
† Capítulo 13 | Equipo de tres
Con el pasar de los años, a pesar de su propia insistencia en creer en la fe humana y en la sociedad, sus ganas de seguir insistiendo dieron por finalizadas cuando todo comenzó.
A su lado podía ver a Yoongi sosteniendo su mano y besándola con dulzura, un par de dulces en la mesa y cualquier emisora de radio entretenida para pasar la tarde.
Ambos en silencio, ambos sintiéndose, no más que eso.
Hasta que la señora Min tocó a la puerta y la paz reunida en esas cuatro paredes desvaneció por segundos. Suspiró, levantándose despacio y haciendo una suave mueca con mis labios en señal de que ella iría a abrirle la puerta a su madre.
Se acercó despacio y sin prisas, rodando un par de veces la manija de la puerta para quitar el seguro y darle paso a la señora, la cual le saludó cordialmente con una ligera reverencia y ella le devolvió poco después.
— ¿A qué no saben a quién vi hoy? —Habló nada más entrar a la casa, sonriendo y mirando a su alrededor hasta dar con Yoongi—. Fui a visitar a Jimin.
Su mirada se hizo presente en ella en el momento en el que el nombre de su hermano se hizo propio desde sus labios, tomando asiento en el sillón mientras se sentía inquieta.
— Le han cambiado de reformatorio por mala conducta, fíjate, con lo buen chaval que parecía y lo amable que ha sido siempre, mi pequeño —suspiró, llevando sus manos a su pecho desilusionada—. Ha intentado atacar a uno de sus compañeros mientras dormía, ustedes me entienden.
Yoongi se levantó boquiabierto, mirándole con el ceño fruncido.
— ¿Jimin ha intentado asesinar a uno de sus compañeros mientras dormía? —La señora Min asintió muy a su pesar—. Es imposible, Jimin jamás haría eso.
— Te lo digo, mi niño, una persona cuando entra en una cárcel sale completamente distinta —miró a ambos—. Y cuando un niño entra en un orfanato o un reformatorio, ocurre del mismo modo. Salvo que en la cárcel parece surgir efecto y en el reformatorio ocurre el efecto rebote.
Mordió sus labios sin ser capaz de hacer algo más o de tratar de comunicarse con ellos. Su mente daba vueltas y parecía que la de Yoongi estaba igual o mucho peor.
— ¿Cuándo es el traslado? —Habló decidido, mirando a su madre con el ceño fruncido—. Necesito ir a verle y hablar con él.
— No —la señora Min se negó de inmediato, mirando a ambos histérica—. Estoy segura de que es capaz de hacer cualquier cosa, así que no irá ninguno de ustedes. Por encima de mi cadáver.
Yoongi no dijo nada más, ni siquiera se dignó a mirarla, tan sólo tomó asiento y miró la radio en un punto de inflexión. La muchacha se volteó hacia la señora y con un gesto amable le indicó que necesitaban de su espacio, accediendo a lo que le pedían poco después.
Cerró la puerta tras ella, volviendo con Yoongi y dejando su mano sobre su hombro para que no se preocupase, tratando de transmitirle la serenidad que estaba perdiendo en ese momento por la inesperada noticia que llegó de los labios de la señora.
Sin pensarlo demasiado, tomó sus manos y le miró a los ojos, subiendo una de ellas para acariciar sus mejillas con ternura y que le prestase atención.
— ¿Qué ocurre? —Musitó de cerca, le sonrió y movió sus manos despacio, tratando de explicarle—. ¿Quieres que vaya de igual forma a verle? Ya escuchaste a mi madre, Sunhee, sería peligroso, ni siquiera sé a qué orfanato lo trasladarán —suspiró, la chica negó con mi cabeza y volvió a mover sus manos para que me comprendiera—. Lo sé, sé que hay que tomarse un par de días antes del traslado para organizar todo, pero tal vez no lleguemos a tiempo —le miró—. Aunque... si de igual forma no llegamos, siempre podemos preguntar dónde ha sido trasladado.
Asintió efusivamente, Yoongi sonrió en grande y se levantó para poder abrazarle por la cintura. Sunhee se dejó hacer mientras reía en silencio, abrazándole por los hombros igual.
— Por eso es que te amo y voy a casarme contigo en un futuro —murmuró divertido, la chica negó con la cabeza despacio para molestarle, picando su nariz—. ¿Ah, no? —Volvió a negar de manera burlona, soltando su agarre para poder mover mis manos—. Ni lo pienses, no me merezco a alguien mejor que tú, no hay nadie.
Rió disimuladamente, zafándose de su agarre para corretear por el salón y tomar una foto de cuando Jimin y ella llegaron a la familia Min, mostrándosela divertida y lanzándole un beso al chico de cabellos naranjas y mejillas abultadas, demasiado abultadas.
— ¡Ni lo pienses! —Rió a su lado, acercándose para poder quitarle la foto de sus manos—. Empezamos con lo mismo de siempre.
