó, y Sun-hee lo reprimió otra vez. Jeongyeon se acercó a mi oído mientras sus dos hermanos se agredían verbalmente.

—Christopher tiene el CI bastante por encima de lo normal. Si quieres verlo enojado, llámalo genio. Es divertido, lo hacemos cuando queremos sacarlo de quicio.

—Querida hermana, te desafío a hablar algo más interesante.

—Ah, ¿me desafías, eh?

Dahyun de repente ganó una inconfundible expresión de victoria, levantándose del sillón y arreglando su vestido, como si estuviera a punto de hacer un pronunciamiento.

Y lo estaba.

—Tengo un comunicado. —Ella pausó, una sonrisa sincera tomando su cara poco a poco. — Estoy embarazada.

Después de unos minutos de gran desorden, los ánimos se calmaron en la sala de estar. Juwon estaba radiante, su sonrisa maravillosa iluminando toda la casa. Sun-hee estaba con el rostro hinchado por las lágrimas de emoción, y Chris estaba feliz hecho un niño. Jeongyeon todavía parecía un poco sorprendida, pero no podía reír.

—¡Hasta que al fin un mocoso en esta familia! —Chris dijo, riéndose de su propio sentido del humor.

—¡No llames a mi hijo mocoso, idiota! —Dahyun habló, golpeándolo con fuerza en el brazo, pero sin conseguir herirlo.

—¡Viste, Jeongyeon! ¡Nuestra hermana mostrándote! ¡Es mucho más rápida que tú! —Y mirándome, concluyó. — Shasha, ¿estás segura de que no es impotente?

—Eres el más viejo, cretino. —Jeongyeon se defendió.

—No tengo una novia, leprosa.

—¡Cállate! —Dahyun gritó. — ¡No estropees mi momento!

—¡Enhorabuena, Dubu! Vas a ser una madre excelente. —Sun-hee habló, aún emocionada. — ¡Y tú también, Momo!

—Creo que eso merece una celebración. —Sun-hee habló, sobreponiendo su voz a las de los demás. — ¡Whisky!

En menos de un minuto, estaba sobre la pequeña mesa una botella bonita con un líquido un poco oscuro dentro, además de algunos vasos largos y bajos.

Me di cuenta de que Sun-hee había dejado la sala para luego volver con una caja de jugo de naranja en una de las manos y en la otra una botella de vino tinto.

Al final, brindamos con cuatro vasos llenos de whisky, uno de vino para Sun-hee y dos de jugo, uno para Dahyun que no podía beber y otro para mí, que no podía dejarme emborrachar.

—Eh... —Ella llegó cerca mí, tratando de hablar bajo para que sólo yo escuchara. — ¿Importa si bebo esta noche?

Chris escuchó la pregunta de su hermana e imitó el ruido de un látigo con la boca. Lo ignoré.

—¡Claro que no! ¡Tienes que celebrar! —Hablé, un poco más animada de lo que pensé que estaría con aquella noticia.

Y ella bebió. No sólo ella, también Juwon, Chris y Momo. Sun-hee les recordó a todos el intercambio de regalos, ya que, después de todo, era navidad.

Sin embargo, nadie estaba interesado en esa parte de la noche. Toda la atención estaba dirigida a Dahyun, Momo y la novedad de ellas. Por eso, me sentí más cómoda cuando la familia intercambio regalos rápidamente y luego el asunto volvió al nuevo heredero Yoo.

—¿Cuántos meses, Dubu? —Jeongyeon preguntó, y yo ya empezaba a percibir las palabras más arrastradas saliendo de su boca.

—Dos. De aquí a poco puedo hasta saber el sexo del bebé.

—¡Tiene que ser hombre! —Chris habló, animado. — De mujeres en esta familia ya basta con mamá, tú y Jeongyeon.

—¿Ya tienes ideas de nombres? —Pregunté.

—Ashley si es mujer, Jackson si es hombre. —Momo anunció.

—¿Fue planeado? ¿Cómo te enteraste? ¿Cómo le contaste a Momo?

Sun-hee estaba muy conversadora, tal vez a causa del vino. Todos se divertían haciendo preguntas al azar a Dahyun, a veces repetidas. Cada vez que miraba a Jeongyeon, ella estaba con una nueva dosis de whisky en la mano, y eso empezó a preocuparme. Sin embargo, no dije nada, porque no quería estropear la celebración de nadie. Y ella sería tía. Eso era genial.

