Jeongin tapó su rostro avergonzado con una mano, las ocurrencias de su esposo ya no lo sorprendían, pero no quitaban la vergüenza que le hacía pasar con los pedidos tan subidos de tono que le hacía.

—Solo somos tú y yo, cielo, no hay nada por lo que debamos avergonzarnos —consoló el mayor del otro lado de la pantalla.

—Está bien, hyung, pero solo será esta vez, no me vuelvas a pedir de nuevo esto —pidió suspirando, el mayor aceptó con una risita y Jeongin acomodó el celular en la mesita de noche para que diera vista a toda la cama, se dirigió al closet que compartía con su esposo y sacó el objeto que había dentro de un empaque negro, Jeongin se sonrojó a más no poder y tratando de no pensar mucho en lo que estaba a punto de hacer, se subió a la cama, estirándose sacó el bote de lubricante que siempre se encontraba en el cajón de la mesita de noche y lo colocó junto al objeto en la cama.

Chan sonrió después de relamerse los labios y acomodo el iPad del lado izquierdo de su cama, viendo a su joven esposo evitar mirar a la pantalla.

—¿Por qué no comienzas quitándote la bata, cariño? —sonando más a una sugerencia que pregunta, el obediente menor hizo caso y dejó caer la fina tela de seda por sobre sus hombros, recién había salido de bañarse por lo que se encontraba completamente desnudo, Chan sonrió satisfecho, Jeongin era un dios por donde quiera que lo viera, apenas llevaba dos semanas fuera de Corea de nuevo y extrañaba como loco poder tocar y besar esa exquisita piel—. Diablos, me encantas.

Jeongin se sonrojó, aún evitaba mirar hacia la pantalla, mientras seguía las indicaciones de Chan.

—Toca tus pezones.

—Anda, bebé, lame tus bonitos dedos, así, humedécelos más, quiero ver esa linda lengua... Eso, me encanta escuchar tus gemidos, no sabes cuánto me pone.

En algún punto, y no sabía en qué momento, terminó de rodillas en la cama, su pecho recostado sobre el colchón, ofreciendo a su esposo una vista perfecta a su trasero.

—Bien, pequeño, ahora introduce el dildo despacio, tomate tu tiempo, hazlo como más te guste.

Con un poco de nervios, Jeongin comenzó a introducir el juguete en su interior, las piernas le temblaban, empujó un poco más hasta que la punta del dildo tocó su próstata y lo hizo jadear.

—¿Ya está todo dentro?

Asintió con los ojos cerrados, la colcha frotándose en la mejilla sonrojada, su pene goteaba, escuchaba movimiento con su esposo y se atrevió a abrir los ojos sólo para observar el pecho desnudo del mayor y una de sus manos sosteniendo su gran falo endurecido que había sacado del pantalón de pijama.

—En la base del dildo hay un botón, son diez velocidades, puedes apretar el botón cada vez que quieras que aumente la velocidad.

Con las manos temblorosas, el doncel alcanzó la base del juguete y aplastó el botón, dio un respingo en cuánto las vibraciones se hicieron presentes y gimió gustoso.

—Mierda, te miras tan caliente —murmuró Chan comenzando a acariciar su pene con lentitud, disfrutando de la espectacular vista de su esposo masturbándose con él de espectador.

—Hyung... ¡Ah! ¡Hyung! —incontrolablemente llamaba al mayor mientras comenzaba a penetrarse a sí mismo con el dildo—. Hyung —sollozó—, no puedo correrme sin el tuyo —lloriqueó.

—Cierra los ojos, amor, imagina que es el mío —Jeongin gimió más fuerte, moviendo sus caderas al compás de las embestidas que él mismo se daba con el juguete—. Rayos, Jeongin, aumenta la puta velocidad, y grita más fuerte para Daddy.

El menor aplanó dos veces más el botón y se sintió desfallecer cuando el objeto dentro de él comenzó a moverse en círculos, la vibración aún persistía y gimió más fuerte cuando los chorros de semen cayeron en la colcha, sus piernas por fin cedieron y dejó caer su cuerpo en la cama, jadeante sacó el juguete y se atrevió a mirar al mayor, Chan se masturbaba con fuerza hasta que el semen salió de su uretra con tanta presión que manchó su pálido pecho. Ambos regulaban sus respiraciones ante el erótico y caliente momento que acababan de pasar.

—Me urge regresar a casa —murmuró el mayor, mientras su esposo le sonreía con pereza.