
† Capítulo 24 | Sólo para ti y para mí
Ahora sí es verdad
WAAAR IS OVEEER
Disfruten y no lloren mucho <3
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Sus labios se unían como si de toda una vida de espera se tratase, sus manos sobre el otro, sus respiraciones pesadas pegando contra las narices ajenas, físicamente en la Iglesia, pero mentalmente en el cielo.
Así es como se sentían cada vez que se besaban, en cada ocasión que encontraban libres para perderse en el otro durante minutos que parecían horas, con sutileza y demostración, con sentimientos encontrados y algunos por encontrar. La magia del proceso y el artífice de la perfección.
Los labios de Jimin eran suaves, grandes y rellenos, tan hermosos por fuera como besables por dentro. Un ligero rubor rosado acompañándolos mientras tomaba los contrarios, una experiencia de un par de años en la frontera, como legionario en tierra bombardeada.
En cambio, los labios de Yoongi eran más robustos, pequeños y sencillos, pero complementaban con los de Jimin de una manera única y especial, la cual hacía el enlace químico perfecto que el oxígeno necesitaba para originar agua con el hidrógeno. Se sentían temblorosos y torpes aún, luego de un par de besos compartidos, pero, en su defensa, diría ante el juez que nunca podría estar tranquilo de besar a Jimin porque el chiquillo sabía bien como alterar sus hormonas y, su señoría, tendría que dejarle ir ante falta de pruebas.
Se sintieron completos, animados y alterados tras el beso compartido, es más, ni siquiera se separaron del otro para que la burbuja no terminase de explotar nunca. Las delicadas manos de Yoongi acariciaban la cintura de Jimin con el cariño que estaba acostumbrado a ofrecerle en cada caricia y, Jimin, se dejaba hacer como el gato manso sobre el techo que era.
Hasta entonces, no hubo problemas. Luego, la puerta fue tocada y ambos se alteraron en el proceso. El mayor fue quien decidió tomar cartas en el asunto y adecuarse, separándose del menor con sumo cuidado hasta acercarse a la puerta y abrir el cerrojo.
— ¿Quién anda ahí? —Se oyó del otro lado, Yoongi retrocedió un par de pasos hasta abrir la puerta de madera y darle paso. Sus ojos deslumbraron al Padre que acababa de terminar la misa—. ¿Señor Min? ¿Qué hace aquí?
Sus ojos buscaron la respuesta tras el chico que abrió la puerta, pero no la encontró más que en un joven arrodillado y sus manos juntas contra su pecho, orando en voz baja frente al altar al final de la habitación. Yoongi se mantuvo en su lugar, le observó detenidamente y carraspeó antes de hacer la pregunta que llevaba atascada en su garganta un par de minutos.
— ¿Qué hace aquí, Padre?
— Lo mismo debería decirte —señaló al más joven—. Es mi altar, después de todo.
— No es tan así —le discutió—. Este es el altar del Padre Hoseok, su habitación está al otro lado del pasillo.
El hombre, vestido de una túnica morada oscura y con un ligero turbante en la cabeza, volteó sobre sus pies y señaló la habitación contigua.
— También es mi habitación —concluyó, entrando al altar y mirando a su alrededor—. Todo está como lo dejé, es un alivio. He vuelto al pueblo, Min, ese chico no sabía lo que es predicar realmente.
— ¿Hoseok ya no está?
— Con respeto, Min —puntualizó—. El Padre Hoseok se fue de la congregación en la mañana, ahora que yo he vuelto y estoy aquí, no hace falta tener dos sacerdotes en una Iglesia. Es mejor que termine sus estudios y luego vuelva cuando sea bienvenido.
Yoongi se quedó en silencio, miró a su alrededor en busca de una respuesta y sintió su cabeza doler en cuestión de segundos. Jimin, al tanto de la conversación desde que el señor mayor había entrado a la habitación, se acercó y miró sobre sus hombros al sacerdote.
— ¿Se fue sin despedirse?
— Lo hizo —asintió el sacerdote, se encogió de hombros y resguardó sus manos bajo la túnica—. A partir de ahora estaré yo precediendo las misas, son invitados de honor si deciden venir —miró a Yoongi—. Tu madre me ha dicho que andas un poco descarrilado del servicio de Dios en estos últimos meses, me he propuesto traerte de vuelta.
