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09

Jeongyeon POV.

No sabía de nada.

No tenía ni idea de lo que había pasado conmigo, pero ni siquiera podía culparla. También no podría culparla si me odiara ahora, si tuviera tanto asco y rabia de mí que quisiera mantenerse alejada. Al fin y al cabo, le pedí eso, porque actué como una imbécil.

Podría aceptar casi cualquier cosa, pero tendría que hacer que creía que ese tiempo en que estuvimos separadas fue mucho más difícil para mí de lo que ella imaginaba. No porque quería tener mi momento de mártir, sino porque ella necesitaba saber el mal que la falta de ella me hacía.

Flashback On.

Al salir de The Hills el día que había visto a Nayeon por última vez, intenté convencerme a mí misma que mantendría distancia de ella para mi propio bien. Obviamente, eso se mostró una idea tonta, que, sin exageración alguna, casi me mató.

La primera cosa que hice al llegar a casa fue abrir dos de mis mejores botellas de whisky y simplemente termine con ellas. La culpa de haber hecho lo que acababa de hacer y el dolor que sentía como consecuencia de mis decisiones fue lo que más que convenció de llenarme a punto de entrar en un coma alcohólico, tal vez fuera una buena salida.

La tarea de lidiar con la desesperación que mis actitudes trajeron se mostró difícil, entonces como la perfecta cobarde que siempre fui, me refugie en varias dosis.

Fue sólo al día siguiente, víctima de una resaca de mierda que bordeaba la sensación de la muerte, que me di cuenta de que la brillante idea de usar alcohol para olvidar mis problemas no había sido tan buena.

Jihyo me llamó algunas veces a mi celular, tal vez queriendo saber el motivo por el que la jefa de una empresa no fue a trabajar en pleno martes.

No me importaron las llamadas y me permití hundir en la tristeza de una ex borracha con dolores de cabeza durante todo el día.

Para huir de las lamentaciones, olvidando la estupidez en que se resumía mi decisión de usar dos botellas de whisky como remedio para olvidar mis problemas sentimentales, repetía el error otra vez, haciendo que al final de aquel día me olvidara en un grado alcohólico en exceso que circulaba en mi sangre, una vez más.

No era totalmente una estupidez. En realidad, no me importaba lo que estaba haciendo. Por eso, y por saber que aquello me hacia olvidar los problemas, aunque me castigara después, me permití usar ese remedio con una mayor frecuencia. Día tras día, hasta completar una semana.

Jihyo me llamaba diariamente, tal vez preguntándose si finalmente había muerto. He contestado sólo una llamada suya, sólo diciendo algo como "no voy a trabajar, problemas personales" y apagándolo después.

Este debe haber sido el motivo por el cual ella decidió no ir detrás de mí hasta mi casa, y yo no sabía si eso era bueno o malo.

Sería bueno porque no tendría que molestar a nadie. No era molestara a Jihyo, por supuesto, ella era mi mejor amiga y casi siempre era bienvenida, pero en ese momento no tenía la cabeza para quien fuera.

Sabía que ella me preguntaría qué pasó, y sabía que requeriría los mínimos detalles de mí, como todas las mujeres que deciden hacer cuando se disponen a escuchar. Pero hablar de aquello sería mucho, porque sólo de pensarlo ya era doloroso. Yo tendría que lidiar con eso sola, ya que había tomado esa decisión sin la ayuda de nadie.

Necesitaba ser fuerte y no llenar la cabeza de los demás con los problemas.

Sin embargo, la extrañaba, porque, aunque yo no quisiera hablar de lo que estaba pasando conmigo, era posiblemente mi única válvula de escape, la única persona con la que podía compartir un poco de mi sufrimiento. Aunque significara contarle la historia desde el principio, y aunque estuviera casi segura de que me odiaría por no seguir sus consejos, tal vez sería bueno desahogarme con alguien.

Desahogar todo lo que sentía.

Toda aquella mezcla de cosas que ya me dejaban mareada. Las ganas de correr de nuevo Nayeon y abrazarla sin el menor cuidado, pidiendo disculpas por todo lo que había dicho. Un dolor desgarrador por saber que probablemente la había lastimado. La nostalgia ahora creciente por no verla conforme los días iban pasando, sin saber si ella estaba bien.

El sábado recibí otra llamada de Jihyo. Después de unos segundos pesando si debería o no atender, finalmente tomé el teléfono y le respondí.

-Hola.

-Gracias por atender, ahora sé que todavía tienes brazos. ¿Qué mierda está pasando contigo?

-Ya te dije, problemas personales.

-Ya entendí esa parte. Quiero saber que es específicamente.

-Nada en lo que puedas ayudarme.

-Cuéntame y decido si puedo no ayudarte.

-No quiero contarte.

-¿Por qué no? ¡Soy tu maldita mejor amiga!

-No es nada importante.

-Jeongyeon, no insistiría si no supiera que es algo importante, y lo sabes. Lo que sea, tiene una importancia relevante, ya que consigue ponerte borracha a las 10:00 de la mañana.

-¿Por qué crees que estoy...

-Tu voz es arrastrada. Por favor, cuéntame. Puedo intentar ayudarte.

-Dame tiempo, Jihyo. Sólo necesito estar sola.

-¿Hasta cuándo? Ya tienes una semana sin trabajar. ¿Cuántas más necesitas?

Mi voluntad era responder que el número de semanas que necesitaba para recuperarme era directamente proporcional al número de semanas que necesitaba para olvidar a Nayeon. Pero eso sólo traería discusiones que estaba tratando de evitar.

-No sé hasta cuándo. Nunca he hecho mucha diferencia en esa empresa, puedes tomar mi lugar en un abrir y cerrar de ojos. ¿Por qué estás tan preocupada por eso? Se la jefa y se feliz.

-¡No seas imbécil, estoy preocupada por ti, y no por tu trabajo!

-No es lo que parece. ¡Quieres mandarme todo el tiempo, incluso siendo sólo mi secretaria! Si quieres el cargo de jefa, sólo tómalo. Está a disposición. Sólo no me vengas a dar órdenes, porque no lo aguanto más.

No esperé que respondiera, colgando enseguida. Ella se enfadaría conmigo, lo sabía, pero ésa era mi decisión. Me parecía prudente, evitando que se preocupara por mí en exceso.

Desafortunadamente no estaba razonando bien, y no entendía que estaba alejando de mí a la única persona con la que podía contar, dejándome completamente sola.

Como pensé, ella no llamó más. Una semana más había pasado sin que saliera de mi apartamento.

