11
Nayeon POV.
Caminaba entre una gran cantidad de personas, todos hombres. Intentando no chocar con nadie, mi cuerpo desviaba bultos que pasaban, todos yendo a la dirección opuesta a la mía. Mi cabeza se mantenía baja, mis ojos en el suelo, y fue cuando los levanté por primera vez que noté: Todos ellos me miraron.
No sabía dónde estaba. Inmediatamente, desvié de nuevo los ojos hacia abajo, y por algún motivo me di cuenta de que Jeongyeon caminaba a mi lado.
Sentí un alivio liberador con su presencia, pero fue cuando nuestras manos se tocaron accidentalmente que ella habló.
—Aquí no.
La miré, llena de dudas. Jeongyeon seguía mirando hacia adelante, imponente, caminando de forma segura. Entonces, como un choque, me di cuenta de lo que estaba pasando: Ella sentía vergüenza de mí.
Vergüenza de verme como alguien que debería estar a su lado. Vergüenza de que todos ellos, que caminaban contras nosotras, pensarían si nos veían de la mano.
Jeongyeon sentía vergüenza de ser vista con una puta.
—Nayeonni...
Bajé la cabeza, no pudiendo mirarla. No consiguiendo formular una frase siquiera porque una tristeza inmensa me callaba.
Y entonces, estaba sola otra vez.
—Nayeonni...
Estaba sola. No me amaba. Y yo lo sabía.
—Nayeonni... Despierta...
De repente, todo lo que podía ver era su rostro, un poco lejos, pero sus ojos chocolates muy cerca. Fui volviendo a la realidad lentamente, su presencia formándose delante de mí.
Después de un momento breve, conseguí ubicarme, y allí estaba yo, de vuelta en el cuarto de Jeongyeon, acostada en su cama, cubierta por muchas sábanas enrolladas. Ella estaba arrodillada, arreglada y perfumada con un tipo de blazer gris oscuro, muy cerca de mi cara. Pero cerca de lo necesario.
—Siento despertarte tan temprano. Es que tengo que ir a trabajar.
Parpadee algunas veces, aturdida por el sueño, pero con un alivio inmenso por estar fuera de mi pesadilla. ¿Qué horas debían ser?
—Y tendrás que quedarte aquí... Sola.
Ella no quitó los ojos de mí. También no se movió un centímetro sin tocarme. Pero podía ver que algo le molestaba.
—¿Te vas a quedar? ¿Prometes que no te irás?
Miedo.
De nuevo, ella tenía miedo de que la dejara. De nuevo, ella consideraba esa posibilidad, y me pregunté porque estaba comenzando a olvidarme de eso.
—Me quedo.
Ella continuó mirándome, como quien quisiera buscar en mis palabras alguna pista de que aquello era mentira. Parpadee algunas veces para hacer mi mirada más firme, hasta que finalmente pareció creerme.
—Esta casa es tuya, ¿Está bien?
No respondí, pero no pareció molestarle.
—Dejé el número de mi móvil anotado, está encima del mueble de la habitación de huéspedes. Cualquier cosa que quieras, llámame. Y siéntete a gusto. Voy a estar de vuelta por la noche.
—Está bien. —Respondí, mirando directamente a sus ojos.
Permanecimos en silencio por un buen tiempo, y por primera vez en mucho tiempo aquel silencio no era incómodo. No era un silencio cargado de desconfianzas, secretos o preguntas calladas. Era sólo aquello.
Como si fuera la actitud más natural del mundo, Jeongyeon se inclinó un poco hacia abajo y me besó suavemente en los labios. Podría haber protestado por haber acabado de levantarme, pero me dejé llevar por la sensación de tener sus labios tocando con tanta suavidad los míos, era un acto sencillo, pero con un significado tan grande que hizo que los latidos de mi corazón perdieran el ritmo.
—Hasta luego.
—Hmmm... —Fue mi respuesta.
Ella salió, dejándome sola en aquel inmenso cuarto, y me quedé allí, completamente derretida y enamorada de ella.
Mierda.
Estuve un largo tiempo estirándome y ronroneando como un gato en las sábanas suaves, no sabiendo si quería sentir el olor de su cuerpo allí o el olor del perfume que ahora estaba invadiendo el aire. Pero cualquiera de los olores me daba escalofríos, así que no me importaba.
Como pasar horas pensando en las noches que tenía con Jeongyeon parecía ser ahora mi más reciente manía, fue lo que hice. Recordé sus besos, sus toques, de su evidente descontrol cuando entré a su cuarto. Nunca entendí exactamente el motivo de toda aquella fijación por el perfume de mi crema, pero no podría haberme quedado más claro que aquello le hacía perder la cabeza.
Sonreí con el recuerdo de tenerla tan sumisa a mí, tan entregada e impotente. De alguna manera, verla de esa manera hacía que le creyera, incluso por un momento, que ella realmente me amaba, y que todo aquello no era fruto de un disturbio de desorden de personalidad o sentimiento de culpa por parte de ella. Tenerla de esa forma hacía parecer que realmente me amaba, que era mía.
Como para fortalecer mi esperanza, pensé en el hecho de haber tenido sexo sin condón. Eso debía significar algo. Tal vez no mucho, pero algo, cualquier cosa, debería significar. Era como si no tuviera miedo de estar conmigo, aun sabiendo de mi pasado. Era como si pudiera aceptarlo. Como si, al final de cuentas, valiera la pena arriesgarse.
¿Realmente me amaba más de lo que pensaba?
No seas idiota. Si tener sexo sin condón significara amor, no existirían tantas madres solteras en el mundo.
Mi racionalidad. Siempre estropeando mis momentos de alegría y esperanza.
El reloj del mueble marcaba las 06:45, lo que creía que era demasiado pronto para levantarme. Por eso, decidí acomodarme más en las almohadillas blandas y dejarme ser llevada por el sueño otra vez.
***
Me desperté una hora después y agradecí a los cielos por no haber tenido una nueva pesadilla. Me acurruqué un poco en la cama, agarrada a su almohada, y entonces me quedé estática y atenta al oír la puerta de la habitación ser tocada.
Jeongyeon había dicho que sólo volvería en la noche, pero de todos modos no tendría sentido que estuviera de vuelta una hora después de haber salido.
Oí pasos de un lado a otro, y cuando finalmente me convencí de que no había como identificar a la persona que acababa de entrar al apartamento, me levanté de un salto de la cama y, notando que estaba desnuda, corrí al armario, buscando alguna pieza que me sirviera.
Todo lo que encontré fueron camisas de vestir, y me pregunté dónde infierno estarían sus enormes y largas batas o incluso sus blusas normales. Estaba en el armario, tratando de mover lo menos posible en sus cosas, pero fue cuando los pasos empezaron a acercarse a mí que el pánico me tomó y me vi obligada a ponerme la primera camisa de vestir a mi alcance. Una pieza azul bebé muy suave y perfumado con su olor.
