04
Jeongyeon POV.
Al día siguiente, llegué a The Hills alrededor de las 21:00, cuando una música agradable y sensual tocaba no muy alto, proporcionado el ambiente cálido que buscaba siempre que iba allí. Pasé por algunas parejas que aprovechaban la noche, sin el menor pudor, mientras es atragantaban en los rincones, finalmente llegué al bar y pedí mí ya habitual dosis de whisky.
Miré alrededor buscando un rostro conocido, y después de algún tiempo, cuando no pude encontrarlo, me relajé un poco. Nayeon no debería estar en ese ambiente, porque si lo estuviera, los clientes presentes creerían que estaba libre. Y ella no estaba, porque lo arregle. Muy bien proporcionado.
—Hola, querida.
Me giré y me encontré con Yeji, con una sonrisa un poco forzada.
—Hola.
—Nayeon está en su habitación, si la estás buscando.
—Imagine que estaba allí. — Respondí, dando un último trago a mi bebida y agradeciendo a la chica que bar que vino a retirar el vaso.
—Jeongyeon. — Yeji agarró levemente mi brazo, mirándome con más significado de lo normal. La sonrisa forzaba no estaba más en su cara.
—¿Puedo darte un consejo?
—¿Sí? — Hablé, un poco sorprendida por la intensidad de su actitud.
—Ten cuidado.
La miré por un tiempo, sin entender muy bien lo que significaba. Como si ella pudiera leer mis pensamientos, completó:
—No lo hagas muy especial.
Todavía no entendía muy bien el motivo de eso, pero aún así sentía la necesidad de defenderme.
—No lo estoy haciendo especial.
—No seas tonta. Es obvio que sí.
—Ella es una buena amiga.
Yeji me observó, sin hablar nada. Después de unos segundos, volviendo de lo que parecía un análisis interno sobre mí, ella volvió a hablar, alejándose enseguida.
—Es un consejo, querida.
Me quedé inmóvil, viéndola caminar lejos de mí, mientras volvía a sonreír para algunos clientes que coqueteaban con ella.
Me quedé pensando en qué ocasión mantener una amistad con una de las chicas de The Hills perjudicaría a alguien. No sería mi caso, ya que realmente me gustaba su compañía. No sería el caso de Nayeon, porque, hasta donde yo sabía, a ella también le gustaba mi compañía, si yo fuera a tomar sus propias palabras como indicación de ello. También no sería el caso de Yeji, porque nada de lo que pasaba entre nosotras obstaculizaba sus negocios.
Caminé hacia las escaleras que daban al pasillo de las habitaciones de las chicas mientras intentaba entender el consejo que Yeji acababa de darme. No sé cuanto todo le afectaba a ella, pero esperaba que no se alejara lo suficiente para que ella sintiera con el derecho de interferir en la relación que Nayeon y yo teníamos ahora. Si ella intentaba hacerlo, tendríamos problemas.
Llegué a la puerta de su habitación y golpeé, esperando una respuesta. Una voz sofocada salió de dentro, pidiéndome que entrara, entonces lo hice.
Nayeon estaba sentada en la cama, con la espalda apoyada en la cabecera, sosteniendo un libro ahora cerrado que identifiqué como siendo el mismo libro que ella estaba leyendo hace algún tiempo. Vestía unos shorts rojos cómodos y un suéter negro, tan grande que parecía pertenecer a alguien tres veces mayor.
Me miró con una amplia sonrisa y verdadera, tan linda que tuve que retribuirla.
—Hola. — Comencé, cerrando la puerta detrás de mí y caminando hacia ella. — Lamento interrumpir tu lectura.
—Ah, todo bien. Estoy leyendo todo el día, es bueno parar de vez en cuando.
Ella colocó el libro sobre el mueble a su lado, volviendo a mí aún con aquella sonrisa.
No pude parar de mirarla, quedándome en silencio por algún tiempo mientras admiraba la luz que su aparente alegría conseguía emanar.
—¿Estás contenta? — Conseguí decir, saliendo un poco del trance y me senté a su lado en la cama de matrimonio, después de quitarme los zapatos
—Ah, no sabes lo bueno que es no tener que bajar.
Sonreír por saber que ella estaba realmente feliz, y me sentía bien en saber que fue mi acto que había hecho que ella pudiera darme esa sonrisa.
—Caramba, te ves aún más bonita sonriendo. — Dije, mientras abría los primeros botones de mi camisa.
—Bueno, tengo motivos para estar contenta. ¿Quieres que te ayude?
Sin esperar mi respuesta, ella me ayudó a abrir más los botones de la camisa, y mi instinto creyó actuar mejor inmediatamente.
—No señorita. Sé bien lo que tus manos y esa carita de inocente son capaces de hacer. – Hablé en tono de broma, mientras alejaba sus manos de mí.
—¡Eh, sólo estoy siendo gentil! — Ella habló, fingiendo estar herida.
—Se gentil sin recostarte en mí, provocadora.
Nayeon hizo una mueca colocando la lengua entre los dientes y cruzó los brazos en su pecho, aún sonriendo.
—Entonces, ¿Qué quieres hacer conmigo esta noche, guapa?
—Podemos hacer varias cosas. Por ejemplo, estudiar la revolución rusa.
Ella se ríe, una pequeña carcajada, y el sonido ligeramente ronco y tierno hizo que sonriera de nuevo. Tengo que recordar dejarla alegre más veces, porque su alegría era adorable.
—¿Eres algún tipo de historiadora?
—No. Soy directora de una empresa de publicidad.
—Aburrida. — Dijo, sin mucho entusiasmo.
—Es muy aburrido, a decir verdad. Todo lo que hago es seguir las órdenes de mi secretaria.
Ella parecía confusa.
—¿Eres la jefa y sigues las órdenes de la secretaria?
—Ella entiende algo mucho mejor que yo. Sólo estoy allí para firmar papeles. Mi nombre tiene peso, ya que soy la hija del dueño de las Empresas de Publicidad Yoo.
Nayeon me miraba con los ojos atentos y la boca ligeramente abierta en un "o" casi perfecto, pareciendo un pez fuera del agua. Me contuve para no reírme de su expresión divertida.
—Es por eso que tienes dinero.
—Sí.
—Debe ser bueno ser rico. — Ella habló con un suspiro, desviando la mirada y volviendo hacia adelante. — Ser importante, vivir bien, tener todo lo que quieras...
—¿Parezco tener todo lo que quiero para ti? — Pregunté un poco más seca de lo que quisiera, y el tono de mi voz me hizo que me viera otra vez, un poco sorprendida.
—Un... no.
—Pues sí. Es porque no lo tengo.
—Bueno... ¿Qué te falta?
Ella preguntó, y pude ver en sus ojos que ella realmente estaba interesada en la respuesta.
—No sé. Un soplo de vida, tal vez. — Hablé, riendo bajo sin motivo alguno.
Nayeon continuó mirándome, como si no entendiera.
—Mi vida social es una desgracia. No tengo amigos, no tengo personas cercanas a mí. Eso a veces hace falta. Quisiera a alguien para conversar, alguien que no sea Jihyo. Aunque ella ya tiene lleno el saco de mis lamentaciones.
—Ah... ¿Quién es Jihyo?
—Mi secretaria. Y psicóloga en las horas vagas. Le debo mucho. Mucho de la poca de mi sanidad restante. En realidad, creo que es la única persona del medio en que yo convivo de quien no tengo miedo.
—Parece ser genial.
Por mi visión periférica, pude notar que Nayeon me miraba con curiosidad, aún de brazos cruzados.
—¿Fue ella la que te hizo eso?
—¿Qué?
—Aquellas marcas en tu cuello.
—¿Jihyo? — No conseguí contenerme y solté una carcajada alta y divertida, lo que pareció incomodarla.
—No, no fue ella, Jihyo es sólo mi amiga. Es más mayor.
—¿Mas mayor, tipo cuánto?
—Más mayor unos buenos años. Tipos unos 7.
—Cuando digo que le debo mucho, no sabes cuánto.
—Me decepcionó. El día en que iba a pedirle matrimonio, descubrí que ella se había ido con mi mejor amigo. Más que eso, descubrí por otras personas que los dos tenían una relación antigua, lo que probablemente duró todo el tiempo en que estuvimos juntas. No necesito decir que me sentía una payasa. Cualquiera que fuese un poco más confiado y menos idiota que yo iría detrás de ambos y tal vez cometía una locura por orgullo.
—Perdí a mi mejor amigo, mi futura esposa y las ganas de intentar otra vez tener una oportunidad en alguna relación. En realidad, ni fue difícil convertirme en una persona solitaria. Después de esa pesadilla, empecé a beber demasiado y tratar a los demás como basura. Obviamente nadie estaba dispuesto a aguantarme en mis crisis existenciales, con una excepción...
