Numero uno.
El capricho
Ningún pensamiento lascivo se había cruzado por mi mente durante mucho tiempo. El hecho de tener sexo no era algo que tenía que ser considerable en mi vida, prefería concentrarme en otro tipo de cosas; ser un buen estudiante, un buen hijo, un buen ciudadano, mi mente estaba ocupada.
Y tal vez eso hubiera mantenido así si no hubiera visto...
—¡Ing! ¡Haah! Hazlo más profundo, así.
El sudor, las respiraciones trasparentes en el aire, la humedad en el ambiente ardiente y sofocante, gestos y sonidos de satisfacción combinados con sensualidad... una acción prohibida reproduciéndose ante mis pupilas. El fuego y placer encarnado en dos cuerpos desnudos, envueltos en una deliciosa atmósfera relente.
Un acto sin pudor, aunque oculto, de como dos cuerpos iguales se unían volviéndose uno solo. Cuando regrese en si, sentí una sensación punzante y dolorosa en mi entrepierna, era mi polla endurecida presionándome la bragueta del pantalón.
Di un paso hacia atrás alejándome de aquel acto pervertidor.
—Esto es... —oculte mi rostro entre mis manos sintiendo el calor llegar hasta mis orejas, y solté un leve jadeo—. ¿Qué es esta sensación? —toque con las yemas de mis dedos el bulto dentro de mi pantalón y sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo—. Haa, esto es...
Me abrí la bragueta, deslicé hacia un lado mis calzoncillos y aquello que tanto me incomodaba salió. Mi pene endurecido y palpitante, lo envolví con mi mano y empecé a subir y a bajar, entre más placentera era la sensación, más aumentaba la velocidad de mi mano. Esa imagen sexual se repetía una y otra vez dentro de mi mente, y cierta necesidad nació en mi.
Yo también deseaba sentir esas mismas sensaciones lujuriosas.
—Ah, haah, ing —sentí el extasís recorrer todo mi cuerpo finalmente liberando mi semen, y un nuevo capricho que probablemente sería difícil de cumplir en mis circunstancias, pero haría lo imposible por ejecutarlo. Porque, esta sensación fue como probar una droga por primera vez y...
Temo que me converti en un completo adicto.
Todas las familias reputan distintas tradiciones o creencias, y una baste común es la que venera mi familia, aunque es realmente problemática para mis deseos personales, pues para ellos llegar puro al matrimonio es algo fundamental y casi sagrado. Pero por supuesto, no a todos nos gustan los vegetales, y casi siempre nos dejamos llevar por nuestro amor a la carne.
Un suceso en mi adolescencia me llevo a ser adicto aquello que ellos llamaban "prohibido" el placer de tener sexo.
Era obvio que aún no había gozado de ese placer, pero si mis padres lo descubrieran, probablemente morirían al enterarse que su único y legítimo hijo tiene como meta poderse acostar con alguien una o más veces antes de llegar al altar. Si fueran un poco más inteligentes se darían cuenta de todos los intentos que llevo hasta hoy, de buscarme mi juguete sexual personal.
—Felicidades joven Park —recibí un caja envuelta en un bonito papel decorativo, junto a un moño en su superficie.
Hice una reverencia con una sonrisa.
—Gracias, pasen por favor.
No era un secreto que mi cumpleaños era una de mis fechas favoritas, pues obtenía toda la atención, y es que no podía conformarme con la que obtenía diariamente en todos los lugares en los que me parara. Siempre necesitaba más, nada nunca me complacía, y el ser el centro de atención funcionaba como un placebo al deseo carnal que tenía.
Me gustaba que me miraran, con asco, con deseo, con envidia no importaba, solo importaba que me miraran. Si no obtenía sexo, al menos su atención si.
Y así mi cumpleaños número veintitrés se llevo acabo, mis padres como todos los años realizan el mismo arcaico banquete.
