08
Nayeon POV.
Salí del baño sin emoción alguna, y la vi ahora apoyando una de las manos en el cristal, de nuevo de espaldas a mí.
Su postura parecía tensa, y por la carga tan grande de energía que emanaba de ella, yo podría incluso decir que estaba odiando aquella situación tanto como yo.
Pero nadie podría estar peor que yo en ese momento. Ni dentro de aquella habitación, ni fuera de él.
Me mantuve de pie, mirando sin vida su espalda, mientras esperaba que ella me dijera que quería de mí. Si antes el hecho de ser ignorada no me incomodaba, ahora quería atención. Sólo quería hacer lo que tenía que hacer pronto e irme de allí lo más rápido posible.
-Siéntate.
Me sorprendí por su voz ronca, rasgando el silencio del cuarto bruscamente, pero me recuperé del susto rápidamente y me senté en el borde de la cama alta.
-¿Por qué te fuiste de The Hills?
-Porque ya no podía seguir allí. -Respondí inmediatamente, sorprendiéndome con la calma y la falta de vida en mi voz.
-¿Por qué no?
-¿Por qué estás tan curiosa?
-Quiero saber que tan grave sucedió para hacerte salir de allí y preferir hacer citas con cualquiera en cualquier cita.
-Preferir? ¿Crees que lo prefiero? ¿Crees que estaría de esta manera si tuviera opción?
Debería estarle gritando, por sus conjeturas absurdas y estúpidas, y porque ella no sabía nada. Y porque ella no tenía el derecho de querer saber sobre mi vida. No después de abandonarme.
Sin embargo, mi voz continuaba tranquila y débil, como si estuviera teniendo una conversación agradable sobre aquella banda que me gusta, Twice.
-Entonces, ¿Por qué te fuiste? ¿Por qué estabas en aquella esquina inmunda, de esa manera? ¿Por qué te prestas a ese papel?
-Porque soy una puta.
Por segunda vez aquella noche, vi mis palabras golpearla en su totalidad, y por segunda vez el shock se apoderó de su expresión. Pero esta vez, además del shock, había también un inconfundible rastro de culpa en sus ojos, y yo sabía el motivo. Mi objetivo no era lastimarla, pero fue imposible no recordar que esas mismas palabras fueron las últimas cosas que oí de ella antes de que me abandonara.
Es bueno saber que yo también conseguía despertar alguna reacción de ella. Así no me sentía en desventaja por el hecho de que casi todo lo que ella decía me golpeaba con una fuerza insoportable, haciendo que apenas pudiera mantenerme de pie a cada golpe. Es bueno saber que ella no estaba tan bien, tan indiferente y tan controlada como parecía.
-No eras así...
Su postura estaba cambiando poco a poco. Ahora, ella no parecía tan segura, sino alguien que quiere convencerse a sí misma, que todo está bajo control. Sus ojos eran menos fríos y por el modo de no saber dónde poner las manos, podría decir que estaba nerviosa.
-Cambié.
-Estoy viendo.
-No te atrevas a juzgar. -Hablé, aún muy tranquila, y sentí una lágrima bajar por mi cara antes de que pudiera evitarla. Desvió la mirada mecánicamente, mirando hacia el suelo.
-No estoy juzgando... Sólo no quiero verte de esa manera...
-No me vengas con esa payasada. -Mi calma estaba empezando a asustarme a mí misma. - No te importo, o las cosas que hago. ¡No sabes nada!
-No, no sabes nada. Nada de lo que tuve que pasar por tu culpa. No tienes derecho de preocuparte por mí, de ninguna manera, después de lo que hiciste.
-¡No me importa si tengo o no el derecho, me preocupo!
-Es una mentira.
Oí su respiración irregular, como estuviera perdiendo el control que fingió tener durante todo ese tiempo y fuera a explotar. Y yo estaba esperando que eso sucediera, porque sólo así todo lo que no se dijo sería dicho por ambas partes en esa discusión.
-No es mentira...
-Es una mentira. ¿Sabes cuánto tiempo has desaparecido? ¿Sabes cuánto tiempo estuve ahí, sin nadie, sin saber que existo? ¿Cómo te atreves a decir que te preocupas por mí?
No vi su expresión, porque no estaba mirándola. Mis lágrimas ahora caían libremente, escurriendo por la barbilla y cayendo en su bata, y yo no quería mirarla para que viera en mis ojos toda la fragilidad que intentaba esconder.
-¡No sabes las cosas! ¡No sabes por lo que yo también pasé!
Su voz había alcanzado un tono de desesperación inconfundible, y me encantó hacerla perder el control mientras mi calma alcanzaba un nivel aterrador. Pero no creía que estaba comparando nuestras situaciones.
Sonreí, aún sin la menor voluntad, aún mirando el suelo y sintiendo toda la vida que aún existía en mí desvaneciéndose con lo que estaba a punto de hacer.
Al final de cuentas, lo único digno que haría aquella noche era contarle la verdad. Mi orgullo sería prácticamente asesinado, pero si todavía había algo noble en mí, en todo lo que sentía, entonces se lo diría. Incluso sabiendo que nada cambiaria, que nada mejoraría.
Incluso sabiendo que probablemente me sentiría aún más pequeña. Incluso sabiendo que podría reaccionar de una manera que me humillara más.
-¿Quieres saber que pasó conmigo? Tú pasaste. Desde que apareciste en mi maldita vida, me sentía mejor, un poco más feliz. Me hiciste creer que era una buena persona, que te importaba un poco. Me hiciste querer tu compañía cada día más, y me sentía vacía cuando no estaba contigo. Fuiste tan adorable y servicial, incluso con tus cambios bruscos de personalidad, que no tuve como no enamorarme completamente de ti. Sabía que no tenía la menor posibilidad de hacer eso, porque sabía cuál era mi lugar y cuál era el tuyo. Pero entonces decidiste resaltar eso de esa forma, humillándome, delante de todo el mundo, dejando claro que no sería nada más allá de lo que yo era. Además de lo que soy. Entonces desapareciste, simplemente desapareciste, y eso me dolió mucho, porque además de no haber tenido ningún control sobre ti, te creí cuando dijiste que estarías cerca. Pero mentiste. Tuve que continuar mi vida, pero simplemente no podía dejar de pensar en ti. Por eso no conseguí hacer nada más con nadie desde que te fuiste. La simple idea de tener algo con alguien que no fueras tú me hacía muy mal. Le pedí a Yeji que me permitiera quedarme de The Hills sin trabajar. Tuve que pagar mis propias citas, pero era obvio que no podía quedarme mucho más tiempo allí.
-Alquilé un departamento y traté de darle una forma a mi vida. Intenté encontrar cualquier trabajo, pero parece que no sirvo para nada más allá de lo que sabes que hago. No conseguí encontrar nada que pagara mi alquiler, así que antes de que terminara no teniendo donde vivir, decidir hacer lo único que me daba dinero. Sé que no es una profesión muy agradable, pero sinceramente, últimamente no me ha importado mucho eso. Hoy fue mi primer intento, pero por supuesto que tuviste que ser la primera en aparecer para verme en ese estado. Y durante todo ese tiempo, tuve que lidiar con el hecho de estar completamente sola, y con tu maldito recuerdo que insistía en atormentarme cada día de mierda. ¿Y sabes que es lo más triste? Que incluso ahora no puedo dejar de amarte. Y aunque me arrepienta después, aunque mi vida empeore considerablemente después de esta noche, todavía es mejor estar aquí contándote todo esto que simplemente haberme negado a venir contigo. Eso me hace lamentable. La verdad es que me has hecho ver lo patética y débil que soy, puedo incluso odiarme por amarte, por seguir estando enamorada de ti de la misma manera, si no más, pero no hay nada que pueda hacer.
-Porque si no pude olvidarte en tantos meses de ausencia, no va a ser ahora que voy a tener algo. Entonces, ¿Has pasado malos momentos durante ese tiempo? No sé qué pasó, pero puedo apostar que no has estado peor que yo. Puedo apostar que mi vida es mucho más difícil que la tuya, porque nunca sabrás cómo se siente de la forma que me siento ahora. Nunca te sentirás tan ridícula, tan digna de pena. Pero si quieres hacer algo por mí, termina con eso. Me trajiste aquí por algún motivo, entonces vamos al asunto, para que pueda irme de una vez. Por favor, por favor, déjame en paz después de eso. Tengo que arrancarte de mi vida, aunque sea a la fuerza, antes de que enloquezca de una forma irreversible.
