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3er. Placer

El camino hacia la cocina se me tornó incómodo gracias a cierta persona detrás. Después de hacerme una terapia mental, recordarme que es imposible que alguien externo viole la extremada seguridad de la mansión y ponerme ropa, decidí creer que (por algún azar del destino) había invocado a alguien.

Su presencia no pasaba desapercibida, menos aún con la escasa ropa que traía. La única solución que hallé fue darle una toalla para que la envolviese alrededor de sus caderas y tapase a su amiguito, que parecía proclamar: ¡ESTO ES ESPARTA!

Ciertamente no le daría la ropa que guardaba de Shirou. Imposible.

Ni aunque sus facciones se parezcan y mi corazón se retuerza al verle.

Con el rostro apenado, recordé la intensa situación entre nosotros anoche. Es inimaginable como mi entrega hacia él fue absoluta. Diablos. No puedo negar que al observarle me transportó a cinco años atrás, con 22 años pesando en mi cuerpo. Cuando Emiya y yo jugábamos al amor, y mis padres vivían.

La familiaridad que me envolvió al ser abrazada por un forastero hizo que me sintiera protegida. ¿Qué tan errada puede estar la mente mía para sentirse así?

- ¿Cómo te llamas? - Indagué para cesar la tira de pensamientos que plagaba mi cerebro. Él tardó un rato en responder.

- ¿Por qué quieres saberlo? No hace falta que te muestres consecuente conmigo. Llámame cómo quieras, al fin y al cabo, no soy más que...

- ¿Pudieras decirme tu nombre? - Exclamé. Sinceramente, ni sabía por qué mi respuesta fue tan cortante. No obstante, antes de que siguiera cavilando por una razón, él habló.

- Archer. - Fue escueto, molesto por la interrupción. - Soy Archer.

- Mmm... Archer. - El nombre sonaba estoico, como si perteneciese a algún guerrero de tiempos inmemorables. Enfrentando batallas por libertad u honor. Tal vez ambos. No se parecía nada al fonema de Shirou. - Bien, yo soy...

- Sé quién eres. Ishtar ¿no es cierto? - Paré de momento y giré, encarándolo.

- No. Soy Rin. - Su rostro denotaba asombro. Se había quedado anonadado. Mi tono había sido suave y ligero, no para que le hubiese afectado tanto.

- ¿Rin? - Pareció querer asegurarse de que no bromeaba. - No puede... ser, ¿estás segura?

- ¿Crees que no sabré mi propio nombre? - Una sonrisa salió por la pregunta. - Soy Rin Tohsaka - Le dirigí una mirada expectante, sentía curiosidad por el motivo de su equivocación.

Es posible que vea en mí a alguien más. ¿Se siente... igual que yo?

- ... - Dudó. - Lo siento, te he confundido con alguien más.

Bingo. Sus ojos me escudriñaron intensamente, sin aclarar nada. Me sentí analizada hasta el más mínimo detalle. Aguanté lo mejor que pude y seguí caminando. Para cortar el silencio entre nosotros, señalé.

- Voy a preparar tortitas para desayunar, ¿quieres?

- ¿Tortitas?

- Sí, yo preparo las mejores que vayas a probar en toda tu existencia. Mi madre me enseñó. - Me fue imposible no sentirme orgullosa.

Mi madre era una excelente cocinera. Incluso cuando teníamos Chefs especializados, ella siempre prefería realizarnos la cena con todo su amor. De ella heredé mi don en la preparación de alimentos.

- No es que tenga con qué comparar, nunca he comido "tortitas". - Aclaró haciendo comillas en la última palabra. Aparte de su obvia burla por el nombre, su afirmación fue tan tranquila que mi reacción pareció exagerada.

- ¡¿Qué?! Pero, ¿Cómo es posible? ¡Si son muy comunes!

- No te alarmes tanto. Cuando tienes a un hombre de incógnito en tu casa, y tienes una pareja que puede descubrirte, no sueles pasearle por todos lados. Las veces que me alimentaban eran con las sobras de sus comidas, ¿cómo justificarían una ración extra? Es algo simple, Rin. Yo estaba a su merced. Como lo estoy ahora a la tuya.

