Capítulo 42
Llegamos a un hangar y Ezequiel estaciona cerca de este, le da las llaves del auto e indicaciones a un señor. Luego el señor se sube al auto y se va, miro a Ezequiel con una ceja alzada.
—¿Ya me puede decir a donde vamos señor Harrison? —pregunto.
Me acerco a él y lo beso, niega con la cabeza.
—No sea curiosa señora Harrison, ya le dije que es una sorpresa —responde, me separo de él y ruedo los ojos.
—Usted es de lo peor, sabe que no me gustan las sorpresas —lo acuso, se encoje de hombros y comienza a caminar riendo.
Lo sigo con el ceño fruncido. Habla con otro señor mientras yo lo espero, me indica que suba al avión y me ponga cómoda hasta que él llegue. Seremos los únicos en el avión. Me siento y a los minutos llega Ezequiel con una sonrisa, al ver mi rostro se ríe.
—No pongas esa cara Claire, no te voy a secuestrar —me guiña un ojo y yo sonrío.
—Estás muy chistoso Ezequiel —vuelve a reír y esta vez lo hago con él.
Me lleva a una especie de cama y comienza a besarme. Lo detengo al sentir que el avión comienza
despegar. Se vuelve a reír de mí.
—Parece que me he convertido en tu payasita —me cruzo de brazos.
—No sea amargada y disfrute señora Harrison —este hombre me va a volver loca.
* * *
Llegamos a Montecarlo hace 5 minutos, el vuelo duró como 12 horas y estoy muy cansada. Según mi esposo no nos quedaremos aquí.
—Ezequiel, si no me dices ahora mismo a donde mierda vamos te juro que cancelo todo y me regreso a mi casa —le advierto.
Me mira divertido y besa mis labios castamente.
—Sorpresa —me susurra al oído y lo fulmino con la mirada.
Doy media vuelta dispuesta a irme.
—Oye, no seas amargada, ven acá —dice y me agarra de la cintura.
—¿¡Amargada!? Estuve doce horas en un puñetero avión sin saber a donde carajos iba a aterrizar y ahora el hombre que es mi esposo no me dice a donde mierda vamos —refunfuño, él se ríe y me enojo más.
Comienzo a caminar.
—No te vayas —pide.
Le golpeo el brazo y hace una mueca de dolor, pero vuelve a reír.
—Ahora tengo un payaso pintado en la cara, ¿o qué? —le pregunto enojada.
—No, solo te pareces a gruñón, solo que un poquito más alta —siento que mi cara está roja del enojo.
Le enseño mi dedo del medio y vuelve con la puñetera risa. Comienzo a caminar nuevamente y siento el dolor de cabeza punzante.
—No te enojes Claire, regresa cariño —dice mientras se pone frente a mí.
—Te estás burlando de mí —afirmo.
Él me toma de la cintura y acerca su rostro al mío.
—Me gusta cuando te enojas, te ves más sexy —hago amague de irme y él se ríe —Ya ya, te dejo de molestar. Te amo con todo mi corazón.
—Yo te amo mucho más, pero sabes que no me gustan las sorpresas —me cruzo de brazos haciendo puchero y me besa.
—Creo que mis hijos están afectando el humor de mami, tú no eres así de enojona —suspiro.
—Tengo hambre —digo de repente, Ezequiel sonríe.
—Vamos a un restaurante y después te llevo a que veas la sorpresa —me guiña un ojo y ruedo los míos.
Me lleva a un restaurante cerca y pido mi comida, es mucha en comparación con la de él. Y vuelve a burlarse de mí.
—Parece que me convertí en tu payaso —le digo entre molesta y divertida a la vez.
—No es así cariño, no me burlo de ti, sino de lo que haces —se burla nuevamente, lo miro incrédula.
—Es lo mismo y ya déjame comer tranquila —lo regaño y él asiente.
Luego de que desayunamos volvemos al lugar donde aterrizó el avión. Ezequiel insiste en vendarme los ojos y no me queda de otra. No caminamos mucho. Me quita la venda y hay un puerto frente a mí con un barco enorme.
—Viajaremos por el mediterráneo en un crucero, esa es mi sorpresa —miro el barco y sonrío.
Lo beso.
—Me encanta, no me gustan las sorpresas, pero siempre le atinas a lo que me gusta. Te amo —lo vuelvo a besar.
—Me encanta que te encante gruñoncita. Te amo mucho más —ruedo los ojos y él se ríe, rio con él.
Definitivamente amo a este hombre y todo lo que hace por mí me encanta. No sé qué sería de mí si no lo hubiera conocido en ese bar aquel día.
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