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«capítulo uno»

Cajas.

Eso es lo primero que vi al salir de mi casa para dirigirme a la escuela, enormes cajas de mudanza por todos lados.

Inmediatamente dirijo mi mirada hacia enfrente encontrándome con un camión de donde varios hombres bajaban cajas y muebles para meterlos a la casa de los vecinos, al parecer el señor y la señora Smith por fin habían logrado vender su casa, a decir verdad estaba feliz por ellos ya que hace tiempo querían mudarse a una casa de ancianos en Palm Springs, sin embargo extrañaré las galletitas recién horneadas.

Sin perder mucho tiempo ya que iba tarde—lo que no era una novedad— quito la mirada de la gran casa para dirigirme a mi auto, un Audi descapotable negro, la tía Alice me lo había regalado hace algunos años por mi cumpleaños dieciséis.

Vivo con ella desde los quince y a pesar de que ya tengo dieciocho no logro acostumbrarme a los lujos de su vida, que ahora también es mi vida en realidad.

Sin pensar mucho más me subo al auto para prenderlo y colocarme mis lentes de sol mientras escucho el nuevo disco de imagine dragons en los altoparlantes así que, al ritmo de mi queridísimo Dan Reynolds salgo de la cochera de casa, antes de acelerar me fijo que no haya alguna persona a la que pueda atropellar o alguna caja que se interponga en mi camino.

Al darme cuenta de que no había nada interrumpiendo el paso me dispuse a salir, pero eso nunca sucedió ya que me distraje un poco, al mirar por el retrovisor fui capaz de ver al ser más perfecto que haya visto jamás, un chico se encontraba intentando bajar una pesada caja del camión, sus facciones y cabello negro me hacían entender que no era de por aquí, casi comienzo a babear cuando sus músculos se flexionan al tomar la caja entre sus brazos.

Oh dios, todas esas veces que rogué para vivir una historia de libro no me refería precisamente a que me mandaras un Ángel caído como vecino.

Gracias a dios pasa algo que me demuestra que el chico no puede ser tan perfecto como parece—menos un Ángel caído— casi veo en cámara lenta como la caja era tan pesada que se tropieza junto con ella cayendo de cara al piso.

Suelto una carcajada tan grande que agradezco tener el techo del auto puesto, por que si no, de seguro me hubiera escuchado, pasó varios minutos más riéndome al punto de las lágrimas, la escena fácilmente pudo haber sido un vine.

Al pasar por enfrente del chico, le pongo pausa a la música y bajo la ventanilla del auto al tiempo que lo miraba de cara, solo para posar mis lentes oscuros en mi cabeza.

Aunque para mi era realmente difícil verlo a la cara sin reírme de su caída, lo intento.

—Eres el nuevo vecino, ¿no?

El chico levanta la cabeza al oírme hablar, de forma cortante contesta mi pregunta—Si.

—Espero que estes teniendo una buena bienvenida al vecindario.

—En realidad, acabamos de llegar hace unas horas y ningún vecino nos ha dado la bienvenida aún—Me contesta sin darle mucha importancia.

—Pues parece que el piso te dio una bienvenida muy buena—Digo sin poder aguantarme una carcajada.

El frunce el ceño para después poner una sonrisa burlona que no me gusta nada.

—¿Así que llevabas tiempo observándome?—Mis risas cesan al oír lo que insinuaba.

—Si—El se sorprende ante mi sinceridad, creo que eso no era lo que esperaba.

—Bueno, te agradecería si dejarás de acosarme.

—No te acosaba—Le contesto, con el ceño fruncido.

—¿Entonces por que estas sonrojada?

—¿Que? No estoy sonrojada—Hablo viéndome de reojo al espejo, bueno, no estaba sonrojada pero ahora si, genial.

—Ahora si que lo estás—Me avisa con suficiencia—Bueno como sea, yo tengo otras cosas que hacer y supongo que tú también, así que, hasta luego acosadora.

El se da la vuelta y yo no puedo dejar que el diga la última palabra en esta conversación.

—¡No me digas así, no te estaba acosando!—Y cuando el simplemente sin voltear a verme levanta la mano en señal de haber escuchado, eso es algo que me enoja más—¡Imbécil!