—Esa excepción era Jihyo. Entonces ella se quedó a mi lado durante mucho tiempo, cuidando de mí, me trato bien, y yo ni siquiera merecía eso. Ella me aconsejó tomar juicio, buscó programas de rehabilitación y me obligó a volver al trabajo, porque según ella, yo debería ocupar mi cabeza para olvidar mis problemas. Por eso, hasta hoy, le debo demasiado.
Nayeon y yo nos quedamos en silencio por unos segundos, mientras ella me miraba de nuevo como un pez fuera del agua. Yo también la miraba, sorprendida al notar la forma seca y sin emoción que escogí para contar aquella historia. Es bueno saber que aquello no despertaba en mí la tristeza y la desesperación, que fui capaz de poder contarle a alguien más allá de Jihyo y me hacía sentir mucho más ligera.
—Lo siento... — Ella comenzó, cerrando los ojos y sacudiendo la cabeza lentamente. — Déjame ver si entendí: ¿Esa mujer te tuvo a sus pies, tenía una vida entera por delante a tu lado, y ella decidió simplemente irse con un amigo tuyo?
—Mi mejor amigo. Sí.
—Ok. Creo que esa mujer es la más idiota de quien he oído hablar. — Dijo, con los ojos abiertos, pareciendo realmente sorprendida o incrédula.
—Ella no era una idiota, era una puta.
Paré inmediatamente, notando la idiotez que acababa de cometer. Yo estaba al lado de una chica de compañía, y tal vez insultar a una mujer de esa forma no fuera exactamente apropiado.
—Lo siento...
—Está bien. No me ofendió.
No hablé otra vez, lo que nos hizo sumergirnos en un silencio incómodo. Nayeon miraba atentamente sus manos, mientras pensaba en algo con una expresión seria y un poco triste, e inmediatamente tuve ganas de hacer algo muy ridículo para que pudiera volver a ver aquella sonrisa en su cara otra vez.
—Espero que hayas superado eso. — Ella habló, en una voz débil. — Apuesto a que un día se arrepentirá, mientras que tú vas a estar aprovechando tu felicidad. Ella no te merecía, así que fue mejor que te haya dejado.
—Bueno, no me sentía así en esa época. — Replique, bromeando. —Dolió bastante.
Ella se quedó en silencio durante algún rato, pero después lo rompió.
—Todos tenemos nuestros días malos.
—Sí. Todos tenemos los peores días de nuestras vidas. — Concuerdo.
—Sí. Creo que sí. — Ella sonrió, pero una sonrisa triste.
—¿Cuál fue el peor día de tu vida?
—Ya sabes cuál fue. Ya te conté.
No sabía por qué insistía en ese asunto. Tal vez yo era más idiota de lo que creía ser.
—Bueno, mis días no son muy agradables. Ninguno de ellos. Pero recientemente, tuve un día excepcionalmente malo.
—¿Cuál? — La animé a proseguir.
Ella pareció pensar por mucho tiempo si debía hablar o no. Por fin, decidió contarme.
—Algunos días antes de que me vieras en ese estado.
Me congelé, porque incluso con esa poca información, sabía cuál era el día en cuestión. Recordé su estado frágil, de las heridas por toda la extensión de su cuerpo, y un odio olvidado dentro de mí surgió como fuego, con la expectativa de finalmente saber lo que, o como yo imaginaba, quién lo había hecho.
—¿Qué pasó ese día? — Sentí los músculos de mi cuello contraídos de rabia, y recordé que tenía que controlarme si yo quería oír la historia completa.
—Sólo me pasa una cosa, Jeongyeon. Clientes. — Habló sin mirarme, y la rabia que casi explotó en mi boca me hizo ignorar el placer de oír el sonido de mi nombre en su voz.
Dejé que con el tiempo Nayeon hablara lo que quisiera y cuando quisiera. Era extremadamente difícil, pero no tenía derecho de interrumpirla, a pesar de las ganas que tenía de sacudirla por los hombros y exigir el nombre del hijo de puta que le había hecho aquello. Como no quería asustarla, respiré profundamente y esperé.
—Él fue un caballero al principio, hasta donde eso era posible. Pero creo que era uno de aquellos hombres que no aceptan "no" como respuesta. Entonces, como él quería una cosa y yo me negué a hacerlo... Bueno, él perdió la paciencia.
Ella soltó una risita forzada, aún sin mirarme.
Reuní toda la fuerza que existía dentro de mí para hablar en un tono mínimamente controlado. Era obvio que ya sabía la respuesta, pero como no estaba razonando muy bien, le pregunté.
—¿Te golpeó?
Dime que no te golpeó. Dime que no...
—Un poco.
Sentí mi estómago hundirse en un golpe sordo y doloroso, y todo lo que más quería era no creer lo que ella decía. Me quedé callada por el sonido de la confirmación de mis miedos, mientras que digería el hecho de que alguien la había golpeado.
Alguien la había golpeado. Un maldito cobarde, hijo de puta, la había golpeado. Y no había sido "poco", porque vi el estado en que se encontraba dos días después de lo que sucedió, lo que me llevaba a creer que ella estuvo mucho peor antes.
Todavía quitando el dolor que sentía, noté que había algo peor en aquella historia. Podía sentir mi cabeza calentándose a un punto de hervir, mientras luchaba para no pensar en lo que podía haber ocurrido después de golpearla. Era ese momento, es que yo daría todo para que Nayeon apartara aquel pensamiento de mí, pero la única manera de hacer que eso sucediera seria preguntarle. Y yo tenía miedo de la respuesta.
—Nayeonni... ¿Lo sacaste la tu habitación después de eso, no?
Ella se quedó en silencio, mirando hacia la pared al frente, mientras entrelazaba y deshacía los nudos en los dedos, tratando de encontrar una respuesta a mi pregunta.
—¿No? — Yo quería pregunta de una forma educada y controlada, pero su silencio hizo que una desesperación se apoderara de mí, así que grité.
Ella me miró de una forma tranquila y triste, con ojos que podrían pertenecer a una niña inocente e indefensa.
Una niña.
Una maldita niña violada.
—Lo intenté. Pero él era más fuerte.
Fue violada.
Ella fue violada.
Aquella frase se repetía en mi cabeza como un letrero luminoso rojo, parpadeando incesantemente, cegándome más con cada parpadeo.
Fue violada.
—Por qué... — Me sorprendí al escuchar mi propia voz, un poco trémula, mientras intentaba razonar. — ¿Por qué... no gritaste?
—Él me amordazó.
No podía creer eso, y todo se ponía peor a cada detalle, y entonces no quería oír más.
—¿Cuál es su nombre? — Pregunté secamente.
—Hardin. Creo. — Me miró un poco temerosa.
—¿Cómo era?
—¿Por qué?
Ella estaba desconfiada, y no podía culparla. Tal vez fuera la culpa de mi incapacidad de ocultar lo que debía ser ahora una expresión de maniaca asesina. He intentado no deja claro que algunos pensamientos psicópatas pasaban por mi mente como caminar con un cuchillo y arrancarles los globos oculares de aquel infeliz, o amarrarlo, bañarlo con gasolina y encenderlo, mientras apreciaba su maldito cuerpo quemándose y lo veía morir lentamente y dolorosamente.
—Sólo quiero saber.
—No recuerdo muy bien. — Ella mintió.
—¿Por qué estás preocupada por él? ¡Él te... forzó!
¡La forzó!... ¡Por el amor de Dios!
—¡No estoy preocupada por nadie! ¡Sólo creo que es más fácil dejarlo allí! Ha pasado.
La miré incrédula.
—¿Cómo puedes decir eso?
—¡Estoy feliz de que eso haya ocurrido una sola vez! Cualquier puta lo hace, ¿recuerdas?
Me acordaba. Aquellas eran mis propias palabras.
—No importa lo que cualquiera... cualquiera haga. ¡Tienes tus condiciones, y si un cliente quiere quedarse contigo, tiene que respetarlas!
—Los clientes no me respetan, Jeongyeon. Deberías saberlo.
—Te respeto. Y si todos los clientes te conocieran como yo te conozco, verías que te mereces respeto. Eres mucho más digna que muchas mujeres que he conocido, así que no insinúes que no lo mereces. No conozco mucho a las otras chicas de aquí, y tampoco quiero, pero sé que es el respeto y todo hijo de puta que te toca debería hacer lo mismo.