Finalmente me callé, sintiendo mi corazón golpear dolorosamente en el pecho y las lágrimas escurrían violentamente por mi rostro. No importaba su respuesta, cualquiera que fuera. Todo lo que quería era acabar con aquello y poder respirar otra vez lejos de ella.
Esperé por su reacción, consiguiendo controlar un poco el llanto y limpiando las lágrimas de mis ojos. El silencio de la habitación podría haberme molestado y la falta de respuesta podría haber hecho que me sintiera aún peor, pero eso no sucedió. Al final de cuentas, sabía que probablemente no tendría que responder, pero todo lo que podía hacer era esperar. Esperar hasta que me diera alguna señal de que acepto mi petición y que podría ir adelante con lo que debería hacer.
De repente, sentí los cabellos en mi nuca ser tirados con violencia hacia abajo, haciendo que mi cara se levantara, y entonces estaba cara a cara con ella.
Su cara estaba a unos centímetros de la mía, tan cerca que nuestras respiraciones chocaban. Ella me miraba con una intensidad que jamás había visto antes, sus dedos ahora emigraron a mi cintura apretándola, pero no me queje.
Tuve un momento para sentir el poder que su proximidad ejercía sobre mí, quedando prácticamente hipnotizada por sus ojos que insistían en mirar los míos. Su respiración estaba pesada contra mi cara, y cada vez que ella exhalaba, podía sentir el olor de menta de su aliento, despertando en mí el nerviosismo que había logrado evitar durante toda aquella noche.
Pero el momento fue breve.
Fui alcanzada por su acercamiento, sintiendo su boca viniendo a la mía.
Estaba en shock.
Me quedé inmóvil, aún con los ojos abiertos, tratando de asimilar la información. Ella parecía absorta en su intento, besándome mientras me tiraba más cerca de ella. Quería estar en condiciones de moverme, pero ni la danza impaciente que su lengua hacía fue suficiente para sacarme del estado catatónico en el que me encontraba.
Me empujó hacia atrás con el peso de su cuerpo y caí acostada de espaldas en el colchón suave con ella todavía agarrada a mí. Notando que no retribuía sus besos, ella alejó su boca mínimamente de la mía y abrió los ojos, mirándome ahora como quien imploraba que los retribuyera.
Fue entonces que, como un clic, sentía todo mi cuerpo quemar de una vez, casi entrando en un tipo de combustión instantánea, sacándome del trance y finalmente tirándome de vuelta a la realidad.
Me arrojé encima de ella y la besé completamente sin forma, la besaba con todas las ganas que había acumuladas dentro de mí.
La sentí responder a mi actitud, volviendo a agarrarme a mí, mientras dejaba que su cuerpo pesara completamente sobre el mío.
Aquel beso era perfecto.
Absolutamente perfecto.
No importaba cuántas veces había soñado con ese momento, nada de lo que imaginaba era mínimamente comparable con eso. Como yo me acostumbraba a los movimientos de sus labios en los míos y al encaje que su lengua hacía en la mía, más entregada y rendida me sentía, como si mi vida dependiera de aquella conexión.
Era como si todo lo que hubiera pasado hubiera sido olvidado, y entonces nada más era lo suficiente importante, porque ella, ella estaba allí.
Por algún tiempo, todo en lo que conseguía concentrarme era en aquel beso y nada de lo que estaba fuera de él era digno de mi atención. Por eso, me sorprendió sentir súbitamente una de sus manos sostener mis muñecas encima de mi cabeza, mientras la otra mano se deslizaba de forma provocativa por mi estómago, sobre el tejido de la bata.
Hice fuerza para soltar mis muñecas de su apretón, pero obviamente fracasé. En el mismo momento ella ya satisfacía mi deseo, volviendo a deslizar su lengua en la mía mientras subía su mano de mi estómago a uno de mis pechos.
El beso se hizo aún más intenso, y yo comenzaba a sentir la falta de aire, pero no me importaba. El oxigeno no debía ser tan importante, y el placer de respirar no debía compensar la decepción de sentirla apartarse de mí otra vez.
Jeongyeon finalmente soltó mis muñecas y entonces pude mover mis manos libremente. Mis dedos fueron inmediatamente al botón de sus pantalones mientras abría su cremallera. De alguna forma que no sabría decir, en poco tiempo ella había logrado deshacerse del resto de su ropa. Fueron necesarios unos segundos para que me diera cuenta de ello, y al momento siguiente ya me había arrojado a su regazo y me agarré a su cuello como un ahogado se aferra a la boya.
Estaba simplemente rendida y tenía total convicción de ello. Sabía muy bien que ningún brote de razón que pudiera tomarme sería capaz de hacerme parar ahora, porque todo lo que más quería en la vida estaba pasando.
Ella me tenía en sus manos, y yo sabía que eso sólo sucedía porque yo era débil y vulnerable, y porque era excepcionalmente sensible, pero en aquel momento nada, absolutamente nada más allá de ella importaba.
Yo dejaría de arrepentirme cuando terminara. Sabía que eso iba a suceder, pero no sería suficiente para impedir que llevarlo adelante. Aunque ella volviera a ignorarme cuando estuviera satisfecha. Aunque todo iba a ser una pesadilla en el momento en que la dejara. Aunque fuera a sufrir mil veces más.
No me importaba. Ahora no.
No la tenía de esa manera, aunque aquello fuera sólo el resultado de su instinto protector un poco enfermizo y desvirtuado. Aunque ese beso no tuviera para ella el mismo significado que tenía para mí.
Estaba entumecida, pero aún así sabía que aquello estaba lejos de ser una declaración de amor por parte de ella, como si mis sueños hubieran súbitamente tornándose todos realidad.
Sabía que en el momento en que todo terminaría, ella volvería a su vida y yo a la mía, e incluso con esa seguridad, no podía hacer nada más que compactar con aquello.
Porque no tenía fuerzas para negarla. Estaba sufriendo demasiado, la necesitaba demasiado para dejarme llevar por cualquier tipo de orgullo, y si eso era la definición de debilidad, entonces que fuese. Al final de cuentas, sabía que iba a acabar más herida que nunca, pero me encargaría de eso después.
Después de esto.
Porque ella estaba allí, y sólo eso importaba.
Agarré sus cabellos con desesperación, envolviéndome en ella con tanta fuerza que mis músculos empezaban a doler. La sentí tirando hacia arriba la bata que vestía, e incluso deseando profundamente que nuestras lenguas no tuvieran que separarse otra vez, permití que pasara el tejido por mi cabeza.
Sentí su mano en mi nuca otra vez, y esperé con ojos cerrados por su boca, mientras su respiración jadeante chocaba contra la piel de mi cara, todavía húmeda por el llanto reciente.
Como estaba demorando más de lo que deseaba, abrí los ojos y la encontré a centímetro de mí otra vez. Como si estuviera esperando que yo hiciera eso, finalmente se inclinó hacia adelante y mirando intensamente mis ojos, con la intención de atrapar mi mirada en la suya, me besó rápido, pero furiosamente.
Una vez. Dos veces. Repetidas veces, me entorpecí lentamente y me hizo sentir la intensidad de cada beso, cada toque, cada destello de su mirada.
Te amo... Te amo...
Sabía que si pronunciaba esas palabras, la agarraría desprevenida y tal vez acabaría con aquella noche. Por eso, aquella frase se repetía sólo en mi cabeza, mientras aprovechaba la sensación de cada pequeña parte de su cuerpo tocando el mío.
De su piel acariciando la mía, de su lengua bailando libremente dentro de mi boca, y en el proceso, sintiendo sus movimientos volverse gradualmente más urgentes y estimulantes.
Cuando nuestras respiraciones se volvían silenciosas hasta el punto en que ninguna de las dos lograba escucharlas, Jeongyeon se inclinó hacia un lado y rápidamente abrió el cajón de su mesita de noche, sacando de allí un preservativo. Arranqué el envoltorio de sus manos y lo abrí, tratando de mantener el caucho lubricado firmemente entre mis dedos temblorosos.
Me sorprendió de nuevo con otro beso invasivo, teniendo que concentrarme para terminar el trabajo que tenía que ser hecho.
