12
Nayeon POV.
La mañana siguiente comenzó lluviosa. Sólo fui capaz de despertar a las 9:50 de la mañana por el ruido que algunas gotas hacían contra la ventana de mi cuarto.
Mi cuerpo aún se asemejaba un poco a la gelatina blanda, haciendo que mis ganas de levantarme de la cama fueran nulas.
Antes de comprobar, sabía que estaba sola. El peso, el olor y el calor de su cuerpo no estaban allí, podía sentirse aún con los ojos cerrados.
Tal vez porque empezaba a acostumbrarme a esas cosas, pero su ausencia era inmediatamente captada por algunas terminaciones nerviosas en mi cuerpo, y entonces, inconscientemente, yo sabía que estaba sola.
Me giré en la cama, aún con pereza, y encontré a mi lado un papel con algunas palabras y una llave. La curiosidad me despertó inmediatamente, así que tomé el papel y leí el caligrama perfecto de Jeongyeon:
Fui a trabajar. No quise despertarte.
Esta llave abre la puerta de la habitación. Es tuya.
¿Quieres cenar conmigo esta noche?
Te amo
De: Jeongyeon.
Mis ojos pararon en la última frase, como si allí existiera algún significado oculto, como si quisiera entender lo que exactamente ella quiso decir con aquello.
"Te amo"
"Te amo"
Releí esas dos palabras, imaginando las diferentes formas y entonaciones que ella daría a la frase al decirla.
Imaginando las palabras saliendo de su boca, mientras sus ojos me mostraban que aquello era verdad.
Me derretí como una tonta encima de la almohada, trayendo el papel cerca de mi cara y tratando de sentir allí su perfume, pareciendo una pre-adolescente romántica y enamorada por la más perfecta de las princesas encantadas.
—Yo también te amo. —Hablé en voz baja. — Te amo mucho
Me pregunté si tendría el coraje de decirlo en voz alta si estuviéramos cara a cara, como una respuesta a su declaración en vivo y a color. Confesarme a mí misma la más obvia de las verdades era fácil, porque no había más que tratar de convencerme de lo contrario, pero confesarle mi alma a ella era un poco más peligroso.
Pero no confesar cuánto la amaba estaba pesando.
No porque ella necesitara saberlo, sino porque una parte de mí quería gritar eso, como si de alguna manera pudiera librarme de mi propia prisión. Desgraciadamente, la otra parte en mí me mantenía presa a mis miedos e incertidumbres, creyendo que "la revelación" –no tan sorprendente –sería demasiado para ella.
Todavía no era capaz de decírselo. Y ese hecho era desesperante. Y el hecho de que necesitaba dejarlo claro era aún peor.
Me levanté todavía tambaleante, sintiendo mi corazón hervir con las palabras escritas por Jeongyeon y su voto de confianza.
Sabía que ella estaba asustada con mis actitudes, e imagina lo difícil que debía hacer sido para ella, la opción de dejarme o no. Me pregunté, si yo me fuera, ella iría detrás de mí.
Pensé que sí.
Las palabras del día en que ella me dijo toda la verdad todavía estaban frescas en mi memoria, y aunque pareciera un poco desorientada en aquella situación, me pareció que estaba siendo bastante verdadera y decidida.
Entonces, si realmente me fuera, no me sorprendería tenerla persiguiéndome como algún tipo de acosador.
Tomé un baño caliente y revitalizante. Como siempre, recordé la noche anterior, pero esta vez tuve que atenerme un poco más a los detalles.
De la misma manera que Jeongyeon había sido la primera persona con la que realmente había sentido placer, ella ahora se había convertido en la primera en tocarme de una forma tan íntima, y darme cuenta de ello era maravilloso.
Me pregunté entonces en qué más ella sería la primera a partir de ahora.
Preparé un desayuno modesto, sin querer sacar muchas cosas del lugar.
Como ya eran las 11:30, comí un poco para que mi almuerzo no fuera perjudicado. Me pregunté entonces donde exactamente almorzaría, pero sabía que el resto de ese día dependía de lo que estaba a punto de hacer.
Más nerviosa de lo que me gustaría estar, tomé mi teléfono y, con una anotación en la otra mano, marque el número allí escrito.
—¿Aló?
En el mismo momento en que la voz de Jeongyeon atendió al otro lado de la línea, sentí mi cara hervir de repente, así que sabía que debía estar roja como un tomate maduro. He intentado no pensar que mi vergüenza tenía algo que ver con los recuerdos de nuestra noche íntima, porque eso, además de no tener el menor sentido –ya que yo no era ninguna inocente virgen –me hacía parecer una idiota.
—Hola... —Fue todo lo que pude responder.
—¿Nayeonni?
—Soy yo.
—¿Qué sucedió? —Ella preguntó con voz preocupada.
—Nada. Estoy bien... —Mientras hablaba, sentí que mi cara cada vez hervía más, y luego sentí odio por ser tan increíblemente inmadura. — Siento estar molestando...
—No estás molestando.
—Sólo quería hablar con Jihyo.
Jeongyeon se quedó en silencio, procesando mis palabras.
—¿Jihyo?
—Sí...
—¿Quieres hablar con ella? ¿Sobre qué?
—Bueno... Es un asunto privado... —Me dije, sintiendo ya el contacto de tensión de los músculos de mi cuello.
—Oh. —Ella parecía pensativa, tal vez preguntándose qué tipo de asunto partícula tendría con su secretaria y mejor amiga que, que además, no le agradaba. — Sólo un minuto.
No necesite esperar tanto. Casi inmediatamente, al otro lado de la línea, una voz femenina me respondió.
—¿Hola?
—Hola Jihyo. Es Nayeon. Siento molestar, lo siento, pero necesito tu ayuda. Pensé que quizás pudiéramos almorzar juntas, si no tienes algo mejor que hacer, por supuesto.
¿Entonces era así? Cuando me ponía nerviosa con Jihyo, actuaba como una perfecta charlatana.
Cuando era Jeongyeon quien me dejaba nerviosa, me quedaba muda.
Mi total falta de sentido empezaba a irritarme profundamente.
—Ejem...
—Es sobre Jeongyeon. Necesito una opinión tuya.
Ella pareció pensarlo.
—Bueno, no sé si puedo ir. Sólo tengo una hora para el almuerzo...
Oí la voz de Jeongyeon al fondo interrumpiéndola, diciendo algo incomprensible.
—Muy bien, puedo ir. Mi jefa es muy generosa como sabes
Sonreí discretamente con su broma, principalmente porque ella había hecho una broma conmigo, algo que jamás pensé que iba a suceder.
—Genial... ¿Podemos encontrarnos en un restaurante cerca de la casa de Jeongyeon? No conozco nada por aquí... —Dije, tratando de parecer relajada y cómoda al mismo tiempo, pero con las manos apretada en puños con tanta fuerza que mis dedos ya estaban entumecidos.
—Anota la dirección.
Tomé rápidamente el papel doblado sobre la encimera y una pluma, anotando el número y la calle que Jihyo me pasaba.
—Queda a quince minutos de ahí. ¿A las 13:30 está bien para ti?
—Está genial.
—Seguro. Voy a anotar tu número con esta llamada. Hasta entonces.
—Genial.
Oí casi inmediatamente la voz de Jeongyeon en la línea, diciendo un "aló" un poco apresurado.
—Todavía estoy aquí. —Dije sonriendo.
—Bueno, ahora que tú y mi secretaria andan con secretos a mi espalda, ¿Tengo motivos para preocuparme?
—No. Te quedaras con la incógnita.
