1er. Placer
Abrí mis párpados perezosamente y un bostezo escapó de mis labios. La alarma insistente del despertador quebró el silencio que dominaba en la habitación estéril, alargué el brazo para desactivarla cuando mi celular sonó.
Diablos, ¿ahora qué?
Lo tomé de la mesa de noche. La fuerte iluminación de la pantalla produjo un dolor momentáneo en mis retinas. Tenía nuevos mensajes.
Sí, nuevos. Porque al parecer no era posible que una persona durmiera la mañana. Era la primera vez que sucedía desde hace un tiempo. El insomnio parecía ser mi reciente compañero.
07:00
<Recuerda que hoy tenemos que ir a recoger el vestido en la boutique>
09:00
<Llamé a tu casa y nadie me respondió ¿Todavía estás durmiendo?>
09:45
<Rin en serio se nos va a hacer tarde. Prometiste que me acompañarías >
10:14
<A las 10:30 es la cita. Te espero en el local de Madame Caster. Por favor, ven>
Miré el largo reloj ruso que colgaba en la pared. Maldije al ver las 10:15 en sus elegantes manecillas.
Me apresuré dirigiéndome al closet mientras trataba de no formar una odisea con el vasto contenido de ropa que este albergaba. Elegí un vestido rojo con unas media negras y unos tacones a juego, prácticamente los tiré en la cama, para después dirigirme al baño y asearme.
Increíble. ¿Cómo es posible que Rin Tohsaka vaya a llegar tarde a una reunión tan importante?
Transité apurada las congestionadas calles que conducían a la tienda de la modista más famosa de la ciudad. Bajo el calor abrasador del sol, tuve que hacerme espacio entre los transeúntes que se disponían a empezar su vida laboral, siguiendo la rutina diaria.
El letrero gigante resplandecía frente a mí con luces púrpuras y blancas, indicaba que había encontrado mi destino. En la vitrina, desde el interior del establecimiento, Saber se encontraba haciéndome señas para que acabase de entrar. Al cruzar la puerta el aire acondicionado fue una bendición para el vapor abrasante que me poseía.
- Rin, menos mal. - Se acercó envolviéndome en un abrazo. - Pensé que no vendrías.
- ¿Cuándo un Tohsaka ha quebrado su palabra?, prometí que estaría aquí.
- Sí, pero... - Saber agachó su vista, dubitativa. - Después de todo él...
- Pasado, ya te has disculpado un montón por una situación que no fue tu culpa. - Le sonreí tranquilizadoramente. - Vamos, anímate. ¡Este es un día importante!
- Gracias Rin. No sabes que bien me hace contar con tu apoyo. - Esta vez la abracé yo.
- Siempre.
La tienda a nuestro alrededor estaba iluminada excesivamente. Telas negras, carmines, turquesas y otras de máxima calidad se mostraban en todo su esplendor. Madame Caster se nos acercó, sus zapatos repiqueteaban sobre el sólido mármol del suelo. En su mano derecha sostenía lo que llevábamos esperando con tantas ansias: una percha cubierta por un nylon negro.
- Buenos días, ¿Está lista la dueña de esta pieza que he confeccionado?
- Oh, sí. - Dijo mi amiga.
- Pues vamos. - Exclamó entusiasmada. - Dirígete al vestidor para ver cómo te queda.
Ella empezó su recorrido a los probadores y la modista a mi lado aprovechó para hablar.
- Debo decir que estoy asombrada. Pensaba que, si alguna vez el Señor Emiya me pedía que confeccionara un vestido de boda, usted sería la afortunada. - Me miró esperando una opinión.
Madame Caster profesaba un amor indiscutible por la costura. Ese sentimiento era directamente proporcional a su atracción por el chisme.
- Shirou y yo no... estábamos hechos el uno para el otro. - Respondí algo incómoda. Sus ojos reflejaban comprensión.
- No se desanime Señorita Tohsaka, usted es una de las chicas más atractivas de las miles que han visitado mi Boutique. - Exclamó - Además, posee buenos sentimientos, va a ver como el amor llama a su puerta eventualmente.
- Estoy lista. - Ambas dirigimos las cabezas en dirección a la voz.
