Capítulo 4:
❝De como la patética villana encuentra refugio para una larga noche❞

　　　Kana observa con silencioso asombro el pequeño pero acogedor apartamento en el que se aloja el héroe. Ambos se quitan los zapatos en la entrada, y este le brinda un rápido recorrido al lugar, mostrándole sin complicación la cocina, el baño, y la habitación. Le ofrece un futon pequeño o el sofá, a lo que ella, sabiamente, escoge el sofá. En parte para ahorrarle el trabajo de sacar y desenrollar el futon, y en parte porque la última vez que durmió en futon amaneció con un horrible dolor en el cuello que la molestó durante semanas enteras.
　　　—¿Quieres comer? —ofrece.
　　　—No —se niega de inmediato, y seguido le ofrece su celular—. Por favor, bríndame la contraseña de tu wi-fi. Eso será suficiente y no te daré más molestias.
　　　—¿Siempre eres tan seria? —pregunta con cierta burla, tomando el aparato entre sus manos y escribiendo la correspondiente contraseña a la conexión inalámbrica para inmediatamente devolverlo.
　　　—Sí —responde, observando la figura de un triángulo con base circular aparecer en la barra superior de su celular—. Perdona si te molesta. No encuentro otra forma de relacionarme. La personalidad de chicas extravagantes no sienta conmigo ni con mi apariencia.
　　　—Sí, lo imagino. ¿Quisieras siquiera acompañarme en la mesa? Se sentirá raro tenerte aquí y comer solo.
　　　Ella lo observa una vez más aquellos ojos cansados. Sabe que en parte eso es para vigilarla, después de todo, no se tienen la suficiente confianza.
　　　—Claro —accede, aunque vuelve cuestionarse una vez más si debe leer los pensamientos del sujeto frente a él para verificar que no tenga intenciones pervertidas para con ella. Aunque lo mira como algo muy alejado, pues siempre se ha dicho a si misma que es demasiado fea para cualquier persona, incluso para los que están desesperados por una acompañante.
　　　Se sientan ambos a la mesa. Eraserhead se sirve su cena y un vaso con jugo de manzana. Kana lo observa e internamente desea que le ofrezca un poco. Su boca está seca, no ha probado agua en todo el día y se siente desesperada por ello.
　　　—¿Quieres? —ofrece finalmente, por lo que ella se mira seriamente aliviada de no tener que pedir.
　　　—Un poco estaría bien —responde con su típica ética, mira expectante como el líquido entre amarillento o rojizo, demasiado claro como para siquiera distinguir el color del que su tonalidad derivaba, cae por la boquilla de la gigantesca caja y se deposita en su vaso de vidrio, de esos vasos tan lisos y transparentes que apenas distorsionan la imagen al ver a través de si. A pesar de haberle dicho un poco, terminó por servirle un vaso entero, a lo que ella tampoco va a quejarse.
　　　Toma el mencionado contenedor de líquido y lo acerca a sus labios para beber lentamente, saboreando cada pequeña sorbo, pues hace mucho no bebía jugo. Y, aunque la intención inicial era beberlo lentamente, terminó de beberlo prácticamente de un solo trago. El dulce sabor la atrapó totalmente, fue inevitable.
　　　—¿Quieres más? —pregunta con cierta burla.
　　　—Por favor —responde, levemente apenada. Y él le sirve un vaso más antes de finalmente sentarse.
　　　—Entonces, Akahashi Hana-san —habla, observándola fijamente—, ¿qué es lo que te gusta?
　　　—No sé. Los héroes.
　　　—¿Como yo?
　　　—No. Héroes atractivos —responde, y por primera vez se permite mostrar una pequeña sonrisa—. Me gustan mucho los héroes americanos, porque sus quirks son geniales y más fáciles de entender que los de nosotros los japoneses. Además, creo firmemente que son más listos; por ejemplo, un héroe americano como Batman o Superman no hubiera dejado entrar a su casa a una desconocida como yo.
　　　—¿Estás sugiriendo que te saque de mi casa?
　　　—No. Perdón mi impertinencia. Como sea, también soy fanática de héroes clásicos asiáticos, como Gran Torino, Sir Nighteye, y, claro, All Might. También me considera fanática de héroes en desarrollo, específicamente, estudiantes de todas las academias de héroes.
　　　—Eres fanática de muchas cosas.
　　　—Sí... quizás.
　　　—¿No estudias, trabajas?
　　　—Estudié hasta el último año de secundaria —admite—. Pero mis padres fallecieron, y aquí me tienes.
　　　Él abre la boca pero ninguna palabra sale de sus labios.
　　　—Tú sabes mi nombre —cambia ella de tema al ver lo incómodo que hizo sentir incómodo a su anfitrión—, pero yo no sé el tuyo. No me parece justo.
　　　—¿Cómo sé que me dijiste el tuyo real?
　　　—Lo hice —afirma, y desvía levemente la mirada.
　　　—Aizawa Shōta —responde finalmente.
　　　—Batman no me hubiera dicho su nombre.
　　　—Oe —reclama. Ella sonríe levemente.
　　　—Claro, no puedo esperar la misma calidad de un héroe genial y misterioso como Batman de un héroe como tú, que solo quiere copiar su estética.
　　　—Lastimas mi heroico ego, ¿sabes?
　　　—Lo siento, estoy siendo impertinente e imprudente. Tienes un lindo nombre, "Shōta".
　　　—Hey, ¿qué edad tienes?
　　　—Cumpliré 16 —habla por primera vez con honestidad.
　　　—Tú... ¿no quisieras ser una heroína?
　　　—¿Ah? —murmura, elevando su mirada para que esta se junte con aquellos cansados ojos— ¿Me entrenarías?
　　　—Puedo ayudarte a llenar el papeleo para la U.A. Soy profesor ahí.
　　　—Ah —murmura una vez más, y se observa las manos—. Una heroína... —repite, colocando un dedo sobre sus labios—, es verdad que tengo potencial, pero la apariencia...
　　　—¿Qué? ¿Qué tiene tu apariencia?
　　　—Todas las heroínas son lindas, encantadoras, sexys, carismáticas. No hay una que no cumpla esos requisitos. Porque yo, en cambio, soy un estropajo.
　　　—Hey, tú dijiste que los héroes feos usan máscaras cool, ¿no? Además, siempre hay una primera vez para todo. Es claro que tu habilidad de copiar quirk le sería util a la sociedad y sería mejor apreciada a si solo te encierras en tu habitación a jugar videojuegos.
　　　—Sí... quizás lo sea.