Agradecí silenciosamente cuando finalmente logré desenrollar el preservativo por toda la extensión de su polla, entre un beso y otro, e inmediatamente sentí sus manos levantándome con facilidad y colocándome en su regazo.
Sin esperar más, agarré su polla con una mano y lo coloque directamente en mi entrada.
Casi instantáneamente, ella se movió de forma buscando hacia adelante, deslizándose de una sola vez dentro de mí mientras todavía me besaba.
No pude contener el gemido alto que se escapó de mis labios con la sensación de ser invadida por ella.
A partir de ahí, me concentré en los movimientos rítmicos y sincronizados que sus caderas y su lengua ahora hacían dentro de mí, y de repente fui invadida por una extraña sensación de paz.
***
Día siguiente.
Mi cuerpo dolía.
La primera cosa que pude comprobar mientras, somnolienta, intentaba adaptarme a la recién retomada conciencia. Sentía mi cuerpo más pesado de lo normal, lo que tal vez fuera el fruto de una larga noche de sueño, a lo cual yo me había desacostumbrado. Aunque pesaba algunos kilos de más, conseguía sentir con facilidad el nivel de relajación en que ahora me encontraba, y si fuera a dejarme llevar sólo por ese hecho, no habría movido un músculo ni siquiera para mover los parpados.
Pero entonces recordé el motivo por el cual me sentía de esa forma, y mis ojos se abrieron inmediatamente. Pensé que la luz del día lastimaría mis ojos sensibles al sueño, porque como bien recordaba, las cortinas de las ventanas de cristal estaban recogidas la noche anterior. Pero para mi sorpresa, eso no sucedió.
La persiana negra ahora estaba cerrada, haciendo que la habitación quedara iluminada sólo por una débil luz, proveniente de una gran luminaria estilizada del otro lado de la habitación. Es extraño, porque por más que la claridad exterior estuviera bloqueada, el cuarto ciertamente no estaría con esa apariencia.
Me moví hacia el lado, estando ahora más consciente de los dolores en mi cuerpo, y constaté que estaba sola en la habitación.
La sábana estaba toda enrollada en mí, lo que podía significar que la ocupante del lazo izquierdo de la gran cama de matrimonio había salido de allí hace algún tiempo. Fue entonces que me fijé en el reloj en el mueble, que mostraba las horas actuales.
Mis ojos registraron el número 18:46, pero fueron las dos letras posteriores que me hicieron ampliar los ojos.
18:46 P.M.
-¿QUÉ?
Me levanté rápido, ignorando los dolores musculares, y miré alrededor, buscando otro reloj para cerciorarme de que no eran casi las 19h.
Como no encontré ninguno, corrí al baño y encontré sobre el lavabo frente al espejo un reloj de pulsera que ahora marcaba 18:47h.
-¡Ah, mierda!
Pero, ¿Dónde estaba, después de todo? ¿Por qué no me despertó para pedir que me fuera? ¿Por qué me dejó dormir hasta casi las 19h?
-¡Mierda! ¡Mierda!
Me tomé unos segundos girando en el mismo lugar, tratando de recordar dónde había dejado mis ropas de la noche anterior.
Finalmente miré hacia arriba y vi mis bragas y mi vestido azul colgado en el gancho detrás de la puerta, a treinta centímetros de mí. Tomé las prendas y me vestí rápidamente, pensando ahora en muchas cosas al mismo tiempo.
¿Por qué no me había hablado tan pronto como se despertó y me vio al lado de ella?
Podría recordar las pocas veces que había sido permitida dormir en la cama de un cliente, y en todas ellas me desperté a toda prisa por clientes que sólo querían que me fuera lo más rápido posible.
Aparentemente, esa había sido la primera vez en todo ese tiempo que había ocurrido.
¿Dónde estaba? Era sábado, y hasta donde yo sabía, sólo trabajaba de lunes a viernes.
Tal vez aquel fuera un día, donde ella estuviera excepcionalmente ocupada y atareada. ¿Pero eso no sería otra coincidencia? Además, yo tenía mis convicciones de que no saldría y dejaría a una prostituta sola dentro de su casa.
No era imbécil.
Donde quiera que estuviera, tenía una certeza: Cuando la encontrará, sabía que aquella postura fría y dura estaría allí.
Por eso era bueno que no esperara saludos cordiales y palabras dulces más allá de un "buenas tardes, sal de mi casa."
Ese pensamiento sólo aumentó mi nerviosismo al encontrarla.
Quería verla después de aquella noche, quería verla antes de tener que despedirme otra vez. Podría fantasear con ese beso, pero sabía que aquello no había significado nada para ella. Tal vez todo aquello hubiera sido sólo el resultado de una posible culpa después de mis palabras, o algún tipo de alivio por su instinto protector un tanto extraño conmigo, pero no sería nada más allá. Nada que me hiciera tener algún tipo de esperanza.
Necesitaba un baño. Podría decir eso sólo de recordar la noche anterior, pero eso quedaría para otra hora.
Me puse mis zapatos y lavé mi cara apresuradamente, gargareando con un enjuagador bucal de menta que estaba encima del lavabo y peinando mi cabello con los dedos, intentando deshacer los nudos en los mechones más cercanos a mi cabeza.
Finalmente me miré al espejo y me asusté un poco con mi reflejo.
Mis labios estaban hinchados y rojos por la noche anterior. Mis ojos también estaban hinchados y aún rojizos, probablemente por el llanto, y mi cuello presentaba varios chupetones. Entonces observé que los hematomas se extendían por el resto del cuerpo, y aunque eso fuera algo conocido para mí, no pude dejar de sorprenderme, ya que había pasado algún tiempo desde la que última marca había aparecido.
Cuando me di cuenta de que no iba a estar mucho mejor que eso, salí a la búsqueda de mi bolsa, que debería estar en algún lugar de la habitación. La encontré colgada en la manija de la puerta, así que volví de nuevo y vi una cama extremadamente desordenada, con sábanas de edredón enrolladas y varias almohadas cuadradas y pequeñas esparcidas por el suelo.
Doblé y arreglé con toda prisa, colocando cada cosa en su debido lugar, y sólo entonces pude salir.
En aquel momento, no sabía si intentaba ser discreta y no hacer ruido hasta llegar a la puerta, con un cierto temor de tener que mirarla de nuevo, o si iba a su búsqueda por la casa, pudiendo usar como exigencia el pago por la compañía de la noche anterior.
Opté por caminar cuidadosamente, tomando cuidado para que los tacones de mis zapatos no hicieran un ruido muy alto y la advertencia de que estaba a punto de irme, donde quiera que estuviera.
Llegué a la cocina mirando sólo el suelo, teniendo la puerta como mi único objetivo, y fue antes de dar último paso para girar la manija que oí un carraspeo detrás de mí
Me giré sin mucha prisa, finalmente mirándola a los ojos, mientras ella se inclinaba en el mostrador con un portátil abierto delante de ella.
Sabía que no estaría equivocada en mis conjeturas, y entonces la vi allí exactamente como la esperaba ver: Una postura fría y dura, aunque no era completamente indiferente.
No era la misma expresión que tenía ayer. Por más severa que pareciera ahora, sus ojos mostraban lo contrario. No era pena, compasión, rabia o asco.
No sabría decir lo que era, pero ella no estaba completamente indiferente a mí, y por menor que eso fuera, sentí un soplo de vida tomarme de repente.
-¿Por qué no me despertaste?
Me sorprendí por el sonido de mi propia voz, y me pregunté cuando había desarrollado la constreñida discapacidad de pensar en voz alta.
-Parecías exhausta.
Su voz también tenía el tono frío y seco de ayer, pero como no esperaba nada diferente de eso, no me importó. En vez de eso, me esforcé para pensar en una buena respuesta para dar, pero no conseguí ninguna.
-Come lo que quieras. -Ella habló, apuntando hacia el lado, y por primera vez pude notar la enorme cantidad y variedad de comida al lado de ella. Los panes, galletas, frutas, jugos, tés y dulces estaban dispersos de forma organizada por encima del mostrador, mientras una cafetera calentaba el café.
-No tengo hambre.
Era mentira, estaba hambrienta, pero no quería parecer desesperada delante de ella.
-¿Quieres tener una crisis de presión baja o de hipoglucemia en medio de la calle? ¿Sabes cuánto tiempo estás sin comer?
