05
Nayeon POV.
Me desperté temprano el sábado. El reloj marcaba cerca de las 7, mientras me acostumbraba a la claridad suave que llenaba mi habitación a través de las grietas de la persiana.
No conseguí dormir bien aquella noche gracias a los sueños que me pasaban por la cabeza. Estoy con mis padres, todavía vivos, acostados a mi lado en la misma cama en la que ahora me encontraba. Mi papá acariciaba mi cabello, y mi madre hacía cariños en mi vientre, como solía hacer cuando era pequeña y tenía problemas para dormir.
Ambos parecían cómodos por algún motivo que desconocía. También soñé con Jeongyeon. No recuerdo bien lo que fue, pero sé que era ella porque, primero, vestía las mismas ropas de ayer, y segundo, mi cabeza actualmente presentaba la manía irritante de ponerla en mis sueños todos los días.
Me quedo en mi sostén y pienso en ella. No es que casi no hiciera eso, pero pensar en ella era bueno, y nunca parecía cansarse de recordar el rostro que la atormentaba o daba luz a mis sueños. De hecho, tal vez sea por eso que no podía soñar con ella.
Recordé lo que sucedió ayer. Fue todo tan rápido que, cuando me di cuenta, ya estábamos haciendo lo que estábamos haciendo. No me había negado esta vez.
Por el contrario, hasta me hizo creer que quería, y a juzgar por sus ojos que desbordaban deseo, aún estando claramente borracha, y por su nada discreta erección, ella realmente quería.
Esa era la parte que me dejaba confusa, porque al final de la noche, tuve la clara impresión de que estaba tratando de evitarme.
La forma en que Jeongyeon se marchó parecía una fuga. No sabía de qué razón se escapaba, pero me sentí increíblemente frustrada, sobre todo después de todo lo que ocurrió aquella noche.
Había sido ella quien había comenzado la seducción, cosa que venía negándose vehemente a hacer.
Recuerdo que tuve que usar bastante mi auto-control para no mostrarle, de verdad, todo lo que sentía por ella.
No sabía quién había sido la persona que le había dado la impresión de que no era importante, pero me gustaría inmensamente que no creyera en lo que le hayan dicho.
Bueno, tal vez no he sabido mostrarle que era importante. Pero si así fuera, creo que ella no permanecería en mi cuarto conmigo después. Fue sólo cuando le pedí que se quedara que algo pareció cambiar dentro de su cabeza, entonces ella tenía que marcharse.
No sabía por qué había hecho eso. Pero lo que fuera, me dejó un poco más triste de lo que debería.
Así que, estaba segura de que no la vería ese fin de semana.
El sábado fue tedioso y desagradable.
Quisiera no haberme levantado tan temprano de la cama, así tendría menos tiempo para escuchar las preguntas de Samantha y Scarlet sobre Jeongyeon.
—¿Crees que va a venir hoy?
—No.
—¿Por qué no?
—Porque creo que no, Scarlet. Sólo por eso.
Esa era la razón, pura y simple, y yo quería que ella dejara de tocar ese tema, porque me incomodaba inmensamente saber que Jeongyeon no vendría, y más aún, no entender el motivo por el cual ella quería alejarse de mí.
—¡Ella pagó por tu semana! Por supuesto, debes gustarle.
—No, Samantha. Sólo tiene una protección extraña conmigo.
—¡La semana entera, Shasha! Eso no es protección.
—Sí le agradó, quiere estar cerca. — Como ella dijo que haría, pensé. — No vendrá.
No sé cuánto tiempo tuve en la cabeza aquella ridícula idea de que Jeongyeon podría gustar de mí, pero yo quería arrancar ese pensamiento con fuerza, si fuese necesario. No necesitaba tonterías en mi propia cabeza dándome esperanzas para después, romperme, y estaba feliz conmigo misma por no considerar la posibilidad de que eso fuera una verdad.
—Todavía creo que viene. — Comenzó Scarlet.
—Yo también. — Completó Samantha. — Y tal vez te lleve a algún lugar.
Las dos se miraban y soltaban risas agudas como chicas preadolescentes hablando de sus crush's, mientras yo intentaba ignorarlas, arreglando un poco mi cuarto.
—¿Y quién no querría? — Samantha provocó, dejándose caer pesadamente en la cama.
—Eh, ¿piensas que va a comprarle un regalo a Shasha?
Samantha pareció ver a Papá Noel en persona.
—¡Oh Dios mío! ¿Será que viene a traer el regalo por adelantado hoy?
Las voces y risas de ambas alcanzaron una octava audible, y la excitación de ambas me estaba poniendo de los nervios. Porque sabía que estaban muy animadas, y yo no quería que me animarán más.
Samantha y Scarlet me miraron asombradas, sin sonreír ahora, mientras un silencio abrumador se instalaba en el lugar.
Suspiré, tratando de estar tranquila.
—Lo siento. — Samantha dijo, levantándose y tirando de los brazos de Scarlet la almohada que todavía mantenía apretada. — Pareces querer quedarte sola. Te daremos un poco de privacidad.
—No se molesten conmigo, por favor. No quiero que crean en eso. No viene.
—No estamos enojadas. — Samantha habló, y afortunadamente conseguí creer en su tono de voz. — Pero deberías creer en milagros. A veces, un poco de esperanza es la única cosa que nos queda.
Diciendo eso, salió de la habitación con Scarlet tras sus talones, dejando la puerta abierta.