Salí del enorme closet y me encontré con una señora que entraba a la habitación sin ceremonias. Me pregunté si había despertado en la casa correcta, y si sí, porque Jeongyeon no había mencionado la existencia de una señora bajita y gordita en su vida, fuese quien fuese.
—¡Dios, lo siento! ¡Pensé que no había nadie aquí! —Ella comenzó, disculpándose con una mirada apenada. — La Sra. Yoo no había traído a nadie aquí desde hace tiempo... Lo siento...
Seguí adelante, mirándola completamente confusa pero feliz de sentir que la prenda que usaba cubría todas las partes de mi cuerpo que no debería ver.
—Pero tienes que irte ahora, querida. —Ella continuó, con una expresión dulce y comprensiva. — Usted sabe... Tal vez ella te llame para que salgan juntas otra vez...
Estaba tan confusa que, después de eso, probablemente me habría ido, pero no lo hice por el hecho de que, en realidad, no tenía a donde ir. Pero, ¿Cómo explicarle esto?
—Ah... Creo... Yo vivo aquí...
Su mirada pareció aclararse, con los ojos tan abiertos que parecían que podían saltar fuera de sus órbitas.
—¡Ay mi Dios, lo siento señorita! No lo sabía... Soy una idiota, no debería... Lo siento, pensé que usted era una más... Pero por supuesto que es especial... Usted es su novia.
¿Ella pensó que era "una más"? ¿Una más qué? ¿Qué pasa con la parte de "ser su novia"?
Bueno, no sabía cómo responder a eso, así que estaba agradecida porque no haya sido una pregunta, sino una afirmación.
—Voy a dejarla estar cómoda. Lo siento...
Ella comenzó a salir, todavía gruñendo bajo para sí misma cosas como "idiota" y otros insultos, pero la interrumpí.
—Está bien... ¿Cuál es su nombre?
—Me llamo Guadalupe. —Ella habló, aún pareciendo muy arrepentida. — Vengo a arreglar el apartamento de la señora. Quisiera que ella me hubiera avisado... No habría hablado de esa for...
—Está bien, Guadalupe. Me llamo Nayeon, pero me puedes llamar Shasha.
—Mucho gusto.
Sonreí a la mujer de mediana edad, y ella retribuyó la sonrisa.
Sentí una enorme gratitud por no mirarme como quien estaba juzgando o analizándome, lo que hizo que mi simpatía por ella fuera inmediata.
—Voy a salir para que pueda arreglarse. Lo siento por invadir la habitación, es que realmente no tenía idea...
—Está todo bien. Gracias.
Guadalupe finalmente se retiró, dejándome sola otra vez. Convencida de hacer que la situación fuera lo más normal posible, respiré hondo y me fui a la habitación de huéspedes.
Al entrar al baño, no encontré mi cepillo de dientes y la toalla que estaba usando durante esos días. Intrigada, busqué en las bolsas y maletas, pero tampoco estaban guardadas.
¿Jeongyeon había movido mis cosas mientras estaba durmiendo?
Volví a su cuarto, y cuando vi, en el baño, mi toalla blanca extendida en el asegurador, justo al lado de la negra de ella. Mi cepillo de dientes, inconfundible por su color rosa fluorescente, guardado al lado del suyo en el porta cepillos. Miré durante algún tiempo, permitiéndome sentir una pequeña sensación de alegría por todo ese significado, y fui al mirarme en el espejo, aún distraída, vi mi propio reflejo sonriéndome.
Hacía tanto tiempo que eso no sucedía que me asusté momentáneamente con la imagen.
Otra vez, me distraje pensando en el hecho de que Jeongyeon podía ser el motivo de mi más profunda tristeza, y al mismo tiempo la cura para ella. Sabía la respuesta de ese rompecabezas, al final no era tonta, pero no dejaba de estar curiosa y, más que eso, un poco aterrada, de llegar a la conclusión de que ella simplemente era demasiado importante.
Cepillé mis dientes, tomé un buen baño, me arreglé, peiné mi cabello, todo eso sin dejar de pensar en ella o recordando los momentos de la noche anterior. Quizá no importara cuántas veces estuviéramos juntas, la mañana siguiente siempre estará llena con los recuerdos de lo que sucedió entre nosotras, y la sensación de que ella no me dejaría tan pronto.
Pero no era como si me quejara.
Salí del baño y sentí un viento excepcionalmente frío. Corrí hasta mi cuarto y saqué rápidamente de la maleta de "apropiado" un pantalón, calcetines, medias gruesas, dos blusas y una chaqueta de lana.
Pasé mi crema en puntos estratégicos, me puse las prendas y levanté un poco el cuello para ocultar algunos hematomas aún visibles en mi cuello. Dejé la camisa de Jeongyeon colgada detrás de la puerta y finalmente caminé hacia la cocina.
Guadalupe ya había preparado algunas cosas para nuestro desayuno. Me sentí feliz de sentarme en la mesa con ella y mantener una conversación agradable. Le escondí los detalles que deberían mantenerse ocultos, pero la mayor parte del tiempo fui yo quien hizo las preguntas.
—Entonces, ¿Trabajas aquí desde hace mucho tiempo? —Comencé, dando un último trago a mi café.
—Hace tres años. Vengo las quincenas para arreglar la casa.
—Me pareció extraño porque no menciono nada...
—Sí, la señora Yoo tampoco me informó de su presencia aquí. —Ella habló avergonzada, poniéndose roja al recordar lo que había pasado algunos minutos atrás. — Pero no la culpo. Ella andaba media perturbada últimamente, sabe. Fuera de eje.
—¿Fuera de eje?
—Sí... Al principio, cuando ella se quedaba todo el día acostada, pensé que era perezosa. Pero no volvió a trabajar, y tampoco comía bien. En realidad, no hacía mucho más que mirar el techo. Cuando oí una conversación de la señora Yoo con su secretaria, entendí que todo no pasaba de un amor no correspondido.
Guadalupe puntuó la frase y me miró interrogativamente, pero no dijo nada. Sentí un pequeño escalofrío en el estómago, el impulso de romper el silencio me tomaba poco a poco, incluso sin estar segura de lo que estaba a punto de decir.
—Sí... No sé... Puede que tenga algo que ver con eso, pero...
Ella pareció repentinamente eléctrica en su silla, mirándome con más brillo que nunca.
—¿Sabes? Creo que es bueno que alguien como usted haya aparecido y la haya hecho sosegar. No es que la señora Yoo no fuese una buena persona, pero... Sabe... Hay un momento en la vida en que una persona tiene que madurar en ciertos asuntos...
—¿Ella no era madura en ciertos asuntos?
—Bueno... —Ella comenzó, arrepentida de haber tocado el tema. — La señora Yoo es una mujer muy bonita y rica, y también "especial". Por supuesto que sabe lo fácil que son ciertas cosas para ella.