Afortunadamente, mi cocina estaba bien equipada, y no necesitaba salir a compras de emergencia, incluso porque no sentía hambre. El portero ya me había ido a visitar, probablemente queriendo asegurarse de que mi cadáver no se estaba pudriendo en el suelo del baño. No recibía llamadas, a no ser algunas de mis padres. Al oír la voz de mi madre hizo que un nudo en mi garganta casi se desprendiera en un llanto, porque estaba demasiado emotiva y borracha.

Extrañaba el tiempo en que podía correr a mi madre y aferrarme a sus piernas, protegiéndome de cualquier cosa que me hiciera mal o me diera miedo. Era una pena que tuviera que crecer, y con eso, tuviera que asumir responsabilidad y tomar decisiones.

Siempre tomaba decisiones, pero irónicamente parecían ser todas equivocadas.

Ahora, acostada en el sofá de la habitación llorando como una niña abandonada, comenzaba a imaginar que esa decisión sería otra para mi colección de decisiones idiotas.

Eso dolía, pero lo peor de todo era que esa decisión, en particular, parecía ser la más equivocada de todas.

Si fuera correcta, no tendría sentido estar sufriendo tanto. No tendría que sentirme arrepentida cada minuto por las palabras que había dicho, por mis actitudes. No tendría sentido querer volver en el tiempo y borrar esa parte, como si nunca hubiera existido, haciendo que ahora pudiera estar con ella otra vez.

Sería para mi propio bien alejarse de ella, entonces, ¿por qué dolía tanto?

Había algo muy mal, y mi mente alcohólica no podía entender lo que era.

***

Más de tres semanas habían pasado sin que tuviera contacto con nadie. Era divertido como una persona podía convertirse en un vegetal en tan poco tiempo. Bueno, sería divertido si no fuera trágico.

Ahora, la culpa de haberle hablado a Jihyo de esa manera, también ayudaba a mi estado depresivo. Sabía que estaba molesta conmigo, fui una imbécil. En realidad, era increíble la capacidad que tenía para ser una imbécil con frecuencia. Era simplemente mayor que yo, y normalmente cuando notaba lo que había hecho, la gente ya quería verme muerta. Siempre fui un poco lenta en cuanto a eso, lo que era un poco molesto.

-Tal vez debería llamar y pedir disculpas. -Balbucee para mí misma, y oír el sonido de mi voz me hizo notar la ambigüedad en esa frase.

Debería llamar y pedir disculpas.

Disculpas para Jihyo.

Disculpas para Nayeon.

Dos de las personas aparentemente más importante en mi vida estaban heridas por mí. Y la culpa era mía. Yo era una hija de puta.

Fui arrancada de mis divagaciones por el toque suave del interfono. Si bien me acordaba, mis órdenes de informar a cualquiera que fuera que no estaba en casa fueron bastantes claras al portero y a todas las demás personas que andaban en recepción.

Bueno, no atendería. Y hablaría con Austin después.

Para mi total sorpresa, unos minutos después el timbre sonó con más intensidad de lo normal, y entonces fui capaz de oír voces discutiendo fuera de mi apartamento. Todavía confusa, caminé a la entrada y abrí la puerta, dándole la cara a Jihyo y el portero detrás de ella, hablando algo que no pude entender.

Los dos me miraron por un momento, como si estuvieran viendo una babosa gigante.

Finalmente, Austin habló.

-Señora, he intentado impedirle subir, pero me amenazó de muerte.

-No seas dramático. -Ella habló, burlándose.

-¡Usted dijo "Quítate de mi camino, o te apuñalo mientras duermas"! ¡Eso es una amenaza!

Jihyo reviró los ojos y por primera vez en mucho, mucho tiempo, esbozaba una sonrisa. Esta era una de las reacciones involuntarias que ella despertaba en mí, y entonces noté la nostalgia que sentía por ella.

-Está bien, Austin. Puedes irte. Y no te preocupes por Jihyo, ella sólo es un poco exagerada de vez en cuando.

-Con permiso, señora. -Dijo, dando una última mirada desconfiada hacia ella y entrando en el ascensor.

Cuando noté, Jihyo ya estaba dentro de mi apartamento, dejando su bolsa y su abrigo en una de las sillas cerca de la entrada. Al girar y mirarme, sentí la vergüenza tomarme completamente. Me iba a disculpar, iba a tener la iniciativa de comenzar una conversación civilizada, pero ella fue más rápida que yo.

-¿Cuánto tiempo tienes sin mirarte en el espejo?

-¿Hmm? ¿Por qué?

-Porque estás delgada, con ojeras, tu cara está más pálida de lo que ya es, y tu pelo está más rebelde de lo normal.

Hacía tiempo que no me miraba en el espejo. Tal vez unos tres días. Y aun con aquella descripción tenebrosa de mi apariencia, ella continuó allí, mirándome, sin parecer temer mi estado perturbado.

-Bueno, no es como si alguien estuviera reparando eso.

-Por supuesto, te has encerrado. Parece que no quieres tener más contacto con otros humanos.

No era así. No estaba con propósito de alejarme de cualquier compañía humana. El hecho era que los demás eran muy poco importantes para que ni siquiera me importara en mantener la distancia.

Este alejamiento vino naturalmente, junto con mi voluntad de golpearme a mí misma hasta morir.

-Disculpa por hablar de esa manera contigo. -Comencé, sacando el asunto que me estaba molestando con su presencia. - Soy una idiota.

-Eso ya lo sé hace algún tiempo, Jeongyeon. No me importa tu ADP (ataque de pendejes), sé que todo lo que dijiste fue de la boca hacia fuera. No he venido aquí para eso, sino para hablar de tu problema.

La capacidad de Jihyo para ser tan objetiva me asustaba a veces. Allí estaba yo, pareciendo una hippie desamparada con mi pijama azul marino, y ella debatía sobre mi "problema" como si fuera algo probablemente idiota.

-No sabes lo que está pasándome...

-Claro que lo sé. Estás enamorada.

Me sorprendió oír que su respuesta era con una voz tan aburrida. ¿Debería estar tan segura sobre eso?

-¿Cómo diablos lo sabes?

-Sé que tu familia está bien, entonces tu estado actual sólo puede ser por causa de una mujer. En realidad, es algo bastante intuitivo, por no decir obvio.

Seguí mirándola como si acabara de hacer verdadera magia delante de mí. Cuando ella se cansó de mi cara de sorpresa y de mi falta de respuesta, se dejó sentar en el sofá justo detrás de mí.

-Está bien. ¿Cuál es el problema? ¿No se rindió ante tus encantos?