La conversación pasaba de un asunto a otro, pero siempre terminaba volviendo al embarazo. Juwon bromeaba con la idea de ser abuelo, Chris irónicamente era el más serio a medida que más borracho se ponía, y Jeongyeon no paraba de tocarme.

Gracias a Dios, sus toques no eran inapropiados.

—Entonces, Nayeon... —Comenzó Dahyun, un poco chocada con las interminables preguntas que le hacían. — ¿Qué haces?

Sentí un golpe dentro de mí, imaginando que tal vez mi corazón hubiera caído. Contuve la respiración, tratando de razonar y dar una respuesta a tiempo para hacer que nadie allí me recuerde mi pánico.

—Ella es una bibliotecaria.

Jeongyeon estaba borracha, eso estaba claro. Sin embargo, ella podía ser más rápida e inteligente que yo, incluso en las mentiras que contaba.

—¿Te gusta leer? —Momo preguntó, mientras se servía otra dosis de whisky.

—S-sí.

Todavía estaba sacudida por haber sido desprevenida. Me pregunté porque jeongyeon y yo no ensayamos algunos de esos diálogos antes del viaje. Era obvio que su familia querría saber más de mí, incluso para asegurarme de que no iba a arruinar con la vida a uno de los miembros.

—¿Y cómo se conocieron? —Fue el turno de Sun-hee de preguntar, y entonces yo estaba oficialmente comenzando a tener una crisis de pánico.

—Hahahahaha, ¿quieres saber cómo nos conocimos? —Jeongyeon preguntó en una voz muy alta, y eso me hizo estremecerme aún más. Ella estaba borracha, y yo no sabía hasta dónde su noción iba. — Bueno, voy a contarlo.

Ella se acomodó en el sofá, y Sun-hee pareció interesarse por la historia que vendría. Agarré su brazo en pánico. Yo sabía que estaba roja, no de vergüenza, sino de desesperación.

—Jeong... —Hablé bajo, la boca muy cerca de ella. — Estás un poco alterada...

—¿No quieres que cuente la historia? —Ella habló alto, y todos oyeron. — ¡Pues, no necesitas avergonzarte, mi hermosa! Es tan bonita...

Ella tocó mi rostro, y yo entendí que no me delataría: Ella iba a contar su historia. Lo que exactamente diría, no lo sabía.

Respiré una vez. Dos veces. Miré a Dahyun, tratando de contener el pánico que me consumía lentamente. Me sorprendió verla mirándome con una expresión extraña. Ella había notado que había algo muy mal allí.

—Conocí a la Nayeonni que ustedes conocen hace unos meses. Ella estaba sentada en una plaza cerca de mi casa, leyendo. Estaba lloviendo mucho, y corrí allí para protegerme. La vi compenetrada en la lectura, y como su simple imagen llamó mi atención, fui a su encuentro. Me senté junto a ella y nos quedamos hablando. Me alegro de que no me haya dispensando tan fácil. Y entonces, me enamoré de ella aquel día.

No estaba respirando, prestando atención a cada palabra que ella decía. Cuando se calló, noté que absolutamente nada de lo que había dicho era mentira.

Fue el día que realmente me conoció, que realmente conversó sobre mi vida y pasó a saber que ya formaba parte de ella.

La Nayeon que ella había conocido antes de ese día no era la misma Nayeon de ahora.

Sólo la Nayeon de ahora importaba.

Pero entonces, había sido ese día...

—¿Y entonces le pediste salir? —Sun-hee preguntó, aún sonriendo por la historia y sacándome de mis divagaciones.

—No. Después quedamos como amigas, pero ya no podía dejar de pensar en ella. Entonces mi vida se volvió un infierno porque traté de alejarme... —Y aquí, Jeongyeon se detuvo, mirando avergonzada sus manos y suspirando. — Y descubrí que no tenía como estar sin ella.

Todo el mundo se quedó en silencio. Dahyun continuaba mirando a Jeongyeon y a mí de forma un poco rara. Por lo menos, ya podía respirar. Momo no miraba a nadie en particular, y Sun-hee miraba a Jeongyeon con una expresión de pena.

La voz de Chris cortó el silencio. — A final de cuentas, se juntaron. La prueba fue positiva entonces.