Me di cuenta de que había pasado mucho, desde que había comido por última vez. Ella no tenía la menor noción de eso al hacer la pregunta, pero aún así, estaba segura.
Sin esperar por mi respuesta, ella se levantó y se giró a tomar la cafetera detrás de mí, desviando su mirada de la mía por primera vez. Puso dentro de una taza una buena cantidad de café y la empujó discretamente para mí.
-Siéntate.
Me senté en uno de los tres bancos altos que estaban dispuestos por la longitud del mostrador, quedando frente a ella mientras le ponía azúcar.
-Gracias. -Hablé en una voz muy baja.
Ella no respondió, y en vez de eso fue de nuevo hacia el lado, sentándose frente al portátil y olvidándose de mi presencia allí.
Agradecí eso, quedando más a gusto sin que ella me estuviera observando. Era obvio que eso indicaba que para ella mi presencia allí seguí siendo importante igual que la de un grano de polvo, pero al menos ella no me había expulsado como imaginé que haría tan pronto como me viera de pie.
Bebí todo el café y comí tres tostada sin relleno alguno.
No más que eso. En el mismo momento en que había terminado, Jeongyeon cerró su notebook y se levantó, yendo por sus llaves, lo que me hizo tener la impresión de que primero, estaba ansiosa porque me fuera, y segundo, estaba mirándome todo el tiempo.
Me sentí mal por haber sido el motivo de haberla contenido en casa, obstaculizando cualquiera que fuera su compromiso. Deseé profundamente que ella me hubiera mandado, al final, despertado más temprano.
Pero era tarde para quedarme llorando.
Me giré y encontré a Jeongyeon ya sosteniendo la puerta abierta para mí, entonces me apresuré a salir de la casa.
Más por reflejo que cualquier cosa, me apresuré a sentarme en el asiento del coche, y poco tiempo después salimos del garaje otra vez.
Recordé el día anterior, cuando yo estaba en ese mismo asiento y no sabía qué esperar de la noche. Ahora que todo había pasado, sabía que me estaba acercando a esa despedida que sabía era necesaria. Aunque me hubiera condicionado a aceptarla, y sólo tendría la noción exacta del daño que haría en mí cuando estuviera viviendo el momento.
Por el momento, podría casi decir que estaba cómoda a su lado, mientras que los árboles y los postes a nuestro alrededor se iban hacia atrás. El silencio, aún siendo desagradable, ya no era tan sofocante, y no era como si quisiera exigir de ella una posición por todo lo que le había confesado la noche anterior.
No quería oír sus argumentos, porque sabía que llevarían a una conclusión dolorosa. Yo podría estar enamorada de ella, y ella podría saberlo ahora. Pero no esperaría más allá de esos dos simples hechos, entonces no necesitaba una respuesta u opinión sobre el asunto. Ella había aceptado la verdad aparentemente sin molestarse, lo que ya era mucho. Pero era hora de que cada una siguiera con sus vidas, lo que al final acabaría ocurriendo de cualquier forma.
Jeonyeon se inclinó hacia adelante y encendió la radio, así que pude oír una música tranquila y suave cuya melodía era desarrollada sólo por un piano y nada más allá. La grabación no parecía ser profesional, pudiéndose escuchar un leve ruido al fondo, pero eso no era suficiente para sacar la belleza de la música.
Me recosté en el asiento y me dejé llevar por la tranquilidad y la paz que trasmitía mientras intentaba olvidar el dolor en el pecho, ahora creciente con la aproximación del momento en que tendría que aceptar que alejamiento de ella en mi vida.
-¿Te gusta?
Abrí los ojos inmediatamente, mirándola.
Ella continuaba enfocada en la carretera, y yo podría incluso decir que no estaba hablando conmigo si no fuera el hecho de que no hubiera nadie más en el coche, y también porque ella no estaba con un celular en su oído.
-Sí. -Respondí después de unos segundos asegurándome de que la palabra había sido realmente dirigida a mí.
-Soy yo.
Seguí mirándola, sin entender muy bien. Ella me miró rápidamente, y habló otra vez.
-Tocando. Yo toco el piano.
Por supuesto, era de su aspecto saber hacer cosas bonitas y que exigían algún talento especial. Tal vez ella también escribiera poesías o cosas así.
-Ah. Es bonito.
Las únicas palabras que conseguí decir, antes de dejar de mirarla como una psicópata y desviar los ojos de ella, volviendo a mi posición original.
-Gracias. -Habló cordialmente.
Eso fue el máximo de interacción que hubo entre nosotras durante todo el recorrido. El camino de vuelta parecía ser más largo si tomaba en consideración que, ahora ella no conducía como una loca, desafiando el transito como lo hizo la noche anterior. Pero como yo quería estar en su presencia por el máximo de tiempo posible, no pareció tardar mucho hasta que finalmente hubiéramos llegado a mi barrio.
-Guíame.
No quería que supiera donde vivía, pero imaginé que mis esfuerzos para convencerla de dejarme en cualquier lugar cercano serían en vano. Por eso, le di algunas instrucciones, y antes de que pudiera arrepentirme, ya estábamos en mi calle.
-Es aquí, gracias.
-¿Vives en un cobertizo? -Ella habló, apuntando de forma rápida hacia la puerta delante de nosotras, al inicio de la calle.
-No, es al final de la calle. Pero voy caminando.
Antes de que pudiera abrir la puerta y salir, ella ya había andado con el coche otra vez. Habría sido más fácil decir que sí, que vivía ahí.
-¿Aquí? -Habló, mientras se detenía en el último edificio antes de la esquina.
-Sí.
Oí el auto ser apagado, así que sentí un golpe en el estómago, pero me obligué a no dejarlo atrás. Eso sería tanto extraño como triste, porque además de no saber cómo despedirme de ella, no quería. Pero de cualquier forma, pocas cosas en mi vida habían sido de la manera que yo quería, entonces no debería ser tan difícil la tarea de dejarla.
No debería ser tan difícil, excepto por el hecho de que lo era. No sólo era difícil, pero inestablemente doloroso.
Mientras pensaba en algo que decir, incluso algo inútil que sólo sirviera como última palabras, ella salió del coche.
Aparentemente, todo lo que ella haría ese día me tomaría desprevenida, entonces me quedé otra vez sorprendida con su actitud, saliendo inmediatamente del coche para entender lo que estaba haciendo.
Me di cuenta de que había oscurecido casi completamente ahora, mientras la seguía hacia las escaleras del edificio donde vivía. A esa altura, ya había dejado de intentar predecir sus próximas actitudes, porque ninguna de ellas concordaba con las que imaginaba.
Pasé por ella mientras sostenía la puerta para que entrara, entonces me detuve al pie de la escalera, girándome para mirarla.
-Bueno...
-¿Cuál es el piso?
Después de todo, ¿Qué quería? ¿Subir hasta mi apartamento?
-Sexto.
-Estoy justo detrás de ti.
Es exactamente lo que quería.
A pesar de que aquello fuera directamente contra mi voluntad, me estaba dejando llevar por una esperanza de que tal vez ella decidiera decir algo más si le diera más tiempo allí.
Era una esperanza patética, pero aún así, volví otra vez a las escaleras y empecé a subir, permitiéndole un poco más. A pesar de que al final de cuentas eso sólo hiciera todo peor.
Subía cada escalera pensando exactamente lo que haría al llegar a mi apartamento.
Ella no parecía muy curiosa la noche pasada con mi modo de vida, así que no había cómo imaginar lo que quería de mí.
Llegamos al sexto piso y caminamos un poco por el pasillo feo y oscuro, hasta llegar a la puerta de madera que daba a mi apartamento.
Necesitaba algún tiempo para conseguir abrir la puerta, porque estaba muy distraída tratando de evitar su mirada mientras sabía que me estaba mirando todo el tiempo. Cuando finalmente encontré las llaves dentro de la bolsa, vacilé un poco al abrir la puerta para dejarla entrar.
-Mira... Está hecho un lío.
-Ok.
Está bien.
Su frialdad no ayudaba mucho a mi nerviosismo, pero de todos modos, jamás esperé una Jeongyeon tierna y receptiva y toda, "ah, relájate, ni me daré cuenta."