Ésa era la hora de decidir. No podía más mentir diciendo que sus suposiciones estaban equivocadas, ya que confirmaría al mismo tiempo. Sólo me quedaban dos opciones: O asentía, diciendo que al final de cuentas fui abandonada por un enamoramiento no correspondido, o le decía toda la verdad.

La primera opción parecía increíblemente más fácil, pero bastó que pensara en considerar la segunda opción para que mi boca comenzara a decir todo.

-No es eso. Puede ser también, pero creo que eso es lo de menos, por más irónico que pueda parecer. Simplemente no puedo quedarme con ella, porque... Somos diferentes, nuestras vidas son casi opuestas. Es...

-¿Lo que sientes es correspondido?

-No.

-¿Has dejado en claro que no siente nada?

-No sé...

-Entonces, ¿Cómo sabes que no le gustas? ¿Está comprometida?

-No puedo quedarme con ella.

-¿Por qué estás tan segura de eso?

-Ella es una chica de compañía.

Silencio.

Un silencio profundo y vergonzoso.

-¿La chica de la que estás enamorada?

-Sí.

-¿La chica de la que estás enamorada es una prostituta?

-Sí.

Más silencio.

Podía contar con los dedos las situaciones en las que vi a Jihyo sin reacción. Por eso, verla de aquella forma ahora sólo hacía que una desesperación creciente se apoderara de mí poco a poco. Sabía que mi situación no era trivial, pero su silencio era automáticamente captado por mi cerebro como una indicación de gravedad. Era más grave de lo que pensaba, porque si ella no tenía nada que decirme, no tenía ningún consejo o una palabra de comodidad...

Bueno, entonces yo estaba en la mierda.

Después de un largo e insoportable silencio, ella habló otra vez.

-Eso es... Inesperado.

No sabía qué tipo de respuesta esperaba de ella, pero sabía qué tipo de respuesta quería oír. Quería oír que tal vez yo debía entregarme a esa sensación.

Quizá debería darme una oportunidad, y también a Nayeon, para que eso pudiera funcionar. Tal vez la siguiente cosa que yo quería oír era a Jihyo carcajeando como una adolescente por la animación del reciente descubierto enamoramiento por el que su mejor amiga estaba sufriendo.

Pero además de ser adulta, seria e inteligente, ella era una madre de familia. Estaba simplemente fuera de cuestión oírla decir que tal vez esa chica de compañía era una buena elección, porque estaban en posiciones diametralmente opuestas: Jihyo era el tipo de mujer que construía una familia y se basaba en la confianza, el amor y la integridad para mantenerla.

Nayeon era exactamente el tipo de mujer que ayudaba a destruir todo eso.

-Pensé que habías dejado de ir a esos lugares... pensé que te había convencido.

-Lo había dejado... Pero una noche fui...

Jihyo siguió mirándome, como si me diera permiso para proseguir.

-La vi por primera vez aquella noche. Ella parecía ser sólo una chica de aquel lugar, y sólo la manera un poco diferente me llamó la atención. En realidad, era lo que yo creía, pero desde aquel día yo había notado algo más en ella. Aunque no me di cuenta, ella se movió conmigo, y en ese momento no lo sabía. Hoy puedo ver el estrago que hizo en mi vida. Jihyo, no quería amarla, juro que intenté alejarme, pero cuanto más me alejaba de ella y negaba lo que estaba pasando, más me veía aferrada a ella.

-Sé que debería haber tomado la iniciativa de desaparecer tan pronto como noté algo diferente en lo que sentía con ella. Creía que era sólo algún tipo de sentimiento protector, pero no imaginaba que no fuera a serlo. Sé que me equivoque en dejarme llevar, pero me gustaba su compañía. Debería haber notado que a partir del momento en que aquello pasó a no ser sólo un deseo, había algo muy mal. Sé que fui estúpida otra vez, pero... Ella es adorable. Ella es diferente, es hermosa, es dulce... No parece ser lo que es. Y sé que me estoy engañando con todo esto, sé que ella sólo estaba haciendo su papel, pero creo que a ella le gusta mi compañía también. Me dijo que le gusta...

-Ella es una prostituta, Jihyo. ¿Qué te hace pensar que todo ese tiempo no estaba detrás de tu dinero?

Sabía que estaba pensando aquello, así como yo. Si ya había ocurrido con una mujer en el pasado, una mujer que aparentemente se encajaba en la misma "posición" de Jihyo, y no Nayeon, las posibilidades de esa misma estrategia ser utilizada como una forma de seducción y posterior golpe de baúl por una chica, podrían ser mayores.

Y mientras mi lado racional insistía en mantener esa duda pertinente viva dentro de mí, mi lado romántico, olvidado por tanto tiempo, insistía en hacerme pensar que tal vez, tal vez ella hubiera dicho la verdad cuando dijo que me quería cerca. Cuando dijo que había sido la mejor cosa que le había ocurrido en su vida.

Estaba fallando otra vez.

Me estaba rindiendo a la inocencia, la estupidez, y otra vez cometía el error que me hizo tanto mal hace algún tiempo. No era lo suficientemente fuerte para caer de nuevo, así que sabía que necesitaba resistir a cualquier idea tentadora. Pero no había como negar que era igualmente débil para conseguir mantener esa situación como estaba: No conseguía olvidarla, no podía dejar de quererla, no conseguía arrancarla de mí.

Permití que entrara en mi vida con una fuerza desconocida, y sólo ahora, tratando de alejarla, sabía la intensidad de esa fuerza.

-Jihyo... -Comencé, sintiendo ser invadida por aquella conocida tristeza que me hacia compañía todo ese tiempo. - No sé que más hacer. Simplemente no lo sé. He intentado no quererla, pero no tengo como... No tengo como no quererla...

Ella continuó mirándome, ahora con un inconfundible trazo de expresión, y yo sabía que ella no me daría los consejos que quería oír. Sabía que ella pensaba igual que yo, sabía que ella creía que lo mejor para mí, en el momento, era seguir lejos de Nayeon. Pero no lo era.

-No sé qué decir, Jeongyeon... Simplemente no puedo ayudarte.

No esperaba que pudiera. En realidad, el único motivo por el que quería a Jihyo cerca era para poder finalmente desahogarme con alguien todas esas cosas que me atormentaban.

Como me imaginé, me sentí más ligera por todas las confesiones hechas, aunque estaba un poco más herida que antes, tanto por tocar el tema como por estar segura de que Jihyo no tenía nada que decir.

No poder contar con sus consejos me dejaba un poco sin rumbo, porque no había ninguna situación difícil en mi vida a la que ella no estuviera ligada, dándome consejos o pasando sermones.

