Capítulo treinta y ocho "Adiós Monstruito"
Los niños decidieron regresar a casa después de pasar un rato con Julie. Aunque traté de convencerme de que estarían bien, una inquietud persistente no me dejó tranquila. Finalmente, miré a Scott y le pedí:
—Por favor, ve con ellos. Quédate en casa esta noche y asegúrate de que estén bien.
Scott me miró con una mezcla de duda y comprensión antes de asentir.
—Te prometo que volveremos en la mañana —dijo, inclinándose para besarme la frente antes de salir con Alli y Tyler.
La habitación quedó en silencio, excepto por el leve sonido de la respiración de Julie. La tranquilidad debería haberme calmado, pero una sensación de angustia crecía dentro de mí.
En la mañana, me desperté con la sensación de que algo no estaba bien. Intenté moverme, pero mi cuerpo no respondía. La desesperación se apoderó de mí cuando noté una figura femenina de espaldas, inclinada sobre la cuna de Julie.
—¿Qué...? —murmuré, mi voz apenas un susurro.
La mujer se giró lentamente, revelando su rostro. Sentí que el corazón me martillaba en el pecho al reconocerla. Era Monroe, la cazadora.
Tenía a mi bebé en brazos.
—No te esfuerces, cariño —dijo con una sonrisa maliciosa—. Te di una buena dosis de veneno de kanima. Estarás paralizada un buen rato.
—¡Deja a mi bebé! —grité, o al menos lo intenté. Mi voz sonó débil y quebrada por la impotencia.
Monroe la mecía suavemente, como si fuese una cuidadora amorosa, pero su expresión dejaba claro que tenía otros planes.
—Es una bebé preciosa —comentó, sin apartar la vista de Julie—. Lástima que sea un monstruo, como sus padres.
—No es un monstruo —gruñí, reuniendo todas mis fuerzas.
Monroe soltó una risa sarcástica.
—Tal vez no ahora, pero lo será —respondió con frialdad. Entonces sacó una jeringa de su bolso. El pánico me inundó.
—¿Qué es eso? —pregunté, aunque ya temía la respuesta.
—Wolfsbane —respondió, con una sonrisa gélida—. Solo una pequeña dosis y... ¡adiós, monstruito!
—¡No! —grité desesperada, las lágrimas rodaban por mis mejillas—. ¡Por favor, no le hagas daño!
Julie comenzó a llorar con fuerza, retorciéndose en los brazos de Monroe, quien intentaba calmarla sin éxito.
De repente, la puerta de la habitación se abrió de golpe.
—¡Scott! —sollocé con alivio y desesperación—. ¡Quiere matar a Julie! Me paralizó... no puedo ayudarla.
Scott se quedó inmóvil por un segundo, pero el rugido que soltó resonó como un trueno en la habitación. Su rostro cambió al instante, mostrando su transformación. Justo detrás de él entraron Alli y Eli, ambos también transformados, listos para pelear. Tyler apareció detrás de ellos, su mirada ardía de determinación, aunque su lado sobrenatural aún no se había manifestado del todo.
Monroe miró a mis hijos y soltó una carcajada incrédula.
—Creí que estarían muertos —dijo, recordando los ataques anteriores.
Alli dio un paso adelante, su expresión era feroz.
—Ya ves que no.
Tyler se movió con una rapidez que no había mostrado antes, colocándose frente a Alli, su postura protectora dejando ver que algo más despertaba en él. Eli, por su parte, soltó un gruñido bajo mientras observaba a Monroe con los ojos resplandecientes.
Monroe estudió a Eli, sus labios curvándose en una sonrisa amarga.
—Tú debes ser el hijo de Derek Hale —dijo con un tono que goteaba veneno.
Eli no respondió, pero su gruñido se hizo más fuerte, dejando claro que estaba listo para lo que fuese necesario.
La tensión en la habitación era insoportable, y aunque mi cuerpo seguía paralizado, mi mente estaba con ellos. Mi familia estaba enfrentándose a Monroe, y harían todo lo posible para proteger a Julie.
