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💛Capítulo 54

Las seis de la mañana, a esa hora toda la  casa Azul empezaba su rutina.

El señor Lee Kun-Hee comenzaba su día  a las 7, a las 7:30  debía estar el desayuno sobre la mesa y a las 8:30 el desayuno en la mesa de los empleados y todos los demás que trabajaban para Kun-Hee.

A las 9 se iba él junto con Kuon y un par más de seguridad en su auto para la cede central de la seguridad nacional del país.  Luego de asistir todos los días al mismo lugar para tratar asuntos relacionados con su país se retiraba y se iba a otros lugares  muchos de los cuales dirigía él con negocios fraudulentos.

Más tarde a las 12:30  volvía a la casa presidencial y el almuerzo debía estar también ya listo sobre la mesa.

Después a las 2  se iba al despacho presidencial y se encerraba a cumplir con agenda pendiente. Se fumaba un puro ahí.

De hecho fumaba uno después de cada comida. Su  colección de  puros Habanos de Ramón Allones Allones  Specially Selected que siempre mantenía en una caja de oro macizo.

El resto de la tarde si tenía libre se lo gastaba en reuniones de ocio con sus conocidos, paseos en su yate privado o jugaba al golf con otros diplomáticos o bebía licor.

Esa era su rutina diaria.

Ahora después de haber desayuno iba camino a su primera reunión del día junto a Kuon. Era viernes y Kuon le había pedido la tarde y el día sábado y domingo libre para visitar a su familia.

Lee Kun-Hee no se había negado.

Podía reemplazar a kuon con otro por un día, claro que no sería lo mismo. Kuon era leal y muy inteligente, intrépido y además de eso era su mejor y único amigo real. Crecieron juntos.

Se podría decir que Kun-Hee le tenía estima a Kuon.

Pero Kuon no le tenía estima a Lee.

Él lo quería, lo  amaba. De hecho siempre estuvo enamorado de Lee, desde jóvenes.

Pero sabia muy bien que la clase de persona en que se convertía Lee no era la clase de hombre con la que quisiera estar. Sí lo amaba, pero debía mantenerse lejos de esos sentimiento que más allá de ser bonitos serian destructivos.

No quería ni imaginar que pasaría si Lee se enterara de ese gran secreto que recelosamente guardaba.

Aun así no dudó jamás en seguirlo a donde sea. Se volvió tan leal a él, cualquier orden que Lee le daba él la ejecutiva sin duda y sin chistar. Por más atroz que sea.

¿Por qué?

Amaba ver esa sonrisa de satisfacción cuando llegaba y le decía que todo lo que le había pedido había salido a la perfección. 

Esa sonrisa era lo único que lo hacía feliz también a Kuon. 

     —¿Entonces volverás el domingo?

     —Si, Lee.

     —Te he dicho mil veces que no soy Lee, soy el señor Lee. 

Kuon borró la media sonrisa que tenía sus labios.

     —Lo siento señor, creo que me dejé llevar por los recuerdos.

Lee Kun-Hee Gruñó.

     —Lo sé Kuon, cuando éramos tan inseparables. Me gustaba ir por ahí contigo. 

Afortunadamente el vidrio que había de por medio los separaba del conductor.  Si no, Lee jamás habría dicho algo como aquello.

     —Lo sé...

     —Aún somos inseparables Kuon, siempre eres y serás mi hombre más fiel que pueda tener conmigo. Aun estamos juntos. 

A Kuon se le torcieron los labios en una media sonrisa.

Siempre deseo escuchar esas palabras pero con otras intenciones.

     —Siempre le seré leal señor Lee. —Porque lo amo— Pensó Kuon apretando sus labios.

Lee asintió y continuaron su recorrido en silencio, con Kuon tragándose todos aquellos sentimientos enterrados que a veces salían a flote por un segundo. 

Definitivamente se iba a ir a la tumba llevando ese secreto.

Lee Kun-Hee realizó todo con cotidianidad esa mañana y al filo del medio día llegó a su Mansión y Kuon ya no iba con él.

En su lugar iba Jungsoo  Lim el segundo al mando después de Kuon.

     —Señor Lee bienvenido. —Saludó la mujer parada en la puerta. —La comida está lista.

Kuon asintió y se dirigió al comedor.

     —¿Dónde están todos? No vi a ninguno en sus respectivos puestos. —Habló llevando un bocado a sus labios.

     —Esta mañana han desayunado y después no los hemos visto señor. —Respondió una de las mujeres.

Lee dejó de comer y miró a Lim parado a su lado.

     —Averigua donde están. —Ordenó

     —Si señor.

     —Y tu sírveme más Whisky.

La mujer asintió sirviéndo de inmediato más licor en el vaso con hielo.

Después los pasos apresurados de Lim los hizo voltear a ver.

Su semblante lívido destellaba terror.

     —S-señor Lee, creo que deberá venir a ver.

Lee se levantó rápidamente dejando la servilleta sobre la mesa y siguió al hombre hasta abajo a donde eran las cocinas y las salas de comedor del personal, habían dos salas.