La diferencia era que ahora el tema era un poco más delicado. Al mismo tiempo que yo sabía que ella también creía que debía apartarme de Nayeon, sabía que no decía eso con todas las letras, porque sabía que eso me lastimaría. Así que, no quedaba nada más que no tomara partido, lo que sólo hacía que mi desesperación tomara proporciones mayores.

La miré sin saber qué decir, esperando por un milagro, que Jihyo decidiera cambiar de idea y me mandara a ir detrás de ella. Pero no lo haría.

-Vuelve a la oficina. Sé que es lo último que quieres, pero tal vez eso ayude. Ocuparte. Mi madre solía decir que una cabeza vacía es el taller del diablo.

-No puedo...

-Inténtalo. Venías siendo una directora mucho mejor últimamente. Sé que puedes asumir ese papel otra vez.

-No puedo, Jihyo. No puedo concentrarme en nada. Nunca me sentí tan perdida...

-¿Ni con Beatrice?

Sabía lo que estaba haciendo. Estaba usando la táctica del shock, donde, recordando todas las mierdas de mi pasado y de las tristezas que pasé, haría que inmediatamente notara que lo que estaba pasando ahora no era tan malo.

Pero ella no entendía.

-No, ni con ella.

Jihyo cambió de postura inmediatamente, mirándome con una expresión de sorpresa, mientras buscaba algo que decir. Sólo ahora ella parecía comenzar a entender que todo aquello no era exageración mía, y yo podía estar hablando bastante serio.

-No me imaginaba que fuera algo tan fuerte. Nunca pensé que alguien pudiera hacerte más daño que Beatrice...

-Nayeonni no me hizo daño.

-¿La Nayeonni de tu sueño?

Recordé el día en que, durmiendo, había dejado escapar el apodo de mis sueños, despertando la curiosidad de Jihyo.

-Sí.

-¿Cuánto tiempo llevas interesada en ella?

-No sé... -Comencé, ocultando el rostro en las manos. - No sé por cuánto tiempo me escondí de mí misma toda esa mierda... No sé si fue el primer día o el último...

Estaba a punto de empezar a llorar. De nuevo. Y Jihyo a mi lado, sirviendo para recargarme, era casi irresistible. Sin embargo, intenté mantener el poco de fuerza que aún tenía en mí y mantuve mi postura, no pareciendo nada más allá de una mujer preocupada.

Por dentro, estaba desesperada, casi enloqueciendo. Incluso lejos, incluso después de tres semanas, ella todavía podía tener ese tipo de poder sobre mí. Un poder que no conseguía negar, y bastaba recordarlo que de repente nada más parecía ser tan importante.

Eso me estaba matando, tal vez en el sentido literal de la palabra.

Ya no sabía cuánto tiempo no hacía una comida decente. Mi apariencia debe ser como una mujer de las cuevas, y mis noches eran extremadamente mal dormidas. Cuando conseguía dormir, todos los sueños que me atormentaban contaban con su presencia, y era frustrante saber que aunque eso me hiciera mal, aún estuviera noche tras noche esperando soñar con ella otra vez.

Tenerla conmigo, aunque sólo dentro de mis sueños, era consolador. Las mañanas se volvían tristes cuando observaba que todo no pasaba de un sueño, pero sí, los pocos minutos en que podía disfrutar de su compañía irreal valían la pena. El problema era que yo estaba comenzando a acostumbrarme a su recuerdo, lo que iba directamente contra mi objetivo principal: Sobrevivir sin ella.

Y según el tiempo pasaba, esa tarea parecía ser más difícil.

***

Jihyo me había convencido intentar volver a la oficina. No porque hacia alguna falta, ya que ella era mucho más competente de lo que yo era para administrar los negocios, pero para mi propio bien. Después de una conversación que podría ser considerada sólo como desahogo y lamentaciones, finalmente concordé con ella en el punto de que tal vez tuviera que ocuparme con más cosas -el máximo posible -para que mi cabeza no encontrara tiempo libre que pudiera llenar con recuerdos y preocupaciones sobre el hecho de que ella está bien y feliz.

Ahora, ya hacía más de un mes que estaba lejos de Nayeon. Sentía la sensación de dolor, de pérdida y de vacío tratando de dominarme lentamente, y yo estaba casi cediendo. No había más fuerzas para alejar toda aquella ausencia de vida, porque ella no estaba conmigo. Aun así, allí estaba yo, acompañando las reuniones con Jihyo a mi lado, mientras fingía mirar los gráficos y los números de algo.

Por lo general, no sabía qué ropa estaba usando. Ya había olvidado mi manía de mover mi cabello para peinarlo. Salía de casa sin usar perfume, y sólo pasaba maquillaje ante amenazas de muerte de Jihyo. No me importaba muchas cosas, porque prácticamente nada tenía sentido.

Prácticamente nada era importante.

No podía olvidarla. Era desesperante, era enloquecedor, pero no podía olvidarla. Ni un día. Un minuto. Ella siempre, siempre estaba conmigo. En las reuniones, a la hora del almuerzo, cuando me acostaba, conduciendo o tomando el baño. Estuviera sola o acompañada, borracha o no. No era como un recuerdo cualquiera, que yo podría escoger si pensaba o no. Su presencia dentro de mí cabeza ya se había convertido en una pequeña parte de mí. Es como respirar. Una pequeña parte de mí que me mantenía viva, que me mantenía en pie.

Dos meses sin verla.

Estaba bajando. Eso ya era insoportable, intolerable. Era imposible vivir de esa manera, y de alguna manera, llegar hasta allí parecía haber sido suerte.

Conseguir vivir sin ella era un milagro.

Jihyo fingía que todo estaba saliendo según lo planeado, pero yo la conocía lo suficiente para saber que ella estaba preocupada por mí. Tal vez mi estado mostró una depresión tan profunda que temía verme enloqueciendo o cometer suicidio al final de cuentas. Por eso, no me extrañé cuando fui regañada por ella con una semana de descanso, para "distraerme y olvidar los problemas".

Teniendo más tiempo libre, estaba claro que las cosas empeoraban considerablemente.

Por eso, aquella semana fue el inicio de la peor fase de esa ruptura. Aprovechando mi debilidad, me permití bajar la guardia y simplemente pensar en ella sin culpa cuando su recuerdo venía hacía mí. Los primeros días fueron más fáciles, porque no tenía que pelear contra mí misma para intentar arrancar la imagen de ella en mi cabeza. Pero el fin de semana, mis pensamientos ya que estaban tomados por su presencia que me sentía exhausta, y ahora que había permitido que ella invadiera mi mente con tanta frecuencia y con tanta facilidad, no había más que intentara para alejarla otra vez.