—Lo imagino.
—Ella nunca se enamoró de nadie. Siento decir eso, pero creo que no debe ser secreto... Ella traía a muchas chicas aquí.
—Hmm... —Murmuré, sintiendo mi cara comenzar a calentarse de forma desagradable y una rabia irracional tomarme lentamente.
—Era horrible, tenía que deshacerme de pobres desconocidas por la mañana. Algunas entendían, creo que querían lo mismo que ella. Pero otras parecían realmente tristes.
—Ya veo...
—Pero entonces, por lo visto, usted apareció, y ella paró con... Bueno, con esa pésima manía. La Sra. Yoo nunca más trajo a nadie aquí mientras estaba de esa manera. En realidad, se detuvo con eso hasta un poco antes, lo que me extraño. Sólo que después vino la depresión. Me acostumbré a no encontrar a nadie en la habitación. Por eso entré de esa forma hoy, y lamento eso.
—¿Es por eso que usted dijo que creía que era "una más"? Una más de las... —Una de las mujeres desechables de Jeongyeon.
Eso era lo que pasaba por mi cabeza, pero no tuve coraje de decirlo.
—Sí. Pero no hay como negar que usted es diferente. Sólo la vi estar casi de la misma forma hace algún tiempo, cuando una aprovechadora barata la traiciono. Sin embargo, digo "casi" porque esta vez se puso peor. Y si me permite dar mi opinión, teniendo en cuenta todo lo que vi con la señora Jeongyeon pasar esta vez, creo que usted la tiene en sus manos.
Pensé en sus palabras, ¿Cómo era posible que Jeongyeon se hubiese puesto peor por mí que en la época de su ruptura con la "aprovechadora barata" que sabía era Beatrice?
Hasta donde yo sabía, esa había sido la única mujer suficientemente importante para conseguir afectarla de alguna forma. Además, ¿Cómo podría tenerla en las manos ya que, como suponía, Jeongyeon podría escoger a cualquier mujer del planeta? ¿Por qué justamente yo sería su elección?
¿Por qué parecía tan difícil de creer?
Tal vez porque, a diferencia de lo que Guadalupe pensaba, los papeles de aquella historia estaban invertidos: Era Jeongyeon quien me tenía en sus manos.
La miré por un momento, imaginando si su actitud conmigo cambiaria si decidiera contarle la cantidad de personas con las que yo había estado. Llegué a la obvia conclusión de que Guadalupe nunca más miraría mi cara.
—No... No es sano. —Hablé antes de que pudiera impedir que las palabras salieran de mi boca, pero afortunadamente no entendió el verdadero significado.
Me di cuenta de que me miraba, entonces sonreí de forma sencilla, sólo para pasar la impresión de que estaba bien. La mujer sonrió de nuevo, analizándome.
—Pareces una buena chica. Mi intuición dice que van a estar bien.
Trabajando durante tres años allí, era de imaginar que Guadalupe conocía a Jeongyeon, aunque poco. Por eso, nuevamente tomada por una ola de optimismo y ninguna racionalidad, me dejé llevar por el pensamiento de que ella podría estar segura cuando dijo que era especial, y que también había acertado en mi futuro con Jeongyeon. Tal vez porque quisiera aferrarme desesperadamente a cualquier situación, incluso imaginaria, en la que ella también me amaba. Tal vez porque estaba cansada de prohibirme a mí misma de creer en un posible romance entre nosotras.
Tal vez, al menos momentáneamente, sería mejor creer que podríamos estar juntas. Porque entregarme a ese pensamientos disminuía un poco la angustia que martillaba en mi pecho durante todo aquel tiempo.
—Espero que sí.
Quería decir que intentaría con todas mis fuerzas hacerla feliz, si ella quisiera, y quería que supiera lo mucho que amaba a Jeongyeon. Pero sabía que no podía dejar todo eso claro, así que terminé la conversación con otra sonrisa sincera, esperando que Guadalupe pudiera ver, a través de mis ojos, que hacer que estuviéramos bien era todo lo que quería.
***
Mi día fue mejor de lo que pensaba. La compañía de Guadalupe hizo que me sintiera animada como no me sentía hace mucho tiempo. Mientras ella arreglaba y limpiaba la casa –que, tuve que confesar, no veía necesidad, ya que todo parecía en su lugar –hablamos sobre todo tipo de banalidades. A medida que mi tiempo era no estar ocupada con absolutamente nada más charlar con mi más reciente amiga, decidí ayudarla con la limpieza, incluso bajo una lluvia de quejas y "¡No es necesario, señorita!"
El almuerzo fue preparado por ella. No por voluntad mía, sino porque Guadalupe casi me amenazó de muerte cuando hice mención de llegar cerca de la estufa. Sin embargo, me quedé contenta con el aire leve y despreocupado que nuestra amistad tomaba en tan poco tiempo.
Me tranquilicé cuando mi oferta para cambiar las sábanas fue aceptada. No es que hubiera algo allí, pero alguna parte irracional en mí me hacía sentir incomoda en dejarla estar tan cerca de las evidencias invisibles de algunas noches sin pudor entre Jeongyeon y yo
Por supuesto que ella sabía lo que ocurría, pero aún así, no necesitaba ser explicito.
Gracias a ella, pude conocer el resto de la casa, aún inexplorado por mí hasta entonces.
Descubrí un espacio acogedor que quedaba justo después de mi habitación, con sofás cómodos de cuero negro y una enorme televisión, equipada con un sistema de sonido envidiable. Más al fondo, un poco escondida, se encontraba una discreta biblioteca, de apariencia más clásica que el resto de la casa, en todo de madera con cortinas clara y una chimenea centra imponente. En el caso de que se trate de un tipo de bodega, aunque lo dudaba, se encontraban botellas de whisky de diferentes años, protegidas de la temperatura baja del lugar por una división especifica.
Para mi total sorpresa, encontré un área al fondo del apartamento que daba a una hermosa piscina de tamaño medio en el suelo claro, y dividía espacio con una ducha en la pared, y también tenía una pequeña sauna.
—La señora Jeongyeon nunca viene aquí.
Me pregunté el motivo, ya que el lugar parecía extremadamente relajante. Como respuesta, Guadalupe dejó clara su disposición a limpiar aquella parte que tenía esperanzas que ahora sería debidamente aprovechada.
Mi cabeza fue invadida otra vez por diferentes combinaciones de pensamientos extremadamente inapropiados de nosotras dos allí, y entonces me pregunté cuando fue que yo había comenzado a desarrollar la confraternidad manía de pensar en sexo a cada inocente mención de nosotras juntas y solas.
