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Capítulo treinta y siete "Modo: Familia numerosa"

Mientras admiraba a Julie, una de las enfermeras se acercó con pasos suaves, tratando de no romper el momento.

—Disculpen —dijo con voz gentil—, necesitamos llevar a la bebé para limpiarla y realizar algunos chequeos básicos. Prometo que se la devolveremos en un momento.

Mi corazón se apretó. Aunque sabía que era necesario, la idea de separarme de ella, aunque fuera por un instante, me parecía insoportable. Apreté a Julie un poco más contra mi pecho, como si pudiera quedármela conmigo para siempre.

Scott se inclinó hacia mí, colocando una mano reconfortante en mi hombro. —Está bien, ángel. Solo será un momento, y sabes que estará en buenas manos.

Lo miré, buscando apoyo en sus ojos, y luego bajé la mirada hacia nuestra hija. Su diminuto rostro estaba tan tranquilo, tan perfecto, que dejarla ir me parecía lo más difícil del mundo.

—Está bien... —murmuré, mi voz temblando ligeramente. Besé la frente de Julie con ternura, dejando que mi amor la envolviera. —Te veré en un momento, pequeña.

Con delicadeza, entregué a Julie a la enfermera, quien la tomó con manos expertas y cuidadosas. Mientras la alejaban, mis ojos no se apartaron de ella ni un segundo. Sentí que Scott apretaba mi mano, un recordatorio de que no estaba sola en esto.

—Es increíble, ¿verdad? —dijo Scott, mirándome con una sonrisa suave. —Ya estamos tan enamorados de ella.

—Más de lo que pensé que era posible —respondí, limpiándome una lágrima que caía por mi mejilla.

Miramos juntos mientras la enfermera llevaba a Julie a la pequeña estación de cuidados. Aunque mi pecho se sentía vacío sin ella, el calor de Scott a mi lado me dio fuerzas. Sabía que nuestra pequeña estaba en buenas manos y que pronto estaría de vuelta conmigo.

Me llevaron a una habitación después de todo lo que había pasado, diciéndome que era importante que descansara y recuperara fuerzas. Sin embargo, la palabra descanso parecía imposible en ese momento.

Me acosté en la cama, pero mi mente estaba fija en un solo pensamiento: Julie. Aunque Scott estaba junto a mí, intentando calmarme con palabras suaves y su constante presencia, yo no podía relajarme.

—Tienes que intentar descansar, ángel —dijo, acariciando mi cabello mientras se sentaba en el borde de la cama. —Julie está bien. Está con las enfermeras, y pronto la traerán de vuelta.

—Lo sé, Scott, pero... no puedo. No puedo quedarme tranquila hasta que la tenga conmigo otra vez —respondí, mi voz temblando.

Me sentía incompleta, como si una parte de mí se hubiera quedado en esa sala de parto junto a ella. Miré el techo, luego las paredes, como si buscar algo que me distrajera de la sensación de vacío en mi pecho.

—¿Qué tal si llamo a la enfermera para preguntar? —ofreció Scott, tratando de darme algo de paz.

—¿Crees que ya terminaron? —pregunté, esperanzada.

—Solo hay una forma de averiguarlo —dijo con una leve sonrisa.

Lo observé salir de la habitación, y en el silencio que quedó tras su partida, sentí que cada segundo se alargaba infinitamente. Las imágenes de Julie seguían viniendo a mi mente: su rostro diminuto, su piel suave, el calor de su pequeño cuerpo contra el mío. Era como si todo mi ser la necesitara para sentirse completo otra vez.

Unos minutos después, regresó, su sonrisa más amplia esta vez.

—Ya vienen —anunció, y mi corazón dio un salto.

Me incorporé un poco en la cama, ignorando el cansancio y el dolor. El simple hecho de saber que Julie estaba en camino devolvió algo de vida a mi cuerpo.

Cuando la puerta se abrió y la enfermera entró con mi pequeña en brazos, sentí que el aire regresaba a mis pulmones.

—Aquí está su bebé, mamá —dijo la enfermera con una sonrisa, colocando a Julie en mis brazos.

—Hola, mi amor —susurré, abrazándola con fuerza, sintiendo nuevamente su calor contra mi pecho. Solo entonces, con ella entre mis brazos, me permití cerrar los ojos y respirar profundamente, sabiendo que todo estaba bien.