Al cabo de una semana, no conseguí volver al trabajo.

Jihyo volvió a llamarme, y no insistió cuando confesé que no podía salir de casa y hacer cualquier cosa que fuera. Quizá porque supliqué para que me dejara en paz, pero aún así, seguía recibiendo llamadas diarias de ella. Cuando empecé a no atenderlas, ella se contento para hablar tres o cuatro veces por semana.

Los días pasaban despacio. No tenía nada que hacer, y si tuviera, no lo haría. Mi falta de voluntad en cualquier cosa ahora estaba tomando proporciones preocupantes, si me estaba importando. Mi porción de sopas rápidas estaba acabando, ya que eran cosas prácticas y rápidas de preparar, cuando me disponía a comer algo. Otras cinco botellas de whisky de mi colección habían sido consumidas en poco tiempo. Mi TV no había sido encendida hace décadas y la única razón por la que cargaba la batería de mi celular, al ver que se había terminado, era para saber si Jihyo no se había comunicado conmigo, probablemente daría una forma de tirar la puerta de mi apartamento e insultarme con nombres inadecuados.

Tres meses.

Hace tres meses, desde que había visto a Nayeon por última vez. Tres meses desde que había sentido aquel perfume, que había dicho esas cosas, que la había humillado delante de todos los clientes de aquel lugar. Aquella era la última imagen que ella pudo guardar de mí, una idiota insensible, y estúpida, egoísta y cobarde.

Yo era una cobarde.

Me estaba matando, y todo porque no tenía coraje de asumir que la necesitaba tanto. No tenía coraje de asumir que simplemente me tenía en las manos, tenía miedo de que pudiera hacer cualquier cosa conmigo.

Cualquier cosa.

Mis pensamientos eran de ella. Mi alegría pertenecía a ella. Mi voluntad de hacer cualquier cosa se había ido con ella. Ella comandaba mi vida entera, y ni siquiera lo sabía.

No tenía idea.

-¿Jeongyeon?

Miré alrededor un poco sorprendida y me di cuenta que estaba en la habitación de mi apartamento, mientras Jihyo me miraba de pie delante de mí. Por su expresión, aquel llamado no había sido el primero. Ni el segundo.

-¿Sí?

-La puerta estaba abierta. Entonces entré.

¿Cuántos días mi puerta estuvo desbloqueada?

-Ah.

Ella continuó mirándome, llena de dudas.

-Vine a hacer una visita, ya que no puedo hablar contigo.

Ya había apagado el teléfono hace mucho tiempo, y no tenía idea de dónde estaría mi celular en ese momento. Tal vez tirando en algún rincón, apagado, mientras que archivaba probablemente unas noventas llamadas de Jihyo.

-Oh... Hola.

-Hola. -Ella habló, analizando mi expresión como si intentase convencerse de que estaba viva. No respondí, mirándola de vuelta sin preocuparme de parecer sana o consciente.

Jihyo suspiró, mirándome con tanta pena que llegaba a ser humillante.

-¿Dónde está tu cabeza?

Mi cabeza está con ella.

-Sólo estaba un poco distraída.

Ella me miró profundamente, mientras me analizaba.

-¿Estás pensando en ella, no?

Por supuesto que estaba pensando en ella. Siempre pensaba en ella. No había siquiera un minuto en que no estuviera pensando en ella.

-¿Qué quieres?

-Quiero hablar de eso.

La miré sin vida, mientras esperaba que se explicara.

-Jeongyeon... Estás...

Muerta.

Yo estaba muerta. No había una gota de vida en mí.

-Sé cómo estoy.

-Nunca te vi así. ¿Por qué no reaccionas?

-Porque no puedo.

Ella continuó mirándome, pero ahora ponía su postura seria y decidida, como si estuviera a punto de dar una orden.

-Escucha bien lo que te voy a decir, y no te atrevas a interrumpir.

-Jihyo...

-¿Quieres quedarte con ella, no?

¿Todavía había alguna duda?

-¿No quieres? -Ella reforzó la voz, dejando claro que aquella no era una pregunta retorica.

-Sí.

-Está bien. Sabes que sí, te quedas con ella, tendrías que ocultarles la verdad a tu familia y tus amigos. Para ahorrártelo tanto a ti misma como ella, ¿no?

-Sí.

-Y sabes que tendrás que andar siempre temiendo con el hecho de que podría encontrarse, en cualquier momento, un cliente antiguo en medio de la calle. Y tú, estando al lado de ella, tendrías que asumir el compromiso.

-Lo sé...

Y Además, tendrás que superar el hecho de que perteneció a tantas otras personas, y que se vendía a todas ellas.

-Yo... Lo sé... -Cerré los ojos, tratando de olvidar la voluntad de llorar que casi me dominaba.

¿Por qué estaba haciendo eso? ¿Por qué me estaba torturando de esa manera?

-Y al final de cuentas, podría estar interesada sólo en tu dinero. A partir del momento en que confíes en ella y le des lo que quiera, estaría la posibilidad de que nunca más la veas. Así como Beatrice.

Abrí los ojos nuevamente y la miré, sin decir nada. Ella estaba numerando toda la mierda por la que pasaría si me quedaba con Nayeon.

Sabía todo aquello, ¿entonces por qué estaba reforzando cada uno de esos puntos?

-Ahora, dime una cosa: Dicho todo eso, todo el sufrimiento por el que podrías pasar... ¿En algún momento dejaste de estar segura de que eso era lo que querías?

-No. -Mi inmediata respuesta salió con tanta convicción que yo misma me asusté. - Si ese fuera el precio a ser pagado por tenerla, lo pagaría.

Entonces entendí. Entendía lo que era aquello, porque estaba diciendo esas cosas. No era una tortura, no era crueldad. Jihyo no estaba tratando de hacerme sufrir, sólo quería que viera lo obvio.

No había como quedarme sin ella.

No me gustaba torturarme tratando de olvidarla, no suponía fingir para mí misma que conseguía vivir sin ella. No era bueno estar lejos de ella, porque tarde o temprano terminaría teniendo que volver a ella otra vez, así como las otras veces que intentaba alejarme. Era simplemente así.

Tenía que estar con ella. No olvidarla. Me imaginé al lado de ella, pasando por todas las dificultades posibles, y en ningún momento mientras Jihyo me hacía esas preguntas pensaba que sería mejor estar sin ella.

No sería lo mejor. Sería como estaba. Sería un infierno.

Estos pensamientos duraron menos de un segundo dentro de mi cabeza, pero la respuesta de Jihyo fue igualmente de inmediata.