El apartamento estaba hecho un desastre a la medida posible. El lugar no podría estar completamente tan desastroso porque no tenía tantas cosas, y tampoco había mucho espacio por el cual podría esparcir las cosas. Mi desorden se resumía a algunas ropas apiladas en el sofá cama, aun deshecho, y otra pila encima de la televisión rota.
Mis bolsos y mochila estaban agrupados en un rincón, algunos abiertos, y los pocos zapatos que estaban del lado de afuera se encontraban en fila por la extensión de la pared.
La había invitado a sentarse si la situación pedía buenas maneras, pero ambas sabíamos que aquella no era una visita casual.
Una vez que estábamos las dos dentro, cerré la puerta ya siguiéndola con los ojos, porque era obvio que ella ya había escogido su próxima acción al azar.
Sin preocuparse en mirarme o preguntarme si podría, ella se dirigió a una de mis maletas e inclinándose sobre ella, sacó de allí un pantalón y una blusa blanca común.
Al levantarse, me extendió la ropa escogida mientras usaba su reciente manía de mirarme a los ojos cada vez que me dirigía la palabra.
-Quítate ese vestido. Por favor.
Acepté las ropas que ella me ofrecía, mirando de vuelta sus ojos, e inmediatamente pasé por ella, yendo también a mis maletas. De una de ellas, saqué unas bragas limpias y con las tres piezas en la mano, fui al baño.
Necesitaba un baño, lo que podía ser una buena forma de darnos la oportunidad de separarnos de una forma sencilla. Si ella tampoco sabía cómo irse sin que me lastimara -y si ella estaba preocupada por eso -entonces podría simplemente marcharse mientras estaba encerrada allí.
Entré debajo de la ducha, sintiendo que el agua helada lastimaba mi piel, y me permití llevar más tiempo de lo normal allí. Al contrario de lo que pensé, no estaba ansiosa por salir pronto y cerciorarme de que ella todavía estaba en mi apartamento. Estaba tranquila, tal vez porque había aceptado la situación. Eso no significaba que el dolor en mi pecho hubiera disminuido en nada, pero era el momento de lidiar con ella.
Lavé mi cabello y me enjuague varias veces, sintiendo con ello dolores en algunos lugares de mi cuerpo. Entonces recordé la crema que usaba en situaciones así, que aún estaba guardada dentro del armario con espejo sobre el lavabo, e imaginé cuál sería su reacción si decidiera usarlo.
Por lo que recordaba, aquel perfume hacía cosas extrañas con ella, pero mi objetivo no era hacer las cosas difíciles para nadie. Al contrario.
Me sequé y me puse la ropa limpia. Peine mi cabello mojado y tomé las ropas que usaba antes, enrolladas ahora en mis brazos, luego abrí la puerta y salí.
Mi razón intentaba convencerme de que no estaría allí. Pero mi lado sentimental rogaba para que ella me estuviera esperando inclinada en la pequeña barra que separaba la sala de la cocina.
El hecho era que esas eran las dos únicas opciones que yo pensaba tener, pero al entrar nuevamente en la pequeña sala, fui una vez más, sorprendida por los cambios en el lugar.
Ella estaba allí, sentada en el sofá. Mis maletas, ropa y zapatos no.
Además, las únicas cosas que aún permanecían en la habitación era mi mochila, ahora abierta y vacía al lado de ella, y mi par de tenis All Star blancos al lado de la puerta.
Me quedé inmóvil, dando tiempo a mi cerebro para encontrar una explicación a aquello.
Antes de que esto pudiera suceder, Jeongyeon se levantó y vino a mi dirección, sacando de mis manos la bola de ropa sucia y metiéndola en la mochila.
De repente, pasó por mí y entró al baño, así que pude oír el ruido de muchas otras cosas siendo tiradas dentro de la mochila, lo que estaba segura eran los pocos productos que estaban guardados en el armario.
Cuando ella volvió a la sala, intentaba meterlo junto con las otras cosas la toalla húmeda que acababa de usar. Cuando mi cerebro finalmente logró procesar una posible explicación para todo aquello, mi cuerpo comenzó a temblar de una forma violenta e involuntaria, mientras ella ahora me miraba e intentaba cerrar la cremallera de la mochila en sus manos.
-¿Tienes algo en la nevera?
No pude responder, pero negué con la cabeza.
Mi cuerpo estaba completamente tomado por una descarga eléctrica muy fuerte como para que pudiera calmarme. Lo que yo estaba pensando era una explicación, y aunque era aceptable y hasta plausible, luchaba conmigo misma para desacreditarla, mientras me mantenía en la misma posición desde que había entrado en esa habitación. No era eso, simplemente no podía ser aquello.
Ella vino delante de mí y de nuevo me miró a los ojos, sin dejar nunca de lado su postura rígida.
-Ven.
Sentí su mano sujetando con firmeza la mía, la firmeza que mi cuerpo ahora no tenía. Mis temblores quedaron aún más obvios después de sentir su toque casi despreocupado en mí, como si fuera algo tan banal, y casi podría estar avergonzada de mi patética falta de control si me estuviera importando mínimamente eso.
No podía ser eso.
Su mano me jaló a la puerta, donde mis tenis me esperaban, entonces sentí en mi cuerpo el tan conocido piloto automático y seguí a donde ella me guiaba.
Me puse mis tenis sin esfuerzo y salí, completamente aturdida, mientras esperaba que cerrara la puerta con mis llaves. Varias escaleras después, estábamos en la puerta del edificio, preparándome para bajar las escaleras, mientras Jeongyeon me seguía guiando con una mano extendida en mi espalda.
-Quédate aquí. -Ella empezó, después de cerrar la puerta del coche ya conmigo sentada. - ¿Dónde vive la dueña de tu apartamento?
Hice un poco de esfuerzo para razonar y recordar el número de su apartamento. Después de algún tiempo, conseguí darle información, aún muy aturdida para fingir que estaba todo bien.
-Yo ya vuelvo.
Al decir eso, ella accionó el bloqueo del coche, atrapándome, literalmente, dentro de él. Como mis pensamientos parecían correr en cámara lenta, momentos después ella ya estaba de vuelta sin que yo pudiera pensar en un motivo para eso.
Todo estaba demasiado extraño.
¿Por qué ninguna de sus acciones tenía el menos sentido para mí? ¿Qué quería con eso? No, mis suposiciones NO eran ciertas, y yo quería convencerme de eso. Pero entonces, ¿Qué diablos estaba pasando?
El camino de vuelta -otra vez -había sido rápido, y todo lo que pude procesar del paseo era el rumbo que tomábamos con cada kilometro recorrido, mientras intentaba tomar partido en la guerra declarada entre mi lado racional, que insistía en querer hacerme desacreditar el rumbo que las cosas tomaban, y mi lado emocional, que me mostraba poco a poco que sí, era exactamente aquello.
Pero no podía ser, porque no tenía sentido.
Y mientras me quedaba corriendo detrás de su propia fila con esas divagaciones, Jeongyeon parecía ahora con una postura aún más fuerte y decidida, sin intercambiar una sola palabra conmigo durante todo el recorrido.
Finalmente, después de saber cuánto tiempo, llegamos al lugar cerrado que ya conocía desde hace poco menos una hora atrás. Jeongyeon paró el coche y salió, tomando la mochila del asiento trasero y dando instrucciones a un empleado del edificio, ofreciéndole las llaves del vehículo.
Me quedé inmóvil, sentada y pensando lo que debería hacer ahora. Mi cuerpo no había parado de temblar un segundo hasta entonces, y yo rezaba para que ella no hubiera notado mi estado de nervios, aunque le pareciera difícil no haber ocurrido.
La puerta a mi lado abrió de repente, tomándome por sorpresa y haciendo que saltará discretamente en el asiento.
-Vamos.
Automáticamente, seguí sus palabras y me levanté, saliendo del auto yendo con ella hacía el ascensor, que nos esperaba porque el empleado sostenía la puerta para nosotras.
-Toque el timbre cuando traiga todo, por favor.
-Sí, señora. -Respondió el hombre, mientras cerraba cordialmente la puerta del ascensor, encerrándonos dentro.
Silencio.
Ya me estaba acostumbrando a estar siempre en silencio cerca de ella, a tener siempre miedo de ser la primera en hablar, tener miedo de ser hostilizada si lo hiciera. Pero nunca había tenido tantas dudas en la vida, y nunca había sido privada de tantas explicaciones. Era como si ella me dejara llena de dudas deliberadamente, y le gustara verme completamente confusa y perdida.