Pero el ya había entrado a su casa, dejándome completamente enojada.

«Exhala, inhala»

«Exhala, inhala»

«Exhala, inhala»

Muy bien Nirvana, vas mejorando, la antigua yo ya le hubiera pegado un puñetazo, si, era un poquitín impulsiva.

Vuelvo mi vista al reproductor de música para que vuelva a iniciar, de paso veo la hora.

¡Mierda! Ahora si que voy tarde, si en cualquier momento me reprueban por retardos no me sorprendería.

Dejando atrás todo el asunto del vecino imbécil me concentro en llegar a la escuela, después de veinte minutos por fin me encuentro cruzando las puertas del liberty high school, e asistido a esta escuela toda mi vida, a pesar de que cuando me fui a vivir con mi tía ella quiso cambiarme a una escuela para niños pijos y millonarios le pedí que me dejara quedarme aquí, quería aferrarme a lo único que conocía en esos momentos donde todo era nuevo para mi, ella lo entendió y me dejo quedarme y bueno, así es como llegue a mi último año de preparatoria en la liberty high, pensándolo bien debería de apurarme si no quería quedarme en último año para siempre.

Mientras caminaba a pasos largos por los pasillos de la escuela no había nadie más que yo, sin ninguna interrupción me dirijo—veinte minutos tarde— a mi primera clase.

Toco la puerta dos veces antes de entrar sin esperar respuesta alguna, todos voltean a verme.

Eso es algo que no me molesta, la atención, no te puede molestar la atención de las personas cuando planeas triunfar en Broadway alguna vez en tu vida.

—Señorita Sprouse, llegando tarde otra vez, que novedad—Me informa el profesor de química sarcástico.

Antes de que lo piensen, no, no tengo ningún parentesco con los gemelos Sprouse, ya quisiera yo.

—Mejor tarde que nunca ¿no, Marty?—Le contestó llamándolo por su nombre de pila, no era la primera vez que lo hacía, todos sueltan unas risitas mientras el profesor niega con la cabeza.

—Solo siéntese, Sprouse—Aguantando mis ganas de decir algún comentario estupido al respecto me dirijo a mi asiento a paso relajado, al llegar me encuentro con Emma casi roncando en el asiento contiguo, me siento en mi respectivo lugar mientras el profesor sigue hablando, me era casi imposible concentrarme sobre átomos cuando a mi lado alguien estaba roncando como un oso, parece ser que no soy la única a la que le molesta la situación ya que Jacob habla.

—Profesor Matthews, ¿se puede dormir en clase?—Todos soltamos gruñidos cuando oímos su pregunta.

Odiaba que mis compañeros hicieran ese tipo de preguntas retóricas a los maestros solo para joderle la vida a alguien, era obvio que no podíamos usar el celular, dormir, comer o tener casi sexo en el aula, creo que no hay necesidad de decir algo por el estilo solo para que el maestro se entere, lo encontraba ridiculo y una actitud de niño de kínder, pero bueno.

—Usted sabe que está prohibido, Smith—Contesta Matthews acomodándose sus lentes—Creo que no hay necesidad de repetirlo.

—Creo que a una de nuestras compañeras no le quedó claro.

—¿Está vez quien fue?—Replica cansado, si yo estuviera en su posición también lo estaría, es más, creo que estaría llorando en un rincón mientras dejaba que todos se mataran entre sí, felices juegos del hambre—¿Acaso fue Sprouse?

—A mi ni me miren—Digo levantando las manos en son de paz acomodándome mejor en mi asiento, esto sería divertido.

—No, no, déjenme adivinar—Prosigue hablando, tomando una pluma y un pase a detención con sus manos, se balancea de un pie al otro mientras masajea sus sienes, creo que después de todo si que se está volviendo un poco loco—¿Fue Brown, cierto?—Sin siquiera esperar respuesta anota algunas cosas en el pase y se dirige al asiento de mi derecha, sin previo aviso deja bruscamente el papel en el escritorio de Emma causando que se despierte desorientada y adormilada, todos nos reímos del momento.

—Detención, dos horas, después de clases.

Solo la veo rodar los ojos para murmurar por lo bajo:

—Mierda.

Y ella es Emma Brown, mi mejor amiga.



-Magcult✨

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