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Capítulo X

14th Street y U Street, 7:22 pm.

Paula entro en su casa con una sutileza comparable a la de un rato, tenía un fuerte dolor de cabeza, una horrible presión de angustia en su pecho, su casa era similar a una de esas que Stephen King escribiría en sus novelas, estaba en un segundo piso de un edificio compartido, dónde sus vecinos eran una señora que nunca tuvo hijos ni esposo y una mujer con problemas de alcoholismo, que parecía no afectar a su bebé recién nacido, al menos durante el dia.

La señora Dumberh vivía con cinco gatos y muebles comidos por las termitas. Y su contraparte, Mary Ann Swhüilu era escandalosa, su bebé lloraba todo el día, tiraba bolsas de las negras llenas de pañales y frascos de papillas, aun que los sábados solo sacaba bolsas con botellas de vodka.

Pero ninguna de esas dos mujeres eran las responsables del terror en el nudo que se le formaba a Paula en la garganta. Su casa estaba pintada de un color blanco, las paredes tenían agujeros de ratones, manchas de moho y hasta insectos muertos pegados, que se notaban habían sido aplastados con un zapato.

La televisión se escuchaba desde la sala, era época de fútbol, lo que ponía las cosas tensas, si Dallas no ganaban. Camino sin hacer ruido y trato de ir a su habitación.

-¿Paula? - Pregunto una voz gruesa y dura.

-¿Si papi? - Mencionó con un temblor en la voz, odiaba cuando llegaba y su padre no estaba dormido.

El padre de Paula era un exconvicto deprimido, con una exmujer y dos hijos. Sin embargo, durante el divorcio, la madre e hijo se fueron, dejando a una niña de 3 años con un monstruo.

-Ven aquí, princesa - Por mucho que ese sea un apodo cariñoso, en aquel hombre era completamente bizarro.

Pau no tenía otra opción, sus manos temblaban, sus piernas pesaban, pasar saliva le dolía, pero no tanto como la mayor parte de sus recuerdos y moretones que no se veían.

Su padre estaba sentado frente al televisor, tenía una camiseta sin mangas muy desgastada y vieja, parecía estar manchada de vómito, aún que al haber solo bebido cerveza no había trozos de comida.

-¿Por qué llegaste tan tarde mi niña? - Esa voz dulce y raspa le provocó un escalofrío a Paula quien solo pudo saltar al sentir como su padre le tomaba la mano.

-Estaba con Lena... - Respondió en un hilo de voz - Recibo una beca para la universidad, ahora que sus papá no está y necesitaba que la apoyará...

-¿Una beca? - El hombre frunció los labios en una línea recta mientras asentía con las cejas bien arriba - Es una niña muy linda... - Y como si hubiera sido una bomba de contacto, inesperadamente se levantó, estrellando la botella de cerveza en el suelo, cosa que sonó cuál relámpago para ella - ¿¡Cuántas veces te he dicho que no te juntaras con esa zorra!?.

-Perdon papá, ella es mi amiga y me necesita - Un gritó agudo salió de su pecho al ser sujetada del cabello y lanzada al suelo, tan fuerte que su cabeza rebotó, aturdiendola.

A este punto de su vida, Paula sabía recibir los golpes de la mejor manera para que no se lastimara tanto, y agradecía que el primero la haya dejado mareada, pues así los demás ya no los sentía.

-Mirate nada más princesa, eres tan vulgar, tu cuerpo ha crecido tanto... - Trono la lengua y se acercó a patearla justo en los pechos, por dentro sus pulmones tuvieron una gran contusión en el tórax, logrando provocarle que tosiera notablemente por la dificultad de respirar - Tus asquerosos bultos de mujer, siempre serás mi niña, así que si sigues viendo a esa prostituta, te juro que te cortaré los pechos.

Paula no podía hacer más que llorar, llorar por ella, por su destino, por lo que estaba condenada a ser, y a vivir hasta que su padre por fin decidiera matarla.

La sujeto del cuello y la obligó a mirarlo, tenía en los ojos una furia comparable a un toro que estaba a punto de pisotearla hasta que escupiera sangre y mucosidad.

-¿Entendiste princesa? - Sus palabras dóciles eran ácidas, asquerosas, como si fueran dagas que cortaban las mejillas de Paula - Quiero que sigas siendo mi niña... ¿Sigues siendo mi niña Paula?.

-Si papi - Ella a penas sabía que responderle, intentaba hacerle saber a su padre que incluso si ella se drogaba y bebía, nunca había tenido nada que ver con ningún hombre que no fuera él.