-Entonces, Jeongyeon, te sugiero que vayas justo detrás de ella.

Fue de repente, pero el soplo de vida que sentía no podría ser descrito. Era como si mi estado semi-vegetativo nunca hubiera existido. Era como si pudiera salir de allí inmediatamente, yendo a ella corriendo. Era una esperanza tan grande apoderándose de mí que la primera voluntad que tuve fue reír histérica y descontroladamente. Mi cuerpo empezó a temblar, no consiguiendo lidiar con la descarga fuerte de emociones que me tomaban, y tal vez pudiera tener algún problema serio del corazón.

-Sí... Voy... Voy...

-Primero, te vas a calmar.

-Estoy tranquila... Tengo que ir.

-¡Jeongyeon!

Ella habló con la voz un poco más alta, pero no llegó a asustarme. La miré porque estaba confusa, y no sabía qué hacer primero.

-¡Estoy bien!

-¡No estás bien! ¡Estás toda roja!

Mierda. Mi presión debe de haberse subido muy rápido.

-No voy a quedarme aquí y ser tu niñera, mi hija tiene fiebre en casa, esperando. Sólo vine aquí porque, si terminas de matarme, tendría que vivir con esa culpa para siempre. Haz lo que tengas que hacer para intentar mejor. Espero del fondo de mi corazón que no te decepciones. Sé que estás ansiosa, pero por favor, trata de controlar tus nervios antes de salir por esa puerta. No quiero que sufras algún accidente.

-Está bien.

Jihyo se encaminó hacia la puerta, y pude sentir su reticencia en dejarme sola, como si estuviera con miedo de que hiciera alguna tontería.

-Espero que tu hija se ponga bien. -Hablé, mientras ella abría la puerta.

-Debe ser sólo una gripa. Ella se pondrá bien.

-Ji... -Comencé, antes de que se fuera. - Gracias.

Ella me miró con aquella mirada angelical, y entonces estaba segura de que su visita había sido algún tipo de misión divina. Ella había abierto mis ojos, aun estando completamente en contra de la situación, y yo debía, una vez más, mi vida a ella.

Sin notar, había recorrido la pequeña distancia entre nosotras, y ahora, la estaba abrazando.

Ella retribuyó el abrazo, como si fuera una madre reconfortando a una hija.

Jihyo salió de nuestro abrazo y me dio un beso en la cara, saliendo enseguida y cerrando la puerta detrás de sí, dejándome completamente sola otra vez, de la misma forma que estuve durante todo ese tiempo.

Pero ahora era diferente.

Tenía un objetivo claro: Encontrar a Nayeon y no permitir que se fuera de mi vida de nuevo.

***

Tal vez fuera prudente si me hubiera quedado un poco más de tiempo dentro del coche, probando mi respiración y esperando que las ganas de vomitar mejorasen un poco.

Desafortunadamente, la desesperación de encontrar a Nayeon de nuevo y hablar con ella me hizo aparcar el Porsche en la calle de atrás, ya desierta a esa hora, y caminando ya con cierta prisa a la entrada principal de The Hills.

Tal vez debería haberme dado un poco más de tiempo para pensar algo que decir. Estar cara a cara con ella otra vez, después de más de tres meses, no sería trivial. Sabía que no tenía ninguna reacción, entonces tendría que esperar a que empezara a agredirme para moverme, y finalmente dirigirle la palabra.

Estaba orgullosa de mí misma, por haber conseguido quedarme en casa por más de 30 minutos antes de correr a buscarla.

Tomé un baño y cambié mi ropa, finalmente dejando de actuar en un tipo de piloto automático. Estaba bastante consciente de mi apariencia cuando me examiné en el espejo, mostrando una Jeongyeon mucho más delgada y con ojeras. Entonces tomé mi estuche de maquillaje e hice lo mejor para ocultar mi palidez al extremo y mis ojeras.

Ahora, caminando nerviosa por la calzada vacía, podía sentir los golpes de mi corazón más rápidos a cada paso. No sabía qué esperar, pero sólo la sensación de estarme acercando a ella me hacía mal y bien al mismo tiempo.

Mal porque recordaba lo que le había hecho, y ahora tendría que encararla.

Bueno porque, independientemente de ser apedreada, estar con ella curaría muchas de mis heridas.

Al entrar al lugar, mi mareo logró intensificarme aún más, porque hacía algún tiempo que no entraba allí, y estar allí ahora me traía muchos recuerdos. Mi nerviosismo, aunque llegaba a hacerme mal, no fue suficiente para hacerme desistir de lo que tenía en mente. Simplemente necesitaba encontrarla tan pronto como fuera posible.

El lugar ya estaba lleno a esa hora.

Por lo que conseguí recordar, nada había cambiado allí. La música aún tocaba suave en el fondo, la iluminación aún era débil y acogedora. Algunas chicas todavía andaban entre los hombres sirviendo bebidas, y otras de divertían en los regazos de los clientes.

Pero ninguna de ellas era la persona que buscaba.

Caminé sin tratar de esconderme por las esquinas mientras buscaba por ella en medio del salón. No sabría decir si alguien había percibido mi presencia allí, pero tampoco me importaba. Ella no estaba allí, y cuando me di cuenta de ello, me encontré buscando a otra persona: Yeji.

No fue difícil encontrarla. Ella estaba, como siempre, siendo adulada por clientes antiguos, que siempre la rodeaban mientras estaban solos. Ella como de costumbre, intentaba reírse de sus bromas y parecer simpática y receptiva, mientras discretamente escogía la próxima compañía de cada uno.

Por eso, noté que la tomé por sorpresa cuando llegué a ella, abriendo camino e interrumpiendo, sin ninguna educación, el asunto.

-¿Dónde está ella?

Yeji me miró con un poco de sorpresa por mi aparición repentina, y vi que la sonrisa falsa que mantenía en la cara se desvanecía poco a poco.

-¿Dónde está ella? -Repetí, no queriendo perder más tiempo.

Finalmente, ella pidió permiso a los hombres que la rodeaban y se dirigió a la cocina, sin darse el trabajo de llamarme para acompañarla, ya que sabía que yo iría.

Al llegar al lugar un poco más silencioso, ella me miró y habló.

-Ella se fue.

Me quedé inmóvil, sin reacción alguna, mientras aquella información entraba en mi cabeza.

¿Se había ido? ¿Simplemente partió? ¿A dónde? ¿Por qué?

-Ella... -Comencé.

-Se fue. -Yeji completó, objetivamente. - No trabaja aquí desde hace un mes, más o menos.

Me quedé en silencio por un buen rato tratando de asimilar el hecho.

