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𓆩*𓆪 Ocho

Los días pasaron tensos entre ambos, las discusiones se hacían cada vez más frecuentes y sin sentido. Jeongin se sentía un tanto apartado por su esposo y Chan prefería mantenerse al límite de trabajo con tal de no pensar en los problemas matrimoniales que estaban teniendo y sinceramente se estaba hartando de la situación.

El menor se sentía cansado, a pesar de que Flower Fantasy estaba siendo un éxito, él no se sentía emocionalmente estable y no sabía muy bien qué hacer con él mismo.

Decaído, se dedicaba a regar las macetitas que colgaban en las orillas de su huerto, les hablaba de manera amorosa, "que lindas están hoy", "¡Pero qué bonito color!", "tus botoncitos están preciosos, seguro se abrirán mañana", eran las frases que le dedicaba a las plantas que, junto con Hyunjin, cuidaban con esmero.

Jeongin se sentía identificado con las plantas, eran tranquilas, armoniosas y tenías que dedicarles de tu tiempo y cuidado para que lleguen a crecer o florecer bonitas y sanas.

Justo cuando miró una de las bonitas camelias que llegaron ese día, se distrajo mientras seguía caminando que no prestó atención al charco de lodo que se había formado frente a él, soltó un pequeño gritito al resbalar y sus glúteos recibieron el golpe de lleno.

—¡Jeongin! —el grito de su esposo le hizo tragar el nudo en su garganta, aun así, sus ojos siguieron cristalizados por las repentinas ganas de llorar, algo que sucedía con frecuencia últimamente—. Dios, sujétate de mis hombros —pidió con preocupación.

El menor fue cargado cual príncipe y lo llevó a una de las banquitas, el pelinegro se sentó y de alguna manera logró que su esposo quedara con el pecho en su regazo.

—¿Qué haces, Hyung? —preguntó avergonzado cuando el mayor comenzó a bajar sus pantalones.

—Reviso que mi tesoro nacional no se haya lastimado demasiado —murmuró haciendo una mueca, los glúteos de Jeongin se encontraban rojos y estaba seguro que eso dejaría un hematoma—. Tu torpeza es tierna hasta cierto punto.

—¡No hagas eso aquí, Hyung! —se quejaba sintiendo los labios de su pareja dejando besitos en su lastimada retaguardia.

—Solo trato de aliviar tu dolor —dijo con una sonrisa que se borró en seguida, ahora la seriedad marcaba su rostro y con suavidad volvió a colocar bien la ropa de su esposo—. Y con dolor me refiero tanto al físico, como al emocional.

El nudo volvió a crecer en la garganta de Jeongin.

—Sé que es temprano, pero me gustaría que nos tomáramos un tiempo para conversar, nada de restaurantes, te haré la cena y charlaremos sobre nosotros.

Jeongin asintió, sinceramente tenía un poco de miedo, a veces sentía que Chan se cansaría de su llanto y drama para dejarlo por alguien más maduro.

Chan preparó un corte New York con romeritos y vino tinto, Jeongin le ayudó con un poco de puré de papa y ambos se sentaron a cenar en la terraza de su casa, las copas de vino ya estaban servidas y a pesar de que el ambiente era romántico, el menor se encontraba nervioso.

—Amo tu comida, Hyung —confesó el menor saboreando la deliciosa y jugosa carne.

—Sabría mejor si la comieras como se debe.

—No puedo comer algo crudo, me enfermará —se quejó con un puchero fingido.

—El término tres cuartos no es crudo, es una cocción en su punto —explicó.

Jeongin miró el plato de su esposo y aguantó las ganas de hacer una mueca de asco.

—Prefiero que quemes mi carne a comerla cruda.

—Puedo hacer muchas cosas con tu carne, cielo —murmuró dando un trago a su vino, Jeongin se atragantó con el alimento en su boca, provocando una sonrisa en su marido—. Y no creo que estés listo para quemarte, bebé.

—¡Hyung!

El mayor rió, al menos había tranquilizado los nervios del menor.