-¿De verdad? Entonces puedo revisarte de nuevo ¿Cierto? - Sonrió retorcidamente, una sonrisa sucia, perturbadora. Tomo a la joven del pelo y la arrastró hacia su cuarto, dónde la obligó a quitarse la ropa.

Lamentablemente, Paula hacia años que ya no tenía himen, por qué contrario a lo que muchos creen, esa ligera capa de tejido puede romperse con cualquier cosa, sin embargo, para su padre aquello era una prueba de pureza, y siempre que la veía, se apoderaba de él un monstruo, un monstruo que la golpeaba y tocaba, le escupía y la pateaba. Y esta vez no era la excepción, Paula termino en su cama, desnuda, con un labio y ceja heridos, además de haber perdido el conocimiento hace ya varias horas, pues el dolor fue tanto que su cerebro decidió apagarse.

No hay duda de que los monstruos existen, pero no siempre viven debajo de la cama, y a veces no solo bastaba con cerrar los ojos y esconderse bajo las sábanas, rezar no ayudaba, suplicar no servía. Solo esperar, un milagro, una mano amiga, ¿Pero quién podría ayudar a una niña que es hija de su propio monstruo?.

Virginia, Restaurante Rest Sweet's, Quantico, 8:43 pm.

A diferencia de esa cruel vida que aquella castaña vivía, el grupo de elite más valioso del FBI se encontraba fuera de su horario de trabajo, habían ordenado un combi de alitas, papas fritas y cerveza, eso sin contar todo el alcohol que pedían por aparte cada uno.

García había insistido en salir, sobretodo por qué su niño genio estaba demasiado estresado, se le notaba que dormía poco y sus clases en la universidad tampoco lo ayudaban, ella prefería que se relajara antes de que tuvieran que partir para su siguiente misión, por qué si no, no podría tomarse un respiro real.

-Vamos, Spence, anímate - Morgan coloco una de sus manos en el hombro y espalda de su mejor amigo mientras le acercaba el plato de papas fritas - Debería halagarte que le resultes atractivo a tus estudiantes.

-¡Si me halaga! Solo que cuando solo van mujeres a ver la clase por mi y no se inscriben para no tener que prestar atención en la materia, es entonces que me desanima - Sonrió torpemente como solía hacerlo, tenía en mente otra idea al momento de aceptar dar clases en la universidad - Además de que es poco ético e inmoral, intentar hacer algún acercamiento de relación amorosa con una alumna menor que yo, sería una ofensa para mí mismo.

-Bueno, si dices que ninguna de ha inscrito, realmente no son tus alumnas - J.J. sonrió mientras se llevaba su cerveza a los labios - No te mortifiques Reid, eres un gran maestro, y estoy segura de que pronto vas a tener alumnos que les interese la ciencia de perfilar a un criminal.

-De hecho... - Comenzó - ¿Se acuerdan de Lena Uris?.

-¿La chica de Seattle que fue secuestrada? - Confirmo Rossi quien a diferencia de los demás estaba bebiendo un vaso de whisky en seco - Si, la recuerdo, buena chica, mal encaminada.

-Si, lo mismo pensé, antes de que nos fuéramos me pareció que necesitaría ayuda para librar el trauma, y sus amigos mencionaron que ya no tenía a nadie, así que no podía dejarla lidiar con todo sola, me pareció que fue buena idea darle mi tarjeta a sus amigos, dijeron que se encargarían de ella, aún que no estoy muy seguro, suponiendo que ellos estaban en la misma situación que Lena, no creo que pudieran hacer mucho por ella.

-Y entonces dejaste que unos desconocidos tuvieran tu número de contacto personal antes que darle el número de los servicios sociales del FBI ¿No? - Hotch, con su aire tan estricto que no lo abandonaba nunca, aún cuando sonreía a sus amigos, hizo notar lo incorrecto que había sido sus acciones de acuerdo al protocolo.

-¡Si! Pero... Vi un gran potencial en ella, sé que debía designarla a rehabilitación, pero estoy seguro que si ella tuviera la guía adecuada y con una oportunidad, podría ser una mujer con un gran futuro, así que arreglé todo para que pudiera tener una... - Por alguna razón, su voz temblaba con una timidez más grande que la habitual, Spencer se sentía como si tuviera que darle alguna explicación a su madre de por qué invitaría a una amiga a la casa, le parecía ridículo, pero aún así no podía controlar su nerviosismo - Una beca en la universidad, así tendrá acceso a un trabajo de medio tiempo, dormitorios seguros y una terapeuta que la ayude a rehabilitarse.

