— Lo que escuchaste. Me gustas.

La pelinegra me apartó delicadamente y colocó sus manos en su rostro. Estaba avergonzada, lo sabía.

— Es una broma... — balbuceó. — Sí. Eso tiene que ser. — se sostuvo la cabeza con sus manos y comenzó a caminar en círculos alrededor de mí— Seguramente cualquiera de tus hyungs te retó, o incluso Aery...

Solté una leve carcajada y me apresuré a detenerla; era eso o qué terminara mareada por dar demasiadas vueltas.

— Nadie me retó, SunSun. Me gustas y ya. Esa es la verdad.

Sus ojos me inspeccionaron y sonrió.

— Oppa. Tú me gustas a mí. — sus mejillas se tornaron carmesí. — ¿¡Y de dónde salió eso de “SunSun”

Sonreí mostrando mis encías y desvié la mirada. Eso me había tomado por sorpresa.

— No lo sé. Simplemente se me ocurrió.

Extendí mi mano hacia ella, esperanzado porque la tomara, y así hizo. Su piel estaba extremadamente fría, pero eso no fue impedimento para que yo disfrutara de ese tacto. Estaba locamente enamorado de ella.

— Esto es tan extraño... — confesó.

— Dímelo a mí... — susurré. — Yo que siempre te ví como una estrella, tan brillante, pero inalcanzable. Siempre me atormentaba a mí mismo por se un cobarde que no se atrevía a confesar sus sentimientos.

— YoonGi... — posó su mano libre en mi mejilla y poco a poco acercó su rostro al mío. — Si estás de acuerdo. Yo seré tu estrella en todo momento...

Mi estrella. Eso sonó maldita bien, por lo que me dejé llevar y acorté los pocos centímetros que quedaban entre nosotros. Sus finos labios sabían a fresa, y de ella emanaba un agradable olor.