— Hoseok no pudo irse —fue lo único que escapó de los labios de Yoongi, negó con su cabeza, perdido en sus pensamientos—. Hoseok tenía que hablar conmigo, con nosotros —corrigió, señalando al chico a su lado y volviendo a negar, sin creerse que el sacerdote a cargo de la Iglesia por estos últimos meses fuese capaz de hacer algo así—. Sucedió algo, Padre, él tiene la clave para resolverlo, no puede irse de un momento a otro y pretender que sigamos nuestra vida así como así.
Jimin se acercó al mayor por su espalda, le envolvió en sus brazos y tomó sus manos para que tratase de calmarse. Había visto a Yoongi muy pocas ocasiones de ese modo, pero no quería que volviese a pasar por una crisis.
— Yoongi, todo está bien —intentó calmarle, sostuvo sus manos y lo volteó sobre sí mismo para que el joven le mirase a los ojos—. No importa si Hoseok se fue sin concluir nuestras pruebas, habrá tenido sus motivos para hacerlo. Por favor, tranquilízate, podemos ir a tomar aire, ¿sí?
— Hoseok se fue porque nadie aquí le necesitaba —habló el señor, entrometiéndose en la conversación de ambos—. Y sus permanencias se irán con él en el próximo tren en el que las enviemos.
— Nosotros sí le necesitábamos —aclaró Jimin sintiendo su sangre hervir en sus venas, Yoongi permanecía con la mirada perdida entre respiraciones pesadas—. Y no se preocupe por eso, nosotros vendremos mañana mismo por sus pertenencias para hacérselas llegar.
— Jimin, no entiendes... —musitó el mayor, Jimin negó con la cabeza—. Hoseok, él se fue...
El de cabellos anaranjados tomó su mano con firmeza, la sostuvo entra las suyas y le dio una última mirada al arrogante sacerdote que observaba la escena de sus manos unidas. Posteriormente, tiró de él y lo sacó de la Iglesia cuanto antes, sin percibir su alrededor ni las miradas curiosas de todas las personas que habían acudido esa tarde a misa. Tampoco pudieron distinguir, entre tantas otras, la mirada furtiva al final del pasillo de la señora que, alguna vez, fue madre de Yoongi.
— Yoongi, escúchame —le animó, salieron de aquel lugar y tiró de su mano hasta acercarle a la acera de enfrente, ayudándole a sentarse en el bordillo—. Hoseok se ha ido, pero sus cosas siguen aquí, podemos tener la excusa de mandárselas y así tomar todas las cartas de Sunhee en secreto de confesión, con eso podremos saber casi a ciencia cierta lo que ocurrió realmente.
Yoongi negó con la cabeza, cubrió su rostro con sus manos y jadeó con anticipación, suspirando frustrado ante todos los pensamientos que seguían rondando su mente desde que el sacerdote le había informado la desaparición inoportuna de Hoseok.
— ¿No lo entiendes? Hoseok era el que más sabía sobre el tema, él tiene todas las respuestas a nuestras preguntas —suspiró—. No vamos a poder hacer nada sin él y sus cartas. Nunca podremos encontrar al o a los culpables de lo que le hicieron eso a Sunhee, ella jamás podrá descansar en paz si no la ayudamos.
— Min Yoongi, mírame a los ojos —sostuvo su rostro como anteriormente, le miró y acarició sus mejillas para que pudiese tranquilizarse—. No temas por ello, podremos hacerlo. Cuando vaya al servicio aprovecharé la oportunidad para poder entrar en los archivos del gobierno y ver desapariciones y muertes, es una promesa —le miró con dedicación—. Recuerda que no estamos solos, tenemos a Jungkook, Taehyung, Sand e, incluso, el doctor Seokjin —sonrió levemente—. Y, además, se te olvidaba un gran dato en esta historia. Sand te dijo que Hoseok era su hijo, ¿no es así? Ahí tienes la clave, sólo tenemos que esperar a que Sand vuelva de su misión para poder obtener información de Hoseok. Es su hijo, tiene que saber su localización o, mínimamente, decirnos donde vivía anteriormente para poder mandarle sus pertenencias. No te hundas en un vaso de agua, Yoongi, toma el flotador que te estoy tendiendo y no pienses en que hay caimanes a tu alrededor.