Juwon se rió, haciendo que Sun-hee se relajara un poco también. Dahyun desvió la mirada de mí, y yo comenzaba a tener miedo de ella.

—Entonces eres la nueva interesada de la familia, Shasha.

Miré asustada a Momo. ¿Por qué había dicho eso?

—No... no estoy con ella debido a que...

—Momo. —Dahyun le miró un poco irritada. — Haz tus bromas con quien ya conoces.

—Querida, Momo tiene un sentido del humor un poco gélido. Sólo estaba jugando. A veces es difícil de notar. —Sun-hee se apresuró a decir, mientras yo sentía mi cara hervir.

Sólo entonces ella pareció entender que su "broma" no había salido como lo planeado.

—¡Sí, es broma! Sólo lo dije porque, hasta entonces, el interesado era yo. Pero estaba bromeando, sé que no lo eres.

—Wow, ella está como un tomate gigante. —Oí a Chris decir.

—¡Lo siento, era sólo una broma! —Momo repetía, ya pareciendo un poco desesperada.

—Está bien... —Hablé en voz baja, y recé para que dejara de mirarme.

Jeongyeon se levantó, tambaleándose un poco cuando lo hizo.

—Vamos a dormir. —Ella habló, extendiéndome la mano, que agarré sin pensar. Quería salir de allí, quería salir de la vista de todos. — Mamá, ¿acaso queda algo de aquel dulce que Nayeonni hizo?

Recordé la idea que ella tenía con respecto a aquel postre cuando estábamos en su apartamento en Los Ángeles, y me pregunté si sería posible quedar más roja de lo que estaba ahora.

—No, hija. Me comí el último pedazo, si supiera que querías...

—No te preocupes, mamá. —Dahyun habló, con una sonrisa sarcástica en la cara, levantándose también y mirando a Jeongyeon, como si mantuvieran una conversación por telepatía. — Ella sólo quería bañar a Nayeon con aquel dulce. Es una pervertida.

—Dahyun no seas extraña. —Momo habló.

Pero Dahyun no estaba siendo extraña.

¿Cómo diablos ella sabía de eso?

Jeongyeon se rió y pronunció "buenas noches" en voz alta, tirándome detrás de sí. Me despedí mirando a cada una de las personas que permanecieron en la sala, y entonces ya estábamos al pie de la escalera.

Pensé que ella tendría problemas con ese obstáculo, pero me equivoque.

Aunque Jeongyeon estaba claramente alcoholizada, no llegaba a estar tan mal. Ella abrió la puerta de la habitación y me dejó entrar primero, cerrándola después.

Eran 01:45h de la madrugada.

Me senté en la cama, tratando de digerir todo lo que había sucedido en los últimos minutos. Suspiré profundamente, sintiendo la vida volver a mis venas ahora que estaba sola allí con Jeongyeon.

La miré y ella parecía concentrada en alguna batalla interna. Sus ojos estaban cerrados, su rostro serio y austero. Podría incluso decir que estaba a punto de hacer un comunicado de vital importancia para Inglaterra entera. Así que cuando abrió la boca, tuve que reír.

—Necesito mear.

Ella se dirigió al baño, un poco torpe, mientras sacaba sus tacones en el camino y levantaba el vestido hasta la altura del ombligo.

Seguí mirando al lugar donde estaba. Sonreí otra vez.

Recordé lo que estaba guardado y escondido dentro de mi bolsa, entonces me levanté yendo hacia ella y sacando de allí su regalo.

Ella regresó a la habitación sin el vestido, usando sólo un top y un bóxer, los ojos fuera de foco y el cabello, como siempre, desarreglado.

Suspiré.

—Tengo algo para ti. —Comencé, sin saber cómo hacerlo.

Ella me miró, curiosa.

—¿Para mí?

—Sí. Un regalo de Navidad. —Y diciendo eso, extendí el envoltorio para ella.

La expresión de Jeongyeon se fue transformando lentamente en una sonrisa de comprensión.

Al final, ella estaba tan hermosa y parecía tan feliz que por muy poco no me arrojé a su regazo y la llené de besos. Era como si ella fuera una niña y yo acabara de darle una tienda de dulces.

—¿Compraste un regalo para mí? ¡Wow!

