❀Q❀
Fue al día siguiente, venía más decidido que nunca a hacerlo. Solo pensaba "esta vez lo haré" repetidas veces, casi como un mantra, para no pensar en nada más.
Logré llegar a la asotea. Solté un suspiro de cansancio y procedí a quitarme los zapatos siguiendo mi drama. Una pequeña pisca de emoción y miedo se hizo presente a modo de cosquilleos extendiéndose por mi columna vertebral, junto a un nudo en la garganta y una presión en el pecho.
Lo único que odio de la tranquilidad es que deja tiempo para pensar, y pensé en algo que no se me había ocurrido antes...
"¿Qué pasará luego?"
Quedé estático en mi lugar por unos segundos, procesando esa pregunta, imaginando, haciéndome ideas y trazando planes. Vivo con cada segundo cronometrado y a la vez improvisando.
No recuerdo cuanto tiempo estuve así con exactitud, siendo luego interrumpido por una pequeña ráfaga de viento que me devolvió a la realidad. Era más fresco que de costumbre.
Sacudí mi cabeza para quitar esas ideas y terminar de sacarme el primer zapato. Sí, me había olvidado lo que estaba haciendo. Últimamente estoy más pensativo de lo usual, mi consumo de cafeína no ha disminuido para nada, pero seguía escuchando las voces invasoras en mi mente cuando me detenía.
Usualmente, a la tercera taza de café dejo de pensar, ahora no funcionaba.
Cuando iba a quitar el segundo zapato noté a un ¿niño?, era bajo de estatura, no sabría decir, recargado en el barandal. Al otro lado de este, en realidad. Movía su pié de atrás hacia adelante, como jugando y tentando a su suerte.
Me da vértigo de solo recordarlo, algo irónico considerando mi situación actual.
Él era de apariencia inocente, no creo que sea muy menor en comparación al chico del día anterior. Tenía el cabello largo hecho una maraña, apenas atado en un rodete improvisado con una liga que de lejos parecía amarilla pero debería ser blanca. Su ropa no era la mejor, uno que otro parche se podían apreciar, como si hubiese tenido que coser miles de veces el mismo sitio, en especial en los jeans. Reconocí algunas manchas de pintura y barniz también. Quizás le gustaba el arte.
También me di cuenta de algunas banditas en los brazos y el rostro, hasta sus manos, eso fue lo más llamativo.
Sentí su fija mirada sobre mi persona, me puso algo nervioso, ya que quién sabe cuanto tiempo lo estuvo haciendo y yo ahí quedándome petrificado dando vergüenza ajena.
Me levanté sin lograr quitarme el zapato, en parte mejor porque su presencia ya me indicaba que no tendría la oportunidad deseada, tuve que ponerme el otro. Y así como la primera vez nos quedamos sin decir nada.
— Emm... — No sabía qué decir.
La incomodidad de ese momento solo es comparable a la vez que mi hermano cerró la puerta con fuerza sin darse cuenta qje iba entrando, y me rompió la nariz. A mi papá casi le da algo pensando que me iba a quedar la nariz chueca o algo así, yo trataba de calmarlo diciendo que estaba bien pero fue inútil. Me enteré el motivo de su susto más adelante.
— Oh, disculpa. No pensé que alguien más vendría. — Sonríe, se podría decir que de un modo algo formal, lo cual en su carita de jovencito lo hacía ver tierno.
Voy camino a mis 30 pero me siento de 40, para mí un adolescente es igual que ver un bebé o un niño de 3 años. Además que estaba bajito para su edad, quizás por una mala alimentación, o al menos tuve esa sospecha en base a mi experiencia. Si bien mis primeros años transcurrieron sin problemas, hubo un punto en donde no nos alcanzaba para comer bien, y eso pasó cuando nos mudamos a St. Croix.
— No te disculpes. — Me harté rápido de ese silencio, la incomodidad, de todo. Trataba de ser amable y sonreír pacientemente, mi mal humor nunca evitó que fuera cortés.
En ese momento, el chico hizo un ademán como de que se soltaba del barandal, lo que me puso en alerta para correr hacia él y gritar, coincidentemente lo mismo que al chico de la vez anterior.
