Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo treinta y tres "Una última vez"

Con todo en su lugar, como debía ser, sentí una paz que no había sentido en mucho tiempo. Derek y Eli se fueron juntos, y la imagen de padre e hijo alejándose, finalmente reconciliados, me llenó de esperanza. Al menos algo estaba sanando en este caos que habíamos vivido. Scott me tomó de la mano suavemente y me condujo hacia nuestro coche. No hablamos mucho durante el camino de vuelta a casa; el silencio estaba lleno de pensamientos no dichos, de emociones mezcladas.

Cuando llegamos, Scott aparcó y se quedó un momento quieto, mirando el volante como si estuviera tomando una decisión.

-Hablé con Deaton -dijo finalmente, su voz baja, casi un susurro.

Me giré para mirarlo, levantando una ceja. -¿Sobre qué?

-Sobre lo que nos está pasando -respondió él, desviando la mirada hacia mí, su expresión seria pero llena de ternura. -Sobre que no podemos... -Hizo una pausa, como si no quisiera decirlo en voz alta. -Sobre que no puedo embarazarte.

Sentí el nudo en mi garganta, el mismo que había estado ahí cada vez que veía una prueba negativa, cada vez que mi esperanza se desmoronaba un poco más. -De que no puedo embarazarme -repetí, amargamente. Era la primera vez que lo decía en voz alta, y la crudeza de las palabras me golpeó como una bofetada. Scott asintió, sus ojos tristes pero decididos.

-Me dio algunos consejos -continuó él, sacando una pequeña bolsa con frascos de hierbas y tónicos. -Dijo que podríamos probar estos productos... si quieres intentarlo.

Tomé la bolsa con cuidado, mirándola como si fuera una especie de objeto maldito. Algo que había deseado tanto, y que ahora representaba todo el dolor acumulado de estos meses. -¿Y si es inútil? -pregunté, mi voz temblando. -Quizás mi útero... mis ovarios están muertos. Yo regresé, Scott, pero todo tiene un costo, ¿no? No puedo esperar volver de la muerte y que mi cuerpo esté completamente ileso.

Scott me miró con tristeza, sus ojos oscuros reflejando mi propio dolor. -Cariño, eso no lo sabemos -dijo suavemente, tomando mi mano con firmeza. -No podemos saberlo hasta que lo intentemos.

-¿Para qué? -Una lágrima escapó de mis ojos antes de que pudiera detenerla. -Ya no quiero ver más pruebas negativas. Estoy cansada de sentirme rota, de ilusionarme solo para ser derribada otra vez.

Él suspiró, cerrando los ojos por un momento, como si estuviera absorbiendo mi dolor y dejándolo pesar sobre sus hombros. -Lo sé -murmuró, apretando mi mano. -Lo sé, yo tampoco quiero seguir haciéndonos esto. Pero... -Abrió los ojos, mirándome con una mezcla de amor y determinación. -Podemos intentarlo una última vez. Si esta es nuestra última oportunidad, no quiero rendirme sin saber que lo dimos todo.

No podía responder. Las palabras se atoraron en mi garganta. Mi corazón latía rápido, lleno de miedo y esperanza al mismo tiempo. Apreté la bolsa contra mi pecho, cerrando los ojos para evitar que más lágrimas cayeran.

-No quiero perderte en esto -susurré, apenas audible. -No quiero que me mires con lástima, como si fuera mi culpa.

Scott me rodeó con sus brazos, envolviéndome en un abrazo cálido y seguro. Inclinó su frente contra la mía, sus ojos buscando los míos. -Nunca, nunca te miraría así. No hay culpas aquí, Mads. No es tu culpa, no es mi culpa. Es algo que está fuera de nuestro control, pero aún tenemos el control sobre cómo enfrentarlo juntos.

Sentí sus palabras envolviéndome como un bálsamo, calmando un poco la tormenta dentro de mí. Me permití soltar un suspiro profundo y asentí levemente, hundiéndome en su abrazo.

-Una última vez -dije finalmente, mi voz quebrándose. -Lo intentaremos una última vez.

Scott me besó la frente con suavidad, un gesto lleno de promesas silenciosas. -Una última vez, juntos.

Y aunque una parte de mí aún temía lo que podría venir, en ese momento, sentí que no estaba sola. Estábamos enfrentando esto juntos, como siempre lo habíamos hecho. Y, de alguna forma, eso me dio la fuerza para querer intentarlo una vez más.