Tal vez ella tenía razón. Tal vez la esperanza fuera la única cosa con la que pudiera contar, pero temía el tamaño de la caída si creía que podía volar.
De todos modos, al fin y al cabo he podido constatar que no estaba totalmente equivocada.
***
—¡Vamos al shopping!
La voz entró en mi cuarto demasiado rápido para mi razonamiento lento, mientras dejaba el libro a un lado de la cama e intentaba identificar quién había casi tirado mi puerta.
—Ah, estoy bien aquí, Samantha. Te acompañaré otro día.
—Shasha, no fue una pregunta. Y no hay "otro día" necesito comprar tu regalo.
—¡No es necesario!
—Lo es, Shasha. — Interrumpió Scarlet, entrando en la habitación tan rápido como Samantha. — Deja de ser aburrida, ¡vamos a pasear!
—¡No van a comprarme nada!
—Eh, no nos mandas. Ahora, levántate y arréglate. Ya estamos listas, y estás retrasando nuestro domingo feliz.
—En realidad, prefiero...
—¡No tienes nada que hacer aquí, Shasha!
Vi el golpe discreto de Samantha en el brazo de Scarlet. Recordé cómo ambas estuvieron felices ayer, pensando que recibiría la visita de cierta persona. Tal vez se sentían culpables porque creían que me hicieron tener esperanza, y en cierto modo me agradó saber que ese tema no surgiría en nuestras conversaciones hoy.
—Podemos ir al cine.
—Sí, tienen algunas películas en cartel que parecen ser geniales. Creo que todas optamos por una comedia, ¿verdad? — Scarlet preguntó.
—Sí. — Samantha respondió por las tres. — Shasha, todavía te estamos esperando aquí.
Cierto. No me dejarían en paz.
—Ok. Ustedes compran los regalos que yo elija, ¿verdad?
—No vale elegir el algodón dulce y los imanes de nevera. ¡Te daremos regalos de verdad!
Mierda. Me conocían.
—Vamos a darte diez minutos para que te cambies, y si volvemos y todavía estás en pijama, prepárate para la furia de Scartel Marie.
Contuve la risa por la imagen que me vino a la cabeza de una Scarlet minúscula haciendo amenazas y dándome golpecitos de niño. Así, como ordenaron Samantha y Scarlet, fui de compras al inicio de la tarde de domingo.
Intenté elegir regalos baratos y sin importancia, alegando que "un recuerdo ya estaba bien", pero ellas se negaron vehementes a aceptar mi actitud, y al final del día estábamos, las tres, en la fila del cine mientras yo cargaba un par de botas largas y negras y una bolsa de cuero marfil.
Vimos una comedia con actores famosos, y no sé si era mi estado de ánimo, pero la película era un tanto como sin gracia.
Sin embargo, fue una distracción útil para sacar de mi cabeza a la única cosa en la que venía pensando desde el principio de aquel domingo.
Ella.
No es que hubiera comenzado a creer en las ilusiones de Samantha y Scarlet sobre Jeongyeon, pero todavía estaba molesta con su actitud de huir de mí.
Y lo que más me molestaba era que no podía entender, por más que me esforzaba, qué diablos había hecho para que ella actuara de esa forma.
Sería mi cumpleaños al día siguiente, y estaba casi segura de que no la vería. De que no me visitaría.
Era incluso más aceptable que ella ya se hubiera olvidado de ese detalle, pero lo peor era que, aunque todavía recordara, lo que yo creía improbable, ella me evitaría, como lo hizo la noche del viernes.
—¿Te gustó la película?
—Era graciosa. — Hablé, volviendo de mis pensamientos.
—Vaya, has andado de muy mal humor estos últimos días. ¡Nada te agrada! ¿Qué sucedió?
¿Debo contar realmente lo que pasó?
¿Debería decirles que estoy enamorada de una cliente y que parecía evitarme?
—Nada. — Mentí.
—¡Mentirosa! — Scarlet gritó. — Somos tus amigas, puedes contarnos.
Lo sabía, ellas eran mis amigas y podía contar con ellas para consejos o simplemente para desahogarme, pero no quería decir la verdad. Ahora no.
—Debo estar en mi infierno astral, sólo eso.
Evidentemente no me creyeron, y me llenaron de preguntas durante todo el camino de regreso a The Hills. Afortunadamente, no tocaron el tema de Jeongyeon, porque estaba segura de que si escuchaba su nombre, lo diría todo.
Poco tiempo después, llegamos. Ya eran cerca de las 21h, y yo no tenía hambre.
Por eso, me fui directamente a mi cuarto, deseándoles buenas noches a mis dos compañeras de compras, y encerrándome allí.
Mañana tendría el día libre. Eso era bueno, no tendría que volver a la rutina. Sin embargo, sabía que al día siguiente tendría que reanudar mi papel.
Jeongyeon no pagaría por una semana más, estaba segura, entonces era bueno que me hiciera a la idea.
Tomé un largo baño y me acosté en la cama, esperando a que el sueño llegara. No tardó mucho, y algunos minutos después me hundía en una total oscuridad.
Una noche sin sueños. Mi primer regalo de cumpleaños.
***
Lunes.
Me desperté cerca de las 9:00. Me tomó un poco recordar que era mi cumpleaños, y entonces, después de notar ese detalle, decidí quedarme en la cama por un tiempo más. Originalmente, mi idea era salir por ahí y no hacer nada especifico.
