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Capítulo cinco:

La sentencia finalmente ha llegado.

El departamento de Neurocirugía ha decidido operarme en un par de días.

Cuando hablaron sobre mi caso aquel lunes, todo parecía estar a mi favor: mi edad, el estado físico de mi cuerpo e incluso la posición del tumor en mi cabeza. Así que obviamente determinaron que la mejor opción sería abrirme el craneo y hurgar en mi cerebro para sacar al maldito bastardo que estaba arruinándome la vida.

—Okay, pero qué es lo peor que podría pasar —pregunto directamente a Kim MinSeok, el sonriente neurocirujano de ojos gatunos, piel pálida y cabello castaño que se va a encargar de mi operación: no quiero que me endulcen con patrañas.

—Bueno, en toda operación hay riesgos —comienza con porte serio—. Ya que el tumor está en el lado derecho de tu cerebro, el cual se encarga de la parte izquierda de tu cuerpo, podrías perder la movilidad de ese lado —explica—; o presentar problemas con el habla... O directamente quedar en coma.

Suspiro y asiento, comenzando a imaginar las situaciones que ha descrito, sintiendo un estremecimiento colmar mi cuerpo. El doctor parece darse cuenta de mi malestar y rápidamente vuelve a regalarme otra de sus amplias y brillantes sonrisas que muestran sus encías.

—Las probabilidades de que suceda son bajas de todos modos —me dice quitándole importancia con un ligero movimiento de manos—, pero si no está de acuerdo, puede negarse a la operación, marcharse y seguir un tratamiento distinto, pero ya por consulta externa —ofrece sereno—. Depende de usted.

Respiro profundamente. ¿Qué debería hacer? Ojalá tuviera a JongIn, a mi mamá o a Chan conmigo para poder discutirlo con calma, pero sé que el tumor está avanzando a velocidad mayor de la que pensaban y esta es mi única oportunidad de realmente hacer algo.

Mi situación ya no es la del inicio.

Ahora sí me he convertido en un dramático caso a lo "Good Doctor".

—De acuerdo —digo dando mi consentimiento y me inclino hacia la mesa para firmar los papeles.






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Me encuentro desnudo con solo una especie de camisón abierto por atrás y un incómodo pañal que odio con todas mis fuerzas, acostado sobre la camilla que me lleva en dirección al quirófano.

Me había despedido de mi madre asegurándole que todo estaría bien aunque no estoy seguro de ello y le pedí que llamara a Chan para contarle cómo fue la cirugía, dejando órdenes explícitas a ambos de donar mis órganos, desconectarme y dejarme morir en caso algo saliera mal y termine en coma o conectado a un respirador.

¿Demasiado mórbido?

Quizá, pero no quiero que mi mamá viva el resto de su vida llorando junto a un cuerpo vacío, no lo soportaría. Prefiero que me dejen morir, me conviertan en cenizas y me esparzan por los lugares que más amé.

De esa manera, ella podría seguir adelante; aunque no se olvidaría de mí, se diría que estoy en "un lugar mejor" o algo por el estilo y continuaría con sus planes, dedicándose a la vida en el campo como tanto le gusta.

ChanYeol también estaría bien, le dolería al inicio, tantos años de amistad no pueden olvidarse de la noche a la mañana, pero lo superaría; se apoyaría en SeHun, su otro mejor amigo y en BaekHyun, su nuevo novio, y saldría adelante. Me recordaría de vez en cuando al recordar experiencias del pasado, y quizá llore un poco los primeros meses, pero luego me convertiría en solo una sombra dentro de su memoria, aplastada por las nuevas y mejores experiencias que le daría su trabajo.

Todo estaría bien.

El único cuya vida no puedo imaginar es JongIn. ¿Qué pasaría con él si yo muriera? Quizá nada, quizá solo pensaría en mí como un paciente más de los muchos que ha tratado y ni siquiera se molestaría en recordarme aunque sea por lo problemático que fui. O quizá sí cavilaría sobre mí y sentiría pena al saber que no pudimos tener una oportunidad de explorar la química que nos unía.