El mayor se dejó hacer, desvió la mirada en cuanto sintió la de Jimin sobre la suya, tensó su mandíbula y escuchó detenidamente todo lo que el más joven tenía que decirle. A medida que las palabras abandonaban sus labios, Yoongi entraba en razón, comprendía que no era la única situación en la que estaban y que tendrían más de una solución por si el plan salía mal. Miró a Jimin con sus ojos nublados levemente y le sonrió a penas con las comisuras de sus labios levantadas.
— Tienes razón —musitó finalmente—. No es el fin del mundo, simplemente me he agobiado al no tener más posibilidades de brindar a Sunhee la paz y libertad que merece.
— Ese es otro punto, mi amor —le miró con una sonrisa—. Puedo estar seguro de que Sunhee está feliz y en paz después de todo el sufrimiento que ha pasado, no tienes por qué preocuparte por ella. Envió un ángel a tu rescate y aquí estoy yo como guardián.
El corazón de Yoongi se detuvo en las primeras palabras.
Sin pensarlo, sin prestar atención a algo más, sus ojos de cachorrito mirando fijamente al menor sonreírle y hablar de cualquiera cosa que fuera.
— ¿Me dijiste "mi amor"?
Jimin bufó al darse cuenta de que el mayor no había hecho caso a ninguna de las palabras que le había dicho segundos atrás, pero se detuvo, escuchó su pregunta y sus mejillas se sonrojaron con fuerza al darse cuenta de que, efectivamente, lo había hecho como algo natural y no se había inmutado en lo más mínimo.
— Realmente lo hice... —musitó en voz alta, sin ser capaz de creérselo para sí mismo—. No fue mi intención, lo lamento, Yoongi.
Esperaba un insulto, un empujón entre bromas o cualquier cosa proveniente de un Yoongi furioso o a risas. Desde luego, no esperó que Yoongi olvidara la crisis por la que había pasado minutos antes y sus mejillas ahora estuvieses más sonrojadas que las del mismo Jimin.
— Me gustó escucharlo —admitió—. Pero me gusta más porque me lo dices así, sólo para ti y para mí.
Bueno, ahora eran dos corazones alterados de mala manera por el otro.
— Y así será hasta que me dejen gritarlo a plena voz, Yoongi.
— ¿Lo harías? —Musitó esperanzado el mayor.
— Sin pensarlo dos veces —acunó sus mejillas con delicadeza como la última vez, tratando de calmarle, pasó su mano por su hombro y lo atrajo a él con un agarre firme en su nuca, besando su frente en el proceso—. Pero esta sociedad es una mierda, estoy seguro de que nacimos en la época equivocada.
Yoongi asintió en pequeñito, dejándose acomodar en sus brazos y pasando los suyos por su cintura para afianzarle a él y abrazarle.
— ¿Te imaginas haber nacido durante la época de los griegos? —Rió risueño poco después—. No te mueres de las orgías con hombres y mujeres todos mezclados, pero coges un resfriado y ves a Jesucristo en un estornudo.
Jimin rió escandalosamente, se separó despacio y dejó una sutil caricia en su cabello antes de tomar su mano y ayudar a levantarse del bordillo.
— Ellos tenían a otros dioses, pero yo creo que hubiesen visto a Zeus en un estornudo y a Afrodita en una tos —rió—. Oh, joder, me estás contagiando tu estupidez, échate a un lado.
El mayor recibió el empujón el más joven y se lo devolvió sin pensarlo dos veces, ambos riendo como dos chiquillos haciendo gamberradas a señores mayores. Empujándose el uno al otro, riendo de las expresiones del contrario y, sobretodo, disfrutando de la compañía.
— Tú me contagiaste tu homosexualidad, vamos empate.
Jimin rió más escandalosamente.
— ¡Venías así de fábrica, no es problema mío!
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MY ONLY FATE
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Síp, ya sé que en el anterior capítulo me equivoqué con el nombre del sacerdote. Es Hoseok, no Egan, Egan es su nombre original en el libro ;)
Pd: este libro se encadena con otro de mi perfil llamado "A Bloody Song About You / Taekook", si lo leen entenderán más cosas sobre pueblos, iglesias, años y épocas, pues es la sucesión de este fic :3
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