No podía celebrar con mis amigas, porque tenían que trabajar. Aunque yo pudiera tomar el día libre, no sería lo mismo para ellas. Pero entonces, decidí que tal vez quedarme debajo de la manta escuchando música parecía ser una buena cosa para hacer mientras esperaba el día pasar.
El día no sería muy diferente a los demás. Cierto, no tendría que trabajar lo que era bastante bueno, fuera de eso, no veía la menor diferencia.
Notaba que algunas personas se sentían un poco más importantes en los días de sus cumpleaños, pero nunca fue así para mí, y siempre me pregunté por qué.
Tal vez sería bueno sentirse más importante en un solo día entre los demás del año.
Fingí continuar durmiendo incluso después de los cinco golpes que escuché en mi puerta y a alguien abrirla mínimamente para comprobar si yo había despertado. No estaba desanimada, pero no quería toda la atención que sabía que iba a recibir en el momento en que pusiera los pies en el piso de abajo.
No es que me no me agradaran las chicas, pero simplemente prefería quedarme en mi cuarto. Y después de todo, sólo era mi cumpleaños.
No era como si hubiera ganado la lotería o me casara.
Pero no podía seguir fingiendo por el resto del día, por eso, a las 11:30 aproximadamente, me levanté, tomé un baño y me puse ropa casual para salir.
Cuando aparecí en la cocina, algunas chicas vinieron a saludarme, deseándome felicidad. Agradecí a todas verdaderamente contenta, mientras me servía medio vaso de jugo de uva. Algunos minutos después, sólo quedábamos, Scarlet, Samantha y yo en la cocina, hablando sobre temas aleatorios.
—¡Caramba, despertaste muy tarde! ¡Ya estamos casi almorzando! — Comenzó Scarlet.
—Ya que hoy es mi cumpleaños, deberíamos tener alguna celebración, ¿no? ¿Por qué no almorzamos juntas?
—¡Me gusta la idea! ¿Tienes un lugar en mente? — Preguntó Samantha.
—No. Pueden ayudarme a decidir. — Miré el reloj, que marcaban las 12:15. — Vayan a arreglarse que salimos de aquí a veinte minutos.
—¡Eso, fiesta! — Scarlet exclamó, ya saltando de su silla y saliendo de la cocina, junto con Samantha, y dejándome allí sola.
Me quedé allí pensando en lo que podríamos hacer mientras la noche llegaba y ellas fueran obligadas a trabajar.
Scarlet ciertamente sugeriría compras, pero como el cumpleaños era mío y podía dar esa excusa, acabaríamos sentadas, las tres, en un banco de parque conversando sobre nuestras vidas y tomando un helado.
—Shasha...
Samantha entró de nuevo a la cocina, aún vistiendo la misma ropa.
—¡Eh, vayan a arreglarse! ¡Están retrasando mi fiesta! — Hablé, en un tono juguetón.
—Creo que puedes ir sola. No me siento muy bien, y Scarlet necesita hacer... una cosa.
—Sí. — Scarlet asintió, a su lado, con una cara más animada que de costumbre.
—¿Qué cosa? — Pregunté, sospechando la actitud de las dos.
—No seas indiscreta. ¡Ahora vete! — Samantha tiró de la silla mientras yo ponía mi bolso en el hombro.
—Pero... ¿Me vas a dejar ir sola? ¡Es mi cumpleaños!
—Si vamos. Vas a encontrar algo interesante que hacer. — Finalizó Scarlet, mientras ayudaba a Samantha a empujarme hacia la puerta que daba al fondo de The Hills.
Me molesté un poco por la actitud de las dos, pero después ellas tendrían que explicarme el motivo de eso. En el momento, si yo continuaba tratando de quedarme dentro de The Hills, me acabarían pateando hacia la calle.
Me sentía rechazada y enojada.
Sabía, que escondían algo de mí, ¡pero aún así me dejaron sola en mi cumpleaños!
¡Porque yo las había invitado! ¡Mierda!
Pasé por la puerta que daba a la calle de atrás, desierta incluso a esa hora, mientras intentaba apartar el sentimiento de rechazo de mis ex mejores amigas, entonces di algunos pasos por la calzada mirando el suelo, hasta darme cuenta de que no estaba sola.
Levanté la mirada y me encontré con una mujer de cabellos rebeldes con las manos en el bolsillo, en ropas casuales –pantalón negro y una camisa negra de la banda Metallica –recostada en un Porsche Cayenne plata, mirándome con una sonrisa ligera en los labios. Típica bad girl. Me encanta el estilo de Jeongyeon, ella sabía qué ponerse para la ocasión.
Si no la conociera, diría que un demonio acaba de caer delante de mí.
Pero yo la conocía. No sólo la conocía, pero no podía dejar de pensar en ella durante estos últimos días, no podía dejar de pensar en el hecho de que no la vería en mi cumpleaños.
Por eso, sentí una alegría explosiva cuando mi cerebro procesó la información de que era Jeongyeon quien estaba delante de mí, sonriendo para mí.
—Hola. — Hablé primero, no sabiendo de dónde había sacado oxígeno para pronunciar alguna palabra. — ¿Qué estás haciendo aquí?
—Me preguntas mucho.
—Bueno, es porque apareces en lugares donde no espero encontrarte.
Ella sonrió, más quieta de lo que solía actuar.
—Es que tenía que verte hoy.