Una donde comían las mujeres pertenecientes a la servidumbre y la segunda sala donde comían solo los oficiales de Lee Kun-Hee. Todos los de seguridad y los guardaespaldas y también los choferes de sus autos.

Cuando Lim abrió la segunda puerta Lee dejó escapar un jadeo de frustración.

Todos los que estaban ahí comiendo seguramente el desayuno de esa mañana estaban recostados sobre la mesa, unos cuantos resbalados al piso y otros recostados en el respaldo de las sillas.

Lee se acercó a uno y le tocó sus signos vitales.

Estaba muerto.

Aunque no se necesitaba ser adivino para saber que estaban muertos, unos tenían una extraña espuma saliendo de sus bocas y otros sangraban por la nariz y los ojos.

Unos tenían la piel azul o verde.

Por allá uno de ellos se movió.

     —¡Veneno! ¿Quién hizo esto? ¡Zashim, Jeonjun! —Bramó.

Las dos mujeres que eran las encargadas de la cocina corrieron al segundo comedor y sus ojos se abrieron con terror al ver lo que adentro había.

     —¿Quién fue responsable de esto? —Gritó.

Sus ojos casi se le salían del enojo que tenía en ese momento.  Casi la mitad de sus hombres estaban muertos.

Uno de ellos volvió a moverse pero era un  débil reflejo, Lee sacó su arma y le disparó en la cabeza.

Las mujeres chillaron de miedo.

     —Lim revisa si hay más vivos y mátalos, no quero papeleos ni que esto se sepa.

Lim acató las órdenes de su jefe y comenzó a revisar, eran por lo menos unos 30 hombres  y de vez en cuando se oía otro disparo.

     —¿Y bien? ¿QUIEN ES LA RESPONSABLE DE ESTO!

El grito hizo que las dos dieran un brinco ahí donde estaban paradas.

     —S-señor y-yo hice la c-comida de la mañana pero le aseguro que y-yo n-no envenené su comida, ¡Se lo juro! —Gritó cuando el hombre le apuntó a la cabeza con su arma.

Lee la examinó detenidamente y bajó el arma.

     —¿Y tú? —Preguntó mirando a la segunda mujer.

     —N-no señor L-lee no... yo jamas lo haría yo valoro mi vida señor.

El hombre también le apuntaba y bajó el arma.

     —¿Cómo es posible que no se hayan dado cuenta de nada extrañó? ¿No vienen a revisar el comedor después de servir la comida?

     —L-la encargada es Souji y no la he visto para nada señor. —Chilló la mujer llamada Jeonjun.

El hombre las fulminó con la mirada.

Estaba furioso, su sangre hervía demasiado.

     —¡Lim!

     —¿Si señor?

     —Llama a todos los demás en la casa. Los quiero aquí y revisa las cámaras se seguridad estoy seguro que esto es obra de ese mocoso infeliz y del bastardo. 

Luego se dio la vuelta y miró a las mujeres.

     —¿Dónde está mi esposa?

     —La señora salió temprano a su clase de Yoga y después a comer con una amiga.

Lee asintió.

Entró a su despacho olvidando por completo la comida. Quizá también estaba envenenada.

Se llevó uno de sus puros a la boca.

Todos los intentos que tenia de asesinar a toda esa familia se le truncaban.

Y no involucraba a más gente en eso porque no quería que nadie más supiera que tenía un hijo fuera del matrimonio. Había tenido más pero a ellos si los había asesinado antes de si quiera poder caminar.

Su teléfono sonó y un mensaje de Kuon le llegó a su teléfono.

Frunció el ceño, ¿No tenía la tarde libre?

"Necesito verlo Señor Lee hay algo importante que debo decirle y es muy confidencial y personal. Por favor venga a mi departamento"

Lee frunció más su frente.

¿Que tan importante sería si lo citaba en su departamento?

     —¡Lim!

El hombre que siempre estaba parado afuera de su oficina entró lo más rápido que pudo.

     —Prepara un auto, Llévame a un lugar.

En el camino Lee no hablaba con el hombre de seguridad,  a él no le tenía la confianza para hablarle normal como con Kuon.

Kuon siempre fue diferente.

Cuando eran amigos desde pequeños lo consideró siempre su mejor amigo y su cómplice en todo.

Lastima que en el ascenso al poder su amistad se había quedado enterrada. A pesar de ser su amigo preferia tratarlo como a uno más de sus hombres.

Eso lo hacía con el fin de que jamás le faltase al respeto o lo traicionara.

Al llegar Al edificio, era un gran hotel regalo de cumpleaños para su adorada esposa. Ahí vivía Kuon sólo.

Su familia se había quedado en Boseong.

No necesitó pasar por la entrada, tenía una entrada discreta solo para él. 

El número de apartamentos era el 231 en piso 10 del edificio y al llegar y tocar pudo notar que la puerta estaba entreabierta.

Seguro Kuon la había dejado así a propósito.

     —Espera aquí. —Ordenó a Lim.

El hombre solamente asintió y se pegó a la pared esperando a su jefe.

El interior del departamento de Kuon era bastante amplio, muy grande y  limpio y también muy ordenado.