—Está bien, voy a intentar olvidar la curiosidad mórbida que me está corroyendo ahora. —Ella dijo, dando una ligera risa, pero lo suficientemente alto como para que me sintiera más cálida y feliz. — ¿Leíste mi nota?
Sentí mi corazón acelerarse repentinamente.
—Sí...
—Entonces... ¿Cenas conmigo?
—Ah, sí... Claro.
—¡Qué bien! —Dijo, sonando realmente feliz con mi respuesta. – Pasó a casa a las 20:30 para buscarte, voy a estar esperando en el coche. ¿Está bien?
—Está bien. ¿Debo vestir un largo vestido largo para la ocasión?
Otra vez, se rió. Otra vez, su sonrisa me calentaba, y de repente sentí un deseo idiota de besar el teléfono.
—Puedes vestirte como creas mejor. Creo que sobre todo cálidamente es suficiente.
—Ok...
—Hasta entonces. Un beso.
—Un... beso. —La frase salió más como un suspiro, y otra vez deseé no actuar como idiota cuando estuviera hablando con ella.
Afortunadamente, ella no parecía percibir que mi sanidad se estaba deshaciendo como algodón dulce.
Al segundo siguiente, el teléfono se quedó mudo, diciéndome que Jeongyeon tenía cosas más importantes que hacer más allá de esperarme a que colgara.
Desplego distraídamente el papel usado para anotar la dirección del restaurante sugerido por Jihyo, y me di cuenta de que ése era la nota de aquella mañana. Pasé la mirada una vez más por la última frase del papel, y como si no estuviera sola, hablé en una voz muy baja, sólo para sentir la sensación buena de las palabras desprendiéndose de mi garganta.
—A propósito: Yo también te amo.
***
Tomaría un autobús si supiera cual me dejaría más cerca de la dirección anotada.
Como ese no era el caso, le pedí al portero que llamara un taxi para mí, y entonces ya esperaba a Jihyo en una mesa para dos personas. Aunque el lugar todavía era bastante elegante –lo que venía aceptando con más frecuencia, ya que nada a esos alrededores podría ser barato –parecía ser menos caro que los dos restaurantes en los que había estado con Jeongyeon antes.
Ella llegó puntualmente. Me sentía más intimidada de lo que deseaba, intenté parecer lo más ajena posible ante su presencia, pero parecía más pequeña que cualquiera cosa.
—Hola... —Comencé, levantándome tan pronto como se acerco. — Gracias por hacerlo.
—Está bien.
—Creo que tendremos el almuerzo pronto, ya que tienes que volver...
— Jeongyeon me dejó tomarme el tiempo necesario.
La miré sorprendida por no haberla imaginado como una jefa tan comprensiva.
Como si hubiera leído mis pensamientos, se apresuró a decir:
—No pienses que siempre es así. Por supuesto que salir con usted tuvo algo que ver con su brote de bondad. Es eso, o bien es el espíritu de la Navidad.
La miré, lo que pareció sorprenderla un poco, pero ella no fue grosera en ningún momento. Era claro que no dejaría de lado las formalidades entre nosotras, ya que ni siquiera nos conocíamos, además de que no iba con mi cara, pero podía jurar que Jihyo se esforzaba por ser lo más cordial posible conmigo.
El restaurante en el que estábamos estaba especializado en pastas, donde todos los platos parecían deliciosos. Como no conocía el condimento de la casa, seguí la sugerencia dada por ella.
Mientras esperábamos los platos, me sentía obligada a iniciar el tema, ya que podía notar su preocupación disfrazada. Entonces recordé que, aunque había dicho que el asunto era sobre Jeongyeon, no había dado más detalles. Tal vez ella pensaba que planeaba matarla o algo así.
—Es algo simple, creo que ni siquiera necesitaba haberte sacado del trabajo... —Comencé, dándome cuenta de que la había molestado e inmediatamente sonrojándome por eso. — Sólo necesito una opinión suya sobre que darle en Navidad.
Ella sonrió despreocupadamente, mientras miraba hacia arriba.
—¿Me sacaste de allí para preguntarme eso? Realmente no lo necesitabas.
Sentí mi cara hervir de vergüenza.
—¡No, no quise decirlo de esa manera! —Ella se apresuró a decir, viendo que probablemente parecía ahora una fresa gigante. — Lo que quise decir fue que no necesitabas haber pedido mi opinión en eso. Compra cualquier cosa, a ella le encantara.
—¿Le gusta todo lo que le dan? —Pregunté, me sentía un poco menos mal.
—No, ella odia todo lo que le dan. Nunca he atinado con algún regalo. Pero si le das un dvd sobre técnicas de meditación hindú, a ella le encantara.
Me pregunté si era exagerado el hecho de que Jihyo resaltara mi nombre cada vez que se refería a Jeongyeon, pero me pareció mejor no verbalizar la duda.
—Aham... Yo quería darle algo que realmente le guste.
—Como dije, no puedo ayudarte en eso. Nunca me he acercado.
—¿No necesita nada?
Me sentía idiota antes de terminar la frase. Era obvio que Jeongyeon no necesitaba nada, porque si lo necesitaba, lo arreglaría. Ella era el tipo de persona que podía darse ese lujo.
—No. —Respondió a mi pregunta casi retórica, y agradecí en silencio porque Jihyo no se rió en mi cara.
—No sé... ¿Qué le darás a tu marido?
Otra vez el arrepentimiento llegó a mí como un golpe mal dado, entonces inmediatamente me odié por pronunciar esas palabras. Jihyo me miró a los ojos, y deseé profundamente que ella no pensara que estaba comparando de alguna manera la relación que tenía con Jeongyeon con la que ella tenía con su marido.
—No quise decir... —Comencé, desesperada, pero Jihyo me interrumpió.
—¿Puedo pedirte una cosa? —Y sin esperar una respuesta mía, ella continuó. — Trata de relajarte cerca de mí, tu incomodidad me está dando agonía. No muerdo, y no estoy aquí para juzgar cada palabra que salga de tu boca. Como entenderás algún día, no soy una persona dada la preconcepción.
No era como si pudiera elegir entre estar o no nerviosa cerca de ella. Simplemente sucedía.
Como no conseguía hacer lo que ella pidió y me calmó, sólo me quedaba seguir mirando, esperando que fuésemos interrumpidas por cualquier cosa, fuese el camarero o por una lluvia de meteoros en llamas.
Afortunadamente, fui recompensada con la primera opción, entonces nos quedamos en silencio por algún tiempo, ambas compenetradas en nuestros propios platos.
Cada vez más, Jihyo sugería algo, pero luego refutaba su propia idea diciendo que "no, tal vez otra cosa."
Me sentía un poco más tranquila con la rapidez que parecía haber olvidado el asunto en cuestión.
No llegamos a ninguna conclusión. A pesar de que estuviera esperando alguna ayuda por parte de ella, no me irritó o decepcionó. Ya que ahora sabía que agradar a Jeongyeon era una tarea difícil, no podía culparla por eso.
Después de algún tiempo debatiendo opciones –más un monólogo de Jihyo que un diálogo de ella conmigo –salimos del restaurante y caminamos un poco por algunas calles. Aunque no teníamos muchos asuntos a discutir, me alegré de que ambas nos esforzáramos para que no se volviera algo desagradable. Como imaginé que gran parte del tiempo que pasaría con Jihyo sería llenado con un silencio desagradable, las pocas palabras intercambiadas entre nosotras lograron dejarme más animada de lo que pensé que quedaría.
Llegamos a un edificio imponente, y cuando miré a Jihyo noté que ella nos había guiado allí.