Guadalupe terminó su trabajo cerca de las 19h, y me quedé un poco desanimada con la idea de verla irse, dejándome allí sola. Estaba empezando a extrañar hablar con alguien sin preocupaciones, como ahora podía notar (Jeongyeon no contaba, porque no hablábamos). Todo lo que hacíamos era escoger media docenas de palabras para mantener lo mínimamente necesario de comunicación. Además su presencia allí hacía que no tuviera como pensar en cosas malas que últimamente pasaban. Ella ocupaba mi cabeza con asuntos simples y distractivos.
—¿No vas a esperar a que Jeongyeon llegue para que le pague? —Pregunté, esperanzada con la posibilidad de hacerla quedarse un poco más.
—Ella lo deposita en mi cuenta.
—Ah.
Abrí la puerta para ella, sintiendo mi desanimo comenzar a dar señales en mi vida otra vez.
—Como no voy a verla por algún tiempo, espero que tenga una Feliz Navidad.
—¿Cómo? —Le pregunté, un poco confusa.
—Que tenga una Feliz Navidad. —Ella repitió pensando que no había escuchado.
Pero yo había escuchado muy bien. El problema fue que no pude ser capaz de procesar la información.
¿Por qué estaba hablando de Navidad? ¿En qué fecha estábamos, después de todo?
—¿Qué día es hoy? —Finalmente pregunté, después de algún tiempo en silencio.
—21 de diciembre.
Volví a mi silencio mórbido, dejando ese pedazo de información escurrir como un caldera caliente de pánico de mi cabeza a mis pies.
—¿Está bien, señorita?
Tosí algunas veces, tratando de traer de vuelta mi voz.
—Si claro. Feliz Navidad para ti también, Guadalupe.
Ella continuaba desconfiada de mi reacción extraña, pero finalmente se dio por vencida y tomó el ascensor, haciendo que me convirtiera en la única persona en aquel piso.
Cerré la puerta, tratando de abarcar todas las responsabilidades y el tamaño de los problemas.
En primer lugar, necesitaba comprar un regalo. Y si fuera a tener en cuenta lo que Jeongyeon me había dado, por decir lo menos, una casa de regalo, ese nivel sería difícil de alcanzar.
En segundo lugar, necesitaba saber si pasaríamos Navidad juntas. Por lo que yo sabía, ella tenía familia. En algún lugar del planeta. Era de esperar que haría que todo se volviera un poco más complicado para mí: Si ella se fuera y me dejara aquí, lo que yo creía más probable, las cosas quedarían aun más confusas dentro de mi cabeza ya perturbada. Si me llevara con ella, yo entraría en algún tipo de crisis de pánico.
Tercero, necesitaría la ayuda de Jihyo para resolver esas preguntas.
Respiré profundamente, tratando de oxigenar lo más posible mi cerebro, y aún con la mano en la manija, cerré la puerta. Estuve algún tiempo tratando de entender cómo era posible quedarse ajena a la Navidad, pero después de todo, al recordar todo lo que había en los últimos tres meses, ya no me sorprendía estar completamente perdida.
Y de repente, el frío invernal de la época navideña comenzó a tener sentido.
Decidí que hablaría con Jihyo al día siguiente, de alguna manera. Por desgracia, esto implicaría que Jeongyeon se enterara de ello, ya que no había cómo tener contacto con Jihyo sin su intermedio, pero me imaginaba que, una vez que dejara en claro que el asunto entre nosotras era particular, no insistiría en saber de qué se trataba.
Como no tenía mucho más que hacer, y cómo preocuparse por esas cosas no adelantaría nada, aunque no podía dejar de lado la preocupación, decidí ocuparme de cosas pequeñas y aleatorias hasta el momento en que ya no estuviera más sola.
Hice una búsqueda en mis maletas por el cargador de mi celular, hace meses olvidado sin batería. Cuando finalmente logré conectarlo, fui bombardeada por miles de mensajes en el buzón y llamadas perdidas.
Sin mucho interés, lo dejé encima de la cama sin preguntarme de quién eran las llamadas.
Me permití encender el calentador de la habitación y del cuarto de Jeongyeon, ya que la noche había traído un frío aún más intenso.
Tomé un baño caliente e ignorando el escalofrío que recorrió mi espina dorsal al salir del baño, me puse su camisa que aún estaba colgada detrás de la puerta de la habitación.
Me fui a mi nueva parte preferida del apartamento, encontrando el interruptor y encendiendo las luces dentro y alrededor de la piscina.
No era demasiado, ni menos: La iluminación y la sensación que pasaba allí eran simplemente perfectos.
Toqué la superficie helada ligeramente con los dedos, revolviendo un poco el agua, y me senté en una de las sillas de madera, mirando los azulejos iluminados y las ondulaciones en la superficie.
Me senté en la silla y respiré profundamente. Para mi alegría, las cosas parecían estar gradualmente más fáciles. El motivo no lo sabía, pero, a diferencia de antes, mi cabeza no trabaja frenéticamente en busca de respuestas.
Es como si el agotamiento mental por el cual estaba pasando estuviera siendo reemplazado por algún tipo de aceptación, y aunque eso pudiera acabar lastimándome en cualquier momento, la sensación de calma hacía que no necesitara remover los pedazos del pasado o dudas de lo que sería el futuro a partir de ahora.
El tiempo que estuve allí fue incierto. Aunque el día fue cansado ayudando a Guadalupe con la casa, no estaba cansada. Por eso, me mantenía despierta, incluso con el ambiente relajante. No sabía qué horas eran, y no quería saber, porque eso implicaría relacionar inmediatamente las agujas del reloj con la llegada de Jeongyeon, transformando mi paz momentánea en ansiedad.
Oí un ruido muy bajo, lo que imaginaba sería la puerta de la sala. Mi corazón, como de costumbre, empezó a saltar frenéticamente en mi pecho, pero me mantuve inmóvil, intentando con tanta fuerza estar tranquila que dejaría a cualquier moje budista orgulloso.
Sus pasos fueron cada vez más rápidos a medida que pasaba el tiempo, así que me pregunté si eso podría significar un pánico creciente por no encontrarme en ninguna de las otras habitaciones. Mi impulso fue gritar para que viniera pronto y me viera allí, pero me contuve, aún inmóvil, mientras ejercitaba mi respiración.
Ella entró de repente, ya preparándose para dar media vuelta y continuar buscando por el resto de la casa. Cuando me vio allí, suspiró alto, y me pregunté si esa era su nueva manía al encontrarme en cualquier lugar.
—¿Quieres dejar de huir de mí?
—Todavía estoy dentro de tu casa, ¿No? —Respondí, y me sorprendí con el tono calmado en mi voz, mientras sentía que mi estómago daba vueltas de 360 grados en todas las direcciones.
Ella no respondió.
En vez de eso, se acercó lentamente mientras movía su cabello. Jeongyeon todavía vestía el blazer enorme de invierno gris oscuro, lo que la dejaba, además de hermosa, extremadamente encantadora.
