Bakugō Katsuki
Aclaraciones:
La letras subrayadas son pensamientos.
...
Sentiste el viento acariciar tu rostro, moviendo los mechones rebeldes de tu cabello haciéndote cosquillas y llevándose con él, aquella gota salada que escurría de tu ojo izquierdo.
Primera lágrima.
Cerraste tus ojos tratando de mantener la calma y ordenar bien tus pensamientos que justo ahora estaban ocasionando que tus ojos picaran.
Duele.
Apretaste el borde de tú falda retorciéndolo en tus puños cerrados fuertemente meciendo tus piernas en el aire desde el tronco del árbol en el que te encontrabas.
No es culpa de nadie.
Ni siquiera mía.
Eras bastante consciente de ello.
Pero aún así dolía.
Justo ahora te cuestionabas si guardarse el sufrimiento, los remordimientos y la lágrimas, habían servido de algo.
Si lo pensabas más a fondo, tenían una parte positiva.
Aunque no era la mejor.
Y esa era:
Escapar de tus problemas.
Pero no de la manera cobarde.
Salir al menos por unas horas de la realidad que te rodeaba para adentrarte en tú mundo. Sólo tú, tus pensamientos y gustos que te llevan más allá de lo imposible y lo irreal.
Escapar de los problemas que habitan en las paredes de tu hogar a causa de tus progenitores.
Estúpido divorcio.
Ver a tu familia desbordándose frente a ti era como una estaca al corazón.
Tú única familia.
Nada podía arreglarlo o intentar solucionar el problema. No es porque no querías, sino más bien, porque no podías.
No se puede reparar lo que ya está roto.
Y mucho menos aquello que ya no tiene futuro.
Segunda lágrima.
Tú padre quería separarse de ustedes con la excusa de que había encontrado algo mejor.
Más bien, alguien.
Y quemaba.
Sentías tu corazón oprimirse y retorcerse en tu pecho de tan solo recordar aquello.
Pero ya no había vuelta atrás.
Es bueno derrumbarse de vez en cuando.
Sabías que tu madre estaba destrozada.
Ya no era la misma.
Después de todo, ¿Cómo no habría de estarlo?
Su marido y persona con la que decidió pasar todo lo que le sobraba de existencia porque lo amaba, decidió dejar todo aquello por lo que supones como una simple aventura y echar todo al traste.
Cómo no habría de estarlo si al sentir la culpa de que no eres lo suficientemente buena como para hacerlo feliz y el hecho de que hayan abandonado todo lo que habían planeado.
Por tu parte, estabas dolida.
Tal vez no al grado de tu madre, pero sí dolía.
Algo mejor.
¿No eras buena hija para él?
Siempre te destacabas en todo.
Estudiabas a montones para obtener buenas calificaciones, destacabas en actividades deportivas y extracurriculares.
Sólo para que estuviera orgulloso.
Sin embargo, todos aquellos pensamientos cayeron inmediatamente al darte cuenta de que una figura importante para ti te haya traicionado.
Tú padre, tu figura a seguir. El hombre más importante de tu vida, te ha decepcionado.
Y eso es lo que más duele.
Tener altas expectativas sobre algo y llevarte una decepción.
Por eso, ahora tienes una nueva ley de vida.
Nunca te des altas expectativas sobre algo, así te ahorras decepciones.
Tercera lágrima.
Pensaste que intentando ignorar los problemas y tu corazón comprimido, podrías despejarte y continuar.
Detestabas llorar.
Era lo peor.
Pero era tan satisfactorio en esos momentos.
Debido a tantos problemas, te estabas descuidando.
Pese a que no querías, no podías.
Simplemente no tenías apetito, dormías menos a causa del insomnio y a los constantes gritos de las peleas de tus padres que cada vez más aumentaban.
Comenzaste a descuidar tus estudios, te sentías débil e indefensa.
Esas son las consecuencias de guardarte todo.
Pero, ¿Dónde buscar ayuda?
Tenías muchos compañeros.
Más no amigos.
No eres de confiar rápidamente.
¿Con quién desahogarte entonces?
No estabas sola, de eso estabas segura.