—¿Dónde estamos?
—En un centro comercial.
No parecía un centro comercial en el exterior, pero fue al entrar que noté la gran variedad de tiendas. La diferencia de ese lugar al que había estado con Jeongyeon hace unos días era que aquí no me sorprendería si viera algún tipo de cartel en la entrada con las palabras. "Sólo entre si tiene mucho dinero."
—Jeongyeon me dijo que le prometiste que algún día comprarías la ropa que quería.
¡Esa controladora!
—¿Te mandó a traerme aquí?
—No, pero me pidió que te ayudara. Sólo por el amor de Dios, no me digas que voy a tener que elegir lencerías o cosas para la habitación.
Ella cerró los ojos tratando de apartar el pensamiento, y tuve que reír con su reacción.
—No... Ella sólo quiere comprar ropa costosa. Quisiera entender esta cosa que tiene para el gasto...
—No es tan cara, créeme. No es consumista, ni un poco materialista. Jeongyeon sólo tiene la manía de querer cuidar en exceso a las mujeres que le gusta. Por eso parece un poco obsesionada a veces.
—¿Lo hacía con ella?
Jihyo me miró sorprendida.
—¿"Ella"?
—Beatrice.
—¿Sabes de ella?
—Sí. Jeongyeon me contó hace algún tiempo.
Ella suspiró.
—Sí, lo hacía con ella.
Ella desvió la mirada, y yo hice lo mismo. Estaba claro que Jihyo tampoco gustaba de Beatrice, y estaba claro que tenía motivos para ello.
—Bueno... —Comencé, queriendo cambiar el tema. — No puedo comprar nada aquí, ni aunque quisiera. Creo que voy a terminar gastando casi todo lo que tengo en su regalo.
—Ah, sí... —Ella habló, recordando algo y buscando en su bolsa. Cuando sacó su cartera y la abrió, me entregó una tarjeta y un papel pequeño. — Jeongyeon me pidió que te lo entregara. La contraseña está anotada en ese papel.
—¿Una tarjeta de crédito?
—Ella me pidió que todo lo que compraras fuera pagado con esa tarjeta.
—No voy a usar eso. Sólo quiero comprar un regalo para ella.
—Si vuelves sin nada, corro el riesgo de ser despedida.
La miré asombrada.
—¿En serio?
—Bueno, no. Pero si se irritara.
Suspiré.
Como no tenía nada en mente, acepté mirar algunas tiendas de ropa femenina mientras intentaba tener alguna idea de que darle a Jeongyeon. Es bastante difícil pensar en algo, ya que el presente en cuestión debería darse a alguien que realmente ya tenía de todo.
Jihyo parecía manipularme a comprar cosas, diciendo que ella misma necesitaba ropa, pero sólo no salía de la tienda con las manos vacías porque cargaba alguna de mis bolsas.
Compré dos vestidos más elegantes –preguntándome cuál sería la maldita ocasión en que iba a usarlos –además de algunos pares de zapatos, dos bolsos y más abrigos para el invierno.
Me juré a mí misma que insultaría a Jeongyeon hasta la muerte cuando la viera.
—Esto es ridículo. —Concluí.
—Esto es exactamente como Jeongyeon es. —Dijo Jihyo, pagando ella misma las compras con la tarjeta que ahora era mía. — Cualquiera en tu posición aprovecharía la situación con una sonrisa de oreja a oreja.
Lo sabía, pero no dejaría en claro el motivo por el cual no aprovechaba la situación se daba por mi incomodidad, una vez más, parecer una usurpadora al lado de Jeongyeon.
Además, teníamos todo un pasado que implicaba ella gastando conmigo, y tal vez por algún trauma o fuese lo que fuese, verla gastar ríos de dinero por mi causa como si yo fuese su carga era un poco humillante.
—Esto ya es suficiente. Si ella dice que debería haber comprado más cosas, voy a hacer que se trague uno de estos zapatos.
Jihyo rió despreocupada, y siempre que ella hacía eso me sentía automáticamente más ligera.
—Actúas de una forma diferente de la que pensé que actuarías.
Me pareció mejor no intentar entender lo que ella quería decir con eso. Como parecía no ser algo malo, lo dejé allí, enfocándome ahora en la primera tienda que vi frente a mí.
Era una relojería exclusiva para mujeres. Miré interrogativamente a Jihyo, como si pidiera su consentimiento.
—Ya te dije que puedes comprar cualquier cosa. Y no estoy exagerando cuando digo eso.
Entramos al lugar, analizando cada uno de los relojes en los estantes de cristal. La variedad de modelos era tan grande que dificultó el proceso de selección. Entonces me enfoque en sólo una parte del estante lateral, decidida a salir de allí con algo.
Cuando finalmente las dos llegamos a un acuerdo sobre cuál de aquellos modelos era el más interesante (aunque no era el regalo ideal), me dirigí a la vendedora informándole de la elección.
Cuando fui a pagar, Jihyo me extendió la maldita tarjeta para que la tomara.
—No voy a pagar con su tarjeta. —Hablé, mirando débilmente a sus manos.
—La tarjeta es tuya. Y Jeongyeon dijo...
—Hablare con ella después. Voy a dejar claro que la culpa de eso fue mía. Lo siento, pero no tengo la menor intensión de pagar su regalo con esa tarjeta.
Ella parecía estar de acuerdo, incluso callada.
Finalmente, pagué el regalo –con mi dinero, no el de ella –y me vi cerca de la quiebra. Jihyo intentó animarme, diciendo que había sido una gran elección y que Jeongyeon lo adoraría, pero aún así me sentía un poco insegura en cuanto a eso.
—Vamos a ver si ahora llega a la hora correcta al trabajo. —Ella habló, bien humorada, entonces noté el gradual y discreto cambio de su actitud conmigo.
Si el día que nos conocimos Jihyo parecía dudosa sobre mí, hoy su sencillez al hablar conmigo y acompañarme me decían que tal vez no me odiaba como yo pensaba.
Sonreí de vuelta, y quería que entendiera la gratitud que sentía en aquel momento.
—Creo que tienes que irte ahora. —Ella dijo, mirando el reloj. — Si bien me acuerdo, tienes una cita hoy.
—¿Qué hora es?
—19:30
—¡Mierda! —Hablé, agarrando las bolsas que caían de mis hombros y ya señalando un taxi que pasaba y no paró.
—Tengo coche. Te llevo.
—Ah gracias. ¿No voy a molestar?
—No, me queda de camino a donde voy.
Seguimos caminando hacia el lugar donde su coche estaba estacionado, Jihyo caminando, y yo casi corriendo.
Tiré todo en el asiento trasero, con la excepción del reloj que se mantenía bien envuelto y protegido en mi regazo, y me senté en el asiento del pasajero.
El recorrido de regreso a casa de Jeongyeon fue más silencioso que cualquier momento que pasé con Jihyo aquella tarde. Ella parecía pensar mucho, y yo no quise interrumpir, ni para agradecer por la compañía. Cuando volví a la realidad, me di cuenta de que llegamos a mi destino.
Ella salió del coche, ayudándome con las compras. Cuando finalmente conseguí ponerme de pie, sin el cabello en los ojos y con las bolsas temporalmente firmes, me volví hacia ella.
—Muchas gracias por hacer esto conmigo. Y lo siento si dificulte tu trabajo.
—Bueno, en realidad has dificultado el trabajo de Jeongyeon. Ella tuvo que estar sin mí. —Ella habló, con una sonrisa maléfica en la comisura de la boca. — No te sorprendas si ella tiene dolor de cabeza o está de mal humor.