Fue cuando ella se acercó que pude notar la única flor que ella traía en una de sus manos, que ahora me era ofrecida. Tomé la Camelia blanca sin pensar, sintiendo las puntas de nuestros dedos tocarse levemente, y como si pudiera estudiarla, me quedé mirando hacia ella por un tiempo.
Los pétalos eran de una perfección hipnótica.
Levanté el rostro, aún nerviosa y sin saber qué responder, pero fue la reacción en el rostro de Jeongyeon que me dejo callada. Su expresión era de sorpresa, sus ojos estaban iluminados con un brillo intenso, su boca estirada en una sonrisa torcida tan absurdamente magnifica que hizo que mi estómago diera más vueltas involuntariamente.
Darme cuenta de lo que estaba sucediendo vino como un estallido, y entonces me di cuenta de que incluso yo misma estaba sonriendo de forma simple y verdadera.
El presente inesperado hizo que olvidara armar mi barrera contra Jeongyeon de la forma que venía haciendo, y sin querer dejé escapar lo que realmente estaba sintiendo. Eso pareció iluminarla de forma inexplicable, pero cuando entendí lo que estaba sucediendo, baje el rostro un poco más contrariada de lo que debería.
—Gracias. —Hablé de forma simple.
—Qué bueno que te gusto. —Escuché su voz decir, y entonces sentí el toque suave de sus dedos en mi cabello, llevando detrás de mi oreja un gran mechón que servía como una especia de cortina entre nosotras.
Sin saber el motivo, mi voz pronuncio el primer pensamiento que vino a mi cabeza.
—Olvidaste hablarme de una persona.
Ella se detuvo por un momento, tratando de procesar la información. Miré hacia ella y vi que, ahora, Jeongyeon parecía querer entender de quien estaba hablando. Y por lo que todo indicaba, ella sospechaba de la persona correcta.
—Hoy es lunes, ¿No? —Preguntó, en voz baja.
—Sí.
—Ahm... ¿Entonces, tú y Guadalupe se conocieron?
—Sí.
Ella sostenía mi mirada, haciendo una pregunta interna para sí misma y decidiendo si debería o no verbalizarla.
—¿Te trato... Bien?
Conocía a Guadalupe menos de 24 horas, y aún así podría decir que trataría "bien" a cualquier persona.
Jeongyeon, conociéndola por algunos años, la conocía mejor que yo. Pero el hecho era que sabía de lo que realmente estaba hablando.
—Me trató como las otras. Pero la culpa no fue de ella.
Su expresión se contorsionó en lo que parecía ser una desesperación contenida. Me sorprendió tener una voz sorprendentemente tranquila, continué:
—Le expliqué la situación... Bueno, más o menos. Ella entendió, entonces está todo bien.
—Lo siento. —Se apresuró a decir. — Es diferente...
—Está bien. —Mentí.
Aunque no tenía el derecho de tener celos de cualquier mujer que Jeongyeon tuvo o dejó de tener, simplemente no podía contener la rabia de imaginarla con tantas otras.
Y teniendo en cuenta mi pasado, eso hacía que esa situación sonara ridículamente irónica.
Ella continuó mirándome con una expresión de arrepentimiento, y cuando ninguna de las dos tenía nada más que decir, me levanté.
—Está frío aquí. Creo que el calentador no llega hasta esta parte de la casa. —Hablé en un tono casual.
—¿Esa camisa es mía?
Sentí mi cara quemar de vergüenza. Había olvidado que, primero, sólo tenía una camisa, y que, segundo, había tomado una prenda suya sin pedir permiso.
—Sí... Me tomaron por sorpresa esta mañana y fue lo primero que encontré en tu armario... lo siento, no tuve tiempo...
—Está mucho mejor en ti que en mí. —Ella me interrumpió, mientras sus ojos hambrientos barrían mi cuerpo de arriba abajo sin la menos discreción.
Hice una fuerza sobrehumana para no dejar que el escalofrío que recorrió mi espina dorsal se transformara en un temblor, desviando la mirada y caminando hacia la puerta con más prisa de la necesaria.
Salí con Jeongyeon detrás de mí.
A medida que sentía el calor del calentador chocar contra mi piel con mayor intensidad, me sentía cada vez mejor. Cuando paré, sin darme cuenta, me vi de pie al lado de su cama, y yo sabía que mi actitud, incluso automática, la había hecho feliz otra vez. Me mantuve de espaldas para no ver su sonrisa presuntuosa de victoria que sabía estaba en su cara, y empecé a insultarme por mi más reciente e irritante manía de agradarle sin querer.
—Voy a tomar un baño rápido. —Ella comenzó, interrumpiendo mis pensamientos mientras sacaba su blazer pesado. — La televisión es toda tuya.
No respondí, pero Jeongyeon parecía estar acostumbrada a mi falta de palabras. Entonces, sin decir nada más, entró al baño y me dejó allí sola.
Respiré profundamente y decidí hacer algo que debería haber hecho, si hubiera tenido la oportunidad.
Encontré un jarrón largo de decoración y lo llené de agua, depositando mi Camelia dentro y colocándola en mi cuarto. Revise por un rato las maletas, finalmente encontrando lo que buscaba en la última bolsa.
Saqué de allí unas pastillas con algunos sobres, eligiendo dentro de uno de ellos un papel específico.
Lo guardé todo otra vez y, finalmente, tomando una caja de pastillas, volví a su cuarto, sentándome en la cama mientras esperaba que Jeongyeon saliera del baño.
Un tiempo después, la puerta fue abierta y tuve que esperar un poco para que mis pensamientos, antes en la punta de la lengua, volvieran a tener sentido.
Todo esto porque la desgraciada, obviamente a propósito, vestía nada más allá de un top negro y bóxer rojo que delineaba un poco los músculos de sus piernas y del abdomen con una perfección angustiante. Sus cabellos estaban completamente mojados y el olor del jabón en ella me dejaba un poco tonta.
—¿No está muy frío para eso? —Pregunté, sintiendo una rabia irracional por mi propio descontrol.
—No. Aquí hay un horno, el calentador es demasiado fuerte.
—Entonces disminuye el calentador y ponte ropa.
—¿Por qué?
Para que pueda dejar de babear como la integrante de aquella banda que me gusta, cuando mira a su compañera de banda.
—Vas a llevarte un resfriado.
—No te preocupes por mi salud. ¿Qué es eso?
Jeongyeon apuntó los artículos en mis manos, recordando que debería hacer.
—Cosas que quería mostrarte.
Ella se sentó a mi lado en la cama –excesivamente cerca, haciendo que todos los perfumes del baño recién tomado me aturdieran un poco más –y analizó con interés el papel que sostenía.
—Son exámenes. —Comencé, entregándole la hoja doblada. — Siempre me hacía uno cada tres meses. Sabes, exámenes de rutina necesarios para... Yo...