La pequeña comenzó a moverse suavemente, buscando instintivamente mi pecho. Al encontrarlo, comenzó a alimentarse, y esa conexión entre nosotras llenó el vacío que había sentido desde que la separaron de mí. Mientras acariciaba su cabecita, me di cuenta de algo: la mantita que la envolvía se había deslizado un poco, dejando al descubierto que, aparte de un pequeño pañal, no llevaba nada más.

—Scott —llamé, mi voz cargada de sorpresa mientras lo miraba.

—¿Qué pasa? —preguntó, acercándose de inmediato con preocupación en sus ojos.

—La bebé... —murmuré, moviendo un poco la mantita para que pudiera verlo también—. No tiene ropa, no tiene nada.

Scott observó a nuestra pequeña Julie, ahora completamente relajada mientras se alimentaba, y una leve sonrisa culpable se dibujó en su rostro.

—Bueno, técnicamente es lógico... —comenzó a decir, pero se detuvo al ver mi expresión de incredulidad.

—¡Lógico! —repliqué, aunque mi tono era más cansado que molesto—. Scott, no tenemos ni una sola prenda para ella. Nada.

—Ángel, no sabíamos que estabas embarazada —respondió, intentando razonar conmigo—. Apenas supimos de su existencia hace unas horas.

Suspiré, entendiendo que tenía razón. Este milagro había llegado sin previo aviso, y por supuesto, no estábamos preparados. Pero aun así, el pensamiento de no tener nada para mi pequeña me hacía sentir una punzada de culpa.

—Está bien, lo resolveremos —dijo Scott, tomando mi mano con firmeza—. Iré a comprar lo que necesitemos, empezando por ropa para Julie.

—¿De verdad? —pregunté, un poco insegura.

—Claro que sí. Soy su papá, ¿recuerdas? Esto es parte del trabajo —me guiñó un ojo, intentando aligerar el momento.

Mientras Scott planeaba su misión de compras, yo miré a Julie nuevamente. A pesar de todo, ella estaba tranquila, alimentándose con pequeños movimientos mientras su respiración era pausada y constante. Mi corazón se llenó de gratitud y amor.

—Eres nuestra pequeña sorpresa —susurré, acariciando su mejilla con ternura—. Pero prometo que lo haremos bien, incluso si tenemos que aprender sobre la marcha.

Scott regresó horas después con un bolso grande colgado en su hombro. Su expresión era una mezcla de satisfacción y algo de cansancio, como si hubiera estado corriendo de un lado a otro sin descanso. Dejó el bolso cuidadosamente junto a la cama, asegurándose de no hacer ruido para no molestar a Julie, quien descansaba tranquila en mis brazos.

—Misión cumplida, ángel —anunció con una sonrisa triunfante.

—¿Qué trajiste? —pregunté, inclinándome ligeramente para mirar el bolso.

—De todo —respondió, orgulloso de sí mismo—. Te dije que lo resolveríamos.

Coloqué a Julie con cuidado entre mis piernas, que ahora servían como una barrera segura para que no pudiera moverse demasiado. Mientras ella miraba alrededor con curiosidad, tomé el bolso y comencé a abrirlo.

—A ver, mi amor, veamos lo que te trajo papi —murmuré, sonriendo mientras sacaba las cosas con cuidado.

Lo primero que encontré fueron un par de pijamitas diminutas, suaves al tacto y con estampados adorables de animalitos. También había una mantita nueva, algunos baberos, pañales, y una pequeña gorra rosa que parecía hecha a medida para ella.

—¡Esto es adorable! —dije, sosteniendo uno de los conjuntos para que Julie lo viera. Aunque obviamente no entendía, sus manitas se movieron como si quisiera alcanzarlo.

Mientras seguía revisando, encontré algo inesperado: un par de pijamas y artículos de higiene para mí. Scott se acercó y se encogió de hombros, algo tímido.

—Pensé que tal vez también necesitabas algo —dijo—. Así que agarré algunas cosas que me parecieron útiles.

Sentí un nudo en la garganta por su consideración.

—Gracias, Lobito —le dije, mirándolo con cariño—. De verdad, gracias.

Tomé uno de los conjuntos para Julie, un pequeño enterizo blanco con detalles en gris, y lo desplegué con cuidado.