-¿Qué está pasando?
Era lo que quería preguntar, y era en lo que venía pensando durante todo ese tiempo, desde el momento en que no vi ni mis cosas en el lugar donde debían estar. Pero fue nuevamente mi increíble capacidad de hablar en voz alta lo que pensaba que me hizo elaborar la frase en alto y buen sonido, rompiendo de una sola vez el silencio del ascensor.
Ella me miró, y en el mismo momento el cubículo en el que estábamos dejó de subir, mientras las puertas se abrían, indicando que habíamos llegado a nuestro destino.
-Sabes lo que está pasando. -Ella dijo, aún de forma fría, mientras caminaba al pasillo y sostenía la puerta para que también lo hiciera.
No respondí. Caminé a su lado y esperé que abriera la puerta.
Segundos después, entrabamos otra vez en su apartamento. Sin querer preocuparse por mirarme, Jeongyeon siguió hacia el pasillo estrecho y oscuro, entrando al cuarto final, y automáticamente me fui detrás de ella.
Estaba odiando el hecho de parecer una perra detrás de su dueña, pero yo simplemente no tenía la menor idea de cómo actuar.
Ella finalmente tiró la mochila sobre la cama y sin decir nada más, salió.
Todavía podía oírla caminando de un lado a otro mientras permanecía en el cuarto, sentada en la cama baja, esperando que mi cerebro pudiera pensar en algo que hacer. Miré alrededor y observé que esa habitación era más pequeña y más simple que la de ella, pero no dejaba de ser encantadora.
Un cuarto de huéspedes.
Después de algún tiempo, oí el timbre ser tocado y pasos firmes yendo a la puerta de la sala. Dos personas intercambiaron dos o tres palabras, y momentos después la puerta estaba cerrada nuevamente.
No me moví por un tiempo, pero cuando mi cuerpo se cansó de la misma posición, me dejé caer de espaldas en el colchón, mirando el techo y pensando.
Los hechos eran simples.
Jeongyeon me había llevado a su casa sin comunicarme al respecto.
No sabía cuál había sido el momento exacto donde había tenido esa brillante idea pero ahora, sola en aquella habitación sin su presencia para sacar mi concentración, intentaba imaginar el motivo de eso.
Si ella estaba sintiéndose sola, una mascota sería una buena salida, además de ser una opción más fácil y menos laboriosa. ¿Por qué había decidido traer a su propia casa a una chica de compañía que acababa de asumir sus sentimientos totalmente inapropiados por ella?
Tal vez, después de todo lo que había dicho, el peso de la culpa la había alcanzado de una forma más intensa de lo que esperaba.
Si fuera así, sólo era una cuestión de tiempo hasta que ese sentimiento se desvaneciera poco a poco, haciendo que, al cabo de un mes, como máximo, se arrepintiera.
Y al final de cuentas, terminaría en la mierda otra vez.
Bueno, tal vez sea mejor si decido imponerme y simplemente salir de allí. No se quedaría sola por mucho tiempo, porque estaba segura de que no era la única opción de compañía para una mujer hermosa, rica y soltera.
De hecho, yo era la peor de todas las opciones.
¿Por qué diablos me había escogido?
No tenía sentido.
De repente, me encontré deseando que ella no hubiera hecho eso. Era claro que su compañía todavía tenía un efecto impresionante en mí, pero no quería vivir de favor en su casa.
Ella no era responsable de mí, y sería extremadamente incómodo vivir día a día con la persona que aparentemente había decidido empezar a ignorarme.
Ella podría ignorarme lejos de mí, entonces, ¿Por qué eligió encerrarme cerca de ella? ¿Qué infiernos quería con eso? ¿Lastimarme más? ¿Hacerme tener su compañía y al mismo tiempo, sentirme sola y desechable?
No tenía sentido, porque nunca había sido cruel.
Pero, como fuera, no podría aguantar eso. Si todo lo que pasé hasta ese momento no había sido suficiente para derribarme de una vez, esto ciertamente lo sería.
***
El reloj marcaba las 21:30, y me sorprendí por no haber visto las horas pasar. Reuniendo toda la fuerza de voluntad y coraje que me quedaba, me levanté de la cama y fui a su cuarto.
Todas las luces de la casa parecían estar apagadas.
Tal vez ella ya estaba durmiendo.
Caminé lentamente por el pasillo, probando mi control a cada paso. Fui silenciosa, porque no quería que pensara que estaba deambulando por una casa que no era mía.
Llegué a su cuarto y empujé lentamente la puerta. Jeongyeon estaba de pie, frente a la gran pared de vidrio, mirando los coches que pasaban por debajo de nosotras. Usaba un pijama blanco, y parecía pensativa. Al darse cuenta de que estaba ahora dentro de su cuarto, ella se giró hacia mí, mirándome con una expresión satisfecha, y no acusatoria por estar invadiendo su espacio como pensé que estaría.
-¿Tienes hambre?
-No. -Respondí después de probar mi respiración algunas veces.
-Necesitas comer algo.
-No necesito nada.
Ella continuó mirándome, pronunciado cada palabra en un tono de voz tranquilo que llegaba a ser envidiable.
-Puedo preparar algo para ti.
-¿Por qué me estás tratando como tu muñeca?
Me miró sorprendida.
-No lo estoy...
-¿Por qué me trajiste aquí?
-¿No es obvio?
-No, no lo es.
Hacía fuerza para que los temblores en mi cuerpo no rompieran mi voz, ya que quería aparentar un mínimo de seguridad.
-Quiero que te quedes aquí.
-¿Por qué? ¿Para hacer la broma de ignorarme más divertida?
-No.
-¿Entonces por qué?
-Porque tienes que quedarte aquí.
-¿Por qué no me das motivos?
Ella suspiró.
-Necesito hablar contigo.
-¿Sobre qué?
-Sobre mí.
No, no tenía idea de lo que tenía que decir, pero lo que fuera, debería ser algo importante. Sólo por el hecho de que Jeongyeon se prestaba a mantener una conversación conmigo, cosa que parecía evitar a cualquier costo en las últimas horas, y yo podría decir que sus palabras debían ser dignas de atención.
-Cámbiate de ropa. Los jeans no son cómodos para dormir.
-No tengo sueño. Me dejaste dormir demasiado.
Otra vez, ella suspiró.
-¿Por favor?
Seguí mirándola por algún tiempo, pero finalmente tomé la iniciativa de atender su petición. Me volví lista para ir a mi habitación y tomar una pieza de ropa, pero ella interrumpió mis movimientos cuando se dirigió de nuevo a mí.
-No, no quiero que uses esas ropas.
La miré otra vez.
-Entonces, ¿Qué quieres?
Como respuesta, ella sacó la parte de arriba de su conjunto quedando sólo con un sostén y me extendió la camisa, tan grande como lo que había vestido la noche anterior. El perfume era el mismo, lo que hizo que mi corazón diera un discreto salto fuera de ritmo.
Sin más dilaciones, entré al baño de la habitación e hice el cambio de ropa más rápido de lo normal.
Colgué mi blusa y mi pantalón detrás de la puerta y salí, encontrándola de nuevo hacia la pared de cristal y la semejanza de la escena me trajo un recuerdo fresco de la noche pasada en la memoria. Fui a sentarme en la cama y esperé que se acercara. Cuando finalmente se sentó a mi lado y de frente a mí, más cerca de lo que mi auto-control podría manejar, las palabras que yo venía tratando de formular salieron de mi boca sin que yo pudiera tratar de sostenerlas.
-No voy a quedarme aquí. -Comencé. - No sé lo que pretendes con este juego, pero es mejor que me vaya antes de que...
-No vas a ninguna parte.
Su postura se puso inmediatamente tensa, y tanto sus ojos como su tono de voz acusaban que aquello no era un pedido, sino una orden. La miré asombrada, pensando en la respuesta que le daría.
-Si me voy, ¿Qué vas a hacer? -Proclamé.
-Voy detrás de ti otra vez, y juro que te traigo.
Me callé. ¿Irá detrás de mí otra vez? ¿Otra vez? ¿Cuándo había sido la primera vez, para iniciar?
Después de un largo silencio, empezó.