Aquel asunto era delicado, y si no tomaba mucho cuidado con las palabras, nuestra noche se tornaría extremadamente desagradable de un momento a otro. En aquella hoja estaban los exámenes que probaban lo que le había dicho la noche anterior: estaba limpia de cualquier enfermedad que pudiera tener por causa de mi pasado.
—Estos exámenes se realizaron hace un mes. —Indiqué con el dedo la fecha en el extremo superior del papel. — Y juro que no estuve con nadie, desde el día en que te fuiste hasta el día que volviste.
—Te creí ayer. —Ella dijo, en una voz baja y un poco seca, pero aún analizando lo que decía el papel.
—Sin embargo, para que no tengas ninguna duda...
—¿Parecía tener alguna duda ayer, cuando te follé tres veces sin condón?
—Sólo quería confirmar, ¿Ok? —Me sorprendió mi propia voz, que salió más alta y seria de lo que jamás había oído antes.
Jeongyeon pareció notarlo también, entonces todo lo que hizo por un buen momento fue verme con una expresión seria, pero suave.
Luego, sin tener ninguna otra forma de llevar el asunto adelante, ella finalmente se rindió.
—Está bien.
Tomé el papel de sus manos con un poco más de fuerza de lo que deseaba, pero no me disculpe.
—Ese es el anticonceptivo que tomo. —Le mostré las patillas. — Tampoco vas a ser madre antes de tiempo.
Ella miró el empaque en sus manos, sin decir nada. Suspiró profundamente, me lo entregó sin ninguna reacción.
—Es una pena que necesites mostrarme estas cosas para sentirte mejor.
—Me pareció que te quedarías más tranquila si lo vieras.
—Y me pareció dejar claro que confió en ti. No hay que probar nada, simplemente decirlo y te creo. Por cierto, también necesito mostrarte un cierto examen para que estés segura...
—¡Sabes que es diferente!
—No lo es. Mi palabra debería valer para ti lo mismo que vale la tuya para mí. Y si eso no significa nada, ¿Debo recordarte que yo también he tenido a muchas mujeres?
—No necesitas hacerlo. —Hablé seca.
Otra vez, nos quedamos en silencio.
Desgraciadamente, aquel se trataba del antiguo silencio, el viejo conocido que se expandía entre nosotras de una forma desagradable. Sin pensar, tomé las pastillas de su mano y me levanté rápidamente, en la inminencia de correr a mi habitación y quedarme allí.
—No me dejes sola aquí. Por favor... —Ella habló, sosteniendo mi brazo sin fuerza, pero con firmeza.
—Voy a dormir en la otra habitación esta noche.
Me deshice de sus dedos y salí sin mirar atrás. Entré a mi cuarto, cerrando la puerta detrás de mí. Tiré sobre el mueble las cosas que traía en las manos y fui a cepillarme los dientes. Sin preocupándome en conectar el calentador, apagué la luz y me metí de una sola vez debajo de las capas del edredón suave y caliente, sumergiéndome en la casi total oscuridad de la habitación, que sólo estaba siendo interrumpida por la poca luz que venía del exterior y entraba por la ventana.
Me quedé allí removiendo aquel mal sentimiento, sin siquiera saber el motivo de estar sintiendo aquello o lo que podría hacer. Me cubrí hasta la cabeza, tratando de estar tranquila, pero no lo conseguía.
¿Por qué estaba enojada con Jeongyeon, después de todo? ¿Sólo porque ella quería confiar en mí y no la dejaba? ¿Eso tenía algún sentido?
¿Cuál mierda era mi problema?
Me quedé inmóvil, esperando que el sueño llegara, pero no vino. Tal vez porque no estaba cansada, incluso después de un día de trabajo, o tal vez –lo que era más probable –porque estaba angustiada por la ausencia de ella.
Aunque no quería admitirlo, deseaba desesperadamente que ella entrara por aquella puerta en cualquier momento, aunque sea a preguntar cualquier cosa idiota.
A medida que pasaba el tiempo, me convencí de que no aparecería.
Consideré la hipótesis de levantarme e ir a dormir a su lado, pero luego abandoné la idea al llegar a la conclusión de que si Jeongyeon aún no había venido a verme, es porque no quería verme.
La oscuridad de la habitación se torno sofocante.
Una lluvia fina empezó a caer en el exterior, haciendo un ruido tan discreto contra las ventanas de cristal que tal vez ni lo notaria, si no estuviera prestando atención.
De repente, sentí un nudo en la garganta, el tipo de dolor que sabía que precedía del llanto. En el fondo, no pasaba de una niña idiota y carente, y que, por el amor de Dios, estaba en la habitación al lado.
Entonces, me sorprendí con el ruido de la manija en la puerta. Mantuve mis ojos abiertos, mirando hacia la ventana, de espaldas a ella, y por algún motivo que no sabría explicar, fingí estar durmiendo.
Ella se quedó en silencio por algún tiempo, tal vez observando mi "sueño". Pero el momento fue rápido, luego oí la puerta cerrarse otra vez. Maldije mi cobardía por dejarla ir de esa forma, y todo lo que quería era tenerla allí, conmigo. Pero ninguna de mis actitudes últimamente tenían sentido, no era como si de repente yo fuera a tener algún brote de sobriedad.
Mis insultos imaginarios fueron interrumpidos con lo que sentí enseguida. El colchón a mi lado se hundió lentamente, el edredón fue suavemente tirado, y en el segundo siguiente, un brazo rodeaba mi vientre y una nariz respiraba en mi cuello.
—Lamento si fui grosera. No era mi intención.
No respondí, completamente inmóvil, dejando que su presencia allí me cubriera poco a poco con una alegría caliente y maravillosa.
—Sólo quería que entendieras que confío en ti. No importa lo que sucedió o dejó de suceder en tu vida, sólo necesito oír lo que tienes que decir. Lo siento si te lastimé de alguna manera.
—Está bien. —Dije, instintivamente agarrando con fuerza la mano que mantenía en mi vientre.
Quería decir más que "está bien," quería decir que no necesitaba pedir disculpas por algo que no hizo, y quería decir que la grosería en aquella situación había partido de mí. Pero todo lo que conseguí hacer fue agarrarme a su brazo con toda la fuerza y aprovechar el alivio y la ligereza de tenerla conmigo. Jeongyeon aplicó besos suaves e inocentes en mi cuello, haciendo un tipo de cariño con los dedos en mi vientre.
—Dijiste que querías dormir en esta habitación, pero no dijiste nada de dormir sola.
Ella puntuó la frase abriendo el botón de debajo de la camisa que vestía, y de repente noté que la única inocente allí era yo.
—¿Puedo quedarme aquí contigo? —Preguntó cerca de mi oído, sus manos recorrieron la extensión de la camisa e hizo que otros tres botones fueran desabotonados con una rapidez espeluznante.