Bueno, mi manía de ser extremadamente sincera en su compañía se estaba volviendo irritante y embarazosa. Debería mantener la boca cerrada, pero yo no podía. Simplemente tenía que decirle todo, tenía que decirle todo lo bueno que tenía y que no podía ver en sí misma.
Tenía que demostrarle que no era una cualquiera.
No era una cualquiera.
—Gracias...
Me sorprendieron sus lágrimas, que decidieron bajar en una repentina cascada, haciendo que no supiera que hacer. Siempre fui pésima en confortar a las personas, simplemente porque siempre fui muy insensible para conseguir decir nada que sirviera de consuelo.
Pero Nayeon necesitaba de mí, tal vez más que alguien un día lo necesito. Sabía que confiar en mí ese secreto no había sido tarea fácil para ella, entonces era mi obligación hacerla sentirse un poco mejor, aunque yo no supiera cómo.
Ignorando la rabia pulsante que gritaba dentro de mí, fui a sentarme nuevamente a su lado en la cama, tratando de parecer suficientemente tranquila o controlada, lo que yo no estaba. Pero ella realmente me necesitaba, así que no podía darme el lujo de alimentar ese sentimiento de odio y salir por la ciudad a cazar al hijo de puta como el animal que él era.
Eso se quedaría para después.
—Ven aquí. — Intenté hablar con una voz suave, y fallé miserablemente.
Por suerte, no pareció identificar la hostilidad que emanaba de mí, entonces en menos de un segundo después Nayeon ya estaba en mi regazo, envuelva como una bola en mi pecho y agarrada a mí como un bebé koala. Su cabeza reposaba en mi hombro y pude sentir su respiración caliente en la piel de mi cuello.
Quisiera que dejara de llorar, porque sentir sus lágrimas mojando mi camisa aumentaba la rabia dentro de mí y afloraba mi instinto asesino. La abracé con fuerza, tratando de hacer que sus sollozos disminuyeran, pero no funciono.
—Está bien... — Comencé, tratando de convencerme más que a ella. — Está todo bien. No llores, por favor.
Ver a una mujer llorando siempre fue mi punto débil. Yo simplemente no aguantaba ver a ninguna mujer llorar, y ver a Nayeon llorando conseguía ser unas veinte veces peor.
En aquel momento, ella parecía más indefensa y más frágil de lo que realmente era, y pensar en el hecho de que alguien pudiera hacerle algo malo a esa chica, de que alguien pudiera ser tan cobarde al punto de tomarla a la fuerza, era asqueroso.
Quiero matar a ese hijo de puta.
—Gracias por ser tan buena conmigo... — Ella comenzó, tratando de controlar los hipos.
—No agradezcas eso. — Hablé secamente, mientras planeaba mentalmente el asesinato.
—No hagas ninguna tontería, por favor.
—Está bien. — Mentí, ignorando la imagen que surgía en mi mente en que me limito a tirarle un ladrillo en la cara al maldito.
—¿Lo prometes?
—No, si aún hay justicia en esta mierda de mundo, aquel desgraciado tendrá que pagar por lo que hizo.
—Jeongyeon... — Ella habló con una voz muy baja, como si fuera a llorar en cuestión de segundos.
Mierda.
—No voy a buscarlo. Lo prometo. Pero si me encuentro con él, no me pidas ser racional.
Ella suspiró, todavía agarrada a mí.
Aunque todavía era un desastre total en consolar a las personas, podría decir que consolar a Nayeon, en particular, parecía una tarea un poco más fácil. No daba consejos sabios o habló cosas importantes, porque no había hecho nada, pero la situación era mucho menos embarazosa y desagradable.
Quizá porque la conocía. Tal vez porque, después de mucho tiempo, ella ha sido la única persona que he permitido acercarse a mí, y por eso, me hizo sentir un sentimiento por ella.
Una sensación que veía crecer cada día, cada minuto.
Nos quedamos en silencio por mucho tiempo, y después de algunos minutos pude sentir su respiración quedando gradualmente más profunda, entonces constaté que ella se había dormido. La noche parecía enfriarse rápidamente, así que trate de traer, sin hacer movimientos muy bruscos, la manta que estaba doblada a los pies de la cama.
La desdoblé, aún con cuidado para no despertarla, y nos enrollé como un tipo de capullo, lo que hizo que se apretara aún más contra mi cuerpo y suspirar tranquilamente.
Me permití disfrutar de un extraño placer de estar con ella de una forma tan íntima y cariñosa, y no pensar en el motivo de eso, o lo que podría significar. En vez de eso, me dejé llevar por la paz que desbordaba de nuestro capullo, olvidando los pensamientos de odio y venganza que me habían apoderado toda esa noche, y entonces me dormí.
***
Cuando me desperté, tardé en captar dónde estaba, hasta que sentí el cuerpo de Nayeon pegado al mío. Miré un poco alrededor y me di cuenta de que ahora estábamos en posiciones completamente diferentes.
Ella dormía profundamente de bruces en la cama, y yo estaba encima de ella, también boca abajo, con la cara en su cabello, mientras mantenía un brazo posesivo alrededor de su cintura.
Me pregunté si podría estar muerta por asfixia por el peso de mi cuerpo, pero como noté que ella todavía respiraba profundamente, no tuve tiempo de desesperarme.
Levanté la cabeza y vi que el reloj en el mueble a su lado marcaba cerca de las 02:30h, lo que quería decir que mi hora de haberme ido ya había pasado hace mucho tiempo.
Con cuidado, salí de ella lentamente, comprobando si ella podía acostumbrarse a mi falta de peso allí, y entonces finalmente me puse de pie, un poco tambaleante. Me puse mis zapatos y me puse la chaqueta, peinando a ciegas mi cabello con los dedos, que debía estar desarreglados por la siesta. Fui hacia ella, arreglé la manta alrededor de su cuerpo, agachándome a su lado y quedando cerca de su cara, coloqué el dorso de mi mano muy levemente en la punta de su nariz para comprobar sí sentía frío.
De repente, no quería irme.
Era difícil verla dormir de esa manera, tan tranquilamente, y no sentir una fuerza casi tan fuerte como la gravedad jalándome hacia ella. Más cerca de ella. Más cerca...
Suspiré, llenándome de ese sentimiento de súper protección que últimamente me venía tomando cuando me quedaba algún tiempo a su lado.
Desafortunadamente, tuve que irme, porque de allí a unas horas ya tendría que estar de pie, fingiendo dirigir una empresa.
Contrariada, le di un beso simple pero demorado en su frente, entonces me levanté y salí de su cuarto. Seguí por el pasillo que estaba vació, lo que agradecí en silencio, y salí por la puerta de atrás, yendo a mi coche que me esperaba aparcado a unos metros de allí.
Mientras conducía, intenté no pensar en lo que había escuchado hoy. Traté de no traer a la luz ese odio profundo que sentía cuando supe que alguien se atrevió a golpearla y violarla. Y traté de no pensar por qué había decidido protegerla y tratar de mantenerla siempre feliz con todas las fuerzas de mi ser.
Todavía no entendía lo que Yeji me había dicho al principio de aquella noche, o tal vez fingía no entender. Tal vez no quería pensar en ello, pero lo que fuera, una cosa estaba clara:
Ella estaba segura.
Yo había hecho a Nayeon muy especial.
***
Estaba en medio del salón de The Hills, que parecía estar más lleno de lo normal.
No recordaba cómo había parado allí, pero no me importaba eso. El ambiente estaba extrañamente oscuro y frío, sin música, donde sólo podían escucharse los sonidos de gemidos altos y desagradables venidos del piso de arriba y de conversación bajas –casi susurros – a mí alrededor, como si estuvieran contándose secretos.
Comencé a percibir que mientras hablaban, todos me miraban. Me preguntaba el motivo de ser el asunto en cuestión allí, entonces empecé a sentirme mal.
El bar estaba vacío, sin chicas y sin bebidas. Me faltaba una dosis de whisky y mi boca se secó abruptamente.
Sin opciones, me convencí de que lo mejor sería subir y encontrar a Nayeon.
Tan rápido como pensé eso, Yeji surgió a mi lado, sosteniendo con fuerza mi antebrazo.
—No está disponible.
—¿Cómo que no está disponible? — Miré alrededor y pude notar que ahora la conversación había cesado y todos en el lugar, nos miraban.
—Llegaste tarde. Ya tiene un cliente.
—¡No llegué tarde! He pagado una semana por ella.
—Él ofreció más dinero, así que ella es de él ahora.
La miré incrédula, mientras tramaba una manera de esquivar su apretón –aunque eso resultara romperle la muñeca –y subir las escaleras.