—Está bien. —Hablé, retribuyendo la sonrisa, aún sabiendo que no era para mí. — Voy a disculparme con ella después. Gracias una vez más.
Ella continuó mirándome, y noté que su expresión comenzó a tomar un aire extremadamente serio poco a poco. Inconscientemente, me sentí amenazada, entonces me volví para entrar el edificio demasiado rápido, pero la fuga no sería fácil.
—¿Nayeon?
Me detuve en el cuarto escalón y miré de nuevo a Jihyo, al lado del coche aparcado.
El tono serio que vi en sus ojos mezclados con una inseguridad inédita fue suficiente para asegurarme que sus próximas palabras, mostrarían que no estaría jugando.
—No la lastimes. No podría aguantarlo.
No era una amenaza. Era un pedido, y por más que su voz sonara firme, eso quedó bastante claro.
Jihyo no me estaba dando una advertencia, sino mostrando, sin ninguna máscara, un miedo que no había visto antes. Miedo de ver a su mejor amiga lastimada otra vez.
—No voy a hacer eso.
Mi voz salió seria, firme, como hace tiempo no la escuchaba. Pero no me sorprendió, porque esa era una seguridad tan absoluta que no había como vacilar.
Sin embargo, me pregunté si Jihyo podía sentir eso.
Ella continuó mirándome con aquellos ojos serios, pero al mismo tiempo inseguros, haciendo un análisis completo de mi carácter. No me sorprendería si supiera que tenía poderes psíquicos o algo parecido. Era impresionante la intensidad que sus ojos trasmitían, y si tuviera alguna duda de lo que sentía, podría incluso quedar intimidada.
Pero no lo estaba.
—Por alguna razón, te creo.
Las miradas todavía mantenían contacto, pero Jihyo pareció darse cuenta de que no había ningún rastro de mentira en mí.
Por primera vez desde que la conocí, pude sentir en ella algún tipo de complicidad. Y para empeorar, no sabía explicar cómo o porqué lo sentía, pero sabía que era una sensación suficientemente fuerte para no poder ignorarla.
Cuando me di cuenta, Jihyo ya había entrado en el coche y se había ido, desapareciendo por la larga y helada calle delante de mí.
Tarde algún tiempo para conseguir dejar de pensar en la actitud de Jihyo, pero tuve que hacerlo porque ya estaba atrasada.
El reloj marcaba las 20:10, y no sólo todavía no me había bañado, tampoco sabía que ropa usaría o cómo me prepararía para aquella noche.
***
Aunque Jeongyeon y yo nos estuviéramos entendiendo poco a poco, la convivencia entre las dos todavía no había llegado a ser tan simple como sucedía con la mayoría de las parejas. Y pensar en ella y en mí como una pareja, aunque me ponía radiante, todavía me dejaba nerviosa.
Tomé un baño rápido, yendo contra mi voluntad de demorarme bajo el agua caliente y perfumarme bastante para ella. Pero, como mi tiempo era corto y lo último que quería mostrarle es que no era puntual, me apresuré a hacer todo.
Así que, en menos de veinte minutos ya estaba bañada, peinada y con un maquillaje tan discreto que podría pasar desapercibido, vestida propiamente para la temperatura invernal en el exterior.
Quisiera haberme arreglado más, pero eso significaría hacerla esperar.
Por eso, bajé a las 20:34, ya arreglada, usando un guardarropa todo nuevo: pantalones legging negros simples, botas negras de caña larga por encima de ellos, una blusa grande encima de ella, un abrigo bastante cálido y para finalizar unos accesorios (anillos, pendientes, pulseras) y una bufanda negra.
Antes de bajar, sin embargo, me aseguré de sacar todas las etiquetas de la ropa que nunca había usado, además de dar una rápida mirada al espejo grande que estaba dentro del closet de su habitación.
Me sorprendí conmigo misma. No estaba espectacular, pero bonita.
No hermosa, pero bonita, de una manera sencilla.
Mi expresión parecía más viva, mis ojos no estaban tristes. Mis labios, sin lápiz labial, estaban aún más llenos de color, y entonces me pregunté si todo tenía que ver con mi nuevo espíritu.
Era obvio que sí.
Salí al garaje buscándola, pero su vacante estaba vacía. Caminé rápidamente hacia el enorme vestíbulo de entrada del edificio, tanto para llegar rápido como para calentarme. Fui a las escaleras que daban a la acera y fui casi choqueada por un viento helado, pero antes de que pudiera pensar, aviste un Porsche Cayenne plata apagado y parado un poco a la derecha.
Cuando me giré a mirar, los faros parpadearon para mí, advirtiéndome que era el coche correcto.
Mi pulso, para varias, empezó a acelerarse. Antes, no estaba acostumbrada a sentir eso cada vez que me veía a punto de acercarme a alguien, pero últimamente sentirme más en un adolescente se estaba convirtiendo en un hábito.
No podía evitarlo, era involuntario: Siempre que me daba cuenta de que Jeongyeon estaba a menos diez metros de mí, mi corazón insistía en querer salir por mi boca. Era así.
Me quedé mirando el panel luminoso del Porsche frente a mí como una imbécil. Sabía que ella me miraba sin intentar disimular, lo que hacía que mi cara se pudiera más y más caliente con cada segundo transcurrido.
—Estás roja. —Su voz salió en un tono divertido.
—¿Lo estoy? _Me hice la tonta, aún sin quitar los ojos del panel.
—¿Estás avergonzada?
Jeongyeon estaba a punto de carcajearse en mi cara, podía sentirlo sin siquiera tener que mirarla. Me convencí de que, si ella lo hiciera, tendría toda la razón: Yo era patética, y no mirarla sólo porque nuestra noche estaba siendo un poco "diferente" era tan lamentable que hasta me hacía sentir vergüenza.
Y lo peor de todo era que yo estaba casi segura de que ella sabía que ese era el motivo.
—¿Ya te dije que eres linda avergonzada? —Ella habló todavía divirtiéndose con mi falta de respuesta, entonces encendió el coche y nos puso en movimiento en la carretera.
—Gracias. —Fue todo lo que conseguí decir.
El hecho de que estaba avergonzada sólo me hacía sentir más vergüenza, pero sabía que ella adoraba hacer eso.
El trayecto fue corto y silencioso. No le pregunté a Jeongyeon a dónde iríamos o cómo había sido su día, pero a ella pareció no importarle, aunque estaba segura de que si se diera la oportunidad de hablar conmigo, ella hablaría durante todo el recorrido.
***
Después de algún tiempo, llegamos a un restaurante bien iluminado y pequeño, con una decoración discreta y clara.
El camarero nos guió hasta una pequeña mesa para dos personas, entregándonos el menú y retirándose cuando pedimos las bebidas, para que nos quedáramos a gusto. Me quité el abrigo y lo dejé en mi regazo.
Jeongyeon parecía acompañar cada movimiento que yo hacía, lo que me ponía cada vez más nerviosa y me hacía sonrojar violentamente sin ningún motivo. Ella pareció prestar aún más atención a mi vestido, creo que percibió que era nuevo.
—¿Tienes hambre?
—La verdad no. Lo siento. Por lo general no ceno, ya sabes...
—Lo sé. Tampoco tengo hambre.
Ella me miraba con ternura y cansancio, y cada segundo me sentía más derretida por aquella mirada.
—Entonces... —Ella comenzó. — ¿Me vas a decir lo que tú y mi secretaria están tramando?
Sonreí con la idea de una Jeongyeon curiosa.
—Lo sabrás en pocos días. —Aseguré. — Pero no tiene que preocuparte, no voy a alejarla más de ti.