Lo recordó. ¡Ella lo recordó! ¡Nunca pensé que lo recordaría!
—Te traje dos cosas. Un regalo y un recuerdo de cumpleaños.
—No deberías...
—No te atrevas a confundirlos. — Me interrumpió, en un tono de broma, abriendo la puerta del Porsche y entrando un poco para tomar un sobre, entregándomelo enseguida.
—Este es el regalo.
—No puedo aceptarlo. — Hablé categóricamente.
—¡No has visto lo que es!
—No importa, no deberías...
Ella llevó su mano hasta mi boca, tapándola con suavidad y haciendo que dejara de hablar.
—Ábrelo.
Me quedé mucho tiempo inmóvil, mirándola.
Si yo fuera a actuar como una idiota por cualquier movimiento que ella hiciera ese día, tal vez fuera mejor volver adentro de The Hills y no verla más. Finalmente, salí de mi estado de inercia y abrí el sobre.
Sobre mi mano, cayeron varios marca-páginas, de tamaños y colores diferentes, algunos con dibujos y otros con citas. No pude evitar esbozar una sonrisa amplia y sincera, porque fue la cosa más tierna y atenta que alguien me haya hecho.
La alegría que me tomó fue más grande de lo que debería ser. Aquel regalo era maravilloso, no por lo que realmente era, sino por lo que significaba.
Jeongyeon me mostró un cuidado y una sensibilidad que no podía imaginar. Ella recordaba esto también, y yo estaba extremadamente feliz de saber que ella recordaba ese simple detalle, porque estaba relacionado conmigo.
—¡Gracias! ¡Fue el mejor regalo!
—No seas mentirosa. — Ella sonrió, menospreciando su propio presente.
—¡No lo soy! ¡Lo adoré! ¡No tienes idea!
—Ok, ok, voy a fingir que lo creo. — Ella me guiño y sentía mi cara hervir. Debería estar roja como una pimienta, pero ella pareció divertirse con eso, sonriendo todavía quieta con mi vergüenza. — Ahora, el recuerdo.
De nuevo, Jeongyeon se inclinó hacia el Porsche y cuando volvió, cargaba el mayor ramo de flores que yo había visto en la vida.
Era incluso mayor que cualquier ramo de películas de romance o algo así. Pero lo que me llamaba más la atención no era su tamaño –aunque fuera asustador –sino la variedad de flores que estaban allí. No era un simple ramo de rosas, o de margaritas, o de cualquier flor específica, sino de varios tipos de ella, una más colorida y más exótica que la otra.
—Dijiste que no tenías una favorita, entonces ahora puedes elegir. Fue todo lo que encontré en la floricultura. — Dijo, entregándome el ramo gigantesco.
Me muevo para agarrarlo puramente por instinto, porque mi shock no me permitía pensar.
—El vendedor me dio algunos nombres, puedes asociarlos después.
En ese momento, sacó del bolsillo trasero un papel doblado y desdoblándolo empezó a leerlo: — Ahí tienes: Hortensia, Azalea, Orquídea, Dalia, Tulipán, Magnolia, Rosa, Begonia, Camelia, Jasmin, Crisantemo, Lirio, Petunia, Violetas, Girasol... Bueno y otras. Puedes leer después. Algunas son un poco sensibles a esta época del año, el vendedor las mantenía en ciertos compartimientos especiales, así que creo que no van a durar mucho. Faltan muchas, pero creo que esas son las más fáciles de encontrar por ahí.
Jeongyeon dobló nuevamente el papel y lo colocó con cuidado dentro del ramo que yo sostenía.
Como si esperara una respuesta mía, me miró con las cejas un poco arqueadas, mientras yo permanecía inmóvil mirándola.
Sólo no tenía reacción. Ninguna. Porque después de recibir un regalo como aquellos, no hay como tener reacción inmediata. Por eso, me quedé en ese estado catatónico por algún tiempo, y eso debería haberla molestado un poco.
—Entonces, ¿te gustó?
No podía hablar, pero por algún milagro conseguí mover la cabeza un poco, mostrándole que sí, me había gustado. Yo lo había amado. Era la cosa más linda y más increíblemente adorable que había recibido.
—Que bien. — Ella habló, esbozando una sonrisa tímida, y quise arrojarme encima de ella y besarla en todas las partes visibles. También las no visibles. Afortunadamente, yo todavía estaba congelada en el mismo lugar, incapaz de hacer cualquier cosa que no fuera mirarla como una niña completamente enamorada.
Todo era importante, el presente y el recuerdo.
Todo era increíblemente hermoso, y a decir verdad yo tenía mis convicciones de que si Jeongyeon me hubiera dado un chicle de regalo, lo hubiera amado de cualquier forma.
Todo lo que me había dado era importante y maravilloso por la sensibilidad, por el significado obviamente, por haber sido ella quien me lo regaló.
—Aham... — Comencé, esforzándome a hablar algo antes de que se irritara y se fuera por mi falta de gratitud. — El regalo... debe haber sido medio... caro.
Debe haber sido extremadamente caro. Un ramo de flores convencional no era nada barato, lo que me hacía estar segura de que un ramo personalizado, principalmente uno que cargaba flores sensibles y menos comunes, debía haber costado mucho dinero.
—Ah no. Los marca-páginas fueron gratis. — Ella habló, sonriendo de nuevo y haciendo una mueca para que recordaba que no confundiera las cosas, incluso ella sabiendo exactamente lo que quería decir. — ¿Ya almorzaste?