Como si pudiera leer mis pensamientos, algunos hombres se movieron para ponerse entre mí y la escalera, formando un escudo humano.
—¿Qué mierda es esa? — Hablé, ya exaltada. — ¡Pagué primero!
—Es un objeto deseado, querida. Entiende...
—¡Ella es mía!
—¡Ella no está a la venta! Si la deseas, alquílala, pero no la consideres tuya. ¡No lo es, y nunca lo será!
—Hija de...
—¿Por qué tardaste? — Una voz interrumpió mi insulto.
La voz que conocía. Que yo buscaba, y que nunca en la vida deseé con tantas ganas oír.
Levanté la mirada y la vi. Tenía ropa que jamás le había visto usar. Ropas vulgares, maquillaje pesado y un rostro triste. Aunque los colores en su cara eran fuertes, no podía quitar la atención de las varias heridas que tenía en la boca, alrededor de los ojos y descendiendo por todas partes del cuerpo, expuestas por la falda corta y por el top casi transparente.
Una puta.
Un objeto, con la marca de todos los alquileres a lo largo del tiempo.
El escenario ahora había cambiado, y ahora existíamos sólo nosotras, aún en nuestras posiciones, mientras todos los demás coadyuvantes habían desaparecido. Intente caminar hacia ella, pero mi alegría duró el tiempo necesario para que me diera cuenta de que no podía moverme. Intenté hablar, pero mi voz tampoco era audible.
Estaba impotente, y sólo podía rezar para que ella pudiera leer mis pensamientos. Pero no podía.
—Dijiste que estarías cerca.
Lo dije... ¡Voy a estarlo!
¡No mentí, quiero estar cerca!
—Es tu culpa. Estoy así por tu culpa.
Voy a cuidar de ti... Yo voy...
—No vuelvas más aquí. No quiero verte más, no quiero hablar más contigo. Finge que no me conoces, que nunca existí.
Me desesperé, todavía atrapada en el mismo lugar, intentando por todo lo más sagrado gritar, algo, pero mi voz no me obedecía.
Ella se giró y caminó lentamente hacia el pasillo que daba a las habitaciones y no pude hacer nada más que mirarla irse.
¡Por favor! Por favor...
—¿Jeongyeon?
—Te has dormido.
Levanté la cabeza lentamente, consciente de que mis músculos gritaban en protesta.
—Lo siento. Tuve una noche pésima.
Me acordé de la noche en cuestión. Después de llegar a casa, tomé un baño y me acosté en la cama, haciendo toda la fuerza que podía para no pensar en lo que había oído de Nayeon.
Por lo tanto, obviamente fue la única cosa en la que pensé durante toda la noche, lo que me impidió tener un sueño normal. Al principio de un sueño empezaba a nebular mi mente, pero inmediatamente era sorprendida por el recuerdo de la conversación que tuvimos unas horas atrás, o por mi imaginación fértil que ponía, con los mínimos detalles, lo que me había contado.
Como resultado, pasé toda la noche despierta.
—Estabas murmurando cosas. —Jihyo comenzó, tratando de sonar casual.
La miré un poco preocupada. No sabía que murmuraba mientras dormía.
—¿Qué dije?
—Un nombre.
Excelente. No necesitaba preguntar, sabía exactamente cuál era.
—¿Quién es Nayeonni? — Preguntó, todavía mirándome.
—Nadie.
—Mentira. Parecías demasiado preocupada como para que no sea nadie. — Ella dijo con convicción, lo que me recordaba el motivo por el cual ella siempre ganaba todas las discusiones que ocurrían entre nosotras.
—Ok. Ella es una amiga. Tiene problemas.
Jihyo me miró con varias preguntas no dichas, pero que conseguí captar. Era obvio que algo como "¿Quién diablos es esa mujer?" y "¿Dónde diablos la conociste?" estaban pasando por su cabeza, pero me permití aprovechar su santa discreción y quedarme en silencio, ya que nada me había preguntado.
—Seguro. — Finalmente habló, después de analizar un poco. — ¿Voy a conocerla algún día?
Esa era una pregunta intrigante, porque no sabía la respuesta. Si Jihyo conocía a Nayeon y descubría el tipo de relación que yo mantenía con ella, todo indicaba que acabaría siendo degollada.
Si no la conociera y ese pequeño detalle se mantuviera secreto, tenía una vaga impresión de que probablemente se convertirían en grandes amigas.
La parte buena era que imaginarlas llevándose bien me hacía sentir una extraña y genuina alegría. La parte mala era que nunca conseguía ocultarle algo a Jihyo durante mucho tiempo.
—No sé. — Respondí levantándome, mientras masajeaba mi cuello en un intento de disminuir el dolor. — No estoy bien.
—Lo noté. Ve a casa, tu aspecto es horrible.
—¿No tengo reuniones hoy? — Pregunté un poco sorprendida.
—Las tienes, pero voy a cancelarlas. No estás en condiciones...
—No, iré.
Jihyo me miró como si acabara de confesar que me gustaban las ideas nazis.
—Tengo que ocupar mi cabeza con algo. — Intenté explicar antes de que pensara en internarme. — Será bueno para mí. Sólo necesito un analgésico para mi cuello.
Continuó mirándome con desconfianza, y yo sabía el motivo. Nunca había preferido ir a reuniones y discutir asuntos de la empresa a ir a casa y no hacer nada. En realidad, siempre fue un castigo ejercer mi papel allí, así que estaba segura de que, cualquier cosa que fuera lo que me afligía, era bastante serio.
—¿Estás segura? — Preguntó, un poco preocupada.
—Lo estoy. Sólo necesito que vayas conmigo. ¿Cuánto tiempo tenemos antes de la primera reunión?
—Menos de dos horas.
—Bien. Entonces podemos usar ese tiempo para que me expliques de qué trata esta reunión. Y, por favor, explícame cosas que nunca quise saber.
A esa altura, ya me había acostumbrado a la expresión de sorpresa de Jihyo. Saliendo rápidamente de su pequeño estado de shock, ella se retiró y volvió segundos después con un vaso de agua y un analgésico. Le agradecí, tomando el remedio ofrecido, y fui a sentarme a su lado en el sillón que quedaba en el lado opuesto a mi mesa.
No quería pensar en nada que me trajera dudas. No quería pensar en el sueño que había tenido, o de su significado. No quería pensar en la intensidad de la desesperación que sentía cuando pensé que tuviera que salir de su vida, o de la tristeza que me dominó al oírla decir que no me quería más cerca. No quería pensar en ella, y en nada que me la recuerde.
De hecho, pensar en ella era bueno. Era bueno hasta demasiado para que fuera considerado sano. Sin embargo, ella tenía un extraño poder de hacer que tuviera dudas de todo lo que sentía después de que la conocí.
Como esa era una cuestión que me venía molestando más cada día, y como, al intentar llegar a una conclusión, fallaba miserablemente, decidí intentar no pensar en ella, o pensar lo menos posible. Desafortunadamente mi objetivo no se alcanzaba cuando no había otra cosa con que ocupar mi cabeza, entonces yo necesitaría de Jihyo.
Necesitaba problemas que no requerían absolutamente nada de mi lado emocional.
***
El día corría como se esperaba. Fui a cuatro reuniones importantes con Jihyo, y por primera vez pude tomar decisiones en las que no tuviera que intervenir sólo porque yo podría haber dicho una tontería o dos.
Antes de cada una de las reuniones, me explicó el motivo de las discusiones, cuáles eran los objetivos de los clientes y los nuestros. Fue hasta interesante señalar que, de cierta forma, el trabajo que yo teóricamente hacía desde hace algunos años no era monótono y desagradable como yo pensaba, y tuve que darle la razón a las especulaciones de Jihyo cuando ella decía que no me gustaba lo que hacía porque nunca había intentado hacerlo bien.
Me sentí una idiota preguntándole sobre ciertas cosas que obviamente ya debería saber, pero pude contar con su profesionalismo y amistad para aclarar puntos importantes, hasta ese entonces, descuidados.
Sin embargo, ni mi empeño en no pensar en nada más allá de los asuntos relativos de la empresa logró hacer que yo no la recordara, dos o tres veces.
—Estoy orgullosa de ti.
Vi a Jihyo un poco aturdida, volviendo de mis pensamientos. Estábamos en mi oficina, ella estaba sentada en una de las sillas delante de mí escritorio, y yo ocupaba mi lugar en el sillón negro de cuero.
—Ah, gracias.
—Tus decisiones fueron buenas. Y no necesité meterme. — Ella me miraba, sonriendo.
—Bueno... Creo que he prestado más atención esta vez.
Ella continuó mirándome por algún tiempo, entonces habló.