Ella parecía realmente sorprendida, abriendo de cualquiera manera el embalaje y sacando de allí la caja con el reloj dentro. Al ver de lo que se trataba, su sonrisa consiguió hacerse aun más amplia.

—¡Wow! —Ella repetía mucho eso. — ¡Es demasiado!

—¿Te gustó? —Analicé su expresión con la esperanza de encontrar trazos de mentira allí. Pero todas sus reacciones parecían ser genuinas.

—¡Mucho! —Ella habló, y de repente miré su brazo y noté por primera vez aquella noche un reloj maravilloso, mucho más interesante y, aparentemente, mucho más caro que el que yo había comprado para ella. Incluso, recordé una vez haber visto las horas en aquel mismo reloj: el día que yo había despertado en su cuarto por primera vez.

¿Cómo infiernos nunca había notado que usaba un maldito reloj? ¿Cómo no lo había recordado? ¿Cómo no vi eso esta misma noche?

Era una idiota, y me sentía como una niña de siete años dando de "regalo" un dibujo idiota hecho con colores.

—Wow. —Esa expresión, antes de hacerme sentir bien, ahora ya me estaba molestando. No tenía motivos para ponerse de esa forma. Fue una idea idiota. — ¿Cómo quedó?

Ella extendió el brazo mostrándolo, ahora con el reloj que le había dado.

—El otro quedaba mejor. —Hablé, amargada y enojada.

—¡Claro que no! ¡Éste es mucho más interesante!

—No lo es. No mientas.

—¡No estoy mintiendo! ¡Me gusto mucho!

—Lo que sea... —Hablé bajo, tomando el envoltorio rasgado, aplastándolo con rabia y formando una bola de papel en las manos.

Me giré para tirar todo aquello en la basura, pero fui sorprendida por un abrazo, y entonces la próxima cosa de la cual yo era consciente era del rostro de Jeongyeon en mi cuello mientras sus brazos me sostenían cerca de su cuello, cruzados en mi espalda, no me permitía salir de allí.

—Gracias. No tienes idea de cuánto me gustó.

Retribuí el abrazo, sintiendo su respiración pesada en mi cuello. Recordé a Jihyo diciéndome que independientemente de lo que le diera a Jeongyeon, le gustaría. Casi inmediatamente, recordé mi cumpleaños, cuando meras marca-páginas me había proporcionado una alegría inexplicable, y entonces entendí que si Jeongyeon estuviera sintiendo lo mismo que yo aquel día, ese momento probablemente sería de hecho precioso.

—De nada. —Respondí bajo, retribuyendo el abrazo y sintiendo las ya conocidas olas de electricidad entre mi cuerpo y el suyo.

Nos quedamos de esa forma por algún tiempo, así que me di cuenta de que, si se demoraba un poco más, ella terminaría durmiendo en mi hombro, dado su estado alcoholizado. Me alejé de ella y tiré el edredón que cubría la cama.

—Vas a despertar con un poco de dolor de cabeza mañana, así que aprovecha mientras puedes dormir. —Hablé, acomodando la almohada y apuntado hacia las sábanas. — Ven.

Ella caminó hasta su maleta sin prestarme atención y sacó de dentro algo pequeño, que cabía en la palma de su mano. Sin decir nada, me guió por la cintura hasta la orilla de la cama, haciéndome sentar allí.

—Es el turno de mi presente.

—Ya me diste tu regalo. —Le recordé, imaginando sobre que ella olvidaba cuando bebía.

—No te lo di.

—Lo estoy vistiendo. —Levanté la muñeca, mostrándole pacientemente el tejido del vestido negro.

—Ese no es mi regalo.

Ella suspiró.

Sus dedos pasearon un poco temblorosos por su cabello, mirándome de forma misteriosa. Jeongyeon parecía nerviosa, y yo podía ver es incluso con las varias dosis de whisky que la hacía parecer con sueño.

—¿Todo bien? —Pregunté, quedando un poco más molesta cada segundo que ella permanecía en silencio.

—Todo bien. —Ella respondió, arrodillándose delante de mí sobre la alfombra felpuda al lado de la cama, y mirándome con algún tipo de veneración. No sabía el motivo, pero la forma en que actuaba me estaba dejando ansiosa.

—Quisiera saber hacer esto sobria... —Ella comenzó. — Pero creo que exigiría un coraje que no tengo. Lamento si no sale de la forma que quería, o de la manera que querías, pero tengo que decir que te amo.