Volvió a sostenerse, se volteó a mirarme con sorpresa en sus ojos. No hubiera alcanzando a detenerlo de la muñeca, fue un alivio que se agarrara nuevamente y no pasó a mayores. Casi podía verlo resbalar y caer al vacío.
— Ehhh, perdón, yo... — .
Una sonrisa triste se formó en sus labios, miró hacia el cielo.
— No creo que para ti sea nuevo, podría decir que incluso viniste antes.— Respiró hondo — Soy ignorado por todos, las cosas que amo..., las personas que amo, se van. Estoy solo. No tengo a nadie más aquí. Sería mejor si estuviese en otra parte donde no me vuelvan a abandonar.
Otro con abandonment issues, tal como el anterior, solo que parece que este era un niño huérfano o algo así.
Era estúpido.
Sus motivos eran estúpidos.
— Por Dios, ¿es una broma? — hablé sin pensarlo siquiera, rompiendo la fachada de calma.
Él me miró, no era una broma, de todas formas ya lo sabía.
— Seré directo... ¡Tus motivos son tontos! ¡¿Por eso es que estás aquí antes que yo?! ¡Simplemente no puedo creerlo! Debe haber alguien, al menos una persona, que te esté esperando. Nadie te quita nada, nadie se va, todo depende de ti, y aún si estuvieses solo, si realmente no tuvieses a nadie, ni familia, ni amigos, ni conocidos o perro que te ladre, ¡todavía te tienes a ti mismo! Todavía te tienes a ti, ¡y te dejas ir!
En lo que gritaba el niño se había quedado con la mirada gacha, creo que fui muy duro con él, pero no podía callarme. Y con lo último que dije recuerdos empezaron a llegar a mi mente.
— ... Si quieres puedo invitarte un desayuno, a menos que haya alguien que todavía te espere con comida caliente.
Esos pequeños recuerdos, cuando mi madre estaba con vida siempre había alegría; ella con mi hermano, mi padre y yo... hasta que enfermó y todo fue cuesta abajo.
Aún la extraño, y extraño cuando mis hermano podía ser un niño, cuando mi padre no tenía que ser mamá y papá para nosotros, cuando todavía trabajaba para vivir y no para sobrevivir. Y años después de lo de mi madre, tambien se fueron mis abuelos. A veces íbamos a visitarlos, en especial el abuelo Alex era el que venía a vernos. No se llevaba del todo bien con mi papá por el 'orgullo Hamilton', pero se querían a su modo. Aún lo extraño.
Y extraño a... Mejor no hablar de él, es complicado de explicar.
Lo que más extraño de todo es que al menos antes alguien más vivía conmigo.
Maldición, es mal momento para que se me baje la ira.
— ...Tengo hambre.
Lo miré, eso que dijo de la nada... Sonó como si estuviese a punto de llorar y contuviera las lágrimas.
Intenté decir algo, mas no se me ocurría nasa. De la calma a los nervios nuevamente.
Soltó una risita mirando hacia mí, quizás lo que oí fue otra cosa. Manteniendo la sonrisa cruzó el barandal y pasó por mi costado.
— Gracias, señor. — Hizo un ademán de despedida, simplemente el pequeño niño desapareció.
Suspiré pesadamente, eso me había hecho entrar en nostalgia. Además, eso último me había recordado a mi madre, esa actitud recatada, casi podía verla saludando con esa misma sonrisa a las vecinas.
Verifiqué que mis zapatos estuviesen bien puestos y saqué mi celular, me puse a vagar por un rato, necesitaba relajarme y era muy de mañana para estar de mal humor, no quería arruinarme el día.
Había dejado unos PDFs pendientes, me gusta leer. Mi principal fijación eran las novelas de terror psicológico, misterio o en general algo intenso. Mi vida es tan tranquila que debe haber un contraste.
Me quedé leyendo con calma. Esta vez vine preparado y saqué una botella de gaseosa heladita para acompañar el momento. No tenía prisa en regresar.
No había nadie que estuviese esperando por mí de todas formas.
Y después de eso... solo me fui del edificio, sin imaginar que al día siguiente estaría el chico con gargantilla.
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