—¿Yo? — Probé mi voz, ahora haciéndola más firme. — No, yo iba a almorzar con mis amigas, pero ellas... ¿Te vieron aquí?
—Entré por la puerta delantera y me encontré con Samantha y Scarlet. Entonces les pregunté por ti y dije que estaría esperando aquí.
Bueno, eso explicaba mucho. Pero ella no necesitaba saberlo.
—Yo estaba saliendo para almorzar ahora. — Hablé.
—¿Y dónde están?
—Creo que desistieron. — No tenía una excusa suficiente para inventar.
—Bueno, entonces, ¿puedo invitarte a comer? Si prefieres la compañía, porque hay personas que prefieren hacer esas cosas solo.
—Yo prefiero tu compañía. — Hablé con un poco más de intensidad de lo que debía, lo que hizo que ella desviara su mirada de la mía y mirara hacia abajo, suspirando. — Yo... ya vuelvo. Voy guardar mis regalos.
—Voy a estar esperando.
Dejando esa frase resonar por mi cabeza como música, volví de nuevo a la puerta trasera de The Hills. Antes de entrar, me giré y noté que todavía me miraba.
—Gracias. Por esto.
Sin esperar una respuesta de ella, entré rápidamente en la cocina y caminé apresuradamente a la sala, queriendo llegar lo más rápido posible a mi habitación para dejar los regalos allí.
Deseaba íntimamente que nadie estuviera en la sala para verme cargando todas esas flores. Obviamente, mi deseo no fue atendido, entonces me encontré con Samantha, Scarlet y otra chica conversando animadamente.
Cuando notaron mi presencia, me miraron sorprendidas, así que me di cuenta de que Samantha empezaba a hacer la cara de "vi-a-Papá-Noel" y corrí antes de que pudiera hacer o hablar –o gritar –cualquier cosa.
Tomé un jarro que servía como adorno sobre el mueble de mi habitación, lo llené de agua y puse las flores cuidadosamente dentro, para que no murieran o marchitaran hasta que yo regresara.
Dejé también el sobre con los marca-páginas al lado del ramo y bajé corriendo. Las tres chicas seguían en el mismo lugar, conversando animadas, y cuando volví a la habitación sólo para ir hacia la cocina y salir por detrás, ni las miré.
Jeongyeon, notando mi presencia, desbloqueo el coche y abrió la puerta para mí.
Entré sin decir nada, todavía actuando mecánicamente, entonces ella cerró la puerta y caminó hacia su lado, entrando al coche enseguida y encendiéndolo.
—¿Has descubierto cuál te gusta más? — Comenzó, colocándose el cinturón y poniendo el vehículo en movimiento.
—No. Hiciste que amara todas. Sera imposible elegir una ahora.
—No era esa la intención. Tienes que elegir una.
—No consigo hacerlo.
—En particular, creo que las Camelias combinan contigo.
—¿Por qué?
—Los pétalos son una perfección hipnótica.
Ella respondió mirando la calle, mientras conducía, como si hubiera dicho algo sin importancia.
Bueno, tal vez para ella no fuera importante de ninguna manera, pero me sentí tan maravillada con su pequeña explicación que de nuevo tuve que contenerme para no saltar encima de ella, ciertamente provocando un accidente.
—Hay un restaurante que conozco muy bien. ¿Te gusta la comida francesa?
¿Si me gustaba la comida francesa? ¿Cómo iba a saberlo?
—Ejem...
—Este restaurante está cerca de mi casa, está especializado en comida francesa. Y no vas a creer los vinos de allí.
Ni siquiera sabía diferencias los vinos, y nunca había probado nada de la cocina francesa, pero sabía lo suficiente para asegurarme de que todo era bastante caro, principalmente los restaurantes especializados. Principalmente en restaurantes que estaban ubicados en el barrio en que Jeongyeon vivía.
Por supuesto que tenía mis ahorros.
Conseguía una cantidad de dinero razonable por las citas, y no era de gastar todo en compras, aunque, de vez en cuando salir con Samantha despierta mi consumismo, haciéndome gastar más dinero de lo que debía en cosas como lencería y vestidos –pero yo sabía que si quería comer mínimamente bien en un restaurante francés, buena parte de mi ahorro se iría.
Principalmente porque yo estaba hambrienta.
Además, si había algo que no necesitaba ahora era de alguna situación que me hiciera sentir increíblemente inferior y desplazada en relación a Jeongyeon, entonces prefería una comida que exigiera, como máximo tres cubiertos, un plato y vaso, y no toda esa confusión de vajillas, copas específicas y horquillas de tres tamaños diferentes.
—Es que... No estaba pensando en comida francesa hoy.
—¿Y que tenías en mente? — Me preguntó, mirándome rápidamente mientras volvía a mirar la calle.
—Hmm... ¿McDonalds?
—¿Qué? ¿En tu cumpleaños, deseas celebrar en una comida rápida?
—¿Cuál es el problema?
—El problema es que hoy es un día especial, que exige ocasiones especiales. Además, es la celebración de un día más de vida, así que no voy a dejar que llegues más cerca de la muerte ayudando a obstruir tus arterias con toda esa grasa.
—Hoy es un día como cualquier otro. Cada día alguien cumple años, eso no hace que todos los días sean especiales.
—Tú sólo cumples años un día, entonces hoy es especial. Por eso, vamos a celebrar con comida francesa.