Pero no quiero pensar en él. Duele.

Porque imágenes de mi ángel hermoso en la vida que ideé para nosotros pero con él llorando mi partida, me lastiman.

Y por primera vez desde que todo comenzó, deseo con todas mis fuerzas vivir. Tengo tantos planes para nosotros, tantos deseos y sueños. Este no puede ser realmente el final de nuestra historia.

Ruego por que no lo sea.

Me ingresan al quirófano y la anestesióloga y su equipo me regalan sonrisas cálidas mientras me hacen preguntas y revisan mi historial.

—Voy a colocarte anestesia general, ¿de acuerdo? —Me informa uno de sus residentes mientras me muestra una máscara transparente.

Asiento y temo por lo que estoy a punto de sentir. Me hago preguntas de toda índole mientras tomo pequeñas bocanadas de aire que solo logran acelerar mi corazón, hasta que finalmente decido solo dejarme ir y respiro profundamente.

Cuando siento mi pecho calmarse, sé que no hay vuelta atrás.






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Abro los ojos de golpe y siento algo irrumpiendo mi garganta. El pánico me gobierna y la máquina que monitorea mis latidos comienza a hacer un incesante ruido alertando a las enfermeras, quienes rápidamente se acercan a intentar calmarme.

—Estás intubado —me explica una de ellas— tranquilo, respira por el tubito, todo va a estar bien —pronuncia y hago caso a lo que me dice, atreviéndome a usar el conducto que tengo apretado contra un lado de mi boca para tomar una respiración profunda y finalmente calmar a mi corazón.

¡Estoy vivo! Es una buena noticia, y mi cerebro parece funcionar correctamente también, pero quiero comprobarlo atreviéndome a recitar la letra completa de una de mis canciones favoritas; sin embargo, no puedo evitar quedarme dormido a la mitad y volver a causar pánico en las enfermeras cuando tienen que correr hacia mí y recordarme que debo seguir respirando. Esto sucede un par de veces más hasta que finalmente decido solo concentrarme en poner a trabajar a mis pulmones y dejar de causar problemas.

Un largo e interminable tiempo después, una de ellas finalmente anuncia que va a quitarme todos los benditos conductos que me han colocado, mientras otra llama a los residentes que han estado trabajando con mi doctor durante la operación para avisarles que van a 'extubarme'.

Una pantalla colorida con dicha palabra escrita al centro, en mayúscula y negrita, y un recuadro brillante parpadeando sobre ella que dice: "Nueva palabra desbloqueada", aparecen en mi mente confirmándome que mi cerebro sigue igual de tonto que siempre.

El proceso es incómodo y me deja la garganta irritada, pero aunque se trata de una experiencia nueva, no es algo que me sorprenda: me habían colocado una sonda para alimentarme durante mi visita anterior a la sala de emergencias, así que estoy familiarizado con la sensación y no la percibo tan traumática como quizá debería.

Cuando los residentes de Neuro llegan finalmente a verme, vuelvo a sentirme nervioso y el monitor se encarga de revelárselo a todos. Respiro profundo y centro la mirada en ellos, quienes me saludan con un brillo de temor en los ojos que no hace más que asustarme.

—¿Cómo te sientes? —Pregunta la chica con voz suave y aguda.

—Normal —pronuncio y noto que mi voz sale ronca y debilitada, pero aún así celebro el poder hablar sin trabarme ni tartamudear.

—¿Puedes levantar tus brazos? —Cuestiona el muchacho con el ceño ligeramente fruncido.

No respondo, me limito a sacar las manos de debajo de la manta con la que me han cubierto y estiro mis brazos al aire.

—¿Las piernas? —Pide ella.