Scott dio un paso adelante, su voz resonó con autoridad.
—Suéltala. Ahora.
La batalla estaba a punto de comenzar, y sabía que mis hijos y Scott no se detendrían hasta asegurar que Julie estuviera a salvo.
Monroe sostuvo a Julie con más fuerza, como si la bebé fuera un escudo humano.
—¿Por qué debería hacerlo, McCall? —dijo con una sonrisa sarcástica—. Ustedes los monstruos no merecen vivir. Esta pequeña... no tiene futuro.
—No te lo repetiré, Monroe. Suéltala —gruñó Scott, avanzando un paso más, sus garras listas para atacar.
Julie lloraba desconsolada, moviendo sus pequeños brazos hacia mí. Mi corazón se rompía en mil pedazos al no poder hacer nada. Alli se adelantó, sus ojos brillaban con el color dorado de su transformación.
—Deja a mi hermana —exigió con firmeza—. No vas a lastimarla.
Monroe se rió con desdén.
—Mírate. Apenas eres más que una niña jugando a ser heroína. ¿Crees que puedes intimidarme?
Tyler dio un paso al frente, colocándose junto a Alli. Sus ojos, que aún eran humanos, reflejaban una furia contenida.
—Intenta lastimarla y no saldrás viva de aquí —dijo, su voz grave y amenazante.
Eli rodeó la habitación con movimientos sigilosos, posicionándose cerca de Monroe, sus garras listas para atacar.
—Dije que la sueltes —gruñó Scott nuevamente, esta vez con un tono que hizo temblar las paredes.
La sonrisa de Monroe desapareció por un instante, pero aún se aferraba a la bebé.
—Ustedes los Hale, McCall... todos, creen que pueden seguir destruyendo vidas. Yo estoy aquí para poner fin a eso.
—No somos los monstruos aquí —dijo Scott, con una mirada que destilaba determinación—. Tú eres la que toma a bebés inocentes.
Monroe comenzó a retroceder, notando que estaba acorralada. Alli y Tyler se movieron al unísono, bloqueándole la salida. Eli rugió, sus ojos brillando de un azul intenso, y se lanzó hacia Monroe con rapidez.
Monroe apenas tuvo tiempo de esquivar el ataque, soltando un grito de frustración mientras trataba de mantener el control de la situación. Pero Scott aprovechó su distracción y en un movimiento veloz, logró arrebatarle a Julie de los brazos.
Monroe gritó enfurecida, pero no tuvo tiempo de reaccionar antes de que Alli y Eli la desarmaran, quitándole la jeringa con wolfsbane. Tyler, quien había permanecido cerca de la puerta, cerró la salida, asegurándose de que no escapara.
Scott sostuvo a Julie contra su pecho, sus garras desapareciendo mientras acariciaba la cabeza de la pequeña para calmarla.
—Ya está, pequeña. Papá está aquí —susurró con voz tranquila, aunque sus ojos aún estaban llenos de ira al mirar a Monroe.
—Esto no ha terminado —dijo Monroe, intentando recuperar su compostura, pero su voz temblaba al verse rodeada.
—Oh, sí lo está —respondió Alli, con una sonrisa desafiante mientras Eli gruñía detrás de ella.
Scott se volvió hacia mí, notando mis lágrimas de alivio mientras seguía paralizada.
—Estás a salvo ahora, Hannah. Todo estará bien —me prometió, acercándose con Julie aún en sus brazos.
Eli, Tyler y Alli mantuvieron su posición, vigilando a Monroe mientras Scott se acercaba a mí. Por fin, el veneno comenzaba a perder efecto, y sentí un leve hormigueo en mis extremidades.
—Gracias... gracias por llegar a tiempo —dije entre sollozos, extendiendo los brazos hacia Julie.
Scott me la entregó con cuidado, y mientras la sostenía contra mi pecho, sentí que el mundo volvía a encajar en su lugar.
La batalla no había terminado del todo, pero en ese momento, estábamos juntos y a salvo. Y eso era lo único que importaba.