El sonido de esas palabras hizo que cualquier ruido desapareciera. Era como si la única persona que existiera fuera ella, como si los únicos sonidos que importaran fueran su respiración y su voz, como si las únicas sensaciones del mundo fuese su piel en la mía y las olas que chocaban en el corto espacio entre las dos. Sus ojos no estaban desenfocados, lo que probaba que ella sabía lo que estaba diciendo. Y yo sólo podía oír.

—Sé que estamos juntas hace unos días, pero fue el tiempo suficiente para que notara que soy una idiota y que me diera cuenta de que eres perfecta.

Jeongyeon abrió la mano que escondía una caja azul marina pequeña. Me quedé mirándole, tratando de no pensar en lo que podría ser antes de que la abriera.

—No sé cuáles son los términos que definen nuestra relación, pero sé que te necesito. Creo que tengo derecho a dar títulos a lo que existe entre nosotras, pero...

La caja se abrió, mostrando un anillo dorado y fino encajado en la diagonal.

—Una cosa para ti... para recordarme. A tu elección, llámalo solicitud de noviazgo, compromiso, matrimonio, no importa. Siempre que aceptes.

Ella sostenía la pequeña alianza entre sus dedos y envolvió mi mano derecha suavemente, trayéndola contra el aro.

—Pero lo que realmente estoy pidiéndote aquí es... ¿Quieres estar conmigo para siempre?

La alianza se deslizo y encajo perfectamente en el grosor de aquel dedo. Ella apartó sus manos de las mía, y las dos nos quedamos mirando mi nuevo accesorio.

—Prometo... —Ella miró mis ojos otra vez, y yo la retuve de vuelta. — Prometo intentar todos los días hacerte tan bien como me haces. Y prometo intentar hacer que no te arrepientas de ser mía.

Alguna cosa caliente escurrió por mis dos mejillas, pero no me importó.

—Aunque merezcas a alguien mejor... —Ella agregó, secando mi cara. — Pero nadie va admirarte tanto como yo. Nadie te querrá tanto como yo te quiero, y estoy casi segura que no vas a hacer tan bien a otra persona como a mí.

Es probable que ella tuviera algo más que decir.

Desgraciadamente, mi cuerpo actuó por voluntad propia, y entonces me había tirado a ella sin el menor cuidado, yendo a parar al suelo sobre la alfombra felpuda y besándola inconscientemente.

Mi anillo estaba caliente. Tal vez fuera psicológico. No importaba. Era de ella, con o sin alianza, pero tenerla allí era una prueba.

Probaba que era importante. La verdad es que quería que yo fuera de ella, y de la misma manera, probaba que ella también era mía.

Ahora sabia que lloraba compulsivamente. Tanto que llegaba a sollozar.

Jeongyeon, aunque borracha, pareció entender que aquello era un "sí, soy tuya y siempre lo fui", y entonces me sentí completamente entregada a sus manos que ya trabajaban en mi vestido, no de forma desesperada, pero cuidadosa.

No recordé la cama. La alfombra parecía suficiente para amenizar la fricción de nuestros cuerpos con el suelo. No estaba frío ni caliente.

Era perfecto.

Ella me besaba de forma apasionada mientras me poseía, dejando de lado la cautela y apretándome contra su cuerpo de forma posesiva. Yo era de ella, y lo sabía.

No sabía si mis gemidos eran altos.

Dejaría para preocuparme al día siguiente, así como las mordeduras y los chupones que Jeongyeon aplicaba aleatoriamente por la extensión de mi cuerpo. Imaginé que necesitaría más maquillaje que nunca, pero ya que eso no cambiaria de ninguna manera, me permitiría aprovechar todas las sensaciones de aquel momento.

El cansancio vino, pero no hizo que el deseo que me consumía se fuera de inmediato. Ella parecía arder de la misma forma, entonces parte de la noche la pasamos enrolladas y encajadas, intentando al mismo tiempo sentir y proporcionar placer a la otra. Cuando ambas parecíamos satisfechas, dejé que el sueño me llevara, sintiendo el calor de su piel para calentarme.

En algún momento de aquella noche me desperté de repente y me di cuenta de que estaba acostada cómodamente en la gran cama al lado de un ángel.