Odiaba que su trabajo no les permitiera organizarme una fiesta que yo realmente disfrutara, como por ejemplo: Una en la piscina que pudiera permitirme ver a los chicos sin camisa, o una con temática neón, donde me aprovecharía de la oscuridad y seduciría a quien yo quisiera.
Pero no, lamentablemente lo único que cambiaba con los años era el tamaño en aumento del regalo de mi mejor amigo.
—¡Jimin-ssi! —Taehyung era como mi hermano, mi compinche, siempre presente en las buenas, en las malas y en mis múltiples travesuras desde pequeños—. Feliz cumpleaños ¿ya viste mi regalo? Es el más grande —poso triunfante.
Mire detrás de él, había dos grandes y fornidos hombres cargando una enorme caja. Ser de alta sociedad se le subió a la cabeza, o tal vez me quiere demasiado.
—Lo se, gracias Tae nunca decepcionas con tu regalo. —le sonreí, y luego nos dimos un tierno abrazo—. Adivina quien está aquí.
Taehyung llevo una mano a su barbilla pensativo.
—Ah... ¿Hoseok? ¡No me digas que está aquí! —se alarmó—. ¿Lo invitaste? Te dije que no lo hicieras, joder Jimin —su cara estaba pálida mientras miraba a todos lados.
Taehyung tenía algo que llaman un amor platónico con el chico más dulce y amable de la universidad, este lo había flechado cuando un día le regalo un jugo de manzana en clase de educación física, sin imaginarse cuáles eran las consecuencias de ese noble acto, solo lo hizo, obteniendo como resultado a un chico tímido enamorado de él.
—No, no lo hice —respondí, y él de inmediato se tranquilizó—. Es Seokjin ¿recuerdas que te dije que él era uno de los candidatos? —le recordé y el asintió.
Observe desde lejos aquel joven guapo que mencione.
—¿Qué estás pensado hacer?.
—Tu que crees —lo mire allí sentado junto a sus padres, con esa ropa sofisticada y esa bonita sonrisa. Mientras que en mi mente planeaba como llevármelo al patio trasero, y así, al fin encontrar a quien que me satisficiera—. Soy el cumpleañero, mis deseos deben ser cumplidos hoy —sonreí.
—¿Y qué vas hacer si él no acepta?
Esa era una de las problemáticas, no todos estaban dispuestos a acceder, y aún estaba cuestionándome si apostar por Seokjin.
Suspire ligeramente.
—Habré fallado otra vez, y tendré que comenzar de nuevo. No importa, dice que es de sabios equivocarse.
El conocer hombres nunca fue una dificultad, ya que después de todo hay millones en el mundo entero. Y la suerte tiraba casi siempre de mi lado, pues había optando por tener un trabajo de medio tiempo como modelo de unas cuantas marcas prestigiosas, las cuales me abrirían paso a encontrarme hombres tan apuestos como Seokjin.
Además, mi seguridad con la que contaba era suficiente como para insinuarle a cualquiera mi pervertida propuesta.
Tenía muy bien planteado quien era yo, Park Jimin un chico hermoso, inteligente y rico en todos los aspectos.
Y claro que algunos me habían rechazado, pues no todos estaban dispuesto a tener sexo casual, y erróneamente casi siempre cazaba a los que ambicionaban una relación de novela romántica, lo cual no entraba en mis planes, me resultaba aburrido y muy cliché.
—Probaré suerte, no queda más —le dije un poco nervioso—. Si te preguntan donde estoy ya sabes que hacer, deséame suerte.
—Suerte Jiminie, lo lograrás —me mostró sus pulgares en alto junto a una sonrisa, brindándome los ánimos que necesitaba.
[...]
—La noche esta linda ¿no lo crees? —Seokjin era de esos tipos lindos, que como amantes pagarían la cena, te cubriría del sol con su mano y te brindarían su abrigo cuando hiciera frío—. Tal vez es porque es tu cumpleaños ¿no lo crees?.