—Bueno, siempre y cuando ella no te aleje de mí...
Podría informarle que nada ni nadie eran lo suficientemente importantes para conseguir alejarla de ella, pero preferí ser objetiva.
—No va a hacer eso.
—¿Lo prometes? ¿Ni aunque te llame para una fondue y yo esté enferma y con fiebre en la cama? —Ella habló, inventando cualquier situación y haciendo cara de cachorro abandonado.
Jeongyeon, mi querida. Todo lo que más quiero es quedarme sola aferrada a ti en una cama
—Lo prometo.
Ella sonrió. Una sonrisa hermosa, hermosa, pero cansada.
—No deberíamos haber venido. Podría preparar algo en tu casa...
—Nuestra casa.
—... Para cenar. Parece que necesitas descansar. —Intenté no pensar en lo que dijo.
—El día fue largo. Jihyo realmente me salva todos los días. Lo percibo cuando tengo que lidiar con las cosas sin ella por un solo día.
—Deberíamos haberlo dejado para otro día.
—No, necesito hablar contigo hoy.
¿Entonces era de eso que se trataba la "cena"?
—Podríamos haber conversado en casa.
—No, no podríamos. —Ella se detuvo allí, entonces me pregunté si no podríamos porque ella se dormiría tan pronto como llegase a casa o porque, hasta hoy, no conseguimos hacer nada más que tener sexo en prácticamente todo el tiempo que estuvimos solas.
—Está bien... ¿Qué fue?
Ella suspiró, se enderezó en la silla y entrelazando las manos sobre la mesa.
—Bueno... ¿Sabes qué día es hoy?
—Lo sé.
—Entonces sabes que estamos cerca de Navidad.
Ah. Navidad.
Un escalofrío recorrió mi espina, pero no me estremecí.
—Sabes que la Navidad es tradicionalmente una fiesta en familia.
—Lo sé... —No fue una pregunta, pero aún así respondí.
—Y entiendes que... Bueno, tengo que pasar Navidad con la mía. Ya que no los veo en todo el año...
Jeongyeon me miraba con ojos cautos, como si estuviera abordando un asunto muy delicado.
Pero entendía.
—Ellos deben extrañarte. Sí, tienes que ir.
Ella continuó mirándome, ahora con un poco de duda.
—Entonces... ¿Está bien para ti?
—Claro. —Dije, aparentando más seguridad de lo que realmente había en mí, y sintiendo mis palabras de compresión distanciándola aún más.
Sin embargo, no era una opción pedir que se quedara. No era la persona más altruista del mundo, pero tampoco era tan egoísta hasta el punto de tratar de hacerlo sólo porque la necesitaba.
Jeongyeon sonrió abiertamente, todavía mirándome, y entonces, como si hiciera eso cada día, ella extendió su mano y tomó la mía, también sobre la mesa.
El acto había sido instintivo, yo podía imaginarlo, pero su toque todavía tenía ese cuidado que manteníamos entre nosotras. Sus dedos tocaban con mucha delicadeza el dorso de mi mano, y el camino trillado era seguido por un cierto hormigueo un poco cálido.
Me quedé inmóvil, apreciando el toque.
—Pensé que no aceptarías. Gracias.
No tenía que aceptar o no. Era su vida, y yo no tenía el derecho de meterme en eso.
—No me agradezcas por eso. —Hablé, avergonzada, acompañando con la mirada los caminos que su dedo hacía todavía en mi piel.
—Te agradezco por todo. —Regresé mi mirada hacia ella y vi que hablaba en serio. — Sé que aún tienes heridas por mí...
No quería hablar de eso. Era verdad, tenía heridas, muchas heridas guardadas.
Pero ese no era el momento de volver al pasado y recordar lo que me lastimó o dejó de hacerme daño. No cuando había decidido dejar de lado mis dudas. No cuando me estaba tocando.
—¿Te vas mañana? —Pregunté, queriendo desviar la conversación hacia otro camino. Un camino menos difícil de manejar.
—¿Por qué insistes en excluirte de todas las sentencia que me incluyen?
—¿Cómo? —Pregunté, confusa.
—Nos vamos mañana.
Me le quedé mirando, sin realmente procesar la información.
En ese momento, el camarero regresó trayendo nuestras bebidas y el couvert.
Jeongyeon agradeció y lo dispensó, volviéndose hacia mí otra vez, aún en la misma posición.
—¿No entendiste que vendrías conmigo cuando dije que visitaría a mi familia, verdad?
No había exactamente considerado esa posibilidad. Aunque ya había pensando en ella, aquello fue más un deseo que cualquier otra cosa. Estaba fuera de cuestión de que Jeongyeon quisiera llevarme a conocer a su familia.
Para empezar, porque sólo estábamos juntas desde hace unos días menos de una semana para ser exacta.
Tosí de forma suave para limpiar la garganta, tratando de parecer normal.
—No entiendo...
—Bueno, entiendes ahora, ¿Verdad? Yo voy, y tú vienes conmigo.
Quería que me invitara a acompañarla. En realidad, quería mucho, porque eso significaba muchas cosas.
Primero, que no tendría que alejarme de ella, temiendo por mi propia salud.
Segundo, que conocería más sobre la vida de Jeongyeon y las personas que forman parte de ella.
Tercera, porque verla querer mi compañía me hacía pensar que era importante.
Y ese pensamiento crecía cada día.
Y junto con él, crecía también mi ánimo, mi alegría, y muchas otras cosas buenas escondidas tan profundo dentro de mí que parecían no existir más.
—Voy a intentar comprar los pasajes mañana en la mañana para el vuelo de las 23h. Creo que serán un poco más de diez horas de viaje, entonces a las 9 de la mañana, más o menos, llegamos a Londres.
—¿Lon... dres?
—Londres. Mis padres viven allí.
Bueno, pasaría la Navidad con Jeongyeon. En Londres. Con su familia.
¿Tenía como estar más aterrorizada y feliz?
—Yo no... Yo...
No sabía qué decir. Pero sabía que tenía que decir algo, porque de la forma que Jeongyeon me miraba, probablemente parecía estar muy cerca de una crisis de pánico.
Sus dedos, antes acariciando suavemente el dorso de mi mano, ahora se cerraron alrededor de ella como si me pidieran confianza. Miré de nuevo su mano, ahora cubriendo la mía de forma delicada pero firme, y por más simple que ese acto fuese, yo quería memorizar cada pequeño detalle de él.
—No necesitas preocuparte. Voy a estar cerca todo el tiempo.
Miré sus ojos rápidamente, mi reacción era más rápida que la capacidad de bloquear el pensamiento que surgió en mi mente como un rayo. No quería pensar en eso, no quería haber recordado, pero Dios estaba siendo cruel conmigo otra vez.
Fue lo que dijiste la última vez.
Sabía que no había hablando en voz alta. Sabía que había conseguido guardar esa demostración de rencor para mí misma, y agradecí en silencio por conseguir hacerlo. No quería tirarle eso a la cara, como si recordarle lo que hizo era para hacerme sentir mejor.
Sin embargo, por el simple cambio en su expresión y sus ojos, pude notar que, incluso sin mi ayuda, Jeongyeon pensó exactamente en lo mismo que yo.
—Lo prometo... —Su voz salió débil.
Sus ojos vacilaron, como si estuviera profundamente avergonzada por el recuerdo, y al segundo siguiente sentí que su mano se alejaba de la mía.