—¿Por qué me estás mirando?
—Porque cambias del agua al vino de un día a otro. Llego aquí y te veo deprimida y cansada del trabajo. Al día siguiente, tu mirada parece tener un brillo de alguien que acaba de descubrir que se enamoró por primera vez. Entonces, al otro día estás confundida. No sé lo que tienes, y no sé quién está haciendo esto, pero te ves perdida.
La miré sin decir nada. No tenía nada que decir. No tenía como justificar mi comportamiento extraño durante esos días. Y ella estaba en lo correcto, yo estaba perdida.
—Sin embargo. — Interrumpió mis pensamientos. — A veces te miró y me parece que, por primera vez después de tu gran fosa, estás empezando a encontrarte de nuevo, ¿Qué ironía no?
—Mi vida está llena de ironías, Jihyo.
Ella sonrió.
—Bien, Jeongyeon. No voy a forzar nada. Cuando quieras, ven a hablar conmigo. Soy una gran oyente, lo sabes. Tal vez te pueda ayudar, si me dejar intentar hacerlo.
Jihyo se levantó y caminó elegantemente hasta la puerta.
—Ah. — Dijo, volviéndose de nuevo para mirarme. — Mañana tienes otra fiesta. Te dije es hoy, pero siempre es bueno recordártelo. Sería bueno si vas, pero si realmente quieres ir...
—Iré. — Me apresuré a hablar, antes de que pudiera pensar en el hecho de que realmente no quería ir, y de que prefería estar en otro lugar mañana por la noche.
—Está bien. Ve a casa a dormir, tus ojos están pésimos.
Debían estarlo. Estaba pésima, y temía que el caos que se formaba dentro de mí tomara proporciones mayores. Por eso, tan rápido como admití que no era mi voluntad, tomé la decisión de dejar mis necesidades a un lado y realmente ir a casa.
***
Me desperté a la mañana siguiente con un fuerte mal humor, en parte porque sabía que mi día no sería bueno, y en parte por la noche de mal sueño de nuevo. Desperté algunas veces en la madrugada por culpa de los malos sueños, y todos ellos contaban con la ilustre presencia de ella. Soñé con un Hardin sin rostro, que la golpeaba tanto que la dejaba inconsciente.
Otro sueño consistía en una realidad paralela donde ella parecía no conocerme, y el tercero consistía en ambas teniendo sexo salvaje en mi cama.
Los tres sueños, de una forma u otra, me aterrorizaron.
Para mi infelicidad, no tuve que asistir a muchas reuniones a lo largo del día. Lo que antes era un castigo, ahora se mostraba una forma eficiente de mantener mis "fantasmas" un poco alejados de mí. En vez de eso, me quedé todo el día prácticamente sentada en mi escritorio, leyendo y releyendo contratos.
Por desgracia, pude constatar que era muy fácil perder el hilo de pensamiento con simples lecturas.
Por eso, obligué a Jihyo a quedarse a mi lado todo el día, leyendo mis papeles. De esa forma, cuando su perspicacia le advertía de que mi cabeza estaba mucho más allá de las líneas de los contratos a delante de nosotras, ella me llamaba nuevamente a la realidad.
Sin embargo, nada de eso me distraía del hecho de que era cada vez más difícil no pensar en ella. Con el tiempo en que me rehusaba a recordar su presencia, mayor era la dificultar en no dejarla invadir mi mente repentinamente.
No podía huir de ella durante mucho tiempo, y eso estaba cada vez más claro.
A las 18:00 fui a tomar un baño y me arreglé para la fiesta a la que iba a asistir. No tenía como objetivo cerrar contratos, pero al parecer mi presencia era algo importante, según Jihyo me había dicho. De esa forma, en poco más de media hora ya estaba lista, todavía preguntándome cuál sería la mejor opción: salir de ahí tan pronto mi cuota de presencia haya sido suficiente, liberándome de aquel castigo cuanto antes, o permanecer en la fiesta el mayor tiempo posible, evitando que fuera a parar al lugar que quería ir, pero que estaba tratando de no querer.
Subo a mi Porsche Cayenne trayendo ropas menos formales de las que estaba acostumbrada a usar: estaba usando un vestido blanco y me puse un par de pendientes de oro con un collar y también una pulsera, que combinaba con los pendientes. Me puse un ligero maquillaje y destaqué mis ojos, poco tiempo después fui recibida por personas que estaba segura nunca había visto en la vida, pero que me llamaban por mi primer nombre.
La casa era lujosa, como todos los lugares en que las fiestas de aquel tipo sucedían. Gran parte de las paredes eran de cristal, dando un estilo limpio al lugar. En el fondo, un jazz sin gracia tocaba, dándome sueño y me recordaba cómo odiaba el sonido de los saxofones.
Las mujeres en vestidos cortos, escotados y caros paseaban entre los invitados sin ningún objetivo aparente, bebiendo copas de champán y riéndose de bromas idiotas proferidas por viejos ricos e importantes.
Gracias a Dios, no tardé en encontrarme con Jihyo.
Corrí hacia su lado, decidiendo que haría lo posible para sentirme a gusto y divertirme en aquel lugar.
—¡Wow, estás linda!
—No me hagas sonrojar delante de estas personas, Ji. — Hablé, recibiendo una sonrisa de su parte en respuesta.
—Algunas personas de aquí quieren conocerte. ¿Qué tal si haces nuevas amistades? — Ella habló, con una sonrisa inocente.
—No seas falsa.
—Vamos, no son tan malas.
Poco tiempo después, fuimos invitadas a sentarnos en una gran mesa redonda donde hombres y mujeres discutían sobre negocios, e inmediatamente me pregunté, si en caso de que sacara algún tema aleatorio, como futbol o música, conseguiríamos mantener una discusión normal. Al parecer, todo lo que pensaba esta gente estaba relacionado con el dinero, y me sentí un poco mezquina por intentar entrar en el tema.
Acepté una dosis de whisky ofrecida por el camarero, Jihyo me miró feo, pero no me detuvo.
—Entonces, Jeongyeon... — Una mujer de mediana edad comenzó, ya borracha, mirándome y sacándome de mis divagaciones. — ¿Dónde está la señora Yoo?
Jihyo pareció moverse un poco en su silla a mi lado, un poco incómoda con el asunto. Probablemente tenía miedo de que la simple mención de ese asunto me trajera toda la depresión por la que conseguí pasar. La miré con una expresión serena, tratando de informarle que no me importaba hablar de eso.
—No estoy casada.
Ella pareció sorprendida.
—¿Y por qué no? ¿No quieres forma una familia?
—¡Quiero! — Hablé inmediatamente, y me sorprendí con la verdad en mis palabras.
Nunca había sido de pensar mucho en eso, pero ahora que la cuestión se había planteado frente a mí, pude constatar que la verdad en mi afirmación era irrefutable. — Sólo que no he encontrado una chica todavía.
Una amiga de la mujer que conversaba conmigo, también borracha, se unió a la conversación.
—Querida, créeme, puedes tener a la persona que quieras, sea hombre o mujer.
—No creo que pueda. — Dije, sonriendo. — Tal vez un día...
—Ah, sí. — La primera mujer interrumpió. — Mira sólo "tu paquete"
—Es cierto. ¡Eres el paquete completo!
—Quiero decir. — Ella continuó. — Eres la dueña de las empresas Yoo, ¿no?
—No... Mi padre es, yo sólo dirijo una de las filiales...
—Ya es suficiente dinero. Hija del dueño, vas a morir rica.
—Sin contar que eres hermosa y todavía tienes un hermoso "extra" entre las piernas. — La otra interrumpió, guiñándome.
—Saben. — Empecé, un poco más sentida de lo que debería. — Soy una persona aburrida.
Traté de buscar el apoyo de Jihyo, pero a esa altura ya estaba absorta en una conversación con la pareja a su lado.
—Claro, claro. — Una de ellas dijo, no dándole la menor importancia a mis palabras. — Pero el hecho es que cualquier mujer se arrojaría a tus pies. Sólo tienes que darle una tarjeta de crédito.
—¿Qué? — Pregunté, incrédula.
—Mira allí. ¿Estás viendo a aquel hombre de camisa verde, con esa jovencita?
Miré hacia la dirección que su dedo apuntaba, y vi a un hombre de mediana edad conversando con una chica que podría ser su hija, con un vestido extremadamente justo y sonriendo de oreja a oreja al hombre, mientras le mostraba su "encanto". Él hombre retribuía la sonrisa, mirándola con más hambre de la adecuada en un lugar público.
—Lo hago.
—Pues sí. Él es mi marido.
Miré sorprendida a la mujer.
—¿No vas a hacer nada?