—no crean que esto es el final —dijo la cazadora —no descansaré hasta exterminar a todos los monstruos, a ustedes.
Scott giró lentamente hacia Monroe, sus ojos brillando de rojo intenso mientras sostenía a Julie con cuidado.
—Si vuelves a acercarte a mi familia, no habrá lugar en el mundo donde puedas esconderte —gruñó con una intensidad que hacía temblar el aire.
Alli avanzó, sus ojos dorados destellando furia mientras su postura reflejaba un control impecable.
—Te dimos demasiadas oportunidades, Monroe. Si sigues buscando problemas, no saldrás viva la próxima vez —dijo con firmeza.
Monroe lanzó una risa amarga, aunque era evidente que estaba comenzando a sentir el peso de la situación.
—Creen que porque son más fuertes pueden ganar, pero siempre hay una forma de derrotar a los monstruos. Es mi misión, y no descansaré hasta cumplirla —dijo, con un destello de fanatismo en sus ojos.
Eli soltó un gruñido bajo, dando un paso al frente.
—Eres tú la que siempre está buscando pelea. No esperes que sigamos mostrando compasión.
Monroe miró a Eli, luego a Alli y Tyler, quienes permanecían en guardia. Sabía que estaba superada en número y fuerza. Respirando con dificultad, retrocedió hacia la pared.
—Esto no termina aquí —repitió con un tono frío, buscando intimidarlos, aunque su voz temblaba levemente.
Scott entregó a Julie a mis brazos y dio un paso adelante, poniéndose cara a cara con Monroe.
—Hazlo —le dijo, su tono grave y desafiante—. Intenta algo más, y te prometo que será lo último que hagas.
Por un momento, Monroe pareció considerar sus opciones, pero finalmente apretó los dientes y desvió la mirada.
—Esto no ha terminado —murmuró una vez más antes de girarse hacia la puerta, con una expresión que dejaba claro que planeaba regresar.
Alli y Eli la escoltaron hacia la salida mientras Tyler mantenía la mirada fija en ella, sus ojos oscuros cargados de advertencia.
Cuando la puerta se cerró detrás de Monroe, la habitación se llenó de un pesado silencio. Scott volvió a mi lado, colocando una mano sobre mi hombro.
—¿Estás bien? —me preguntó, con la preocupación evidente en su voz.
Miré a Julie, quien ahora estaba tranquila en mis brazos, y asentí débilmente.
—Lo estaré, mientras estemos juntos —respondí, aunque mi mente seguía recordando el peligro que acabábamos de enfrentar.
Scott miró a nuestros hijos, que aún estaban alerta y listos para cualquier otra amenaza.
—Hicieron un buen trabajo —les dijo, con una mezcla de orgullo y alivio.
Alli sonrió levemente, aunque sus ojos seguían brillando con una furia contenida.
—No vamos a dejar que nadie nos separe —afirmó, mirando a Julie con determinación.
Eli cruzó los brazos y asintió.
—Si vuelve, estaremos listos.
Tyler, aunque aún procesando lo ocurrido, dio un paso al frente.
—Esto es lo que significa ser familia, ¿no? Protegernos unos a otros.
Scott sonrió débilmente y asintió.
—Exactamente.
Aunque Monroe se había ido, todos sabíamos que la amenaza no había desaparecido por completo. Pero juntos, como una familia unida, estábamos listos para enfrentarnos a lo que viniera.
—estaba tan asustada —admití mirando a mi pequeña —creí que no podría salvarla, creí que la perdería.
Scott se arrodilló junto a la cama, tomando mi mano con cuidado mientras me miraba con esos ojos llenos de comprensión y amor.
—No la ibas a perder, Madds —dijo con firmeza, su voz calmada pero decidida—. No mientras esté aquí. Nunca dejaré que alguien le haga daño a nuestra hija.
Miré a Julie, acunándola más cerca de mi pecho mientras sentía las lágrimas llenar mis ojos.
—Pero no podía moverme, Scott... estaba paralizada, impotente. Todo lo que podía hacer era mirar cómo Monroe... cómo esa mujer intentaba matarla. ¿Qué clase de madre soy si no puedo proteger a mi propia hija?