Quería decirle que creía en ella. Quería decir que sabía que ella cuidaría de mí, y que no dejaría que nadie supiera de nuestro secreto. Quería decir que sabía que ella se empañaría en dejarme con su familia, tal vez hasta hacerme parte de ella, pero, por encima de todo, quería que ella volviera a tocarme.
Sin pensar, me incliné un poco hacia adelante y alcancé su mano, con un poco más de fuerza de lo que deseaba. Envolví mis dedos en ella, apretando con ganas su piel y calmándome un poco al sentir, nuevamente, el contacto entre nosotras.
Era curioso cómo su tono me calmaba en ciertos momentos, y en otros me encendía. Pero no quería filosofar sobre eso.
Jeongyeon pareció iluminarse un poco con mi acto, y yo sabía por qué.
Era la primera vez que la actitud de buscarla, de disminuir la distancia entre nosotras, había partido de mí y no de ella.
Era la primera vez que no esperaba pasivamente sus decisiones, y sobre todo, era la primera vez que demostraba lo que sentía por ella.
—Háblame de tu familia.
Los papeles se habían invertido. Ahora, era yo quien intentaba pasar confianza a ella. Era yo quien intentaba conseguir de ella alguna reacción, alguna interacción, pero ella, a diferencia de mí, me dio lo que yo pedía.
Jeongyeon habló de las personas que conocería.
Contó que cada uno de ellos estaba esparcido por el mundo, representando y encargándose en diferentes países de las empresas de su padre. Por lo que ella dio a entender, pasaríamos la Navidad en una pequeña fiesta que incluía a sus padres, una hermana y su marido, su hermano soltero y nosotras dos, lo que me hizo estar animada con el hecho de que no habría una enorme cantidad de personas para juzgarme como la más nueva caza-fortunas de la familia.
Mientras ella hablaba, sus dedos volvieron a pasear suavemente por mi mano, recorriendo el dorso en puntos específicamente agradables, por la palma en círculos perfectos, llegando al pulso y parte interna de mi antebrazo. Estaba atenta a todo lo que ella decía, pero su toque comenzó a tomar mi concentración tan pronto como acepté tomar una (¡y sólo una!) copa de algún vino escogido por ella.
No entendía el motivo de eso, porque sus movimientos no eran tan fuertes o insinuantes. Era obvio que gran parte de esas sensaciones me asolaban a causa del poco vino ingerido, suficiente para hacerme "soltarme", pero era como si Jeongyeon remetiera el acto de hacer el amor a través de simples toques, estimulando cada nudillo de mis dedos, cada línea de mi piel metódicamente en formas extrañas pero, al mismo tiempo, increíblemente sensuales.
Llegué a la conclusión de que estaba más perdida de lo que imaginaba.
***
Era un poco antes de las 23h cuando finalmente llegamos a su apartamento. Durante todo el recorrido del restaurante hasta el edificio, no dejé de pensar un segundo siquiera en cómo diablos Jeongyeon había conseguido, con un cariño inocente en la mano, dejarme completamente excitada de una manera que ni ella misma sabía.
La miré por el rabillo del ojo cada vez que parábamos en un cruce, encontrándola descansando la cabeza en el respaldo de su asiento con los ojos cerrados, entonces me di cuenta de que ella debía estar realmente exhausta y ni un poco interesada en tener sexo aquella noche.
Mierda.
Entré al apartamento oscuro, tanteando en busca del interruptor. Jeongyeon lo encontró primero, encendiendo las luces y evitando que me diera con la nariz en la pared.
Caminé al cuarto donde estaban mis cosas y ella me siguió.
—No tienes maletas, ¿Verdad? —Preguntó, mirando las varias bolsas y mochilas en la esquina de la habitación.
—No.
—Te presto algunas de las mías.
Ella dijo eso mientras se sacaba el abrigo despreocupadamente bostezando sin darse cuenta y quedando, al mismo tiempo, tierna y deliciosa, algo que jamás creí que sería posible. Seguí mirándola como una ninfomaníaca en celo, deseando más que todo que esos dedos me estuviera tocando ahora en lugares mucho más íntimos que antes.
Tropezando la vi salir de mi cuarto y caminar por el pasillo mientras intentaba mantener los ojos abiertos. ¿Cómo, Dios, ella podía ser tan... Tan... Ella?
¿Y qué estaba pasando conmigo, después de todo? ¿Desde cuándo me explotaba las hormonas estar cerca de una mujer? Está bien no era "una mujer", era "LA MUJER."
Tenía mucho calor.
—¡Eh! —Hablé, alcanzándola en su habitación antes de que ella entrara al baño. — ¿Puedo usar esa camisa?
—Es tuya. Se ve mejor en ti.
Ella estaba sin camisa y sin el top, sólo de pantalón de vestir, tomando un short y una camisa para ponerse después.
Me encanta.
Ella entró al baño, dejando la puerta entreabierta detrás de ella. Volví a mi cuarto y sacándome la ropa, poniéndome la camisa que ahora era mía. Cepillé mis dientes y me miré en el espejo por algún rato, con la duda de si intentar seducirla o si dejarla descansar.
Sin llegar a una conclusión, tiré un poco de agua en mi cara y volví a su habitación. Las paredes y objetos giraban un poco a mí alrededor, lo que era causa del efecto de alcohol en mi organismo desacostumbrado, pero no me importó.
La puerta del cuarto del baño todavía estaba entreabierta. Me tomó una mezcla de sensaciones –un poco de curiosidad y mucho de promiscuidad –entonces sin ni siquiera darme cuenta, ya estaba dentro del enorme baño de azulejos blancos y negros.
Jeongyeon no notó mi presencia. Recordaba que la caja de la ducha era reflejado por dentro, haciendo que quien estuviera dentro de él no viera nada más que su propio reflejo, por eso sólo tuve que tener cuidado en no hacer ningún tipo de ruido.
Me senté inquieta en la tapa cerrada del inodoro, abrazando mis piernas mientras me encogía encima de él y apoyaba la barbilla en mis rodillas, por primera vez admirando a Jeongyeon de verdad.
Ella era hermosa. No hermosa del tipo "claro que dormiría con ella", pero sí del tipo "por favor, por favor, cógeme."
Todo en ella –cada músculo, cada rasgo, cada tatuaje –era milimétricamente perfecta, y el efecto del agua y del vapor en aquella escena, junto con el porcentaje de alcohol que paseaba por mi corriente sanguínea, hacía que pareciera un sueño.
Un sueño erótico.
¡Me encanta!
Observé cada movimiento, como si quisiera adorarlos.
Sus dedos paseaban en su cabello, sus manos jaboneando sus senos, espalda, vientre... descendiendo... Descendiendo más...
¡Dios!
El cuello, la línea de la mandíbula, los hombros, los brazos, las manos... estómago, espalda, muslos... ¡Qué infierno, hasta sus rodillas conseguían ser bonitas!
Y durante todo ese tiempo, permanecí quieta, inmóvil, sólo admirándola.
Sentí un dolor en la rodilla izquierda, así que me di cuenta de que me estaba mordiendo. Lo ignoré.
La ducha se cerró. Ese era el momento de levantarme a prisa y dar una de Nayeon, pisando el azulejo mojado por el vapor y darme con dientes en el lavabo. Pero por algún motivo obscuro, me mantuve allí, aún inmóvil, aún mordiendo mi rodilla, que comenzaría a sangrar en algún momento.
Jeongyeon abrió la puerta de la ducha para tomar la toalla del asegurador, encontrándose con una voyeur sentada en su inodoro hecha una imbécil.
—¡Opa!