—¡No vamos!
—¿Y por qué no, terca?
—Porque no puedo estar gastando dinero con un almuerzo.
No debía avergonzarme por asumirle eso, después de todo, era algo natural tener menos dinero que Jeongyeon. Pero me avergonzaba.
—¿Y quién dijo que vas a pagar?
—¡Yo estoy diciendo!
—Si bien recuerdo, te invité. Así que pagó.
—Nada. Ya pagaste quién sabe cuánto por las flores.
—Eh, ¿quieres dejarme hacer esto?
—No vamos a ese restaurante.
—Ok, vamos a hacer un acuerdo. Vamos a comer a otro restaurante, uno poco extravagante –no McDonalds –pero si por mi cuenta.
Pensé un poco, analizando la situación.
—¿Elijo el lugar? — Pregunté, esperanzada.
—Claro que no. No conoces los buenos restaurantes de mi barrio, yo los conozco.
—¡Pero todos los lugares que consideras buenos son caros!
—Prometo que vamos a un lugar razonable. Te va a gustar.
***
Quince minutos después, llegamos a un restaurante pequeño y simpático por fuera, pero mucho más lujoso por dentro.
Le di a Jeongyeon una mirada fusilante mientras un chico nos llevaba a una mesa de dos plazas.
—Me mentiste. — Hablé, mientras se sentaba delante de mí.
—Créeme, aquí es mucho más barato.
—Jeongyeon... No estoy vestida para una ocasión así. — Hablé.
—Mírame, estoy de pantalones y una camisa de banda de rock. ¿Crees que me importa eso? — Habló riendo.
Sostuve el menú con los precios, constaté que todo era muy caro, así que ni quería pensar en los precios de cualquier cosa que se sirviera en el restaurante que había vetado.
—Si me permites... — Comenzó, notando mi indecisión y retirando con gusto el menú de mis manos. — Sugiero Magret de pato con risoto de naranja, y Poires a la Belle para el postre.
Me quedé un poco hipnotizada por como pronunciaba las palabras con el acento.
—¿Tienes una afición por la comida francesa?
—No es afición, sólo me gusta mucho. — Ella sonrió.
—Seguro. ¿Puedo ver algo? — Pregunté, tratando de sacar el menú de sus manos.
—¿Quieres dejar de controlar el precio? Me harás parecer un snob, pero créeme cuando digo que puedo pagarlo. Por cierto, podría comprar este restaurante entero. Por lo tanto, deja de hacer eso.
Suspiré, sentándome de mala gana.
Jeongyeon llamó al camarero y pasó nuestros pedidos. Pedí un refresco y recibí sus protestas, que quería elegir un vino de algún año especial, pero luego aceptó mi decisión cuando dijo que sólo bebería si ella me acompañaba, y como estaba conduciendo, eso no sería posible.
Cuando la orden llegó a nuestra mesa, probé la comida exótica, y como me imaginaba, la sugerencia de Jeongyeon había sido perfecta.
Estaba muriendo de hambre, pero aún así me contuve para no parecer una troglodita hambrienta delante de ella, mastiqué más despacio de lo que solía para conseguir terminar mi comida después de ella. El postre también era bueno, y cuando finalmente mi plato estaba vacío, me sentía satisfecha.
—¿Entonces? ¿Qué opinas de mi gusto?
Traté de responder de inmediato, sin pensar en el doble sentido que tenía esa pregunta.
—Muy bien. De ahora en adelante puedo aceptar tus sugerencias sin parpadear. Debo tener en cuenta el hecho de que eres un amante de la cocina.
—Tal vez. — Ella dijo, sonriendo. — ¿Cocinas?
—Ahora no. Cocinaba antiguamente, pero eso tiene mucho tiempo. Y no eran cosas así, exóticas o interesantes. Hacía mucho de lo básico.
—¿Alguna especialidad?
—Bueno... No es nada demasiado, pero mi madre me enseñó un truco para hacer que el "arroz con leche" quedará aún más sabroso. Ella siempre lo elogiaba cuando lo hacía, pero eso no quiere decir mucho.
—Es mi dulce favorito. — Jeongyeon habló de una forma sencilla, sonriendo. – ¿Voy a probar tu receta algún día?
La miré por algún tiempo, sólo admirándola, y yo no sabía si había pronunciado la respuesta en voz alta o si estaba sólo divagando.
—Si dependiera de mí, puedes probar mi receta todos los días.
Jeongyeon me miraba con una sonrisa tímida en los labios, pero algo dentro de ella pareció haberse accionado, haciendo que de repente se pusiera seria y desviara su mirada de la mía.
No era la primera vez que lo hacía, y me preguntaba por qué.
Mirando hacia los lados, ella llamó al camarero y pagó el almuerzo, no me permitió saber cuánto había sido.
Salimos del lugar hacia el Porsche plateado del otro lado de la calzada.
—Bueno, me tengo que ir. Te llevaré de regreso a The Hills. — Dijo, abriendo la puerta del auto para mí.
—No... Sólo voy a volver allá por la noche, pero si me dejas cerca te agradezco. — Asentí, pero ella continuó sosteniendo la puerta abierta.
—¿Y qué vas a hacer hasta entonces? Son las 13:30.
—Voy a quedarme ahí. — Respondí con sinceridad.
No sabía a dónde iría o qué haría durante todo ese tiempo, pero casi nunca sabía esos detalles cuando salía de The Hills sola para pensar, entonces ya estaba acostumbrada a improvisar.