Las flexiono negándome a levantarlas, siento que pesan una tonelada. Comprueban también la fuerza de cada una de mis extremidades y finalmente se marchan, asegurando que el neurocirujano pasará a verme a primera hora.

Su silencio con respecto a mi estado vuelve a ponerme nervioso. Yo me siento bien, pero ¿lo estoy realmente? ¿Y si ellos notaron algún problema del que no soy consciente? ¿Y si sucedió algo durante la cirugía y no me lo pueden decir?

—¡KyungSoo! —Escucho y sonrío automáticamente al reconocer la voz de JongDae.— Así que aquí estabas, ¿tanto demoraron? —Chasquea la lengua.— Me hubieran llamado, yo te operaba en un dos por tres —bromea con la sonrisa gatuna que lo define surcando su rostro.

Le devuelvo la sonrisa en silencio y agradezco que sea él quien me lleve hacia mi cama; excepto que no es al espacio 612 a donde se termina dirigiendo, sino hacia la Unidad de Cuidados Intermedios, la sala con las puertas corredizas color blanco donde varias veces he visto entrar a JongIn; mas no es él quien me recibe, sino una Licenciada a quien no creo haber conocido antes.

Lo primero que pienso es que ella es hermosa, con facciones tan delicadas que la asemejan a una muñeca de porcelana, su cabello es negro al igual que sus ojos, los cuales contrastan mágicamente con su piel perfectamente pálida y sus labios rosados.

Maldición, ¿es que acaso un requisito para trabajar en este hospital era ser dolorosamente hermoso? Esperaba no estarme encontrando con una competidora más por el amor de JongIn.

—Hola, mi nombre es JiSoo —me saluda con dulzura—, ¿cuál es tu nombre?

—Soy KyungSoo —digo y me aclaro la garganta en un fallido intento de despejar mi voz—. Do KyungSoo, veintinueve años —pronuncio conociendo la rutina; tiene que asegurarse de que estoy alerta y presente en el tiempo.

—¿Sabes dónde estás?

—En el Centro Médico Nacional —pronuncio con un suspiro—, estamos en el año 2022.

—Perfecto —me sonríe y coloca la banda del lector de presión en lo alto de mi brazo derecho y el pequeño lector de pulso y saturación en forma de gancho en mi dedo índice de la mano izquierda—. Seré yo quien te monitoree esta noche. Dormiré aquí junto a la puerta para estar pendiente de ti, así que puedes estar tranquilo y solo descansar —me dice con dulzura.

—Gracias —susurro con voz quebradiza debido a las lágrimas que comienzan a inundarme los ojos. Me siento mucho más sensible de lo normal.

Ella me sonríe y se dirige hacia su escritorio para comenzar a familiarizarse con mi caso.

Cierro los ojos e intento dormir como me ha sugerido, pero mi cabeza se encuentra funcionando a toda potencia; canto varias canciones, me imagino centenares de casos hipotéticos que involucran a JongIn, mis padres, Chan, e incluso mis colegas de la oficina. Recuerdo de inicio a fin la trama de mis libros favoritos y recreo los diálogos de las películas que amo tomándonos a JongIn y a mi como los protagonistas.

Permanezco completamente despierto y no me sorprende cuando la luz comienza a ingresar por la ventana dando comienzo a un nuevo día.

—¡Buenos días! —Escucho y reconozco de inmediato la alegría casi abrumadora de mi neurocirujano.

—Hola —le digo comenzando a percibir cansancio en lo pesados de mis párpados.

—¿Cómo te sientes? —Cuestiona inclinándose hacia mí para revisar la herida.

—Bien, pero no he dormido nada —comento sintiéndome nervioso por la probabilidad de que aquello representara un mal augurio.

Él asiente comprensivo.

—Es normal —dice expandiendo su sonrisa y mostrando sus encías—. ¿Mis residentes te examinaron ayer?

Asentí y él pareció más que satisfecho.