-Debería haber dejado claro esto ayer por la noche, pero no voy a pagar más para tenerte. Siempre que quiera estar contigo, no habrá dinero involucrado en eso. Dime si quieres, tienes el derecho, pero no te atrevas a cobrar un centavo. No me importa si eso va en contra de tu voluntad. Si la vida que pretendías seguir era esa, tengo que informarte que eso no va a suceder. A partir de ahora, te quedarás en esta casa, vas a dormir en esa habitación, pero no tienes derecho de marcharte. Si intentas cualquier cosa de ese tipo, iré detrás de ti y... ¡Te amarraré aquí! ¡Juro por Dios que lo haré!
Sus palabras salían rápidas, como si estuviera confesando pecados íntimos y dolorosos. Como si todo el dolor que sintiera le diera derecho de imponerse y de dar órdenes, de tener sus deseos obligatoriamente atendidos.
Podría sentirme ofendida de estar recibiendo órdenes, si no fuera por la claro y casi alta desesperación que había en cada sílaba que salía de su boca. Su tono de voz se volvía más histérico y descontrolado cada segundo, y tal vez estaba enloqueciendo o simplemente dejándome caer. Lo que sucedía, podía decir que no era Jeongyeon en sus perfectas condiciones. Ella se estaba dejando llevar por algún tipo de miedo o desesperación para imponerse de esa forma, y su respiración parecía tan difícil y pesada que podía jurar que era cuestión de segundos hasta que cayera en mis brazos.
Su postura fría se estaba desmoronando, hasta el punto en que todo lo que parecía estar delante de mí era una mujer tan insegura y perdida que pude sentir algo que jamás pensé que podía sentir cuando se trataba de ella: Pena.
-Jeong...
Ella me miró directamente a los ojos, y vi un miedo tan profundo que podía ir a la locura.
-Te quedarás conmigo, porque no hay otra manera. Ya estuve tiempo suficiente sin ti para saber cuánto duele. He pesado por un montón de demonios para tratar de alejarme de ti, pero me puse de tal manera que en el fondo no puedo... simplemente no puedo vivir sin ti. Aunque quisiera no sentir por ti todo aquello, incluso siendo cobarde hasta el punto de huir para no acabar engañada otra vez... Traté de olvidarte y casi morí. De nostalgia, de desesperación, de preocupación, de un vacío tan intenso que ni siquiera sabía que podía existir.
-Traté de apartarme para intentar olvidar el hecho de estar en tus manos, porque eso me estaba matando. Saber que controlabas todo en mí me hizo tener tanto miedo que huí, pero estar lejos de ti sólo me hizo sangrar más rápido. Y fui tratando de apartar tu recuerdo que se hacía más fuerte. Casi enloquecí, y sé que me lo merecía. Por todo lo que hice, y hablé, sé que merezco sufrir mil veces más.
-Todo esto porque eras una chica de compañía, lo admito. Admito que entré en pánico cuando me di cuenta que estaba enamorada de ti, y fui tan estúpida que no noté que no tenía que correr más. Admito que fui una cobarde, una débil, una idiota, pero necesito que te quedes conmigo... Yo... ¡Te exijo que te quedes conmigo! No puedes olvidarme, y aún no sé cómo manejarlo, pero no pienses que te ignoro. No podría ignorarte, nunca. Eres demasiado importante para eso.
-Cuando te vi en aquella esquina inmunda, de esa manera me quedé con tanta rabia que no pude razonar. Sé que fue por mi culpa, pero aún así, verte ofreciendo por 100 míseros dólares... Vales tanto más que eso, más que cualquier cantidad... Y tengo que mostrarte cuánto vale, que eres importante. Quisiera haber sabido mostrar cuánto me importabas, quisiera saber mostrar cuánto lamento todo lo que hice. Pero no puedo, y todo lo que puedo hacer es decirte que eres esencial, que eres única.
-No me importa si me encuentras loca o idiota, siempre y cuando estés conmigo. Que prometes que no me vas a dejar. Te necesito... Tanto que llega a doler. Porque nada en la mierda de mi vida tiene sentido si no estás en ella. Me pediste que te dejara en paz, pero no consigo hacerlo. Porque puedo intentar mil veces, pero mil veces voy a fallar.
Vi una sola y solitaria lágrima caer de uno de sus ojos, entonces ella respiró algunas veces para retomar el control que había dejado escapar, mientras miraba ahora sus manos.
Seguí mirándola sin dar la menor señal de que estaba viva, porque a esa altura, mi respiración ya estaba suspendida hace mucho tiempo, mis ojos se habían secado por no parpadear, y mi corazón... bueno, mi corazón no debe estar ni funcionando de ninguna manera.
Este era el momento en que podría decir cualquier cosa, ceñirla por el dolor que me hizo sentir, por su debilidad o por su prejuicio. Era el momento en que podría agredirla por mantener la verdad tan lejos de mí por tanto tiempo, haciéndome pensar que yo era prácticamente nada para ella. Era el momento en que podrían las lágrimas atrapadas en mi garganta rodar libremente, haciéndome sentir más libre.
Pero simplemente no reaccioné.
Enamorada de mí... Yo era importante... Ella me necesitaba...
Eso era imposible. Simplemente imposible. Era muy bueno, muy perfecto, un final muy feliz para ser verdad. Los finales felices no sucedían tan fácilmente.
Pero, ¿Por qué ella mentiría? ¿Y si fuera verdad? ¿Y si realmente no fuera sólo una puta para ella? Y si ella... Si ella...
Jeongyeon POV.
-Quería merecerte. Sé que te debo muchas peticiones de perdón, y sé que no merezco ser perdonada en ninguna de ellas. -Empecé, tratando de conseguir estar un poco más tranquila, insistiéndome a mí misma que no iba a huir de mí. - Pero tienes que ser mí... mí... sólo...
Sabía que estaba siendo una idiota por no dejar de dar órdenes, siendo que no tenía el derecho alguno de eso, pero no era como si estuviera tratando de mandarla. Nayeon siempre habría elegido estar conmigo, en cualquiera que fuera la cuestión.
Me imponía de esa forma no por abuso, sino por desesperación.
Era como si mi instinto de supervivencia hablará más alto, y por eso mismo tuve que parecer fuerte y decidida. Si ella me dejara, si tuviera que intentar vivir sin ella otra vez, sería como haber arrancado de mí una parte vital, que me mantenía de pie.
No podía permitir que arrancara mi propio corazón.
No era como si estuviera luchando por algo que yo deseaba.
Aunque la deseaba, era más que eso. Estaba la necesidad de tenerla conmigo. Simplemente no sería lo suficientemente fuerte para verla apartarse de mí, porque esos meses me mostraron cuánto la necesitaba. Me mostraron que mis intentos de simplemente alejarse de ella eran inútiles y dolorosos como los propios intentos de dejar de sentir lo que sentía.
Era verdad, no sabía manejar eso. Mi orgullo, por así decir, todavía estaba herido. Algo dentro de mí hacía que me irritara con el hecho de haber visto a la mujer que ahora admitía necesitar ofrecerse a cualquiera. Era verdad que aquello era mi culpa, pero mi lado irracional simplemente odiaba verla disponible a otras personas.
Ella tenía que ser mía. Solo mía. La haría feliz y satisfecha. Podría hacer eso, ella no tendría que prestarse a hacerlo otra vez. Yo cuidaría de ella, como nunca cuidé de nadie, y haría sus voluntades. Y acataría sus decisiones, porque al final de cuentas, siempre he estado sumisa a ella. Ella siempre me tuvo en sus manos, y era increíble como nunca se dio cuenta de eso.
-Prometo que voy a hacer todo para merecer tus disculpas. Sólo quería que supieras que me arrepiento, de todo corazón, por cada segundo que estuve lejos de ti. Me arrepiento porque terminé matándome poco a poco, pero ahora me arrepiento el doble por saber que te hice sufrir también. Sé que fallé a mi palabra cuando dije que me quedaría cerca, y lo siento tanto... Pero, por favor... Tienes que darme otra oportunidad para estar contigo. Siempre.
Imploraría, si fuese preciso. A esa altura, el orgullo era un lujo que no podía darme, y si ella simplemente se negaba a quedarse, decidiera desaparecer de mi vida, pediría de rodillas. No me importaba hasta donde me rebajaría, si eso haría que me diera otra oportunidad, la oportunidad que necesitaba para mostrar que no era una infeliz insensible, yo haría cualquier cosa.