-Yo creo que es lindo, muy pocas personas tienen la iniciativa de ayudar directamente a los demás, y esa chica paso por un trauma muy grande, fue bueno que le dieras tu tarjeta - La inigualable Penélope le sonrió en apoyo a su amigo, aún que no era de extrañar, ya que la regordeta rubia era como un cupcake, dulce y esponjoso por dónde la mires.

-Si, de hecho, hace dos días uno de sus amigos me llamo, dijo que Lena está pasando por un momento muy difícil, que ellos no podían ayudarla mucho, así que acordamos que si ellos arreglaban que viniera yo me ocuparía de cuidarla.

-¿Y cuando llega? - El moreno y fornido hombre observó a su amigo con una sonrisa, quería estar seguro de que no estuviera metiéndose en un buen lío, pero solo lo había visto interesado en una sola mujer toda su vida, así que no descartaba la posibilidad de que él estuviera ahí para forzar un poco la situación.

-Mañana a las 7, iré por ella al aeropuerto, la llevaré a la universidad y cuando la vea más instalada volveré a casa, trataré de no involucrarme mucho.

-Pero estarás pendiente de ella - El italiano le sonrió mientras daba un sorbo a su fuerte bebida antes de consultar la hora en su reloj de muñeca - Bueno gente, es hora de irme, los viejos como yo ya deberíamos dormirnos, no te sobrecargues mucho Reid, recuerda, no más responsabilidades de las que puedes asumir.

Y sin más se fue, despidiéndose de todos los presentes. Poco a poco, los demás lo fueron siguiendo, hasta que solo quedaron Morgan y Spencer en el auto del moreno, quien conducía en dirección al departamento de su amigo.

-Tienes que aprender a conducir pronto Spence, no querrás que te acompañe a la primera cita con una chica.

-No sé si yo saldría a una cita convencional con una chica - Sonrió con gracia intentando imaginarse a si mismo en la parte de atrás del auto con alguna mujer mientras su compañero les hacía de chaperon.

-Vamos, debe de haber un pequeño escenario en tu cabecita de genio dónde invitas a una chica y sales a ligar con ella.

-En realidad no, la mayoría de chicas están interesadas en hombres como tú, fuertes, atractivos y capaces de hablarles sin sacar un truco de magia para romper el hielo - Insistió, se sentía naturalmente más pequeño que su amigo, en el sentido de la inteligencia tenía una gran ventaja y eso era algo que lo caracterizaba siempre que hablaban de él, pero en cuanto a la difícil ciencia de la seducción, no solo era completamente agendo, era completamente torpe.

-Sabes que no tiene sentido que digas eso cuando estabas quejandote hace un rato de que tus alumnas te sexualizan ¿Cierto? - Trato de hacerle ver qué realmente le parecía atractivo a las mujeres, aún que él no lo aceptará - Mira Spence, tienes la cara, tienes el talento, solo te falta la actitud, creerte capaz de hacerlo - Respondió dando vuelta en una esquina y sin despegar la vista de enfrente - Hagamos algo, una amiga de mi esposa vendrá el sábado para buscar un nuevo departamento, Linda quiere que conozca a algunos amigos por aquí, ¿Que tal si vamos todos a cenar y la conoces? Si se llevan bien pueden intentar algo, tal vez incluso se quede a dormir contigo ¿Que dices?.

-Eh, no lo sé Derek, yo... No soy de el tipo de hombre que... Hace eso - Era notable que el tema de pasar una noche con una mujer le perturbaba, a pesar de que no sería la primera vez que lo hacía, solo una mujer en su vida había llegado hasta ese nivel de intimidad con él y no estaba seguro de que se repitiera, le costaba imaginarse a si mismo viendo con los mismos ojos a otra mujer que no fuera ella.

-Eres chapado a la antigua hermano, lo entiendo, pero si no sales de tu burbuja y lo intentas, nunca conseguirás nada, incluso si la cena no sale bien deberías seguir intentandolo.

-Voy a pensarlo, te avisaré si decido ir - Muy en lo profundo, Spencer sabía que su amigo tenía razón, no podía negar que ya se empezaba a acomplejar con la necesidad del afecto de una pareja.

Si bien él no se sentía tan seguro, tampoco podía mentirse, incluso si no resultaba como su amigo lo planteo, estaba harto de llegar a una casa que no lo esperaba, se preguntaba si habría alguna persona que estuviera dispuesta a quitarle el agobio después del trabajo, con una taza de café y una noche de series los martes.