—Removimos todo —declaró finalmente—, los bordes eran limpios así que no tuvimos mucho problema. Hemos mandado el tumor a patología para que lo analicen, pero todo salió bien.

—Eso significa...

—Sí, podrás retomar tu vida sin ningún contratiempo —anunció y esta vez, aprecié realmente su expresión risueña—. Obviamente tendrás que hacerte exámenes cada cierto tiempo para asegurarte de que no ha crecido uno nuevo; pero después, todo está bien.

—Doctor Kim, muchas gracias —pronuncio con toda la sinceridad que puedo reunir, notando un suspiro aliviado dejar mi cuerpo, permitiéndome deshacerme del miedo y la ansiedad que venía embargándome desde que todo comenzó.

—Vendré a verte en un par de días —asegura, me guiña y se marcha.

—¿Qué tal te fue? —Pregunta JiSoo acercándose a mi cama con la nueva medicina que le han indicado administrarme.

—Todo salió bien —celebro emocionado y ella sonríe con dulzura.

Pero no es ella a quien quiero a mi lado para contarle la buena nueva, sino a JongIn. Deseo verlo para poder repetir lo que me ha dicho el médico y festejar con él. ¡Por fin puedo cumplir mis planes y declarar todo lo que siento por él!

—Me alegro por ti, espero que todo te vaya bien —manifiesta la Licenciada antes de regalarme una última sonrisa y dirigirse hacia su escritorio para comenzar a guardar sus cosas: ha llegado el cambio de turno.






🐧.🚑.🐻






No sé por qué me extraña, debería estar acostumbrado a estas alturas: JongIn ha desaparecido una vez más.

No puede ser que incluso siendo paciente en la zona a la que él pertenece, él continúe estando lejos, trabajando en otro espacio. ¿Debo acaso tomármelo como una señal o algo por el estilo? ¡Es el colmo!

Una vez más está molesto. Lo veo caminar de un espacio a otro con la mirada baja, las manos crispadas y la mandíbula apretada, moviéndose con prisa y negándose a alzar la vista una sola vez, lo que me impide saludarlo sin llamar la atención de SeulGi, los técnicos y el resto de personal que nos rodea.

¿Qué demonios tengo que hacer para que me mire? ¿Tener un mini infarto? Las convulsiones parecen haber dejado de ser una opción, ¿qué me queda ahora? ¿Caerme de la cama?

Lo veo revisar sus registros mientras conversa con SeulGi, quien al parecer lo ha llamado para que la ayude con uno de los pacientes que me acompañan, y decido probar el poder de mis ojos a lo 'Matilda', observándolo fijamente con toda la fuerza que puedo reunir con mi debilitado y aún tembloroso cuerpo para ver si logro hacer que él se voltee y me mire.

Y gracias a todo lo sagrado parece funcionar porque él gira sobre sus pies, alza la mirada y me ve.

No fue deliberado, lo noto en la expresión sorprendida que lo inunda, pero me da igual.Tengo su atención ahora y es lo único que me importa.

—¡Hola! —Me dice casi sin aliento. Le sonrío automáticamente.

—Hola —respondo y mi voz aún suena rasposa, pero con un volumen ligeramente más alto que ayer.

—Ah, sí, trajeron a KyungSoo anoche —le cuenta SeulGi mientras me sonríe—, todos creímos que lo iban a trasladar al departamento de Neuro tras la operación, pero decidieron regresarlo aquí y dejarlo a nuestro cuidado —culmina encogiéndose de hombros.

—Me alegro —susurra mi hermoso ángel con una suave sonrisa y mis ojos vuelven a inundarse de lágrimas.

¿Creyó que me había marchado? ¿Por eso estaba tan molesto? ¿Acaso estaba soñando? No, la brillante sonrisa que me dedica antes de seguir con su trabajo es demasiado hermosa como para ser creada por mi sola imaginación.

No necesito seguir dudando, sus ojos me lo han dicho todo.

Él también me quiere.








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