- Dios santo.

Tan sólo imaginar a aquella persona en un cuarto, desechado cual objeto inutilizable y con la única compañía de alguien que solamente lo utilizaba para fines sexuales, hizo que mi interior se estrujara. Mis ojos escocieron, más allá que me recordara a un amor pasado. Nadie se merecía ese trato.

No pude evitarlo, avancé hacia él y atrapé su mano con la mía. Podía apartarse, después de todo era una más de las que le invocó. Alguien que conoció hace 2 horas. Pero no lo hizo, sin embargo tensó notablemente su cuerpo.

¿Estaba obligado a aceptar cada decisión que yo tomaba?

- Yo... lo siento. - De humano a humano, realmente lo sentía. Me separé rápido, sin querer perturbar más su espacio personal.

- No tienes por qué. No fue tu culpa, probablemente ni habrías nacido. - Se mostró algo turbado.

Llegamos a la cocina y le convidé a sentarse a la meseta.

- Archer... - Detuve mi acción de buscar los ingredientes, mis manos se posaron frente a él en la meseta. - ¿Por cuánto tiempo has estado atrapado?

- Perdí la cuenta... - Sus pupilas se fijaron en las mías. Creí ver en ellas un vistazo de ¿nostalgia? - ... hace siglos. - Un segundo después, el sentimiento ya no estaba. - Bueno, ¿no que ibas a preparar un delicioso desayuno?

En ese momento, la disponibilidad de él para hablar conmigo se esfumó como bruma. Ya era bastante extraño, en primer lugar, que hubiese dado tantos detalles. Archer debe de estar resignado a su destino.

Al menos se esfuerza para que su estancia durante el siguiente mes sea amena.

- Sí. - Respondí aturdida.

Cuando necesité los instrumentos para cocinar, me acordé del fregadero. La suciedad me recibió como la noche anterior.

- Demonios.

- Parece que alguien no es muy trabajadora. ¿Necesitas ayuda?

- No, estoy bien. Gracias. - Realmente me convenía aceptar, pero no podía.

Perezosa, lavé platos, cucharas y vasos, después me dispuse a realizar las famosas "Tortitas a la Tohsaka".

Rocié miel encima de ellas al colocarlas en un plato y ponerlo en frente de Archer. Él las miró un segundo, olfateó y enseguida empezó a degustarlas.

Una mueca de dolor se reflejó en su rostro al tragar.

- ¡Hmp! - Él posicionó una mano en su estómago y la otra en su boca.

- ¿Qué pasó? - Pregunté alarmada por su reacción. Lo máximo que pudiera pasar era que no le gustasen, aun así su reacción sería exagerada.

Ciertamente no le envenené la comida, tampoco tiene piedras...

- Están muy buenas. - Se relajó. Me relajé. - Simplemente hace muchísimo no probaba bocado y mi organismo se reveló ante la nueva intromisión. ¿Puedes darme algo de agua?

- ¡Claro! - Un poco sin saber como actuar, tomé una jarra del frigorífico y se la serví enseguida.

Él bebió a pequeños sorbos. Si la última vez que probó alimento fue hace siglos, el dolor que tuvo hasta ahora debió de haber sido casi insoportable de soportar.

- Gracias. - Después se dispuso a acabar con la comida, esta vez más lento.

- Oye. - Inicié. - ¿Por qué no tratas de escapar cuando sales del anillo?

- No puedo salir de la casa sin permiso. - Siguió comiendo. - Digamos que como Master, tú das las órdenes y por tanto yo, como Servant, debo seguirlas.

Mi sospecha se volvió una realidad aplastante. Archer estaba obligado a realizar mi voluntad.

- Además, si no tengo contacto frecuente con la reliquia que tienes en el dedo, me desvanecería. - Él siguió.

- ... - ¿Qué podía responder? No tenía un ápice de información al respecto. Debía investigar. Tal vez mi expresión mostraba mis dudas, porque Archer se molestó en explicar.