—No creo que vayamos a dormir si sigues haciendo eso.
Reuní toda la fuerza que existía en mí para pronunciar las palabras sin dejar escapar un gemido. Tal vez yo misma guié su mano hacia los botones restantes, no sabría decir.
—No pregunté si podía dormir aquí.
Solté el aire con fuerza, sintiendo mi cuerpo hervir por debajo del edredón, mientras la punta de sus dedos hacían círculos deliciosamente provocadores que iban desde mi ombligo hasta los límites de las áreas más sensibles de mi cuerpo.
—Puedes hacer lo que quieras, siempre y cuando te quedes aquí...
Era un pensamiento, pero por supuesto salió en alto y claro. Sin embargo, no me preocupaba quedarme embarazada, porque eso implicaría dejar de aprovechar todas aquellas sensaciones que sus benditas manos me daban mientras exploraba mi cuerpo.
Y no podría haber nada en el mundo que me sacara de nuestra burbuja particular.
Jeongyeon me giró lentamente, mientras abría el último botón de la blusa que vestía.
Otra vez, actué por impulso, agradeciendo en silencio por no estar razonando y besarla a ciegas, con tantas ganas que mis labios daban.
Ella se volvió en la cama, acostándose encima de mí y depositando besos mojados y lujuriosos por toda la extensión de mi pecho expuesto. Pensé que me sentía bien en la oscuridad en la habitación por hacer que mi vergüenza fuera más pequeña, pero la verdad era que tenerla de esa forma –en las sombras y al mismo tiempo viéndola –me estaba excitando de una forma peligrosa.
Me di cuenta de que, en algún momento, ella había encendido la lámpara del mueble, y en vez de molestarme, sentí una gran satisfacción por poder ver lo que ella hacía ahora.
Su boca fue bajando por mi estómago, dejando un rastro mojado que se convertía automáticamente helado por el aire invernal. A medida que descendía, llevaba consigo el edredón, y cuando su lengua decidió parar en mi ombligo y jugar un poco allí, sentí el frio de la habitación chocando contra mi piel, pero lo ignoré.
Apreté los dedos en los mechones de su cabello cuando Jeongyeon decidió tirar hacia abajo mis bragas, de forma torturante y lenta.
Su lengua todavía exploraba los varios puntos sensibles de mi ombligo, y yo tenía total noción de que me retorcía en las sábanas como pescado fuera del agua.
—¿Puedo preguntarte algo?
—Puedes hacer lo que quieras... —Traté de hablar sin parecer demasiado jadeante, pero fallé miserablemente.
—¿Te han hecho un oral?
Sus palabras me pusieron en shock de inmediato, y mi reacción involuntaria fue cerrar las piernas, pero fue más rápida. Con firmeza, pero sin herirme, sentí sus manos sujetar mis muslos y apartarlos nuevamente, poniéndose ahora perfectamente entre ellos.
— Nayeonni... —Ella empezó, llamando nuevamente mi atención. — ¿Ya te chuparon?
—¡No! —Respondí, mi voz más estridente de lo normal, mientras, inconscientemente y con desesperación, intentaba soltar sus manos de mis piernas. — Cuando recibía a una clienta, no me daban placer, ellas pagaban para que yo lo hiciera.
—¿No quieres saber cómo es?
—¡No! —Grité, aún desesperada.
—¿Por qué no?
Iba a intentar responder, pero en ese momento Jeongyeon decidió bajar su boca hasta mi coño y empezó a tirar ráfagas de aire intencionalmente sobre mi clítoris rígido, sin siquiera tocarme, pero haciendo que mis ojos se pusieran en blanco.
—¡P-para!
—¿Por qué no quieres saber cómo es?
Cada palabra silbada que pronunciaba resultaba nuevas sensaciones, porque su maldita boca estaba tan cerca de mi coño que sus labios, al moverse, tocaban sin querer mi clítoris (o no), de una forma extremadamente suave, pero que me estaba dejando completamente loca.
—¡No sé! —Hablé, casi en un susurro, siendo absolutamente sincera en cuanto al motivo por el cual intentaba impedirle continuar. No sabía cómo era, porque nunca había sido tocada de esa forma, pero no era ingenua hasta el punto de no saber que debía ser muy, muy sabroso.
—¿Por qué no me dejas hacerlo? Puedes confiar en mí. Me mandas que me detenga y lo hago.
Mi control se estaba desvaneciendo demasiado rápido. La expectativa y la sensación de tener su cara a centímetros del punto donde yo quería que ella me tocara me estaban dejando tan extremadamente excitada que tuve que reunir toda la fuerza existente en mí para conseguir mantenerme consciente.
Nunca podría imaginar lo sensible que era en aquella área, pero Jeongyeon estaba poniendo a prueba toda mi resistencia.
No respondí, y como prueba, suspiré de forma intencional. Mi cuerpo tembló violentamente, así que sentía mis músculos vaginales contrayéndolos con tanta intensidad que llegaron a doler.
—Ya soñé con tu olor más de una vez. —Ella comenzó. — Pero eres más dulce de lo que pensaba.
Ella inspiró profundamente, y sin saber exactamente cómo a cuánto tiempo llevó, mi cuerpo se contorsionó en una explosión de placer tan grande y caliente, que, por un buen tiempo, que quedé completamente fuera de mí.
Y así, sin más, me vine.
Esperé con los ojos cerrados que mi respiración se normalizaron. Mis dedos, al contrario del resto de mi cuerpo, estaban helados y dolidos por la fuerza que hacía. Estaba frío, lo sabía, pero aun así no podía sentirlo.
A medida que fui volviendo a mí, sentía de nuevo el toque de sus manos envueltas en mis piernas y su respiración débil aún en el mismo lugar.
El silencio fue lo suficientemente largo para permitir que volviera del clímax y aún pidiera notarlo.
Abrí los ojos lentamente y miré hacia abajo, mirándola, sin saber cómo actuar.
—¿Tuviste tu orgasmo?
Ella parecía más confusa y fuera de sí que yo, pero todo lo que pude hacer fue confirmar con la cabeza.
Jeongyeon continuó mirándome por algún tiempo, y por un momento tuve una visión de lo que sería su reacción explosiva.
Otra vez, demasiado tarde.
Sentí su acercamiento violento, mientras sus manos apretaban mis piernas con la fuerza necesaria para dejar marcas.
Pero el dolor era lo último que podía sentir en ese momento, simplemente porque su lengua estaba dentro de mi entrada apretada, y de una forma nada convencional. Los movimientos eran precisos, haciendo que mi cuerpo se curvara en el colchón. Era de imaginarse que ella era bueno en eso, no sólo porque solía ser buena en todo, sobre todo en lo que se refiere al sexo, sino porque tuvo bastantes oportunidades para ganar experiencia.