Las mujeres se miraron, y un segundo después, empezaron a carcajearse.
—¿Y por qué lo haría?
Pensé en explicarle que aquella chica estaba encima de su marido, y por lo que todo indicaba, el hombre no estaba exactamente luchando contra la seducción. Pero entonces entendí que, aun borracha, la mujer tenía total noción de ello.
—Tengo todo lo que quiero de él. — Dijo, acercándose a mí. — Asisto el evento social a su lado para que parezcamos una pareja. Compra mis vestidos, mis zapatos y mi peluquería. Aprovechó viajes maravillosos en cruceros al menos cuatro veces al año. Todo lo que tengo que hacer es fingir que no veo eso.
—Es un intercambio justo. — La otra finalizó, dando una sonrisita y chasqueando los dedos al camarero que pasaba cerca de nuestra mesa cargando bebidas.
—Te estoy diciendo, puedes tener a la persona que quieras. Con tu condición diría que prefieres a las mujeres, ¿no? No es difícil encontrar a alguien que quiera ser tu esposa. Así tú ganas credibilidad y respeto, y aún así puedes vivir tu vida, digamos "alternativa", sin pagar nada por eso.
Las dos me guiñaron en sincronía, cuando me quedé mirando sus caras sorprendida.
No sabía si estaba muy sorprendida para decir algo o irritada hasta el punto de mandarlas casi al infierno, pero si fuera el caso, ya no podía quedarme allí.
—Permiso. — Hablé, poniéndome de pie y dándole la espalda a la mesa, alcanzando otra dosis de whisky de una de la bandeja de los camareros que pasaban por allí.
Caminé hacia el bar, mi indignación y yo, entonces me senté en uno de los bancos altos y me bebí de una vez mis dosis de whisky.
Me negaba a aceptar que mi vida se transformaría en eso. Era difícil aceptar que nada fuera a ser mínimamente verdadero, y estar rodeada por toda esa falsedad e interés sólo me hacía sentir cada vez más disminuida y menos valorada.
En realidad, todo lo que acababa de ser dicho no llegaba a ser una total sorpresa. Tenía conocimientos de casos así, donde un matrimonio se sostenía sólo por apariencias, pero tener la confirmación de ese tipo de cosas, con tanta vehemencia y de una forma como si pareciera algo tan banal, no estaba en mis planes.
Bebí mi tercera dosis de whisky, seguida de otras cuatro dosis.
Una chica intento sacar un tema conmigo, preguntándome si yo era Yoo Jeongyeon, pero no le preste mucha atención. Traté de mantenerme escondida, no queriendo que nadie me reconociera y viniera a hablar cosas estúpidas.
No estaba en mi mejor humor, y tenía la impresión de que acabaría mandando a alguien a ir a tomar por el culo aquella noche.
Yo era un objeto. Al final, todos éramos objetos.
Yo era un objeto, así como ella.
Listo. Toda mi cautela durante esos dos días se había ido por el desagüe. Ahora me permitía recordar a Nayeon claramente, en los pequeños detalles, y no intentaba contener las ganas que tenía de pensar en ella cada vez más. Tenía mis certezas de que el alcohol me ayudaba en esa tarea, dejándome peligrosamente vulnerable a aquel recuerdo.
Trace una línea de similitud entre ella y yo, sintiendo un poco de su amargura tomarme. Las dos éramos objetos, las dos éramos usadas. Así como los clientes con ella, las mujeres que se acercaban a mí tenían un interés, algo que no tomaba en consideración lo que era, o cómo me esforzaba para ser alguien mejor.
A mi alrededor, el jazz inestablemente lento y monótono seguía tocando, mientras las mujeres fútiles aún se reían de los mismos chistes sin gracia, contados por los mismos hombres de mediana edad infelices y promiscuos.
Los camareros parecían ser las únicas personas con quienes yo todavía mantenía un poco de simpatía a esas alturas, pero ni ellos me podrían hacer quedarme ahora.
—¡Jeongyeon!
Jihyo me encontró. Ella vería mi estado y me echaría una bronca, comenzando un discurso sobre mis responsabilidades y el papel "Yoo" que yo debería desempeñar.
Pero que se joda.
—¿Qué haces aquí? ¡Te busqué por todas partes!
—Vine a beber.
—No te creo...
—Jihyo. — Empecé, levantando una mano para interrumpirla. — Por favor. Déjame en paz. Por favor.
Algo en mi tono de voz pareció alertarle que tal vez yo estaba hablando en serio.
—¿Qué sucedió? — Preguntó, sentándose en el banco alto a mi lado y tocando mi hombro izquierdo.
—No aguanto esto. Esas personas... Es todo tan artificial, tan superficial.
Ella continuaba mirándome, obviamente no entendiendo de qué se trataba mi repentina depresión.
—Me voy de aquí, antes de que enloquezca. — Tomé las llaves del coche de dentro del bolsillo y se las entregué. — ¿Puedes cuidar de él por mí? No estoy en condiciones.
—Está bien. Por favor, cuídate. Trata de dormir, olvídate de lo que estás pensando.
—Jihyo, no voy a casa.
Tuve que decirle la verdad. Porque el alcohol me forzó, pero también porque no veía motivos para mentirle en aquel momento.
Jihyo me miró por algún tiempo, pero su descripción siempre era mayor que su curiosidad. Ella no sabía a dónde iría, o con quien me encontraría, pero era suficiente saber que no le correspondía hacerme preguntas potencialmente indiscretas.
—Seguro. ¿Sabes lo que estás haciendo? — Preguntó, preocupada.
—No. — Admití. — Pero, por el momento, ese es el mejor lugar en el que pueda estar.
Me levanté, terminando el octavo vaso de whisky, y caminé hacia la salida. Oí a lo lejos a algunas personas mencionando mi nombre, pero no estaba dispuesta a comprobar de lo que se trataba. Y, al final, no debería ser importante.
Use mi celular para informarle a la compañía de taxi el lugar a donde el conductor debería venir a buscarme. Después de cinco largos minutos, un coche amarillo vivo se detenía frente a mí.
Entré golpeando la puerta con un poco de fuerza, y luego recité la dirección del destino.
No esperé ser recibida por quien fuera. Al entrar en el recinto, traté de hacer el camino correcto desde el principio, simplemente ignorando la presencia de desconocidos a mí alrededor o la mención de mi nombre por diferentes voces femeninas.
Subí las escaleras, tomando cuidado con los escalones que de vez en cuando se salían de foco.
Me acordé que a Nayeon no le gustaba que estuviera en ese estado, e inmediatamente me arrepentí de haber bebido todas esas dosis de whisky. El miedo del rechazo me alcanzó como un golpe, y me concentré para mantenerme equilibrada mientras alcanzaba el último peldaño, caminando un poco tambaleante hacia el pasillo.
Siempre he tenido buenos modales. Afortunadamente, si tenía algo de lo que podía jactarme era de mi educación y mi caballerismo. Así que, sólo podía culpar a la bebida cuando una total falta de clase me tomo, haciendo que simplemente girara la manija de la habitación de Nayeon y entrase, sin la menor ceremonia.
Encontré la habitación vacía, la cama hecha. Fui poseída por un odio irracional antes de comprobar por qué no estaba en la habitación.
Tal vez ella salió, mi lado optimista argumentó, pero casi inmediatamente fui atropellada por el lado pesimista, diciendo: "O bien ella puede estar en el salón ofreciéndose a cualquiera."
Tal vez una de las voces que decidí ignorar fuera de ella.
No, yo reconocería su voz diciendo cualquier cosa, sobre todo mi nombre.
Tal vez ella pensara que yo no vendría hoy, ya que ayer estuve ausente.
Debo hacer divagado por un buen rato, de pie mirando la cama, y entonces un ruido de cerradura de puerta me despertó.
Miré a la derecha por primera vez, como si antes la puerta del baño no hubiera estado allí, y me quedé mirando cómo se abría y revelaba lentamente a Nayeon mojada de la cabeza a los pies, tratando de enrollarse en una toalla blanca dejando a la vista partes de su cuerpo entre las grietas que el paño hacía.
Las partes de su cuerpo eran más lindas.
Tardó en notar mi presencia. Estaba cantando una canción cualquiera, mirando al suelo mientras sacudía las puntas de su cabello en la toalla, tratando de dejarlos menos mojados. No sé si me quedé en silencio porque estaba hipnotizada o porque tenía alguna esperanza de que tal vez no se diera cuenta de que estaba allí, en medio de la habitación, mirándola con cara de psicópata.
Era increíble cómo era más hermosa de lo que recordaba. Tal vez eso se debiera al hecho de que venía tratando de no recordarla, intentando apartar su imagen de mis pensamientos.
