Capítulo 11
Capítulo 11:
❝Nuestra patética estudiante y su intento de robar protagonismo❞
—Hey, Yaoyorozu-san —llama, acercándose eternamente desarreglada a la linda chica con quien habló ayer.
—¿Sí, Koe-? —sus palabras se cortan al ver su desarreglada apariencia, pero claramente prefiere no comentar nada y retoma la conversación— ¿Sí, Koenmoku-san?
—Puedes decirme Kana, Koe, Keon, Mo, Moku o Koku —sugiere, recordando la infinidad de diminutivos con la que sus ex compañeros se dirigían a ella—. Como sea, quisiera mostrarte algo.
Se sube la manga de su chaleco y crea una pequeña matryoshka con el rostro de la becada, la cual de inmediato ofrece a la mencionada, a quien le brillan los ojos.
—Mi quirk —susurra, observando la muñeca y abriéndola para encontrar que, efectivamente, tiene otra muñeca—. Tú… ¿lo copiaste?
—Sí. Fue muy difícil, admiro la facilidad con la que lo usas, eres genial, realmente.
—Ah… gracias —sonríe levemente sonrojada, colocando una mano en su mejilla.
—No es nada. Con permiso —y se aleja de ella—. Bakugo-kun.
—¿Qué quieres, mierda? —gruñe con su típica personalidad explosiva, poniéndose de pie y empujando bruscamente su asiento.
—Koenmoku-san —susurra Midoriya, preocupado por la integridad de la patética muchacha. Él conoce a Bakugo mejor que nadie, el hecho de que ella sea mujer no va a detenerlo…
—Perdona mi atrevimiento ayer —se disculpa, y se inclina ante él—. No debí controlar tu mente de esa forma. Te ofrezco mis más sinceras disculpas, no va a volver a pasar. Prometo no darte más problemas.
El joven rubio queda sorprendido por tal disculpa.
—¡Ja! Es bueno que empieces a conocer tu puesto, maldita extra —habla de forma fanfarrona y presumida. Se acurruca frente a ella y le sujeta el largo cabello marrón—. No creas que un estúpido quirk como el tuyo te ayudará a superarme, imbécil. Se necesita más que una copia barata para ser mejor que yo, ¡idiota!
Ella se pone firme una vez más y le sujeta el brazo que la sujeta. Su actitud cambia drasticamente, obteniendo un aire terrorífico y tétrico. Sus ojeras y labios quebradizos no hacen si no hacer aquello más aterrador.
—Escucha, Bakugo Katsuki —habla, casi escupiendo las palabras con desprecio—. Te ofrezco una disculpa sincera y mira cómo lo recibes, maldito idiota —el brazo que mantiene sujetado lo deja ir con brusquedad y fuerza. No tolera que la gente le trate mal—. No estoy aquí para hacer amigos, mucho menos con personas tan horribles como tú. Así que, escúchame —acerca sus rostros un poco más y crea una pequeña explosión junto a él—: aprende a portarte bien.
Todos los presentes quedan atónitos. Ninguno esperaba tal acción de una chica tan tranquila y seria como parecía ser Kana ante un muchacho tan agresivo y explosivo como Katsuki.
—Hija de- —la campana suena.
—La clase empezó —le interrumpe, colocando una mano en su rostro—. No vuelvas a molestarme, idiota.
Y da media vuelta para dirigirse a su asiento.
—¡Koenmoku-san! —exclama Midoriya, acercándose a ella.
—¡Kana-chan! —exclama Uraraka, yendo detrás del brócoli— Eso fue genial, le mostraste quién manda, ¡muy bien!
—No soporto la gente abusiva —responde, observando de reojo como su reciente adversario también opta por sentarse, claramente disgustado por lo que acaba de suceder—. ¿En serio espera ser un héroe con esa actitud?
El resto de la mañana transcurre con bastante tranquilidad hasta la hora del almuerzo. Kana no duda tomar el bento de su mochila, dispuesta a caminar tranquilamente hasta el comedor para sentarse en lugar alejado donde nadie la moleste mientras come sus sagrados alimentos.
Y así iba a hacer hasta que Katsuki vuelve a toparse en su camino. Con la misma actitud poco heroíca de la que nuestra patética chica se quejó hace unos momentos, tira su bento con tal fuerza que lo desparrama totalmente en el suelo. El arroz queda regado, el sushi deshecho, la tortilla de huevo desenvuelta, la verdura mezclada con la salsa del pollo teriyaki, y las pequeñas salchicas cortadas como pulpos desmayadas sin remedio alguno.
—Aprende a ubicarte, extra —gruñe el rubio.
El bento que Aizawa le preparó con dedicación y esmero…
Es solo un nano segundo el necesario para que aquella actitud tranquila y formal cambie drásticamente.
—Eres patético —gruñe entre lágrimas, sujetándole el cuello de la camiseta y acortando la distancia entre ambos—. Tener que tratar a los demás de esta forma solo para sentirte bien contigo mismo, ¡eres lamentable! Con actitud de mierda como la que manejas, ¿realmente esperas volverte un héroe? ¡No me jodas!
—Suéltame, idiota.
—Un quirk estúpido que no puedes usar sin lastimarte, ¡igual de patético y ridículo que Midoriya Izuku! ¡Incluso más! —el aura terrorífica que emana su cuerpo entero impide a todos acercarse y separarlos— Vamos, no escondas tus sentimientos en esa tonta fachada: muéstrales a todos que realmente eres un manojo de nervios e inseguridades que teme no ser suficiente.
—¡Cállate! —advierte, y deja ir un puñetazo en su rostro. No logra calcular la fuerza con la que lo lanza, pero al verla alejarse y tambalearse un poco se dá cuenta que quizás exageró. Ella eleva la mirada y siente sus quebradizos labios, reventados a causa del golpe, la sangre escurre a su barbilla— No sabes nada.
Y ella también le deja ir un golpe en el rostro. Normalmente prefiere evitar las peleas, pero aquel chico es insufrible.
La pelea definitivamente puede ascender a más de no ser que el resto de los presentes finalmente los separan. Específicamente, Shōji Mezō es quien los separa.
—Escucha bien, maldito patán —gruñe ella, amenazadora a pesar de su situación y de encontrarse siendo cargada por el muchacho-pulpo—. Me he enfrentado a perdedores que miden el doble que tú y son el triple de peligrosos. Vuelve a faltarme el respeto y te sacaré los ojos.
—Koenmoku-san, ya es suficiente —pide Midoriya Izuku, viendo a la golpeada chica ser por fin dejada en el suelo—. Kacchan es un caso perdido, no vale la pena perder los estribos por pelear con él.
—Perdón por llamarte patético —se disculpa, limpiando la sangre y usando su regeneración rápida para sanar sus golpes y poder ir lo más pronto posible a pedir dinero para comprar algo en la cafeteria. No puede evitar sentirse mal por el bento perdido, pero no puede hacer mucho—. No me refería a ti, sino a tu quirk.
—Eso tampoco es muy amable, Koenmoku-san —masculle, levemente ofendido por aquello.
—Perdón. Solo considero que un quirk que te lastime no puede ser muy bueno —admite con sinceridad, tomando un largo mechón de cabello y colocándolo detrás de su oreja— Como sea, déjalo así. Vete a almorzar y no te preocupes.
—Pero…
—Estaré bien. A peores cosas me he enfrentado.
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