—Creo que este será el primero —anuncié mientras comenzaba a vestirla con delicadeza, asegurándome de no incomodarla.

Julie soltó un pequeño sonido, como si estuviera aprobando mi elección, y tanto Scott como yo no pudimos evitar reírnos.

—Definitivamente ya tiene personalidad —dijo Scott, arrodillándose junto a la cama para observarnos.

—Lo sé —respondí, sonriendo mientras ajustaba el último botón de su enterizo—. Nuestra pequeña Julie ya sabe lo que quiere.

Con Julie ya vestida, la levanté con cuidado y la sostuve contra mi pecho. Estaba tan pequeña, tan perfecta en mis brazos, que sentía como si el mundo entero se detuviera a su alrededor. Ella bostezó suavemente y se acomodó como si aquel fuera su lugar más seguro.

Scott nos miraba con una mezcla de ternura y orgullo, su mano descansando sobre mi hombro mientras la otra acariciaba suavemente la cabeza de Julie.

—Creo que le gusta el enterizo —dijo en voz baja, tratando de no romper la paz del momento.

—Sí, y se ve preciosa —respondí, acariciando su mejilla con el dorso de mi mano.

Scott se sentó en la silla junto a la cama, apoyando los codos en las rodillas mientras nos observaba.

—¿Sabes? —dijo después de un momento—. Nunca imaginé que este día llegaría de esta forma. Pero ahora que estamos aquí, no cambiaría nada.

Lo miré, sintiendo cómo sus palabras llegaban a mi corazón.

—Yo tampoco —dije suavemente—. Fue inesperado, pero ella es lo mejor que nos ha pasado.

Julie soltó un pequeño ruido mientras movía sus manitas, como si estuviera asegurándose de que estábamos prestando atención.

—¿Lo ves? Ella también está de acuerdo —bromeó Scott, sonriendo ampliamente.

No pude evitar reír, incluso con el cansancio todavía pesando sobre mí.

—Bueno, pequeña Julie —dije, mirándola a los ojos—. Ahora que tienes ropa y estás cómoda, ¿qué te parece si te quedas con papi un rato? Mamá necesita descansar un poco.

Scott levantó las manos de inmediato, ofreciéndolas con entusiasmo.

—Por supuesto. Ven acá, princesa —dijo con una calidez que me derritió el corazón.

Coloqué a Julie en sus brazos con cuidado, y él la sostuvo como si fuera el tesoro más preciado del mundo. Ella se acurrucó contra él, soltando un suspiro contento que hizo que Scott sonriera aún más.

Me recosté contra las almohadas, sintiendo cómo el cansancio comenzaba a alcanzarme. Pero antes de cerrar los ojos, los observé juntos: Scott con Julie en sus brazos, hablándole en voz baja mientras ella lo miraba con ojos llenos de curiosidad.

Era un momento simple, pero perfecto. Nuestra pequeña familia estaba completa, y nada podía ser más hermoso que eso.

Me desperté al escuchar el sonido del celular de Scott vibrando insistentemente en la mesita junto a la cama. Entreabrí los ojos y lo vi contestar rápidamente, intentando no hacer ruido para no molestarme ni despertar a Julie, quien dormía tranquilamente en su cuna portátil a un lado.

—Hola, Alli, ¿qué pasa? —dijo Scott en voz baja, pero su tono revelaba sorpresa y un poco de culpa.

Fruncí el ceño al escuchar ese nombre. Mi corazón se hundió de inmediato. Alli y Tyler, nuestros mellizos de quince años. En medio de todo lo que había pasado con el parto inesperado de Julie, no les habíamos dicho absolutamente nada.

Me quedé en silencio, escuchando la conversación.

—Sí, estamos en el hospital —continuó Scott, su voz más seria—. No, no te preocupes, estamos bien… Bueno, en realidad tenemos una noticia.

Scott hizo una pausa, probablemente buscando las palabras adecuadas para explicar lo que había sucedido.

—Tienen una hermana.

Hubo un silencio en la línea, y aunque no podía escuchar lo que decían, pude imaginarme la confusión y sorpresa al otro lado.

—Sí, una bebé. No sabíamos que iba a llegar… fue todo muy rápido —miró en mi dirección, con una expresión mezcla de culpa y ternura—. Lo siento, chicos, debimos llamarlos antes, pero todo pasó tan rápido que no tuvimos tiempo de procesarlo nosotros mismos.