Tal vez una parte de esa culpa también fuera por las dosis de whisky, pero el hecho era que, en ese momento, Nayeon era, sin duda alguna, una de las cosas más hermosas que había visto en la vida.
—¡AHHH!
Ah sí. Todavía estaba allí, en medio de su cuarto.
—Hola. Lo siento.
—¡Por fin, Jeongyeon! — Ella habló, tirando de la toalla de todas las esquinas e intentado cubrir las partes que yo miraba como una tarada.
—Lo siento, no sabía que ibas a salir desnuda desde adentro. — Hablé, medio sin pensar. — ¿Y no es como si no te hubiera visto antes, no? — Sonríe maliciosamente.
—¡No por eso puedes entrar a mi habitación y quedárteme viendo!
—Está bien, está bien. — Dije, como si le diera la razón y estuviera a punto de salir de la habitación. Pero debido a mi estado alcohólico, seguí mirando su delicioso cuerpo, como si no hubiera dicho absolutamente nada.
—¿Hola? — Ella replicó.
—¡Pero qué aburrida! — Me giré, de mala gana, mirando la pared blanca e increíblemente sin gracia por cinco largos segundos. — ¿Puedo mirar? — Pregunté, impaciente.
Sin esperar una respuesta, me giré de nuevo para mirarla.
Ella terminaba de ponerse una bata azul. No sé cómo era posible, pero sólo con mirarla podía sentir –o creer que sentía –la frescura del baño recién tomado y la suavidad de aquella piel bronceada, todavía un poco húmeda y extremadamente atractiva.
Dios, la extrañaba.
Me quedé admirándola como un perro admira un pollo siendo asado, pero estaba muy borracha como para sentirme avergonzada por eso.
Ella continuaba tratando de secar mejor su cabello con la misma toalla, mientras que también me miraba curiosa y aún un poco enojada.
—¿Por qué no viniste ayer? — Ella rompió el silencio, y se sentó en la cama.
—Porque no quise. — Me pareció mejor resumir toda la situación del "querer-dejar-de-pensar-en-ti" con esa pequeña frase. No me importaría decir la verdad, dado el alto nivel de alcohol en mi cuerpo, pero simplemente no quería hablar mucho.
—Ah. — Desvió la mirada, e inmediatamente noté que mi respuesta parecía grosera. — Pensé que vendrías todos los días, ya que pagaste por ellos...
También había pensado en ello, pero gracias al pánico y confusión reciente en el que me encontraba al pensar en ella o deseándola, tuve que cambiar mis planes. Sí, al fin y al cabo, yo era una cobarde.
—Debes haber notado que he bebido. — Traté de cambiar el tema, y me senté a su lado, un poco más cerca de lo ideal. — Pero no voy a lastimarte.
—Sé que no. Que tonta. — Ella habló, soltando una sonrisa sarcástica.
Sin pensar mucho, llevé mi boca a su cuello, besándola levemente debajo de la oreja. Sentí la temperatura fresca de su piel con los labios, e inmediatamente noté que tenía escalofríos.
Me apoyé con el brazo izquierdo en la cama, mientras llevaba mi mano derecha hasta su nuca, trayéndola más cerca. Intensifiqué el beso en su cuello, dejando bocanadas de aire en su piel y sintiendo, con el rostro, la suavidad de su cuello.
—¿Por qué no estás usando tu perfume?
—No necesité la crema esta semana. — Ella habló, jadeante.
Es verdad, esa crema servía para mejorar los hematomas que conseguía con los clientes. Como pagué por toda la semana, obviamente no había adquirido nuevas heridas a la colección. Me quedé satisfecha con ese hecho, pero realmente me gustaba aquel perfume.
—¿Quieres que me ponga?
Por mí. Ella no se lo pondría porque estaba lastimada, porque lo necesitaba. Se lo pondría por mí. Porque sabía que ese maldito perfume me volvía loca.
Inconscientemente, saqué la mano izquierda que apoyaba mi cuerpo del colchón y la deslice hacia dentro de su bata azul, haciendo movimientos circulares en uno de sus muslos.
—Quiero... — Hablé, tratando de contener un mínimo de firmeza en mi voz, aún respirando en su cuello.
Protesté cuando se alejó, levantándose y caminando hasta el baño. Me quedé mirando la puerta como un niño abandonado, pero para mi felicidad, segundos después ella estaba de vuelta, trayendo un frasco de un líquido cremoso, y me golpeo una ola de deseo intenso.
Nayeon me giró un poco, de modo que mis pies tocaban el suelo fuera de la cama, como si estuviera perfectamente sentada en una silla. Posicionando una pierna a cada lado de mi cuerpo, ella se sentó en mi regazo, dándome una mirada que conseguía ser dulce y salada al mismo tiempo.
Entonces, ciertamente con el objetivo de matarme, ella deshizo el nudo de su bata y lo tiró, dejándolo deslizarse por mis piernas y caer al suelo.
A pesar de verme, Nayeon agarró una de mis manos y exprimió una gota del contenido de la botella en la palma mientras intentaba controlar mi respiración.
—Pónmelo.
¿Realmente creía que iba a poder ponerle esta mierda? No podría contenerme.
Yo apenas conseguía razonar, y parecía estar débilmente congelada, mientras mis ojos recorrían su cuerpo de arriba abajo y yo intentaba pensar como quitar mi vestido en menos de un segundo y enterrarme dentro de ella tan profundo que tendría mi orgasmo a la primera embestida.
Finalmente pareció entender que aquello era un poco demasiado para mi mente alcohólica, entonces agarró firmemente mi mano y la atrajo hasta su pecho, esparciendo allí el líquido perfumado.
Como una adolescente en la pubertad, casi exploté de deseo al admirar cómo mis manos cremosas se deslizaban en sus senos de una forma hipnótica, y en el momento el único miedo que tenía era de estar, literalmente babeando.
Entonces mi cerebro captó aquel perfume, ahora siendo esparcido por toda la extensión de su cuerpo.
Dios mío, la extrañaba.
—Nayeonni...
—¿Sí? — Ella dijo, todavía me miró con aquella mirada deliciosamente inocente.
—Puedo... Por favor... — Intentaba mantener un razonamiento lógico, pero era prácticamente imposible. Imposible porque aquel perfume estaba muy fuerte para permitirme pensar. Imposible porque estaba muy cerca. Imposible, porque yo la quería demasiado.
—¿Tu me quieres? — Ella habló en un tono provocativo en mi oído.
—Mucho... — Traté de decir, pero todo lo que conseguí hacer fue suspirar la palabra, apoyando la cabeza en su hombro.
—Puedes hacer lo que quieras conmigo. ¿Soy tuya esta semana, recuerdas? — Ella habló, levantando mi vestido blanco y sacando mi collar y mi pulsera. Intenté ignorar el dolor agudo que sentía con la adición del "esta semana" a la frase.
Ella era mía por esa semana, y si no pagaba por la próxima, no pertenecería más a mí.
Con suavidad, ella me empujó hacia atrás, me hizo caer de espaldas en la cama, mientras ella se mantenía en mi regazo. Con maestría, se deshizo de mis tacones y pendientes.
Nuevamente sentí un dolor agudo al pensar que su maestría en aquello se daba al hecho de que Nayeon había tenido otras tantas experiencias que le dieron prácticamente la perfección en lo que ella debía hacer. Dolía saber que yo era una más para perfeccionar sus habilidades.
De hecho, sólo era una más. Había tenido esa seguridad hoy, y para ser sincera, venía teniendo esa seguridad hace algún tiempo. Recordar eso sólo me hizo sentirme aún más pequeña y más insignificante.
—Espera. — Hablé, mientras sostenía sus manos.
Me miró confusa.
Esta petición era una forma verdadera, tal vez mucho más verdadera de lo que me gustaría admitir. No porque ella era la única chica que podría fingir que le importaba, sino porque era la única en cuyo fingimiento quería creer.
Ella me miró con una expresión indecible por algún tiempo, entonces me dio una sonrisa un poco infeliz.
—Si supieras... — Comenzó, acariciando mi cara con los dedos finos, todavía mirándome.
Sostuve su mano allí por un tiempo, queriendo sólo sentir el calor que su piel emanaba, pero finalmente la solté, dejándola hacer su trabajo.
Cerré los ojos y me dejé sentir querida en ese momento. Sabía que engañarme así con una prostituta era patético, pero dejarme engañar por los "sentimientos" de una chica de compañía era más aceptable que ser engañada por una chica cualquiera.
