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IX: Die

"... En otras noticias, un brillo de esperanza rompe la oscuridad.

Park JiMin, la víctima más joven del desafortunado accidente fue estabilizado luego de que otro interno; Min YoonGi,  reparó que seguía con vida. Se encuentra en la unidad de cuidados intensivos mientras las autoridades intentan contactar a la familia del sobreviviente."

—Jé ¿Ves? Soy un puto héroe —sentenció YoonGi con la boca llena de gelatina de fresa sin azúcar. Era cierto que tenía un sabor extraño pero, podía comerse al menos.

—El vocabulario, YoonGi —regañó su madre posando una mirada reprobatoria en el chico. No existía fuerza en el mundo que lograra hacer que su hijo dejara las vulgaridades.

—No jodas, vieja —reprochó, y una revista voladora impactó contra su cabeza— ¿Me das dinero para un chupeta?

Preguntó al levantarse de la cama, estirando su cuerpo. Estar todo el día en una cama de hospital no era exactamente algo que le gustara, así que siempre iba por algún dulce solo para estirar las piernas al vagar por los pasillos. Su madre lo sabía, pero era mejor eso a que solo se fugara. Con él nunca había manera. 

—Ten. Solo una, no puedes comer mucho dulce.

Tomó el dinero y se colocó un abrigo. Bajó a la primera planta donde se encontraba la cafetería, pero en lugar de solo comprar el caramelo, optó por algo mucho mejor; una dona, completando el monto con el dinero que le dio el día anterior que se supone fue para un yogurt. La comió con infinito placer en cada bocado, lamiéndose los dedos al finalizar mientras se dirigía al último piso donde estaba la unidad de cuidados intensivos. 

Caminó por el pasillo observando a varias personas llorar, tuvo un nudo en la boca del estómago al ver como sacaban un cadáver que recién desconectaban de las máquinas que lo mantenían con vida. Tragó pesado ¿Y si la situación de JiMin era tan grave como para no despertar?

Miró por la ventana al interior de la unidad, allí lo vio en una camilla. Le causó cierta fatiga los varios artefactos adheridos al cuerpo del pequeño y pálido chico que tenía una parte de la cabeza rapada, moretones en su blanquecina piel. Lo observó absorto con un rostro inescrutable. 

—Park JiMin... No puedes morir ¿Oíste, idiota? —murmuró colocando una mano en el vidrio. 

No le conocía pero sentía una unión con ese chico, quizá estaba exagerando. ¿O finalmente había enloquecido? Se prometió visitarlo cada día hasta que abriera los ojos, estaba tan solo, él conocía el frío penetrante de la soledad. Tal vez JiMin querría un amigo, YoonGi quería un amigo. 

Volvió a su habitación, su madre no estaba, pero dejó una nota comunicando que volvería con ropa limpia para él. YoonGi se acostó en la cama, sin poder sacarse al otro joven de la cabeza. 









— ★ —





La cabeza le dolía como si fuera fraccionada con martillo y cincel. Se removía, buscando acomodo entre las cálidas mantas. Nada, la incomodidad no se apaciguaba. 

Necesitaba a JiMin.

En este tiempo ha sido consiente que de alguna manera no ha valorado a JiMin como debería. Él debería ser feliz, llevar una vida común y corriente que no conllevara la responsabilidad, preocupación y dificultad de lidiar con una persona como él; cuya condición está lejos de mejorar en el futuro próximo. Es era su pensamiento, el que le atormentaba largas noches. 


Como toda tu vida, YoonGi.
No hay nada bueno en ella ¿Por qué no te matas de una vez?
JiMin te dejará

¿Por qué no te matas?
No tienes nada que hacer aquí.


Las voces menguaban, una lejos, otras cerca. Murmullos, casi gritos, una variedad increíble. Femeninas, masculinas. Siempre variaban, atormentándolo, no dejándolo discernir entre la realidad y la alucinación de una mente enferma. En ocasiones las obedecía, eran tan reales... ¿cómo no? solo entonces sentía algo de paz pero entre más deseare huir, crecía el estrés. 


La ventana... Salta

Afuera es mejor que aquí ¡Ya hazlo! 


YoonGi se mordisqueó los dedos, sostuvo su cabeza entre ambas manos, hundiendo sus trémulos dedos en su cabello. 


JiMin, él no te quiere, solo es lástima ¡Ya salta!




¿Por qué ese día estaba tan mal? todo parecía desencajar. Se levantó de la cama, tomo le dio vueltas. Quiso volver a recostarse pero largos dedos negros surgieron de las sábanas, apretaron sus brazos como queriendo llevarlo consigo a la profundidades de sus pesadillas. Ahogó un grito, se apartó con tanta rapidez que se golpeó la espalda con la pared. Tembló, y la ventana empezó a lucir prometedora. 


¡Inclínate más, YoonGi!
¡Ya vienen por ti, huye!





La voz pedía desesperada, con una agudeza femenina que le incitaba. YoonGi jadeó cuando a por debajo de la puerta se colaba una espesa bruma negra que se levantaba del suelo para tomar una forma humanoide honorifica; extremidades largas, rostro pequeño con una sonrisa enorme, afilada, ojos vacíos, negros. 





Huye
¡Vete, cobarde!
¡Mátate!




Pasó saliva con pesadez, tiró de la ventana para abrirla pero los seguros se lo prohibían. La figura seguía allí, de pie, observándolo con el par de cuencas solitarias en el rostro. El miedo creció, la ansiedad, el corazón le palpitó más rápido. Con el jarrón de las flores en la cómoda golpeó el cristal, lo rompió y sacó el torso por la ventana. Observó el paisaje, la brisa le movió el cabello. 




Eres una carga para todos, salta. ¡Huye! ¡Protégete! 


Cerró las manos en torno al marco de la ventana, la sangre fluyó fuera de su torrente manchando el blanco impoluto del plástico. Jadeó por el dolor, cerró los ojos y una lagrima resbaló. Las piernas le temblaron al igual que sus labios. Tenía miedo de morir, una parte de él lo quería saltar pero tampoco quería retroceder a las fauces de su fúnebre visitante, no quería ser arrastrado a las profundidades del infierno. Gimió de dolor cuando al subir una pierna por la ventana se raspó la piel. Salió, quedando parado en el pequeño borde, el viento le chocaba contra la cara, sus manos lastimadas apretaban con más fuerza. En medio de su estado, pensó que era una noche particularmente bonita. 


Salta, YoonGi.
¡Hazlo inútil!







Liberó el agarre de una de sus manos, su cuerpo se tambaleó hacia adelante. Vio las personas aglomerarse para ver al suicida, a él, a punto de cometer uno de los pecados más atroces concebidos. Pensó que dejaría de estar enfermo, ya no sufriría al no diferenciar la realidad de su mente atrofiada. De su mente mentirosa. ¿Y JiMin? ¿Qué pasaría con él entonces? fácil, sería libre, encontraría a alguien con el cual llevar una vida llena de gozo, sin medicamentos, sin inestabilidad, sin constante martirio. Se lo merecía, ya había pasado por mucho. 





Salta...



Cerró los ojos, alzó la barbilla mirando al cielo. Estuvo a nada de soltarse cuando fuertes manos tiraron de su camiseta, impulsándolo hacia atrás. Se golpeó en la parte posterior de la cabeza con el marco de la ventana, lo último que vio fueron personas horrorizadas, las luces se volvieron destellos y apenas escuchó la voz familiar que lo llamaba. 

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