Mi corazón se encogió. ¿Cómo pudimos olvidarnos de ellos? Sé que las circunstancias habían sido extremas, pero eso no justificaba que no les informáramos algo tan importante.

Scott continuó hablando, su tono ahora más suave.

—¿Quieren venir a conocerla? Les puedo mandar la ubicación del hospital.

Me senté lentamente en la cama, sintiendo el peso de la culpa. Cuando colgó, me miró con una mezcla de preocupación y comprensión.

—¿Estás bien? —preguntó mientras se acercaba, dejando el teléfono en la mesita.

Negué con la cabeza, mordiéndome el labio.

—No les avisamos, Scott. Me siento horrible. Son nuestros hijos también, y debieron saberlo desde el principio.

Él se sentó a mi lado y tomó mi mano, apretándola con suavidad.

—Lo sé, y yo también me siento mal por eso, pero entiende algo, Maddy. Todo pasó tan rápido que ninguno de los dos tuvo tiempo de pensar. Pero ya está solucionado, y van a venir a conocer a Julie.

Asentí, aunque la culpa seguía presente.

—¿Qué dijeron? —pregunté.

Scott sonrió levemente.

—Están emocionados, aunque todavía no pueden creerlo del todo. Tyler hizo un comentario sobre cómo tendremos que reorganizar las habitaciones en casa.

Eso me hizo reír, aunque fuera por un segundo. Era tan típico de Tyler preocuparse por cosas prácticas incluso en momentos como este.

—Supongo que eso significa que estamos oficialmente en modo familia numerosa —dije, acariciando la manta sobre mis piernas.

Scott se inclinó para besarme en la frente.

—Y no podríamos tener una familia más perfecta.

Miré hacia la cuna donde Julie seguía durmiendo, sintiéndome un poco más tranquila. Pronto, Alli y Tyler estarían aquí, y podría compensarles por no haberles avisado antes. Julie tenía hermanos mayores increíbles, y estaba segura de que la amarían desde el primer momento en que la vieran.

Finalmente, escuchamos voces familiares desde el pasillo. Era imposible no reconocer el tono de burla de Alli mientras discutía con Tyler.

—¡Te lo dije! No sabes conducir con calma, casi nos saltamos un semáforo.

—Oh, por favor, no fue para tanto. Llegamos, ¿no?

Scott y yo intercambiamos una mirada divertida.

Unos segundos después, tocaron suavemente la puerta antes de asomar sus caras por el marco.

—¿Podemos pasar? —preguntó Alli con una sonrisa tímida, aunque sus ojos brillaban de emoción.

—Claro que sí, pasen —dijo Scott mientras se levantaba para recibirlos.

Alli entró primero, sosteniendo un oso de peluche blanco casi tan grande como ella y un globo lila que decía en letras grandes y brillantes: ¡It’s a girl! Detrás de ella, Tyler sostenía un pequeño ramo de flores, una mezcla de lilas y margaritas, con una expresión un poco más seria, pero igual de emocionado.

—Sabíamos que necesitaría un compañero de abrazos —dijo Alli, acercándose para dejar el peluche en una silla junto a la cama.

—Y las flores son para ti, mamá —añadió Tyler, extendiéndome el ramo.

—Oh, chicos, gracias. No saben cuánto significa esto para mí.

Sonreí emocionada mientras Alli se inclinaba para darme un abrazo, cuidando de no aplastar a la bebé que estaba en mis brazos. Tyler, siempre un poco más reservado, se limitó a darme un beso en la frente antes de sentarse en la esquina de la cama, observando a Julie con curiosidad.

—Así que, ¿ella es nuestra hermanita? —preguntó Alli, inclinándose un poco más para mirarla.

—Sí, chicos, ella es Julie —respondió Scott con una sonrisa orgullosa.

Alli se agachó un poco más para observarla mejor, mientras Julie abría ligeramente los ojos, como si supiera que la estaban observando.

—Es tan pequeñita… nunca pensé que diría esto, pero creo que es adorable —dijo Alli, acariciando suavemente la manita de Julie.

Tyler se inclinó hacia adelante, todavía desde la cama, para observarla también.

—¿Sabes qué, papá? Creo que finalmente tengo a alguien en casa más pequeña que yo.