Pero Kuon no estaba a la vista.

Caminó un poco por la habitación y la sala y después fue directo a la recámara.

La cama de Kuon estaba perfectamente bien ordenada y pulcra y no había seña de que él estuviera ahí.

Su rostro serio y fruncido no demostraba más que confusión cuando busco en el armario y varias prendas de Kuon no estaban en las perchas.

Kuon no estaba ahí.

De pronto sus ojos se desviaron hacia la orilla de la alfombra sobre el piso cerca de la cama y vio algo que le pareció interesante.

Una joya y no cualquiera.

Tuvo una retrospectiva en ese instante.


Flashback

     —¿Querido?

     —¿Qué pasa?

     —¿Has visto mi collar de perlas?

La mujer peinaba su cabello frente a su tocador elegantemente mirando su reflejo.

     —No, nunca te lo quitas si solo es para dormir.

     —Si, pero esta mañana no lo encontré... bueno seguro que lo dejé por ahí ya aparecerá.

Fin del Flashback



Sus ojos brillaron al tomar esa presea entre sus dedos.

Lo conocía muy bien porque ese mismo collar adornaba siempre el cuello de su esposa.

¿Qué demonios hacía ahí?

Su mente reprodujo un sin fin de escenarios y el único desenlace era uno. La traición.

Entonces sus sospechas eran con fundamento válido.

Su esposa se estaba enredando con su guardia principal.

Apretó el collar en su mano haciéndose daño.

Los dos lo iban a pagar muy  caro.

A Lee Kun-Hee nadie le veía la cara.

Al volver a su Mansión iba tan furioso que la vena en la sien le palpitaba horrores.

Mataría al primero que se le pusiera enfrente.

Y la vida le sonreía.

Kuon bajaba de su auto e iba en dirección a la entrada principal de la casa y luego se detenía a hablar con Rae quien también acababa de llegar.

¿Qué casualidad no?

Lee apretó los puños.

Vio como ambos se sonreían y hablaban bajito.

Cuando lo oyó llegar se volteó y sonrió para él.

     —Señor Lee, ya me había marchado a mi viaje pero me había olvidado dejar mis armas.

Lee le tenía prohibido a todos sus hombres llevarse las armas que usaban para su seguridad y su servicio. 

Así que en efecto Kuon debía dejarlas en el sector de equipamiento de la casa presidencial.

     —Kuon. —Habló Lee con una voz muy profunda.

     —¿Señor?

     —Hola querido. —Saludó la mujer pero Lee pasó de largo sin verla.

     —Vamos a mi despacho. —Ordenó a Kuon y éste obedeció.

Una vez en el despacho Lee se sirvió un trago de Whisky y encendió un puro.

     —¿Ya vas de viaje Kuon? —Preguntó.

El hombre al frente suyo asintió un poco extrañado por la manera en que su jefe le hablaba.

Lee tomó uno de los finos adornos que tenía en su escritorio y lo examinó.

Era un Elefante Indú de oro con zafiros incrustados.

     —¿Creyeron que iban a verme la cara siempre no? ¡Par de imbéciles!

Kuon quien estaba tan sorprendido no se pudo defender cuando el mismo objeto en las manos de Lee le dio de lleno en frente abriéndole la cabeza.

Se llevó una mano a la frente y tocó la sangre.

     —S-señor yo no se de que habla. —Dijo Kuon con dificultad.

Lee salió detrás de su escritorio y se paró fente a Kuon para después sacar del bolsillo de su pantalón el collar.

     —Esto. —Dijo poniéndolo justo frente a sus ojos. —¿No te dice algo?

     —¿El collar de la señora Rae?

Lee asintió.

     —¿Sabes donde lo encontré Kuon? —Preguntó.

Kuon negó, tenía dificultad ahora para ver por la sangre que brotaba de su frente.

     —En tu departamento,  a la orilla de tu cama. —Respondió Lee caminando para ponerse detrás de él.  —¡Dónde imagino las de veces que se revolcaban riéndose de mi!

  Lee ensartó una saga en la espalda de Kuon quien jadeo de sorpresa al ser atacado por la espalda.

     —¡N-no señor se equivoca, yo no, yo nunca lo traicionaría.

De la comisura de los labios de Kuon comenzó a brotar más sangre. 

     —¡Mientes! Lo he venido sospechando hace tiempo. 

Lee volvio a meter la daga más profundo aún en el hombro de Kuon retorciendo el arma de un lado a otro.

     —Lee, p-por... ¡p-por favor!

Kuon cayó de rodillas y Lee sonrió.

     —Justo así Kuon, de rodillas frente a mi como siempre.  Maldito traidor.

Una vez más la daga se enterró en él cuello de Kuon.

     —Lee yo... y-yo no podría hacerte eso p-porque p-porque y-yo... yo a ti...

     —No quiero oírte más maldita escoria  y así como tú ella pagará.

La daga rebanó el cuello de Kuon de lado a lado y él miró una última vez a Lee.

Tal y como había predicho  en la mañana,  se iba a llevar su secreto hasta la tumba.
















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