Cualquier cosa. Por ella. Para ella.
Nayeon ahora mantenía una expresión tan neutra, tan vacía, que llegué a preguntarme si todavía estaría viva. Mis dudas fueron contestadas cuando empezó a balbucear palabras inentendibles, en voz baja.
-¿Por qué estás diciendo estas... que quieres con...
Aunque su expresión todavía continuaba vacía y sus ojos estaban un poco fuera de foco, incluso mirando directamente a los míos, me sorprendió darme cuenta la cantidad considerable de lágrimas que comenzaban a acumularse lentamente en ellos. Como reacción a eso, me moví rápidamente hacia adelante, tomando su rostro en mis manos y hablando muy cerca de ella.
-Por favor, no llores...
-¿Qué es lo que quieres?
Era tarde. Un pequeño lago, antes en sus ojos, ahora escurrían libremente por sus mejillas, dando inmediato un tono rojizo a su nariz y ojos. Mierda, como odiaba verla llorando.
-Quiero tu compañía. Quiero tu piel, tu mirada. Quiero tus imperfecciones y cada pedazo de lo que te hace ser tú. Quiero tu mal humor, tu terquedad y tu timidez a mi lado cada día, cada hora. Quiero tu sonrisa y tu confianza, incluso si eso lleva algún tiempo. Esperaré.
Me tomaron unas ganas incontrolables de besarla, mientras intentaba secar con mis pulgares las lágrimas que aún resbalaban por su cara. Quisiera simplemente poder poner mis labios en los suyos, pero temía su reacción.
Nayeon no parecía muy consciente de lo que estaba pasando, aún mirándome de una forma distraída, así que tenía que asegurarme de que no reaccionaria de forma inesperada con el beso.
-Nayeonni...
Pedía permiso para besarla, aunque contener simplemente la voluntad de invadirla con mi lengua fuera casi imposible. Mis labios ya rozaban levemente los suyos, mientras su nombre salía de mi boca, pero no fue necesario esperar mucho más, porque en el segundo después ella moldaba sus labios con los míos, sin prisa, sin desesperación.
Sentía la fuerza de la urgencia y del deseo tomarme lentamente, pero luchaba contra eso para mantener ese beso de la manera que ella quisiera.
No era difícil besarla con ternura, sintiendo el dulce y lento movimiento que su lengua hacía en la mía. El problema era desearla tan desesperadamente que la tarea de no atacarla como un animal en celo se tornaba cada segundo más difícil.
Para mi felicidad, el fuego que quemaba en mí parecía quemarla también, y sus movimientos se hicieron más urgentes y sensuales.
Como si todo en ella me invitara. Como si nada más allá de ella existiera.
Pero nada más allá de ella existía.
La apreté con fuerza contra mi cuerpo, mientras la abrazaba de una forma posesiva y la traía hacia arriba a mi regazo. Ella no intentó impedirme, y agradecí a los cielos por tenerla retribuyendo mi beso y mi abrazo con tantas ganas, mientras yo dejaba cada chispa de deseo consumirme poco a poco.
Recordé que debería estar siendo más cuidadosa y gentil, porque sentía sus labios levemente hinchados de la noche anterior y recordaba que había dejado muchas marcas por toda la extensión de su cuerpo.
¿Pero cómo diablos podría mantener el control en ese momento? ¿Cómo podría resistirme mínimamente a ella?
Ella tiró -mi abrigo - de su cuerpo, dejándola parcialmente expuesta. Y la cargué a mi cama.
Mi boca emigró automáticamente a uno de sus senos mientras tiraba contra mí con cada vez más fuerza. Me concentré en el calor que emanaba su cuerpo y chocaba contra el mío, y deseé tenerla, de esa forma para siempre.
Ella volvió a besarme, agarrándose a mis cabellos ahora con más deseo que antes, entonces me permití también perder el control y tocarla de la forma que yo quería. Deslice una de mis manos dentro de la única pieza de ropa que quedaba en ella, y mi respiración se volvió irregular cuando sentí que ya estaba completamente preparada y mojada para mí.
Me gustaban los preliminares, pero como ya estaba casi a punto de explotar, cualquier juego de seducción se quedaría para después.
La giré en la cama, tirándola de espaldas al colchón, y sin ceremonias deslice hacia abajo las bragas que usaba, mientras admiraba deslumbrada cada centímetro de su cuerpo.
-Quítalo...
Me sorprendió el sonido de su débil voz, y sólo después de unos segundos me di cuenta de lo que estaba diciendo. Sin mucho, saque con prisa los pantalones de mi pijama junto con mi ropa interior y mi sostén, y volví a acostarme sobre ella, que se mostraba completamente receptiva a mí.
La tomé en otro beso furiosa, y después de algún tiempo noté que nuestros cuerpos ya hacía, juntos, movimientos rítmicos y ondulados, lo que me despertó otra vez para el hecho de que ninguna de las dos podría aguantar aquella situación por más tiempo.
Ella había sido más rápida que yo, y cuando me di cuenta, Nayeon ya había abierto mi cajón y sacado de allí un condón. Fui tomada por la sorpresa por su fuerza cuando consiguió girarnos en la cama, quedando encima de mí mientras abría en envoltorio del preservativo y lo desenrollaba en mi polla ya hinchada y pulsante que llegaba a doler.
No tardó casi nada, y con un descenso rápido y decidido, su cuerpo envolvió el mío de manera casi brusca.
Me contorneé con ese movimiento. Se quedó inmóvil durante algún tiempo, mientras hacía que nuestros cuerpos se acostumbraran mejor al reciente encaje.
Segundos después, ella comenzó a moverse de forma lenta y rítmica, tratando de moldearme a ella, y durante todo ese tiempo lo único que podía hacer era observar sus movimientos precisos.
Aunque toda esa perfección me recuerda el motivo por el que Nayeon era tan buena en eso, no había como negar la belleza de la escena.
Era perfecta en cada movimiento.
Cuando conseguí volver a mí, la agarré cuidadosamente con una de mis manos, tratando de marcarla aún más, y con la otra me apoyé en el colchón, trayendo mi cuerpo más cerca del suyo mientras me mantenía sentada.
Ella agarró mis cabellos automáticamente, y por un momento odie ver que algunas lágrimas todavía insistían en caer por su cara, aunque ella no parecía darse cuenta de eso.
-Te odio. -Ella habló de repente, apoyando sus labios en los míos. Antes de que esas palabras me golpearan con la fuerza que sabía que alcanzarían, ella continuó. - Te odio, por todo lo que me hiciste pasar. Por ser cobarde, por ser egoísta, por hacerme querer morir sin ti. Te odio por no poder negarte, por no ser fuerte hasta el punto de ignorarte. Odio que te necesite, odio adorarte y rendirme a ti. Odio... Te odio...
-Yo te amo.
Fue todo lo que conseguí responder. Era la más pura verdad, y yo esperaba que me creyera, porque nunca en mi vida me permitiría ser tan sincera, nunca me permití estar tan sumisa a alguien. Pero estar sumisa a ella no era un castigo. No era incorrecto. Era todo lo que quería.
Nuestros movimientos se volvieron fuertes y bruscos, pero fue cuando sentí la urgencia de su lengua en mí otra vez que me permití ser cuidadosa y entregarme a ella. No quería lastimarla, pero era humanamente imposible no desearla de una forma casi salvaje. Sabía que me arrepentiría al día siguiente por mi falta de cuidado. Ella estaría más herida, y la culpa sería mía.
Pero a ella parecía no importarle, y cada vez que intentaba hacer más débil el apretón que mis manos hacían en su cuerpo, ella se estrechaba a sí misma con más fuerza contra mí.
No era aceptable, pero mi lado egoísta y posesivo me permitió sentir placer con el hecho de que todas las marcas en su cuerpo ahora pertenecían a mí, ya nadie más. Todavía me odiaba por herirla, pero saber que nadie más allá de mí la tocaría otra vez me hacía sentir como una horrible mujer de las cuevas feliz.
Ella estaba allí. Conmigo. Me daría otra oportunidad, y yo no necesitaba nada más. No sería fácil reanudar su confianza, y no podía juzgarla por eso. Pero si me disponía a morir intentando por algo, sería para ganarla de vuelta.
Sería como debería haber sido desde el principio.
Sería para ella.
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