La mañana transcurría con rapidez. Un gemido de frustración se escuchaba por toda la oficina de policía, el cual provenía del cubículo de Yawana, junto a la que estaba su compañera Estela.

  -¡Yawana, baja la voz por favor! - Dijo Estela tratando de calmar con un gesto de manos tanto a su amiga como a los compañeros de trabajo que acudían alarmados.

  -Es que no tiene sentido, llevamos ya casi ocho meses con el caso de Diablo y todavía no tenemos nada.

  -No digas eso, tenemos más de lo que imaginas.

  -A ver, lee el expediente de nuevo. - Dijo mientras sacaba de el cajón de su escritorio una libreta, la cual tenía una especie de solapa plateada y un bolígrafo.

  -¿Leo todo o solo los datos que nos constan?

  -No vuelvas a hacer como aquella vez por favor, o me explotará la cabeza. - Estela se rió por lo bajo, mientras el vago recuerdo de una broma que le hizo a su amiga acudía a su mente.

  -La edad tiene que ser entre los veinte y los treinta años, la altura no pasa de metro ochenta, creemos que su sexo es masculino y el número aproximado de víctimas hasta el momento es de... más de cien.

  -Bien, gracias Estela. Me tomaré un descanso, si necesitas cualquier cosa, estaré en la cafetería de siempre. - Y habiendo dicho esto, Yawana se marchó sumergida en sus propios pensamientos.

***

Sin a penas darme cuenta, la jornada escolar de hoy ya había terminado y ya estaba de camino a la biblioteca de nuevo, no por gusto a la lectura, especialmente, si no por recopilar información. Estos dos años habían sido muy largos y desde que lo que quiera que fuese me poseyera, es casi imposible tener una noche en paz.

Una vez más, me volveré a contar mi propia "historia", ni siquiera sé por qué lo hago, pero me ayuda a mantener mis pensamientos en orden.