Scott sacudió la cabeza y apretó suavemente mi mano.
—Eres una madre increíble, Ángel. No fue tu culpa. Monroe te tomó desprevenida, y eso no te hace menos fuerte ni menos capaz. Mira a Julie... está aquí, contigo, porque luchaste con todo lo que tenías.
Sentí un nudo en la garganta mientras observaba a nuestra pequeña bebé, ahora tranquila, con sus diminutas manos agarrándose a mi blusa.
—Ella merece estar segura, siempre. Merece una vida normal, sin tener que enfrentar todo esto —dije en voz baja, casi como un ruego.
Scott asintió, su mirada llena de determinación.
—Y se la daremos. Haremos todo lo necesario para que esté a salvo. Monroe no volverá a acercarse a nuestra familia.
Los ojos de Alli, que se encontraba apoyada contra la pared, brillaron con intensidad mientras intervenía.
—No estás sola, mamá. Julie tiene a todos nosotros para protegerla, siempre.
Eli, aún de pie cerca de la puerta, agregó con un tono firme:
—Somos una familia, y eso significa que cuidamos unos de otros.
Tyler, aunque más callado, asintió con una leve sonrisa.
Respiré hondo, dejando que esas palabras me calmaran un poco. Miré a Scott, Alli, Eli y Tyler, sintiendo una oleada de gratitud y amor por mi familia.
—Gracias... a todos.
Scott me besó la frente suavemente y luego miró a Julie, acariciando con cuidado su pequeña cabeza.
—Ella es fuerte, igual que su mamá. Y juntos, siempre vamos a encontrar la forma de superar cualquier cosa.
Aunque el miedo seguía ahí, arraigado en mi pecho, también sentí algo más: esperanza. Una esperanza que crecía con cada mirada, cada palabra de apoyo, y la certeza de que, mientras estuviéramos juntos, podíamos enfrentar cualquier tormenta.
Eli se acercó a Alli, con la preocupación visible en su rostro mientras tomaba suavemente su mano.
—¿Estás bien? —preguntó, su voz baja pero cargada de emoción.
Alli asintió, apretando la mano de Eli para darle tranquilidad.
—Estoy bien, Eli. Gracias por estar ahí —respondió con una leve sonrisa que no logró ocultar del todo el cansancio y el susto reciente.
Observé la escena desde mi lugar en la cama, acunando a Julie en mis brazos. La forma en que Eli miraba a Alli, cómo la protegía con esa mezcla de nervios y valentía, me hizo recordar tantas cosas de Scott y de mí cuando éramos más jóvenes.
—Míralos —murmuré, inclinándome hacia Scott—. Me recuerda tanto a nosotros cuando teníamos su edad.
Scott soltó una leve risa, aunque sus ojos permanecieron fijos en la pareja frente a nosotros.
—Sí... lucen exactamente igual a nosotros —asintió, pero luego su tono cambió, tornándose un poco más severo mientras cruzaba los brazos sobre el pecho—. Pero si la embaraza, te juro que lo voy a...
—¡Scott! —lo interrumpí, mirándolo con incredulidad y reprimiendo una risa.
—¿Qué? Solo digo —se encogió de hombros, aunque sus ojos brillaban con un toque de diversión—. Quiero ser abuelo algún día, pero no tan pronto.
Alli, que había escuchado claramente el comentario de su padre, giró rápidamente la cabeza hacia él, su rostro teñido de un rojo intenso.
—¡Papá! —exclamó, mortificada.
Eli soltó una risita nerviosa, soltando la mano de Alli por reflejo.
—Yo jamás... o sea, no tan... uh... —balbuceó, claramente incómodo.
Scott levantó las manos, como si quisiera calmar a todos, pero no pudo evitar agregar:
—Solo asegurándome, muchacho.
Me llevé una mano a la frente, tratando de contener la risa ante la escena que se desarrollaba frente a mí.
—Scott, déjalos en paz. Apenas se están recuperando de lo que pasó con Monroe, y aquí estás tú, metiendo más presión.