Sonrió traviesa, negando con la cabeza y haciéndole ojitos para que no le quitara la fotografía de sus manos, entreteniéndose de más en poder ver la foto de los tres de pequeños, Yoongi entre medio de los hermanos y sonriéndole a Jimin con su encía a la vista por la falta de dientes frontales.
Le señaló a él mismo en la fotografía y le sacó la lengua de manera divertida, riendo mientras correteaba por el salón para que no pudiera alcanzarle.
— ¡Era sólo un niño! —Se excusó de igual modo, aunque no trató de decir algo contrario a lo que esperaba que ella pensaba en ese instante.
Le sonrió cálidamente y volvió a mostrarle la foto con añoranza, sin saber que, años más tarde, sería el mismo Yoongi quien tomaba el pequeño cuadro de cristal en el que se alojaba la fotografía, paseando sus manos por la fina lámina que le separaba del papel.
En el fondo lo sabía, Sunhee lo sabía. Su madre lo sabía. Jimin parecía comprenderlo. ¿Qué había de él entonces?
Él, Yoongi, acababa de despertar.
Acababa de darse cuenta de algo que probablemente le costase la vida.
Yoongi nunca vio a Sunhee, al contrario, siempre vio a Jimin a través de ella.
Su respiración comenzó a fallar en el momento en el que sus pensamientos se unieron en uno solo. Su vista se nubló y parpadeó confuso, trastabillando hasta caer sentado en su cama, tras chocar sus pantorrillas con la misma.
El colchón repleto de fotos de él y Sunhee, de su familia y de los tres de pequeños, una maleta abierta en el medio del mismo en donde almacenaba todos los recuerdos convertidos en fotografías.
Miró al techo de la habitación, sintiendo sus ojos llenarse de lágrimas de un momento a otro, dejándolas caer sin remedio, al mismo tiempo que caía de entre sus dedos la fotografía que mantenía en ellos.
¿Qué hacía ahora?
¿Qué hacía ahora que había conectado con la realidad?
No podría vivir con eso, no podría vivir con la culpa.
Así que decidió eliminarla de su camino, así se llevara a sí mismo consigo.
Mientras Jimin, al margen de lo que ocurría en el hogar del mayor, miraba desde uno de los banquillos a su equipo jugar baloncesto en la cancha del patio del reformatorio, sonriendo enormemente.
Jungkook llegó a su lado y éste se levantó para sustituirle en el equipo.
— Kook, necesito que me hagas un favor —le miró, acercándose lo suficiente para que sólo el pequeño escuchase—. No tengo más días de permiso luego de que Sand me pidiera ayuda con lo de la iglesia, por eso necesito que salgas por mí.
— Ni de coña —se negó de inmediato—. No perderé mis pases por ir a hacerte un favor, Jimin.
Jimin negó con la cabeza, empujándole para que tomara asiento en el banquillo, sentándose a su lado.
— Fingiré una falta, el árbitro entrará y los chicos se aglomerarán a mi alrededor, eso te dará tiempo para ir a la secretaria y pedirle un doctor, luego cuando se dirija a por él sólo tienes que saltar la puerta —Jungkook le escuchó atento, asintiendo despacio—. Necesito que vayas a ver a Yoongi y le des esto por mí —miró a su alrededor y sacó de su bolsillo una pequeña cejilla de guitarra, algo desgastada—. Me la dio Sand la última vez que estuve en el taller, es de Yoongi, no estaría bien que me la quedase.
— Pero saldrás el fin de semana —le miró sin comprender—. ¿No será mejor que se la lleves tú?
El de cabello anaranjado sonrió y negó despacio con la cabeza.
— No, Jungkook, este fin de semana tomaré el permiso para presentarme a las pruebas psicotécnicas del servicio militar, el plazo empezó ayer —le miró—. Tengo dos semanas para prepararme los exámenes y me gustaría tener los temarios lo antes posible, así que sólo saldré para presentarme e ir a las clases teóricas de esos días.
Jungkook entreabrió sus labios asintiendo mientras terminaba de comprender, tomando la pequeña cejilla entre sus dedos para resguardarla en su puño.
— Vale, ¿algo más?
— No le digas lo de la presentación, yo le diré cuando pase cada prueba —sonrió—. Oh, pero sí dile que le extraño. Y que me traiga más dulces, Taehyung ya se los comió todos.
El menor rió levemente y asintió, levantándose para estirarse un poco en lo que Jimin colocó bien su ropa.
— Comenzaré, atento.
Jungkook asintió poco después, mirándole expectante en todo momento. Jimin saltó a la cancha y saludó a sus amigos más cercanos, preparándose en la posición para tomar la pelota cuando ésta bajara de las manos del árbitro.
— ¿Listos? ¡Ya!
En cuanto el árbitro dejó caer la pelota, Jimin saltó hacia el contrario en un encuentro cara a cara, sonriendo de lado cuando recibió un empujón del mismo. Cayó al suelo inmediatamente, el silbato del árbitro retumbó en la cancha y, mientras el de cabellos anaranjados de quejaba del dolor, Jungkook corrió hacia la secretaria para tocar a su ventanilla.
