Capítulo 2
—Se supone que la quimioterapia lo reduciría, no entiendo —digo.
Siento que mi mundo se está derrumbado.
—Esa era la intensión Claire, pero la quimioterapia no logró desaparecerlo por completo y es muy complicado hacer una operación a estas alturas —nos informa Aljandro.
—¿Por qué? —Mi mamá interviene.
—El tumor está alojado en una parte muy delicada del cerebro, una operación sería de alto riesgo y es muy poco probable que sobrevivieras y en el caso de sobrevivir podría traerte secuelas muy serias —dice serio.
—¿Entonces qué? ¿Me voy a morir? —pregunto y mi voz se corta.
¿Por qué estas cosas me pasan a mí?
—Por ahora te vamos a mantener en tratamiento, va a ser menos doloroso que la quimioterapia —informa.
—¿Tendré que cortarme el cabello otra vez? —pregunto.
—No, no será necesario mientras todo marche bien —me responde con una sonrisa triste.
Bien, un punto a favor.
—¿Y si el tratamiento no funciona? —pregunto con dolor.
De solo imaginarlo me dan ganas de llorar.
—Claire —regaña mi mamá.
—¿Qué? —respondo a la defensiva y la miro.
—No hay que ser pesimistas hija —toca mi mano, pero yo la rechazo.
—¿Cómo quieres que no lo sea? Ya no aguanto, he tratado de tomarme todo lo de mi enfermedad de buena forma, pero ya me estoy desesperando; nada funciona, que sé yo si después de hacer todo esto me vaya a morir y todo este sufrimiento sea en vano —digo con la voz rota, tengo unas ganas increíbles de llorar.
Ella derrama una lágrima.
—No seas tan dura Claire... —la interrumpo y me pongo de pie.
—Sé sincero y díme cuanto me queda de vida. Sin rodeos —digo enfrentando a mi doctor.
Tanto yo como mi madre estamos atentas a las palabras que van a salir de su boca.
Alejandro nos mira con pesar.
—Menos de dos años —dice, mi mundo se me viene encima nuevamente.
Mi mamá rompe en llanto, yo retengo las lágrimas.
—Pero el tratamiento que tomarás ahora puede alargarte la vida —dice Alejandro tratando de darme esperanza.
Suspiro.
Ignorándolo tomo mis cosas y salgo del consultorio con lágrimas en los ojos.
—¡Claire! —escucho gritar a mi mamá detrás de mí, pero no hago caso y salgo del hospital.
Marco un número.
—Xavier, te necesito... —digo cuando escucho el sonido que me da a entender que alguien ha atendido, pero no sigo hablando al notar unos gemidos y unos pequeños grititos al otro lado de la línea.
—Claire —lo escucho decir con sorpresa —déjame explicarte...
—Terminamos —lo interrumpo y cuelgo el teléfono.
Siento un leve dolor de cabeza y derramo unas cuantas lágrimas más. Alguien me abraza por la espalda y me dejo abrazar, por su aroma sé que es mi mamá.
—Todo va a estar bien cariño, todo va a estar bien. Vamos a salir adelante, no estás sola —acaricia mi cabello con suavidad y a los pocos minutos todo se vuelve negro.
***
Despierto y estoy en un auto. Siempre me pasa lo mismo cuando lloro o cuando estoy muy cansada. Desde que descubrieron mi tumor, me quedo dormida en segundos como si me hubieran pegado en la cabeza con un bate.
—¿A dónde vamos? —pregunto un poco mareada.
—A casa —responde mi mamá.
Ella se encuentra a mi lado.
—Tengo clases hoy mamá, dile al señor que se desvíe —ella suspira y le dice al conductor que me lleve a la universidad.
Llegaré como a la quinta hora, pero no importa.
Llegamos y me despido de mi mamá. Me bajo y a lo lejos veo a Marina y a mi hermano hablar en una banca, me les acerco.
—¿Que tal tortolos? —digo y me siento en la banca.
—¿Lloraste? —pregunta Issac preocupado y yo niego.
—Lloraste —afirma Marina y yo ruedo los ojos.
A ellos no les puedo mentir, me conocen demasiado bien.
A lo lejos veo venir a Xavier y me pongo de pie mostrándome a la defensiva.
—Claire, escúchame —dice y me agarra el brazo, me suelto bruscamente.
—Ya escuché lo que tenía que escuchar —le respondo, él suspira.
—No, no me has escuchado. Tú siempre fuiste una apuesta para mí, ¿sabes? eres tan ingenua, menos mal que todo se acabó —lo interrumpo con una bofetada.
¿Cómo me puede decir eso?
—No seas tan mentiroso Xavier, yo sé muy bien cuando mientes. Acepta que me engañaste ¿qué ganas con mentir? —lo fulmino con la mirada y él me mira con fuego en los ojos.
—Dañarte, no sabes cuánto deseo que te mueras rápido y dejes de dar lástima —responde con el odio palpitando en sus palabras y mi dolor de cabeza aumenta.
Le doy una bofetada nuevamente.
—¿Qué te hice? —le pregunto dolida.
—Me dejaste de lado —me responde, lo miro incrédula.
—¡¿Solo por eso me deseas esto?! —le grito furiosa.
Es realmente patético. No importa cuanto odies a una persona, la muerte es algo demasiado extremo. Ni a mi peor enemigo se la deseo.
—Solo quiero que te mueras y que sufras, me metí contigo con un propósito y aunque no era lo que esperaba de todos modos logré lo que quería y te deseo lo peor —me mira fijamente mientras dice cada una de esas palabras.
Mi hermano hace acto de presencia y le pega un puñetazo. No me había dado cuenta que las personas se acercaron para observar. Son unos chismosos.
Las lágrimas caen y lo único que alcanzo a hacer es correr al baño. Cuando llego entro a un cubículo, expulso todo lo que había comido en la mañana, entre tanto vomito alcanzo a ver sangre y bajo la perilla del inodoro. Comienzo a derramar lágrimas, esto solo me pasa a mí.
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