Una vez terminada la cena, Jeongin recogió los platos y los dejó en el lavabo para limpiarlos después, por ahora quería concentrarse en lo que su esposo le diría.

El mayor se encontraba sentado en la silla colgante que había en su terraza, con una seña pidió que Jeongin se acercara para sentarlo en su regazo, le abrazó por la espalda y recargó su mentón en el hombro ajeno dejando besitos en el fino cuello.

—Eres hermoso —susurró, Jeongin suspiró—, y te amo demasiado.

El popular nudo regresó y el rubio se acomodó de frente a su esposo, con las piernas a los lados de los muslos contrarios y rodeando con sus delgados brazos el cuello de Chan.

—También te amo, Hyung.

—Lo sé —dijo con una sonrisa, dando piquitos en los gorditos labios—. Es por eso que me preocupa lastimarte y creo que últimamente lo he hecho.

—Tú no tienes la culpa...

—Déjame terminar, cielo —Jeongin apretó los labios que fueron besados por su mayor—. Mira, Jeongin, tal vez no sea excusa, pero siempre he sido una persona muy reservada y nada tolerante, me molestan muchas cosas y puedo llegar a ser un maldito hijo de puta. Es por eso que no estoy acostumbrado a ciertos nuevos sentimientos que he tenido que experimentar por primera vez, contigo —Jeongin lo Miró interrogante, Chan continuó—. Últimamente me siento demasiado celoso y posesivo contigo, y no es que no confíe en ti, al contrario, pero a veces eres demasiado bueno e ingenuo que no notas las malas intenciones de los demás, es por eso que me alejé, no quiero explotar mi hombre de las cavernas contigo, eres libre de tener los amigos que quieras y salir con quien sea que quieras.

—Aun así, no entiendo, Hyung —susurró el menor, aliviado de no ser el culpable por la lejania de su Hyung para con él, bueno sí, pero no en el mal sentido—. Solo salgo con Félix, Changbin o Hyunjin Hyung, algunas veces con Minho y Seungmin Hyung.

—Se te olvida el puñetero entrenador musculoso —mencionó con molestia y fastidio.

Jeongin abrió los ojos con impresión.

—Pero si Jungkook Hyung nos dejó en claro que no estaba interesado en mí —un puchero involuntario se formó en sus labios—. Y jamás te daría motivos para desconfiar en nuestra relación profesional.

—Mira, pequeño, el problema aquí es que eres malditamente hermoso, tienes un trasero que solo incita a comerlo, unos labios demasiado apetitosos y ni hablar de tu perfecta cintura, todo en ti grita: provocativo. Aunque no lo hagas apropósito, no me voy a tragar eso de que no le interesas ni un poco cuando hasta tu amigo doncel se la pasa manoseándote.

—¿Entonces quieres que deje de ser mi entrenador?

—¡No! De eso no se trata esta charla, mi amor, ninguno de los dos tiene que ceder. Tú no estás haciendo nada malo, mi idea es ir a un psicólogo para tratar mi problema posesivo y temperamental.

—Bueno, me parece buena idea, Hyung, eres muy joven para hacer tantos corajes —dijo con una sonrisa divertida.

—¿Te estás burlando de mí, mocoso?

—Nop.

—Cómo sea, el plan es que yo trate mi temperamento y tú tus problemas de confianza.

—Ummm... Yo no tengo problemas de confianza —susurró.

—Sí los tienes, cariño —aseguró besando una de las mejillas—. Y estoy seguro que todo viene desde los estúpidos ideales que tu madre metió en tu cabeza, y yo no he sido de mucha ayuda, así que a partir de mañana iremos a tratarnos, ¿bien?

El rubio lo dudó un momento antes de asentir, no creía tener un problema, pero si eso ayudaría a su matrimonio, lo haría. Además, era una manera de apoyar a su esposo, sabía que para Chan era algo difícil controlar su carácter.

Ninguno de los dos se rendiría para sacar adelante su vida juntos.

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