Ella no dormía, pero me observaba con más pasión de lo que jamás había visto en alguien. Levanté la mano derecha para comprobar si mi regalo estaba allí. Como si necesitara asegurarme de que no había sido un sueño.

Me relajé. El aro dorado estaba allí.

Y si dependiera de mí, se quedaría allí para siempre.

***

Luz.

Estaba mucho más claro de lo que podía esperar de la medianoche. Era posible notarlo aún con los ojos cerrados. Los abrí perezosamente, sólo para constatar, para mi total sorpresa, que ya había amanecido, aunque mi percepción juzgaba que no había pasado ni una hora desde el momento en que me dormí.

Parpadee algunas veces. Una luz tímida penetraba el cuarto por la ranura de la cortina abierta, directamente en mi ojo izquierdo. Me giré de lado de forma brusca, sin pensar dónde estaba o qué horas debían ser.

A mi lado dormía una mujer boca abajo, con la cara hacia el otro lado, aparentemente desnuda hasta donde la sábana lo cubría.

Era un cuerpo hermoso, en forma, pero algo me incomodo allí. Algo que no había notado al principio.

No conocía esa espalda. Era diferente de la espalda que esperaba encontrar esa mañana. El cabello tampoco era el mismo. Era ondulado, pero castaño.

La razón me tomó poco a poco, y fue junto con ella que la mujer empezó a moverse. Cuando finalmente se volvió hacía mí, me levanté de inmediato, casi cayendo de la cama. Me di cuenta de que yo también estaba desnuda.

—¿Qué mierda...

Mi corazón golpeaba descompasadamente. No estaba entendiendo nada, y miré alrededor tratando de encontrarme.

Esa habitación tampoco era el cuarto que esperaba encontrar esa mañana, simplemente porque no era la misma habitación en la que había dormido. No era la suite de la casa de los Yoo.

Pero yo conocía aquel lugar.

Era un lugar con paredes encadenadas, sucias. Necesitaban una pintada. A mi lado, una televisión rota, algunas ropas encima de ella. El "cuarto" en cuestión dividía el espacio con una cocina a través de la encimera. Sólo había una lámpara que colgaba del techo. Mis maletas estaban esparcidas por el suelo, en la pared a la derecha, y como un chasquido dentro de mí, recordé.

El apartamento.

El apartamento donde vivía. No era la casa de Jeongyeon, ni de sus padres. Tampoco era The Hills. Era el lugar al cual había ido entre esos dos momentos.

Desesperación.

Limpie mis ojos, tratando de ver mejor. Todo parecía muy borroso. La mujer desconocida todavía estaba boca abajo en el sofá cama, mirándome como quien mira a cualquier animal de circo.

—No.

Hablé en voz alta. Una vez, dos veces, repetidas veces.

—No, no... Esto no es...

Me faltaba el aire. Un dolor angustiante comprimió mi pecho como si quisiera aplastarlo.

—¡NO! ¡NO FUE UN SUEÑO, MALDICIÓN

Más falta de aire. Mi cuerpo empezó a temblar violetamente, de forma ridícula, tratando de mantenerme de pie.

Alcancé el teléfono y busqué allí su número, tratando de luchar contra el temblor y apretar las teclas correctas.

No estaba allí.

—Por favor, no...

Lloré de desesperación. Miré a los lados, sin saber qué hacer.

Eso no podía estar sucediendo.

—Una puta escandalosa. Cómo anillo al dedo, Vero.

La mujer habló consigo misma, y sentí un golpe en el estómago. Me recargué en la pared tratando de respirar. Mi garganta parecía cerrada. Al lado del sofá, dos botellas de algo alcoholizado y billetes de dinero.

—Por el amor de Dios... —Yo hablaba sola.

No sabía si gritar o implorar. La lucha contra el pánico que ya me dominaba estaba llegando a su fin.

Miré mi mano derecha.

No había ningún anillo allí.

Como un brote de locura, me pellizque. Golpe y rasguñé cada pedazo de piel que podía encontrar, desesperada por probarme que aquello era una pesadilla.

¡Dios mío, sólo podía ser una pesadilla!

—¿Vas a quedarte quieta o quieres que te amordace?

La mujer me miraba de forma divertida, mostrándome y enrollando con las manos un pedazo de tela.

Me callé, dejándome resbalar por la pared y caer al suelo. Sin fuerzas, sin vida.

Sin nada.

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