Jeongyeon otra vez desvió la mirada, pensando por algún tiempo mientras miraba alrededor desinteresada en las personas que caminaban. Finalmente, cerró mi puerta y entró en el coche, encendiéndolo nuevamente.
—¿Vas a trabajar? — Comencé.
—No. Me tomé el día libre. — Ella respondió, seria, mientras miraba la calle.
—¿Por qué? ¿No te sentías bien?
—Porque es tu cumpleaños. — Ella habló después de algún tiempo en silencio, probablemente pensando las palabras y preguntándose si debería o no decir aquello.
—Mira, no tienes que preocuparte, no confundo las cosas.
Jeongyeon me miró, interrogativa, así que continué.
—Parece que tienes miedo de pensar que tus actitudes son más de lo que realmente son. No voy a confundir las cosas, así que no necesitas medir tus palabras. No te preocupes, lo sé... Bueno, sé lo que no es.
—¿Lo sabes? — Me miró, ahora por un buen rato.
—Sí.
Quería tranquilizarla, porque algunas de sus actitudes me mostraban claramente lo incómoda que estaba.
La idea me vino de repente, pero fue segura, y no sé por qué no había pensado en eso antes. Fue por eso que ella huyó de mí la última noche que dormimos juntas, y era por eso que se alejaba y desviaba miradas cada vez que una conexión se hacía entre ellos. Ella temía que estuviera entendiendo mal de lo que se trataba su instinto protector, que yo creyera que estaba interesada en mí.
Podría dejar claro que esa idea era muy absurda para que cualquier persona lo creyera, pero pareció entenderlo.
—Qué bueno que tú sabes
No entendía el énfasis que empleó en el "tú", pero no quise molestarla.
Ella parecía un poco preocupada, tal vez con algo del trabajo. Me volví hacía la ventana y observé el paisaje por primera vez.
—Nunca estuve aquí. ¿Es algún atajo?
—No, es un camino. Te llevaré a un lugar. — Ella respondió, aún seria, mirando hacia adelante.
—¿Pero no dijiste que tenías que irte?
—Lo dije.
No me dio más explicaciones, y yo no pregunte. Estaba bastante claro que no quería conversar, así que nos quedamos en silencio durante aproximadamente media hora durante todo el camino que nos llevaba al lugar misterioso.
Cuando finalmente llegamos, Jeongyeon estacionó el coche en algún tipo de aparcamiento donde algunos otros coches también estaban. Salí y me di cuenta de todo, no había mucho que ver:
Un estacionamiento bastante grande y frente a nosotras, un amplio espacio de césped cortado que desaparecía en un tipo de precipicio. Debe haber más cosas después de aquel descenso, pero no podía ver.
—¿Vamos? — Preguntó, dirigiéndose exactamente hacia la pendiente.
Paré de analizar el lugar y la seguí, entonces un tiempo después tomamos un tipo de atajo en el que podíamos caminar hasta aquel descenso.
Cuando finalmente llegamos un poco abajo, noté a donde Jeongyeon me había traído.
El lugar era prácticamente un mirador de toda la ciudad que se expandía allá abajo. Ahora estaba en un campo muy abierto cubierto de hierba, donde varios grupos de gente admiraban el paisaje y conversaban entre sí.
El lugar no estaba lleno, hasta porque para llenarlo, muchas personas serían necesarias.
En vez de eso, los grupos se sentaban en toallas o en el suelo, alejado por varios metros de distancia uno de otros. Familias, parejas y amigos, allí era un lugar extremadamente relajante, que daba una visión privilegiada de lo mucho que había para ver en aquel lugar.
Tardé un poco para darme cuenta de que Jeongyeon se había sentado en la hierba, justo a mi lado, apoyando el cuerpo en los brazos y dejándose quemar por el suave sol, con los ojos cerrados.
Me aproveché de su momento de meditación para admirarla un poco, aún de pie, entonces me senté a su lado, de piernas cruzadas, mirando el paisaje.
—¿Qué opinas?
—Lindo.
—Siempre vengo aquí cuando estoy preocupada por algo o cuando quiero pensar. Es un gran lugar para hacerlo.
—¿Entonces siempre vienes sola?
—Sí. Eres la primera persona que traigo aquí.
La miré por un rato, entonces volví de nuevo a la intensidad por debajo de nosotras, repleta de casas, calles y edificios altos.
—Es hermoso.
—Necesitas ver cómo es de noche. Es mágico.
—Lo imagino.
Las nubes que antes parecían decidirse a cubrir o no el sol ahora bloqueaban completamente los rayos solares, dejándonos con un clima nublado y agradable.
Agradezco íntimamente por eso, ya que no había traído protector solar.
Me permití relajarme y acostarme de espaldas en la hierba, cerrando los ojos y dejando el viento fresco tocar mi piel de una forma suave, desordenando un poco mi cabello.
Era increíble. Aquel lugar traía una sensación de paz demasiado fuerte para no dejarse llevar. Todo era atractivo, y yo no estaba segura de que la momentánea felicidad que saltaba como palomitas dentro de mí también tenía que ver con la presencia de la mujer que permanecía a mi lado.
Abrió los ojos y me asusté con ella mirándome intensamente.
—¿Qué pasó?
Ella sacudió la cabeza, como si dijese que no era nada.
Jeongyeon todavía estaba seria, pero yo quería que se relajara, así como yo.