No esperaba eso. Esperaba encontrarla airada conmigo, tal vez indiferente o triste. Tal vez encerrada en su habitación con algún cliente, pero no aquello. Realmente no esperaba eso.

-¿A dónde? -Finalmente hablé, sintiendo ahora una creciente desesperación dominándome rápidamente.

-No sé. No dijo. Simplemente arregló las maletas y salió.

Ella se había ido, y yo no sabía a dónde. Ella estaba en cualquier lugar ahora, cualquier lugar del mundo.

-¿Cómo no sabes a dónde fue? ¿Cómo dejaste que se fuera sin saber a dónde iba? -La desesperación hizo que mi voz sonara un poco más alta y autoritaria de lo normal.

-Ella no es más una niña, Jeongyeon. No necesita niñera.

-¡Pero deberías saber! -Grité, ya completamente desesperada.

Ella continuó mirándome con un semblante tranquilo, lo que me dejó aun más irritada.

¡No era posible que no entendiera la gravedad de la situación! No era posible que no sintiera aquel miedo que yo estaba sintiendo ahora. ¡Ella podía estar en cualquier lugar el mundo! ¿Dónde la encontraría?

-¡Su celular! -Hablé, teniendo un estallido de brillo inesperado. - ¡El número, dame su número!

-No sirve de nada. Una vez que ella se fue, las otras chicas y yo tratamos de hablar con ella para saber dónde estaba, pero nunca conseguimos que respondiera. Siempre está apagado.

-¡No me interesa! ¡Dame su celular!

Necesitaba encontrarla. Intentar hablar con ella de alguna manera.

Yeji parecía empezar a entender mi estado de pánico ahora, luego sacó rápidamente el celular del bolsillo y me lo pasó, con el número de ella en su pantalla.

Como ella había dicho, el teléfono estaba apagado, lo que hizo que mi corazón se acelerara de tristeza al oír su voz en el buzón.

Movida por el pánico cada vez mayor, repetí la llamada cuatro veces más, incluso sabiendo que no contestaría. No sabía qué hacer, y seguía tratando de pensar en algún plan -cualquiera -que me ayudara a encontrarla.

Salí de mis divagaciones por el golpe brusco de la puerta cerrándose detrás de mí. Me volví y me encontré con Samantha, que me miraba con una expresión de asco.

-¿Qué haces aquí?

-¡Tú! -Grité, sintiendo un poco de esperanza al verla delante de mí. - ¡Ella era tu amiga! ¿Ella te dijo a dónde iba?

-No me dijo nada. -Ella habló, muy tranquila, aún pareciendo completamente inconforme con mi presencia allí. - Y si hubiera dicho, no te lo diría.

-¡Es una mentira! ¿Dónde está ella?

-No es mentira, idiota. Ella desapareció. Sólo Dios sabe dónde está, y sólo espero que esté bien. Porque si no lo está, la culpa será toda tuya.

Sentía exactamente eso. Aunque no podía entender el motivo por el que me culparía, algo me decía que la culpa por la que Nayeon no estaba aquí era toda mía. Y si ella estaba sufriendo ahora, si estuviera pasando por problemas, donde quiera que estuviera, tendría que vivir con ese hecho.

-No sabes lo que hiciste con ella. No tienes idea de cómo la lastimaste.

Aquellas palabras acabaron conmigo. El dolor de pasar tres meses sin ella era casi débil, si se compara con el dolor que sentía ahora. Yo la había lastimado de una manera que desconocía, mi comportamiento grosero fue la última cosa que pudo tener de mí, y pensar que ella sufrió por mi causa -tanto como Samantha dio a entender -era tan horrible que deseé por un momento dejar de existir.

Me quedé inmóvil por mucho tiempo, sintiendo toda la fuerza de aquellas palabras, de aquella confesión, lastimándome. Después de mucho tiempo, sólo Dios podría saber cuánto, me di cuenta de que Samantha ya no estaba en la cocina.

Dejé el móvil despacio sobre la mesa y me giré para irme. En ese momento noté que no estaba sola: Yeji continuaba allí, de pie, mirándome.

Retribuí la mirada, casi curvada por el peso de la culpa en mi espalda y por el dolor desgarrador que rasgaba mi pecho. Quería llorar, pero no podía. La creciente desesperanza en encontrarla nuevamente me aplastaba poco a poco, y me hacía sentir cada segundo más odio de mí actitud cobarde y egoísta.

Yeji me miraba con una pena que sabía no merecía. Era una hija de puta, lo máximo que la gente debería sentir por mí era rabia o asco. Pero ella no parecía pensar así. Cuando finalmente caminó hacia la mesa, tomando de allí un papel con una pluma y garabateando algo, no me importó. Fue sólo cuando me entregó el papel que le presté cierta atención a su actitud.

-¿Lo conoces? -Preguntó, apuntando el nombre escrito.

-No. -Respondí, más bajo de lo normal.

-Es el barrio donde la encontré antes de que viniera a trabajar aquí. Ella estaba en una calle, pero no recuerdo el nombre. Eso es todo lo que puedo hacer por ti.

Fue discreta, pero la sensación de esperanza que surgió en mí otra vez hizo que me sintiera levemente más viva.

Salí con prisa de The Hills, evitando algunas chicas que querían mantenerme adentro, mientras agarraba con desesperación la única pista escrita en el pedazo de papel que podría llevarme a ella.

Maneje rápido, con muy poco cuidado, y fue sólo cuando recordé las recomendaciones de Jihyo -lo que fue un milagro, dadas las circunstancia -que intenté ser un poco más responsable al manejar.

Me detuve varias veces en lugares lejanos, pidiendo información a peatones. Dentro de poco, me fui hacia el lugar que Yeji me había dado, y una hora después había llegado.

Las calles eran muy oscuras y los edificios antiguos. Era visible que el barrio abrigaba a personas de bajos ingresos, y sólo de pensar en los peligros que habitaban cada esquina, me estremecí al pensar en Nayeon sola, por la noche, caminando por ellas.

Entré en calles más pequeñas, sin saber a dónde ir, y entonces me encontré en un dilema personal. Quería encontrarla desesperadamente. Pero era simple: No podría encontrarla si estaba en algún departamento, sana y salva, mientras veía televisión. Ella tenía que estar en la calle, y si eso sucedía, sabía lo que estaba haciendo.

Ella se estaría ofreciendo a cualquiera, en cualquier esquina, por cualquier cantidad.

Eso despertó tantas sensaciones en mí que tuve que apretar los dedos en el volante para estabilizarme. Estaba enojada. Triste. Con tanto odio que hacía mi cuerpo temblar. Al mismo tiempo, estaba desesperada por encontrarla de una vez. Y miedo de que algún hijo de puta la tuviera...