- Rin, mi cuerpo posee más de mil años. Ese objeto es el único que posee la magia para que yo esté aquí hablando contigo. Sin él, me fuese descomponiendo hasta llegar al polvo... - Su expresión se volvió neutra. - Durante un tiempo pensé que esa era la única forma de escapar de la maldición, solo no tocar el anillo. No es imposible... - Cerró sus ojos un momento, después siguió como si nada - Pero, si después de sufrir esa agonía te despertaras, otra vez, en una nueva habitación. ¿Seguirías intentándolo? - Mi cabeza no pudo hacer más que negar lentamente. - Eso pensé.

- ¿No puedo darte el anillo? Si te quedas con él no desaparecerías. - Intenté retirarlo de mi dedo.

- Es inútil, no te lo puedes quitar. Es como una marca que evidencia el contrato. - Me mostro su mano izquierda. En su anular una alianza hecha de cadenas se encontraba tatuada a su piel. - Ya ríndete y acepta que no me voy a ir hasta la próxima luna llena. - Volvió lamer la miel alrededor del plato.

- No estoy en contra de que estés conmigo. Solo quería ayudarte. - El rostro familiar levantó una ceja y mi corazón se saltó un latido. - Desde que te invoqué eres mi responsabilidad, no huiré de eso.

Archer se quedó callado, cuando pensé que diría algo solo volvió a cerrar los labios.

Tome aliento, podía dejar que salga al mundo por sí mismo... pero tendría que acompañarle debido a su imposibilidad de alejarse del anillo. Observé como Archer admiraba los diseños celtas tejidos en la parte posterior de un tenedor.

Mostraba una curiosidad por los objetos que dejaba claro la ignorancia que poseía Archer acerca del mundo humano moderno. Como si fuese un niño acabado de nacer, desamparado.

Archer fruncía el ceño y arrascaba la parte posterior de su cuello, justo como...

- Shirou... - Mi dedo tocó el punto entre sus cejas y lo aflojó, Archer me miró. Un color de iris diferente al que esperaba, pero todo lo demás igual. - Tú... ¿cuáles son tus orígenes?

- Mucho más antiguos de lo que te imaginas. - Bajó la mirada. - Un tiempo donde los seres humanos eran más crédulos.

Exhalé bruscamente.

- ¿Te gustaría... salir de acá?

Archer no respondió, pero apretó los puños y me observó recio. Tal vez mi pregunta le pareciese una burla, pero era totalmente sincera. No quería obligarle a salir si no lo deseaba.

Pero nuevamente, ¿por qué él no quisiera? No ha visto el exterior en buen tiempo.

Era lo mínimo que podía hacer, por lo menos hasta que logre investigar más sobre su maldición. Paso a paso, cumpliré mis objetivos.

- Archer, vamos. - Exclamé alborotando su cabello.

- Que, ¿ya quieres hacerlo? - Dijo quitándose la toalla. - ¿En tu cama o aquí mismo? - Mis mejillas se sonrojaron a más no poder. ¡¿C-cómo podía decir eso con ese rostro?! ¡Este ser era el pecado de la lujuria personificado!

- ¡Tonto! ¡Ponte eso de nuevo! - Él hizo caso, divertido. Yo tomé un tiempo para calmarme. - No vamos a hacer nada. - Negué con fuerza. - Ahora eres más que un juguete sexual, tienes los mismos derechos que yo. - Pude observar gratificada como su porte iba tomando seriedad. Bien, porque quería que supiera cuán sincera era. - Archer, prepárate. Vamos a salir.

Buenas personitas que leen esto. Posiblemente pensarán "¿Qué hago poniendo notas a estas alturas?" Pero bueno, es necesario.

No cabe en palabras cuan agradecida estoy de que se tomen el tiempo de leer esta historia (y darle una oportunidad).

Yo, como escritora (o intento de una) me comprometo a terminarla, aunque tenga 5 vistas.

Me parece que se lo debo a los que quieran leerla. Aun así, para eso falta. Por lo que, por favor, mientras tanto disfruten.

Si les emociona algún texto, pueden dejar comentarios, me animan.

Muchísimas gracias.

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