—Puedes hablar... Ya te dije que no necesitas medir las palabras conmigo.
Ella continuaba mirándome, como si dentro de ella millones de pensamientos burbujearan e intentara organizarlos.
—¿No me vas a decir?
—Eres muy guapa.
Mi corazón dio un golpe sin querer, y automáticamente perdí la respiración.
—Gracias... — Hablé, después de algún tiempo tratando de jalar oxígeno y finalmente lo conseguía.
Ella suspiró, entonces se acostó a mi lado en la misma posición que la mía, mirando el cielo nublado.
***
Nos quedamos allí por mucho tiempo. Hablamos de boberías y retomamos nuestro juego de preguntas y respuestas, tratando de conocer más una de la otra. Descubrí que ella odiaba las ostras, que no sabía silbar y que quería tener dos hijas y un hijo.
Le conté que me gustaban los cachorros, que mi helado preferido era de chocolate y que no me gustaban las películas de terror, porque moría de miedo con la oscuridad. Entramos en discusiones sobre asuntos nada importantes, donde ella intentaba presentarme pruebas concretas de que la gallina vino antes del huevo y donde nuestras ideas divergían sobre la realidad paralela formada por el viaje de Marty McFly y del Dr. Brown en De Vuelva al Futuro 2.
Durante todo ese tiempo, sentí la tensión de Jeongyeon disminuir gradualmente, pero nunca desapareció por completo.
Cuando me di cuenta, ya había comenzado a oscurecer.
Miré el reloj que marcaba un poco después de las 18h, así que me senté y miré las luces de las casas, edificios y avenidas de allá abajo.
En poco tiempo, la ciudad parecía una maraña de pequeñas lámparas de colores.
Jeongyeon estaba en lo cierto. Era mágico.
Con ganas de un adolescente de tomar su mano, reposada en el suelo a mi lado, y permanecer en silencio mientras el cielo se oscurecía completamente. Con ganas porque sabía que eso sería pasar los límites, y seguramente se alejaría y volvería adoptar la postura tensa del principio de aquella tarde.
Sabía que no tenía ningún interés real en mí, y si yo quería que esa relación funcionara, no podía dejarla saber que estaba completamente enamorada de ella.
Porque esa era la verdad.
Yo estaba enamorada. Completamente enamorada.
Y todo sería hermoso si eso fuera correspondido. Y todo sería perfecto si no fuera lo que fuera.
—Olvidé de avisarte, en esta época del año en la noche se pone algo insoportable aquí.
Fue sólo cuando ella habló que me di cuenta de que estábamos rodeadas por mosquitos que insistían en zumbar en nuestros oídos. Me levanté al mismo tiempo que ella, lo que indicaba que nuestro día había llegado a su fin.
El día más hermoso de todos.
Entramos al coche y Jeongyeon condujo tranquilamente de vuelta por la carretera llena de curvas.
El camino fue demasiado rápido, así que en poco tiempo ya estábamos llegando a la calle estrecha y desierta que daba a The Hills.
Cuando llegamos, salí del coche poco después de ella y esperé. Esperé por varias cosas, aunque sabía que era mejor no crear expectativas. Pero ya era tarde, ya estaban creadas.
—Eh... — Comencé, tratando de poner un tono casual en mi voz. — No me felicitaste.
—Es verdad. — Y diciendo eso, me miró profundamente.
Sin quitar sus ojos de los míos, Jeongyeon trajo mi mano hacia arriba y dejó un beso suave demorado allí.
Hice una fuerza sobrehumana para que mi cuerpo no temblara como gelatina, entonces ella sacó los labios de mi piel y continuó sosteniendo mi mano en la suya.
—Feliz cumpleaños, Nayeonni. Que muchos más estén por venir.
—G-gracias.
—Espero que te hayas divertido hoy.
Sin esperar una respuesta mía, ella soltó gentilmente mi mano y se giró, caminando de vuelta al carro, y encendiéndolo, se fue.
Finalmente saliendo de mis fantasías, entré por detrás y me alivié al ver que la cocina estaba vacía.
Pasé por la sala donde ya había algunas chicas, pero no me importó ninguna de ellas. Fui directo a mi habitación y me encerré allí.
Aquel había sido el mejor día de mi vida. El hecho de que fuera mi cumpleaños era sólo un detalle.
Ella pasó todo el día conmigo. Ella eligió mi compañía, aunque no estaba totalmente cómoda con eso. Ella me había dado un regalo hermoso, que ahora llamaba la atención en mi cuarto.
Sin pensar, fui hasta el jarro, y saqué de en medio de las flores, el papel con la lista de las diversas especies que allí habían. Me acosté bocabajo en la cama y leí una por una, tratando de identificarlas.
Después de mucho tiempo en ese juego, finalmente doblé el papel, lista para guardarlo en uno de los cajones y estudiarlo después, pero al mirar una de las partes del papel, fui sorprendida por algo escrito a lápiz.
La letra aunque pareciera estar allí por borrador, era bonita e imponente, diferente a la lista que traía los nombres de las flores, entonces inmediatamente entendí que aquella caligrafía sólo podía ser de Jeongyeon.
Desplegó de nuevo el papel para poder leer toda la frase.
Era una cita. Una cita que no tenía sentido estuviera allí.
No tenía sentido...
"Un cobarde es incapaz de demostrar amor. Eso es privilegio de los valientes." – Mahatma Gandhi.
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