— ¡Por favor, traiga a un doctor! —Exclamó de manera urgente—. Ha habido una falta en la cancha, creo que se ha roto un ligamento o algo, ha sido una buena caída.
La señora de la ventanilla volteó para rebuscar entre las páginas de su guía amarilla el teléfono del doctor del centro. Jungkook aprovechó la distracción para correr hacia la puerta, afianzarse de la misma y saltar hacia afuera, observando en todo momento a su alrededor para no ser descubierto.
Tomó una gran bocanada de aire y sujetó fuerte la cejilla en su puño, echando a correr por las calles hasta que... recordó que Jimin no le había dicho la dirección de Yoongi.
Suspiró frustrado y pasó sus manos por su rostro en señal de desesperación, pero no se rindió. Mordió sus labios y siguió caminando mientras miraba a su alrededor, si Jimin trabajaba cerca del taller de la iglesia y decía que Yoongi se pasaba por ahí a menudo porque estaba cerca... sólo tenía que encontrar la iglesia, el taller y, posteriormente, la vivienda de Yoongi.
Tampoco sabía cómo lucía Yoongi, así que tardaría más de lo previsto. De todas formas, se lo haría pagar a Jimin más tarde cuando llegase al reformatorio de nuevo.
Caminó y caminó y siguió caminando en busca de la iglesia, sin perturbarse de su alrededor más que para encontrar el taller o la dichosa vivienda.
Hasta que... los astros se alinearon.
Y frente a él, un señor regordete y con gafas redondas de pasta junto a una boina combinando con su camisa caminaba frente a él, cargando un par de bolsas.
Se acercó a él sin pensarlo y tocó su hombro para poder dirigirse a él.
— Señor, si me disculpa —hizo una corta reverencia—. ¿Sabía dónde puedo encontrar el taller de carpintería dela iglesia? Aunque si sabe dónde vive un tal Yoongi me salva la vida.
El hombre alzó las gafas sobre el puente de su nariz y le miró por encima del cristal de las mismas.
— ¿Yoongi? ¡Claro que sí, hombre! —Asintió efusivamente, señalando con su brazo extendido—. El taller está en esa dirección, al final de la calle. Yo voy para allá, por si quieres acompañarme —sonrió cálidamente—. Y Yoongi vive un par de calles más abajo del taller, ven conmigo.
Jungkook no se negó, asintió y comenzó a caminar a su lado.
— ¿Necesita ayuda con las bolsas? —El señor negó amablemente, sonriendo.
— No te preocupes, chaval, estoy viejo, pero no tanto —rió levemente—. Normalmente es mi Jimin quien viene por los materiales, pero ya no tiene más permisos.
El joven volteó a verle sorprendido.
— ¿Usted es Sand? —Musitó sorprendido—. Yo soy Jungkook, compañero de habitación de Jimin junto a otro chico más.
— ¡Vaya! —El hombre le miró ilusionado, caminando hacia el taller—. El mundo es un pañuelo, ya me lo decía mi madre —rió, alzando a verle—. ¿Y a ti no te interesa ayudarme en el taller? ¡Cuantos más mejor, si paga la iglesia!
Jungkook rió divertido, esperando a que el señor abriera y dejara las bolsas dentro, cerrando para después caminar hacia la vivienda de Yoongi.
— La verdad, si me saca de ese zulo yo acepto cualquier cosa —rió—. Podría decirle a Taehyung también, somos como un equipo los tres.
— ¡Pues dile, dile, así mejor!
Sand sonrió enormemente, de todas formas, Jimin no se sentiría solo trabajando si sus compañeros estaban con él en el gremio.
Caminaron un poco más hasta atravesar las dos calles que separaban la vivienda de Yoongi del taller de la iglesia, pero cuando terminaron de voltear la esquina, lo primero que ambos vieron fue una ventana inundada en llamas.
Jungkook volteó a ver a Sand alterado, éste se llevó las manos a la cabeza y cayó de rodillas inmediatamente al presenciar esa escena frente a sus ojos.
— ¡Oh, Dios mío! —Exclamó, sin poder hacer algo más que observar, totalmente paralizado ante las llamas que surgían de la vivienda.
Jungkook no esperó demasiado, se despojó de su chaqueta y la lanzó al suelo, mirando a Sand mientras remangaba sus mangas.
— ¿Ahí vive Yoongi? —Sand no pudo hacer más que asentir perdido en su asombro y en la impresión de encontrarse con eso frente a él—. Bien, entraré para comprobar que todo esté bien, llame a los bomberos o a alguien que se haga cargo de la situación.
No lo pensó, ni siquiera se detuvo antes de que el señor pudiese formular algo.
Porque cuando lo hizo, Jungkook ya estaba rompiendo la puerta de una patada.
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MY ONLY FATE
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