En un nuevo dormitorio ¿por primera vez?
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Toc...
Toc... toc.
El sonido de la sangre al caer ambientaba la deprimente escena. En un trono elevado, se encontraba una figura femenina de largos cabellos negros. Sus facciones huesudas mostraban las imperfecciones en su belleza.
- ¡Archer Grail! En serio tienes agallas para venir acá, luego de que me arrebataras a mi última hija.
Su rostro se mostró furibundo, pero su voz se escuchó plana. La Diosa Aurora era benevolente y pulquérrima originalmente. Luego de que sus dos retoños muriesen, ya no quedaba ni la sombra de su personalidad autóctona.
- El cáliz no cumplió mi deseo correctamente. - Archer lloraba desconsolado, aun creía sentir el cuerpo de Ishtar en sus brazos.
- Estúpido humano. Los deseos se deben realizar con la mayor precisión posible. - Su mano huesuda frotó su rostro cansado. - ¡La culpa es solo tuya por no protegerla!
Aplastó con su poder las baldosas rotas que rodeaban a Archer.
- Diosa Aurora, por favor. ¿No es posible revivirla? - Por primera vez él se arrodilló frente a una deidad, se estigmatizó por su amada. - Toma mi espíritu, corrómpelo... pero trae a mi Ishtar de vuelta.
- Tú... - La Diosa rió macabramente ante el nombre mencionado. Su carcajada sonó adolorida y descompuesta. - Pobre alma en desgracia, mi dulce hija. Mira lo que conllevó tu desobediencia.
- Diosa Aurora...
- ¡Cállate, cállate! Nunca has sido merecedor del afecto de mi retoño. Muchísimo menos ahora. - Sus extremidades se movieron y realizaron un hechizo. - Espero que no descanses en paz, maldito Archer Grail.
Una flechas embotadas en magia atravesaron el torso del pelirrojo. Su vista fue oscureciéndose, solo antes de perder la conciencia creyó haber escuchado la palabra "Madre". Alguien más se refirió de ese modo hacia la diosa.
Las siguientes escenas fueron fugaces. Un sueño profundo y tortuoso.
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Distintas voces lejanas me ataban a la consciencia. El solo batir los párpados provocó una sensación incómoda en todo mi cuerpo. Estaba estático en el lugar, sin poder moverme.
Por unos instantes el temor me recorrió, ¿por qué no podía moverme?
En algunos lugares sentía que una banda me apretaba, como si esos sitios estuvieran envueltos en la tela. Logré abrir los ojos, mientras una lágrima rodó por mis mejillas. Culpa de la experiencia vívida que empezaba a borrarse de mi escasa memoria. El escozor que sentí me advirtió de las llagas en mi rostro.
Todo parecía tan desconocido que era imposible situarme en mi posición actual. Acostado en un sanatorio y recibiendo tratamiento por un instrumento encajado en la poca piel expuesta de mi brazo.
Una cálida mano sostuvo la mía, llamando mi atención. El rostro de la muchacha, dueña de esa nívea extremidad, poseía las facciones más hermosas que hubiese visto. Terriblemente familiares, pero cada vez que parecía agarrarme de dónde la conocía, el recuerdo se escapaba. Riéndose en mi rostro.
Ella pronunció el que sería mi nombre, y nunca sonó más completo.
Con la molestia plagando mi garganta solo pude preguntar quién era. Y aunque deseaba volver a escuchar su voz, me respondió otra persona.
Sinedo sincero, a penas percibí sus palabras, hasta que llegó a identificarla. Rin, mi prometida.
Toda emoción sentida hasta el momento tuvo sentido. Ella era a quien le dedicaba mi vida, antes olvidarlo todo. Una mujer que destilaba encanto y madurez. Pero que ante mi cuerpo deshecho mostraba una inseguridad que parecía pecado en su ser.
No fui inconsciente cuando más personas llegaron, simplemente prefería captar cada expresión, movimiento y palabra de ella.
Su llanto provocó que quisiera abrazarla, aunque solo pude mover mi brazo para recoger el líquido precioso y mostrarme afligido ante su dolor. El acto de su boca besando mi palma fue reconocido por mi cuerpo, confiaré en ella. En su fortaleza.
Estaba completamente seguro que la conocía. Ahora sí.
Lo que hacía más tortuoso no poder recordar siquiera dónde nos conocimos. Cuándo. Qué ropa tenía la primera que acuné su cadera en mis brazos. Los movimientos que hacía al besarme.
Nada estaba claro en mi mente, irónicamente todo era un borrón.
Realicé más preguntas. Y oré por su paciencia conmigo. A pesar de su apariencia descompuesta por la sorpresa, decidió no apartarme de su lado.
¿Cómo sería descubrir que tu prometido te había olvidado? Me culpé por mi descuido, haría lo imposible por conocerla bien.
Cuando regresó de hablar con los sanadores, personas vestidas de blanco, prometió contarme todo lo que debería poblar los sitios vacíos en mi memoria.
Omnipotente se mostró cuando cargó en sus hombros la responsabilidad hacia mí.
Volví a pisar el dormitorio de Rin tres días más tarde, aunque ahora parecía mi primera vez.
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