Todos reímos ante su comentario, y por un momento, el cuarto se llenó de la calidez que solo una familia puede dar. Julie acababa de nacer, pero ya estaba rodeada de amor y protección, y en ese instante supe que todo estaría bien.

Scott, que había estado observando la escena con una sonrisa, fingió una expresión ofendida.

—¿A mí no me trajeron nada? —bromeó, cruzando los brazos dramáticamente.

Alli rodó los ojos y le lanzó una sonrisa juguetona.

—Oh, por favor, papá, ya tienes todo lo que necesitas. Tienes una esposa increíble, tres hijos fabulosos, y… —hizo una pausa teatral mientras señalaba el globo lila— ¡un globo que claramente dice que eres el padre de una niña!

Tyler no perdió la oportunidad de unirse.

—Además, ¿qué quieres? ¿Un ramo de flores también? ¿O un globo que diga It’s a boy solo para ti?

—Un poco de reconocimiento estaría bien —Scott se encogió de hombros con una sonrisa mientras Alli y Tyler se reían.

—Bueno, papá, lo único que puedo ofrecerte es el oso de peluche… pero no creo que Julie quiera compartirlo contigo —añadió Alli con una sonrisa traviesa.

—Lo sabía, nadie aprecia al pobre papá —dijo Scott, llevándose una mano al pecho en un gesto exagerado de dramatismo.

—Scott, ya te apreciamos lo suficiente por estar aquí —respondí entre risas, mirando la escena con ternura.

Alli soltó una carcajada y le dio un abrazo rápido.

—Está bien, papá, te queremos… aunque seas un poco dramático.

Scott fingió considerarlo.

—Supongo que eso es suficiente por ahora. Pero voy a necesitar un café como compensación.

Todos reímos, y el momento se convirtió en uno de esos recuerdos simples pero preciosos que sabes que guardarás para siempre.

Julie comenzó a moverse en mis brazos, llamando la atención de Alli y Tyler.

—¡Miren! Está despierta —dijo Alli emocionada, acercándose para ver a su hermanita.

Tyler se quedó un poco atrás, observándola con una mezcla de curiosidad y nerviosismo.

—¿Puedo cargarla? —preguntó Alli, extendiendo los brazos hacia mí.

Asentí con una sonrisa.

—Claro, pero siéntate primero en la silla para estar más cómoda.

Alli obedeció de inmediato, acomodándose en la silla junto a mi cama. Con cuidado, le pasé a Julie, y ella la sostuvo con una delicadeza sorprendente, como si fuera un pequeño tesoro.

—Es tan pequeñita —murmuró Alli, su voz llena de asombro.

—Y suave… como un durazno o algo así —añadió Tyler, inclinándose un poco para mirar mejor.

—¿Quieres cargarla tú también, Ty? —le pregunté suavemente, notando su expresión dudosa.

—No sé… ¿y si la dejo caer o algo? —preguntó, retrocediendo un poco.

Scott rio y le dio una palmada en la espalda.

—No la vas a dejar caer, hijo. Pero no te preocupes, nadie te obliga.

Tyler frunció el ceño, como si estuviera considerando seriamente sus palabras, y finalmente suspiró.

—Está bien, pero solo por un segundo.

Alli se levantó con cuidado, entregándole a Julie a Scott, quien la sostuvo mientras Tyler tomaba su lugar en la silla. Después, Scott le pasó a Julie, supervisando cada movimiento.

—¿Ves? Es más fácil de lo que parece —dijo Scott, animándolo.

Tyler miró a su hermanita con una mezcla de fascinación y orgullo.

—Hola, Julie… Soy tu hermano mayor, pero no soy tan bueno como Alli en estas cosas… supongo que aprenderé.

Nos reímos suavemente, y Alli no perdió la oportunidad de responder.

—Claro que aprenderás, pero mientras tanto, yo seré su favorita.

—Ya veremos —replicó Tyler, aunque sonrió de manera genuina mientras miraba a Julie.

En ese momento, Julie hizo un pequeño sonido, como un suspiro, y todos quedamos en silencio, observándola.

—¿Escucharon eso? —susurró Alli emocionada.

—Creo que está diciendo que me prefiere a mí —bromeó Tyler, lo que provocó risas en todos.

A pesar del cansancio, sentí que mi corazón estaba lleno. Estábamos juntos, como una familia, y este era solo el comienzo de una nueva etapa.

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