Sin embargo, no me imaginaba que sería necesario intentar impedir que mi cuerpo explotara en un nuevo orgasmo tan pronto.
Pero sí, tuve que refrenarme para no llegar al clímax otra vez entre mordidas estratégicas, besos intensos y lamidas provocantes.
Si sentirla respirar contra mi coño sensible había sido bueno, no había palabras que describieran la sensación de ser chupada por ella.
La intensidad del placer resultó en algún tipo de reacción extraña, así que me di cuenta de que mis manos y pies se quedaron completamente dormidos.
No me importó.
Si la informara de ello, Jeongyeon terminaría parando lo que estaba haciendo para darme alguna asistencia médica, pero lo último que quería era que se detuviera. Mis manos colgaban sueltas en los mechones de sus cabellos, sin hacer fuerza. Mi boca estaba completamente seca, y tal vez estuviera a punto de tener algo muy serio, pero no me permitiría ser irresponsable y no interrumpir la mejor noche de sexo de mi vida.
Para mi desesperación, mi segundo orgasmo se acercó con una fuerza inesperada.
—Jeong... Voy a...
Tomé sus cabellos hacia arriba con fuerza, tratando de que saliera de allí, pero Jeongyeon era mucho más fuerte que yo, y todo lo que indicaba, no iba a ningún lugar. Por eso, no fue difícil sujetar mi muñecas con fuerza y dejarme completamente agarrada, impidiéndome hacer cualquier cosa que fuera. Grité de placer mientras sentía que su lengua me penetrara al ritmo de los espasmos, mi cabeza quedo completamente vacía y mi cara un tanto caliente y dolorosa. Mi garganta dolía, resultado tanto de los gritos y de la fuerza que yo había hecho para no gritar aún más.
Ella se levantó completamente jadeante y me miró. Mis ojos, posiblemente desenfocados, podían ver sólo una borrosa silueta de ella, justo enfrente de mí.
—Va a ser rápido, lo prometo. —Ella dijo, y una vez más me sentí invadida por ella.
Esta vez, ella me había penetrado de la forma convencional, dejando su cuerpo sobre el mío mientras hacía movimientos bruscos y fuertes dentro de mí.
No podía respirar bien, pero eso no era importante. Me sorprendió con un beso, sofocándome aún más, e inmediatamente saboree el gusto diferente en su lengua.
—Eres una delicia.
Sacando fuerzas de no sé dónde, envolví mis piernas en su cadera, reforzando el movimiento que ella hacía dentro de mí, y dejándome sentir las olas de su cuerpo dictar nuestra danza sincronizada.
Como ella había dicho, fue rápido.
Algunos minutos después, me sentía ser llenada por su orgasmo caliente, que escurría dentro de mí como prueba de una noche perfecta e increíblemente placentera. Como si no bastara, de alguna manera –y no sabía cómo podía ni siquiera si era posible –conseguí tener un tercer orgasmo, lo que fue suficiente para hacer que mi propio cuerpo pareciera gelatina derretida.
Me mantuve quieta, incapaz de decir cualquier cosa, mientras me concentraba en el sonido que su respiración, gradualmente más tranquila, estaba cerca de mi oído.
Mis manos y pies empezaban a responder poco a poco, haciéndome recordar que todavía tenía extremidades. Poco después, volví a sentir el frío de la habitación chocar contra mi piel un poco húmeda, y di gracias a Dios que su cuerpo me cubría.
***
Después de un largo tiempo en silencio, haciéndome pensar por un momento que ella se había dormido, Jeongyeon se levantó despacio, dejándome completamente expuesta y con frío. No hice esfuerzo por abrir los ojos, esperando que ella entendiera lo que estaba pasando conmigo. No era cansancio, era diferente.
Sentí mi cuerpo ser levantado con facilidad del colchón caliente, pero no me importó. Segundos después, estaba debajo de una ducha tibia y revitalizante, haciéndome volver un poco a la realidad y darme cuenta de que, al final, podía sostenerme de pie.
También observé que sus brazos estaban alrededor de mí, intentando al mismo tiempo sostenerme y no caer.
—Está bien. Puedes dejar. —Conseguí hablar, en un tono de voz muy bajo.
Sin embargo, pareció entender, traté de lavarme mientras Jeongyeon sólo se mantenía atenta a mí y mi falta de coordinación.
La ducha fue cerrada, y yo ya me sentía más alerta.
Intenté tomar la toalla de sus manos, pero ella ignoró mi actitud y me secó como si fuera una niña de cinco años. No me quejé, pero me pareció gracioso.
Me llevó de vuelta a la cama, cubriéndome con el edredón aún caliente y suave. Escuché el ruido agradable del calentador, ahora encendido, y esperé que el calor fuera suficiente para que dejara de temblar. Me giré de lado y me cubrí el rostro, esperando su acercamiento.
Cuando ya estaba empezando a sentirme deprimida por la demora, sentí el colchón hundirse a mi lado, y al segundo siguiente sus brazos ya me abrazaban detrás otra vez, formando una cuchara protectora a mi alrededor. Sin pensar, cosa que estaba adorando hacer, me acerqué más a ella, sintiendo su piel fresca y perfumada pegada a la mía, y finalmente suspiré.
—Ahora... ¿Puedo dormir aquí?
—Realmente puedes hacer lo que quieras. —Respondí, en un tono bajo.
—No me provoques, Nayeonni. —Ella sonrió contra mi cuello, atrayéndome más cerca de ella y abrazándome con más fuerza.
—No te estoy provocando. —Respondí, diciendo la verdad. — Al menos, no a propósito.
—Entonces deja de ser provocativa sin querer.
Sonreí sin motivos, todavía contenta de sentirla cerca.
Nos quedamos calladas otra vez, y mi alma parecía más tranquila al constatar que era un silencio cómodo el que estaba allí.
Lo que indicaba, nuestra convivencia se hacía menos complicada poco a poco. Imaginé hasta dónde me permitiría hacer todo lo impulso, ya que el mayor de mis problemas era pensar demasiado.
Imaginé que un día seríamos una pareja cualquiera, sin cuentas que resolver, sin motivos para tener miedo de expresarnos, y cómo sería bueno estar a su lado sin el temor de tocar el pasado, accidentalmente, por cualquier motivo.
Cualquier cosa que me lastimara.
Llegué a la conclusión de que tal vez ese día jamás sucedería, y una pequeña punzada de decepción brotó en mí, sacudiendo un poco, pero no completamente la alegría que estaba sintiendo.
Sin embargo, si antes me aferraba a la idea de algo imposible, ahora mi racionalidad ya había admitido abiertamente la derrota, permitiéndome soñar con mi cuento de hadas particular.
Y no me importaba que mi lado pesimista intentase convencerme: Si la princesa en cuestión era Jeongyeon, con todos sus defectos y sus complicaciones, entonces definitivamente era un sueño por el que valía la pena tener esperanzas.
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