Derek estacionó frente al edificio del chico y lo miro con una sonrisa casi fraternal.

-¿No haz pensado asistir con la terapeuta de la U.A.C.? Seguramente algo de motivación te vendría bien.

-En realidad no creo necesitarlo, tengo dos doctorados en Psiquiatría - Con el ceño fruncido y sin ninguna prisa se quitó el cinturón de seguridad mirando a su amigo - Trataré de ir el sábado a la cena... Mañana tengo cosas que hacer en la universidad.

-Date una vuelta por el consultorio de asistencia psicológica del departamento, un poco de ayuda no te hará daño.

-Lo haré, gracias amigo - No podía decirle que no cuando se preocupaba tanto por él.

-De nada hermano, buenas noches - Mientras Spencer bajaba del auto, este le dió una pequeña pero fuerte palmada en la espalda haciéndolo voltear de la sorpresa y mientras cerraba la puerta le señalo con un dedo - Y trata de dormir de verdad, te he visto cabecear en las últimas reuniones.

-Esta bien, trataré de dormir, lo prometo - Apenado y divertido solo sonreiria antes de ver a su amigo arrancar e irse, sin quitarle la mirada al vehículo hasta que de perdió de vista.

El doctor entro en su departamento y dejo las llaves en su mesa de la entrada, colgó el abrigo en su perchero y se soltó la corbata, ni siquiera se molestó en encender la luz, se dirigió inmediatamente a su habitación, él no solía beber alcohol, pero el simple aroma de cigarrillos y el ruido del bar lo habían dejado molido, cosa que agradecía, tenía la esperanza de poder dormir al menos 3 horas esa noche.

Se desnudo dejando la ropa en el cesto, encendió la luz del baño, abrió las llaves hasta mediar el agua y entro en la ducha, el agua caliente relajó sus músculos, junto al aroma de su shampoo que mantenía su mente serena.

Al salir se envolvió en la toalla y se miro en el empañado espejo del lavabo, su barba de 3 días no le preocupaba, se afeitaría el viernes antes de la cena, tal vez necesitaba un corte también, su rubio cabello ya le llegaba a los hombros, aún que no pensaba dejarlo demasiado corto, no desde que una de sus alumnas le hizo saber lo bien que le quedaba.

Y entonces se miró, no solo el rostro, también todo el torso, los brazos, los ojos, todo. Más específicamente, todo aquello que desearía cambiar de él, no importaba cuánto lo intentará, muy adentro de él sabía que su complexión delgada y pálida no era nada comparada con la complexión de hombres como Derek Morgan, sus ojos verdes eran opacados por las ojeras alrededor de ellos, sus labios delgados le parecían lo menos apetecibles del mundo, no había mucho en él que mencionar a la hora de hacer un cumplido.

No se sentía sexy, no se sentía fuerte o imponente, sabía que las mujeres lo veían con ternura, como a un cachorro que acababa de hacer algún truco, solo dos femeninas lo habían visto de forma diferente, una de ellas ya no estaba y la otra, la otra era Lena Uris, quien puso en él una mirada de tristeza, no por su presencia, si no por el dolor que ella había vivido y que le suplicaba con la mirada que detuviera, lo miraba como si él fuera su única salvación. No podía seguir ignorandolo, él pensaba en esa mirada todas las noches desde que regresó de Seattle.

Con un pesado suspiro se alejo del espejo, volvió a su habitación, que solo estaba alumbrada por la luz de su baño, la cuál apagó en cuanto encendió una lampara que alumbraba tenuemente el dormitorio, se puso una cómoda pijama, se cepillo el cabello y se recostó en la cama, tenía en mente aún la forma en que ella se dirigía a él, solo habían hablado una vez, y aún así tenía esta necesidad de sacarla del fango, una vez escucho a un particular doctor, en la universidad de Pringston durante un caso, decir que todo el mundo miente, tal vez él pudo ver la verdad en sus ojos, los ojos de la chica que no quería estar sola.

Fue ahi cuando cerró sus ojos, haciéndose la promesa a si mismo de que ella no se quedaría sola, no mientras él pudiera tenderle una mano amiga, y quedándose dormido con tanta facilidad, casi reconfortante, fue totalmente inconsciente de que su último pensamiento en ese día, era ni más ni menos que Lena Uris, tal vez eso sería un buen tema para hablar con su futura terapeuta.

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