—Claro, tal vez —respondí. Cuando por fin estuvimos alejados de la fiesta, rodeados de arbustos e iluminados por una pequeña luz, nos detuvimos—. Quiero ser directo contigo —fui al grano.
Seokjin frunció la cejas sin comprender.
—¿Directo? ¿Con que exactamente?.
—Desde que te vi debo admitir que me gustaste —di un paso hacia él acortando nuestras distancias, mirándolo directamente a los ojos con una sonrisa en mis labios.
Su reacción apenada y su rostro sonrojado me decía que sería pan comido.
—¡Oh! ¿De verdad? —rascón su nuca avergonzado. Lleve mi mano hasta su pecho, me puse de puntillas y acerque nuestros rostros—. Jimin ¿q-qué haces?.
—¿Alguna vez haz tenido sexo? —musité, espete sin más rodeos absurdos.
—¡¿Qué?! ¿Sexo? ¡No, no claro que no! —contestó muy nervioso.
—¿Y quieres hacerlo? Podemos hacerlo sin ningún compromiso, no tenemos que ser pareja, solamente nos vamos a satisfacer mutuamente —abrí un poco mis labios y me acerqué apunto de besarlo, pero antes de que pudiera hacerlo, él se alejó rápidamente.
—Yo no podría hacer eso, eres un chico muy hermoso pero yo no podría, lo lamento —espeto con la cabeza gacha y la respiración agitada.
Decepción.
Muy vagamente lo sabía, sabía que terminaría de esta manera como todas las demás, pero preferí ignorarlo y aferrarme a mis necios deseos, por supuesto, estaba decepcionado... de mi.
—Está bien, no te preocupes, lo entiendo —y simplemente me aleje, estaba acostumbrado a esto, a la jodida derrota.
Me equivoqué al pensar desde el principio que los jóvenes educados y caballerosos de mi sociedad eran los indicados para esto. Tal vez debía salir a buscar en lo más oscuro a un chico atrevido y dispuesto a satisfacerme. Probablemente no costaría demasiado, al menos solo un par de wones, y nada más.
—Pero podemos salir algún día, tener una cita y conocernos —agrego penosamente—. No puedo decir que me gustas aún, pero podemos logra...
—No te preocupes —lo interrumpí—. Dije que esta bien, eso es lo único que quiero decir —replique fingiendo una sonrisa.
Es que estaba tan molesto y frustrado, una vez más había fallado, y tenía que aceptarlo como un tonto. ¿Qué era lo que hacía mal? Todos buscan ser directos, lo hago, aunque tal vez eso no funcionaba así aquí. Debía ser más inteligente.
[...]
—¿Qué haces aquí afuera? El clima se esta poniendo frío, te resfriarás —escuche a mi espalda la voz de mi mejor amigo.
—Tae ¿acaso soy feo? —le pregunte afligido, Taehyung me miró con el ceño fruncido y una sonrisa burlona—. No te rías tonto, estoy hablando en serio.
—Claro que no eres feo, dime, si lo fueras ¿tú crees que todos los días recibirás flores y regalos en la universidad? ¿O tuvieras chicos y chicas pidiéndote ser tu amante? —me rodeó con sus brazos—. Claro que no Jiminie ¿por qué tan de pronto dices esas cosas?.
—Seokjin no acepto—lo mire cansado—. Quiero irme de aquí, vamos a la tienda de conveniencia por soju y fideos picantes —comencé a caminar.
—¡Oye! ¡Espérame! ¿Nos iremos caminando? ¿Para que quieres ir por licor y comida barata? Hay dumplings y champán adentro —exclamó, lo ignore—. ¡Jimiiin! —se quejó—. Al menos consigamos un auto.
—¡Te compraré una bola de arroz, solo deja de quejarte y camina!
—Bien, pero no quiero una, quiero dos y ni se te ocurra quitármela, siempre haces eso —hizo un pequeño puchero cruzado sus brazos, yo asentí mientras reía.
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