Al final, yo estaría enterada de que había sido engañada, lo que era diferente de engañar y ser muy inocente para notar la mentira.
Como imaginé, Nayeon hizo lo que pedí con perfección. Con la ayuda del alcohol, podía creer que no era una chica de compañía, ahora cabalgando sobre mí con tanta intimidad, sino una persona que sentía algo por mí.
No necesariamente amor, pero al menos algún sentimiento bueno, algo que no fuera solo deseo o interés.
Pero de nuevo, debía recordar que estaba borracha, por lo tanto, sensible. Además, estaba permitiendo que ella volviera con fuerza total a mi vida, ejerciendo aquel poder extraño que ella últimamente venía ejerciendo.
Yo estaba inclinada y mezclando todas esas cosas, lo que me dio una maldita esperanza de que todo pudiera no ser sólo fingimiento.
Y esa esperanza me iba a dejar en la mierda.
¿Por qué tenía que ser tan buena? ¿Por qué tenía que ser tan linda? ¿Tan qué?
¿Por qué que tener ese perfume, o aquellos ojos? ¿Y por qué tenía que mirarme de esa manera, como si le gustara?
Traté de mantener mi cabeza ocupada con esas divagaciones porque era la única pregunta de la cual realmente quería respuestas, en lugar de alejarme, quería desesperadamente acercarme cada vez más a ella.
—Jeongyeon... — La oí susurrar en mi oído, ahora acostada sobre mí, tratando de controlar los temores en la voz a causa de mis movimientos.
Ella iba a decir algo. Tal vez algo importante. Pero oír mi maldito nombre siendo pronunciado por aquella chica en mi maldito oído, mientras entraba en ella, exigía mucho de mi control.
Instintivamente, la abracé con fuerza, haciendo los movimientos dentro de ella más bruscos y desesperados, mientras esperaba en silencio por la continuación de esa sentencia.
—Finge que soy importante también.
Sí. Yo quería poder fingir que era importante. Pero lo cierto era, que sólo quería fingirme a mí misma que era especial.
Pero ella era especial.
Demasiado especial para el poco tiempo que nos conocíamos. Demasiado importante para ser una puta.
No podía más con la mierda en mi cabeza.
Nos giramos en la cama, de modo que quedé encima de ella, y al mirar su cara otra vez, las ganas de besarla vino con una fuerza demasiado peligrosa.
¿Por qué todos los sentimientos que ella despertaba en mí tenían que manifestarse con tanta intensidad?
Pero no podía besarla. Era una chica de compañía, y yo tenía experiencia con mujeres así para saber que casi todas ellas se negaban a besar, por ese acto ser algo demasiado íntimo para una relación meramente profesional.
Me quedé un poco sorprendida en constatar la razón principal por la que no la atacaba como una adolescente llena de hormonas. Pensé que ella no aceptaría, ni siquiera consideraba la posibilidad de no hacerlo porque besar una puta estaba fuera de cuestión.
Sí. Ya estaba en la mierda.
Antes de que pudiera traicionarme, metí la cara en su cabello, mientras que nos invertía con fuerza. Sentí sus manos enterrarse en mis cabellos mientras ella distribuía besos mojados por mi cuello, lo que no me hacía querer probar su lengua al menos.
Con una disciplina bastante elevada para una borracha, controlaba nuestros orgasmos por algún tiempo, siempre disminuyendo el ritmo y cambiando de posición cuando sentía que ella o yo comenzábamos a perder el control.
Cuando la situación llegó a un punto incontrolable, le permití venirse primero, siguiéndola casi inmediatamente.
El poco de razón que aún quedaba en mí gritaba que me vistiera y me fuera de allí, pero como en aquel momento mi lado emocional parecía predominante, me dejé relajar sobre ella, tomando cuidado con el peso del cuerpo.
No habló por un largo tiempo. Yo tampoco hablé.
A diferencia de otras folladas que tuve, donde el silencio post-orgasmo se mostraba vergonzoso, entraba en un estado de desesperación con el hecho de no tener nada que decir. Aún así, solía hablar cualquier mierda, sólo para que el silencio no continuase.
Con ella, no parecía ser así. Yo estaba cómoda con ese momento de paz, y no era necesario llenarlo con palabras.
En realidad, parecía hasta mal hablar algo que rompiera el extraño clima de magia y tranquilidad. No encontraría palabras que valieran ser dichas, entonces me permití saborear el momento.
Me permití sentir sus manos paseando por mi espalda despreocupadamente, como si estuviera jugando allí. Me permití sentir el perfume de su piel sin restricciones, sin tratar de alejarse, posicionando estratégicamente mi cara en la curva de su cuello. Me permití hundir los dedos en su cabello, aún mojados, mientras hacía movimientos sin un propósito cierto, pero que simplemente parecían caber allí.
Nos quedamos así por algún tiempo. Otra vez, suspiraba, pensando en las cosas que hice y en las que no debería haber hecho, sintiendo un placer divertido en notar la piel de su cuello, erizándose con cada bocanada de aire que soltaba.
—Duerme aquí...
Me sorprendí por el sonido inesperado rompiendo el silencio cómodo, como yo había imaginado que sucedería la magia de aquel momento se rompió. Sus palabras alcanzaron mi parte racional, la que aún luchaba bravamente. Entonces, como sentí unas ganas casi inmorales de aceptar su petición y permanecer aquella noche allí, en esa cama, con ella de esa forma, sentí la necesidad de huir, como la cobarde que era.
Porque si no salía rápido, acabaría cediendo a ella.
En todo.
—No, me tengo que ir. — Hablé, ya levantándome y recogiendo mi vestido y mis accesorios esparcidos por la habitación, mientras me quitaba el preservativo usado.
—Pero mañana es sábado.
Su voz parecía un poco decepcionada, así que tuve que contenerme de no caer en esa trampa de Satanás. El tono de tristeza en su voz me ponía peligrosamente vulnerable.
—Mañana tengo que despertarme temprano. Voy a estar ocupada. — Hablé, un poco rápida, poniéndome mis pendientes sin mirarla.
Era mentira. No haría absolutamente nada mañana.
Bueno, tal vez pasaría todo el día martirizándome por mi debilidad de hoy. Pero nada más.
—Ah entendí. Está bien entonces.
Sólo yo tenía conocimiento de la batalla épica que llevaba dentro de mí. Por un lado, mis emociones decían que saltará de nuevo a esa cama, tomará a Nayeon en mi regazo y la apretará contra mi pecho. El otro, mi razón –o quizá cobardía –ordenaba que saliera de allí.
Inmediatamente.
Me puse el vestido de cualquier manera, los zapatos y la miré por primera vez, desde que había decidido irme.
Su mirada era intensa. No sólo eso, sino la conexión que se formó entre nuestras miradas. Intenso como alguien que se siente como cuando tiene 14 años y su amor platónico la mira por primera vez. Intenso como para desaparecer todo alrededor.
Intenso para el carajo.
Por un momento, olvidé que había decidido marcharme.
—¿Todo bien?
—Sí. — Hablé, parpadeando algunas veces y desviando la mirada de la suya. — Me voy entonces. Hasta otro día.
—Nos vemos.
Salí con pasos apresurados de la habitación, tratando de no salir corriendo. Su presencia me mantenía allí. El clima de aquella habitación me dejaba débil, casi indefensa, y empecé a temer por mi sanidad mental. Necesitaba tomar medidas serias para controlar toda mi falta de experiencia en cuanto a mis propios sentimientos, cuando el asunto era ella.
Baje las escaleras con prisa, ignorando de nuevo algunas voces melosas que me llamaban. Seguí la salida al fondo, encontrándome con una calle desierta y oscura. No me importó y caminé un poco, no queriendo pensar en nada. En absoluto.
Después de unos minutos me di cuenta de que tenía que llamar un taxi, si no quería ir a casa a pie.
Marqué el número guardado en mi celular, útil para emergencias como esa, y esperé. Media hora después, ya estaba en casa.
Caminé hacia la cama, sin preocuparme en bañarme o cambiarme de ropa. Rezaba silenciosamente para que el sueño me dominara lo más rápido posible. No quería pensar, porque si pensaba, llegaría a conclusiones algo aterrorizantes.
No sabría tratar con ellas porque era débil o imbécil, pero de todos modos, estaba segura de que podría terminar loca y depresiva.
Y sólo por tener esa noción, ya tenía una idea de lo que estaba pasando conmigo, pero siempre que esa idea surgía en mi mente, la dejaba de lado, demasiado aterrorizada para tratar de lidiar con ella.
Yo ya tenía una idea.
Yo ya sabía.
Pero no quería admitirlo.
No podía admitirlo.
No iba a admitirlo.
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