-Por el amor de Dios, no...

Pasé por varias calles más de una vez, porque no conocía nada allí, y todos los lugares donde entraba eran oscuros y desiertos. Después de un tiempo llegué a una calle un poco más ancha que las demás, con pilastras anchas y altas sosteniendo los edificios antiguos, muy largos, con poco movimiento, oscuro.

En las aceras, muchas mujeres se extendían a lo largo de la calle, usando tacones y ropas excesivamente cortas y vulgares.

Eso era horrible. En todo momento en que pagué por chicas de compañía, hice cuestión de frecuentas sólo casas nocturnas de "porte". Nunca había follado prostitutas de calle, entonces estar en esa situación me estaba haciendo mal.

Primero porque no estaba pasando casualmente allí. Estaba en aquel lugar deliberadamente, mirando y analizando a cada una de las mujeres por la ventana de mi coche. Segundo porque, ahora, veía exactamente lo que era aquella realidad, y cuán degradante y humillante aquello podía ser. Y tercero, porque era en aquella situación repugnante en la que yo esperaba encontrar a la mujer que no salía de mi cabeza.

No quería verla allí, de esa forma humillante, prestándose. Pero al mismo tiempo, necesitaba encontrarla.

Apreté el acelerador con suavidad, dejando que el vehículo anduviera muy despacio, dándome tiempo para buscar, en cada una de esas mujeres, algún rasgo que me hiciera pensar que podría ser Nayeon.

Entonces la vi.

La última silueta antes de la esquina, apoyada en una de las pilastras, mientras su cabello cubría su cara. Aquel cuerpo parecía ser de ella. Esa forma de parecer que no pertenecía a aquel lugar parecía ser de ella. Pero ella no vestía de forma casual...

Finalmente paré el coche inmediatamente delante, y esperé. La mujer misteriosa parecía decidirse si vendría a mí o no, y yo intentaba luchar con mi falta de aire y con los martilleos violentos de mi corazón contra el pecho.

Como si hubiera sido dominada por algún tipo de sexto sentido, mi cuerpo reaccionó de forma extraña, temblando con tanta fuerza que se necesito casi toda la concentración que había en mí para mantenerme parada.

Conocía bien aquella sensación, aquel nerviosismo, aquella debilidad y total entrega. Eran sensaciones que sólo la presencia de una cierta persona conseguía despertar en mí.

Por eso, antes de que la silueta bajara a la ventana del carro para mirarme de frente, yo sabía que era ella.

Allí estaba.

Por debajo de un maquillaje pesado en un semblante indiferente, aquellos conocidos ojos color chocolate que yo simplemente no podía olvidar.

Aquella no parecía ser la chica por la que yo buscaba con tanta desesperación, la chica que últimamente habitaba todos mis sueños y recuerdos. No parecía ser la chica por la que me había enamorado accidentalmente, porque no había rastros de la Nayeon que conocí allí. No había restos de ella, sino de una excepción: aquellos ojos. Los reconocería en cualquier lugar, en cualquier situación.

Era ella. Con algunos kilos menos, un maquillaje oscuro extremadamente inapropiado para su tono de piel, lo que sacaba bastante de su belleza natural. Además, traía un vestido increíblemente corto y justo, siguiendo el patrón de todas las mujeres en aquella calle, y tacones altos que la dejaban con muchos centímetros más. Su expresión parecía estar vacía mientras se agachaba en la ventana, pero al verme allí, su máscara de indiferencia pareció romperse inmediatamente.

Me quedé inmóvil, porque no sabía cómo actuar. Verla de esa manera, en aquella situación, despertó en mí una furia inexplicable, así que tuve que forzarme a mantener la calma. Era de laguna manera irracional, pero no había cómo evitar la rabia que sentía ahora. Cólera de todo y de todos. Cólera de ella.

Sin embargo, fue difícil conciliar esa ira con la sensación de alivio que me asoló. Realmente había conseguido encontrarla, contra todas las posibilidades. Por milagro o por suerte, ella estaba allí, a pocos centímetros de mí, y si no fuera por la rabia que saltaba dentro de mí, podría hasta sonreír.

-Cien dólares.

Mi sorpresa al escuchar el sonido de su voz, cerciorándose de que no formaba parte de uno de mis innumerables sueños con ella, fue sustituida inmediatamente por el shock del significado de aquella frase. Ella estaba cobrando cien dólares por la compañía. Cien míseros dólares para venderse a mí, o lo que era peor, a cualquiera que estuviera en mi lugar. Ese era el precio que ella cobraba para dejar que una persona la tocara y la tuviera de la forma que quisiera: Cien dólares.

No sé el tamaño del shock que dejé traslucir en mi cara, pero no me importó. Aquellas dos palabras me habían herido con una intensidad que no me imaginaba, y me sentía aun peor cuando encontré ver una sonrisa casi imperceptible en la comisura de su boca, como si quisiera herirme de verdad con aquello.

No sabía que responder. Mis ganas eran de gritarle, de sacudirla y preguntar qué diablos estaba haciendo, y cuando abrí la boca para decir cualquier cosa, fui interrumpida por otra voz, que sonaba a mi lado, en la ventana del conductor. No sabía quién era la mujer cercana a mí, porque no me di el trabajo de chequear si la conocía o no, pero parecía que ella ahora hablaba algo directamente conmigo. Lo que haya sido, no sabría decir con seguridad, porque el shock de las palabras de Nayeon todavía me estaba lastimando.

Cuando finalmente noté que la persona no nos dejaba a solas otra vez, me obligué a desviar la mirada, con miedo de que simplemente se evaporara, y me dirigí a la mujer a mi lado.

-¡Tú, cállate la boca!

Ella pareció indignarse con mis palabras, pero no le di la mayor importancia a eso, porque había otra persona allí -la única persona que importa -entonces inmediatamente me volví otra vez hacia ella, y aún con el mismo tono en la voz. Hablé otra vez.

-¡Y tú, entra al coche!

Me arrepentí de inmediato por hablarle de aquella forma, pero en ese momento lo único que pensaba era sacarla de allí cuanto antes, y mantenerla cerca de mí en cualquier lugar lejos de los demás. Por eso, nada pude hacer a no pisar el acelerador tan pronto como vi a Nayeon golpear la puerta del carro a mi lado.

Flashback Off.




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Voten y comenten, o no actualizo a la chingada.

Y siganme, no es obligatorio pero casi siempre cuando terminó de adaptar algo inmediatamente empiezo a adaptar otra cosa, así que esten pendiente.

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