Tenías excelentes compañeros de clase que sin duda te apoyarían.
Es bueno una ayuda de vez en cuando.
Pero, ¿De qué sirve?
Ya el daño está hecho.
Siempre aprendiste a defenderte sola. Tú sola contra el mundo. Por eso, querías desahogarte tú sola.
Sin necesidad de nadie.
Porque sólo tú te entiendes.
Cuarta lágrima.
Pero, era bastante irónico.
Amabas sonreír.
Pese a que estabas destrozada por dentro.
Adorabas ver reír a los demás.
Pese a que no sabías si están peor que tú.
Te encanta pasar tiempo con los de tu clase.
Pese a que no los consideras amigos.
Sentías que con una sonrisa, desahogabas y alejabas todo mal.
Solías sonreír con naturalidad.
No eras de esas personas que sólo sonríen para hacer sentir bien a otros.
No, lo hacías por ti.
Porque te gusta.
Odias las sonrisas fingidas o forzadas.
Pero no todo es risa y felicidad en la vida.
Puedes caerte.
Llora.
Te sentirás mejor luego.
Te lo prometo.
Quinta lágrima.
Después de todo, no hay nada mejor que experimentar tus logros.
De que sólo eres tú, y sólo tú, la que supo defenderse, ser fuerte y salir adelante por si misma.
—Idiota.
Abriste tus ojos exaltada al escuchar esa voz carrasposa bastante familiar para ti.
Bajaste la mirada y lograste ver a Bakugō, tú compañero de clases.
Estaba sentado en el banquito que estaba en el árbol en el que te encontrabas sentada, mirando al frente, sin dirigir su mirada hacia tu persona.
¿Cuánto tiempo llevaba ahí?
Te limpiaste las lágrimas que se habían deslizado por tus mejillas, pero sin embargo no hablaste.
—Seré directo—empezó luego de un tiempo de silencio—. No sé por los problemas que pasas, ni mucho menos en qué estás pensando ahora para que estés moqueando ahí arriba. No obstante, sólo te diré una cosa: No dejes que nadie vea que estás herida. Ni mucho menos que te hirieron. No te conozco muy bien, pero sé que eres fuerte. Te he observado. Te guardas las cosas, lo sé. Aguantas y ayudas a otros porque te produce satisfacción, lo sé. Pero a veces hay que ser egoístas y pensar en uno mismo de vez en cuando, idiota. Y también quiero que sepas que... Puedes contar conmigo para cuando caigas. Yo estaré ahí para ayudarte, _______.
Para ese momento, incontables lágrimas estaban derramándose por tus mejillas humedeciéndolas y nublandote la vista.
Tú pecho empezó a doler y tus manos empezaron a temblar.
Sólo te recostaste en el tronco sollozando, mordiéndote el interior de las mejillas sintiendo el sabor metálico de la sangre y reteniendo gimoteos en tu garganta.
Fue entonces, cuando te permitiste caer.
Te derrumbaste frente a ese rubio al que habías hablado pocas veces a causa de su explosiva personalidad.
Frente a ese árbol que había sido lo primero que te llamó la atención en lugar de banquito
Y se sentía bien.
La lágrimas salían por sí solas, como si estuviesen estado ahí acumuladas esperando ansiosas el momento para salir en cantidades tal cual cascada.
Cuando simplemente sentiste que ya no te quedaban lágrimas para llorar, saltaste del árbol, cayendo recta al tocar la superficie.
Estabas sorprendida de que haya sido él que te apoyara y te ayudara.
Te arreglaste para irte, estirando tu ropa y limpiando tu rostro de cualquier rastro de tristeza reemplazándolo por un rostro neutro.
Bakugō seguía sin moverse.
Giraste tus tobillos para empezar a caminar pero su voz te detuvo.
—Necesito que lo tomes en cuenta, ______. Y que lo recuerdes también. Voy a estar ahí para ti, lo quieras o no.
»Porque te quiero.«
Fin.
¿Qué tal?
¡Espero les haya gustado!
Si es así, recuerda dar tu hermosa ⭐ y comentar para motivarme a seguir y complacerlas.
¡Nos leemos pronto!🌸
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