Ella parecía sorprendida, pero no desesperada en cubrirse. Por otra parte, ella no se cubrió, simplemente tomando la tolla y secándose como si estuviera perfectamente sola. Eso significaba que yo todavía estaba viendo –y admirando –todo: cada hermoso y gloriosos centímetro.
¡Me encanta! ¡Deliciosa!
—¿Sabías que eso da cadena en alguno lugares del mundo? —Ella comenzó.
—Estamos a mano ahora.
Ella tardó un poco, pero finalmente pareció recordar la ocasión a la que me refería.
—No entré a tu cuarto de baño. —Habló, esbozando una sonrisa simple y dando dos pasos a mi dirección. — Saliste toda desnuda frescamente a la habitación sin prestar atención.
—Aún así... —Le respondí, viéndola dar algunos pasos más lentos.
—No. Lo que hiciste fue mucho peor. Ahora estoy en desventaja.
Ella dejó la frase suelta en el aire, como si no tuviera intención de explicar lo que quería decir. Tampoco quería entrar en explicaciones, porque ella estaba parada delante de mí, deliciosamente desnuda –que Dios la bendiga –todavía húmeda y caliente del baño ardiente recién tomado, y a la altura perfecta...
O ella estaba muy cansada y lenta, o yo era demasiado rápida.
Por impulso, sostuve fuertemente su polla, ya no muy relajada, y lo puse dentro de mi boca, sintiendo el perfume del jabón caro y la suavidad de su piel, aún no endurecida completamente.
Pero no tardó mucho tiempo hasta que ya no podía acomodarlo completamente dentro. Había crecido bastante, así que tuve que relajar la garganta para hacerlo entrar un poco más.
La toalla cayó al suelo a su lado, así que sentí que sus manos se posaron sobre mi cabeza suavemente.
La tiré más cerca de mí, agarrándola detrás, y en poco tiempo pude sentir sus piernas temblando más de lo que estaba acostumbrada a sentir. Recordé que eso debía ser consecuencia de su cansancio, pero sólo pude torcer para que ella se mantuviera de pie, porque no iba a parar.
No quería parar.
Incluso luchando para controlarse, los movimientos de Jeongyeon se fueron haciendo cada vez más bruscos, ahora embistiendo ella misma contra mi boca. Sus dedos aún sostenían mi cabello de forma gentil, dejando claro que ella no quería hacerme daño.
Levanté la cara, mirándola por primera vez. Ella me miraba con más intensidad que nunca, y en el momento en que sus ojos se encontraron con los míos, sentí unas ganas insanas de besarla.
—¿Vas a quitarte esa camisa o quieres que la rasgue?
De hecho, yo quería que la rasgara.
El alcohol realmente me convertía en una depravada.
Ignoré el fuego que me consumía ahora con más fuerza, y tratando de acelerar las cosas antes de que ella cambiara de idea me aparté un poco y empecé a desabrochar mi camisa. Quería hacer eso rápido, pero como estaba un poco tonta y nerviosa, mis dedos sólo consiguieron deshacerse del primer botón después de un rato.
Fui rescatada por Jeongyeon en cuestión de segundos. Obviamente viendo mi estado deplorable, ella me levantó y trabajó en los botones con una rapidez fantástica, desorientándome con un beso intenso y mojado. Cerré los ojos, dejando que ella terminara el trabajo y simplemente acabara conmigo.
—¿Debo tener en consideración tu estado alterado y detenerme aquí? —Ella preguntó jadeante en mi oído, y todo lo que podía sentir eran sus manos paseando por mi cuerpo de forma hambrienta.
—¡Si no me follas ahora, juro que te castro con los dientes mientras duermes!
Ella soltó una carcajada sonora y obligó a mis piernas a entrelazarse en sus caderas.
Al segundo siguiente, ya estábamos dentro de la ducha.
Jeongyeon me sentó en el banco de mármol que había allí, siguiendo toda la longitud de la pared lateral, y se arrodilló delante de mí mientras dejaba sus manos deslizarse por mis muslos.
—¿Quieres saber cómo fue mi día de hoy?
No quería saberlo. Por más que adorara oírla conversando banalidades conmigo, por más que me importara ella, en aquel momento yo sólo quería que cerrara la boca y se metiera dentro de mí con todo.
Pero no respondí, entonces ella continuó.
—Mi día fue difícil. —Ella habló, y entonces me besó de nuevo. — Tuve que hacer mucha fuerza para no ir con Jihyo a verte. —Otro beso. — Y acabé saliendo más temprano de la empresa de lo que quería, porque estaba ansiosa por verte, así que tuve que esperar hasta que decidieras bajar. —Lamía mi cuello. _—Y todo porque no pude parar de pensar en este coñito lindo que tienes entre las piernas. —Ella se detuvo en mis senos. — Y en tu sabor. —Mordidas en mi vientre.
Yo ya jadeaba como si me ahogara en mi propio deseo, agarrada a los cabellos mojados de Jeongyeon y resbalando por el azulejo mojado como miel.
—¿Sabes lo que pienso? —Ella habló finalmente sentándose en sus talones y abriendo con fuerza mis piernas. — Creo que voy a necesitar hacer eso todos los días, para que no sientas más vergüenza de mí.
Eso, Yoo Jeongyeon. Acaba conmigo de una vez.
Su lengua caliente me invadió de repente, y solté un gemido de placer que se volvió aún más alto por el eco del baño.
Ella me tomó por las caderas con fuerza y me tiró más cerca de sí, posicionando estratégicamente mis pies en sus hombros.
Estaba tratando de controlarme, porque sabía que en el momento en que bajara la guardia, mi orgasmo llegaría. Por eso, la idea de mirar a Jeongyeon no fue nada inteligente.
A cada lamida que daba, demoraba un poco parada mirándome como una leona mira a un jabalí fresco sazonado con barbacoa, una sonrisa torcida asesina en los labios y el contentamiento de un niño de diez años al darse cuenta de que podía volar.
Ella estaba tan compenetrada que no notó cuando mordió mi clítoris con más fuerza de lo que debía, provocando un pequeño y momentáneo dolor.
—¡Ay! —La alejé, dando un tirón rápido y violento en su cabello para alejar su cara de mí. ¡No hagas eso!
Sólo entonces noté que había sido ruda, y de nuevo culpé al alcohol por mi comportamiento no habitual.
Jeongyeon pareció un poco sorprendida por la forma en que hablé y con la agresión física, pero sus ojos parecían brillar con algo.
—Lo siento... —Ella dio un beso simple y lindo en donde me había hecho daño, todavía mirándome a los ojos. — ¿Qué quieres que haga?
—Que me chupes bien.
La respuesta salió objetiva, otra vez ruda y dictada. Sus ojos brillaron más, su semblante casi se convirtió en una sonrisa.
En el segundo siguiente, ella me tocó nuevamente con la punta de su lengua, probando con cuidado los puntos donde reaccionaba más a sus estímulos.
—¿Así está bien?
¿Había perdido algún detalle o a Jeongyeon realmente parecía gustarle que la mandara?
—Más fuerte.
Ella obedeció inmediatamente, presionando con más fuerza su lengua contra mi entrada y arranco gemidos de mi garganta.
Por algún tiempo, me dejé aprovechar aquella sensación –probablemente la mejor sensación del mundo –pero cuando sentía que mi orgasmo se acercaba, la interrumpí.
—¡Para!
Ella se detuvo, apoyando el rostro en uno de mis muslos y mirándome como si esperara la próxima instrucción. Trabajé un poco mi respiración, haciéndola menos inconstante, entonces hablé otra vez.
—Sube aquí.
Ella se levantó rápidamente de sus rodillas tan pronto como sacó mis piernas de sus hombros y las colocó con delicadeza en el suelo.