Mientras el telón se abría despacio pude observar a Saber. Su vestido empezaba en el cuello y le cubría ambos brazos con un encaje tan fino como la seda. Se ajustaba en la cintura y caía como una catarata nívea con volantes que tenían bordados piedras preciosas.
Aquel conjunto blanco, junto a su cabellera rubia, le aportaba un aura celestial; cual ángel caído. Su cara alegre era el principal atractivo en su belleza y en aquel momento ella era la persona más hermosa del mundo. Por su felicidad.
- ¡Madre mía, Señorita Pendragon! ¡Está usted despampanante! - Expresó la madame a mi lado. Mi amiga se dirigió a mí, expectante. Estiré la mano y alcé el pulgar.
- ¡Aprobado! - Las tres empezamos a reír, yo elogié a Saber por su hermoso vestido y a la que lo confeccionó por igual.
Horas después, la modista nos despedía eufórica con su mano. Nosotras le correspondimos y seguimos nuestro recorrido. En el cielo despuntaban los últimos rayos de luz solar, dando bienvenida a la tan acogida noche y a su clima fresco.
Increíblemente entre todo el ajetreo y el almuerzo al que nos invitó Madame Caster, el día se había esfumado.
- Rin, mira. Una joyería. - Tomando mi mano nos guió hacia la locación. - No he comprado el anillo que le entregaré en la boda a Shirou. - Le dirigí una mirada extrañada.
- ¿Todavía? ¡Pero si se casan en quince días! - Ella se removió apenada.
- Quería tu ayuda para escoger uno. - Comprendí su incertidumbre. Saber necesitaba confirmar que había cerrado ese capítulo de mi vida en una habitación.
La misma que poseía cada recuerdo doloroso de mi vida. Y la cual no abriría. Nunca.
- Entonces, ¿a qué esperamos? - Su sonrisa no tenía precio. Mejoró la sensación incómoda de mi pecho.
La siguiente hora se fue entre diamantes, zafiros, rubíes y esmeraldas. En una vitrina donde se situaban varias muestras, Saber encontró su predilecto: una alianza con una hermosa piedra ámbar incrustada en el medio que le recordaba a los ojos de Emiya.
La emoción de la pelirrubia se reflejaba en todo su rostro y dando pequeños saltitos, como toda una colegiala, hizo su pedido a la señora de mediana edad.
La cual nos observaba en todo momento con ojos sagaces. Cuando su mirada se posó en mí, su familiaridad me inquietó.
Fui tanteando mis opciones entre otras joyas, nada parecía satisfacerme, hasta que llegué al mostrador principal. Un anillo de ribetes plateados con brillos rojos llamó mi atención, era simplemente precioso. A mi alrededor el mundo pareció desvanecerse y sentí la tentación de romper el cristal para probármelo.
Una obra de arte en cuestión. Pero tampoco dejaría a mi cabeza correr.
- Señorita. - Dije llamando la atención de la vendedora. - ¿Me puede cobrar este?
- Excelente elección. - Su voz desprendía nostalgia y profunda añoranza. - Ese ha estado con nosotros por años, pero creo que al fin ha encontrado a una dueña que lo merezca. - Elevó suavemente la comisura de sus labios. Le extendí el dinero para pagarle, sin pensar dos veces en su extraño comentario.
Al salir de la joyería las farolas callejeras embellecían nuestro entorno, el tráfico de autos había casi mermado y por las avenidas apenas se divisaba una persona.
Preocupada, alenté a Saber a montarse en un taxi para que le facilitara el camino de regreso a su casa, ya bastante problema daba aquella bolsa enorme donde llevaba su vestido. Asegurándome de su partida segura, caminé firmemente a la mansión solitaria que esperaba mi retorno.
Como cada día.
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Bien, a partir de aquí voy a hacer algunas ediciones. Ciertamente no me sentía satisfecha y a mi parecer la relación entre Rin y Archer iba demasiado rápido...
Yo releyendo la historia: O.O Mi dios! Si se conocen apenas un día! Cómo pueden ya tener ese tipo de sentimientos?!
En otra escena...: Joder, esto... da hemorragia visual...
Más o menos... así que cambié ciertos detalles, al menos para que la historia estuviese mejor... Vale, eso es todo. Gracias!!!
TMT!!!
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