Llegamos a casa, y la tranquilidad del lugar me dio una sensación extraña de paz. Todo estaba en silencio, solo se escuchaban los suaves sonidos de la noche filtrándose por las ventanas. Caminamos por el pasillo con cuidado, intentando no hacer ruido para no despertar a los mellizos. Podía oír sus respiraciones acompasadas, un sonido rítmico y relajante que siempre lograba calmar mi corazón, aunque fuera solo un poco.

Scott se detuvo frente a la puerta de la habitación de los chicos, y le hice un gesto para que entráramos juntos a echarles un vistazo. Empujé la puerta suavemente y allí estaban, Tyler y Emily, profundamente dormidos. Emily estaba enredada en su manta favorita, el cabello oscuro cayendo sobre su rostro, mientras Tyler dormía boca arriba, como si estuviera listo para cualquier cosa, incluso en sueños. Observé sus rostros, tan tranquilos y llenos de inocencia, y sentí una punzada de amor y tristeza al mismo tiempo. Ellos eran nuestra mayor bendición, y no podía evitar pensar en todo lo que habíamos pasado para llegar hasta aquí.

Scott se acercó y dejó un beso en la frente de Emily, luego uno en la de Tyler. Me sonrió con ternura, tomando mi mano mientras salíamos de la habitación.

-Están creciendo tan rápido -susurró él, como si no pudiera creerlo.

-Sí, lo están haciendo -admití, una sonrisa melancólica formándose en mis labios. Cerré la puerta con cuidado, sintiendo el peso de la noche sobre mis hombros.

Nos dirigimos a nuestra habitación en silencio. Scott cerró la puerta detrás de nosotros, y se giró para mirarme. La expresión en su rostro era de una mezcla de determinación y algo más, algo que solo reconocí como vulnerabilidad porque lo conocía demasiado bien.

-¿Estás lista? -preguntó, su voz suave pero firme.

-No -admití sin rodeos. La verdad era que no me sentía lista para enfrentar esto, para cargar nuevamente con la esperanza y el miedo de que algo saliera mal. Pero sabía que no podíamos seguir evitando el tema. -Pero hagámoslo de todas formas.

Scott asintió y sacó la pequeña bolsa que le había dado Deaton, colocando los frascos y hierbas sobre la mesa de noche. -Deaton dijo que lo primero es preparar este té -explicó, levantando uno de los frascos con una mezcla de hojas secas. -Es una infusión para ayudar a relajar tu cuerpo y preparar tu sistema para lo que viene después.

Me senté en el borde de la cama y lo observé mientras comenzaba a preparar el té. La forma en que movía sus manos, la atención que ponía en cada pequeño detalle, me recordó por qué había elegido pasar mi vida con él. Incluso en medio de todo este dolor y frustración, él seguía mostrándome un amor inquebrantable.

-¿Y después del té? -pregunté, tratando de mantener mi voz estable.

-Después... -Scott levantó la mirada y me dio una sonrisa débil. -Después hay una serie de masajes con estas cremas que también me dio Deaton. Ayudan a estimular la circulación y... -Se detuvo, tomando aire. -Y luego, intentamos relajarnos juntos, dejar que nuestro cuerpo y nuestra conexión hagan el resto.

Sentí un nudo formarse en mi garganta. -¿Qué pasa si esto no funciona? -pregunté en voz baja, mirando mis manos.

Scott dejó la taza de té a un lado y se arrodilló frente a mí, tomando mis manos entre las suyas. -Si no funciona, no cambia nada entre nosotros, Mads. Vamos a estar bien. -Me miró a los ojos, su expresión sincera. -Pero quiero que al menos sepamos que lo intentamos, que no dejamos de luchar por esto.

Sus palabras fueron suficientes para romperme. Dejé escapar un sollozo ahogado y me incliné hacia él, hundiendo mi rostro en su hombro. Scott me envolvió en sus brazos, sus manos acariciando mi espalda suavemente mientras las lágrimas fluían.

-Lo intentaremos una última vez -susurré contra su cuello.

-Sí, una última vez -murmuró él, besando mi cabello.

Cuando finalmente me calmé, Scott me ofreció la taza de té caliente, y yo la tomé con ambas manos, sintiendo el calor reconfortante. Bebí lentamente, el sabor terroso de las hierbas llenando mi boca. Mientras lo hacía, él comenzó a masajear mis hombros, sus manos cálidas y seguras moviéndose con cuidado, como si estuviera intentando quitarme todo el dolor acumulado.