Él suspiró, levantando las cejas con aire inocente.
—Está bien, está bien. Pero sigo vigilándolos.
Eli y Alli compartieron una mirada, y aunque ambos estaban visiblemente avergonzados, había una chispa de complicidad entre ellos que me recordó aún más a nuestra historia.
Julie se removió en mis brazos, y eso me devolvió la atención por completo a ella. Miré a mi pequeña, sintiendo un amor tan grande que casi me desbordó.
—Lo que importa es que estamos juntos —dije en voz baja, mirando a mi familia con una mezcla de ternura y gratitud—. Siempre lo estaremos.
Scott se inclinó y besó mi frente, murmurando con una sonrisa:
—Siempre, Ángel. Siempre.
—¿puedes pedir mi alta voluntaria? No quiero pasar otra noche aquí —dije luego de un rato —la bebé y yo estamos bien pero no seguras.
—¿Puedes pedir mi alta voluntaria? —dije después de un rato, mientras acariciaba suavemente la cabeza de Julie, que descansaba en mis brazos—. No quiero pasar otra noche aquí. La bebé y yo estamos bien, pero no seguras.
Scott me miró con el ceño fruncido, claramente preocupado.
—Ángel, acabas de dar a luz, y lo que pasó con Monroe... no creo que sea una buena idea apresurarnos en salir del hospital. Aquí tienes atención médica inmediata si la necesitas.
—Lobito, no es solo por mí —respondí, alzando la mirada hacia él—. Julie está aquí, expuesta. Monroe pudo entrar sin problemas esta vez, ¿qué pasaría si vuelve? No puedo arriesgarme.
Scott suspiró, pasándose una mano por el cabello en un gesto de frustración.
—Lo entiendo, pero no quiero que pongas en peligro tu salud. Tú y Julie son mi prioridad, y no puedo protegerlas adecuadamente si algo sale mal.
—Confía en mí, estoy bien. Y si pasa algo, podremos llamar al hospital —insistí—. Pero aquí, sabiendo que Monroe sigue por ahí, no voy a poder dormir ni descansar.
Scott miró a Julie, que dormía tranquila en mis brazos, y luego volvió a mí. Sus ojos reflejaban su lucha interna entre querer mantenernos bajo supervisión médica y respetar mi decisión. Finalmente asintió, aunque con evidente reticencia.
—De acuerdo, pediré el alta, pero con una condición: iremos directamente a casa, y no me separaré de ustedes ni un segundo.
—Está bien —accedí, sintiéndome aliviada por salir pronto de aquel lugar que ya no sentía seguro.
El castaño salió de la habitación para hablar con el personal médico. Mientras tanto, acaricié la mejilla de Julie, sintiendo cómo mi cuerpo se relajaba ligeramente con solo mirarla.
—Pronto estaremos en casa, pequeña —murmuré en voz baja, como una promesa.
No pasó mucho tiempo antes de que Scott regresara con una enfermera, quien confirmó que me darían el alta voluntaria después de realizar un chequeo rápido y asegurar que tanto la bebé como yo estábamos en condiciones de irnos.
—Todo parece estar bien, señora McCall —dijo la enfermera con una sonrisa—. Pero recuerde seguir las recomendaciones médicas y avisarnos si nota algo fuera de lo común.
Asentí agradecida mientras Scott comenzaba a reunir nuestras cosas. Pocos minutos después, estábamos listos para salir. Scott tomó a Julie en su portabebés, asegurándose de que estuviera bien acomodada, mientras yo caminaba con cuidado hacia la salida.
El aire frío de la mañana nos recibió cuando dejamos el hospital. Aunque todavía sentía una ligera debilidad, el simple hecho de estar fuera de esas paredes me hizo respirar más tranquila.
—Vámonos a casa —dije con determinación.
Él asintió, colocando una mano protectora sobre mi espalda mientras me guiaba hacia el auto. Allí, con Julie entre nosotros, sentí por primera vez desde su nacimiento una pequeña chispa de calma y esperanza.
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