Su rostro quedó casi a la misma altura que el mío ahora, su cuerpo inclinado hacia mí y su boca muy cerca de mí mientras sus ojos me miraban con sumisión y amor, su polla increíblemente dura para quien no estaba siendo estimulada de ninguna manera.
Ahora bien. Entonces a la poderosa Jeongyeon también le gustaba ser dominada.
Bien, mi querida. Puedo pasar mi vida entera dominándote.
Suspiré, sintiendo todo el poder del vino en la cabeza mientras miraba dentro de sus ojos marrones, ahora oscuros. Esperé, no por falta de coraje en decir lo que iba a decir, sino porque quería esperar el momento adecuado. Cuando finalmente llegó, ordené en un tono de voz suave y bajo.
—Fóllame de una vez.
Al segundo siguiente, estaba en su regazo, de rodillas en el banco mojado, ella sentada donde estaba antes.
Me agarré a su cuello para no caer, porque el movimiento rápido me puso más tonta, pero no tenía nada que temer, porque sus brazos me prendieron en la conocida jaula que ella hacía a mí alrededor cuando estábamos en esa posición.
Fui golpeada por un beso invasivo, violento, e incluso quedando un poco perdida, correspondido.
Me sentí ser mínimamente erguida para luego encajar en el cuerpo de ella, centímetro por centímetro, de forma perfecta, y de repente mi noche se convirtió en un pequeño paraíso.
Necesitaba inventar nuevas palabras para poder expresar la forma en que me sentía con ella, como la quería. O no, no necesitaba explicar nada.
El hecho era que yo la quería tanto, tanto de lo que jamás pensé querer a alguien, que mi sanidad mental tarde o temprano sería afectada de alguna forma.
No podía perderla. Era más serio de lo que parecía ser.
¿Puedes sentir cuánto te amo? ¿Puedes sentir cuanto te necesito? No desaparezcas de mi vida de nuevo, por favor.
Por favor...
—Nayeonni.
Abrí los ojos otra vez y encontré su nariz apoyada en la mía. Ella me miraba como si quisiera hacerme sentir, pedazo por pedazo, todo el cariño y pasión que tenía por mí.
Llevé mi mano derecha a su cara, recorriendo la línea de la mandíbula y tratando de contener los saltos que sus embestidas hacían dentro de mí. Ella cerró los ojos con mi tacto y me besó otra vez, un beso lento y apasionado, sin ser interrumpido ni siquiera cuando ella volvió a hablar.
—Mía.
Yo era de ella. ¿De quién más sería? No tenía como contestar aquello, y tampoco había necesidad. A pesar de que prácticamente había salido en un susurro, el tono de voz acusaba que aquello no había sido una pregunta o una petición de confirmación. Era una verdad, un hecho ya aceptado tanto por ella y por mí.
Estábamos de acuerdo, y eso bastaba.
Jeongyeon comenzó un terremoto donde nuestros cuerpos estaban conectados, metiéndose en mí con tanta fuerza que algo dentro terminaría lastimada. Entonces me sentí ser apretada por sus brazos con tanta fuerza que llegué a temer por mis costillas. Pero no sentí dolor porque ella había, una vez más, tocado en un lugar mágico cercano a mi útero.
Gemí alto, sin miedo de ser feliz, probablemente reproduciendo con perfección el audio de una película porno amateur.
Sorprendentemente, pareció excitarse con lo que, para mí, parecían ser agravios agudos, y aunque no podía entender, me alegró saber que todas mis extrañeces le gustaban.
El orgasmo llegó pronto, porque Jeongyeon había logrado la proeza de tocar con exactitud y de forma repetida el pequeño punto-paraíso que dejaba mi cuerpo en ebullición. Mi deseo era gritar palabras sucias, pero no lo hice porque parecería vulgar. Así que, cuando la ola de calor recorrió mi cuerpo en una explosión de sensaciones, suspiré la única cosa que parecía caber en el momento.
—Tuya.
No sabría decir si lo había escuchado, porque podía sentir su estado de torpor, volviendo de su propio orgasmo.
Acaricié su cabello con los dedos, masajeando levemente su cuero cabelludo que probablemente dolía por los tirones que daba.
Enterré la cara en su cuello y por allí me quede, sintiendo los latidos de su corazón ralentizar lentamente contra mi pecho y su respiración llegar a ser más tranquila.
El silencio era bueno, sobre todo cuando estaba cerca de mí. Principalmente cuando me estaba abrazando, acariciando con las manos extendidas mi espalda, respirando en la piel sensible de mi cuello.
Estaba tan tranquila que el sueño empezaba a formarse dentro de mí cabeza, cuando la sentí levantarme todavía en su regazo.
Jeongyeon encendió la ducha, pero no me moví. Agarrada a ella como un bebé koala, dejé que el agua tibia se deslizara por mi espalda, despertándome un poco. Cuando finalmente bañarse se volvió una tarea muy complicada en la posición en que nos encontrábamos, me obligó a soltarla.
Ninguna de las dos habló. El silencio aún agradable, como si la primera palabra que se dijera rompería la sensación de romance y magia que flotaba sobre nuestras cabezas. Ella me secó otra vez, entonces me pregunté si parecía ser incapaz de hacer eso por mí misma. Pero no me quejé, porque tenerla mimándome era algo por lo que sabía que muchas mujeres morirían.
Nos vestimos rápidamente. Intentaba no mirarla, no sabía si ella me estaba observando o no. Salí sin avisar, rumbo a mi habitación para tomar unas bragas y una bata para la noche fría.
Cuando volví, la encontré desparramada en la cama bocarriba, entre cojines y varias capas de sábana, edredón y manta. Me sentí inmediatamente culpable, odiando mi egoísmo y falta de cuidado por no pensar en el cansancio que ella sentía.
Escalé la montaña de sábanas y cojines, tratando de no hacer que el colchón se moviera mucho, lo que fue una tarea difícil ya que dormir en la cama de Jeongyeon era casi como dormir encima de una gelatina gigante.
Me senté con cuidado a su lado y me quedé observando por un tiempo su expresión serena, con los ojos cerrados y la respiración tranquila.
Como si no fuera suficientemente mi cara de idiota, ella abrió uno de sus ojos, manteniendo el otro cerrado, espiando para comprobar si yo todavía estaba viva, y cerrándolo en el momento en que me vio.
—Todavía estoy durmiendo. Me puedes besar. Sé que lo harías.
Sonreí con sinceridad y, como una debilidad tuve ganas de apretarla hasta que sus ojos saltara de orbitas por ser tan increíblemente tierna.
Sin responder, me incliné más cerca de ella y la besé suavemente en la comisura de la boca.
—Esperaba lengua y mordidas, pero puedo contentarme con eso.
Tonta.
Pero sexy.
—Duerme. Ya tomé mucho de tu descanso.
—No fue ningún sacrificio. Si quieres, puedes abusar sexualmente de mí mientras duermo.
—Voy a pensar en eso.
—No te vas a escapar, ¿Verdad?
Sonreí otra vez.
—No.
—Que bien.
Al decir eso, Jeongyeon me giró en la cama y me abrazó en nuestra conocida –y preferida –posición de cuchara. Mi sueño ahora ya me tomaba rápidamente, así que me deje llevar una vez más por la sensación de tenerla allí conmigo, y me permití relajarme.
Antes de empezar a soñar, sin embargo, pude oír una voz distante y conocida, con el característico tono juguetón, pero que tenía allí su fondo de verdad.
—Recuérdame ofrecerte más vino.
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