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Los planes se habían cancelado. Nadie contaba con que al terminar la escuela, a ella le daría por enfermarse; y por obvias razones, no podría salir a la calle.
Ahora estaba recostada en su cama, aunque pareciera extraño, estar enferma le causaba alivio. En ese entonces, enfermarse era la única forma de escapar de aquel infierno.
Pero, ahora era diferente. Y estaba triste por no haber ido al parque, de verdad quería pasar más tiempo con el ojicarmin; quería conocerlo un poco más. Casi no sabían nada del otro, excepto por el gusto por la lectura.
En minutos entró Yuuki, acompañada de una bandeja de alimentos y medicinas; que ayudarían a la menor a recuperar sus fuerzas.
Algo débil, se sentó en su cama sosteniéndose de la cabecera; para así tratar de comer algo.
La mujer era toda una experta en descifrar el comportamiento de los infantes, tras años de haber cuidado al albino, le resultaba sencillo leer los gestos. Y notaba cierta decepción en la mujercita.
—Vamos cariño no es tan malo, otro día podrán ir al parque. Ahora es necesario que descanses.
—Lo sé, pero... No es justo.
No solía enfermarse a menudo, pero cuando lo hacía se enfermaba de forma exagerada. Una simple gripe, era como estar al borde de la muerte para ella.
Además odiaba tomar medicinas. Y es porque eran una farsa total, la etiqueta podría decirte que sabía a fresa. Pero en realidad sabía a basura; cuando probó el jarabe le fue inevitable hacer gestos de desagrado, sabía horrible.
El estar en malas condiciones, era combatir contra los límites. No podía hacer casi nada, a penas y se ponía de pie; sentía que caería. Todo el día en reposo, era muy aburrido.
La infante era de estar de aquí para allá. Quería que este malestar abandonará su cuerpo, lo antes posible. Por lo menos no estaba sola, la mujer de la tercera edad se quedaba a su lado; inclusive le cantaba para tranquilizar sus inquietudes.
[...]
El albino por otra parte estaba ocupado. De último momento tuvo que llenar unos documentos, y es que estos hablaban sobre los costos e ingresos de la empresa. Por ende debía mantenerse informado, de lo contrario podría terminar en tragedia.
Además... Estaba preocupado.
En la mañana recibió una llamada de Yuuki, informando que Tn se había enfermado. Eso lo desanimó, quería tratar con aquella niña; tenían una que otra cosa en común, y puede que en un futuro sus lazos fueran más fuertes.
Pero, el que la ojiverde estuviera enferma no quería decir que no podrían pasar tiempo juntos. Una idea cruzó por su cabeza, se le ocurrió un lindo detalle para mejorar el humor de la menor.
Cuando concluyó con su trabajo, notificó que saldría, y que no debían preocuparse por su demora.
Su plan consistía en traer un regalo para la mujercita. ¿Y qué le gusta a las niñas? , El tener empleadas que traen consigo a sus pequeños al trabajo , tenía una que otra ventaja. Podría decirse que ya conocía los gustos de los nenes.
Buscó en diversos centros comerciales, y luego de estar ahí un buen rato; encontró lo que deseaba.
Tras soportar el tedioso tráfico, por fin llegó a casa. Bajó con aquel regalo, y fue hasta la habitación de la pelinegra. Tocó un par de veces, luego de haber tenido el permiso para pasar, entró.
Lo que miraba era una niña con cara de fastidio, y era entendible.
—Hola pequeña, ¿Cómo sigues?
—Siento que muero —respondió Tn, quien miraba atentamente aquella caja de tamaño exagerado, y que estaba muy bien envuelta.
—Mhm... ¿Y si te diera un premio, cómo te sentirías?
—Supongo que mejor.
—Bueno, adelante. Abre está caja —se aproximó a la pequeña, y dejó aquella caja encima de las piernas de la mencionada. Ya deseaba ver su rostro.
Admitía que estaba emocionada y sorprendida a la vez, jamás recibió un obsequio. Y él se tomó la molestia de hacerlo, porque no era necesario; con que se hubiera quedado a su lado basta y sobra.
Con poco cuidado retiró el papel decorativo, y abrió lentamente la caja. Lo que podía verse era tierno e inmenso, era un oso de peluche muy grande.
Estaba más que feliz, se sentía conmovida y querida. También deseaba llorar, pero de felicidad, ahora con más razón tendría que hacer algo por el apellidado Kurenai.
—Es muy bonito, muchas gracias Shu —sin pensarlo dos veces, se abalanzó contra él. Por lo menos podría decirle cuánto lo apreciaba, con un abrazo sincero y cariñoso.
—No tienes porque agradecer, me da gusto que disfrutarás el regalo.
El albino sentía el latir de su corazón. Y vaya que era intenso, jamás había latido de esta forma. Tener a esa niña en sus brazos, le otorgaba una sensación de protección y amor; que por supuesto deseaba darle a esa princesita.
Yuuki de igual forma se mantenía sonriente. El ver aquella escena tan tierna, le dió motivos para creer que el albino ahora más que nunca, estaría más presente en lo que sucedía en el hogar y, sobre todo en la vida de aquella señorita.
Dedicado a: BorguettiQueen
Hola!!
Espero que les haya gustado el capítulo de hoy, creo que está vez tardé un poco más en actualizar. Pido disculpas, pero la segunda parcial está a punto de acabar y, me traen loca con los trabajos escolares.
Nos vemos en una próxima actualización.
No te olvides de votar y comentar.
Besos y abrazos❤️
Atte: zuzanitaxzy.
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