-Vamos a estar bien, ¿verdad? -murmuré.

Scott sonrió y asintió, acariciando mi mejilla con ternura. -Sí, Mads, vamos a estar bien.

El té tenía un sabor amargo, pero dejé que el líquido caliente se deslizara por mi garganta, tratando de concentrarme en la sensación de calma que me traía. Mientras lo bebía, Scott continuó masajeando mis hombros, sus dedos deslizándose suavemente por mi piel tensa. Sabía lo difícil que era para él verme así, sabía que sus propios miedos eran tan grandes como los míos, pero nunca dejaba que eso se interpusiera entre nosotros. Él siempre era mi ancla, mi roca, incluso cuando sentía que me estaba desmoronando.

Cuando terminé el té, dejé la taza a un lado y me recosté sobre la cama, mirando al techo. Scott encendió una pequeña vela en la mesa de noche, el aroma de lavanda llenó el aire, y me di cuenta de que estaba haciendo todo lo posible para crear un ambiente de tranquilidad y amor. Se sentó a mi lado y comenzó a aplicar una crema tibia en mis piernas, sus movimientos eran lentos, meticulosos, casi reverentes.

-¿Esto ayuda? -preguntó él, su voz apenas un susurro.

-Sí -respondí, dejando que mi cuerpo se relajara bajo su toque. -Gracias por esto, por siempre intentarlo conmigo, incluso cuando yo estoy lista para rendirme.

Scott levantó la vista y me miró a los ojos. -Nunca me rendiría contigo, Madison. No importa cuántas veces tengamos que intentarlo, siempre estaré aquí. -Se inclinó y dejó un beso suave en mi vientre, justo donde sabíamos que nuestro bebé podría estar algún día.

Sus palabras me llegaron al alma. Sentí un nuevo torrente de lágrimas formarse, pero esta vez eran diferentes, menos amargas. No estaba sola en esto; nunca lo había estado. Scott siempre había estado a mi lado, incluso en los peores momentos, y sabía que mientras estuviéramos juntos, podríamos superar cualquier cosa.

-¿Deberíamos...? -pregunté, sintiéndome repentinamente vulnerable. Era un momento tan íntimo, tan cargado de esperanza y miedo, que casi temía arruinarlo.

Scott se acomodó a mi lado, su cuerpo cálido pegado al mío, y me tomó de la mano. -No hay presión, Mads. No tenemos que hacerlo ahora si no te sientes lista. No quiero que sientas que esto es una obligación.

-No es eso -negué suavemente, acariciando su rostro con mi mano libre. -Solo... quiero que, pase lo que pase, sepas que lo estoy haciendo porque quiero intentarlo contigo, porque te amo.

-Y yo a ti -murmuró él, acercándose para besarme con esa mezcla de ternura y pasión que solo Scott podía transmitir.

Nos besamos despacio, con cuidado, como si tuviéramos todo el tiempo del mundo. La ansiedad y el miedo se desvanecieron por un momento, reemplazados por el amor profundo que compartíamos. Deaton tenía razón, quizás esto no se trataba solo de lo físico, sino también de la conexión que habíamos perdido un poco entre tanto dolor y decepción.

Scott se movió lentamente, dejándome espacio para acomodarme. Sentí su respiración contra mi cuello mientras sus manos exploraban mi cuerpo con una delicadeza que casi me hizo llorar de nuevo. Cerré los ojos y dejé que las sensaciones me inundaran, tratando de enfocarme en el amor que fluía entre nosotros.

-Esto no es solo para tener un bebé, ¿sabes? -dijo Scott, su voz quebrándose un poco. -Es para recordarte cuánto te amo, lo mucho que te necesito.

Lo abracé con fuerza, sintiendo su peso y su calor, y por primera vez en mucho tiempo, me permití creer que tal vez, solo tal vez, esto funcionaría.

Después de un rato, nos quedamos en silencio, respirando juntos, sintiendo el latido de nuestros corazones sincronizándose. Nos quedamos así, abrazados, bajo el suave resplandor de la vela, hasta que el sueño nos venció, y nos quedamos dormidos, con la esperanza de un nuevo comienzo latiendo entre nosotros.

No sabía lo que nos esperaba en el futuro, pero esa noche, mientras dormía en los brazos de Scott, sentí que todo estaría bien. Y por primera vez en mucho tiempo, me permití soñar con el milagro que tanto habíamos anhelado.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro